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SOCIALISMO DEL SIGLO XXI:

¿QUÉ ES EL SOCIALISMO?
Por Michel A. Lebowitz.

1. En el Siglo XIX, aunque no se habían desarrollados sus detalles, el principio básico del
socialismo estaba claro: el socialismo era una sociedad en la cual la naturaleza de las
relaciones sociales y de los derechos de propiedad permitirían el pleno desarrollo del
potencial humano. Después de los distintos ensayos acontecidos durante el Siglo XX, las
cosas se tornaron, sin embargo, más confusas. Por lo tanto, si vamos a construir el
socialismo del siglo XXI, es esencial aprender de las lecciones del siglo pasado para volver a
tener claridad sobre el tema.

Lo que el socialismo no es

2. A menudo, la mejor forma de entender algo es entender lo que esto no es.

3. El socialismo no es una sociedad en la cual las personas venden su mano de obra y son
dirigidos desde arriba por otros cuyas metas son las ganancias más que la satisfacción de las
necesidades humanas. No es una sociedad en la cual los dueños de los medios de producción
se benefician dividiendo a los trabajadores y a las comunidades para bajar los salarios e
intensificar el trabajo –es decir, para ganar más incrementando la explotación–. No es un
sistema donde no se toma en cuenta a los campesinos, a los desempleados, y a los excluidos
y dónde la única lógica es la lógica del incremento del capital. En resumen, el socialismo no
es el capitalismo.

4. Pero el socialismo tampoco es una sociedad estatista, donde las decisiones se imponen
desde arriba y donde toda iniciativa es potestad de los funcionarios del gobierno o de los
cuadros de vanguardias que se autoreproducen. Precisamente porque el socialismo se centra
en el desarrollo humano, enfatiza la necesidad de una sociedad democrática, participativa y
protagónica. Una sociedad dominada por un Estado todopoderoso no genera los seres
humanos aptos para crear el socialismo.

5. Por la misma razón, el socialismo no es populismo. Un Estado que provee los recursos y
las soluciones a todos los problemas de la gente no fomenta el desarrollo de las capacidades
humanas, al contrario, estimula en la gente una actitud de esperar del Estado y de líderes
que prometen dar respuesta a todos sus problemas.

6. Además, socialismo no es totalitarismo. Precisamente porque los seres humanos son


diferentes y tienen diferentes necesidades y habilidades, su desarrollo por definición requiere
del reconocimiento y respeto de las diferencias. Las presiones del Estado o las de la
comunidad para homogeneizar las actividades productivas, las alternativas de consumo o
estilos de vida, no pueden ser la base para que surja lo que Marx reconocía como la unidad
basada en el reconocimiento de las diferencias.

7. Finalmente, el socialismo no debe ser entendido como un sistema con características


específicas, leyes y límites. Más bien, el socialismo es un proceso.

¿Etapa o proceso?

8. ¿De dónde salió la idea del socialismo como una etapa específica? Básicamente fue una
interpretación errónea de la distinción que hizo Marx entre la “fase inferior” de la sociedad
comunista y la “fase superior” del comunismo. Con el tiempo, esta diferenciación entre dos
fases de la misma sociedad (la sociedad cooperativa basada en la propiedad comunitaria de
los medios de producción a la cual Marx se refería como una sociedad de productores libres y
asociados) se consolidó como una diferencia entre dos sistemas: el socialismo y el
comunismo.

9. ¿Cuál era esa diferencia? En el socialismo (la “fase inferior”) la idea era que la distribución
del ingreso se haría de acuerdo a la contribución: cada persona recibiría de acuerdo a la
contribución que hiciera. En cambio, en una sociedad comunista, la distribución sería de
acuerdo a las necesidades. La sociedad comunista en este planteamiento era la utopía. Pero,
¿cómo podíamos llegar a esa sociedad utópica del futuro donde podemos recibir lo que
necesitamos y también disfrutar de nuestro trabajo? La respuesta (por particulares razones
históricas) era: mediante el desarrollo de las fuerzas productivas. El aumento suficiente de la
productividad permitiría la transición a esta nueva fase. En este contexto, se dejó en
segundo plano la cuestión acerca de qu&eacu te; clase de persona sería formada en el
intento por desarrollar las fuerzas productivas tan rápido como fuese posible.

10. De hecho, el desarrollo de las fuerzas productivas se convirtió en la respuesta a todas las
preguntas –no sólo al cómo se hace la transición de una fase a otra, sino también a cómo
avanzar dentro de una fase–. Lo que apareció en primer plano fueron cosas como el grado
de producción de acero, el porcentaje de actividad económica controlada por el Estado,
nociones cuantitativas que pueden ser usadas para medir el progreso. Esta perspectiva era
tan esquemática –al girar alrededor de la concepción de fases marcadas por distintos niveles
de desarrollo de las fuerzas productivas–, que la gran reflexión que provocaba era la de
saber si un país con un bajo nivel de desarrollo económico podría convertirse en socialista o
si tendría que esperar… y esperar.

11. Todo esto derivó de la errada y desafortunada lectura que se hizo sobre lo que Marx
había dicho. Su argumento era realmente muy sencillo: una nueva sociedad nace
necesariamente de forma defectuosa. Inicialmente se estructura a base de elementos de la
antigua sociedad, es decir, nace marcada económica, social e intelectualmente por la
sociedad de cuyas entrañas surgió. Entonces, es sólo en el momento en que la nueva
sociedad logra reposar sobre sus propias bases, cuando se construye a partir de premisas,
que construye ella misma, que podemos apreciar el potencial que estaba presente en ella
desde el principio. Todo esto es bastante obvio. Más que una idea de dos fases, de dos
sistemas, la idea de Marx era la de un proceso en el cual luchamos para liberarnos a
nosotros mismos de la carga de la antigua sociedad. Cuando consideramos al socialismo
como un proceso, reconocemos sus insuficiencias iniciales y también enfocamos nuestra
atención en el camino por recorrer.

12. En resumen, la nueva sociedad poscapitalista no puede escapar de sus inicios


defectuosos. Pero, ¿cuál fue exactamente el defecto que identificó Marx? No era que las
fuerzas productivas estuviesen poco desarrolladas. De hecho, el defecto particular del cual
habló fue el de la naturaleza de los seres humanos originada en la antigua sociedad con las
antiguas ideas: una sociedad en la cual todos se consideran con derecho a recuperar aquello
con lo cual contribuyen, y que está marcada por una multitud de transacciones de
intercambio; una sociedad en la cual todos calculan en función de su propio interés y se
sienten engañados si no reciben su equivalente. Esto, Marx fue claro, es una herencia de la
vieja sociedad, una que demuestra claramente que todavía no estamos concibiendo la
sociedad como una familia humana, en la cual la liberaci&oa cute;n de todos es la condición
para la liberación de cada uno.

