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Empuje anglosajón y reconquista cristiana III

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GERMANIZACIÓN Y ROMANIZACIÓN:

La historia de los reinos anglosajones desde su afianzamiento en el territorio


britano hasta el fin de los siglos oscuros es inmensamente compleja. A riesgo de
aburrir al paciente lector con un embrollo de reyes, batallas, invasiones y alianzas,
intentaremos desmadejar el lío lo mejor posible para hacer inteligible semejante
barullo.
Antes de comenzar, debemos tener en cuenta que junto a la consolidación de los
diferentes reinos y a la par que la expansión de su cultura por buena parte de la
isla, el Cristianismo hace también lo propio, entrando con el tiempo los
anglosajones en la órbita apostólica de Roma, para perjuicio del cristianismo celta,
tan diferente de las concepciones germánicas y mediterráneas, y cuyas
peculiaridades nos hablan una vez más del alto grado de civilización y de cultura
que poseían.
Así no nos equivocamos si decimos que germanización y romanización – esta vez
bajo el tapiz apostólico – avanzaron juntas frente a los también cristianos celtas.
Siendo los anglosajones el brazo armado que Roma necesitaba para acabar con
los molestos monjes irlandeses y escoceses.
Habitualmente los celtas desearon mantener a los invasores en el paganismo,
pues sabían bien que una vez cristianizados se lanzarían sobre ellos como perros
de presa con la bendición de los papas. En vista sin embargo de que Roma
cosechaba los primeros éxitos en Kent, ellos decidieron a pesar de todo lanzar a
sus héroes misioneros sobre los germanos de Bernicia, comenzando así una
lucha entre celtas y romanos. La vieja herida se abría de nuevo. Dos
concepciones cristianas, al norte y al sur, quedan así enfrentadas sobre el campo
anglosajón, y la lucha comienza.

ETHELBERT DE KENT Y EL CRISTIANISMO:

Kent siempre ha sido el reino más proclive a aceptar la influencia externa, la que
llega del continente. El encontrarse en el extremo sur oriental de la isla de Britania
y a pocos kilómetros de la Galia ha hecho siempre que las corrientes foráneas
llegaran allí con más facilidad, así las legiones tuvieron en aquella región su primer
contacto con los britanos, y fue esta zona la más romanizada de la isla. Ya en
tiempos de la invasión germánica, fue el lugar de asentamiento de los caudillos
Henguist y Horsa -según Beda - .
Debido a este fenómeno, no debe extrañarnos que fuera el reino de Kent el
primero en acoger la nueva corriente extranjera, que de nuevo llegaba de la
misma Roma: el Cristianismo.

Nos encontramos a mediados del siglo VI. En aquel momento el desconocimiento


que se tenía de los anglosajones por parte de los continentales era sorprendente.
Aún no había llegado el momento de la expansión europea de la cultura inglesa de
la mano de sabios y eruditos como Alcuino de York, San Bonifacio, o el noble
northumbrio Benito Biscop que no fueron más que la punta del iceberg del apogeo
cultural que se vivía entre los eclesiásticos ingleses, gentes que jamás salieron de
la isla como el poeta Caedmon o el propio - y omnipresente - Beda el Venerable.
Aún no existía nada de aquello, y la poca idea que los europeos tenían de la
Inglaterra del momento iba poco más allá de la de una serie de reinos enfrentados,
paganos y salvajes. Los monjes celtas que ya vagaban por el continente tampoco
debieron de dar buena prensa de ellos, con lo cual nos encontramos a los
paganos ingleses viviendo en su aislamiento, y conviviendo con unos celtas
cristianos mucho más avanzados en todos los aspectos, y que prefirieron
mantener a su enemigo en la ignorancia del mensaje de Cristo.
Fue, como va dicho, el reino de Kent el más permeable a las influencias del
continente. Su rey de aquel entonces, Ethelbert, nació en el 552, y sucedió en el
trono a su padre Irminric (o Eormenric) contando tan solo la edad de 8 años. Beda
nos dice que fue el cuarto rey de Kent, y lo hace descender del mismo Henguist.

Códice: Ethelbert como rey y santo.

Su matrimonio con una princesa merovingia fue sin duda un hecho crucial en su
política. Se trataba de la hija del rey Coriberto, llamada Berta (luego santa Berta) a
quien ya nos referimos someramente en el capítulo anterior. También comentamos
que con ella fue un obispo, llamado Liudhard (o Liudardo), con lo que sugeríamos
la posible existencia de una diminuta comunidad de fieles, tolerada por los reyes
de Kent.

