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Facultad: Enfermería
Fecha: 25/Sep/10
INDICE
BIBLIOGRAFIA……………………………………………………………………19
1.1CONCEPTO DE CIENCIA
Conocimiento de la vida cotidiana y su objeto puede ser el mismo. Intenta relacionar de manera
Reflexión, los razonamientos lógicos y respondiendo una búsqueda intencional por la cual se
_ Racional: No se limita a describir los hechos y fenómenos de la realidad, sino que explica
Mediante su análisis para la cual elabora conjeturas, fórmulas, enunciados, conceptos, etc.
Conjeturas sobre un hecho con la realidad y el análisis del hecho en si, que se ajustan y
_ General: Porque ubica los hechos singulares en puntas generales llamadas "Leyes".
_ Sistemático: Ya que el conocimiento está constituido por ideas conectadas entre sí, que
Forman sistemas.
_ Acumulativo: Ya que parte del conocimiento establecido previamente y sirve de base a otro
• Particular: Cuando no puede garantizar que lo conocido se cumpla siempre y en todos los
casos, como ocurre en el conocimiento: “en Otoño, los árboles pierden sus hojas”.
El empirismo considera que todo conocimiento de la Naturaleza es a pos¬teriori, sin embargo Kant
creyó que una parte de éste conocimiento es a priori (universal y necesario), y ello en base a que
“todo conocimiento empieza con la experiencia, pero no por eso todo él procede de la
experiencia”. Un conocimiento científico se adquiere de pasos metódicos y reflexivos que
conducen a conocer el qué y por qué de los fenómenos o hechos.
Conocimiento tradicional es el saber culturalmente compartido y común a todos los miembros que
pertenecen a una misma sociedad, grupo o pueblo, y que permite la aplicación de los recursos del
entorno natural de modo directo, compuesto, combinado, derivado o refinado, para la satisfacción
de necesidades humanas, animales, vegetales y / o ambientales, tanto de orden material como
espiritual Los conocimientos tradicionales, las innovaciones y la creatividad, incluido el "folclore",
han recibido una atención creciente en numerosas esferas de política, que van desde la
alimentación y la agricultura al desarrollo económico y comercial pasando por el medio ambiente,
la salud, los derechos humanos, y las políticas culturales. En varias de dichas esferas de política se
está examinando la función de los derechos de propiedad intelectual para proteger los
conocimientos tradicionales.
La Ciencia de hoy genera y alimenta todas las tecnologías que son responsables de las
transformaciones sociales, económicas y políticas. Está subyaciendo a prácticamente todos los
haceres del hombre y por ello, aunque la gran mayoría de la sociedad no lo perciba, forma parte
de la Cultura contemporánea.
Hasta hace unos cinco siglos la vida cotidiana era prácticamente idéntica en cualquier pueblo de la
Tierra. Nadie disponía de agua corriente, ni de cloacas, ni de escuelas ni de comunicaciones. La
medicina se basaba fundamentalmente en el uso de hierbas. Esto era así en París, Sevilla, Londres
o México. La vida, realmente corta, era dura y difícil en todas partes. Los nobles quizá tenían
algunas ventajas relativas, pero el bienestar que disponían ni remotamente se aproximaba al que
poseemos hoy en casi cualquier país.
Hace 500 años los europeos redescubrieron el pensamiento científico que había surgido en
la Jonia clásica, cuando el hombre comenzó a buscar en la propia Naturaleza y no en los dioses, las
causas de todos los fenómenos que observaba. Estas ideas se apagaron por mil años hasta el
Renacimiento y a partir de allí Europa se entera, por los viejos textos presocráticos, que la
Naturaleza podía entenderse a partir de causas naturales. Había regularidades registrables y no
todo era capricho divino. Así comenzó la diferenciación entre Europa y el resto del mundo. Si bien
en China se inventó la pólvora, no existía allí la Química capaz de explicar la explosión...
A partir de ese momento la velocidad del progreso estuvo determinada por el conocimiento
científico. Los pueblos que no lo adquirieron y desarrollaron, siguieron el ritmo de evolución de los
diez mil años anteriores. Esos pueblos simplemente siguieron caminando en cuanto los otros
comenzaron a correr... De esa manera terminaron marginados. Por el contrario, donde se afincó el
conocimiento científico, éste se fue acumulando con velocidad creciente y se desbordó sobre la
sociedad.
