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Género y antropología jurídica en México

Victoria Chenaut (CIESAS)∗

La convergencia en México de los estudios de género con la antropología


jurídica comenzó recién hacia fines de la década de 1980. Hasta ese momento, si bien
hubo importantes investigaciones que se realizaron en el país en el campo de la
antropología jurídica, el enfoque de género no ocupaba un lugar prioritario en
relación con el estudio de lo jurídico.

Desde las primeras décadas del siglo XX hubo en los antropólogos


(mexicanos y extranjeros) que trabajaron en el país interés por conocer las prácticas
jurídicas y de administración de justicia en las sociedades por ellos estudiadas, sin
que lo jurídico constituya un aspecto central de las indagaciones. En diversas
investigaciones antropológicas relevantes que se llevaron a cabo a partir de los años
’30, los autores se propusieron realizar la etnografía de una comunidad o etnia, lo que
implicó (con mayor o menor intensidad), describir las disposiciones normativas que
constituyen parte de la vida social, las formas de organización política y jurídica del
grupo, así como la administración de justicia.1 Los autores también destacan las
normatividades que conciernen a los derechos y obligaciones que sustentan las
relaciones sociales entre parientes, compadres, cónyuges, etc. Si bien las mujeres
aparecen en su condición de miembros de la sociedad, no hay un intento por
analizarlas en relación con los procesos jurídicos en los cuales participan.

En un estado con alta población indígena como es el de Chiapas, desde la


década de 1940 se realizaron numerosos estudios, que se interesaron con mayor o
menor fuerza por las prácticas de justicia indígena y las formas de control social
(Dorotinsky, 1990).2 Entre ellos, destacan los trabajos de Gonzalo Aguirre Beltrán
(1981 [1953]) quien analizó la organización política y las relaciones con el Estado
nacional de indígenas tarahumaras, tzotziles y tzeltales, y tarascos de la Sierra; Duane
Metzger (1969), que investigó los patrones de uso del juzgado en un municipio
indígena de los Altos de Chiapas; June Nash (1967, 1972), que estudió las dinámicas
de interacción en un juzgado municipal, y la tasa de homicidios en una comunidad
maya de Chiapas, en relación con el sistema de control social; M. Esther Hermitte
(1970), que investigó el control social y las sanciones sobrenaturales entre los
tzeltales de Chiapas, mientras que Francesca Cancian (1975) hizo un exhaustivo
análisis de las normas indígenas en Zinacantán, Chiapas. Un autor que relaciona el
género con una cuestión que tiene implicaciones jurídicas es Brain Stross (1974),
quien analiza la condición social de la mujer entre los tzeltales de Chiapas, en
relación con prácticas del matrimonio por rapto. En síntesis, si bien en las diferentes
monografías y artículos que se publicaron hasta los ’80 se aborda el tema de lo
jurídico en cuanto a normas, derechos y obligaciones de las partes, así como formas
de gobierno y administración de justicia, lo jurídico no constituyó mayormente un
tema de central interés en las investigaciones.3


Investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (México).
Agradezco los comentarios de Helga Baitenmann, Rosalva Aída Hernández Castillo y Ann Varley.

1
La perspectiva de género en la antropología mexicana comenzó a interesarse
en los sectores indígenas y campesinos a partir de la década de 1970, siendo el texto
de Lourdes Arizpe (1975) acerca de las mujeres indígenas migrantes en la ciudad de
México pionero en este sentido. En estos años predominaban los enfoques que
tendían a identificar a “la mujer”, describiendo sus actividades, ideologías y prácticas,
mientras que en la década de 1980 hubo un viraje hacia los estudios “de género”, que
implicaba analizar las jerarquías y relaciones de poder que enlazan a hombres y
mujeres (Alberti Manzanares, 2004: 183, 186-187). La situación de las mujeres
indígenas fue analizada también desde diferentes enfoques. Por un lado, se
encontraba el que privilegiaba las estructuras de dominación provenientes de las
relaciones patriarcales, como es el trabajo de Margarita Dalton y Guadalupe Musalem
(1979) en Oaxaca. Por otro lado, se detecta el enfoque marcado por un abordaje desde
la economía política, que buscó analizar las relaciones capitalistas y su influencia en
las relaciones de género en las comunidades campesinas e indígenas, como aparece
en el trabajo de Arizpe ya citado, entre otras (Gall y Hernández Castillo, 2004: 157).
A partir de la década de 1980, desde la antropología social se intensificaron las
investigaciones y tesis de grado sobre mujeres en diversos ámbitos de la vida social
mexicana.

La antropología jurídica en México: un comienzo. Los trabajos pioneros en


antropología jurídica en México no tuvieron un enfoque de género, como se aprecia
en la obra de los antropólogos norteamericanos Laura Nader, Jane F. Collier y Philip
Parnell. A pesar de ello, los textos que estos autores escribieron proporcionan un
venero etnográfico para conocer la situación de las mujeres indígenas, ya que
documentaron las diversas maneras en que éstas se involucraron activamente en
conflictos familiares, vecinales y comunitarios. De este modo, es posible conocer las
ofensas y agravios por las que disputaban, así como los derechos que reivindicaban
en su condición de hijas, madres, esposas, parientas y miembros de la comunidad.

Las monografías de estos autores (Collier, 1973; Nader, 1990; Parnell, 1989),
así como sus diferentes ensayos y artículos sobre las regiones indígenas de México en
las cuales trabajaron,4 permiten conocer el derecho indígena en acción, y las formas
de impartición de justicia en contextos social y culturalmente situados. Aún cuando
las preocupaciones teóricas del momento no los condujeron a profundizar en las
relaciones que mantenía el derecho indígena con el derecho del estado, sus
indagaciones se centraron en lo fundamental en las prácticas jurídicas que tuvieron
lugar en el nivel del municipio indígena y en menor medida en sus relaciones con el
distrito judicial correspondiente.

Laura Nader realizó investigación de campo en la cabecera municipal de


Talea (distrito judicial de Villa Alta, Oaxaca), de población indígena zapoteca, entre
los años 1957-1968. Un aspecto relevante que subraya la autora es su consideración
de que los demandantes definen el sentido de las prácticas jurídicas, sosteniendo que
“el usuario, y en particular el demandante… es la fuerza rectora del derecho” (1998:
212). De esta manera, con sus quejas, reclamos y denuncias, las personas construyen
el derecho. Entonces, ¿de qué manera las mujeres contribuyen a este acto de

2
construcción del derecho indígena? Haciendo un análisis de expedientes archivados
en la cabecera del distrito judicial de Villa Alta, Nader (1998: 231-238) constató la
activa participación de las mujeres de Talea en los procesos jurídicos a nivel distrital,
lo que también se destaca en recientes investigaciones en el campo de la antropología
jurídica. El patrón de uso del juzgado distrital en la región indica que los hombres
resultaron ser demandados en mayor número que las mujeres, siendo también la
mayoría de los demandantes. De acuerdo a la autora, en el caso de los demandados es
donde se aprecia una mayor diferencia en el uso que hombres y mujeres realizan de la
legalidad. Así, las mujeres generalmente son demandadas por cuestiones relacionadas
por la propiedad, mientras que los hombres lo son por haber causado lesiones físicas
a otras personas. De esta manera, se aprecia el sesgo genérico en la construcción
social del delito, por lo que las “díadas conflictivas” en esta sociedad la constituyen
en primer lugar, la derivada de la relación hombre-hombre (lesiones, agresiones
físicas), luego mujer contra hombre, la de hombre contra mujer, y por último la mujer
contra mujer, de la que hubo muy pocos casos. En el análisis de Nader se observa que
las prácticas de administración de justicia indígena implican una aplicación
contextual del derecho local, y uno de los ejes que la atraviesan reside en la
incidencia que tienen las relaciones genéricas en los conflictos y disputas que se
presentan.