La historiografía cristiana no escatima halagos para la princesa, y cuenta que


impresionó a su marido, aún pagano, de tal manera, que éste no solo le permitió la
práctica del Cristianismo, sino que le regaló un templo - una antigua iglesia de
época romana -. Es de suponer que allí tanto Berta como Liudhard pudieron tomar
contacto con otros cristianos, abriendo camino a la inminente llegada de los
misioneros del papa, cuyo cometido - entre otros - sería la organización de la
comunidad en ciernes a la manera romana, impidiendo a la vez la posible
desviación del canon apostólico, lo cual parecía probable debido a la lejanía
respecto a la ciudad del Tiber.
En efecto Roma no se haría esperar demasiado, y el papa Gregorio el Grande,
envió un nutrido grupo de misioneros (40 en total) dirigidos por un monje llamado
Agustín, en el 597.

Códice: Agustín es enviado a Inglaterra por el papa Gregorio

La tradición cuenta que, en su camino hacia Inglaterra, el pánico cundió entre los
enviados, pues habían oído todo tipo de historias sobre las atrocidades y el
salvajismo de los pueblos isleños. Sin embargo el rey Ethelbert les recibió
calurosamente, y aquel mismo año optó por la conversión, tras lo cual diez mil
ingleses siguieron su mismo camino, entre los que se encontraban las personas
principales del reino. En la ciudad de Canterbury, la más importante de Kent, se
alzó la catedral, así como un convento dedicado a los santos Pedro y Pablo.
Uno de los cometidos de Agustín fue el de dotar al reino de Kent de una
organización eclesiástica. En las provincias más romanizadas, ésta se hacía en
base a los obispados. Por explicar esto de modo muy simplificado podemos decir
que los obispos administraban su territorio desde una ciudad, la antigua civitas
romana. Esta organización episcopal y urbana se había implantado con éxito en la
Galia o en la Hispania previa a los Godos (arrianos y no católicos, como
sabemos), debido al grado de romanización. Al implantarse en Kent la situación no
varió demasiado, pues la presencia romana fue importante allí, y la implantación
de obispados tuvo éxito. Tampoco fue difícil establecer este modelo en el resto de
las ciudades importantes de la isla, como eran York y la propia Londres. Sin
embargo el resto del país era eminentemente rural, y la expansión del patrón
papal a los lugares menos romanizados no fue tan fácil.

-Asentamiento sajón en las ruinas de la Canterbury romana-

Mientras, desde el norte, los misioneros irlando - scottos de Iona se lanzaban a la


aventura de cristianizar Northumbria, a petición de su rey Oswaldo. Así mismo
fundan monasterios en la Anglia Oriental y en Wessex. Lugares inaccesibles para
Roma y su organización jerárquica y vertical, episcopal y urbana, pero blanco fácil
para el celo misionero celta, con una organización más flexible y horizontal, y
perfectamente adaptable a zonas rurales.

Foto: Isla de Iona. El monasterio en la actualidad.

Así el singular Cristianismo celta - que estudiaremos con más profundidad en el


capítulo siguiente - competía con Roma. Lo que nos lleva a hablar del otro
cometido de Agustín en Britania (a parte de la organización), y que consistía en
pedir a los monjes celtas ayuda para cristianizar juntos a los ingleses así como
que se sometieran a las directrices de Roma.
Previa deliberación, la negativa fue rotunda. Lo cierto es que no entendían por qué
Roma enarbolaba el estandarte de la ortodoxia cristiana frente a otras corrientes
del mismo pensamiento. Así los roces serían frecuentes. Los monjes celtas
obedecían mal, criticaban la autoridad de Roma y en más de una ocasión
mostraron su abierto desprecio hacia los Padres de la Iglesia.
Tenemos así a la Iglesia de Roma instalada en Kent, convirtiendo a los ingleses
por su cuenta, y aprovechando la superioridad política de este reino para expandir
su doctrina más allá de sus fronteras. La Cristianización iba lenta sin embargo, y a
pesar de la conversión de los diez mil ingleses junto a su rey (de modo sincero o
no) nos consta que el único hijo varón de Ethelbert, llamado Eobald, fue pagano
toda su vida. Dejó sin embargo otras dos hijas, una de las cuales, de nombre
Ethelberga, cristiana convencida, fue a casarse con el rey Edwin de Northumbria,
el reino septentrional que obtendría la hegemonía política en Inglaterra, tras la
decadencia que se cerniría sobre Kent una vez muerto Ethelbert, en el 616.

NORTHUMBRIA Y LA HEGEMONÍA SOBRE BRITANIA:

Antes de hablar del reinado de Edwin de Northumbria, nos referiremos


someramente a su vida, que parece sacada de una leyenda épica, y a las
tribulaciones que soportará antes de ser rey.

