Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
“Bien sé que eres un buen muchacho _dijo doña Perfecta […]_. Pero, hijo, de pensar las cosas
a manifestarlas así con cierto desparpajo, hay una distancia. […] Bien sé que tus ideas son…
no te enfades; si te enfadas me callo…Me guardaré muy bien de vituperarte porque creas que
no nos crió Dios a su imagen y semejanza, sino que descendemos de los micos; ni porque
niegues la existencia del alma, asegurando que ésta es una droga como los papelillos de
magnesia o de ruibarbo que se venden en la botica…
_¡Señora, por Dios!..._ exclamó Pepe con disgusto_. Veo que tengo muy mala reputación en
Orbajosa.
Pues decía que no te vituperaré por esas ideas…Además de que no tengo derecho a ello; si me
pusiera a disputar contigo, tú, con tu telentazo descomunal, me confundirías mil veces…; no,
nada de eso. Lo que digo es que estos pobres y menguados habitantes de Orbajosa son
piadosos y buenos cristianos, si bien ninguno de ellos sabe filosofía alemana; por lo tanto, no
debes despreciar públicamente sus creencias.
_ Querida tía_ dijo el ingeniero con gravedad_. Ni yo he despreciado las creencias de nadie, ni
tengo las ideas que usted me atribuye.”
Doña Perfecta
“Bien sé que eres un buen muchacho _dijo doña Perfecta […]_. Pero, hijo, de pensar las cosas
a manifestarlas así con cierto desparpajo, hay una distancia. […] Bien sé que tus ideas son…
no te enfades; si te enfadas me callo…Me guardaré muy bien de vituperarte porque creas que
no nos crió Dios a su imagen y semejanza, sino que descendemos de los micos; ni porque
niegues la existencia del alma, asegurando que ésta es una droga como los papelillos de
magnesia o de ruibarbo que se venden en la botica…
_¡Señora, por Dios!..._ exclamó Pepe con disgusto_. Veo que tengo muy mala reputación en
Orbajosa.
Pues decía que no te vituperaré por esas ideas…Además de que no tengo derecho a ello; si me
pusiera a disputar contigo, tú, con tu telentazo descomunal, me confundirías mil veces…; no,
nada de eso. Lo que digo es que estos pobres y menguados habitantes de Orbajosa son
piadosos y buenos cristianos, si bien ninguno de ellos sabe filosofía alemana; por lo tanto, no
debes despreciar públicamente sus creencias.
_ Querida tía_ dijo el ingeniero con gravedad_. Ni yo he despreciado las creencias de
nadie, ni tengo las ideas que usted me atribuye.”
Fortunata y Jacinta
[Fortunata] atravesó la Puerta del Sol por frente a la casa de Cordero, y ya la tenéis subiendo
por la calle de Correos hacia la plazuela de Pontejos. Ya llegaba, y a medida que veía más
cerca el objeto de su viaje, parecía como que se le iba acabando la cuerda epiléptica que la
impulsaba a la febril marcha. Vio el portal de la casa de Santa Cruz, y sus miradas se
internaron por aquella cavidad ancha, de estucadas paredes, y alumbrada por mecheros de
gas. […]
“No se me quedará en el cuerpo nada, nada. Ella es la que me hace desgraciada, robándome a
mi marido…Porque es mi marido: yo he tenido un hijo suyo y ella no. Vamos a ver: ¿quién
tiene más cerebro? Entrañas por entrañas, ¿cuáles valen más?”. Estos enormes disparates
nacidos del trastorno que en su cerebro reinara, persistieron cuando estaba parada y atónita
delante del portal de Santa Cruz.
“Debe decirse que el ingrato proceder de doña Paca no despertaba en Nina odio ni mala
voluntad, y que la conformidad de ésta con la ingratitud no le quitaba las ganas de ver a la
infeliz señora, a quien entrañablemente quería como compañera de amarguras en tantos años.
[…]
_ ¡Pobre señora mía! _dijo al ciego en cuanto se reunió con él_ . La quiero como hermana
porque juntas hemos pasado muchas penas. Yo era todo para ella, y ella todo para mí. Me
perdonaba mis faltas, y yo le perdonaba las suyas…¡Qué triste va, quizás pensando en lo mal
que se está portando con la Nina!”