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Magallanes Mora Hugo Raúl Registro 091M

Propedéutico del área en Desarrollo Urbano Regional Mayo 27, 2011

Ensayo sobre artículo “Hacia una cartografía del espacio simbólico”

Como podría deducirse a partir del título del artículo, el texto de Katia
Mandoki, nos habla de características del espacio que van más allá de su
composición física, características que no se pueden representar mediante
dibujos o cualquier tipo de representación gráfica que se pueda imprimir en papel.
Retomando un poco de lo visto en clase, nos habla de lo mismo a lo que se
refiere Doreen Massey cuando describe al espacio como que no es una
superficie, es producto de interrelaciones, es la esfera de la posibilidad de la
existencia de la multiplicidad, nunca está acabado, nunca está cerrado y es
abierto al futuro.

En principio, distingue la significación del espacio desde dos perspectivas,


(1) la convencional a la que llama sígnico y que tiene un carácter meramente
diferenciador, y; (2) el carácter simbólico del espacio “que está cargado de
energía, materia y tiempo y depende directamente del contexto cultural y de los
eventos particulares que ahí existen”.

Aunque en buena parte, esto último se refiere al significado que cada


individuo le puede dar a un espacio cualquiera por las vivencias o experiencias
propias vividas en él, resulta sumamente interesante cuando el espacio adquiere
dicha significación en lo colectivo que hacen que el lugar se convierta en algo
“orgánico y vivo”, en ocasiones producto de ciertos elementos que acentúan el
espacio y en ocasiones producto que de hechos que han marcado la historia del
sitio, o bien, que forman parte de representaciones de fuerzas que van más allá
de lo natural.

En ese sentido, señala que existen hoyos negros y blancos, que se refieren
a espacios públicos “inyectados de tiempo” que han adquirido una significación
especial por lo mencionado anteriormente, pero que se pueden distinguir como
negros y blancos en función de lo que los ha hecho especiales. Se refiere a hoyos
negros a aquellos que han sido marcados por tragedias que permanecen en la
memoria colectiva, y como blancos a aquellos lugares sagrados llenos de
luminosidad y de fe.

Me llama poderosamente la atención dos frases con las que comienza a


cerrar el texto: “por su fugacidad, el tiempo carece de fuerza evocativa que es
propia del espacio dispuesto para capturar la memoria” y el que tenemos que
reconocer que “la flexibilidad de nuestro espacio-tiempo es limitada”.
Definitivamente muchos no reflexionamos a menudo sobre lo que se nos habla en
el texto y acabamos conceptualizando al espacio como algo meramente físico.

En particular, si nosotros los urbanistas tuviéramos la capacidad de percibir


estas características intangibles del espacio contribuiríamos mucho más a la
conformación de mejores ciudades, definitivamente resulta un reto el hecho de
que cada lugar en el que tengamos la posibilidad de intervenir conservemos,
enaltezcamos o contribuyamos a crear una “cartografía del espacio simbólico”.

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