En la década de 1960 la antropóloga Jane F. Collier realizó su investigación


sobre el derecho indígena en el municipio de Zinacantán, Chiapas. En estos años
predominaba el paradigma funcionalista en la antropología jurídica nortemericana,
que implicaba asumir una teoría consensual de la sociedad, en la que el derecho
funcionaba como un medio de control social, y no se analizaban las relaciones de
desigualdad que permeaban los sistemas políticos y jurídicos locales, en su
articulación con el sistema nacional, perspectiva que adoptó Collier (1973) en su
monografía. La autora constató que en la sociedad zinacanteca destacan las disputas
que se producen durante el matrimonio, ya que se refieren a los roles de género y los
derechos y obligaciones de la vida conyugal. En este caso, los conflictos se
encuentran en buena medida relacionados con el carácter patrivirilocal de la sociedad
zinacanteca, en que la joven pareja debe residir al menos los primeros años del
matrimonio con la familia del marido, donde la nuera es considerada como una
intrusa, que se encuentra bajo la autoridad de la suegra. Por lo tanto, no sorprende
conocer que la mayor parte de los conflictos en el matrimonio tengan lugar en este
periodo. Por lo general, estas disputas – en que la mujer acusa al marido de violencia
doméstica, alcoholismo, agresividad, entre otras- , se solucionan en ceremonias
formales de pedido de perdón, oficiadas por un anciano que debe promover la
reconciliación entre las partes.

Al mismo tiempo que se interesó en el análisis de género, Collier


también participó de las nuevas tendencias en la antropología jurídica
norteamericana, que a partir de los años ’70 comenzó a preocuparse por los
estudios históricos, del poder y la dominación en los procesos de cambio legal,5
a partir de la influencia de autores como Pierre Bourdieu, Michel Foucault y
Antonio Gramsci, entre otros. Este nuevo enfoque pone el énfasis en estudiar el

3
poder y la dominación en los procesos históricos y el cambio jurídico, lo que
implica destacar la dimensión histórica de los sistemas normativos. June Starr y
Jane F. Collier (1989) comentan que este nuevo enfoque destaca la importancia
de las relaciones de poder y sus contextos históricos para comprender el cambio
legal, que los sistemas legales implican la existencia de relaciones de poder
asimétricas, que el derecho no es neutral, que los sistemas jurídicos y culturales
se moldean y definen mutuamente, y que el cambio legal implica una
modificación en la distribución de poderes y privilegios.

La nueva perspectiva en los estudios de antropología jurídica, le


permitió a Collier reflexionar sobre su investigación en Zinacantán a la luz de
las dinámicas del cambio social y económico, y analizar su influencia en la vida
familiar, a partir de las consideraciones locales sobre los roles de marido y
mujer (Collier, 2004). A ello se suman las nuevas observaciones que realizó en
los Altos de Chiapas durante los años 1997 y 19978 sobre los procedimientos
legales zinacantecos. Una consecuencia que se deriva del material de esta
autora, reside en constatar el hecho de que el cambio social impacta en las
dinámicas familiares, en los sistemas normativos y en el modo de resolver las
disputas.

Cuando se publicaron en inglés, los trabajos arriba citados no tuvieron


suficiente acogida en el medio académico en México, probablemente debido a
que en este país el campo de investigación de la antropología jurídica no estaba
consolidado. A ello debe sumarse el hecho de que las monografías de Collier y
Nader fueron traducidas al español recién en la última mitad de la década de
1990,6 debido a que el creciente interés por el estudio de lo jurídico suscitó la
necesidad de conocer y difundir estas obras en español. Sin embargo, el trabajo
de estas autoras es pionero, porque por primera vez las mujeres aparecen
formando activamente parte de una sociedad, en la que existen normatividades,
derechos y obligaciones, así como conflictos, en los que ellas participan
activamente cuestionando roles, jerarquías y derechos que consideran han sido
lesionados. Al analizar las disputas en que hombres y mujeres intervienen, sus
planteamientos sentaron la base para abordar el estudio de la relación entre los
géneros y el derecho en México, por lo que siguen teniendo vigencia.

En el caso de Nader (1990), su estrategia metodológica de mostrar el


uso del juzgado distrital de acuerdo al sexo de los demandantes y demandados,
es sugerente para indicar el patrón de uso de los juzgados por parte de hombres
y mujeres. Ambas autoras, al analizar casos de disputa en los juzgados
municipales de Talea, Oaxaca (Nader) y Zinacantán, Chiapas (Collier),
muestran el despliegue del universo normativo, la racionalidad jurídica que
sustenta las prácticas, las normas infringidas y cuestionadas, la situación de
pluralismo jurídico que permite a las mujeres acudir a uno u otro sistema
normativo en reclamo de sus derechos, como es el caso de la herencia, al igual
que los diferentes roles de género que son reivindicados. Por lo tanto, el
juzgado municipal se convierte en arena de negociación normativa. Collier

4
(1973) también mostró la relación que existe entre tipos de disputas y
relaciones sociales que unen a las personas (conflictos entre parientes, entre
cónyuges, en el noviazgo), en los que destaca la presencia de las mujeres.

La confluencia de visiones, intereses y preocupaciones que llevó a la


convergencia de la antropología jurídica con el género, comenzó en México a
fines de la década de 1980, y tiene varias vertientes que se expondrán a
continuación:

El Grupo de Mujeres de San Cristóbal. A partir del año 1989 se


conformó en la ciudad de San Cristóbal de las Casas (Chiapas) el Grupo de
Mujeres de San Cristóbal, una asociación civil integrada por mujeres que
provenían de variados tipos de experiencias, como ser de las comunidades
eclesiales de base, de las colonias populares de la ciudad de San Cristóbal de las
Casas, de organizaciones indígenas, así como profesionistas y militantes de
organizaciones políticas. A través de su Centro de Apoyo a Mujeres y Menores,
se propusieron brindar asistencia médica y jurídica a mujeres que hubieran sido
objeto de violencia sexual y doméstica, entre las cuales se encontraron tanto
mujeres indígenas como no indígenas. De esta manera, comenzó un diálogo
intercultural entre asesoras y mujeres afectadas, que propició que las
antropólogas que allí trabajaron desarrollaran a partir de esta experiencia una
serie de planteamientos teóricos en relación con el género y la legalidad.7

El trabajo de más de diez años con mujeres víctimas de la violencia


reveló algunas cuestiones que aparecen como una constante en posteriores
investigaciones en el campo de la antropología jurídica. Por un lado, el hecho
de la existencia de sistemas normativos diferenciados (el derecho del estado y el
derecho indígena), que se encuentran imbricados en situación de interlegalidad,
compartiendo ambos una ideología asimétrica de las relaciones de género, en
que la mujer se encuentra en posición subordinada. Por otro lado, a través de
los testimonios recopilados fue posible documentar los ámbitos en que se
expresa la violencia de género y el poder masculino en la vida cotidiana de las
familias indígenas, lo que incidió en reconocer que las jerarquías de poder
atraviesan las relaciones entre los géneros en el medio indígena, afectando los
derechos de las mujeres (Hernández Castillo y Garza Caligaris, 1995).8 Es
necesario contextualizar estos aportes, destacando que en la antropología
mexicana de fines de los ’80, en que comenzaron a elaborarse estas discusiones,
predominaban concepciones que tendían a privilegiar el cuestionamiento de las
políticas del Estado en relación con los pueblos indígenas, por lo que no había
mayor debate con respecto a las jerarquías de poder y desigualdad en las
relaciones entre los géneros en el medio indígena.

