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La ética cristiana encierra el postulado del pecado y lo interpreta como una rebelión personal
contra la santidad de Dios, pues es la libre elección que coloca el “ego” por encima de los intereses
divinos. Más aun, el pecado es la perversión de todos los poderes del ser humano para reducirlos a
instrumentos de injusticia.
Según la idea cristiana una persona es dependiente por entero de Dios y no puede alcanzar la
bondad por medio de la voluntad o de la inteligencia, sino tan sólo con la ayuda de la gracia de
Dios. La primera idea ética cristiana descansa en la regla de oro: "Lo que quieras que los hombres
te hagan a ti, házselo a ellos" (Mt. 7,12); en el mandato de amar al prójimo como a uno mismo
(Lev. 19,18) e incluso a los enemigos (Mt. 5,44), y en las palabras de Jesús: "Dad al César lo que es
del César y a Dios lo que es de Dios" (Mt. 22,21). Jesús creía que el principal significado de la ley
judía descansa en el mandamiento "amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu
alma y con toda tu fuerza y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo" (Lc. 10,27).
La ETICA CRISTIANA esta afincada en la vida eterna, en la vida divina; tanto que la vida del cristiano
es "participe de la naturaleza divina" ("Por medio de las cuales nos ha dado preciosas y
grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina,
habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia." 2 Pedro 1:4),
es decir, de la conducta moral de Dios. De este concepto ético que comparte la participación de la
naturaleza divina, arranca la temática moral de la Biblia, desde el primer, "Seréis santos, porque yo
soy santo" de Levítico 11:44, hasta el, "Todo aquel que tiene esperanza en El, se purifica a si
mismo, así como El es puro."
A la luz del Nuevo Testamento, Cristo esta en el centro de la Historia de la salvación para toda la
humanidad, partiendo en dos la Historia (antes y después de Cristo), y la geografía (a la derecha y
a la izquierda de Cristo); de tal forma que el destino definitivo de todo ser humano (su eterna
salvación o perdición) depende sola y necesariamente de la siguiente alternativa: CREER O NO
CREER, es decir, aceptar o rechazar a Cristo como único Salvador necesario y suficiente. Toda
conducta y todo comportamiento ético del ser humano, esta ya tipificada como fruto de una de
esas dos raíces: fe o incredulidad. Vea Juan 3:14-21; Romanos 3:19-31; 2 Corintios 5:14-21.