Este reino era la unión de otros dos, llamados Bernicia y Deira, como ya vimos.
Edwin descendía de la estirpe real de Deira, y antes de ceñir la corona hubo de
ver como un extranjero usurpaba el trono de su patria. Tal extranjero era Ethelfrith,
rey de Bernicia, que obligó al joven príncipe a huir, exiliándose entre los celtas de
Gwynedd (al norte de Gales) a esperar tiempos mejores.
Sabiendo Ethelfrith que su reinado estaría en peligro mientras Edwin viviera, quiso
encontrarle para acabar con él. Y mientras intentaba legitimar su usurpación
casándose con la hermana de su enemigo, le persigue hasta tierras galesas, en
donde una coalición de reyes britanos de las regiones de Gales y Cornualles le
esperaba para plantarle cara. En el curso de dos batallas la coalición es derrotada
completamente. Se cuenta que en la segunda de ellas, en donde perdió la vida el
rey Bledric de Dumnonia, un millar de monjes celtas fueron pasados a cuchillo.

Mapa: La hegemonía de Kent

A pesar de esta victoria para Ethelfrith, el joven príncipe Edwin logra escapar de
nuevo. Esta vez fue con los de su raza, a la corte del rey Redwal, de la Anglia
Oriental.
En el 615 tendrá lugar una entrevista entre el usurpador Ethelfrith y Redwall, en
donde el primero intenta convencer al segundo de que le entregue a Edwin. Las
leyes de la hospitalidad obligan al anglo oriental a no entregar a su huésped, aún a
riesgo de entrar en guerra. Así fue, y junto al río Idle (cerca de la actual Sheffield)
chocaron los ejércitos de ambos reyes. Las tropas anglo orientales aplastaron a
las de Ethelfrith, que muere en combate. Edwin, tras más de diez años de exilio,
era ahora dueño del doble reino de Northumbria.
Si al ocupar el trono de Deira, Ethelfrith se convirtió en usurpador. Lo mismo hizo
el flamante Edwin, que como rey legítimo de Deira arrancaba la corona a los de
Bernicia.
Así, eran ahora los hijos de Ethelfrith quienes tomaban el camino del exilio,
mientras el nuevo rey se preparaba para convertir Northumbria en el reino más
poderoso de Britania.

Edwin demostró ser un gobernante fuerte, que rigió los destinos de Northumbria
con mano firme. Su política expansionista y ambiciosa quedó demostrada cuando
sus ejércitos ocuparon Elmet, situado al sur y gobernado por el rey Ceretic - el
legendario sir Carados de la literatura artúrica -, que murió en batalla antes de ver
como su patria era anexionada a Northumbria. Después de Elmet le tocaría el
turno a otro reino britano, en esta ocasión Rhegued del Sur, cuyo sabio rey
Llywarch ya observaba preocupado la sistemática destrucción de la Céltica que
estaba llevando a cabo Edwin. Tras la ocupación de su país, logra escapar al reino
galés de Powys. Aquí, protegido por los suyos, y lejos del alcance del rey
Northumbrio, se convertirá en un gran poeta, pasando, como no, a engrosar las
páginas de la leyenda como Sir Lamorak. Nos hallamos ante un claro ejemplo de
venganza literaria céltica, en donde dos reyes vencidos entran triunfantes y con
honor en el cosmos del mito artúrico.