La situación de la mujer indígena frente al derecho llevó al Grupo de


Mujeres de San Cristóbal a constatar que las denuncias que éstas realizan (tanto
en el derecho estatal como en el derecho indígena) implican el tener que asumir
un papel de víctimas para obtener el apoyo de las autoridades frente a los

5
abusos de que son objeto. De esta manera, ambos sistemas normativos
requieren que las mujeres indígenas “reafirmen sus roles de género” con el
objeto de que sus requerimientos sean atendidos (Hernández Castillo, 2004b:
366).

Las mujeres y el movimiento indígena organizado. En este tema cabe


considerar la creciente participación de las mujeres indígenas en las
organizaciones de lucha por las reivindicaciones indígenas, lo que les implicó
establecer relaciones con el movimiento feminista en México. Existe una
abundante literatura que, desde diversos enfoques y posiciones, da cuenta de la
temática que se relaciona con los planteamientos de género en el movimiento
indígena y en organizaciones donde participan mujeres indígenas.9 En el
presente texto se tomará en consideración la región indígena de los Altos de
Chiapas, para señalar algunos aspectos importantes que conciernen a los
reclamos de las mujeres indígenas organizadas, que han ejercido impacto en los
estudios de antropología jurídica, en la relación dialógica que han mantenido
algunas académicas con estas mujeres.

La inserción de las mujeres indígenas chiapanecas en las organizaciones


comenzó en la década de 1980, pero con el levantamiento del EZLN en 1994,
se hizo visible a nivel nacional su participación en las organizaciones (políticas,
productivas, eclesiales de base) y en el movimiento armado. Las demandas de
género en el zapatismo se plasmaron en la Ley Revolucionaria de Mujeres, que
realiza diversos planteamientos en cuanto al reconocimiento de los derechos de
género.10 Entre ellas, cabe mencionar el reclamo por el derecho a participar en
la lucha armada y política, a trabajar y recibir salario justo, a decidir el número
de hijos, a tomar parte de los asuntos públicos y ser elegidas para un cargo en la
comunidad, a recibir atención en salud y alimentación, a elegir con quien
contraer matrimonio y no ser obligadas al casamiento arreglado por los padres,
a no recibir maltratos físicos, entre otros. De acuerdo a Márgara Millán (1998:
27), en la formulación de la ley se combinan las demandas al estado para la
obtención de derechos civiles y económicos, al EZLN de derechos políticos y
humanos, y a la comunidad por derechos sexuales y reproductivos.

Las mujeres indígenas organizadas están cuestionando sus costumbres y


tradiciones, en la medida en que éstas afectan sus derechos humanos y de
género. Así, en diversos foros han manifestado su interés porque cambien
costumbres tales como el matrimonio forzado a edad temprana, la violencia
doméstica de que son objeto por parte del marido y otros miembros de la
familia, la costumbre de no heredar tierra ni ocupar cargos en la comunidad,
entre otros (Palomo, Castro y Orci, 1997). Aunado a los reclamos que se
encuentran en la Ley Revolucionaria de Mujeres, estas reivindicaciones apuntan
a cuestionar las relaciones de poder y asimetría de género presentes en el
interior de las comunidades indígenas. Al mismo tiempo, las indígenas
reconocen la existencia de costumbres que no quieren cambiar, como el que las
traten con respeto, la fabricación de artesanías, las fiestas y ropas indígenas,

6
entre otras.11 Se observa que las mujeres indígenas no están planteando un
cambio total de las costumbres, sino sólo de aquellas que afectan su dignidad
como mujeres y seres humanos. De esta manera, asumen que su cultura no es
estática, sino que se encuentra inserta en procesos de cambio social del cual
forman parte.

A partir de enero de 1994 se intensifica la participación de las mujeres


indígenas de Chiapas en diversos foros y organizaciones, a nivel regional,
nacional e internacional.12 La participación de las mujeres indígenas en las
diversas organizaciones ha implicado que ellas asuman mayor poder en el
interior de sus familias y comunidades, motivando en muchos casos una
subversión de los tradicionales roles de género, ya que comenzaron a tomar
decisiones, a salir de las comunidades, realizar viajes, mantener relaciones de
trabajo con otros hombres que no son sus maridos, etc. Esto ha implicado un
fortalecimiento de su identidad como mujeres y un mayor reconocimiento y
respeto en las comunidades en lo que concierne a las diferencias de género y
generación (Mejía F., 2000). Este camino no ha estado libre de obstáculos,
como lo revelan diversos testimonios que indican que las mujeres han sido
cuestionadas por sus familias, produciéndose tensiones derivadas de la naciente
independencia femenina, en el centro de las cuales se encuentra el cuestionar su
reputación y el ejercicio de sus roles de esposas, madres y amas de casa, siendo
incluso objeto de violencia doméstica por parte de los maridos (Barrera
Bassols, 2003).

Las demandas de las mujeres indígenas organizadas se gestaron sin duda


en un diálogo con el movimiento feminista a nivel regional y nacional.13 En el
presente texto interesa destacar el doble impacto que han ejercido en los
estudios de antropología jurídica en México. Por un lado, muestran que el
funcionamiento del derecho indígena se encuentra permeado por las relaciones
de poder y las jerarquías de género que funcionan en el interior de las
comunidades, cuestionándose así el aparente consenso de las decisiones
familiares, comunitarias y las que se llevan a cabo en las conciliaciones
indígenas. Por otro, estas demandas han motivado que algunas académicas
reflexionen acerca de la situación de las mujeres en sociedades multiculturales.
De esta manera, consideran que el análisis de las relaciones de género debe
tomar en cuenta las diferencias culturales, para evitar la tentación de caer en
universalismos que estereotipen la condición de las mujeres (Hernández
Castillo, 2002b, 2002c; Hernández y Sierra, 2004; Sierra, 2004c).

