Jacob Burckhardt, La cultura del Renacimiento en Italia.
[...]Desde su infancia fue Leone Battista el primero en todo aquello que es
digno de encomio. De su habilidad en toda ı́ndole de ejercicios fı́sicos y gimnásti- cos se nos cuentan cosas increı́bles. Con los pies juntos saltaba por encima del hombro de una persona; en la catedral lanzaba al aire una moneda y se la oı́a retiñir en las bóvedas más altas; los corceles más vigorosos se estremecı́an y temblaban aterrorizados cuando eran cabalgados por él. En tres cosas querı́a aparecer impecable: en el andar, en el cabalgar y en el hablar. Aprendió la músi- ca sin maestro y sus composiciones fueron, no obstante, admiradas por gente del oficio. Obligado por la pobreza estudió ambos Derechos durante muchos años, hasta enfermar gravemente por agotamiento. Cuando a los veinticuatro años advirtió que se debilitaba su memoria, pero su sentido objetivo permanecı́a incólume, se dedicó a la fı́sica y a las matemáticas y aprendió, de paso, todas las técnicas imaginables, consultando con artistas, interrogando a sabios y ar- tesanos de toda especie —hasta a zapateros sobre sus secretos y experiencias del oficio. Pintaba además y modelaba; hacı́a retratos de gran parecido, muchos de memoria. Gran admiración despertó también su caja misteriosa, una especie de cámara oscura donde podı́a verse el orto de la luna en la noche sobre un fondo de rocosas montañas, donde hacı́a aparecer vastos paisajes con montes y ensenadas y nebulosas lejanı́as y donde el espectador podı́a presenciar el arribo de flotas, bajo un sol radiante o bajo un cielo nublado. Pero también reconocı́a y acogı́a notablemente la obra de los demás y consideraba, en general, toda crea- ción humana, que de algún modo respondı́a a las leyes de la belleza, como algo casi divino.Añádase a esto su actividad de escritor, especialmente en obras sobre el arte, que constituyen jalones y testimonios fundamentales del renacimiento de la forma, sobre todo en arquitectura. Y aún compuso prosas, novelas cortas, etc., en latı́n —algunas de estas creaciones, llegaron a confundirse con obras antiguas—, ası́ como brindis jocosos, elegı́as y églogas; dejó además una obra en italiano ((sobre el gobierno de la familia)), en cuatro libros, y hasta una oración fúnebre a su perro. Tanto en lo festivo como en lo grave, sus palabras fueron consideradas dignas de recopilarse: reproducidas en parte, llenan columnas en- teras en las mencionadas biografı́as. Y cuanto poseı́a ı́ntimamente, cuanto sabı́a, lo comunicaba sin la menor reserva, como hacen siempre las naturalezas real- mente generosas: hasta hizo donación gratuita de sus más grandes invenciones. Finalmente, es preciso mencionar el más entrañable raudal de su espı́ritu: un afán de convivencia, lleno de simpatı́a, casi neurótico, hacia todas las cosas. A la vista de árboles magnı́ficos, o de las mieses en sazón, se le arrasaban los ojos; veneraba a los ancianos hermosos y dignos como ((una delicia de la naturaleza)) y no se cansaba de contemplarlos; también sentı́a gran afición hacia los animales de forma perfecta, viendo en ellos criaturas favorecidas por la naturaleza; más de una vez, hallándose enfermo, la vista de un bello paisaje bastó para curarle. No es, pues, milagro que los que observaban su ı́ntimo y misterioso trato con el mundo exterior le atribuyeran también un don de profecı́a. Parece que predijo exactamente una crisis de la casa de Este, y también el destino de Florencia y el de los papas por una serie de años. Pretendióse que su mirada penetraba en el interior del hombre, pues dominaba la ciencia del rostro humano. Se sobren- tiende que toda su personalidad estaba poseı́da y sostenida por una fuerza de voluntad intensı́sima. Como los más grandes entre los grandes del Renacimiento, decı́a también él que ((los hombres, si quieren, lo pueden todo)).