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EROS Y PSIQUE por Marina Varea

Desconfianza: “Carencia de esperanza firme que se tiene en


alguien”. Así pues, deseo contar mi historia para evitar que
otra persona sufra la desdicha que yo sentí por la culpa
de este desleal sentimiento.
Yo vivía feliz con mis padres, reyes de una ciudad de
Anatolia, y con mis dos bellas hermanas. Yo no necesitaba
más. Pero las lunas pasaron y todas las hijas del rey se
desposaron, todas, excepto yo.
Mis pretendientes y los ciudadanos alababan mi belleza
hasta relacionarla con la de la mismísima Afrodita, pero
ninguno osaba pedir mi mano por considerarse indigno.
Además las malas lenguas decían que pagaría cara mi
belleza y las afrentas a la de la diosa.
El tiempo pasaba y mi padre cada vez estaba más inquieto
por mi enlace, hasta tal punto que consultó al oráculo: “la
llevarás a lo más alto del monte, donde será desposada por
un ser ante el que tiembla el mismo Júpiter”.
Ni mi familia ni yo estábamos complacidos de esta funesta
profecía, pero el destino se cumple y me apresuré a
ejecutarlo lo antes posible. Así subí al monte y en una roca
esperé sentada. Pero se levantó un fuerte viento que me
arrastró volando hacia una florida pradera. Terriblemente
confundida, me dormí.

1
Desperté. Frente al prado se situaba una fuente y un
hermoso palacio. No pude evitar entrar en él y cuando lo
hice, unas dulces voces me invitaron a alimentarme y a
dormir en el enorme lecho.
Cuando entró la noche y con ella un leve sonido y supe que
mi reciente marido ya había llegado. Todo estaba oscuro y
ni siquiera distinguí su rostro, pero su voz era muy dulce. Y
el matrimonio se consumó.
Pero al amanecer siguiente mi esposo desapareció y no
conseguí verle. Y así pasó el tiempo, durante el día me
ahogaba en soledad hasta la llegada de mi desconocido
amado cada noche. En uno de estos crepúsculos, le confié
que echaba de menos a mi familia. Él me advirtió de que
querrían destrozar mi felicidad pero yo ignoré su aviso y
me dejó invitarlas. Cuando mis hermanas llegaron
preguntaron por mi desconocido esposo y esquivé la verdad
alegando que estaba de caza.
Al poco tiempo de este encuentro, quedé en cinta, pedí a mi
esposo que llamara a mis hermanas para comunicarles la
noticia y cuando vinieron me felicitaron alegremente y
compartieron mi dicha, a la vez que preguntaban por el
padre. Ante su presión, y por ser mis hermanas, tuve que
admitir que no le había visto jamás, que tan solo conocía su
voz. Mis hermanas mostraron horror y, gritando, me
aconsejaron que debía matar a mi esposo, pues les habían
hablado de una espantosa serpiente y que si seguía en su
lecho me devoraría.
2
Mis hermanas me dieron como orden esperar a la noche, y
que cuando estuviera dormido encendiera una lámpara y
con el cuchillo que ellas me dieron le cortara la cabeza.
Y así llegó como todas las noches mi marido y tras el amor,
vino el sueño. Silenciosamente cogí la lámpara, la encendí y
la acerqué a su rostro.
Su rostro era el del divino Eros, joven, rubio y hermoso
hasta lo inverosímil. La misma llama de la lámpara se
avivó a causa de su belleza y una gota de cera cayó sobre
el hombro del dios, que despertó bruscamente y me miró con
una clara decepción. Recogió su carcaj y se encaminó al
exterior, mas cuando fue a salir se volvió contra mí y me
dijo: “Mi madre, Afrodita, me ordenó enamorarte del
monstruo más horrible de la tierra, pero te amé, me
enamoré de tu belleza nada más verte y desobedecí a mi
madre para desposarte. Has desconfiado de mí y ahora tu
castigo será perderme”.
Y quedé sola. Durante días vagué por el mundo para
encontrarle pero no lo conseguía. Hasta que di con su
madre, cuya cólera aún me atormentaba. Afrodita al verme
me encerró con sus sirvientes Tristeza y Soledad, me
maltrató y menospreció al hijo de mis entrañas.
La resentida Afrodita me impuso unas pruebas para
conseguir a su hijo, las cuales pude superar gracias a la
ayuda de los pájaros, cañas del río y las trabajadoras
hormigas.

3
Pero la última prueba…
La última prueba consistía en bajar a los infiernos a por
una pequeña caja, que contenía la hermosura divina. Sin
embargo el viaje de vuelta fue más difícil, ¿quién no ha
deseado nunca la hermosura divina? No pude evitar la
tentación de probar aquella magia y cuando abrí aquella
caja un sopor me inundó haciendo que cayera en la
inconsciencia. No iba a salir de allí.
Una conocida voz comenzó a sonar en lo lejano, se fue
acercando a mí, hasta que conseguí abrir los ojos. Y ahí
estaba él. “Lleva la caja a Afrodita” -me ordenó
visiblemente aliviado- “yo intentaré arreglar todo esto”.
Entonces salió volando.
Acabada mi tarea vi por primera vez a Hermes que se
dirigía hacia mí, me asustó la forma en que me arrancó del
suelo pero ese miedo se disolvió cuando adiviné a dónde me
llevaba.
Allí en los cielos me hicieron inmortal por aprobación de los
dioses y vivo desde entonces feliz con Eros y con la hija que
posteriormente di a luz: Voluptuosidad.

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EROS Y PSIQUE

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