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El destino de uno depende del bienestar del otro. Esta idea es la piedra angular
del último libro que acaba de publicar John Paul Lederach: La imaginación moral,
luego de Construyendo la paz: reconciliación sostenible en sociedades divididas,
Enredos, pleitos y problemas, Conflicto y violencia y Tejiendo relaciones. El
profesor de la Universidad de Notre Dame (Indiana – Estados Unidos) es
considerado uno de los grandes mediadores en conflictos internacionales. Trabajó
en mediación directa con los miskitos y el gobierno de Nicaragua, asesorando a los
mohawks en el conflicto con el gobierno canadiense y con conflictos étnicos en
Somalia, hasta el apoyo a procesos de diálogo en Irlanda del Norte, el País Vasco y
Filipinas en los años 90. Hoy se encuentra dirigiendo un programa de construcción
de paz en Nepal que se desarrollará durante los próximos 20 años. El pasado mes
de abril estuvo en Buenos Aires dictando un taller sobre enfoques y herramientas
para trabajar en procesos de construcción de paz.
Día de protesta. Los docentes rodeaban la Casa de Gobierno de Salta luego de haber
sido reprimidos con gases por la policía. El motivo: el profesor de química, Carlos
Fuentealba, había sido asesinado en una movilización de maestros una semana antes por la
policía neuquina. Y las resonancias del conflicto y la posterior conciliación llegaron a
Buenos Aires. Precisamente donde el experto internacional en resolución de conflictos y
mediación, John Paul Lederach, se disponía a desarrollar el Taller sobre “Enfoques y
herramientas para trabajar en procesos de construcción de paz”, organizado por Mediadores
en Red. El hombre, el tema y el momento coincidían. La pertinencia del evento estaba
justificada.
Empezó el taller señalando que desde Nicaragua, pasando por Irlanda del Norte,
terminando en Nepal la gente en conflicto pide ayuda, pero no mediadores –correveidiles
como él los denomina con picardía–; pues no quieren perder el protagonismo ni el poder de
gestionar su propio proceso. Lo dice John Paul Lederach en un fluido castellano, pero con
dejos y ecos de muchos países y el rostro de numerosos pueblos. Parado frente a un
auditorio de aproximadamente 70 asistentes (la mayoría argentinos, pero también
brasileros, chilenos, ecuatorianos, una alemana, italiana, estadounidense y otro boliviano)
lanza la interrogante que sobrevolará los dos días de taller (9 y 10 de abril): ¿Cómo tratar
la mediación como un proceso de transformación social estructurado en un contexto de
conflicto prolongado?
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Gerente Sociocultural de la Fundación Unir Bolivia.
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John Paul Lederach es una persona alta y espigada. Lleva adelante el taller en
camisa y con las mangas arremangadas. Expande sus brazos y sus ideas como la fuerza de
sus metáforas que abrazan la mente de su auditorio. Tiene los ojos vivaces, la nariz recta y
franqueza en sus palabras. Habla y camina. Empieza realizando algunos gráficos en un
papelógrafo y luego en otros dos adicionales, porque las ilustraciones se fueron alargando
como si una víbora saliera de su madriguera y en el curso de dos días dejara ver todo su
cuerpo. Y fue mucho lo que se expuso en esas 16 horas de taller ante un público ávido y
agradecido.
1. Pensar la complejidad
2. Transformar es el verbo
4. Trabajar la polarización
suceder a un pueblo es perder la esperanza, porque cuando la pierde, las personas son
capaces de cualquier cosa.
Finalizada la tarde del segundo día, Lederach reveló la sorpresa que nos tenía
prometida al inicio del primer día de taller. Se trataba de un cuenco tibetano, elaborado con
la aleación de cinco metales diferentes. Tenía un color café negrusco y él lo podía sostener
en la palma de una de sus manos. En la otra, agarraba un cilindro de madera con una punta
de cuero. Antes de comenzar a frotar por la parte externa el cuenco con la punta de cuero
del cilindro de madera, con voz calma pero sugestiva, nos dijo: todos tenemos una visión
temporal y procesual del cambio. Pensamos que se trata de una línea recta. Pero, ¿y si el
cambio fuera más espacial y circular? A veces pensamos que dar vueltas es ir a ningún
lado. Entonces empezó a frotar el cuenco a una velocidad que los físicos denominan como
“frecuencia natural”, ni muy lento ni muy rápido, a una velocidad media y constante.
Lentamente, salido del silencio, surgió un sonido suave pero cada vez más sostenido y
envolvente que fue reverberando en todo el espacio del aula. Te tocaba y calaba. Y
concluyó diciendo: dar vueltas es ir a lo profundo, es convocar. El cambio social resulta
siendo como un eco: si un grupo de personas empieza a realizar cambios, produce eco,
genera un efecto de contagio. Giras, giras y giras, y así generas resonancias
transformadoras. ¿Quién contiene el conflicto? La comunidad. Se trata en consecuencia de
profundizar y expandir la voz del cambio desde su interior.
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