13. Sin embargo, éste no sería el único defecto presente al surgir la nueva sociedad. Ésta
está intelectual, económica y socialmente infectada: las tradiciones históricas del
patriarcado, el racismo, la discriminación y las significativas desigualdades en la educación,
la salud y la calidad de vida están entre los elementos que la nueva sociedad podría heredar.
En vez de aceptar estas barreras al desarrollo humano, estos defectos deberían ser
confrontados a través de un proceso que los reconozca como defectos.

14. Cuando miramos al socialismo como una etapa en vez de como un proceso, hay una
tendencia a la construcción de instituciones que se perciben como adecuadas a esa etapa.
Entonces, si en esa fase la gente es considerada intrínsecamente egocéntrica lo más
importante es darles los necesarios incentivos económicos para estimularla a trabajar. Es así
como se hacen claves los esquemas de bonos, repartición de ganancias, variadas formas de
incentivos económicos; la lógica básica es que el desarrollo de fuerzas productivas tendrá un
efecto de “goteo”: gradualmente surgirá el nuevo pueblo.

15. Sin embargo, el impacto es el opuesto. Cuando intentas crear la nueva sociedad
construyéndola a partir de los defectos heredados de la vieja sociedad, estás reforzando los
elementos de la vieja sociedad los cuales son inherentes a la nueva sociedad en su versión
inicial. Cuando fomentas el egoísmo, refuerzas la tendencia de las personas a comportarse
de acuerdo con sus intereses personales sin considerar los intereses de los demás, refuerzas
y profundizas la división entre los individuos, grupos, regiones y naciones, y haces ver la
desigualdad como algo normal. Cuando legitimas la idea de que obtener más para ti mismo
es del interés de todos, creas las condiciones para el retorno a la vieja sociedad.

16. ¿Cómo es posible construir una nueva sociedad basada en el principio del interés
personal? ¿Cómo producir sobre esta basepersonas para las cuales la unidad basada en el
reconocimiento de sus diferencias sea su segunda naturaleza? Obviamente no podemos
ignorar la naturaleza de las personas que surgen de la vieja sociedad. Precisamente porque
Marx entendía que los sujetos de cada proceso son seres humanos específicos, reconoció que
no se puede crear de inmediato una sociedad basada en el principio de distribución de “cada
uno de acuerdo a sus necesidades”. Colocar a los viejos sujetos en esa nueva estructura
causaría inevitablemente un desastre. Él entendió que no podemos ir directamente al
sistema de justicia e igualdad apropiado a una sociedad verdaderamente humana, a la
familia humana. Sin embargo, Marx definiti vamente no argumentaba que el camino para la
creación de la nueva sociedad era construir desde los defectos que necesariamente contiene
cuando surge inicialmente.

17. Más aún, el proceso socialista es un proceso tanto de destrucción como de construcción:
un proceso de destrucción de los elementos de la vieja sociedad que todavía permanecen
(incluyendo el soporte para la lógica del capital) y un proceso de creación de los nuevos
seres humanos socialistas.

Un mundo mejor

18. Si no sabes adónde quieres ir, entonces ningún camino te llevará allí. El mundo que los
socialistas siempre han querido construir es aquél en el cual cada persona se relacione con
las demás como partes de una gran familia; una sociedad en la cual seamos capaces de
reconocer que el bienestar de los demás nos beneficia a todos: un mundo de amor y
solidaridad humana donde, en vez de clases y antagonismos clasistas, tengamos “una
asociación, en la cual el libre desarrollo de cada uno sea la condición para el libre desarrollo
de todos”.

19. El mundo que queremos construir es una sociedad de productores asociados en donde
cada individuo pueda desarrollar plenamente sus potencialidades: un mundo que desde el
punto de vista de Marx, permita “el desarrollo absoluto de su potencial creativo” el “total
desarrollo del contenido humano” el “desarrollo de todos los poderes humanos como un fin
en sí mismo”. Los seres humanos fragmentados y parcelados que el capitalismo produce
serían reemplazados por seres humanos completamente desarrollados, “el individuo
completamente desarrollado para el cual las distintas funciones sociales no son sino
diferentes modos de actividad de las que se ocupará sucesivamente.”

20. Pero, esas personas no caen del cielo; hay un solo camino para engendrarlas –a través
de su propia actividad–. Sólo ejercitando sus capacidades mentales y físicas en todos los
aspectos de su vida, los seres humanos desarrollan dichas capacidades; producen dentro de
ellos mismos capacidades específicas que les permiten llevar a cabo nuevas actividades. El
cambio simultáneo de las circunstancias y de sí mismo (o lo que Marx llamó “la práctica
revolucionaria”) es cómo construimos la nueva sociedad y los nuevos seres humanos.

21. Obviamente, la naturaleza de nuestras instituciones y relaciones debe suministrarnos el


espacio para dicho auto-desarrollo. Sin democracia en la producción, por ejemplo, no
podemos construir ni una nueva sociedad ni personas nuevas. Cuando los trabajadores se
comprometen con la autogestión, combinan la concepción del trabajo con su ejecución.
Entonces, no sólo se pueden desarrollar las potencialidades intelectuales de todos los
productores asociados sino que la “sabiduría tácita” que tienen los trabajadores sobre
mejores formas de trabajar y producir, también puede convertir eso en sabiduría social de la
cual todos podemos beneficiarnos. La producción democrática, participativa y protagónica
permite ambas cosas: aprovechar nuestros recursos humanos ocultos y desarrollar nuestras
capacidades. Pero, sin esa combina ción de cabeza y mano, las personas permanecen como
aquellos seres humanos fragmentados y parcelados que produce el capitalismo: la división
entre los que piensan y los que hacen se mantiene como el modelo que Marx describió en el
cual “el desarrollo de las capacidades humanas de unos, está basada en la restricción del
desarrollo de las capacidades de otros”. La democracia en la producción es una condición
necesaria para el libre desarrollo de todos.

22. Pero, ¿qué es la producción? No es algo que ocurre sólo en la fábrica o en lo que
tradicionalmente identificamos como el lugar de trabajo. Cada actividad que tiene por
objetivo proporcionar aportes para el desarrollo de los seres humanos (especialmente
aquella que nutre directamente el desarrollo humano) tiene que ser reconocida como
producción. Más aún, las concepciones que guían la producción deben ser en sí mismas
producidas. Las metas que guían la producción son características distintivas de las
diferentes sociedades. La meta que guía el capitalismo es la ganancia individual de los
capitalistas. En una sociedad de productores asociados, las metas específicas están
relacionadas con el auto-desarrollo de las personas en dicha sociedad. Sólo a través de un
proces o en el que las personas están involucradas en todos los niveles en la toma de las
decisiones que las afectan (es decir, su vecindario, comunidad y la sociedad como un todo),
las metas que guían la producción pueden ser las mismas metas del pueblo. A través de su
participación en esta toma de decisiones democrática, la gente transforma tanto sus
circunstancias como se transforma a sí misma: se auto-produce como sujeto en la nueva
sociedad.

