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La siguiente serie virtual representa las vidas de jóvenes adultos

enfrentándose a la realidad y al mundo, que aunque a veces es cruel


y absurdo, nos ayuda a fortalecernos como personas.

Encontrarás una historia llena de sorpresas y de jovialidad, en la que


quizás te sentirás identificado con alguno de los personajes que
encuentres en sus páginas. Mi intención es sólo entretenerte y
ayudarte quizás, con una forma divertida, a que puedas vibrar con
cada capítulo, para que así llegues a amar a los personajes tanto
como yo ya lo estoy haciendo.

Para esta historia no utilicé nombres de personas en particular, y si


alguno tuviera relación con la realidad, quiero que sepas que sólo es
parte de la coincidencia. Lo único real en ella son las vivencias,
aunque obviamente transformadas o exageradas, o minimizadas
inclusive, a lo que yo quiero expresar.

Gracias a mis amigos de esta etapa importante de mi vida que acabo


de terminar, pues sus personalidades me ayudaron mucho a descubrir
que cada uno de nosotros tiene una historia particular que contar y de
vivir la vida. Mis respetos a ustedes y espero que no les moleste que los
haya transformado en una nueva creación literaria. Ustedes saben
quienes son, y no piensen que los voy a dejar mal, espero hacer
justicia.

Les quiere,

Sebastián Araya.
Antofagasta / Febrero de 2009 / Disco Vox / 01:43 am.

Roberta de Souza y Nathaniel Orrego se encuentran en las afueras de


la disco, sentados hacia las rocas que están en la orilla de la playa.

- Espero que esta sea de la buena…


- Obvio pequeña, ¿cuándo te he defraudado? – responde
Nathaniel al mostrarle la droga.
- Eeeeh… - dice la joven pensativa
- ¡Vamos, no puedes decir eso! – le responde el muchacho
mientras le acaricia el pelo.
- ¡Es una broma!, nunca me has defraudado – dice Roberta
sonriente al lanzarse hacia su pololo, cayendo los dos a la arena
fría.
- ¡Mira lo que haces! – grita el joven - ¡te estás comportando
como una pendeja!
- ¡Sorry!, no quería ensuciar tu ropa nueva… por cierto, te queda
súper bien…
- Tu me obligas a querer estar lo mejor posible… - dice Nathaniel
al mirar fijamente el rostro de Roberta.
- ¿Qué?, ¿tengo algo en la cara? – pregunta preocupada.
- Tienes los labios más exquisitos que he visto jamás – responde el
muchacho, para luego acercarse a ella y besarla
apasionadamente.
- Ya, loco, mejor entremos de una vez, ¡quiero bailar! – dice
Roberta mientras se levanta y toma de la mano a su pololo,
obligándolo a ponerse de pie.
- ¡Espera, no!, quiero que nos hagamos cariñito más rato antes de
entrar, adentro no vamos a tener mucho espacio.
- ¡No!, ya te dije que quería que bailáramos, el domingo estaré
sola en casa… absolutamente sola, por si te interesa saber…
- Me interesa mucho… - dice con cara de picardía.
- ¡Ya, vamos!, hace rato que ya están tocando música buena, ¡ya
poh, vamos!
- ¡Por la cresta, Roberta!, ¡ya vamos! – responde Nathaniel
fastidiado.

Se pone de pie, se toman de las manos y comienzan el corto camino


que separa la orilla de la playa de la discoteque. Nathaniel se da
cuenta que un joven que se encuentra con un grupo más arriba, se
acerca hacia ellos.

- Mi amor, vamos más rápido – dice Nathaniel un poco nervioso.


- Espera, que me está entrando arena a las zapatillas y me
molesta.
- ¡Después arreglas eso en el baño, vamos! – Nathaniel tira a
Roberta del brazo.
- ¡Hey Orrego! – grita el muchacho que con anterioridad
Nathaniel había visto.
- ¡Camina, Roberta! – le exige a su polola.

El misterioso joven acelera el paso y está a muy pocos centímetros de


la pareja. Nathaniel y Roberta siguen su camino un poco más
apresurados, pero ya es imposible esquivarlo. Finalmente se
encuentran de frente con él.

