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- “… y así fue como Luffy “Sombrero de Paja” fue proclamado Rey de los
Piratas, alcanzando riquezas, fama y poder.” – terminó Duiken con una sonrisa.
Los niños del pueblo lo miraban fascinados, y Jim no era uno menos. Se sabía la
historia de cabo a rabo, pero cada vez que Dong Duiken, el autoproclamado
sentir una cálida sensación en el pecho, y una creciente ansia de partir hacia el mar
para hacer historia como el héroe de su aldea. Porque si de algo podía sentirse
orgulloso Jim Golden, era de haber nacido en el mismo lugar que Monkeyd Luffy,
Muchos años habían pasado desde que aquel hombre se hiciera con todo aquello que
los piratas ansían. Algunos comentaban que, siguiendo la estela de quien fue su
predecesor, Gold Roger, el primer Rey de los Piratas, recorrió el Grand Line y dio la
impensable era algo que debía hacerse, al menos una vez en la vida. La voz de
- ¿Pero qué haces todavía aquí, Jimmy? – dijo con su potente y socarrona voz –
- No son “mis amigos” – aclaró él. Y nunca lo habían sido. Eran más pequeños
que él. Al mayor de ellos le sacaba dos años. Y él no quería hacerse amigo de
unos mocosos.
Jim se sonrojó.
- Ella… ¡Ella es diferente! – dijo hecho un tomate. Y para él así era. Bell era una
niña guapa, lista y simpática. Sabía escuchar y sabía conversar. Y desde luego su
con picardía. Jim se sonrojó aún más. No quería hablar de Bell con el
cuentacuentos.
- ¿Es verdad la historia que cuentas? – preguntó para intentar salir al paso - ¿Es
Rey?
- ¡Pues claro! – asintió Duiken sin asomo de duda – Es más, mi madre lo conoció
¡Hasta estuvo presente el día en que partió para dar comienzo a su aventura!
fallecida anciana.
- Mi madre supo desde el principio que aquel hombre estaría destinado a hacer
grandes cosas – sonrió Duiken - ¿Y sabes qué? Poco antes de morir, me confesó
Aquello le pilló por sorpresa. “¿Yo?”, pensó. “¿Qué yo me parezco al Rey de los
Piratas?”. Era más de lo que su falsa modestia podía disimular. Decidió despedirse
del cuentacuentos antes de dejarse llevar por el júbilo como un estúpido, tal y como
aquellos críos con los que tanto detestaba juntarse solían hacer.
Jim llevó sus pasos hasta el improvisado campo de entrenamiento que tenía
montado en la colina oeste del pueblo. Allí, practicaba su puntería todas las mañanas
usar una pistola de verdad. Pese a todo, se consideraba un buen tirador. Rara vez
erraba un blanco. Aquel día, no obstante, estaba fallando más de la mitad de sus
disparos:
- ¿Te preocupa algo? – Jim oyó a sus espaldas la voz de Bell. Se dio la vuelta,
algo ruborizado.
- ¿P-Por qué lo preguntas? – quiso saber. Bell señaló los restos de harina
dispersos por la hierba. Pedazos de las bolas que usaba como proyectiles, que no
- Si fallo, es porque estás tú aquí – aclaró nervioso – Las cosas no le salen bien a
- Ah, ¿estás insinuado que la culpa es mía? – le miró con el ceño fruncido
- ¡N-No, no! ¡No quería decir eso! – explicó – Es sólo que… Hoy tengo…, una
sensación extraña.
terminó de explicar.
- ¿Que me vas a enseñar? ¿Tú a mí? – señaló burlón - ¡Eso está por ver! – dijo él
dar por finalizada la competición, unos gritos que procedían colina abajo, hacia el este,
- ¡¡¡PIRATAS!!! – oyó que gritaba uno de los lugareños. Por la voz supuso que se
PIRATAS!!! – siguió gritando mientras corría por las calles del pueblo como un
“Mediabarba”!! – fue lo último que oyó Jim. Se volvió nervioso hacia Bell.