23. Dicha combinación de desarrollo democrático de las metas y de ejecución democrática de


las mismas es esencial porque, a través de ella, los individuos pueden entender las
conexiones entre sus actividades y entre ellos mismos. La transparencia es la regla en la
sociedad de productores asociados: siempre queda claro quién decidió lo que había que
hacer y cómo debe hacerse. Si las personas de un vecindario, por ejemplo, deciden unirse
para llevar a cabo un proyecto local, la conexión entre su decisión y la participación de la
comunidad en el proyecto es obvia. De la misma manera, a nivel de la sociedad como un
todo: invertimos en el futuro decidiendo conscientemente dedicar una parte del tiempo y de
la energía de nuestra comunidad (es decir, de nuestra mano de obra) a las actividades que
harán que el futuro sea como lo deseamos. Entonces, un proceso que en cualquier otra parte
tomaría la forma de inversión monetaria (y de este modo evidencia una dependencia entre el
dinero y su poseedor), en la nueva sociedad se transforma en un ejercicio transparente que
encauza la mano de obra actual para cubrir las necesidades futuras de la sociedad.

24. Con la transparencia se fortalece la base de la solidaridad. La comprensión de nuestra


interdependencia facilita la visualización de los intereses comunes, una unidad basada en el
reconocimiento de nuestras diferentes necesidades y capacidades. Vemos que nuestra
productividad es el resultado de la combinación de nuestras distintas capacidades y que
nuestra unión, y el control comunitario de los medios de producción nos convierten a todos
en beneficiarios de nuestros esfuerzos comunes. Esas son las condiciones en las cuales todos
los frutos de la cooperación se dan de forma abundante y podemos centrarnos en lo que es
realmente importante: la creación de las condiciones en las cuales el desarrollo de todos los
poderes humanos sea un fin en sí mismo.

25. En el mundo que queremos construir todas estas características y relaciones coexisten
simultáneamente y se apoyan entre sí. La toma de decisiones democráticas en el lugar de
trabajo (en vez de la dirección y la supervisión capitalista); la dirección democrática de las
metas de la actividad por parte de la comunidad (en lugar de la dirección capitalista); la
producción con el propósito de satisfacer las necesidades (en lugar del propósito de la
ganancia privada); la propiedad común de los medios deproducción (en lugar de la propiedad
privada o de un grupo); una forma de gobierno democrática, participativa y protagónica (en
vez de un Estado todopoderoso y por encima de la sociedad); la solidaridad basada en el
reconocimiento de nuestra común humanidad (en vez de la orientaci&oacut e;n hacia el
interés personal); el enfoque hacia el desarrollo del potencial humano (en vez de hacia la
producción de bienes). Todos estos rasgos son parte de un nuevo sistema orgánico: la
verdadera sociedad humana.

26. Pero, ¿qué es lo primero?

El proceso de construcción socialista


27. Si sabes adónde quieres ir, hay más de un camino que te permite llegar allí. Para
empezar, no todos al comenzar estamos situados en el mismo lugar. Cada sociedad tiene
características únicas: su propia historia, sus tradiciones (incluyendo las religiosas e
indígenas), sus mitos, sus héroes, aquellos que han luchado por un mundo mejor, y las
capacidades individuales que las personas han desarrollado en el proceso de lucha. Ya que
estamos hablando de un proceso de desarrollo humano y no de recetas abstractas,
entendemos que actuamos de forma más segura cuando elegimos nuestro propio camino,
aquél que el pueblo reconoce como el suyo (en vez de la débil imitación de un camino
seguido por otro).

28. Asimismo, todos empezamos el proceso de construcción socialista desde distintos lugares
con respecto al nivel de desarrollo económico –y eso claramente determina qué cantidad de
nuestra actividad inicial (si dependemos de nuestros propios recursos) deberá ser
consagrada al futuro–. Asimismo, cuán diferentes son las sociedades dependiendo de la
fuerza de sus clases capitalistas y oligárquicas domésticas, el grado de dominación por parte
de las fuerzas del capitalismo global, y la magnitud de su capacidad de aprovechar el apoyo
de otras sociedades que ya se encuentran en la senda del socialismo.

29. Además, los personajes históricos que nos inician en el camino pueden ser muy
diferentes en cada caso. Por aquí una clase obrera en su mayoría altamente organizada
(como la de los libros de recetas de los siglos anteriores); por allá un ejército campesino; un
partido de vanguardia, un bloque de liberación nacional (electoral o armado), rebeldes del
ejército, una alianza en contra de la pobreza. Existen infinitamente variadas realidades y que
pueden surgir. Seríamos unos pedantes poco inteligentes si insistiéramos en que hay sólo un
camino para iniciar la revolución social.

30. Lo que importa, por supuesto, es el camino elegido. Y hay que tener en cuenta que es
sólo un camino. Consideremos el nuevo sistema orgánico, esa sociedad realmente humana
que estamos intentando construir. Sabemos que no cae del cielo de forma completamente
desarrollada. Debido a que estamos hablando de un proceso en el cual el desarrollo de las
capacidades humanas y de las relaciones sociales es lo central, también sabemos que un
gran salto hacia el futuro no es posible. La confiscación de la propiedad de los capitalistas
puede hacerse en segundos, por ejemplo, pero la confiscación por sí misma no produce la
sociedad cooperativa basada en la propiedad común de los medios de producción. El
desarrollo de nuevas relaciones productivas basadas en los productores asociados es
esencial. Si eso no se produce, la propiedad confiscada cae en otras m anos (con o sin título
legal).

31. Es necesario, entonces, juntar los elementos de la nueva sociedad; y tomando en cuenta
nuestros diferentes puntos de inicio, diferentes actores, diferentes correlaciones de fuerza,
etcétera, existen muchas variantes respecto a las prioridades de cada proceso. Obviamente,
algunas sociedades van a tener que centrarse más que otras en satisfacer las necesidades
básicas (salud, educación, etcétera) y en proveer trabajo significativo para los excluidos. Sin
embargo, hay principios comunes a esta lucha por crear nuestro propio camino. Las luchas
por obtener la democracia en el lugar de trabajo, en la toma de decisiones comunitarias, la
organización de la producción para satisfacer las necesidades y el desarrollo de las relaciones
de solidaridad, son elementos centrales comunes a cualquier camino, porque nos
transforman y desarrollan nuestras capacidades . Precisamente, porque el desarrollo de la
confianza en ellas mismas de las comunidades es tan importante en este proceso, las
pequeñas victorias en el camino construyen una nueva percepción sobre nosotros mismos y
nos preparan para los siguientes pasos.

