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A LA GLORIA DEL GRAN ARQUITECTO DEL UNIVERSO

A MI AMADA LOGIA CONSTRUCTORES DEL TEMPLO DEL REY SALOMON NUMERO 1

A MI VENERABLE MAESTRO

A MIS QUERIDOS HERMANOS

En el camino de búsqueda que emprende un Aprendiz Masón, queremos absorber todo el


conocimiento que nos es puesto al alcance, incluso aquel que aun esta fuera de nuestra
comprensión y confundiendo animosidad con el deseo de conocimiento nos sumergimos
en laberintos en los cuales podemos llegar a perdernos fácilmente; ese apetito desmedido
por conocimiento e iluminación nos hace perder de vista los principales deberes que como
aprendices debemos observar.

Tras la iniciación, suele suceder que el aprendiz masón cree poseer ya, los secretos de los
grandes, que el Conocimiento Universal nos ha sido entregado y comenzamos a sentir
desesperación por avanzar a zancadas en un camino que debiera ser al ritmo que la propia
reflexión nos marca.

La propia naturaleza humana nos hace presas fáciles de caer en la tentación de querernos
comer el mundo entero de un solo bocado, queremos alcanzar un grado sin estar
debidamente preparados para ello y nos conduce por caminos azarosos que, siempre
terminan en el mismo punto de partida.

Perdemos de vista la HUMILDAD, característica primordial que debiera poseer todo


iniciado, humildad para saberse ignorante y poder así estar en condiciones de comenzar el
verdadero aprendizaje, nos conducimos por la vida pretendiendo ser más que los demás,
tener más que nuestro hermano, poseer más cada día; en esa enorme hoguera de
vanidades del mundo profano, caemos atraídos fácilmente como si fuéramos palomillas
atraídas por esa deslumbrante flama que solo habrá de consumirnos; olvidando por
completo que la humildad debiera ser la forma en la que cotidianamente debemos
conducirnos, ser humildes en el sentido estricto de la palabra, sin falsas poses que
intenten convencer a incautos de nuestra pretendida falta de ambición. Ciertamente, el
hombre siempre habrá de aspirar hacia la grandeza pero no todos tenemos en claro en
qué consiste ésta; la asociamos con la bonanza económica y la admiración de los demás.

Nos abatimos cuando las cosas no llegan, cuando queremos madrugar de más esperando
que así amanezca más temprano, caemos en la desesperación y olvidamos que la
PACIENCIA es la principal virtud de los sabios; cuando el aprendiz masón se impacienta,
alarga el trayecto a la Verdad. El aprendiz al ser paciente, traza adecuadamente su camino
entre hombres justos, dándose el tiempo debido para la reflexión y la sublimación,
permitiendo así que todo en el Universo esté en su posición exacta para alcanzar el éxito
anhelado; debemos aprender a ser realmente pacientes, a permitirnos vivir de acuerdo al
Plan de Di-s, de acuerdo a Su tiempo y a Su sabiduría, PACIENCIA Hermanos! Que la
recompensa es valiosa y habrá de llegar.

Para cumplir cabalmente con nuestros DEBERES MASONICOS los aprendices debemos
enfrentarnos a aquellas flaquezas profanas que nos debilitan el espíritu y la razón, la
arrogancia y la impaciencia nos hicieron presas en algún momento de nuestras vidas, pero
a partir del día de nuestra iniciación deben ser desechadas de nuestra vida, tanto al
interior de nuestro Templo, como en el mundo profano, al reflexionar sobre nuestra
primer herramienta: el Mazo, aprendemos que en la vida masónica como en la vida
exterior, es de imperiosa necesidad que la empleemos de manera constante, en armonía
con nuestro trabajo espiritual debemos llevar a cabo nuestro trabajo cotidiano, a Di-os
rogando y con el mazo dando reza un refrán, y en su sencillez, este nos dicta un mensaje
muy claro: la CONSTANCIA en la oración debe ser igual en el trabajo; muchas veces,
nuestro esfuerzo realizado se ve desperdiciado porque dejamos de luchar, dejamos de
trabajar, de aprender, de superarnos, ignorando que la verdadera fortaleza de nuestro
esfuerzo radica en la constancia con la que hagamos las cosas.

Un aprendiz que sin confundir la constancia con la impaciencia avance cada día en su
preparación verá que al cabo de un tiempo, el cúmulo de conocimientos adquiridos

Hoy les he compartido a ustedes mis queridos hermanos, los tres Deberes del Aprendiz
Masón, y espero en verdad que los hayan comprendido, son tan aparentemente sencillos
que fácilmente los perdemos de vista, son tan elementales que los subestimamos.

Espero de todo corazón que nos alejemos de las intemperancias y podamos aprender a
subyugar aquello que nos impide crecer realmente.

Es cuánto.

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