Mapa: La hegemonía de Northumbria

Como es de suponer, el ambicioso Edwin se granjeó poderosos enemigos, así a la


mayoría de los reinos celtas de la isla, - que entre pictos, scotos y britanos
sumarían más de 20 -, debemos unir a Wessex y a Mercia, que de alguna manera
rivalizaban con Northumbria por la hegemonía de Britania. No hemos de olvidar
tampoco a los exiliados hijos de Ethelfrith, herederos legítimos de Bernicia, que
vivían su destierro en el norteño reino scotto de Dal Riada, y cuyo protagonismo
irá en aumento no solo a nivel político, cuando intenten recuperar lo que es suyo,
sino en campo religioso, pues los príncipes Oswald y Oswiu - que así se llamaban
los más importantes - entrarán en el contacto con los monjes celtas del monasterio
de Iona, y pronto abrazarán esa vertiente cristiana..
Esto tiene vital importancia pues Edwin de Northumbria se casará en el 625 con la
católica romana hija del rey Ethelbert de Kent, y será el Cristianismo romano el
que profese cuando se bautice en breve. Se plantea de nuevo la pugna entre
celtas y romanos en el campo religioso, esta vez sobre el tablero de Northumbria.
Ethelberga de Kent - la novia de Edwin - llegará al reino de Northumbria
acompañada de un obispo, llamado Paulino, que desde un principio intentó ganar
para la causa romana al rey más poderoso de Britania. La conversión aún tardaría
en llegar, y lo hizo solo cuando Paulino pudo demostrarle que Cristo era más
poderoso que sus dioses. Así, sobre hechos consumados, el rey se bautizó, y aún
con reticencias.
¿Qué hechos eran esos? Pues tienen que ver con el reino rival de Wessex, cuyo
rey Cwichelm le envió un asesino. El atentado falló milagrosamente, ante lo cual el
obispo Paulino se apresuró a decir que había sido la intervención del dios cristiano
quien había salvado su vida. Edwin no creyó nada de la palabrería del obispo,
aunque declaró que se convertiría si Cristo le proporcionaba la victoria frente a
Wessex, en la guerra que se avecinaba. El rey Northumbrio se enfrentó a las
tropas enemigas - seguramente coaligadas con Mercia - y venció a pesar de
contar con un ejército numéricamente inferior. A su regreso, tanto la reina como el
obispo, insistieron en que cumpliera su promesa, pero el rey aún era receloso a
abandonar sus antiguas creencias. Tal era el interés de la Iglesia romana por su
conversión, que hasta el propio papa Bonifacio escribió al rey instándole a que
abrazara la cruz. Sin duda la presencia de cristianos celtas en Escocia tuvo que
ver con esta actitud impaciente e inquieta que mostraba la Iglesia de Roma.
Por fin, en el año 627, Paulino, quien era a la sazón obispo de York, bautiza a
Edwin, y gana al gran rey para la causa de la Iglesia de Roma.
Estamos en el momento de apogeo del rey, y su poder parecía indiscutible para
cualquiera en Britania. Sin embargo empezaban a entreverse nubarrones en el
cielo northumbrio. Un titán surgía en el horizonte político de la isla, un gran rey
capaz de hacer frente a las ansias hegemónicas de Northumbria. Un personaje
aún más expansionista, cruel y belicoso, y que despreciará a los ídolos cristianos -
su paganismo recalcitrante tuvo que ver sin duda en la mala fama de que goza en
las fuentes-. Hablamos del rey Penda de Mercia.

PENDA Y LOS REYES CELTAS:

Penda será declarado rey en el 626. Lo primero que hizo fue atacar Wessex,
cuyos reyes habían luchado contra Northumbria, en coalición parece ser con
Mercia. Aprovechando la debilidad de su vecino del sur tras la derrota, Penda se
apropió de parte del territorio de este reino. Con esta traición comenzamos nuestro
breve repaso por su vida.
La siguiente acción destacable por parte de nuestro rey será poner sitio a la
ciudad de Exeter, en Cornualles. Allí se encuentra con un rey celta que volvía de
su exilio en Bretaña, Cadwallon. No sabemos exactamente como ocurrió, pero
parece ser que ambos personajes se cayeron en gracia, y Penda ayudó a su
aliado a recuperar el trono de Gwynedd - pues de allí fue expulsado por Edwin -.
Después, ambos reyes unieron sus fuerzas para luchar contra su enemigo común,
Northumbria.
Sin duda ambos tenían motivos para odiar al rey Edwin, y aunque no podemos
decir con exactitud las motivaciones más íntimas, sabemos que Edwin estuvo
casado en tiempos con la princesa Cwenburga, - antes de compartir tálamo con la
santa Ethelberga -, a la sazón hermana de Penda. Aunque sin duda lo que más
motivaba al de Mercia era acabar con el poder de Northumbria y con su rey, que
tanto eclipsaba sus propias hazañas, así como la estabilidad de su reino.
En cuanto al Cadwallon, sin duda conoció en su niñez a Edwin, cuando este
permanecía exiliado en Gwynedd - quizá allí naciera su enemistad -. La posterior
huída de Cadwallon a Bretaña estuvo así mismo motivada por Edwin.
Con más puntos en común que diferencias, ambos reyes sellan por fin una alianza
contra Northumbria. Tenemos así una coalición entre un cristiano (Cadwallon lo
era) y un pagano recalcitrante, entre un celta y un sajón, que se pone a prueba en
el momento en que conducen sus ejércitos al norte. En el año 633 chocan contra
los northumbrios en la batalla de Hatfield Chase. La victoria para los aliados es
completa, y el rey Edwin morirá en el enfrentamiento. Sabemos que Cadwallon
saqueó Northumbria a conciencia - la patria de Beda, no olvidemos, nuestro
principal cronista -.
Para hacer frente a la invasión surge un nuevo rey, aunque esta vez en un reino
dividido. El primo de Edwin, Osric, le sucederá en el trono de Deira. Mientras que
Bernicia será regida por Enfrith - que volvió del exilio impuesto por Edwin -. Ambos
reyes se enfrentarán a Cadwallon pero éste vuelve a alzarse con la victoria,
derrotando y matando a sus adversarios.
Desde el norte vuelve otro exiliado para colocarse la corona de ambos reinos, se
trata de Oswald, por cuyas venas corría sangre de Deira y Bernicia, y que será rey
de toda Northumbria.
Oswald estuvo en el reino scotto de Dal Riada, y allí, como ya mencionamos antes
ligeramente, se convirtió al Cristianismo en su vertiente céltica. En su lucha contra
Cadwallon debió contar con el apoyo de los scottos, e incluso muchos monjes de
Iona lucharon junto a él como guerreros. En la batalla de Heavenfield, Oswald se
hace con la victoria, y el odiado rey de Gwynedd, Cadwallon, muere en combate.
Oswald, eleva de nuevo a Northumbria a la supremacía política de la isla. Para
ello afianza el control interno del reino mediante algunas medidas. Entre ellas la
reintroducción del mensaje cristiano, ya que en el caos de acontecimientos de los
últimos años, el paganismo había resurgido con fuerza, ante la incapacidad del
Dios de los cristianos de hacer frente a la amenaza que supuso Cadwallon.
Ethelberga hubo de tomar a sus hijos y marcharse de allí, al igual que el obispo
romano Paulino, ante la ira del pueblo. De este modo, el nuevo rey Oswald pudo
reintroducir, como hemos visto, el Cristianismo, en su vertiente celta.