32. Aún así, necesitamos entender que estamos desafiando un sistema coherente que tiene
una lógica consistente, la lógica del capital, que penetra cada aspecto de la sociedad
existente. Como resultado de sí mismos, los elementos la nueva sociedad serán
necesariamente inadecuados y deformados porque están rodeados por la vieja sociedad.
Vincular estos nuevos elementos y mostrar su lugar dentro de una nueva lógica alternativa
es clave en la batalla de ideas en contra de la vieja lógica. Tanto en la teoría como en la
práctica, es la combinación de los elementos de la nueva sociedad lo realmente importante –
y no una combinación abstracta, sino la forma en que todos ellos sirven para construir las
capacidades, la auto-confianza y solidaridad del pueblo–.
33. Para reunir realmente todos los elementos de la nueva sociedad, se requiere dar un paso
esencial, que es común cualquiera sea el camino particular elegido y este paso es el control y
transformación del Estado. Sin la eliminación del control capitalista del poder del Estado,
toda amenaza real al capital puede ser neutralizada. El Estado capitalista es un soporte
esencial para la reproducción de las relaciones sociales capitalistas; y el ejército, la policía, el
sistema jurídico y los recursos económicos del Estado pueden ser movilizados para sofocar
cualquier incursión que amenace su reproducción. El capital siempre utiliza el poder del
Estado cuando enfrenta una amenaza.

34. Por el contrario, un Estado que pretende servir de comadrona de la nueva sociedad,
puede tanto restringir las condiciones para la reproducción de capital como abrir las puertas
a los elementos de la nueva sociedad. La democracia en el lugar de trabajo, el poder local
para tomar decisiones, la organización de la producción para satisfacer las necesidades, el
desarrollo de relaciones de solidaridad, todos estos son aspectos que pueden ser promovidos
por un Estado orientado hacia la construcción de una sociedad realmente humana.

35. Sin embargo, como Marx bien sabía, este proceso requiere una clase especial de Estado
y no la forma heredada de Estado, aquel Estado todopoderoso y por encima de la sociedad
que no es sino la “fuerza pública organizada para la esclavitud social”. El Estado mismo tiene
que ser transformado en un instrumento que esté subordinado a la sociedad, en el “auto-
gobierno de los productores”. Si no se crea un poder desde abajo, más que el auto-
desarrollo –que es la esencia de la sociedad de los productores asociados–, la tendencia será
a que surja una clase por arriba y por encima de nosotros: una clase que identifique el
progreso con la capacidad de controlar y dirigir desde arriba. Reconocer este problema no
significa concluir que el Estado y el problema del poder tienen que ser ignorados (y elevar la
impotencia a un grado de realidad fundamental). Más bien, ind ica la importancia de la
batalla continua para destruir lo viejo y construir lo nuevo.

36. Pero no se trata únicamente del Estado, cada elemento de la nueva sociedad es un
terreno para la lucha. Hasta que el nuevo sistema coherente de productores asociados haya
nacido, los elementos incompatibles con la lógica del capital podrán ser o absorbidos y
desfigurados, o formarán parte de una nueva combinación que pueda sobrepasar al capital.
El mercado, los intereses personales, la alienación en el lugar del trabajo, todas estas cosas
contienen las semillas que pueden reforzar las relaciones capitalistas. Mientras no se haya
logrado transcenderlas, el desarrollo de la nueva sociedad requiere el desarrollo de
instituciones que nutran otras semillas y prevengan la reproducción del capitalismo a
expensas de una sociedad realmente humana.

37. Es aquí donde el Estado juega un papel clave. No podemos hablar del auto-desarrollo de
las personas en una estructura en donde los seres humanos son el medio para el crecimiento
del capital, donde las personas son explotadas y excluidas porque lo único que importa es la
ganancia, donde el poder del capital para invertir o no invertir sea su forma de chantajear a
cualquier sociedad que desafíe la lógica del capital. Ganar “la batalla de la democracia” y
usar “la supremacía política para arrebatar, gradualmente, todo el capital a la burguesía”
sigue siendo tan fundamental ahora como lo era cuando Marx y Engels escribieron El
Manifiesto Comunista. El Estado de los trabajadores representa un arma esencial en la lucha
contra el capital tanto para garantizar que los medios de producción estén bajo el control de
los productores asociados y sean gobernados cada vez más según su lógica, como para
utilizar los mecanismos estatales para encauzar los recursos lejos del alcance de lo viejo y
hacia lo nuevo.

38. Si el socialismo es un proceso, ¿en qué punto de este proceso podemos entonces decir
que ya no domina el capitalismo? El capitalismo será finalmente vencido sólo cuando el
nuevo sistema esté completamente establecido, pero podemos considerar que deja de
dominar cuando el presente y el futuro ya no son rehenes del capital, cuando la reproducción
del capital no determina el empleo y la satisfacción de las necesidades. Podemos decir que el
proceso de construcción socialista ha pasado una importante prueba en su camino hacia la
nueva sociedad cuando ya no es la ambición capitalista por la ganancia la fuerza motriz
dominante de la sociedad, sino el desarrollo de todo el potencial humano.

39. Reconocer que la construcción socialista es un proceso en vez de un gran salto no implica
transigir. Al contrario, indica la necesidad de tener coraje revolucionario: un coraje que
entiende la naturaleza del capital pero que también parte del entendimiento de la capacidad
de las personas y el reconocimiento de lo que son capaces de lograr en un momento
determinado. Afirmar esto es señalar la importancia del liderazgo en el proceso de
construcción de una nueva sociedad.

40. Tomando en cuenta los diferentes puntos de partida, la dialéctica entre liderazgo y
masas tomará diferentes formas. Aquí, la iniciativa del Estado; allá, un partido político; más
allá los movimientos sociales organizados. Pero, de nuevo, aquí también encontramos un
elemento en común. Un liderazgo demuestra que está realmente ejerciendo su papel al
promover el auto-desarrollo del pueblo en todas las esferas de la vida y al asegurar las
condiciones para el crecimiento de sus capacidades. Juzgamos el progreso en el camino de la
construcción socialista por el crecimiento en la capacidad de auto-gestión de los
trabajadores, de la capacidad de las personas para auto-gobernarse en forma democrática,
participativa y protagónica en sus comunidades y en la sociedad en su totalidad, por el
desarrollo de la solidaridad real entre las personas.