Estado, derecho y pueblos indígenas. Otra vertiente que incidió en los


estudios de antropología jurídica y género en México, deviene de la creciente
preocupación de académicos de este país y América Latina, provenientes de las
áreas de derecho, sociología y antropología, principalmente, por indagar acerca
del tema del Estado, los derechos humanos individuales y los derechos
colectivos de los pueblos indígenas. Desde la academia, uno de los impulsores
en México de esta problemática fue Rodolfo Stavenhagen, quien publicó un

7
libro colectivo (1988), que da cuenta de la situación de violación de estos
derechos en diversos países de América Latina, así como del marco jurídico
internacional de protección a los mismos. Este autor impulsó también
seminarios de discusión, y la investigación acerca del “derecho consuetudinario
indígena”, que tuvo como resultado un libro colectivo (Stavenhagen e Iturralde,
1990), donde se presentan investigaciones realizadas en el campo del derecho,
la justicia y las prácticas jurídicas de diversos pueblos indígenas de México y
América Latina.

La conmemoración del V centenario del descubrimiento de América (1992)


fue propicio para que el gobierno de México ratificara en 1990 el Convenio 169
de la Organización Internacional del Trabajo, único convenio internacional de
reconoce en forma específica los derechos indígenas (Gómez, 1991). Además,
el gobierno mexicano realizó reformas a la constitución del país, en el sentido
de reconocer la pluralidad de culturas existentes.14 Las reformas que se
produjeron en México y América Latina en el marco jurídico nacional e
internacional, aún con sus limitaciones, motivaron un proceso de juridización
de la relación de los indígenas con los Estados nacionales, que suscitaron
intensos debates políticos y académicos.15 De esta manera, surgió una creciente
necesidad de investigar e impartir cursos acerca de los sistemas normativos de
los pueblos indígenas, el pluralismo jurídico y el carácter de las prácticas
jurídicas que vinculan a los pueblos indígenas con el derecho estatal.

A principios de los ’90 el de la antropología jurídica era un campo de


investigación que en México iba adquiriendo cada vez mayor relevancia. En
general, los temas de investigación tendían a analizar las relaciones de
articulación, conflicto y negociación entre el derecho indígena y el derecho del
Estado, buscando situar la problemática del derecho indígena en sus lógicas de
funcionamiento y en su relación con el marco jurídico nacional.

Esta necesidad de conocer y comprender los procesos jurídicos de los


que eran parte los pueblos indígenas de México implicó que no se privilegiara
el estudio desde una perspectiva de género. Sin embargo, las investigaciones
mostraban cada vez más la necesidad de adoptar un enfoque de género para
comprender los procesos sociales, culturales y jurídicos en que tenían lugar los
conflictos, en los que las mujeres (como en su momento lo habían demostrado
Nader y Collier) desempeñaban un papel central. En los años siguientes,
comenzaron a realizarse investigaciones en antropología jurídica dirigidas a
estudiar la problemática del género, entre las que cabe citar el trabajo de Anna
María Garza Caligaris (2000, 2002; y Ruiz Ortiz, 1992), Beatriz Martínez
Corona y Susana Mejía Flores (1997) e Ivette Rossana Vallejo Real (2000,
2004ª, 2004b). Otras autoras, como Helga Baitenmann, Victoria Chenaut,
Rosalva Aída Hernández Castillo y María Teresa Sierra incorporaron una
perspectiva de género en el marco de las investigaciones que estaban realizando
sobre la problemática más amplia de la justicia y el derecho en sociedades
campesinas e indígenas.

8
De lo expuesto anteriormente, resulta que hubo una confluencia de
intereses feministas, de derechos humanos, políticos y académicos que
orientaron las investigaciones en relación con la antropología jurídica y el
género en el México de los últimos 20 años. En el presente, este tipo de
estudios ha mostrado su relevancia, y aún cuando todavía son incipientes, se
presentan como un campo fértil para realizar futuras indagaciones acerca de
género y usos de la legalidad, tanto en poblaciones indígenas como en las que
no lo son.

El intenso debate y politización que ha tenido la antropología


latinoamericana en las últimas dos décadas, en relación con el tema de los
movimientos indígenas, las reformas constitucionales, los derechos indígenas y
las políticas de reforma del Estado en reconocimiento a la multiculturalidad, ha
motivado un desplazamiento de los estudios de género y derecho en sociedades
multiculturales. Habría también que considerar el hecho de que para algunos
sectores de intelectuales y del movimiento indígena organizado, se manifiesta el
temor de que los planteamientos acerca de las desigualdades de género en el
medio indígena, pueda proporcionar argumentos para cuestionar las demandas
de autonomía indígena. Cabe mencionar que en los últimos cuatro congresos
internacionales de la Red Latinoamericana de Antropología Jurídica
(RELAJU)16 las mesas que se organizaron referentes al tema de género y
derecho fueron reducidas, en relación con aquellas que trataron cuestiones
concernientes a legislación, justicia y reforma del Estado. México parece ser el
país de América Latina donde la convergencia de la antropología jurídica y el
género ha cobrado mayor fuerza.

A continuación se hará referencia de algunos de las cuestiones principales que


se han desarrollado en la antropología jurídica contemporánea de México, en relación
con el tema de género y derecho, buscando destacar los principales temas alrededor
de los cuales se han realizado las indagaciones.

Los estudios de género en México: aportes desde la antropología jurídica

Desde fines de la década de 1980, los trabajos de investigación que se


llevaron a cabo en este campo de investigación se han propuesto recuperar la
tradición de realizar trabajo de campo antropológico y de indagación en archivos
judiciales, que ha caracterizado a los estudios de antropología jurídica. De esta
manera, la observación participante proporciona valiosa información acerca de los
patrones de uso de los juzgados por parte de los usuarios del derecho, de las
interacciones que se producen entre estos y los funcionarios judiciales, de la
violencia simbólica del Estado que se ejerce en el acto judicial, así como de los
mecanismos que se utilizan para conciliar y dirimir los conflictos.

9
Por otro lado, con mayor o menor intensidad, debido a los intereses
personales y a la disponibilidad de estas fuentes, se ha valorado la importancia de
consultar los archivos judiciales, es decir, los documentos escritos que las
instituciones de justicia producen en su quehacer cotidiano. Estas fuentes
constituyen un venero etnográfico que ha sido también ampliamente utilizado por
los historiadores.

La administración de justicia en México se realiza a través del


funcionamiento de distintos niveles jurídicos jerarquizados para el acto de
impartir justicia, que se ubican en las comunidades rurales, las cabeceras
municipales, las cabeceras de los distritos judiciales, la capital de cada estado de
la federación y en ciudades importantes de distintas regiones del país, donde
funcionan los tribunales federales. Cada uno de estos niveles jurídicos produce
sus propios archivos, lo que ha permitido a los investigadores analizar las formas
de impartir justicia atendiendo a esta jerarquía. En todos los niveles aparecen las
mujeres como usuarias del derecho, siendo posible apreciar su recurso a la
jurisdicción indígena o a la legalidad del Estado, reclamando derechos y
negociando roles de género. Las fuentes judiciales permiten visualizar el
continuum procesal por el que transitan hombres y mujeres desde las comunidades
rurales hasta los más altos tribunales, en los que es posible apelar una sentencia
del juez o solicitar un amparo contra actos de la autoridad.