- Creo haber oído hablar de ella antes – dijo su compañera, también nerviosa –
Dicen que hace tiempo, antes de asentarse de forma definitiva aquí, en el East
Blue, estuvieron navegando durante cinco años por las aguas del Grand Line.
“¿Una banda que había navegado por el “Cementerio de los Piratas” y había
- ¡Tenemos que ir con los demás! – soltó Jim de repente. Bell asintió y ambos
corrieron colina abajo, hasta que un muro de carne les hizo chocar y caer hacia
Jim abrió los ojos dolorido. El hombre más alto que había visto en su vida se erguía ante
él. La barba rala, la cicatriz en el ojo izquierdo, el abrigo raído que cubría unas ropas
que hedían a sangre y pólvora, y el sable que le colgaba del cinto. No cabía duda. Aquel
- Vaya, vaya, ¿pero qué tenemos aquí? – dijo aquel desconocido mientras alzaba a
Bell del cuello de la camisa como si de una muñeca se tratase – Sois unos
- ¡Suéltala ahora mismo, pedazo de…! – un fuerte puntapié en la cara lo hizo caer
- Con que la quieres, ¿eh? – rió el pirata – Hay que reconocer que tienes buen ojo.
Es una monada – sacó la lengua de forma obscena, babeante, muy cerca del
- ¡Te he dicho que la…! – el pie del pirata se apoyó en su pecho y le empujó hasta
- Que sí, que sí, que me ha quedado claro – aclaró tajante – Mira, te propongo un
trato – sonrió con malicia – Yo no tengo ningún interés en este pueblucho, pero
sí en algo que, según los rumores, está custodiado aquí – su rostro reflejaba la
- ¿La fruta del diablo? – repitió Jim extrañado, mientras se palpaba la cara aún
coma será repudiado por el mar, siendo incapaz de nadar en sus aguas, y se
- ¡Ahí es a donde quiero llegar! – le cortó el pirata – Mira, chico, yo ando detrás
de una fruta del diablo muy especial. La “fruta Goma-Goma”. Has dicho que
suelte a tu amiga. Muy bien. Tráeme esa fruta, y te la devolveré intacta – sonrió
horas. Si veo que no vienes, – sacó un cuchillo y apoyó el frío canto de la hoja
Jim salió corriendo colina abajo, con lágrimas en los ojos, mientras oía a su espalda la
risa de aquel pirata. “Va a matar a Bell”, se dijo mientras corría. “Si no hago algo, ¡va a
matarla!”. El muchacho aligeró aún más el paso, y decidió acudir al puerto este, de
catalejo.
- ¿Jimmy? – se extraño él, volviéndose hacia el muchacho - ¿¡Otra vez por aquí!?
¡Deberías buscar un lugar en el que esconderte! ¡Se acerca un bajel pirata! – Jim
cubierta por la bruma, cortando las olas del mar. Sin embargo, había algo más
- ¡El pirata! ¡Tiene a Bell! ¡La fruta! – las palabras brotaban de su boca de forma
- ¡Alto, alto, alto! – le tranquilizó Duiken – Un momento. ¿Quién dices que tiene
a Bell?
- ¡El pirata! – repitió – ¡Bell y yo nos encontramos con uno en la colina oeste, y el
- ¿¡La fruta del diablo!? – se alarmó Duiken - ¿¡Qué sabes tú de la fruta del
diablo!? – le dijo mientras le sostenía de los hombros. Jim nunca había visto a
¡¡Si no se la llevo matará a Bell!! – la gente del pueblo se miró alarmada. Varios
- Dioses. La “Goma-Goma”, nada menos. Así que por eso han venido… – se paró
cuentacuentos.