Mercia y su rey Penda seguían sin embargo siendo una amenaza para la
supremacía de Oswald. Una nueva batalla se vislumbraba en el horizonte, y cada
uno manejaba sus bazas como mejor sabía. Penda andaba en tratos con varios
reyes celtas galeses. Mientras que el rey northumbrio tomaba por esposa a la
princesa de Wessex, Cyniburga, hija del rey Cynegils, forjando una alianza con el
poderoso reino meridional, y que sin duda inquietaba la retaguardia de los de
Mercia. En la batalla de Oswestry, Oswald resultará muerto, y Penda victorioso.
Estamos en el 642.

¿Qué hizo Penda ahora, siendo el dueño indiscutible de buena parte de


Inglaterra? Pues consolidar su poder, y si cabe, expandir aún más su influencia.
Aprovechando su buen momento, y mientras el único reino que podía hacerle
sombra – Northumbria – aún se recuperaba, decide afianzar su control sobre los
reinos celtas de Elmet y Lindsey, situados en la raya meridional de Northumbria, y
que podríamos considerar una especie de estados tapón.
Pronto le llegará el turno al reino de Wessex, y Penda gobernará directamente
todo el reino durante algunos años enviando a su rey Cenwalh a la Anglia Oriental.
Parece ser que dicho rey repudió a su esposa, que no era otra que la hermana de
Penda.
La hegemonía de Mercia

Para consolidar definitivamente su influencia en el centro y sur de la isla, habiendo


neutralizado en cierto modo a Northumbria y a Wessex, y ante las buenas
relaciones de que parecía gozar con los galeses, tan solo el reino de Anglia
Oriental quedaba fuera del juego político de Mercia. Así, en el 650, Penda dirige
sus ejércitos hacia el este, obligando al rey Anna a huir a Gales. Pero esto no
satisfará a Penda, que tras algún tiempo logra darle muerte. El nuevo rey de la
Anglia Oriental, Aethelhere, mantendrá desde un principio una prudente postura de
sumisión a Mercia, para evitar el destino de su hermano Anna.
Tras esto, y como último movimiento en su particular tablero de ajedrez, Penda
engulló directamente la Anglia Central (Middle Angles). Un reino menor, podríamos
decir, en cuyo trono sentó a su hijo Peada.

OSWIU REY:

Hermano de Oswald, muerto en combate contra los ejércitos de Mercia, el nuevo


rey sabía que era difícil aplacar la ambición de Penda, el cual, una vez pacificado
y dominado el centro y sur de la isla, no tardó en mirar de nuevo al norte con
recelo. Northumbria debía de hacer algo si no quería perecer. Y lo cierto es que
intentó de todo. Desde la alianza pacífica hasta la guerra desatada.
La lucha antagónica entre Mercia y Northumbria podemos enfocarla desde al
menos dos puntos de vista. El primero de ellos, y el más evidente, lo
englobaríamos dentro de la natural pugna entre dos reyes anglosajones por el
dominio del territorio.
A parte, podríamos verlo como una venganza de los reinos britanos frente la
sistemática destrucción de los países celtas de que siempre habían hecho gala los
reyes northumbrios. Así las alianzas entre los reyes celtas y Penda serán
numerosas y fructíferas.
La última de estas alianzas fue testigo del levantamiento de un poderoso ejército
que se dirigió al norte, a por Northumbria, y a por Oswiu, rey tan solo de Bernicia,
y que andaba por aquellos entonces intentando conseguir a toda costa el cetro de
Deira. Podríamos por tanto afirmar que estaban en guerra civil cuando Penda llegó
al norte con su ejército.

