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Una Promesa Es Una Promesa!
Una Promesa Es Una Promesa!
UNA PROMESA!
DÍA INTERNACIONAL DE
ORACIÓN DE LA MUJER
ADVENTISTA
• “Ella con amargura de alma oró a
Jehová, y lloró abundantemente. E
hizo voto, diciendo: Jehová de los
ejércitos, si te dignares mirar la
aflicción de tu sierva, y te acordares
de mi, y no te olvidares de tu sierva,
sino que dieres a tu sierva un hijo, yo
lo dedicaré a Jehová todos los días de
su vida…” 1 Samuel 1: 10 -11
¿Siempre cumples
tus promesas?
La mujer de nuestra historia era
temerosa de Dios. Tenía un
corazón para pedir y recibir,
porque sabía que el Señor
tenía un corazón para dar.
No dudaba que Dios pudiera y
estaba dispuesto a contestar
sus oraciones, y ella también
estaba lista para hacerle una
promesa a Dios y cumplirla.
“Ana era una mujer de piedad
fervorosa. De carácter amable y
modesto, se distinguía por una
seriedad profunda y una fe muy
grande”
Patriarcas y Profetas. Página 614
Aunque Elcana amaba a Ana , por su
falta de fe tomó una segunda
esposa. Esto trajo mucho dolor y
tristeza a la familia.
Ana soportó esta prueba con
mansedumbre y sin quejarse, pero
estaba destrozada y perecía que su
vida no tenía propósito.
Ese año Penina se burló de Ana más
de lo acostumbrado y ella angustiada
lloró, pero no le contó a nadie su
dolor. Cargó el peso calladamente y
a solas. Sabía que si su esterilidad
terminaba, sería por la mano de
Dios. Fue por eso que llevó su
esterilidad al Señor.
¡Qué lección para nosotros
hoy! ¡Si solamente
hiciéramos eso cuando nos
sentimos apesadumbrados!
Cuando nos desanimamos, ¿lo
llevamos a Dios en oración?
¡Ana sabía que lo podía hacer!
¡Oh Señor de los Señores!!!
Comenzó su oración, reconociendo a Dios
como el gobernante de los cielos y de la
tierra.
Sus palabras expresan su fe en el poder de
Dios.
¡Dios le podía dar lo que ella pedía!!!
Ana no pidió algo pequeño. ¡No!!!
¡Pidió un milagro! No había
nada indefinido en su pedido a
Dios.
Fue específica: ¡Quería un hijo!
Aprendamos nuevamente de
Ana. No debemos hacer
oraciones vanas. Aunque Dios
sabe lo que vamos a pedir, Él
desea que le hablemos.
“La oración no es expiación del pecado, y
de por si no tiene mérito ni virtud.
Todas las palabras floridas que
tengamos a nuestra disposición no
equivalen a un solo deseo santo. Las
oraciones más elocuentes son
palabrería vana si no expresan los
sentimientos sinceros del corazón”.
“La oración que brota del corazón
ferviente, que expresa con sencillez las
necesidades del alma así como
pediríamos un favor a un amigo
terrenal esperando que lo hará, esa es
la oración de fe”.
¡Ahora es el momento!!!