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DIA DE LOS DIFUNTOS

La colada morada y las guaguas de pan, dos productos del sincretismo religioso y el mestizaje
gastronómico, se consumen hoy en Ecuador cuando se recuerda a la muerte, que para unos es
el final de la vida y para otros tan solo un cambio de dimensión.

Las flores y los recuerdos cubren las tumbas durante este día en que los mestizos añoran la
presencia de sus seres queridos fallecidos, mientras que la cosmovisión indígena renueva su
creencia de la extensión de la vida a otra dimensión.

Aunque la costumbre es cada vez más escasa, aún se ve en algunos cementerios a


ecuatorianos degustando la comida favorita del difunto al que han ido a visitar y a quien dejan
su porción de comida.

También con menor apego, en Ecuador se usa ropa de colores oscuros en el Día de los
Difuntos, principalmente el negro y el morado, como muestra de dolor.

Dulce gastronomía

Aparte del vestuario, la tradición es evidente en lo culinario con la colada morada elaborada
con harina de maíz negro, mortiño (una planta nativa de los páramos) que, junto a la hierba
sangorache, da el color y sabor al potaje, flor de la canela (ishpingo), clavo de olor, hierba luisa,
hojas de naranja.

La elaboración puede ser variada, pero la mayoría incluye cuadrados pequeños de piña
vertidos al final de la cocción que, independientemente de la receta, es invariablemente de
color rojo amoratado.

Recordación diferente en cada zona

En el Día de los Difuntos se evidencia también la religiosidad de los ecuatorianos, la mayoría


católicos, que asisten a misa y ofrecen en los cementerios responsos por el eterno descanso
de los difuntos.

Por lo general, los sacerdotes oran en el cementerio y, a petición de los fieles, se acercan a las
tumbas para rezar por algunos difuntos, en cuya morada se lanza agua bendita.

La reacción de la gente a la muerte no es diferente solo entre países sino entre regiones de
cada país, como en Ecuador, donde el costeño, en especial el habitante de Esmeraldas, "vive
la muerte como una fiesta: con marimba y con mucho licor".

Para el habitante de los Andes, en cambio, la muerte "es el fin de todo, mientras que la gente
de la amazonía la toma como un hecho muy natural: entierra a su muerto y la vida sigue.

La parroquia Salasaca, del cantón Pelileo, al oriente de la provincia de Tungurahua, es la


parroquia indígena en donde son más notorias las costumbres ancestrales para la recordación
del Día de los Difuntos.
Decenas de familias se reúnen al pie de las tumbas de sus seres queridos para compartir los
alimentos que más les gustaban a quienes les antecedieron en la partida de este mundo, lo que
acompañan con un vaso de vino.
Desde muy temprano de cada 2 de noviembre comienzan a llegar al cementerio en vehículos o
a pie desde diferentes partes, no solo de la parroquia, sino incluso de otras provincias del país
y exterior.
Todos llegan cargados de alimentos, los más comunes son cuy, conejo, papas, pan, mote y
habas hasta reunirse todos los miembros de cada familia. Para servirse todos comparten de
cada porción.

Para el pueblo Salasaca, que aún conserva esta costumbre, la conmemoración del Día de los
Difuntos es la relación con sus ancestros, la tierra, la divinidad y con todo lo que les permite
estar en armonía con la vida misma, por lo que afirma que se sienten orgullosos de conservar
las costumbres y tradiciones de los antepasados.

En nuestro país, esta celebración es una mezcla de la cultura aborigen y la cultura de los
conquistadores, llena de ritos paganos y católicos.
En Loja, la celebración del día de los difuntos es muy variada dependiendo de las tradiciones
familiares, existen personas que la noche del 1 de noviembre acuden al cementerio y
permanecen durante toda la noche velando y orando a sus familiares que han partido, otros
preparan y llevan la comida al cementerio para compartir frente a la tumba de sus seres
queridos, y finalmente hay quienes les llevan música a sus familiares.
Pero la tradición que se mantiene en la mayoría de las familias lojanas, es la de acudir al
cementerio, realizar una limpieza de la tumbas, decorarlas con flores, orar por el alma de sus
familiares y participar de la misa que ofrece el Obispo de Loja en la Cruz Central.

En Riobamba las tradiciones por el Día de los Difuntos se mantienen entre sus habitantes.
En la iglesia San Juan Bautista de la parroquia Yaruquíes todos los años antes del día de los
Difuntos es costumbre venerar por nueve días el cuadro de las Almas del Santo Purgatorio, que
el 1 de noviembre saldrá en procesión por el pueblo.
Esta es una de las tantas celebraciones históricas que se realizan en Chimborazo para el
feriado de los difuntos. Tradiciones que acompañan a los fieles riobambeños desde épocas
coloniales, en su mayoría.
Una de ellas es el Animero, un personaje aceptado por la sociedad, que cumple un rito de
vinculación con el infinito desconocido.

En las parroquias Yaruquíes, San Luis, Cubijíes y Químiag, el Animero es un personaje que en
vida representa a los difuntos. Viste túnica blanca, lleva en las manos una calavera humana,
una Biblia y una campanilla, al tiempo que recita oraciones fúnebres y conmina a los oyentes a
ponerse en oración.
El trayecto del Animero va del templo al cementerio y visita las calles y domicilios protegido en
la oscuridad de la medianoche.

En Guayaquil, cada 2 de noviembre las familias recuerdan a sus seres queridos con nostalgia y
pesar; muchos meditan en la muerte, en sus misterios y en la finalización de la vida material.
En las tumbas se depositan lágrimas de dolor, después de adornarlas con flores y tarjetas,
vienen las oraciones y plegarias. Pero pronto se regresarán los familiares a sus domicilios;
entonces viene el cuadro que el poeta canta: “Dios mío que solos se quedan los muertos!”

Es oportuno señalar como se demostraba el dolor y sentimiento antiguamente. Los Puruháes


expresaban el dolor con lágrimas de las mujeres, quienes tan pronto como fallecía el marido, se
echaban por los campos, pintadas de negro y llorando su viudez. Los Incas expresaban su
dolor con gritos desesperados, invocaban al Dios Sol, para que las tinieblas no cubran el lugar
santo y la luz ilumine la senda a la eternidad.

Muchas son las formas por medio de las cuales se expresa un sentimiento de fraternidad con
los difuntos en este día. Es importante, que ha pesar de la gran inferencia de la religión católica
en la actualidad, las costumbres ancestrales de nuestros pueblos aún se mantienen y con ellas
una identidad propia que nos identifica al rededor del mundo, por lo cual debemos sentirnos
sumamente orgullosos y debemos procurar mantener estas costumbres a lo largo del tiempo.

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