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UNA ORACIN

Jorge Luis Borges


Mi boca ha pronunciado y pronunciar, miles de veces y en los dos idiomas que me son ntimos, el padre nuestro, pero slo en parte lo entiendo. Esta maana , la del da primero de julio de 1.969, quiero intentar una oracin que sea personal, no heredada. S que se trata de una empresa que exige una sinceridad ms que humana. Es evidente en primer trmino, que me est vedado pedir. Pedir que no anochezcan mis ojos sera una locura; s de millares que ven y no son particularmente felices, justas o sabias. El proceso del tiempo es una trampa de efectos y de causas, de suerte que pedir cualquier merced, por nfima que sea, es pedir que se rompa un eslabn de esa trama de hierro, es pedir que ya se haya roto. Nadie merece tal milagro. No puedo suplicar que mis errores me sean perdonados; el perdn es un acto ajeno y slo yo puedo salvarme. El perdn purifica al ofendido, no al ofensor, a quien casi no le concierne. La libertad de mi albedro es tal vez ilusoria, pero puedo dar o soar que doy. Puedo dar el Coraje, que no tengo; puedo dar la esperanza, que no est en m; puedo ensear la voluntad de aprender lo que s apenas o entreveo. Quiero ser recordado menos como poeta que como amigo; que alguien repita una cadencia de Dunbat o de Frost o del hombre que vio en la medianoche el rbol que sangra, la Cruz, y que piense que por primera vez la oy de mis labios. Lo dems no me importa; espero que el olvido no se demore. Desconocemos los designios del universo, pero sabemos que razonar con lucidez y obrar con justicia es ayudar a esos designios, que no nos sern revelados. Quiero morir del todo; quiero morir con este compaero, mi cuerpo.

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