Reinstalados con el análisis en nuestro tiempo, constatamos que la Ciencia ha pasado, durante la
última mitad del siglo que acaba de terminar, por dos períodos bien definidos. En los 60 y 70 y
sobre la base de los éxitos espectaculares del quehacer científico hasta allí, la Ciencia se
transformó casi en una “religión universal”. Se creó una ideología realmente negativa,
imprescindible de separar del método científico, que hasta podría dársele el nombre de
“cientismo”. A este cientismo adhirieron todos los países, fueran capitalistas o socialistas,
desarrollados o subdesarrollados. A pesar de ello el método científico no percoló a la sociedad en
su conjunto para constituirse en bien cultural. En ese momento, aunque parezca contradictorio y
debido precisamente a la irracionalidad del planteo dogmático, se perdió la oportunidad de
instalar en los ciudadanos el pensamiento científico con todas sus potencialidades. En efecto,
cuando se pretende mal usar a la Ciencia para sustentar un dogmatismo, lo que se consigue es
aplastar a la propia Ciencia. Este es un ejemplo que debió haber incluido George Steiner en
“Nostalgia del Absoluto” 2, sus conferencias de 1974 sobre la aparición de doctrinas con función
de nuevas mitologías, especie de religiones seculares que pretenden ofrecer soluciones a todos los
grandes problemas. Mencionó allí al marxismo, al psicoanálisis, al estructuralismo, además de la
“sabiduría” Zen, la visita de extraterrestres y otros dogmas, pero olvidó al cientismo porque en
cierto modo quedó atrapado en sus mallas.
El otro período, el actual ligado al fin del siglo y del milenio, está marcado por el postmodernismo
y sus derivados. Nace la puesta en duda de todo y la falsa idea de que el conocimiento científico es
materia opinable. El péndulo cruzó hasta el otro extremo del relativismo. La Ciencia como tal
tampoco se constituye en el bien cultural que debiera.
Insistamos en que a pesar de todo, aún sin pensarlo, seguimos valiéndonos de los desarrollos
tecnológicos, que son el fruto de esa Ciencia. Más vale que no nos falte la televisión y que a un
número inmenso y fuertemente creciente, no nos priven de Internet, por favor!
• El tipo de interrogantes que se supone hay que formular para hallar respuestas en relación
al objetivo.
Cambio de paradigma
Albert Einstein, protagonista de uno de los principales cambios de paradigma científico del siglo
XX.
El cambio de paradigma tiende a ser dramático en las ciencias, ya que éstas parecen ser estables y
maduras, como la física a fines del siglo XIX. En aquel tiempo la física aparentaba ser una disciplina
que completaba los últimos detalles de un sistema muy trabajado. Es famosa la frase de Lord
Kelvin en 1900, cuando dijo: "No queda nada por ser descubierto en el campo de la física
actualmente. Todo lo que falta son medidas más y más precisas".
Cinco años después de esta aseveración, Albert Einstein publicó su trabajo sobre la relatividad
especial que fijó un sencillo conjunto de reglas superando a la mecánica de Newton, que había
sido utilizada para describir la fuerza y el movimiento por más de doscientos años. En este
ejemplo, el nuevo paradigma reduce al viejo a un caso especial, ya que la mecánica de Newton
sigue siendo una excelente aproximación en el contexto de velocidades lentas en comparación con
la velocidad de la luz.
En La estructura de las revoluciones científicas, Kuhn escribió que "las sucesivas transiciones de un
paradigma a otro vía alguna revolución, es el patrón de desarrollo usual de la ciencia madura".
La idea de Kuhn era revolucionaria en su tiempo, y causó más cambios que todos los académicos
hablando sobre ciencia. De esta manera fue en sí misma un "cambio paradigmático" en la historia
científica y de la sociología.
Los filósofos e historiadores científicos, incluyendo al mismo Kuhn, finalmente aceptaron una
versión modificada de este modelo, que consigue una síntesis entre su visión original y el modelo
gradualista que lo precedió. El modelo original de Kuhn es considerado actualmente muy limitado.