- Orreguito, mira donde te encuentro, espero que no salgas con


otra excusa…
- Paredes… eh… no, yo iba… iba a pagarte cuanto antes… no te
preocupís… ¿qué te parece a la salida?, mira que ahora estoy
con ella… mi polola y veníamos a bailar… demás que tu
también venís a bailar antes… de que empiecen las clases…
¿cierto?
- ¡No poh hueón!, ¡voh tenís que pagarme ahora la cagá de
plata, porque yo también tengo que pagarle a otra persona y
no es tan fácil como decir más rato te pago, me venís
cuentiando de hace rato ya poh… - dice el joven enojado.
- Paredes, ya poh hueón déjame ir a bailar con mi mina y
después te pago, si tengo la plata…
- ¡No!, ya me aburriste poh hueón, creo que todo tiene un límite –
responde con agresividad y saca de su bolsillo un cuchillo
pequeño.
- ¡Natha, tiene un cuchillo! – grita Roberta.
- ¡Ándate de acá Roberta! – grita Nathaniel.
- ¡Ten cuidado! – grita nuevamente mientras se aleja un poco.

Los dos muchachos se ponen a pelear y los jóvenes que están afuera
comienzan a ir hacia el lugar de la pelea. Roberta saca el celular y
marca un número.

- ¿Aló Carabineros?, ¡hay una pelea en la Vox!, o sea afuera y


uno de ellos tiene un cuchillo… ¡sí trato de ver, pero no
encuentro a ninguno alrededor!, por eso llamo, ¡por favor
ayuden! – le dice Roberta por celular a un Carabinero.
- A mi no me vienen con hueás… me gustan las cuentas claras… -
dice Paredes.
- ¡Tranquilo hombre!, si te voy a pagar, te lo prometo… pero
guarda ese cuchillo.
- ¡No!, me cansaste hueón – responde totalmente fuera de sí
Paredes, y se acerca a Nathaniel con fuerza.

Mucha gente ya hay de espectadora y se puede escuchar el grito de


las mujeres en un momento determinado. Roberta se asusta y se
acerca rápidamente, dándose cuenta que el círculo formado
alrededor se separa bruscamente y Paredes corre hacia el auto azul
“enchulado” que está más arriba. Se sube y huye a toda velocidad.

- ¡Que alguien llame a una ambulancia! – grita una muchacha


que se encontraba ahí.
Roberta se acerca y con horror se da cuenta que en el suelo yace
Nathaniel, inconsciente y con su ropa manchada de sangre. Se
acerca y le toma la cabeza.

- ¡Natha!, ¡Natha!, ¡despierta amor! – grita llorando la muchacha.

El grito de la gente, el correr de los carabineros y las sirenas de la


ambulancia nos transportan hacia el Hospital Regional, unas horas
más tarde, en donde en urgencia se encuentra Roberta y los padres
de Nathaniel.

- Roberta, ¿tú sabías de las leseras en las que andaba metido


Nathaniel? – pregunta el padre de Nathaniel a Roberta.
- Sí tío, no puedo negarlo, pero yo se lo advertí, le dije que tuviera
cuidado…
- ¿Que tuviera cuidado?, ¡por Dios niñita!, él necesitaba que le
dijeran que no debía hacerlo más, ¿qué clase de polola eras?
- ¡Lo sé!, soy una mierda de persona, pero él nunca me dijo que
estaba amenazado por ese tipo…

Un hombre de mediana edad, que resulta ser el médico, sale a la sala


de espera en donde hay más gente y se acerca a los padres de
Nathaniel.

- Señores, lo lamento, pero su hijo sufrió una hemorragia severa y


un daño orgánico complejo producto de la herida ocasionada
por el arma, hicimos todo lo que pudimos, pero sufrió un paro
cardio-respiratorio y desgraciadamente falleció.

La madre de Nathaniel se desmaya de la impresión y solo es


alcanzada por su esposo quien comienza a llorar como un niño
diciendo “no puede ser”. Roberta se retira, impactada, hacia un
costado y se agacha tomándose su cabeza con las manos y
estallando en llanto.
CAPÍTULO I

“La Triste Soledad”

Desde el día en que Nathaniel murió, todo mi mundo cambió


rotundamente. Ya no era la mina alegre que iba a todas las fiestas ni
tampoco tenía las fuerzas para aguantar ni un segundo más en este
lugar, en esta ciudad en donde todo parece tan repetitivo, ni mucho
menos tenía ganas de empezar las clases de mi nueva carrera:
Gastronomía Internacional.

Recuerdo que los días posteriores mi mamá intentaba animarme con


cualquier actividad sorpresa que se le ocurriera, pero nada me daba
ánimos. No la culpo, pues ella realmente estaba preocupada y sentía
tanta pena como yo de que Natha haya fallecido, pues lo quería
como a un hijo. Si bien es cierto que ella nunca me juzgó por las cosas
que hacía, sí se preocupó de que yo estuviera metida en drogas, y fue
una conversación bastante recurrente que ella intentaba una y otra
vez iniciar conmigo, pero yo siempre le respondía que yo no traficaba,
sólo consumía y que seguramente ya no lo haría más, porque mi única
fuente de abastecimiento era él.