En las comunidades rurales predominan los procedimientos conciliatorios


que llevan a cabo autoridades, que por lo general son miembros de la comunidad,
a través de conciliaciones o juicios orales.17 Por lo general, no se realizan registros
escritos de estas interacciones comunitarias, pero Sierra (2004a) y Vallejo Real
(2000, 2004a. 2004b) pudieron acceder a los archivos de conciliaciones y
comparecencias que tuvieron lugar en algunas comunidades de un municipio
indígena de la Sierra Norte de Puebla, lo que constituye un valioso material para
conocer el recurso de las mujeres a la legalidad en el ámbito de la jurisdicción
indígena.

En los juzgados y agencias del ministerio público que funcionan en las


cabeceras de los municipios, por lo general los funcionarios son abogados que
siguen los procedimientos con apego al derecho estatal; sin embargo, en ciertos
municipios con mayoritaria población indígena (como en los Altos de Chiapas) la
justicia municipal se encuentra en manos de autoridades indígenas, y el
procedimiento se desenvuelve en el idioma del lugar (Collier, 1998, 2001). Las
instituciones de justicia que funcionan en los municipios se constituyen en
espacios de negociación normativa en situación de interlegalidad en que los
referentes normativos del derecho estatal y las normatividades locales se
encuentran en tensión al mismo tiempo que se constituyen mutuamente.

En las cabeceras de los distritos judiciales funcionan los juzgados de


primera instancia (penal) y segunda instancia (civil), donde se procesan casos
como homicidio, y juicios de divorcio. A través de los archivos judiciales que en

10
este nivel jurídico se producen, se observa que la administración de justicia se
encuentra más apegada al derecho estatal, al mismo tiempo que el conflicto
lingüístico y cultural que viven los indígenas ante el derecho se presenta con
mayor intensidad (Chenaut, 1999; de León, 2001; Martínez Martínez, 2001;
Sierra, 2004a). En general, se puede sostener que los archivos judiciales se
caracterizan porque su lógica está definida por el derecho estatal, que impone
conceptos y categorías jurídicas, como ha señalado William B. Taylor (1987). Sin
embargo, los antropólogos jurídicos han buscado comprender esta información a
la luz de la etnografía que proporciona el trabajo de campo, tomando en
consideración los contextos sociales y culturales que le otorgan sentido.

Género y derecho en regiones indígenas

Las investigaciones en antropología jurídica que se han realizado en


México en los últimos años permiten situar la condición de la mujer indígena, en
relación con los procesos jurídicos, las normatividades y los conflictos sociales
que emergen en la vida cotidiana. Los distintos temas que destacan en este campo
de investigación se manifiestan alrededor de los ejes temáticos que a continuación
se detallan. No todos ellos han sido trabajados con la misma profundidad por los
investigadores, pero con este panorama general se pretende mostrar los avances,
así como rastrear aquellos que merecen mayor investigación, y los que emergen
como prioritarios en una agenda dirigida a futuras investigaciones.18

Genero, normatividades y practicas jurídicas. En las distintas


investigaciones aparece como evidencia el hecho de que la asimetría de género
forma parte constitutiva de las relaciones sociales que se establecen en el medio
indígena. De esta manera, la observación de las prácticas jurídicas que tienen
lugar en el ámbito de la jurisdicción indígena o en el derecho estatal, revela que la
ideología de autoridades, jueces y funcionarios judiciales se encuentra permeada
por ideologías de género, que reproducen concepciones patriarcales en la manera
de interactuar con los usuarios del derecho y de llevar adelante el procedimiento
judicial (Sierra, 2004ª). Así, ocurre que en muchos casos las decisiones judiciales
tienden a ser favorables a los hombres; es común que esto suceda cuando ocurren
desavenencias conyugales, en que por lo general la mujer denuncia al hombre por
maltratos, incumplimiento de obligaciones como cónyuge y como padre,
alcoholismo, adulterio, entre otros. En estas circunstancias. se ha comprobado que
ambas autoridades, las indígenas y las del Estado, promueven la conciliación de la
pareja y el mantenimiento de la vida familiar, aún en contra de los deseos y
agravios que manifiestan las mujeres. Como apunta Collier (2004: 109-110), se
produce el efecto de que los jueces proporcionan un trato desigual a hombres y
mujeres. Un caso extremo en Zinacantán, Chiapas, sería el tratamiento que se
otorga al haber acusaciones de adulterio: si la mujer es acusada por el marido y
esto se comprueba, ella y su amante reciben un castigo. En cambio, ello no ocurre
si el hombre es acusado de tener una amante, ya que no recibe castigo. Esto
acontece sólo si la mujer es casada, y su marido interpone queja en su contra
(Collier, 2004: 110).

11
Este ejemplo muestra que el derecho indígena se encuentra atravesado por
relaciones de desigualdad y de poder, que en lo que concierne al género, implica
subordinación de la mujer con respecto al hombre. Incluso en los municipios
autónomos zapatistas de Chiapas, donde se está construyendo una normatividad
alternativa con respecto a la cultura hegemónica, se observa que en los grupos
domésticos y en las organizaciones predominan ideologías de género que
implican desigualdades, lo que se refleja en los casos que se presentan como
disputas entre hombre y mujer en el juzgado autónomo (Garza Caligaris, 2002).
Como sostiene Lynn Stephen (2002: 183) la Ley Revolucionaria de Mujeres del
zapatismo no garantiza un cambio en las prácticas que conciernen a las ideologías
de género, que forman parte de un proceso contradictorio en las comunidades
zapatistas. Por lo tanto, la Ley debe comprenderse como un “marcador
ideológico” para futuras acciones. Estos elementos tienen a indicar que las
ideologías hegemónicas con respecto al género se encuentran presentes y han
permeado las concepciones y valores en las comunidades indígenas (Sierra,
2004).

Las ideologías de género aparecen también en las prácticas de los


funcionarios judiciales en los distintos ámbitos de la administración de justicia
estatal. De esta manera, la aplicación del derecho aparece como una consecuencia,
no solo de la normatividad vigente, y de las negociaciones normativas que se
establecen en el acto jurídico, sino también del tamiz de valores e ideologías de
jueces y abogados que por lo general mantienen concepciones que tienden a
desvalorizar a la mujer indígena. Por lo tanto, suele suceder que a los prejuicios
relacionados con la pertenencia étnica, se sumen los de clase, debido a la situación
de pobreza, marginalidad y analfabetismo que viven la mayoría de los indígenas.
Beatriz Martínez Corona y Susana Mejía Flores (1997: 38) han analizado esta
cuestión en la administración de justicia distrital, municipal y comunitaria en la
Sierra Norte de Puebla, y destacan el hecho de que en caso de agresión sexual,
que por lo general es cometida por conocidos, familiares o amigos de las mujeres
que denuncian, éstas tienen que probar que el delito no fue provocado por ellas,
llegando incluso a la situación de que la validez de la denuncia se decide tomando
en cuenta su reputación.

A pesar de ello, en un estudio comparativo sobre las diversas regiones


indígenas del país se ha constatado las mujeres indígenas acuden asiduamente a
los juzgados (indígenas o estatales) para denunciar las ofensas y agravios que
lesionan su dignidad, así como reclamar los derechos que consideran han sido
lesionados (Sierra, 2004). Es más usual que las mujeres denuncien a los hombres
que a la inversa, pero también hay que tener en cuenta que existen numerosos
casos de mujeres demandadas, ya que no suelen adoptar posiciones pasivas en las
disputas (Chenaut, 2004).

