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UNIVERSIDAD SANTIAGO DE CHILE

FACULTAD DE CIENCIAS MÉDICAS


ESCUELA DE OBSTETRICIA Y PUERICULTURA
DIPLOMADO TERAPIAS FLORALES EN EL CICLO EVOLUTIVO

Trabajo Nº2

“El Lenguaje de los Sentimientos”


David Viscott

Alumna: M. Virginia Popovic

Profesoras: Mónica Candia, Marcia Riveros, Tamara Palma


El libro “El lenguaje de los sentimientos” de David Viscott enfatiza la importancia
de reconocer en cada uno de nosotros los estados anímicos inarmónicos, de
acuerdo a sus expresiones físicas y emocionales, con la finalidad de que a través
de su comprensión y sana vivencia podamos trascender al control que ejercen
sobre nuestros pensamientos y acciones, logrando mayor libertad y plenitud
consigo mismo, con nuestro pasado, presente, futuro y con el exterior.

Reconocer nuestros sentimientos podría parecer fácil en una primera instancia


¿cuánto tiempo llevamos presenciándonos a nosotros mismos?, sin embargo al
realizar un análisis más profundo de diversos episodios vividos cotidianamente,
podemos observar que muchas veces nos dejamos arrastrar por un estado de
ánimo particular, sin siquiera comprender el origen que lo desató y las
consecuencias que traerá adoptar determinada actitud. Generalmente sólo
sentimos, no nos detenemos a pensar “qué sentimos”, y es ahí donde Viscott
destaca la relevancia de estar atento a nuestras emociones, de identificarlas y
encontrarles una sana resolución.

Al hablar de sentimientos como la rabia (muchas veces tan interiorizada que


apenas podemos darnos cuenta de cómo emerge entre palabras y actitudes que
nos parecen libres de toda contaminación) observamos como Viscott propone
aceptar en primer lugar que tenemos ese sentimiento, y en este sentido, se
recalca la sinceridad con uno mismo; ¿cómo poder dejar de ser violentos si no
hemos asumido que somos agresivos, aun cuando esa rabia se encuentre oculta
en expresiones tan sutiles, que para nosotros y el resto sean imperceptibles?. Al
afrontar nuestra esencia tal cual es, aceptar los sentimientos por perversos que
parezcan, y comenzar un ejercicio de autoconocimiento y aceptación, de
crecimiento personal, todos podemos liberarnos de aquellas cargas emocionales
que arrastramos y que obstaculizan nuestra evolución.

Admitir nuestros sentimientos y decidir darles un curso sano de expresión, sin


pasar a llevar a nuestros semejantes ni interferir en sus proyectos individuales de
crecimiento, genera una agradable sensación de libertad, una paz producto de
otorgarnos el permiso de ser uno mismo y expresar lo que sentimos. Este texto
nos invita a no esconder nuestras emociones, a no “infectarnos” con malos
sentimientos, nos invita a darles salida hacia el exterior, apuntando hacia el blanco
que genera nuestra disconformidad, con tolerancia, justicia y sabiduría. Que mayor
libertad que poder decirle a nuestros ofensores, a nuestro pasado, a nosotros
mismos, a nuestras culpas, penas, ansiedades, rabias: “ok, basta”, busquemos la
semilla que originó nuestro desazón y desprendámonos poco a poco de ella,
depositando nuestras frustraciones en el lugar correcto, hasta aniquilar el
descontento y guardar en nuestros corazones las experiencias negativas como
procesos de aprendizaje, como Viscott señala; “pruebas superadas”.

Para suprimir o evadir emociones dolorosas necesitamos invertir una gran


cantidad de energía para la construcción de poderosas defensas, que no nos
llevan a olvidar el problema, sino que más bien a ocultarlo efímeramente, para su
reiterada y tortuosa persistencia. Conocer esta realidad es un excelente aliciente
para motivarnos a afrontar las experiencias de sufrimiento, viviéndolas en plenitud
y superándolas de la mejor forma posible, con el conocimiento de que ese dolor
puede ser destinado a la elaboración de un plan de cambio positivo, enfocado en
el desarrollo de las virtudes, que el conflicto que nos afecta delata en carencia.

Ser capaces de expresar nuestros sentimientos tanto con nosotros mismos como
con nuestros semejantes, nos brinda una sensación de paz, de alivio, ya que
estamos siendo libres, y esa libertad de ser, provocará ciertamente el rechazo de
quienes no son lo suficientemente sinceros, como señala Viscott: “hecho del que
cabe complacernos”. Como en ciertas ocasiones, en que somos pasados a llevar,
nosotros intentamos luchar por revertir la situación de manera armónica, pero
además podemos acompañar aquella amabilidad con la sinceridad y fortaleza de
decirle al otro que ha sido hiriente o que nos ha faltado el respeto. Con esto no
solo nos liberamos de la pena, rabia u otra emoción negativa que nos provocaron,
sino que también establecemos límites, señalándole al otro que no puede pasar
por encima de las libertades individuales, que tenemos acceso a nuestros
sentimientos y que por lo tanto será difícil manipularnos, culparnos, o jugar con
nuestras emociones, verdades que motivaran el alejamiento del ofensor.

Por último, me parece importante resaltar el hecho de ser consecuente y


responsable al ser sincero y expresar esa sinceridad al mundo, no podemos ser
sinceros sólo cuando nos conviene, olvidando episodios erróneos que no hemos
intentado reparar y al mismo tiempo, exigir que “el otro” acepte de buenas
maneras nuestros sentimientos, primero que nada debemos ser consecuentes con
nuestros actos, de manera que no tengamos que arrepentirnos o culpar a otros de
nuestras decisiones, y responsables, asumiendo las consecuencias de nuestros
actos y evaluando con ecuanimidad si corresponde o no expresar un determinado
sentimiento en una situación dada.

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