- Eso mismo estaba pensando – asintió Duiken – Puede que escapara del barco, y
que su tripulación le haya seguido hasta aquí para ajusticiarlo. En ese caso…
- No podemos darle la fruta – comentó de nuevo el carnicero – Es un legado del
Pero los poderes de la “Goma-Goma”… ¡Estamos hablando del poder del último
“¿¡Cómo!?”, Jim cada vez estaba más perdido con todo aquello. “¿Aquel pirata quería
los poderes del último Rey de los Piratas? ¿¡Y aquella fruta había estado en posesión de
su pueblo durante años!?”. Las preguntas no dejaban de aflorar en la mente de Jim, pero
- Sí – asintió Duiken.
entregar así como así – dijo – Con el poder de esa fruta, Monkeyd Luffy logró
que fue un joven muy querido por este pueblo. Imagínate que sucedería si
- ¡Pero…! ¡¡Si no se la doy, Bell va a…!! – se quejó con lágrimas en los ojos.
Bell.
Jim no podía creer como la gente de la aldea era capaz de dar de lado a Bell de esa
- ¡Pero…! ¡Ella es una de los nuestros! – chilló - ¡¡Es mi amiga!! – las lágrimas
no paraban de brotar de sus ojos. Bell iba a morir. ¿Y por qué? Porque su gente
no iba a dar la cara por ella, por miedo. ¿Miedo a qué? ¿¡A lo desconocido!?
“¡¡No!!”. Jim no iba a dejar que eso pasase. No podía imaginarse un mundo sin
con el chaval, y se llevaron la mano a la cara para cubrir las lágrimas derramadas por la
niña. Sólo Duiken se movió. Apoyó su mano en el hombro de Jim, y se agachó hasta
ponerse a su altura. Jim lo miró, con los ojos aún anegados en lágrimas. Por fin, el
- Jim, – era la primera vez que no lo llamaba Jimmy – he de decirte que me acabas
de dar una lección de coraje – suspiró con cansancio – ¡Está bien! ¡Te entregaré
murmullos del populacho – Escúchame con atención, porque sólo lo repetiré una
vez. Te voy a dar la fruta, y te dejaré realizar el intercambio con ese pirata por tu
cuenta.
- ¡Pero si sólo es un niño! – comentó el panadero de la villa.
- Te dejaré marchar con la fruta, – prosiguió Duiken, sin hacer caso de las quejas
de los demás – pero tendrás que actuar tal y como te diga. ¿Me entiendes? ¡Tal y
las lágrimas con el dorso de la mano – Muy bien, escucha con atención –
***
El embarcadero de la zona norte del pueblo estaba completamente abandonado. Era una
zona ruinosa, y bien oculta por los acantilados de los alrededores. Si no fuera por los
tablones de madera carcomida que se adentraban en la costa, y por el bote de vela que
flotaba anclado allí, nadie hubiera dicho que aquello era lo que era. Jim avanzó por el
- Así me gusta, muchacho – dijo el corsario, mientras sacaba una pistola del
que esto es real, ¿no? – dijo palmeando el cofre que llevaba consigo – Si me
matas y la fruta es falsa, estarás en la misma situación que antes – terminó con
una sonrisa forzada. El pirata lo miró con seriedad, y luego estalló en carcajadas.
- Vaya, vaya, pero que mocoso más divertido – dijo mientras guardaba el arma –
Está bien, pequeño rufián. Acércate a por tu amiguita. Pero más te vale no hacer
Jim avanzó despacio, temeroso por su seguridad y la de Bell. “Antes de hacer nada,
tienes que hacerle creer que de tu pellejo depende el que obtenga o no lo que quiere”.
Jim recordó, según caminaba por los tablones de madera, las primeras palabras de
Duiken antes de partir al embarcadero. El pirata estaba frente a él. El chico le acercó el
cofre con la mano derecha, mientras que el corsario le ofrecía a Bell con la suya. La
niña le lanzó una mirada implorante. Tenía los ojos rojos de haber llorado, y un nuevo
¡Dos…! ¡¡Tres!! – la mano del corsario se lanzó como una víbora hacia el cofre,
mientras que Jim, casi con mayor rapidez, aferraba con ambos brazos a Bell y se
La zambullida le sacudió el cuerpo con fuerza, y el agua salada le acarició la piel con
manos frías:
- ¡Jimmy! – gritó la muchacha al salir del agua, entre toses. Jim la agarró de los
- Bell, sigue el camino de la costa y escóndete entre los acantilados – le dijo entre
susurros – Hoy la mar está en calma, así que no habrá peligro de ir a nado. Yo
cogeré su barca y haré que se aleje de la costa. Cuando veas una oportunidad,
- Pero…
- ¡Haz lo que te digo! – la instó. La niña obedeció y se alejo a nado, mientras él se
“Después tienes que encontrar lo más rápido posible una vía segura de escape y…”,
barcaza:
- Vaya, ¡no me lo puedo creer! – oyó reír al pirata encima suya - ¡La “Goma-
Goma”! – Jim subió a la barca y cortó con una navaja las cuerdas que la unían al
“Después tienes que encontrar lo más rápido posible una vía segura de escape y…”, Jim
de que aún conservas un as bajo la manga”, escuchó las palabras del cuentacuentos en
su cabeza.