EI recurso de las mujeres a la legalidad varía de acuerdo a las condiciones


y las dinámicas que caracterizan las diferentes regiones, así como a la estructura
de funcionamiento del poder judicial en los diferentes estados de la federación.

12
Por ejemplo, de acuerdo a los reportes de Sierra (2004a) y Vallejo Real (2000), en
las comunidades indígenas del municipio de Cuetzalan (Puebla), existen
autoridades indígenas que funcionan de manera estructurada para atender los
conflictos, y por ello en este nivel jurídico las mujeres acuden con asiduidad a
plantear sus agravios, más que con las autoridades municipales. En este lugar
existen instancias de mediación, como organizaciones de derechos humanos y de
abogados democráticos, que brindan asesoría jurídica a la población indígena. En
cambio, en las comunidades indígenas totonacas del distrito judicial de Papantla
(Veracruz) las autoridades que imparten justicia funcionan de manera desigual y
aleatoria, por lo que el juzgado municipal aparece como una alternativa a la cual
se acude en el recurso a la legalidad (Chenaut, 1999, 2004).

Género y violencia de género. La violencia hacia las mujeres indígenas en


México es un tema que ha suscitado numerosos reportes de investigación, desde
diversos puntos de vista.19 La perspectiva de género ha mostrado que la violencia
presenta diversas manifestaciones, sobre las cuales a la antropología jurídica aún
le queda mucho por profundizar.

Por un lado, se encuentra la violencia estructural que margina a las


mujeres en mayor medida que a los hombres, por lo que entre ellas se encuentran
mayores índices de analfabetismo, monolingüismo, pobreza, altas tasas de
desnutrición y muerte materna.20 Cabe también mencionar la violencia política,
sicológica y armada que se ejerce desde el Estado en la figura de los militares que
en Chiapas acosan sexualmente a las mujeres indígenas como forma de mostrar su
poder y dominación (Hernández Castillo, 2002a: 111). A ello hay que sumar la
violencia derivada de las luchas y el faccionalismo político como ocurrió en la
comunidad de Acteal (Chiapas), en que un grupo de hombres armados asesinaron
a sangre fría a 29 mujeres, y 12 hombres indígenas (Eber, 2002; Hernández
Castillo, coord., 1998). Es necesario mencionar también la participación de las
mujeres en las luchas armadas de sus pueblos, en respuesta a la situación de
violencia estructural que viven, como es el caso de las mujeres que integraron el
Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en Chiapas.21

La violencia doméstica que afecta en forma cotidiana la vida de las


mujeres indígenas ha sido descrita por diversos autores.22 Por lo general, las
situaciones de violencia conyugal se encuentran relacionadas con el alcoholismo y
adulterio masculino, así como con las normas patrivirilocales de residencia, por
las cuales las mujeres jóvenes conviven los primeros años del matrimonio con la
familia de los maridos, lo que constituye una fuente de numerosos conflictos y
agresiones. Este tipo de conflictos motiva numerosas denuncias en las instancias
de impartición de justicia, ya sea con las autoridades de las comunidades o en los
juzgados municipales. En muchas de estas denuncias femeninas, la agresión del
marido tuvo lugar porque consideró que ella no había cumplido con los roles de
esposa y madre, que implican la atención del marido, la casa y los hijos. Por lo
general, las denuncias de las mujeres buscan renegociar los roles de género, de
manera que ellas puedan obtener una condición de vida más digna y libre de
violencia. Se deduce que las formas de maltrato y violencia doméstica a las que

13
son sometidas las mujeres indígenas constituyen parte del tejido de relaciones de
poder y jerarquías de género que se expresan en el interior de la vida familiar.

Género, legislación e historia. Desde diferentes perspectivas, algunas


autoras han incursionado en el análisis de la legislación mexicana, como es el
caso de Ana María Alonso (1995a, 1995b), Helga Baitenmann (1997), Chenaut
(1997, 2001) y Carmen Ramos Escandón (2001). La primera destaca que el
proyecto liberal de la segunda mitad del siglo XIX buscó racionalizar el
patriarcado, lo que implicó que la subordinación de la mujer y la importancia de la
familia nuclear, se legitimaran a través del imperio del derecho. La segunda
analizó la legislación agraria mexicana desde una perspectiva de género. Por su
parte, Chenaut estudió el concepto de honor y las relaciones entre los géneros en
los códigos veracruzanos del siglo XIX, mostrando las modificaciones que tuvo el
sentido de honor, en los procesos de cambio socio-jurídico. Se destaca en estas
investigaciones la relevancia del derecho en lo que se refiere a la construcción
social de las relaciones entre los géneros.

Las autoras también incursionaron en el análisis histórico de expedientes


judiciales en los casos de delitos sexuales, y otros en los que estuvieran
involucradas mujeres. Así, Alonso (1995ª) revisó expedientes del juzgado de
Naquimipa (Chihuahua), para mostrar las contradicciones y ambigüedades en la
ideología de género que permea los procesos jurídicos; Chenaut (1997, 1999,
2002) analizó expedientes judiciales de divorcio y delitos sexuales de mujeres
totonacas y mestizas de la región de Papantla entre 1869 y 1932, y Soledad
González (1987) analizó expedientes penales del distrito de Tenango entre 1880-
1910, para mostrar las relaciones de jerarquía, autoridad y violencia que aparecen
en la vida de las mujeres campesinas. A su vez, Baitenmann (1997) estudió las
sentencias de los tribunales agrarios en las disputas por la tierra que tienen lugar
en el medio rural. Las fuentes judiciales permitieron a las autoras apreciar el
funcionamiento del aparato de administración de justicia en el medio rural, los
usos del derecho por parte de las mujeres, y constatar que éste se convierte en
arena de disputas y negociaciones normativas, así como en un espacio que permite
a las mujeres redefinir los roles de género.

. Género, multiculturalismo y derechos. El debate sobre derechos humanos,


derechos indígenas y de las mujeres en sociedades multiculturales, se ha centrado en
México sobre dos cuestiones relevantes. Por un lado, se encuentra el tema del
reconocimiento de los derechos colectivos de los pueblos indígenas, que entra en
tensión con varias de las propuestas de las mujeres indígenas, para las cuales existen
costumbres en sus comunidades que afectan sus derechos de género, como es el caso
de no recibir tierras en herencia. Esto se relaciona con el debate más amplio acerca de
si es conveniente privilegiar los derechos humanos universales o los derechos
colectivos de los pueblos indígenas (Hernández Castillo y Sierra, 2004).

Estas autoras relacionan dicho debate con la caracterización del feminismo, y


la construcción de un pensamiento feminista que debe reconocer la diferencia. Así, se
unen a los reclamos que cuestionan la existencia de un feminismo hegemónico, que

14
impone una visión de género que es producto de una concepción liberal universal
sobre los derechos humanos (Sierra, 2004d). El feminismo alternativo que plantean,
reside en debatir el tema de los derechos humanos en el interior de los pueblos
indígenas, en un diálogo intercultural, que contemple los marcos históricos y
contextos culturales de cada cultura.