Las vacaciones ya estaban terminando rápidamente y seguía sin


comer ni salir. Mis noches se reducían a un llanto que sólo terminaba
con la luz del día, pues mi mamá aunque me daba mi espacio, me
obligaba a acompañarla a hacer las compras o a cosas así que para
mi realmente no tenían ningún sentido por la depresión que sentía.

Todo lo que comía lo vomitaba casi en el acto, y sólo cuando mi


mamá no me veía, o simplemente le daba la comida a “Terri”, mi
perra pastor alemán, la única que me acompañaba fielmente en este
tiempo difícil para mi.
El día llegó y sentía nervios por empezar una nueva etapa en mi vida,
pues no había sido la mejor alumna en el liceo, pero si era aplicada y
esforzada, sin embargo la idea de ir al Instituto me asustaba mucho,
sobre todo por el estado de ánimo en el que me encontraba.

No sé cómo me armé de fuerzas y me levanté de mi cama ese día. Mi


mamá estaba abajo ya despierta y estaba calentando el agua para
tomar té. Yo bajé sigilosamente las escaleras y llegué a la cocina, pues
es el camino obligado si es que quiero prender el calefón.

- ¡Hijita bella!, muy buenos días, ¿cómo durmió?


- Mejor que otros días, pero aún estoy como ida…
- Pucha mijita, tiene que sacar fuerzas, hoy es su primer día de
clases en el Instituto, y tiene que ponerle todo el empeño para
que le vaya bien en esta carrera.
- Sí sé, pero aún no puedo sacarme de la cabeza a Natha…
- Ya hija, venga para acá – le hace gestos para abrazarla – no
esté más triste, usted no tuvo nada que ver e hizo lo que estuvo
a su alcance, gracias a Dios usted está sanita y aquí conmigo,
ahora usted tiene que estar feliz, como a él le hubiera gustado
verla en su primer día de clases y cada excelente nota que se
saque hágalo por él…
- Sí mamá… eso haré, gracias por todo, sé que no he sido muy
cooperadora con sus ganas de ayudarme, pero espero que
haya entendido que esto no ha sido nada fácil…
- No hay nada que perdonar, yo la entiendo, ¡ya ahora vaya a
bañarse!, yo le prendo el calefón…
- Gracias mamá…

Subí las escaleras y por un momento sentí la presencia de Nathaniel,


como cuando él venía a verme y me esperaba en mi pieza cuando
yo aún no llegaba del liceo. Aunque sabía que ya no lo encontraría
ahí, por un momento me permití sentir como si fuera a pasar.
Luego de ducharme y vestirme con la primera ropa que encontré,
bajé nuevamente a tomar desayuno y justo estaban pasando las
noticias de la mañana. Dentro de las noticias regionales salió la
captura de Paredes, el que asesinó a Nathaniel, pues se entregó el
mismo.

- Esta es una gran señal, ¿ve mijita?, todo cae por su propio peso
– dice la madre de Roberta mientras llena la taza con agua
caliente.
- Que bueno que todas las veces que me hicieron declarar
hayan servido de algo… ahora esperemos que se seque en la
cárcel ese mal nacido…

Seguí conversando con mi mamá y no me di cuenta de lo rápido que


pasó el tiempo, cuando reaccioné me percaté que era demasiado
tarde.

- ¿Qué hora es mamá?


- Son diez para las ocho, ¿a qué hora entra?
- ¡Mierda!, entro a las ocho y media, voy a llegar atrasada, nunca
hay micros en esta hora, están todas llenas…
- ¡Váyase entonces!, ah y acuérdese que no me gusta que diga
groserías…
- Ya mamá, si tampoco es para tanto… - dice mientras toma el
último sorbo de té y come el pedazo de pan que le queda - ¡ya
me voy a lavar los dientes y me voy!
- Vaya…

Subí corriendo, me lavé los dientes y volví a bajar. Luego dije chao a
mi mamá con un beso en la mejilla y pesqué mi mochila y salí. No
tenía que caminar mucho para tomar la micro, pero estaba segura
que me costaría tomarla, porque siempre pasa a esta hora de la
mañana. Como imaginé, tuve que esperar como unos diez minutos
hasta que pasara la que me servía, la tomé y me fui parada todo el
rato. Estaba llena.

INACAP Antofagasta / 03 de Marzo / 8:27 am.

Me acuerdo que llegué al Instituto, cuando se encontraba en la


Avenida Pedro Aguirre Cerda, y lo primero que vi fue un mar de gente
amontonada en la entrada. Algunos muy tímidos, otros haciendo
amigos de inmediato, pero todos esperando a que iniciaran las clases.