Oswiu había hecho todo lo posible por aplacar la ira de Penda. Desde pagarle
tributo - obtenido en las incursiones por los reinos celtas y pictos del norte -, hasta
intentar una alianza matrimonial. Así casa a su hijo Alcfrith con la hija de Penda,
Cuneburga. Un consorcio que no llegó a buen puerto, a juzgar por la reacción de
Penda, que se plantó, como acabamos de ver, en el norte con sus tropas, y acabó
sitiando al bueno de Oswiu en Bamburgh, en la frontera con los pictos. No
sabemos porque Penda levantó el asedio. El caso es que en el 655 tenemos de
nuevo al de Mercia coaligado con los celtas sitiando a Oswiu, esta vez en Stirling,
de nuevo en la frontera picta. Sabemos que le ofreció dinero por retirarse, y que
Penda lo aceptó y lo distribuyó entre sus aliados, los cuales no quisieron retirarse,
considerando aquel rescate como un dinero que en cierto modo les pertenecía, ya
que – como va dicho – pertenecía a los reinos celtas que los northumbrios
llevaban décadas esquilmando.
Forzado por tanto Oswiu a la batalla, y jugándose su propia supervivencia, plantó
cara a los de Mercia, a los reyes galeses (y a los de Deira, que no querían una
Northumbria unificada). Y ante la adversidad más absoluta el rey de Bernicia
aplastó a sus enemigos en la batalla de Winwaed. El rey Penda, ante el deshonor,
o ante la posibilidad de caer prisionero, se dio muerte.

Vidriera de la catedral de Worcester que representa la muerte del rey Penda

La hegemonía de Oswy, rey de Northumbria.

Oswiu unió de nuevo ambas coronas, y aunque colocó a su hijo Alcfrith como rey
nominal de Deira, él era el señor de Northumbria, al menos de momento. Parecida
acción llevó a cabo respecto al hijo de Penda, Peada, al que confirmó como rey de
la Anglia Central, mientras se reservaba para sí el control de toda Mercia. Pero
Peada fue asesinado en el 658 por los nobles de mercianos, que eligieron a su
hermano Wulfhere como rey, con la esperanza de que sacudiera el yugo
extranjero, y lo intentó con ganas. Lo cual no disminuyó el poder y la influencia de
Northumbria sobre toda Britania, aunque preparó en cierto modo el resurgir de
Mercia, que será el reino más poderoso durante el siglo VIII, en detrimento de
Northumbria, que sufrirá una lenta decadencia a partir de las últimas décadas del
siglo VII, más concretamente a partir del sínodo de Whitby (664) - que trataremos
con detenimiento en el capítulo siguiente - y en el cual Roma y la Céltica se
enfrentaron en una batalla más. Esta vez en el campo religioso, a propósito de la
escasa fidelidad que mostraban los monjes irlandeses y scottos hacia la iglesia
romana. Ya el hijo de Oswiu, Alcfrith, al que su padre colocó como rey de Deira, se
rebeló contra su progenitor a instancias del papa, que le animaba para que
derrocara a su propio padre, seguidor, como sabemos, del Cristianismo celta. Las
fuentes nos hablan de cómo al final, Roma consigue la victoria, y el propio Oswiu
acepta la causa del papa.

No fue sin embargo todo tan sencillo. Sabemos que la resistencia de Iona, de los
monjes irlando - scottos y de otras personalidades afines a esta modalidad
cristiana, fue feroz, pues representaba la última batalla del mundo celta por
conservar su cultura, por no desaparecer difuminados en el devenir de los siglos.
Y aún bajo el tamiz cristiano, pelearon, y derramaron su sangre, por no perder su
identidad.
CONSOLIDACIÓN DE INGLATERRA:

Muerto Penda, el último rey pagano importante de Britania, y resuelta –


aparentemente – la lucha entre las diferentes visiones del Cristianismo, a favor de
Roma, asistimos a un auge de los reinos meridionales y centrales, frente a la
septentrional Northumbria. Así debemos centrar nuestra atención en los reinos de
Mercia y Wessex, llegando la hegemonía de este último hasta las guerras
vikingas.
Durante esta etapa, que va desde el sínodo de Whitby hasta finales del siglo VIII
nos encontramos con un problema, y es la menor importancia que las fuentes
dedican a los reyes de este momento. Sea por el menor carisma de éstos, o por la
gran talla historiográfica de los Ethelbert, Edwin, Oswiu, o Penda, el caso es que
nos enfrentamos a un ciclo temporal un tanto oscuro, al menos hasta la aparición
de Offa de Mercia (757 -796), uno de los primeros reyes anglosajones que
mantuvieron relaciones diplomáticas con Europa, - con Carlomagno además - y
que pondrá el broche final a nuestro tema.