Consideraciones finales

Los intensos debates de los ’90 sobre los derechos humanos y los derechos
indígenas se nutrieron con el aporte interdisciplinario de abogados, sociólogos,
historiadores y antropólogos, entre otros, que desde distintos enfoques y perspectivas
han contribuido a ampliar la discusión. La antropología jurídica se ha nutrido de estos
diversos referentes, y en lo que concierne al tema de género y derecho ha mantenido
la tradición, descendiente de los estudios de Collier y Nader entre otros, de prestar
atención a la cuestión de los derechos indígenas, derechos humanos y derechos de las
mujeres. La bibliografía que emerge a partir de fines de los 90, y ya entrado el nuevo
siglo, nos indica una creciente preocupación de las y los antropólogos sociales por
temas que se entretejen con las preocupaciones de la antropología jurídica, cuyos
límites se han mostrado porosos y receptivos para establecer un diálogo constructivo
en el campo más amplio de la antropología social y con otras disciplinas como el
derecho. Tal es el caso de la extensa literatura que se ha originado en el país sobre el
tema de la autonomía, y de los procesos jurídicos y políticos que se ha vivido en
estados de la federación como Oaxaca y Chiapas. Sin embargo, el tema del género ha
estado en gran medida ausente en estos debates.

La intersección de los estudios de género y antropología jurídica en México


muestra la situación de las mujeres indígenas desde la perspectiva de los conflictos
que las involucran, las normatividades que las rigen, los usos que realizan del
derecho, y los derechos que reivindican. La multiplicidad de temas que se despliegan
nos remiten a varias cuestiones. En primer lugar, la constatación de que la
desigualdad de género, presente en la cotidianeidad de las comunidades indígenas,
está siendo contestada por las mismas mujeres, quienes así cuestionan algunos de los
fundamentos sobre los que se constituye el derecho indígena, dado que la condición
genérica atraviesa la vida social. Este cuestionamiento de prácticas (como la violencia
doméstica) y normas (como la herencia de la tierra a los varones) es una muestra de
que las mujeres indígenas se consideran insertas en procesos de cambio social, legal e
histórico, y que son promotoras de este cambio. En este sentido, hay en sus
propuestas un reconocimiento de la situación de interlegalidad en la que se
encuentran insertas, promoviendo la utilización de referentes normativos del derecho
estatal, sobre los cuales crear y recrear su identidad. En este sentido, el pluralismo
jurídico se despliega en su dinamismo y vitalidad, mostrando la imbricación de
órdenes normativos diferenciados.

Por otro lado, desde los estudios de género y antropología jurídica emerge el
reconocimiento de que el cuestionar ciertas normas y prácticas de la sociedad
indígena no implica un rechazo total a las formas culturales que sustentan su vida
cotidiana. Por lo tanto, se destaca el tema de las construcciones identitarias, y de la

15
capacidad de agencia de los actores sociales para seleccionar su tradición y construir
su propia historia. Lo que aparece en forma constante en las distintas investigaciones
realizadas es el hecho de las mujeres indígenas hacen un uso constante y activo del
derecho (indígena y estatal), como una forma de ejercer su agencia, cuestionando
normas locales, reclamando derechos (como ser a los bienes), denunciando formas de
violencia doméstica e interpersonal, negociando roles de género. De esta manera, se
manifiesta el carácter dual del derecho: por un lado, ejerce dominación a través de sus
formas de sancionar y castigar, así como imponiendo normatividades, conceptos y
categorías jurídicas. Pero por otro lado, como se plantea en el libro de Lazarus-Black
y Hirsch (1994) el derecho se convierte en un medio para desahogar reclamos y
agravios, y por lo tanto, para resistir determinadas formas de dominación. En el caso
de la sociedad indígena, en que las mujeres se encuentran insertas en relaciones de
desigualdad, el derecho se convierte en un medio para reacomodar las relaciones
sociales y obtener derechos y garantías que se reclaman. Sin embargo, como se ha
destacado en páginas anteriores, el derecho no está exento, tanto en sus normas como
en sus prácticas, de mantener ideologías de subordinación de las mujeres, y en no
pocos casos la administración de justicia se encuentra permeada por las desigualdades
de género. El develar de manera más profunda los mecanismos de ejercicio de género
en el derecho (indígena y estatal) es una de las tareas que se ha realizado en la
antropología jurídica en México, pero que sin embargo requiere de mayores
investigaciones, no sólo en las áreas rurales, sino también en el medio urbano.

El recorrido por los orígenes y los temas que han destacado en la antropología
jurídica en México en relación con género y derecho, nos muestra un campo de
investigación en expansión, en el cual es posible reconocer algunas cuestiones
todavía no trabajadas, que merecen mayor atención de cara a una agenda de futuras
investigaciones. Una de ellas es la de la ciudadanía diferenciada que plantean las
mujeres indígenas; dado que el concepto de ciudadano es la base sobre la cual se
asienta el orden jurídico moderno en México, es importante profundizar sobre las
visiones y propuestas alternativas que se plantean desde el movimiento indígena.
Igualmente, desde otro ángulo, el concepto de ciudadanía en lo que concierne a
hombres y mujeres migrantes a los Estados Unidos de América, puede aportar
valiosos elementos para comprender la transnacionalización de prácticas culturales y
jurídicas, al mismo tiempo que se mantienen las relaciones con la comunidad de
origen, en lo que se ha denominado la “comunidad transnacional”. Otra cuestión que
merece atención concierne al tema del género y derecho agrario, sobre el cual es
necesario profundizar desde la antropología jurídica, al igual que lo referente a la
construcción de las relaciones de género y derecho en contextos urbanos y con
poblaciones no indígenas. Los aportes de los estudios de género y antropología
jurídica que se han realizado en México, nos indican la relevancia de discutir estas
cuestiones, al mismo tiempo que se busca mantener el diálogo entre lo local-regional
y lo nacional-transnacional. Los fenómenos de la globalización han impactado
fuertemente en las regiones indígenas, y una antropología jurídica de cara al futuro,
debe profundizar la mirada en los modos cómo los procesos globales afectan las
relaciones entre los géneros.

16
Por último, aquí nos interesa expresar que la emergencia de nuevas
identidades y sujetos en la realidad del México contemporáneo, sólo podrá
comprenderse en la medida en que la antropología jurídica sea capaz de mantener,
profundizar y recrear el diálogo intercultural e interdisciplinario.