41. Cuando entendemos que la meta de este proceso es una sociedad que permita el
desarrollo total del potencial humano, hay una simple pregunta que puede ser planteada
ante cualquier esfuerzo (sin importar sus diferentes historias y situaciones). ¿Están siendo
creadas las nuevas relaciones productivas? La mejor medida para indicarnos si vamos hacia
donde queremos ir es si los pasos que estamos dando refuerzan o debilitan la nueva relación
de productores asociados. La única base verdadera para la nueva sociedad es el desarrollo
de la auto-confianza y de la unidad de la clase obrera, su auto-desarrollo. Sin eso, estaremos
construyendo castillos en el aire.

Sí existe una alternativa

42. Muchas personas piensan que no hay una alternativa al capitalismo y que lo mejor que
podemos hacer es tratar de mejorarlo un poco aquí y un poco allá. Esta creencia de que la
única alternativa a la barbarie es la barbarie con rostro humano tiene su base tanto en lo que
lo que ocurrió en los países subdesarrollados que se esforzaban por industrializarse
rápidamente a través de un sistema jerárquico que se auto-proclamaba socialista, como en
el fracaso de los gobiernos social-demócratas (algunos de los cuales también se
autodenominaban socialistas) en el mundo desarrollado que solo lograron poner parches al
capitalismo como sistema económico.

43. Podemos extraer lecciones de las experiencias del Siglo XX. Ahora sabemos que el deseo
de desarrollar una sociedad que sea buena para la gente no es suficiente. Para poder crear
un mundo mejor, debemos estar preparados para romper con la lógica del capital. Sabemos,
por otra parte, que el socialismo no puede ser logrado por decreto desde arriba, a través de
los esfuerzos y el tutelaje de una vanguardia que toma todas las iniciativas y desconfía del
auto-desarrollo de las masas. “La clase obrera –enfatizó sabiamente Rosa Luxemburgo–
exige el derecho de cometer sus propios errores y aprender de la dialéctica de la historia”.
Sólo si tenemos como punto de partida la meta de una sociedad que puede liberar todo el
potencial de los seres humanos y reconocemos que el camino a esa meta es inseparable del
auto-desarrollo de las personas, podremos construir una so ciedad verdaderamente humana.

SOCIALISMO DEL SIGLO XXI:


DESAFÍOS DE LA SOCIEDAD “MÁS ALLÁ” DEL CAPITAL.
Por Gilberto Valdés Gutiérrez , GALFISA Instituto de Filosofía.

La expansión y acumulación capitalita en el planeta, desplegada bajo la figura mediática


desmovilizadora de la globalización, ha estado y estará cada vez más ligada al genocidio
humano. La dimensión destructiva que acompaña este desarrollo instala en la agenda de la
humanidad, como nunca antes, la memorable dicotomía de “socialismo o barbarie”.

En tal sentido, el debate sobre el llamado socialismo en el siglo XXI no es un mero ejercicio
de futurología académica, sino una cuestión de sobrevivencia de la propia especie y su
entorno, lo que hace superfluo, cuando no negativo, intentar asumirlo desde una preceptiva
que vuelva a presentarnos la fórmula “mágica” de su naturaleza (acabada de salir del
gabinete del sabio de turno), lista para ser aplicada en toda circunstancia histórico-política.

Las consideraciones que siguen tan solo adelantan algunas «pistas» a tener en cuenta en
esta dirección.

1. Formular los nuevos problemas que afrontan las alternativas socialistas frente al proceso
de expansión imperialista a escala mundial, de internacionalización del ciclo completo del
capital, exige, en principio, un enorme esfuerzo explicativo y pronóstico de los nuevos
marcos de la acción colectiva y, en consecuencia, el abandono de la imagen teleológica sobre
la «sociedad de llegada». Utilizamos el término para designar aquella actitud que confunde la
teorización sobre el socialismo con su formalización empobrecida. Durante buena parte de su
desarrollo, en el marxismo posleninista dominó una retórica que incluyó definiciones
“congeladas” de socialismo, construidas sobre la base de la yuxtaposición de algunos rasgos
empíricos de experiencias particulares. Parafraseando a Marx, lo concreto-sensibl e fue
elevado directamente al plano de lo concreto-pensado sin depurar lo específico. Lenin, como
se sabe, se opuso a esa propensión apriorística cuando lo conminaron a dar una definición
lapidaria del socialismo: «...no podemos dar una definición del socialismo; cómo será el
socialismo cuando alcance sus formas definitivas, no lo sabemos, no podemos decirlo. Decir
que la era de la revolución social ha comenzado, que hemos hecho tal y cual cosa y nos
proponemos hacer tal otra (...) Pero en cuanto a cómo será el socialismo en su forma
definitiva, eso ahora no lo sabemos».

2. La reflexión crítica de lo sucedido durante la última década del siglo XX trató de superar
los enfoques doctrinarios desacreditados mediante la suspensión provisoria de las
concepciones habituales sobre el socialismo. Parecía ser la única manera de visualizar las
formas emergentes de socialidad resultante de las resistencias, luchas y alternativas
venideras. No para subsumirlas en una lógica regresiva o acomodaticia, sino para afirmar la
voluntad presente sin ataduras conceptuales que le creen incongruencias a la práctica e
intentar desbloquear el futuro de la opción socialista en las condiciones venideras.

Por concepciones habituales de socialismo, en este caso, se entendían aquellas que tuvieron
como presupuesto considerar lo alternativo como lo ya realizado y la posibilidad real como
realidad desplegada, a despecho del tiempo, modo y lugar que impedía distinguir la
aspiración de la realidad. El error de partida consistió en otorgar los rasgos de un proceso
interformacional, aún no desplegado en su integridad, sin adecuada categorización y estudio,
al socialismo como tal, cuya plenitud supone el predominio de una efectiva socialización de la
producción y de la política.

Conviene distinguir que para la solución de este tema, no es productivo fijar nociones
inmutables de “lo socialista”, ni hacer tabula rasa con la historia conformada. No se trata de
colocarnos en el otro extremo de la tentación dogmática de aprehender de manera
apriorística la «esencia» del socialismo, al margen de su automovimiento, y sin considerar la
afectación que éste padeció en sucesivos contextos de enfrentamiento y oposición.

3. El socialismo en el siglo XXI tendrá que ser asumido como continuidad y ruptura con su
propia herencia histórica. La afirmación o negación subjetiva de cualquiera de sus segmentos
temporales, no puede hacer perder de vista el deber científico de captar toda su trayectoria.
La comprensión racional de ese itinerario --de lo válido y lo caduco, de sus variaciones
histórico-concretas y de sus deformaciones y desproporciones socialmente condicionadas--
es requisito sine qua non de su estudio. Vale la pena recordar la anotación de Emir Sader,
quien al someter a crítica la experiencia del socialismo fenecido, no dejó de advertir que
aquella experiencia histórica ha sido “la construcción más generosa que la humanidad ha
creado hasta hoy. Fue allí donde más se confrontó con el mercantilis mo, con el egoísmo y
con otros fenómenos que el capitalismo lleva al extremo. Por lo tanto, es la forma superior,
más importante que la humanidad haya construido hasta hoy”.