En el primer pasillo, justo donde había una pequeña plazoleta, se


encontraban unos paneles con todos los horarios de las distintas
carreras para los niños nuevos de primer año. Me hice espacio entre la
gente y cuando por fin logré llegar adelante, no podía encontrar el
horario de gastronomía.

- Gastronomía… a ver… ¡aquí está! – dice Roberta con


satisfacción - ¡¿qué?!, ¿clases a las dos de la tarde?, ¡mentira
que vine por las puras!
- Disculpa, ¿tú eres de gastronomía? – dice otra niña que se
encuentra al lado.
- ¿Eh? – Roberta piensa por un momento - ¡sí!, soy de
gastronomía…
- ¡Yo también!, me llamo Natalie, mucho gusto…
- ¿Qué tal?, soy Roberta.
- Bien… oye, tu estás en la jornada de la mañana, ¿cierto?
- Se suponía, pero aquí dice que entro a las dos… ¡no entiendo!
- Es que quizás estás leyendo el horario de la tarde… nos toca
clases en la sala B-11, matemáticas.
- ¿Sabes dónde queda? – pregunta Roberta.
- No, pero creo que el pabellón B se encuentra por allá y
seguramente solo debamos buscar la sala… creo que ya
deberíamos ir andando, porque estamos un poco atrasadas…
- Sí, tienes razón, vamos…
Con Natalie llegamos a la sala luego de algunos intentos fallidos y con
suerte aún no había empezado la clase, por lo que buscamos los
primeros asientos vacíos que encontramos y nos sentamos a escuchar
nuestra primera clase que era una entretenida sesión de matemáticas.

Creo que solo escuché los primeros quince minutos, pues el resto
estuve pensando en muchas cosas, entre ellas en Nathaniel. Cuando
por fin llegó el momento de salir de clases, miré a Natalie y estaba tan
dormida como yo. Creo que la primera clase sobre los conjuntos
numéricos no había sido la mejor, y eso se notaba.

- ¿Ahora qué nos toca? – pregunta Roberta a Natalie.


- Inglés, en la sala C-05… - responde la muchacha.
- Inglés… creo que daré la hora ahí – dice Roberta inquieta.
- ¿Te cuesta? – dice Natalie – a mi no, así que te puedo ayudar…
- ¡Ah ya!, bacán… necesitaré mucha ayuda…
- No hay drama, yo sé harto, así que te puedo ayudar…

Ese ofrecimiento de Natalie me alivió mucho, porque yo era un asco


en inglés, si bien es cierto le ponía harto empeño, aún así me costaba
demasiado. No podría soportar inglés en cada semestre de la carrera
si es que no tuviera alguien que me ayudara. De esa manera pasé
inglés en el liceo.

En la clase no hicimos mucho, puesto que como era la primera, la


profesora aprovechó de conocernos y de dejar las reglas bien claras.
Creo que lograré sobrevivir el semestre con buena suerte y un poco
de ayuda.

Ya era la última clase, por lo que me estaba arreglando para irme a la


casa, cuando de pronto Natalie me habla.

- Roberta, ¿te gustaría ir a almorzar a mi casa?


- No lo sé… no quiero molestar…
- ¡Vamos!, si no hay atado, mi mamá siempre hace mucho
almuerzo, porque vivimos hartos, entonces siempre hay comida
para un regimiento… ¡anímate!
- Ehh… - Roberta piensa un poco - ¡bueno!, pero debo avisarle a
mi mamá… déjame llamarla.
- Ok.

Roberta toma su celular y comienza a marcar el número de su casa.


Su mamá contesta.

- Mamá… resulta que una compañera me invitó a almorzar a su


casa, ¿te molesta si voy?
- No hija, vaya nomás, eso le va a servir… comparta, pero no
regrese muy tarde…
- Bueno mamá… creo que esto me va a ayudar a distraerme…
- Sí, sí, pero la quiero en casa temprano…
- Sí mamá… un beso, ¡chao!

La muchacha guarda su celular nuevamente.