Jim alcanzó a ver la crispada mirada del corsario - ¡Tú! – el pirata desenvainó su
pantalón.
“Y pase lo que pase. ¡Bajo ningún concepto has de entregarle la fruta!”, recordó a
Duiken de nuevo. “Si va a hacerse con ella o va a tomar tu vida, ¡cómetela tú! ¡¡Un solo
bocado hará que el resto de la fruta pierda su poder!! ¡¡Poder que se perderá contigo si
le daba la vuelta:
una furia.
Muy a su pesar, Jim lamentaba el tener que desobedecer a Duiken. “¡No he venido aquí
para morir!”, se dijo. “¡¡He venido para luchar…!!”, miró furioso al corsario y se
El proyectil entró por la boca berreante del corsario, y este soltó al muchacho
miraba con codicia. El chico palpó el tajo en el relieve de la fruta, allí donde
había cortado un pedazo – Si la quieres, ¡¡ve por ella!! – gritó, mientras lanzaba
Jim lo vio venir con unos segundos de retraso. El brazo del pirata se movió como una
centella con la espada en la mano, y el pedazo de acero descendió hacia él con fuerza.
El muchacho trató de echarse a un lado para esquivar el tajo, pero se quedó a medio
camino y notó el corte del metal en la mejilla izquierda, pasando dolorosamente por su
oreja. Jim sintió un latigazo de dolor en torno al oído, y cayó al suelo entre gritos. Con
el sonido del metal aún resonando en su cabeza, oyó el chapoteó del agua cuando el
pirata se lanzó al mar a recuperar la fruta que había tirado. “He ganado”, pensó,
lado (en cierta manera). No había ni rastro del bucanero. “Así que el efecto de la fruta es
aquel pirata poseería el temido poder del diablo. Sin embargo, todo había salido según
Jim habría sonreído si el dolor que sentía en el lado izquierdo de la cara se lo hubiera
pronto recordó donde se encontraba y se incorporó con rapidez. Fue una mala idea por
dos razones. La primera de ellas, por la punzada de dolor que sintió en el rostro nada
Por si aquello no fuera poco, no tardó en percatarse en la masa de agua que se movía
hacía él, veloz y ruidosa. “Eso no puede ser nada bueno”, pensó. La superficie del mar
surgió de entre las aguas con las fauces abiertas, dispuesto a engullirle. “Casi que
prefería al pirata”, fue lo primero que le vino a la mente al ver a aquella monstruosidad.
La bestia se lanzó contra su embarcación, y Jim cerró los ojos aterrado, dispuesto a
morir...
- ¡¡¡FUEGO!!! – un grito ronco y potente perforó el aire, y fue rápidamente
Jim notó las explosiones muy cerca de él y abrió los ojos. La bestia se retorcía de dolor
La adrenalina provocada por el terror, se fue desvaneciendo poco a poco del cuerpo de
alcanzó a ver una bandera negra en medio de la niebla. Una calavera de tonos dispares,
con una sonrisa remarcada por una barba poblada, aunque sólo en uno de sus lados.
“One Place”, una obra de Andrés Jesús Jiménez Atahonero. Fanfic original basado en la obra “One
Piece” del mangaka Eiichiro Oda. Hecho por fan para fans.