Por supuesto, ello no implica asumir la versión panlogista de estos presupuestos, ya que
rebajaríamos el nivel de la crítica y dejaríamos oculta la naturaleza real de la quiebra
producida.
4. Más que elaborar una modelística abstracta sobre el socialismo, se impone adoptar una
postura teórica ajena a lo que Gramsci criticaba como “proyectos mastodónticos” de
socialismo , sean estos hoy fruto de disquisiciones analíticas formales, de escasa o casi nula
viabilidad histórica, como de visiones rupturistas mesiánicas de socialismo verdadero que
prometan la solución de todas las contradicciones.

Pero también es necesario protegernos de la tendencia contraria: la máxima pretensión de lo


socialista convertida en hipóstasis conceptual inalcanzable, desde cuya idealidad se
menosprecian las evoluciones factibles en dicha dirección, inherentes al segmento discreto
del desarrollo interformacional en que nos encontramos. El no comprometimiento del
socialismo con un paquete de rasgos fijos e inamovibles es, precisamente, la manera más
productiva de conservar lo alcanzado, descubrir las salidas multivariadas que ofrece la crisis
de la época y abrirnos hacia nuevos grados de socialidad desenajenada.

A continuación expondremos algunas reflexiones para intentar asumir el debate sobre el


socialismo desde los escenarios actuales de América Latina.

El socialismo en América Latina no vendrá de ningún libro iluminado sobre “el socialismo del
ni en el siglo XXI”, vendrá, en primer lugar, de los movimientos radicales de masas (y de la
intelectualidad orgánica a ellos) en pro de alternativas social políticas que recuperen la
soberanía y la dignidad de los pueblos y enfrenten con decisión e inteligencia estratégica a
los instrumentos de dominación (de recolonización) del imperio (OMC, ALCA, TLC,
militarización y deuda externa). Estas alternativas surgen hoy de manera multivariada en
nuestra región, algunas podrán ser mediatizadas y encapsuladas por un tiempo por
gobiernos de centro-izquierda o de corte nacionalista declarativo (sin desconocer lo que de
avance tienen o puedan tener frente a los gobiernos neoliberales corruptos y entreguistas de
las d&eac ute;cadas pasadas). Sin embargo, si no se conforman gobiernos con voluntad
política que expresen esas alternativas populares de resistencia y lucha, las transnacionales
(y las políticas de sus centros imperialistas) seguirán su saqueo y depredarán nuestros
recursos naturales y biodiversidad y nos lo seguirán devolviendo como mercadería y
patrones macdonalizados de consumo mediático, generador de tensiones insoportables para
una enorme masa de trabajadores precarizados y excluidos.

Para que se ponga fin a esa cadena de expoliación, un requisito es lograr la más amplia
articulación política de los movimientos sociales y populares y su accionar oportuno, de
conjunto, desde el centro de gravedad política de cada país y región.

Ya, al menos, tenemos claro que la apuesta por el socialismo no se hace desde entidades de
clase virtuales, prefijadas por una teoría descontextualizada como portadoras ahistóricas de
una presunta esencia socialista, tal y como sucedió en buena parte de nuestra historia
revolucionaria en América Latina. En esa batalla, que sigue siendo más que nunca creación
heroica, participan todos los sectores interesados en subvertir y remontar la siniestra lógica
del neoliberalismo. Para ello contamos con numerosos movimientos sociales y populares que
colocan las demandas reivindicativas (económicas, sociales, culturales) en una perspectiva
cada vez más política, como se expresa en las nuevas agrupaciones sindicales que aglutinan
a trabajadores ocupados, desocupados y jubilados, todos en mayor o menor medida víctimas
de la precarizaci& oacute;n o, como el MST, que incluyen no solo las demandas de los
trabajadores sin tierra, sino de todas las clases populares del Brasil. Pero también ocupan un
lugar protagónico los movimientos indígenas, de mujeres, ambientalistas y otros que, a
partir de sus reclamos de reconocimiento y equidad, autonomías y defensa de la
biodiversidad desafían la lógica global del sistema que los discrimina y excluye por igual.

Con ellos, desde ellos, habrá que seguir profundizando los procesos, enfrentando la reacción
imperialista y sus servidores locales (catalizadores de la radicalización de los pueblos).

El socialismo por inventar en nuestra América tendrá, inevitablemente, fases transicionales


(no etapas mecánicas). La lucha contra el neoliberalismo deviene, si es consecuente, lucha
antiimperialista y anticapitalista (que de hecho incorpora propietarios pequeños y medios
asfixiados por el capital transnacional, y puede asumir modelos diversos de economía mixta)
Si nos ubicamos en los procesos recientes en América Latina a partir de la experiencia de la
Revolución Bolivariana, en Venezuela, el posneoliberalismo puede ser conquistado a
contramano de la dinámica del gran capital, imponiendo políticas de desmercantilización
fundadas en las necesidades de la población. En este caso, aun sin romper todavía con los
límites del capitalismo, se trata de introducir medidas contradictorias con la lógica del gran
capital, que más temprano o más tarde llevarán a esa ruptura o a un retroceso, por la
incompatibilidad de convivencia de dos lógicas contradictorias.

Esa contra-lógica frente la mercantilización de la vida y el orden económico del beneficio


capitalista puede ser sostenida solo si emana de una revolución popular, que construya su
propia noción de democracia política, social y económica. De lo que se trata, para esa otra
democracia, es de una superación histórica real, no declarativa, tanto del liberalismo como
del democratismo burgués; no de un «rodeo» sociopolítico que a la postre no satisfaga las
expectativas democráticas superadoras. La historia reciente muestra cómo terminaron esos
ensayos (por muy legítimos que resultaran en sus inicios): con la vuelta al más ramplón
consumo «simbólico» liberal.

Sería especulativo definir a priori cuáles serán los grados de posibilidad de avance hacia el
socialismo de las alternativas democrático-populares que aparecerán, desaparecerán tal vez
y reaparecerán en Latinoamérica, ni medir sus resultados a la luz de lo que hemos concebido
tradicionalmente como mecanismos de acción de la leyes de la sociedad socialista. Existe, sin
embargo, una enseñanza histórica imposible de soslayar: el reto del socialismo es ir más allá
de la lógica del capital, superar lo que llamamos sistema de dominación múltiple del capital.