Si nos habíamos quedado en Whitby año 664, debemos decir que el artífice del tal
evento, Oswiu, murió seis años después. Una vez enterrado como santo en dicha
abadía, fue sucedido por su hijo Egfrith como rey de Bernicia y señor de
Northumbria, el cual colocó a su hermano como subordinado suyo en el trono de
Deira.
Egfrith puede considerarse el último rey de una Northumbria fuerte. El reino sin
embargo estaba cada vez más acosado por el norte y por el sur. Así tanto los
pictos como los de Mercia erosionaban un reino condenado a una decadencia
irremediable.
Reinaba en Mercia un hijo de Penda, llamado Wulfhere, que como ya dijimos fue
colocado por los mismos nobles que asesinaron a su hermano Peada. Este rey
tenía como principal cometido sacudirse el yugo de Northumbria, y aunque no lo
logró del todo, sí fue un digno sucesor de la política expansionista y belicosa del
gran Penda.

El gran choque entre Mercia y Northumbria tuvo lugar en el 674. El rey Egfrith, que
el año anterior había sofocado una revuelta picta aplastando a los ejércitos de su
rey Drest, hizo lo mismo con Wulfhere, que resignado, hubo de reconocer la
supremacía northumbria.
Lucha por la hegemonía.

El rey de Mercia moriría al año siguiente, tras un nuevo fracaso esta vez contra
Aescwine de Wessex. Le sucede su hijo Aethelred, quien esperará lo justo para
reunir un gran ejército y lanzarlo contra el flanco sur de su enemigo del norte. Esta
vez Northumbria no puede defenderse tan brillantemente, ya que luchaba también
contra los pictos, por lo que no puede evitar que Mercia ocupe algunos de sus
territorios, y tampoco que Aethelred tome a la princesa northumbria Osthrith por
esposa.
Mermada Northumbria en su frontera meridional, Egfrith mirará al norte, y pagará
con los celtas y pictos que allí habitan sus ansias de expansión. Las revueltas
norteñas siempre fueron habituales, sin embargo ahora estos pueblos estaban
viendo ocupadas sus aldeas y sus campos, y muchos eran arrojados más al norte
del antiguo muro de Antonino. Las gentes que sufrían la ambición territorial de
Egfrith - y que venía ya desde los tiempos de Edwin - eran tanto los britanos de
Strathclyde, como los scottos de Dal Riada, como los pictos - esparcidos estos por
sus innumerables reinos -. Así que pronto formaron una alianza bajo el rey picto
Bruide ipe Bili, y se enfrentaron a Egfrith, a quien vencieron en la batalla de
Nechtansmere.
Sin posibilidad de expansión, y vencida por sus dos flancos, Northumbria empezó
su lenta decadencia, que vendría a confirmarse con la muerte sin hijos de Egfrith,
en el 685.
Wessex toma ahora protagonismo cuando su rey Caedwalla conquista el otrora
poderoso reino de Kent, colocando a su hermano Mul en el trono. La nobleza
kentiana se mostrará inquieta ante tal usurpación, sin embargo nada podrán hacer,
y sus revueltas serán aplastadas por el siguiente rey de Wessex, llamado Ine,
conocido por redactar un código de leyes para su reino.
Mientras, Northumbria se hundía cada vez más. En el 704 estallara una guerra
civil entre dos facciones nobiliarias, unos partidarios del rey niño Osred, y otros
afines al usurpador Edwulf. Ganará Osred, que será coronado con 9 años, y que
poco después morirá en batalla contra los pictos. Le sucederá cierto Coenred, que
se mantendrá un año tan solo en el poder.
Si los pictos atacaban y se rebelaban en el norte ante la expansión northumbria a
su costa, no menos harán durante buena parte del siglo VIII los galeses y
córnicos. Lo cierto es que estamos ante la consolidación definitiva de los reinos
anglosajones, mientras que los celtas, obligados tras Whitby a adscribirse al
bando Romano, y dañados en cierto modo en su identidad, se verán obligados a
retroceder cada vez más ante el avance inglés, que justificaba su expansión de
innumerables maneras contra unos pueblos a los que consideraba herejes y
bárbaros. De este modo, los anglosajones se lanzaban contra los reductos celtas
de la isla, y éstos, claro, se defendían, como ya sabemos, con la espada y con la
pluma.

