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Sin embargo, Levinas también se pregunta por el Ser, pero esta pregunta
no proviene del Ser como lo planteara Heidegger, sino que, retomando la
tradición hebrea, se preguntará por el otro en cuanto revelación en el rostro,
en cuanto relación primera. Y a diferencia de su maestro, el Otro para
Levinas es, en primera instancia, Dios. Lugar de donde partir. Lugar desde
donde pensar en un Yo y en un otro.
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apresado en la radicalidad de un ente, por ejemplo en la idea de Volk
alemán. Esto es lo que advertirá Levinas en su primigenio texto sobre el
nazismo publicado en 1934: Quelques réflexions sur la philosophie de
l’hitlérisme. Allí se encuentra pensando, más que en el nacionalsocialismo o
la figura de Hitler en el discurso de Heidegger de asunción como Rector de
la Universidad de Friburgo, y que finalmente plasmara en su primera gran
obra, Totalité et Infini.
1
Levinas, E. Totalidad e Infinito, Sígueme Ediciones, Salamanca, 2006, pág. 229.
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moral mide, en el rostro, el infinito infranqueable en el que se aventura y
naufraga la intención asesina.”2
2
Levinas, E. Difícil Libertad: y otros ensayos sobre judaísmo, 2da. Ed., Lilmod, Buenos Aires,
2008, págs. 52-53.
3
Levinas, E. Humanismo del otro hombre, Siglo XXI editores, México D.F., 2001, pág. 74.
4
Levinas, E. Totalidad e infinito, op. cit, pág. 226.
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proviene) es anterior al hombre y al lenguaje. Somos originariamente
diferentes y el otro –en su rostro– me reclama la justicia de nuestra relación
asimétrica. Para Levinas A nunca es igual a A.
5
Levinas, E. Fuera del sujeto, Caparrós Editores, Madrid, 2002, págs. 58-59.
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responsabilidad. Responsabilidad por el otro que me ordena con su rostro.
La responsabilidad es la estructura esencial y primera de la subjetividad.
Esto es lo que Levinas entiende como una “ética de la responsabilidad” en
donde se halla el nudo mismo de la subjetividad. La responsabilidad es
siempre responsabilidad para con el otro. Yo soporto al otro, es por ello que
soy responsable de él. Y esa responsabilidad es intransferible y nadie puede
reemplazarme en ella.
6
Benjamin, W. “Experiencia y pobreza”, en Obras. Libro II / vol. 1, Abada Editores, Madrid,
2007, pág. 217.
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imposible construir la memoria desde la destrucción de la experiencia.
Desde el silencio. Y si no es posible construir desde la boca acallada por la
experiencia empobrecida, por la destrucción del hombre, ¿cómo construir la
subjetividad?
7
Ibídem, pág. 220.
8
Benjamin, W. Discursos interrumpidos I, Taurus, Madrid, 1982, pág. 175.
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y acero se han transformado en metáforas de nuestro tiempo. Es esta idea
del cristal o de acero, la idea del hombre moderno como sujeto en el que la
subjetividad de una experiencia se encuentra en jaque. En donde la epifanía
del rostro se halla clausurada en un mundo de acero y cristal. Un mundo
sumergido en las profundidades de una individualidad vaciada. No es casual
que Levinas escriba que en el siglo XX, a través y con Heidegger y las
ciencias humanas, se ha dado comienzo al fin de la subjetividad, o sea, el
final de una forma de construir la subjetividad que responde al Humanismo.
Podemos recordemos entonces las palabras de Heidegger con relación a la
idea de “pobreza” (Die Armut) cuando dice que:
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lógica de una vida en condiciones de cristal o de acero como sinónimo de
hombre. Somos pobres. Nos hemos arrancado la experiencia. En el cristal
como en el acero, dirá Benjamin, “resulta difícil dejar huellas”, nos hemos
quitado el pasado. Cada uno construye su camino sin dejar un rastro para el
otro. Cada uno construye su camino en un para sí mismo. En el cristal y en
el acero no hay posibilidad de subjetividad. El reconocimiento es un reflejo
que sólo muestra a otro lejos de mí o me lo oculta. Hablar-entre-cristales es
hablar al vacío. Hacer señas. Hablar contra el acero es distancia ciega, como
hablar a la nada.
Del otro lado del cristal, tras el acero, hay un otro, a lo lejos, del cual no
puedo recibir su rostro, porque está difuso. Borroneado por la distancia
impuesta entre uno y otro. Si soplamos el cristal el aliento lo empaña. Sobre
lo empañado no hay rostro ni posibilidad de otro. Las huellas que
garabateamos en la superficie empañada se borran en un instante.
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borra su rastro y no queda huella. Es así como la piedra en el mar no es
piedra. Es parte del mar.
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La grandeza del antihumanismo moderno (…) consiste en dar un lugar
claro a la subjetividad de rehén eliminando la noción de persona. El
antihumanismo tiene razón en la medida en que el humanismo no es
suficientemente humano. De hecho, sólo es humano el humanismo del otro
hombre.10
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embargo, es devastado por los restos de los hechos que desde el inicio del
siglo XX nos continúan marcando. Porque en definitiva, como escribió
Benjamin: “Nos hemos vuelto pobres. Hemos ido perdiendo uno tras otro
pedazos de la herencia de la humanidad…”
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