Ese sistema de dominación múltiple es enfrentado por una gran diversidad de prácticas
constestatarias de actores y movimientos, que expresan no solo protestas colectivas sino
propuestas de nueva socialidad. No podremos volver otra vez a decir: con ustedes vamos
hasta aquí, después tendrán que hacer dejación de sus demandas y visiones alternativas. Se
trata de una cuestión de la mayor importancia teórica y práctica.

El ideal de justicia distributiva y de equidad social, irrenunciable para cualquier proyecto de


socialismo, tendrá que acompañarse de nuevos desafíos relacionados con el cuestionamiento
del patriarcado en todas sus formas (económicas, políticas y simbólico-culturales), del
modelo productivista y depredador de desarrollo, no solo vigente a nivel mundial, sino
deificado como aspiración y única alternativa de progreso humano (o metamorfoseado con el
apellido “sostenible” para el Sur, o de expresas alusiones a la reducción de la pobreza,
siempre que estas escondan el proceso real de empobrecimiento que la produce). No se trata
de renunciar al bienestar, sino de comprender que el mito del bienestar centrado en el
consumo desenfrenado del industrialismo moderno y sus variantes actuales, es causa del
camino acelerado hacia un punto de no regres o para la posibilidad de la propia vida. En
nombre de ese bienestar en los países centrales, se lanzan y lanzarán guerras genocidas por
las reservas de hidrocarburo y los recursos hídricos del planeta.

El socialismo en el siglo XXI, para que su nombre sea lo que soñó Marx como sociedad
emancipada, desenajenada, auntogestionaria, no puede reproducirse en los marcos de la
actual civilización excluyente, patriarcal, discriminatoria y depredadora que heredamos de la
modernidad y que la globalización imperialista potencia a límites insospechados. De los
pequeños, continuos y diversos saltos que demos hoy en nuestras luchas cotidianas y
visiones de sociedad, emergerá el salto cultural-civilizatorio que nos coloque en esa deseada
perspectiva histórica que rescatará y dignificará al socialismo en este siglo.

V. I. Lenin: Obras completas , Editorial Progreso, Moscú, 1986, pp. 69-70.

Emir Sader: «La historia es un proceso abierto», América Libre , No. 10, Enero de 1997, p.
104.

“Pero entonces --escribía Gramsci en 1918 sobre la sociedad rusa-- ¿no es el socialismo?
(...) No, no es el socialismo en el groserísimo sentido que dan a la palabra los filisteos
constructores de proyectos mastodónticos; es la sociedad humana que se desarrolla bajo el
control del proletariado. Cuando éste se haya organizado en su mayoría, la vida social será
más rica en contenido socialista que ahora, y el proceso de socialización irá intensificándose
y perfeccionándose constantemente. Porque el socialismo no se instaura en fecha fija, sino
que es un cambio continuo, un desarrollo infinito en régimen de libertad organizada y
controlada por la mayoría de los ciudadanos, o sea, por el proletariado”. (Antonio Gramsci:
“Utopía”, Antonio Gramsci. Antología , Editorial de Ciencias Soci ales, La Habana, 1973 , p.
51.)

SOCIALISMO DEL SIGLO XXI:


CRISTIANISMO Y SOCIALISMO.
Por Rubén Dri.

En las raíces mismas del cristianismo se encuentra la tendencia a la construcción de una


sociedad de iguales, anti-jerárquica, de economía solidaria y, por ende, socialista.
Efectivamente, Jesús de Nazaret anuncia su mensaje como advenimiento de una nueva
sociedad denominada “Reino de Dios” cuya propuesta económica se encuentra ampliamente
desarrollada en el evangelio de Marcos, especialmente en lo que se conoce como “secuencia
de los panes” que abarca desde el 6,34 al 8,30, previa una introducción que va del 6,30 al
6,33.

La parte fundamental de la propuesta se formula en una introducción en la cual se dan las


dos escenas conocidas como “la multiplicación de los panes”. Son dos multiplicaciones, o
mejor, es la escena de la multiplicación que se repite. La primera escena es precedida por
una introducción que nos dice que una vez que los discípulos volvieron de la misión que
Jesús les había encomendado (Mc 6, 7-13), Jesús los quiere llevar aparte para descansar,
porque “eran tantos los que iban y venían que ni para comer tenían tiempo”· (Mc 6, 31).

Pero ello no fue posible, porque “al desembarcar (Jesús) vio mucho pueblo –pollýn ójlon– y
se compadeció de ellos porque estaban como ovejas que no tienen pastor y comenzó a
enseñarles muchas cosas” (Mc 6, 34). Es conocida la metáfora del pastor para la dirigencia
política en toda la literatura antigua. La utilizan Homero, Platón, Ezequiel. Se encuentra en
los Salmos bíblicos, en el Éxodo, en el Poema de Gilgamesh, en el Código de Hammurabi.
Los reyes sumerios, acadios, babilonios, neobabilonios y asirios llevaban esa denominación.

El problema que aquí preocupa a Jesús es que el pueblo está desorganizado. Un rebaño sin
pastor es un rebaño desorganizado, fácil presa de los lobos. De esa manera no tiene
posibilidades de salir de la situación opresiva en que se encuentra. Un pueblo sin pastores no
es un pueblo, es una simple multitud, un conjunto de átomos sin capacidad de tomar
decisiones. La propuesta económica no puede funcionar en un pueblo desorganizado.

“Era una hora muy avanzada cuando acercándosele los discípulos le decían: 'El lugar es
desierto y ya es hora tardía: despáchalos para que vayan a los campos y aldeas –agroús kai
kómas– del contorno y compren para sí mismos –agorásosin eautóis– algo que comer'. Mas
él respondiendo les dijo: 'Denles –dóte autóis– ustedes de comer'”. (Mc 6, 35-37).

En este diálogo tenemos la clave para entender el significado de ambas multiplicaciones de


los panes y, en general, del aspecto económico del proyecto del Reino. Los discípulos hablan
de “comprar” –agorádsein–, mientras que Jesús habla de “dar” –didonai–. Para comprar se
requiere tener con qué hacerlo, dinero. Pero la mayoría del pueblo que anda con Jesús es
pobre, de manera que no será posible se compren lo necesario para comer. Por otra parte,
se trata de una acción individual. El que tiene dinero comerá y el que no lo tiene se quedará
con hambre.

Se trata evidentemente de una economía de acumulación individual. Era la que se estaba


produciendo en esa etapa crítica en que la incorporación a la esfera del dominio imperial
había ido destrozando las comunidades campesinas. Pero además, Herodes Antipas había
realizado un programa de urbanización con la fundación de Tiberíades y la reconstrucción de
Séforis que provocó una verdadera crisis en el campesinado.