- Bueno, ya vamos…
- Bien, tenemos que tomar la micro, en todo caso vivo cerca.
- Está bien…
- ¿Y Roberta?, nos conocimos hoy, por lo tanto no sé nada de ti…
- ¿Qué quieres saber?
- No lo sé, ¿dónde estudiabas?, ¿estás pololeando?, cosas así…
- Estudiaba en el Liceo Técnico, y no… estoy soltera – Roberta
cambia su expresión a seria.
- ¿Tema complicado? – pregunta Natalie
- Sí… él… fue asesinado en verano…
- ¡Lo siento!... ¿es el niño que…?
- ¿El que salió en las noticias?... sí
- Lo siento mucho Roberta, ¿y cómo lo has llevado?
- Ni siquiera sé… nos conocíamos de años… sabrás cuánto lo
extraño… todavía estoy en shock…
- ¡Pucha!, pero cualquier cosa que necesites, yo estoy para
ayudarte…
- Gracias Natalie… pero prefiero llevar este dolor sólo yo…
aunque sea muy triste…
- Bueno, pero si alguna vez necesitas a un amigo en quien confiar,
no dudes en contar conmigo.
- Gracias…
- ¡Ya!, al menos por hoy cambia esa carita y vamos a mi casa a
almorzar, ahí viene la micro…

Traté de disimular por ella, pues su ánimo era muy grande y sé que
intentaba enmendar su equivocación por haberme preguntado un
tema en que no me gustaba hablar, pero de todas formas estoy
aliviada que me preguntó altiro, porque así quedaron las cosas claras
desde el principio.

Llegamos a su casa y de verdad era un regimiento. Natalie tiene


cuatro hermanos y además viven sus abuelos con ella, así que la
cantidad de comida era muy grande. Comimos algo que la verdad ni
recuerdo, pero era con ensalada, yo comí sólo porque no era mi casa,
así que disimulé todo el rato. En todo caso su familia me cayó muy
bien, son agradables y graciosos, aunque no pesqué todas sus bromas
y chistes porque de verdad tenía mi cabeza en cualquier lado.

Cuando por fin pude zafarme de su casa (diciendo que tenía que ir a
ayudar a mi mamá) salí y me puse a esperar la micro hacia mi casa.
Una pareja iba caminando por ahí, abrazados y dándose besos, lo
cual me incomodó y decidí no mirar más y colocarme mis audífonos
para olvidarme del mundo.

Al llegar a mi casa, mi mamá estaba planchando, así que la saludé y


rápidamente intenté ir a mi pieza, pero era obvio que ella quería
preguntarme sobre mi primer día de clases. Le dije que me había ido
bien y que había conocido a Natalie, pero que estaba cansada y
necesitaba ir a mi pieza.

Subí a mi habitación y tiré la mochila para cualquier lado. Me lancé a


mi cama y tapé mi cabeza con la almohada. Una invasión de
recuerdos se vino a mi mente y por más que intentaba evitarlos, era
imposible, por lo que lo inevitable vino. Fue la primera vez que lloré en
tres días.

Mi mamá me escuchó seguramente cuando subió a buscar unas


cosas y entró a mi pieza, la que lamentablemente esta vez dejé sin
pestillo.

- Hija… ya no llore más, me duele verla así – dice la madre de


Roberta – tiene que salir adelante, estoy segura que Natha no
querría verla así…

- ¿No querría?... ¡por culpa de él estoy así!, ¡es un tonto, le dije


que no hiciera estupideces! – grita llorando.

- Hija, en la vida las cosas pasan por una razón… sé que ahora no
lo entiende, pero después lo hará y verá que lo mejor que
puede hacer es seguir adelante con su vida…

- ¡No puedo!, no puedo… cada noche no duermo pensando en


él, durante el día no estoy atenta a nada porque pienso en él…
¡todo gira en torno a él y lo peor es que nunca volverá!

- Tranquilita mi niña… yo creo que es mejor que se limpie, se libere


de todo esto… ¿por qué no va al cementerio a verlo?, dígale
todo lo que siente y verá como se siente mejor… yo hice eso
con su abuelo cuando falleció, pues tuvimos una relación
bastante difícil y ahí le pude decir todo lo que sentía…

- ¿Dices que me servirá?


- Se lo aseguro mi niña… hágalo para cerrar una etapa…

- Lo intentaré… pero hoy no, estoy demasiado cansada y


además necesito hacer una tarea.

- Bueno, yo voy a seguir planchando – besa a Roberta en la


cabeza – no siga llorando más hija… después baja a tomar
onces conmigo.

- Ok mamá…

Mi mamá se fue de mi pieza y yo me quedé acostada en la cama


mirando el techo, pensando en lo que me había dicho. ¿Acaso servirá
el ir al cementerio y expresarle todo lo que siento?, la verdad no estoy
segura, pero espero que sirva para así aliviar un poco mi angustia.
Mañana, después de clases, iré a ver a Nathaniel. Por primera vez
luego de su funeral.

Aeropuerto de Antofagasta / 21:15

Una pareja de mediana edad se encuentra en el lugar de recepción


de los pasajeros esperando a alguien. Otras personas también
esperan a sus familiares o amigos y una pequeña bocanada de aire
invade el sector haciendo que la mujer se ponga su chaleco verde.