La positiva consiste en determinar las direcciones en las que ha de desarrollarse la ciencia normal,
por medio de la propuesta de enigmas a resolver dentro del contexto de las teorías aceptadas.
Los paradigmas cambian de un modo semejante (aunque en gran escala) al de las hipótesis
científicas. En los periodos de ciencia normal aparecen anomalías que las teorías integrantes del
paradigma no consiguen explicar. Durante un tiempo tales anomalías no se observan, o no se les
presta atención; después se busca su solución mediante nuevas teorías que puedan insertarse en
el paradigma vigente y, por último, ante el fracaso de ese intento, se proponen nuevos
paradigmas.
En defecto, el único progreso científico consiste, para Khun, en el trabajo que cumple la ciencia
normal para responder a las preguntas que genera su propio paradigma: pero la palabra
"progreso" es inútil para describir los cambios del paradigma, ya que éstos son incomparables
entre sí. Por otra parte el método científico sólo tiene cabida dentro de cada período de ciencia
normal, ya que las revoluciones científicas no ocurren metódicamente.
Lakatos y Kuhn tienen puntos en común: ambas concepciones filosóficas deben resistir a las
críticas basadas en la historia de la ciencia.
Thomas Kuhn expresa su idea acerca del progreso de la ciencia por medio del siguiente esquema
abierto:
{Presencia – Ciencia Normal – Crisis – Revolución – Nueva Ciencia Normal – Nueva Crisis}
Introduce la noción de Paradigma, el cual está constituido por supuestos teóricos, leyes y técnicas
de aplicación que deberán adoptar los científicos que se mueven dentro de una determinada
comunidad científica. Los que trabajan dentro de un paradigma, ponen en práctica la ciencia
normal. Es probable que al trabajar en ella, que desarrollará el paradigma en su intento por
explicar el comportamiento de aspectos del mundo, resulten dificultades (por ejemplo, se
encuentren con aparentes falsaciones). Si estas dificultades se hacen inmanejables, se desarrollará
un estado de crisis. Ésta se resolverá con el surgimiento de un paradigma totalmente nuevo, el
cual cobrará cada vez mayor adhesión por parte de la comunidad científica, hasta que finalmente
se abandone el paradigma original. Este cambio discontinuo entre paradigmas constituye una
revolución científica. El nuevo paradigma enmarcará la nueva actividad científica normal, hasta
que choque con dificultades y se produzca una nueva crisis y una nueva revolución.
Una CIENCIA MADURA se rige por un solo paradigma, quien establece las normas que dan
legitimidad al trabajo que se realiza dentro de la ciencia que rige, incluyendo la resolución de
problemas que se presentan. Para Kuhn, será justamente la existencia de un paradigma que pueda
apoyar una tradición de ciencia normal lo que establecerá la diferencia entre lo que es CIENCIA y
lo que no lo es. Carecer de paradigma implica no poseer el estatus de ciencia.
Los paradigmas están compuestos por: leyes explícitamente establecidas, supuestos teóricos,
maneras normales de aplicación de las leyes, instrumental y técnicas instrumentales,
prescripciones metodológicas muy generales y como componente adicional, algunos principios
metafísicos muy generales.
La CIENCIA NORMAL es descripta por Kuhn como una actividad de resolver problemas gobernada
por las reglas del paradigma en cuestión. El paradigma deberá proveer los medios para solucionar
los problemas que en él se formulan. Aquellos problemas que no puedan ser solucionados, serán
entendidos como anomalías y como fracasos del científico, más que como falsaciones e
insuficiencias del paradigma. Kuhn reconoce que todos los paradigmas contienen algunas
anomalías y sostiene además que un científico normal no debe criticar el paradigma en el cual se
encuentra trabajando.
El nuevo paradigma será distinto e incompatible con su predecesor; constituyen ópticas diferentes
del mundo y será adoptado no por un solo científico en particular sino por la comunidad científica
en su totalidad.