Pues bien, las élites ciudadanas nuevas o renovadas en Séforis o Tiberíades necesitaban
tierras en los campos adyacentes y eso significaba la posibilidad de la fuerza o la violencia
así como la realidad cotidiana de préstamos y deudas, hipotecas y expulsiones. La tierra que
era un “don divino” se había transformado en un “bien comercial”.

Los discípulos participan de esta concepción económica, de la cual participaban también los
zelotes. El zelotismo había penetrado profundamente en los sectores populares. Sin duda
que muchos de los componentes del movimiento de Jesús venían de ese movimiento y
seguían sufriendo su influencia. Se trata de un movimiento popular antiimperialista, y, en
ese sentido revolucionario, pero en cuanto a la estructuración social, reformista.
Efectivamente, en eso coincidían con el proyecto sacerdotal. Tanto es así que no pretendían
eliminar el sacerdocio, sino purificarlo.

Jesús, en cambio, propone un proyecto radicalmente diferente, contrapuesto. Es el de la


primera Confederación de tribus que retomarán los profetas más radicales como Amós,
Oseas y Miqueas. La sociedad se debe estructurar alrededor del valor central del “don”, del
dar, de la generosidad, de la solidaridad.

Pero no se trata simplemente de dar como quien da una limosna, o como quien hace un acto
de caridad. No se trata de “populismo”, de solucionar el problema social mediante un plan de
reparto para los necesitados, porque en ese proyecto de sociedad no puede haber
necesitados. Nadie tiene que tener hambre como acontece, en cambio, si es que para comer
es necesario ir a comprar.

En la narración con la simple propuesta de “dar” que hace Jesús ya el proyecto está
suficientemente claro para quien tiene memoria histórica y recuerda a los profetas. Pero
como ello no siempre acontece, pues la memoria muchas veces se pierde, y los sectores
dominantes hacen todo lo posible para que ello acontezca, el “dar” se completa con el
“partir”, “partió los panes y los daba a los discípulos para que se los sirvieran” (Mc 6, 41).

No había ninguna necesidad de partir los panes, porque no se trata de un bien escaso. Si
solo eran cinco panes y los que tenían hambre, cinco mil, por más que se los partiera no
hubiera alcanzado ni siquiera una miga para cada uno. El partir es, como todo en esta
narración, simbólico. Si se juntan “dar” y “partir”, se tiene “compartir”. Partir para dar, una
parte para ti y la otra para mí, “compartir”. El “dar” significa la generosidad que debe animar
ese “compartir”.

Su significado es revolucionario, profundamente revolucionario. Se trata de cambiar una


economía de acumulación individual o grupal, por otra del compartir. Se trata de cambiar las
relaciones verticales, de dominadores y dominados, por otras horizontales, fraternales,
intersubjetivas, de mutuo reconocimiento. Implica cambiar las relaciones sociales que
conlleva, a su vez, un cambio profundo en el individuo.

Es lógico que esta propuesta les extrañe a los discípulos y los sumerja en el escepticismo:
“Le dicen: '¿Que vayamos y compremos doscientos denarios de panes y les demos de
comer'?. Jesús no se detiene en explicaciones. Va directamente al grano, a la práctica:
“'¿Cuántos panes tienen? Vayan y vean'. Habiéndose informado, dicen: 'Cinco panes y dos
pescados'”. (Mc 6, 37-38).

Esto es muy importante. Ha sido pasado por alto por todos los exégetas, si no me equivoco.
Los discípulos siguen hablando con la mentalidad del “comprar”, es decir, de la economía de
acumulación o mercantil. Para quien piensa de esa manera, la situación se presenta como
quien tiene que solucionar el problema del hambre de “cinco mil personas” mediante “cinco
panes”. Imposible. Todo el pasaje, como ya lo he señalado es simbólico. Los cinco panes
están en directa contraposición con los cinco mil del relato que finalmente van a ser
alimentados. En la lógica de la acumulación ello es imposible.

Para la lógica de Jesús o del compartir, el hecho de que sólo existan “cinco panes” es
aparente. Es la mirada individualista, de acumulación. Para esta mirada los bienes siempre
son escasos, nunca alcanzarán para alimentar a todos. Pero la realidad es diferente, pues
algunos tienen un pan, otros cinco, otros diez, otros ninguno. Si se comparte, hay para
todos, se crea abundancia. Esto es lo que Jesús quiere comunicar, pero no lo hará mediante
un discurso, sino prácticamente.
Por ello, después del informe que le pasan sus discípulos “les ordenó –epétacsen autóis– que
se sentaran todos, grupo convivial por grupo convivial –symposia symposia–, sobre la verde
hierba. Y se acomodaron por conjuntos de cien y de cincuenta. Luego tomó los cinco panes y
los dos pescados, levantó los ojos al cielo, bendijo y partió los panes y daba a los discípulos
para que se los sirvieran; también los dos pescados. Comieron todos y se saciaron –
ejortásthesan–. Recogieron de los pedazos doce canastos llenos –dódeka kofínon plerómata–
y de lo que sobró de los pescados. Eran los que comieron los panes, cinco mil hombres” (Mc
6, 39-44).

El reparto no se hará de manera anárquica, desordenada, pues ello llevaría fácilmente a que
algunos recibiesen más de lo debido y otros menos, o nada. La multitud reunida no es una
simple multitud, es un pueblo, o debe llegar a ser pueblo y más aún, “movimiento”, fuerza
aglutinadora del pueblo. Por ello Jesús “les ordenó –epétacsen autóis– que se sentaran
todos, grupo convivial por grupo convivial –simpósia simpósia– sobre la verde hierba”. El
movimiento de Jesús no es un conglomerado confuso de individuos. Conlleva una
organización.

El orden del que se trata es la reunión del conjunto en grupos “de cien y de cincuenta” que
fueron las unidades de combate de las milicias campesinas en la época de la confederación
de tribus. No se trata de ejércitos profesionales, sino de milicias populares que formulan
modelos para la organización social. O tal vez al revés, la organización social formula
modelos para el encuadre militar de las milicias. En realidad, milicia y organización social
conforman una unidad dialéctica. El pueblo está organizado para solucionar todas sus
necesidades, entre las que se encuentran las necesidades de defensa militar, sin ejército
profesional.

Mil, cien, cincuenta, diez, ésas son las unidades de combate de la antigua confederación de
tribus. Frente al ataque de los ejércitos profesionales de las monarquías, la confederación
ponía fácilmente en pie su organización militar. En el relato evangélico sólo figuran las
unidades de cien y de cincuenta. Probablemente hayan sido las más empleadas. A lo mejor
las otras no hayan sido empleadas en el movimiento de Jesús. Por otra parte, a Marcos no le
interesa darnos datos precisos sobre la organización. Le basta con señalar su realidad.

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