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Caracalla

Caracalla
Emperador de Roma

Reinado 211 d. C. – 217 d. C.


Nombre real Marcus Aurelius Antoninus Basianus
4 de abril de 188 d. C.
Nacimiento
Lugdunum, actual Lyon
8 de abril de 217 d. C.
Fallecimiento
Mesopotamia
Predecesor Lucio Septimio Severo
Sucesor Marco Opelio Macrino
Consorte Publia Fulvia Plautilla
Dinastía Severa
Padre Lucio Septimio Severo
Madre Julia Domna

Nacido como Lucius Septimius Bassianus (Lugdunum, actual Lyon, 188 – inmediaciones de
Edesa, 217), Caracalla fue un emperador romano (211–217) de la dinastía de los Severos, con el
nombre oficial de Marcus Aurelius Severus Antoninus Augustus. El sobrenombre de «Caracalla»
hace referencia a una capa larga de origen galo cuyo uso introdujo en Roma; aunque dicho
sobrenombre nunca se utilizó oficialmente, es por el que se le conoce en toda la historiografía.

Era hijo del entonces gobernador de la provincia de la Gallia Lugdunensis y futuro emperador
Septimio Severo (193–211) y de la siria Julia Domna. Tras la toma del poder por su padre y con
sólo 7 años de edad, es nombrado César y por lo tanto sucesor; entonces su padre ordenó el cambio
de su nombre de nacimiento, Lucio Septimio Bassiano, por el de Marco Aurelio Antonino, en otro
intento de legitimación al entroncarse ficticiamente con la prestigiosa dinastía anterior. [1] En 198,
con la victoria de su padre en Oriente, es nombrado augusto y, por ende, formalmente co-
emperador, nombrando simultáneamente César a su hermano Publio Septimio Geta, que se
incorpora en el año 209 como tercer co-emperador.

Para fortalecer y a la vez proteger a su futura dinastía, en el año 202 Septimio Severo casó a
Caracalla, en contra de su voluntad, con Fulvia Plautilla, hija del prefecto de los pretorianos Fulvio
Plautiano.

Carácter de Caracalla

La descripción de un joven Caracalla respetuoso y amable contrasta con la que recibe más tarde
como emperador. Ya en las fuentes antiguas existe cierta confusión con respecto al verdadero
carácter del emperador. Se afirma que de niño era alegre, comprensivo y afable, pero que
posteriormente adoptó las típicas actitudes de un tirano: enérgico, vengativo, orgulloso, violento.

Sin embargo, debe entenderse que su carácter pudo haberse debido a la crítica situación que vivía
Roma entonces: creciente escasez de recursos, corrupción en todos los ámbitos de la
administración, poderosos enemigos en las fronteras. Tampoco debe olvidarse que varias de sus
acciones justificaron la mala opinión que sus contemporáneos tuvieron de él, como por ejemplo el
asesinato de su hermano.

Caracalla y Geta

Las relaciones de Caracalla con su hermano Geta no eran buenas. Hubo una constante rivalidad
entre ambos que se agravó con la muerte de su padre y la herencia compartida del trono el 4 de
febrero de 211. El enfrentamiento culminó en el asesinato de Geta por parte de Caracalla en Roma
en 212; aquél murió en los brazos de su madre.

Hay varios motivos para este asesinato. Algunos historiadores suponen celos y ansia de poder.
Otros apuntan a que Caracalla se adelantó de esta manera a un levantamiento de Geta con sus
partidarios. En esta dirección apunta también el hecho de que, luego de la muerte de Geta, fueron
ejecutados también unos 20.000 testigos de su implicación en el asesinato. Tras la muerte de su
hermano, Caracalla abandonó Roma para embarcarse en campañas militares y no volvió a la ciudad
hasta su muerte en 217.

Guerras de Caracalla

Tras salir de Roma, donde la población le odiaba tras las ejecuciones masivas, Caracalla emprendió
un viaje a Germania. En esta época empezó a confraternizar con sus legionarios, abandonando todo
lujo. Según algunas fuentes incluso molía su propio trigo. Lideró varias campañas exitosas contra
las tribus germánicas, aunque hay rumores de que las victorias se debían sobre todo a pagos
cuantiosos a sus adversarios. Al menos consiguió una relativa calma en las fronteras norteñas del
Imperio que perduró hasta el reinado de Alejandro Severo.

Después de esta pacificación de las fronteras del norte, comenzó sus campañas en el Este. En Grecia
desarrolló una intensa admiración por Alejandro Magno y comenzó a imitarle. En mayo de 215,
levantó su campamento en Alejandría y visitó la tumba de su ídolo. Sin embargo, su estancia tuvo
un final trágico. Tras la propagación de una sátira del asesinato de Geta de que había sido ejecutado
presuntamente en defensa propia, los legionarios de Caracalla devastaron la ciudad y asesinaron a
miles de ciudadanos inocentes. Este hecho impulsó de nuevo el odio contra el emperador.
Después, preparó una campaña contra los partos y, en provecho de una guerra civil en Partia,
consiguió una victoria en este frente. Sin embargo, el odio hacia él había fomentado una
conspiración en su propio Ejército con el prefecto de los pretorianos, Macrino como cabeza.
Caracalla fue asesinado en su marcha hacia la ciudad mesopotámica de Carrhae por el conspirador
Iulius Martialis; pero el asesino no pudo huir y murió a su vez por el lanzamiento de una jabalina.
Macrino usurpó el trono imperial por un breve tiempo (217–218). En seguida sería restaurada la
dinastía de los Severos al elevar el Ejército al sobrino de Caracalla Heliogábalo (218–222).

Logros de Caracalla

El legado más importante de su mandato fue el llamado Edicto de Caracalla o Constitutio


Antoniniana (212), por el cual se extendía la ciudadanía romana a todos los habitantes libres de las
provincias. Dicha medida, aconsejada por el deseo de acrecentar la unidad política del Imperio y de
elevar los ingresos fiscales, dio un gran impulso a la romanización, al dejar al margen de la
ciudadanía sólo a las poblaciones rurales y a los bárbaros instalados en las fronteras.

Según una inscripción encontrada en Legio (actual ciudad de León, España), durante el mandato de
Caracalla se creó una provincia en el territorio de la Hispania Citerior de duración efímera, llamada
Hispania Nova Citerior Antoniniana.[2]

En Roma, Caracalla impulsó importantes construcciones, como las termas que llevan su nombre.

Sistema financiero

Para cubrir los elevados gastos militares, Caracalla introdujo en el sistema monetario romano una
nueva moneda. Ya que su nombre original no se ha transmitido, se nombra según el emperador
«antoniniano». Se trata de un nominal originalmente acuñado en plata con el valor de 1,5 ó 2
denarios y que se distingue del último sobre todo porque el busto del emperador lleva una corona de
púas. Este nominal perdura (con algunas interrupciones) hasta la reforma monetaria de Diocleciano.

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