Para Kuhn, su concepción acerca de la ciencia es una teoría y no una descripción en la medida que
explicita las funciones que tienen sus componentes. Reconoce que las funciones de LA CIENCIA
NORMAL Y LAS REVOLUCIONES son necesarias: mientras se está en período de Ciencia Normal, se
pueden desarrollar los detalles de las teorías, resolver problemas y realizar trabajos teóricos y
experimentales. Se requiere que, en cierta medida, la ciencia normal sea acrítica; de lo contrario,
se estaría permanentemente discutiendo la licitud de los supuestos y métodos y no se llegaría a
realizar trabajos detallados. Las Revoluciones son la oportunidad de pasar de un paradigma a otro
mejor. Si se desarrolla una crisis, el pasaje de un paradigma a otro se hace necesario, y este paso
es esencial para el progreso de la ciencia. Si no hubiera "revoluciones", la ciencia quedaría
atrapada en un solo paradigma y no se avanzaría más allá de él, lo que constituiría para Kuhn un
grave defecto.
A continuación reseñaremos en forma de tesis las características que Khun atribuye al progreso de
las ciencias.
El desarrollo de una ciencia consiste en una sucesión de períodos de tradición eslabonados por
rupturas no acumulativas.
El progreso a través de las revoluciones sólo se da si, ante la competencia de al menos dos
paradigmas, uno de ellos obtiene la aceptación de la comunidad científica.
El progreso es nota exclusiva de la ciencia madura. El desarrollo de la ciencia es distinto al de otros
campos y sólo tiene lugar cuando la ciencia alcanza la "madurez", a la cual se arriba cuando
emergen de la teoría técnicas predictivas exitosas y cada vez mejores.
El progreso no es continuo. Ya hemos dicho que las revoluciones constituyen auténticos hiatos o
discontinuidades en el desarrollo de las ciencias.
La comunidad científica consta del cuerpo total de científicos, sus relaciones e interacciones. Se
divide normalmente en "subcomunidades", cada una trabajando en un campo particular de la
ciencia (por ejemplo existe una comunidad de robótica dentro del campo de las ciencias de la
computación).
Histórica y actualmente los científicos han usado una variedad de métodos para determinar quién
pertenece o no a la comunidad científica, lo cual es generalmente requerido para determinar qué
campos de investigación pueden ser marcados como "ciencia". Campos de conocimiento que
aparentan ser científicos, pero son juzgados como fuera de las normas de la comunidad científica,
son marcados como "pseudociencia".
Uno de los problemas centrales del quehacer filosófico de toda época ha sido el concerniente a la
relación entre la ciencia y el valor. Esta relación se hace evidente cuando analizamos la función
social del conocimiento científico.
Si abordamos el estudio del conocimiento humano desde el punto de vista del papel que
desempeña en el funcionamiento y desarrollo de la sociedad, la ciencia deviene un valor. Bajo esta
perspectiva, el saber y las ideas humanas pueden ser valoradas y encauzadas por los distintos
grupos, clases e instituciones sociales como una fuerza al servicio del hombre y el progreso social,
como una amenaza que socava las bases del poder reaccionario y caduco o como una tendencia
destructiva y enajenante, capaz de poner en peligro todas las conquistas culturales y hasta la
propia vida de la humanidad. Insistiendo sobre esta idea V. I. Lenin escribió en su obra Marxismo y
Revisionismo:
Un conocido aforismo dice que si los axiomas geométricos chocasen con los intereses de los
hombres, seguramente habría quien los refutase. Las teorías de las ciencias naturales, que
chocaban con los viejos prejuicios de la teología, provocaron y siguen provocando hasta hoy día a
lucha más rabiosa... [1]
Hace unos años fui a visitar el Museo del Prado. Las Meninas aparecían en todo su esplendor al
fondo de una amplia sala. Desde la entrada me iba aproximando paso a paso a la obra maestra. No
podía separarla del genio creador, Velázquez. ¡Qué genio! Daban ganas de entrar en el cuadro,
saludar a las Meninas, acariciar al perro, inclinarse ante los distintos personajes, estrecharles la
mano… ¿Cuál era su nombre de pila? ¿Era Diego? Quizá por la emoción del momento, me hallaba
confuso respecto al nombre. Podría haberse llamado de cualquier otra manera. Incluso el cuadro
podría haber sido obra de otro artista, un discípulo, por ejemplo. Pero no hubiera cambiado nada,
yo hubiese continuado murmurando ¡qué genio!. Sí, era don Diego de Velázquez, el genio. Poco
importaba su nombre. El caso es que, sin duda alguna había un autor, y yo no podía contemplar la
maravilla en conjunto, ni el orden de las partes, ni la geometría implícita, ni la distribución de los
pigmentos, ni cada uno de los trazos mágicos sin decirme ¡qué genio! Me resulta difícil contemplar
una obra genial aislada mentalmente del creador. Comprendo que un profesional del arte, por
decirlo así, se olvide del autor y se entretenga en el análisis de la obra al margen de la existencia y
personalidad del artista. Puede hacerse. Pero sin duda, en alguna pausa del trabajo, habrá que
pensar: ¡qué genio!