- Está haciendo frío… ¿a qué hora llega? – pregunta la señora.

- Ya debería estar por llegar, ¿acaso no sentiste el avión?

- Sí, pero ¿habrá sido el de Andrés?

- Supongo, él llamó diciendo que llegaba a las nueve un cuarto,


así que debería estar por aquí…

En el pasillo detrás de las puertas de vidrio se puede apreciar a un


joven de no más de veintiún años, que está esperando recoger sus
maletas. Espera a que algunas pasen, cuando entonces divisa la suya
y se acerca para tomarla. Luego de eso, va caminando hacia la
salida y esboza una sonrisa al divisar a sus padres.

- ¡Hijo!, ¿cómo estás?, ¿cómo estuvo el vuelo? – dice la mujer con


alegría mientras lo abraza, a lo que el joven responde un poco
frío.

- Bien mamá, me vine durmiendo casi todo el rato, al menos estoy


aquí, eso quiere decir que estuvo bien…

- Hola Andrés… bienvenido a casa nuevamente… - dice el padre,


abrazándolo.

- Papá, estás más gordo, y eso que sólo han pasado tres meses
desde que te dejé de ver…

- Sí, es que en vacaciones tú sabes que me salgo de la línea…

- No deberías por tu hipertensión, ya te lo he dicho…

- ¿Y nos vamos ya? – dice la madre al moverse y caminar hacia


fuera del aeropuerto.

- Sí, el auto está por allá atrás – responde el padre.

El joven emprende camino junto a sus padres y su rostro denota


conformismo, ninguna emoción.

Ya en el auto, el silencio impera mientras van de regreso a casa y


nadie parece romperlo. La madre trata de colocar algún tema para
hablar.

- Y Andrés… ¿cuándo empiezas las clases?

- Ya empezaron hoy, así que mañana tendré que ir…

- Ah… cuando con tu papá fuimos a matricularte nadie nos dijo


eso…
- Sí nos dijeron Inés… lo que pasa es que no te acuerdas… -
interrumpe el padre.

- No pude adelantar el vuelo, mamá, por eso tuve que llegar hoy,
lo intenté, pero la aerolínea ya había vendido todos los pasajes
así que me tuve que quedar en Santiago.

- ¿Y estás seguro que esto es lo que quieres, Andrés? – pregunta


el padre con seriedad.

- Sí papá, nunca había estado más seguro en mi vida…

- Ah ya, es bueno saberlo, porque las veces anteriores nos dijiste


lo mismo… - responde el padre.

- Ya vas a ver… te lo voy a demostrar – contraataca Andrés.

- ¡Por favor!, en la casa discutimos, ¿bien? – interrumpe Inés,


queriendo calmar los ánimos.

- ¡Es que altiro empiezan con que lo mismo de antes, que ya me


lo dijiste, me tienen chato! – grita y luego se coloca los audífonos
de su iPod, queriendo evitar los ataques de su padre.

- Sí hijo, por eso conversaremos en la casa mejor… y tú Jorge deja


de ser tan inoportuno, recién viene llegando el niño…

- Yo solo digo… - dice Jorge.

¡Hola!, soy Andrés Ferrada, tengo 21 años y estoy volviendo a


Antofagasta después de pasar dos años en Santiago estudiando
Literatura.

Me cargan mis papás, la sola idea de volver a casa con ellos no me


hacía mucha gracia y se acaba de confirmar. Vaya recibimiento.
Bueno, igual entiendo su enojo, pues no es fácil cambiarse de carrera
luego de haberles hecho pagar durante más de un año, pensión,
comida y además la Universidad. Pero les prometo que nunca quise
que esto pasara y preferí cortar por lo sano, que fue salirme para venir
a estudiar lo que siempre quise. Yo quería estudiar allá en Santiago,
pero mis padres no quisieron, pues dijeron que prefieren tenerme
cerca y controlarme, para que no se me volvieran a subir los pajaritos
a la cabeza.

Pero, como si acaso yo hubiera hecho a propósito lo de salirme… no


entiendo como pueden pensar eso. Uno no elige que no le gusten las
cosas, simplemente no gustan y punto. Al menos no pueden decir que
no lo intenté, pues sí que lo hice, y soportar estudiar algo que sientes
que no es lo tuyo, vaya que es valiente.

¿Los problemas con mi papá?, siempre los he tenido, así que esto no
ha hecho más que acentuarlos y sinceramente me da igual. Me
encargaré de demostrarle con mis notas que realmente esto es lo que
yo deseo hacer con mi vida, me importa un comino si le gusta o no,
total él no va a trabajar por mi.