Sabemos que en el 710, los reyes Ine de Wessex y Nunna de Sussex atacaron al
rey Gerren de Dumnonia (en Cornualles). Algunos años antes tenemos noticia de
ataques galeses contra Mercia. En el 722 Wessex vuelve a la carga contra
Dumnonia. Cornualles parecía vencido, sin embargo Gales parecía gozar aún de
una fuerza militar considerable, cuando Elisedd, rey de Powys, aplasta a los de
Mercia en batalla
Una nueva coalición entre Mercia y Wessex se forma en el 743, atacando Powys
y Gwent.
Los anglosajones, desbordados, y ante la imposibilidad de conquistar a los celtas
y de ocupar sus territorios, optan por un método que Roma ya usara siglos antes.
Efectivamente, un año después, se construirá un muro de contención entre Powys
y Mercia, precedente del muro de Offa, también contra los galeses.

Será precisamente Offa el monarca que mejor represente esta consolidación de


los reinos anglosajones. Un rey capaz de contener a los galeses tan inquietos en
los últimos tiempos - aunque sea a base de muros – y a la vez de iniciar relaciones
diplomáticas con el resto de Europa, llegando su influencia hasta el mismo papa -
vía Carlomagno -. Así, dedicaremos unas líneas a este rey en nuestro siguiente
epígrafe.

Representación miniada del rey Offa de Mercia


TERMINAN LOS SIGLOS OSCUROS:

Cuando hablamos de siglos oscuros en Britania nos referimos principalmente al


aislamiento en el que la isla ha vivido desde la marcha de las legiones romanas.
Este aislamiento ha propiciado el desarrollo de una identidad diferenciada del
resto de Europa, cuyas características esenciales perviven hasta el día de hoy.
Creemos que la figura de Offa de Mercia representa el fin del aislamiento, por las
fructíferas relaciones que mantiene con Europa. Así mismo, en el siglo VIII somos
testigos de innumerables peregrinaciones a Roma por parte de muchos ingleses,
incluidos reyes y gente principal. Todo esto lo englobamos en la época de mayor
auge de los carolingios, cuando Carlomagno se ciñe la corona imperial, y ataviado
con la púrpura rige los destinos del mundo. Dentro de los dominios del imperio
asistimos además a un auge cultural que se conoce como Renacimiento
carolingio, al que no pocos ingleses contribuyeron.

Offa será rey desde el 757, y vendrá a sustituir a Ethelbald, asesinado por la
nobleza.
A parte de sus innegables dotes militares, que como buen merciano poseía, su
actividad diplomática será muy activa, y de manera inteligente casará a sus dos
hijas con los reyes más poderosos del momento, que son los de Wessex y
Northumbria.

Conseguido el dominio político de toda Inglaterra, y ante la imposibilidad de


conquistar a los galeses, les contuvo, como ya se ha dicho, a la romana,
construyendo el muro que lleva su nombre. Una muralla de adobe de la que no
hay fuentes contemporáneas, y que se atribuye a Offa según la tradición y una
serie de textos posteriores al siglo X.
En el exterior su principal esfuerzo se centró en presionar o tratar de convencer al
papa Adriano de que el obispado de Lichfield dejara de ser dependiente de
Canterbury. Si el reino más poderoso de Inglaterra era Mercia, era justo, debió
pensar Offa, que la sede del arzobispado estuviera allí. El papa hubo de ceder,
quizá por miedo a Carlomagno, amigo del inglés, y con quien mantuvo
correspondencia sobre materias muy dispares.
Offa intentó crear en su reino escuelas para formar al clero de Mercia, y quiso
disponer de eruditos y sabios para regirlas, es decir, algo similar a lo que el
northumbrio Alcuíno de York estaba llevando a cabo en tierras francas, por orden
de Carlomagno.

Así mismo acuñó moneda. Era la primera vez que un rey inglés lo hacía desde
que en tiempos, Kent, acuñara por influencia franca. Las monedas de Mercia eran,
así mismo, las más bellas y trabajadas de Europa.
Offa muere en el 796, y aunque tras sus sucesores Ecfrid y Coenwulf, Mercia cede
el testigo de la hegemonía a Wessex, el legado de Offa como el rey reformador y
abierto a las influencias externas (“europeísta” que dirían algunos) perdurará. Así,
a pesar de que las hordas vikingas comienzan ya a saquear las costas de la isla,
salidos del aislamiento, damos por concluidos los siglos oscuros.

CAPÍTULO IV

El cristianismo celta, o las luces de Irlanda

(en breve)

© Carlos de Miguel
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