Nuestros antecesores, los grandes simios, poseían los enlaces neuronales necesarios
para que los distintos tipos de expresión comunicativa lograran transmitir la
información de manera adecuada; sin embargo, carecían del control coordinado de labios y lengua, y eran también incapaces de exhalar el aire controladamente. Pero incluso si hubieran sido físicamente capaces de hablar, su “habla” no se habría parecido en absoluto a la nuestra. El cerebro humano actual es de un volumen dos o tres veces mayor que el de cualquier simio viviente, y proporciona una mayor capacidad de utilizar el lenguaje hablado, de hacerlo más complejo y de razonar con él. La historia del lenguaje humano es también la historia del cerebro humano y de sus capacidades cognitivas (y de toda su cultura), pues van de la mano. Hace unos 6 ó 7 millones de años, en África, y probablemente como resultado de distinta dietas, los homínidos se separaron de otras especies de simios primitivos. Se han identificado dos géneros principales de homínidos, el australopithecus y el homo. Los australopithecus (valle del Gran Rift; 4,1 millones de años) se vieron forzados a adaptarse al cambio de las condiciones climáticas del planeta para sobrevivir. Se hicieron más carnívoros y comenzaron a andar sobre las dos piernas traseras en posición erguida, lo cual les permitía mayor comodidad a la hora de recolectar o de cazar, al tener las manos libres. Al seguir una dieta alta en calorías, la capacidad de su cerebro habría aumentado. Como los bosques africanos continuaron retrocediendo, estos australopithecus se adaptaron físicamente y mentalmente a las nuevas sabanas, áridas y abiertas. Desarrollaron una mayor cooperación entre pequeñas bandas, alargando las horas de cacería y las distancias recorridas. Ninguno de los grandes simios se ha asociado así en la sabana (aunque el chimpancé sí en el bosque). Con todo, el australo de hace 3 millones de años mostraría una capacidad lingüística del todo similar a la del gorila u otro. Dominaron la técnica del bipedalismo y se convirtieron en simios andantes, pero no en simios parlantes. No todavía. No precisamente ellos. Parece que el lenguaje oral de los humanos surge con el genero homo, que se habría originado del australo hace dos millones de años. El individuo más antiguo registrado (2,4 millones de años) es de la especie homo habilis. Apareció cuando en África volvió a cambiar el clima; pasó a ser más seco y frío; los bosques se redujeron y los prados se extendieron. Los australo (volumen cerebral de 400 a 500 cc) no estaban preparados para este nuevo entorno. El habilis (600 a 750 cc) poseía miembros más largos y más modernos, lo que explica que triunfara hace 1,6 millones de años. No poseía armas; vagaba presa de otros carnívoros; sin embargo, elaboró herramientas de piedra, tipo martillo, y sería la primera criatura capaz de dominar el fuego. Este cerebro mayor permitió la supervivencia de grupos más numerosos, que podían conseguir excedentes de comida. Esto a su vez facilitaba la formación de nuevos grupos, mayores y más complejos, que exigían sociedades más elaboradas. En este proceso sinérgico, el cerebro del habilis se desarrolló aun más, hasta el punto que sólo en su cráneo se observa por primera vez la protuberancia del área de Broca, región del cerebro indispensable para la producción del lenguaje oral y de signos