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JOVÉN VIVE ESTA CUARESMA COMO LA PRIMERA Y ULTIMA .

Que tal estimados lectores, es un gusto para un servidor, dirigirles unas cuantas líneas en
este espacio de su revista. Me gustaría compartir con ustedes la siguiente reflexión. Espero pueda
contribuir al crecimiento de su persona hacia el conocimiento de Dios, principalmente en este
tiempo de cuaresma.

Vivimos en una sociedad de muchos contrastes, y hay una cierta predisposición en favor
del rechazo, de la transgresión, como si necesitáramos disfrutar del gusto de lo prohibido, de lo
nuevo, de lo diferente. En nuestra sociedad se ha instalado la creencia de que para ser progresista
hay que criticar a los Obispos, sacerdotes y fastidiar a los católicos. Esta situación, poco a poco,
debilita las convicciones religiosas de muchas personas, y dificulta la adhesión de los jóvenes a
la fe y a las tradiciones cristianas.

En este contexto puede resultar muy provechoso para los católicos el esfuerzo de vivir
con especial seriedad las semanas de la Cuaresma. El mensaje de la Cuaresma está en el centro
de la fe cristiana. Se trata de prepararnos para celebrar adecuadamente las fiestas de la Pascua,
para vivir la Resurrección de Cristo como centro de nuestra fe en Dios.

La primera invitación a vivir la Cuaresma es dedicar algo más de atención y de tiempo


al cuidado de nuestra fe y nuestra vida cristiana. Podemos, por ejemplo, dedicar unos minutos a
leer un pasaje del evangelio, unas páginas de un libro espiritual, como “el arte de renacerse” (La
resilencia), o “la felicidad es una tarea interior”. Podemos también dedicar unos minutos a rezar,
en casa, por la mañana o por la noche. Podemos, incluso pasar unos minutos en el silencio de una
Iglesia, ante el Sagrario.

Una segunda dimensión de la Cuaresma es la invitación al arrepentimiento y la


penitencia de nuestros pecados. Cuando dejamos que la mirada de Jesús ilumine nuestra vida,
nos damos cuenta de nuestros pecados, nuestras faltas de piedad, de diligencia, de amor y
misericordia. La oración nos ayuda a sentir con  fuerza la presencia de Jesús en nuestro corazón
y ver en su presencia la verdad de nuestra vida personal y espiritual.

El tercer ejercicio de la Cuaresma es la caridad, el amor. La caridad fraterna tiene un


reverso que es la sobriedad, la austeridad. Hagamos un ejercicio consciente de sobriedad para
poder ayudar a nuestros hermanos, para dar limosnas importantes en favor de las misiones.

Recorramos con fervor este camino de la nueva Cuaresma. Vivamos estos ejercicios
cuaresmales con intensidad en nuestras parroquias y comunidades. Es un tiempo de progreso y
de crecimiento, un itinerario de liberación y de fraternidad. Por delante de nosotros se ven ya las
luces de la Resurrección, el resplandor del rostro de Jesús que nos espera con los brazos abiertos
en la Casa eterna del Padre común. Esta es la peregrinación de la Iglesia, el itinerario de nuestro
crecimiento espiritual, el camino indispensable de la verdadera humanidad.

Ahora bien, la dimensión interior del hombre ante una conversión para esta cuaresma,
debe ser buscada insistentemente. No olvidemos que todo viene de un esfuerzo de conversión;
todo nace de nuestro esfuerzo personal por convertir el alma a Dios, por dirigir la mente y el
corazón a nuestro Señor.

Convertirme a Cristo no es solamente convertirme a una ideología o a una doctrina; la


conversión cristiana tiene que pasar primero por la experiencia de Cristo. A veces podemos hacer
del cristianismo una teoría más o menos convincente de forma de vida, y entonces se escuchan
expresiones como: “el concepto cristiano”, “la doctrina cristiana”, “el programa cristiano”, “la
ideología cristiana”, como si eso fuese realmente lo más importante, y como si todo eso no
estuviese al servicio de algo mucho más profundo, que es la experiencia que cada hombre y cada
mujer tienen que hacer de Cristo.

Convertirme a Cristo esta cuaresma significa hacer a Cristo alguien presente en mi


existencia. Esa experiencia es algo muy importante, y tenemos que preguntarnos: ¿Está Cristo
realmente presente en toda mi vida? ¿O Cristo está simplemente en algunas partes de mi vida?
Cuando esto sucede, qué importante es que nos demos cuenta de que quizá yo no estoy siendo
todo lo cristiano que debería ser. Convertirme a la verdad, convertirme a Cristo significa llevarle
y hacerle presente en cada minuto.

Cuaresma entonces, es convertirse a la verdad, a la santidad y a la reconciliación. En


definitiva, Cuaresma es comprometerse. Convertirse es comprometerse con Cristo con mi
santidad, con mi dimensión social de evangelización. ¿Tengo esto? ¿Lo quiero tener? ¿Pongo los
medios para tenerlo? Si es así, estoy bien; si no es así, estoy mal.

Bueno, para concluir, reflexionen sobre esto, saquen compromisos y busquen


ardientemente esa experiencia, esa santidad y ese compromiso apostólico; nunca digan no a
Cristo en su vida, nunca se pongan a sí mismos por encima de lo que Cristo les pide, porque el
día en que lo hagan, estarán siendo personas lejanas, indiferentes, tibias, mediocres, tímidas. En
definitiva no estarán siendo seres humanos auténticos, porque no estarán siendo cristianos.

¡Animo!

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