1
Véase las monografías de Villa Rojas (1978 [1945]), Beals (1992 [1945]), Cámara Barbachano (1966),
Foster (1972 [1967]), y Gabriel Ospina (2000 [1948]), Lewis (1968 [1960]), Vogt (1969), entre otros.
2
En los Altos de Chiapas se concentraron varias investigaciones antropológicas de mexicanos y
norteamericanos, entre ellos el proyecto de investigación dirigido por Sol Tax (Universidad de Chicago) en
los años 1942-43, y el que dirigió Evon Vogt (Universidad de Harvard), entre los años 1957 y 1963.
3
Dadas las limitaciones de espacio, no es posible analizar aquí el conjunto de la producción antropológica del
siglo XX en México. Véase Valdivia Dounce (1994ª, 1994b) donde se presentan las diferentes
aproximaciones sobre lo jurídico que realizaron los autores que publicaron en el fondo editorial del Instituto
Nacional Indigenista.
4
Véase además Collier 1976, 1982, 1995a, 1998, 2001; Nader, 1964ª y b, 1972, 1989, 1994, 1998; Nader y
Metzger, 1963; Parnell, 1978. Aunque en varios de estos trabajos no se aborda el tema de los conflictos que
conciernen a las mujeres, se aprecia en ellos el contexto general y las prácticas de administración de justicia
en las regiones de estudio.
5
Para abundar sobre este tema véase Collier, 1995b; Sierra y Chenaut, 2002; Starr y Collier 1987, 1989. En
esta perspectiva de investigación destacan aportes de autores como Fitzpatrick (1990, 1992) y Moore (1986)
que estudiaron el colonialismo en África, y los estudios del derecho como dominación y resistencia, con
fuerte influencia gramsciana (Lazarus-Black y Hirsch, ed., 1994).
6
El libro de Parnell (1988) no ha sido traducido al español.
7
Véase Hernández Castillo y Garza Caligaris, 1995; Hernández Castillo, 2000; Hernández Castillo, 2004a.
8
En los años 1997 y 1998 algunas integrantes de este grupo realizaron talleres con mujeres pertenecientes a
organizaciones indígenas, con el fin de profundizar en sus conceptos sobre la justicia y discutir estrategias de
defensa jurídica para aquellas que fueron víctimas de la violencia doméstica (Grupo de Mujeres de San
Cristóbal, 1992; Hernández Castillo, 2000).
9
Véase, entre otros, los trabajos de Alberti Manzanares, 2004; Aranda, Botey y Robles, 2000; Barrios Ruiz,
1988; Bonfil Sánchez, 2004; Bonfil Sánchez y Martínez Medrano, Coords, 2003; Carvajal Ríos, 1988;
Gutiérrez y Palomo, 1999; Hernández Castillo, 2001, 2002ª, 2002b, 2002c, 2004; Hernández Castillo y Ortiz
Elizondo, 1996 Hernández Castillo y Sierra, 2004; Jaidopulu Vrijea, 2000; Lovera y Palomo, 1997; Magallón
Cervantes, 1988; Marcos, 2003; Mejía, 2000; Millán, 1998; Pérez y Castellanos, 1999; Ramírez, Comp,
1993; Rojas, comp y ed., 1999; Sánchez, 2000; Sierra, 2000, 2004ª, 2004b, 2004c; Stephen, 2002; Villa
Hernández, 2003; Zapata-Martelo et al, 2002.
10
Véase la Ley Revolucionaria de Mujeres en El Despertador Mexicano, 1993: Lovera y Palomo, coords,
1997: 40-41; Rojas, 1999: 19-20, y el análisis de la misma en Millán, 1998.
11
Véase Lovera y Palomo, coords, 1997 y Rojas, 1999.
12
Véase Lovera y Palomo, coords, 1997 y Rojas, 1999. El primer Encuentro Continental de Mujeres
Indígenas se realizó en Ecuador en 1995, al que le siguieron los de México (1997), Panamá (2000), Lima
(2004); además, en 2002 se realizó en la ciudad de Oaxaca, México la Cumbre de Mujeres Indígenas de las
Américas. Como resultado de estas reuniones se conformó la Coordinadora Continental de Mujeres Indígenas,
en la que participan mujeres de América Latina, Canadá y Estados Unidos (Hernández y Sierra, 2004).
13
Véase los artículos de Lovera, Marcos, Lagarde, Petrich, Cazés, entre otros, en Lovera y Palomo, coords,
1997; así como los de Lagarde, Olivera y Bedregal Sáez en Rojas, 1999.
14
La reforma al artículo 4to. Constitucional, fue publicada en el Diario Oficial de la Federación (28 de enero
de 1992). La del art. 27 constitucional reguló el marco jurídico de la tenencia de la tierra ejidal (Diario
Oficial de la Federación, 6 de enero de 1992). En los años 1990 y 1991 se reformaron las constituciones de
los estados de Oaxaca y Chipas, y en 1991 se reformaron el Código Federal de Procedimientos Penales y el
Código de Procedimientos Penales para el Distrito Federal, estableciendo que los indígenas monolingües
tuvieran un traductor durante el procedimiento judicial. Posteriormente, se reformó el artículo 2do

17
constitucional reconociendo los derechos indígenas, aunque en forma incompleta (Diario Oficial de la
Federación, 14 de agosto 2001).
15
Esta discusión se encuentra fuera de los límites de la presente introducción. Véase, entre otras, las obras de
Assies et al, 1999; Calvo y Méndez, coords.1995; Chenaut y Sierra, coords., 1995; Clavero, 1994; Derechos
indígenas en la actualidad, 1994. Gómez, 1988, 1993, 1994; Gómez Rivera, coord, 1997; Revista América
Indígena 1-2, 1998; Stavenhagen, 1989, 1992; Valdivia Dounce, 1992, 1994ª; Valdivia Dounce, coord y ed.,
1994b.
16
Los congresos se realizaron en Ecuador (1997), Chile (2000), Guatemala (2002) y Ecuador (2004).
17
México está organizado políticamente como una federación de estados, por lo que si bien el procedimiento
judicial es similar en todos ellos, hay variaciones en la forma de denominar a las autoridades del poder
judicial, y en algunos aspectos del procedimiento judicial, así como en la legislación vigente.
18
Este apartado se sustenta en las investigaciones realizadas por J. Collier, A. Garza y A. Hernández en los
Altos de Chiapas; V. Chenaut en Veracruz; B. Martínez Corona, S. Mejía, M.T.Sierra e I. Vallejo en la Sierra
Norte del estado de Puebla, E. Cruz Rueda en Oaxaca y R. Igreja Lemos en la ciudad de México.
19
Véase, entre otros, los trabajos de González Montes, 1997, 1998; Hernández Castillo, coord., 1998;
Jacorzynski, coord, 2002; Martínez Corona y Mejía Flores, 1997; Muñiz y Corona, 1996; Torres Falcón,
2003, comp., 2004;
20
Véase entre otros, Bonfil Sánchez y Marcó del Pont Lalli, 1999; Freyermuth Enciso, 2002, 2003, 2004;
González Montes, 1999.
21
Véase Lovera y Palomo, 1997; Olivera, 2002; Rojas, comp y ed., 1999.
22
Véase, entre otros, los trabajos de González Montes, 1997, 1998; Muñiz y Corona, 1996; Ramírez, comp.,
1993; Villa Hernández, 2003. Desde el campo de investigación de la antropología jurídica véase Collier,
2004; Chenaut, 1999, 2001, 2004; Garza Caligaris, 2002; Hernández Castillo, 1998, 2002c; Hernández
Castillo y Ortiz Elizondo, 1993; Martínez Corona y Mejía Flores, 1997; Mejía, Villa y Oyorzábal, 2003;
Sierra, 2000, 2002, 2004, 2004ª; Vallejo Real, 2000, 2004ª, 2004b.

Género y antropología jurídica en México


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