Se comprende que el científico que estudia el átomo, la molécula, la célula, el vegetal, el animal,
¡el cerebro humano!, tenga motivos para no poder separar en la mente el diseño -que contempla,
estudia, analiza y comprende cada vez más-, del Diseñador patente, no al microscopio, sino a la
mente que discurre fascinada ante las maravillas de la vida. Se entiende también que el científico
absorbido se olvide por momentos del Diseñador, pero es más difícil comprender que se olvide del
todo y aun lo niegue: «¡Velázquez nunca existió!»
Ciertamente Dios no está de parte de los que pretenden resolver cuestiones científicas a base de
revelaciones divina o viceversa. Semejante manía ha sembrado desconfianza y ha sido
aprovechada para establecer conflictos entre ciencia y fe, entre ética y ciencia. De hecho, es
sabido, en más de una ocasión, se han presentado logros científicos como destructores de la fe o
contrapruebas de doctrinas reveladas. Con el tiempo se ha visto que o no han sido rigurosos o no
tan nocivos. Normalmente se ha visto al poco tiempo que han favorecido la confianza en la
revelación divina. Entonces rara vez se hace hincapié en ello. La desconfianza, en lo que de suyo es
«no accesible» desde la ciencia positiva, va unida a un cierto déficit en la enculturación de la fe
cristiana en la sociedad tecnológica actual. Y así, la ciencia positiva se ha convertido en cultura
pública; una cultura tecno científica que impone como explicación de la realidad unos criterios
capaces de desplazar los valores cristianos.
Primero: no es competencia de la Ética dictar a la ciencia positiva lo que debe decir. Un desliz en
este punto es detectado inmediatamente por la hipersensibilidad contemporánea, no siempre
injusta.
Segundo: como queda dicho, la ciencia positiva es autónoma respecto a la Ética. El científico no lo
es. Lo que la ciencia estudia tiene Autor y el estudioso también. Por eso el científico, como hombre
que es, debe procurar ser sabio. Es de sabios intentar descubrir al autor de las obras y escrutar el
sentido que entrañan. Estudiar científicamente el Quijote prescindiendo de Cervantes, se puede
hacer y puede resultar un quehacer entretenido. Pero ¿se puede así dar razón de la obra y de cada
una de sus partes? (*) El científico debe, pues, escuchar a la Ética cuando dice una palabra fundada
en un conocimiento racional y razonable de la vida humana. La Ética es también ciencia en el
sentido clásico de la palabra. Se remonta desde los efectos a las causas. Sabe que el fin es la
primera de las causas y su mirada abarca no un fragmento sino el ser humano en su dimensión
más honda y abarcante: la libertad, mediante la cual el hombre forja su destino. La Ética es la
lógica racional que salva de la esclavitud a la libertad. Si está bien elaborada, es ciencia. Suele
olvidarse. La Ética debe hablar tras auscultar la Ciencia positiva, sobre cómo pueden utilizarse
métodos y hallazgos de modo que las técnicas no deshumanicen al hombre. Que el hombre no sea
esclavo de la técnica. Que el hombre no sea lobo para el hombre. Que el hombre sea cada vez más
sabio y más libre.
Tercero: hablando se entiende la gente. Ciencia y Ética están llamadas a respetarse y entenderse.
Las tensiones son normales entre gente de bien. Si llega la sangre al río es por falta de talento o
acaso por pereza mental. Estudiar cuesta. Rectificar no es siempre fácil. Pero humaniza, dignifica a
la persona.♦
BIBLIOGRAFIA
www.google.com
www.buenastareas.com
Esther Díaz, Mario Heler. "El conocimiento científico", Ed. Universitaria de Bs.As. Volumen 1 y 2
LEÓN GUANAJUATO.MEXICO