Antofagasta me recibió con un viento inusual para ser marzo, pero


creo que el clima ha cambiado en estos dos años.

Lo acepto, vine poco durante el tiempo en que viví en Santiago, y


durante el verano me quedaba con suerte dos semanas, por eso
quizás me sorprende el cambio climático que ha tenido, pero bueno,
puedo volver a sentir la tranquilidad y la vida calmada del norte. Lo
había olvidado.

Mi mamá me adora, yo a ella también, pero me sofoca su


sobreprotección. Sé que lo hace por mi bien y estoy agradecido, pero
a mis 21 años creo que ya puedo cuidarme solo. No necesito de
chaperones o de padres que estén pegados queriendo saber lo que
hago o no hago, total ya viví solo dos años.
Al llegar a casa fui a mi pieza y dejé mis cosas. Ellos querían conversar
altiro conmigo, por lo que fui al comedor y me senté para explicarles
una y otra vez que esta vez no los defraudaría y que esta era la
carrera que quería. Estoy ad portas de emprender una nueva etapa y
espero que sea la mejor. Estoy ansioso.

INACAP Antofagasta / 04 de Marzo / 8:30 am.

Hoy me levanté temprano esperando que no pasara lo mismo que


ayer y pudiera tomar la micro temprano para irme a clases. Lo logré y
llegué a la sala en donde tocaba Higiene a la hora justa. Casi la mitad
del curso había llegado y la profesora no, así que busqué un asiento
cerca de la pizarra y me senté esperando a Natalie.

De pronto vi al resto de mis compañeros correr como locos hacia la


sala y detrás de ellos venía la profesora. No pude divisar a Natalie, por
lo que supuse que estaba atrasada, así que tuve que ceder el puesto
a otra compañera llamada Silvia para que sentara.

Como era el segundo día, ya algunos habían encontrado grupos para


compartir y me di cuenta que hacia la pared había un niño sentado,
pero al lado de él no había nadie, me sentí incómoda por él, pues
todos lo miraban raro, como llegó hoy, supongo, pues no lo había visto
ayer, a menos que haya estado durmiendo toda la clase o pensando
en Nathaniel, entonces era un poco dejado de lado por el resto.

La profesora empezó la clase y mientras hablaba pude darme cuenta ,


a través de los ventanales, que se acercaba Natalie. Ella golpeó la
puerta y la profesora la dejó pasar sin problemas. Ella miró
desconcertada y avergonzada, pero le hice un gesto de que sentara
con el nuevo y además le hice otro gesto para que entendiera que no
había sido mi culpa el dejarla sola.

Natalie se sentó, sacó sus cuadernos y se dio cuenta que no tenía lápiz,
pues se le habían olvidado.
- ¿Te falta lápiz? – pregunta el joven.

- Sí, creo que olvidé mi estuche por salir apurada – responde


Natalie avergonzada.

- No te preocupes, yo te presto éste, pues tengo más…

- ¡Gracias!, a todo esto… me llamo Natalie…

- Hola, yo soy Andrés, un gusto…

- No te vi ayer… ¿o estabas y no te vi?

- No, la verdad es que hoy es el primer día que vengo…

- Ahhhh, por eso…

- ¡Llega atrasada y más encima conversa! – interrumpe la


profesora.

- Lo siento profe, es que no tengo lápiz, pero ya me prestó…

- Bien… pero quiero que sepan que le regla número uno es no


conversar en clases… ¿vale?

- Está bien… - dice Natalie desganada.

- Espero que la clase termine pronto – dice Andrés susurrando a


Natalie.

- Yo también, esta vieja ya me está aburriendo…

- Ya, mejor pongamos atención… - dice Andrés.

La clase pasó súper lenta, la verdad ya me estaba quedando


dormida a los cinco minutos, la profesora era muy fome y lo único que
agradecía era que solo la vería una vez a la semana, al igual que al
de matemáticas, otro viejo verde.
Al hacer cambio de clase me acerqué a Natalie que estaba con el
nuevo y me presenté.

- Hola Nati… - dice al darle un beso en la mejilla.

- Hola Roberta, hoy te ves más animada…

- Creo que sí, pero igual voy poco a poco…

- ¡Sorry!, no los presenté… Roberta, él es Andrés, Andrés, ella es


Roberta.

- Mucho gusto Roberta, soy Andrés Ferrada.

- ¡Hola!, no te había visto ayer…

- Sí, es que llegué hoy, y ayer a la ciudad…

- ¿Ah sí?, ¿por donde andabas? – pregunta Natalie.

