Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Que tal estimados lectores, es un gusto para un servidor, dirigirles unas cuantas líneas en
este espacio de su revista. Me gustaría compartir con ustedes la siguiente reflexión. Espero pueda
contribuir al crecimiento de su persona hacia el conocimiento de Dios, principalmente en este
tiempo de cuaresma.
Vivimos en una sociedad de muchos contrastes, y hay una cierta predisposición en favor
del rechazo, de la transgresión, como si necesitáramos disfrutar del gusto de lo prohibido, de lo
nuevo, de lo diferente. En nuestra sociedad se ha instalado la creencia de que para ser progresista
hay que criticar a los Obispos, sacerdotes y fastidiar a los católicos. Esta situación, poco a poco,
debilita las convicciones religiosas de muchas personas, y dificulta la adhesión de los jóvenes a
la fe y a las tradiciones cristianas.
En este contexto puede resultar muy provechoso para los católicos el esfuerzo de vivir
con especial seriedad las semanas de la Cuaresma. El mensaje de la Cuaresma está en el centro
de la fe cristiana. Se trata de prepararnos para celebrar adecuadamente las fiestas de la Pascua,
para vivir la Resurrección de Cristo como centro de nuestra fe en Dios.
Recorramos con fervor este camino de la nueva Cuaresma. Vivamos estos ejercicios
cuaresmales con intensidad en nuestras parroquias y comunidades. Es un tiempo de progreso y
de crecimiento, un itinerario de liberación y de fraternidad. Por delante de nosotros se ven ya las
luces de la Resurrección, el resplandor del rostro de Jesús que nos espera con los brazos abiertos
en la Casa eterna del Padre común. Esta es la peregrinación de la Iglesia, el itinerario de nuestro
crecimiento espiritual, el camino indispensable de la verdadera humanidad.
Ahora bien, la dimensión interior del hombre ante una conversión para esta cuaresma,
debe ser buscada insistentemente. No olvidemos que todo viene de un esfuerzo de conversión;
todo nace de nuestro esfuerzo personal por convertir el alma a Dios, por dirigir la mente y el
corazón a nuestro Señor.
¡Animo!