- Estaba en Santiago, es que yo vivía allá porque estaba


estudiando Literatura, pero me salí y mis papás no quisieron que
me quedara allá, así que me vine a Antofagasta nuevamente
con ellos…

- Mira tú… así que querías dedicarte a la literatura… interesante…

- Sí, pero no era lo mío, o sea, me gusta escribir y todo ese rollo,
pero la carrera no era para mi… por eso me salí.

- Ya, salgamos mejor, ¿vayamos al patio a esperar a la siguiente


clase? – interrumpe Roberta.

- Bueno – dicen ambos.

Durante el resto del día pude conocer más a Andrés y me di cuenta


que era una persona bastante especial. Era muy divertido, pero a la
vez muy correcto y cortés, por lo que supuse altiro que no era como el
resto de los niños que había conocido antes. Me cayó bien, supe
desde ese momento que podríamos llegar a ser buenos amigos.

Al llegar el término de todas las clases, me despedí de Natalie y de


Andrés y partí en la primera micro que me llevara al cementerio.
Estaba dispuesta a hacer lo que mi madre me recomendó que hiciera.

Al bajarme de la micro y pararme en la entrada del cementerio, pude


sentir una cosa en mi pecho. Tenía mucho miedo de hacerlo y
reconozco que varias veces intenté dar la vuelta para salir huyendo
del lugar.

Sin embargo me armé de valor, compré un clavel, entré y fui directo a


donde se encontraba Nathaniel y pude ver que lo habían ido a visitar
hace pocos días, pues tenía flores y estaba limpio. Supuse que fueron
sus padres, los que van a visitarlo cada fin de semana.

Me senté frente a su tumba en el imponente mausoleo de la familia y


con un gran respiro hondo comencé a hablarle, mientras depositaba
el clavel a su lado.

- Hola… estoy aquí, vine a verte, me atreví por fin. No quería venir
porque sabía que me volvería un mar de lágrimas y no iba a
poder soportarlo. Mi mamá me dijo que viniera y me descargara
contigo, contándote todo lo que sentía. Es raro, pero ahora
estoy petrificada sin saber qué decirte… pero si pudiera decir
aunque fuera lo más mínimo te diría que ¡eres un tonto! – dice
mientras golpea el piso - ¿¡por qué tuviste que meterte en esas
hueás!?, ¿acaso no tenías otras cosas mejores que hacer?,
¿¡ah!?, ¿¡no tenías familia, amigos, a mi!?... ¡¿por qué cresta no
confiaste en mi?!, tu pudiste haberme contado y juntos haber
buscado una solución… ¡pero no!, tú haciéndote el machito y
sin embargo no tuviste el valor de pensar un poco en el resto…
¡los que te queríamos! – algunas lágrimas recorren el rostro de
Roberta - ¿por qué Nathaniel?, ¿acaso la droga era más
importante que yo?... y no me vengas con que tú sí me querías y
que lo otro no era un vicio… ¡es que al menos pudiste haber
pagado tus deudas!... ¿acaso te importé?... sinceramente
espero que estés donde estés te encuentres bien, ¡porque acá
nos sentimos como la mierda!, ¿sabes?, tus padres no me
hablan desde ese día, porque piensan que yo no me preocupé
por lo que te pasaba y tú tampoco le contabas nada a ellos…
¡¡¡eran tus padres!!!... Nathaniel, yo te amaba… y lo seguiré
haciendo, pero fuiste un imbécil por meterte en eso… tengo
tanta rabia, contigo, con la situación, más incluso que la que le
tengo al desgraciado que te mató… ¡quiero que sepas que
quiero cerrar esta etapa!, te seguiré visitando, seguiré
recordándote con tus virtudes, con tus defectos… pero aquí ya
se acabó… tú te metiste solito en la pata de los caballos… esta
es la consecuencia de tus propios actos y aunque te ame con
todo mi corazón, te necesitaba reprender por la hueá que
hiciste, ¡que nos jodió a todos! – Roberta llora – te seguiré
recordando siempre, amor, pero no quiero sentir que sufro cada
día por ti… ya no más… ¿dejémoslo mejor?... yo sé que tu
también quieres esto… te amo y te amaré siempre, serás una
linda etapa en mi vida – dice mientras se levanta nuevamente –
y espero que para la próxima que venga a verte estés más
bonito… - dice Roberta con la cabeza gacha y queriendo
secarse sus lágrimas – ahora me voy, ya te dije lo que pensaba y
vaya que me siento aliviada… ¡hasta siempre, amor!

Roberta camina lentamente pensando y sintiéndose grandemente


liberada por lo que acaba de hacer. Se seca las lágrimas y parte
del cementerio con una sensación de haber hecho lo correcto. Si
bien es cierto amará por siempre a Nathaniel, necesita continuar
con su vida y salir adelante por ella y su futuro.

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