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¡NO CELEBRE LAS FIESTAS!

VERÁ QUÉ GOZO

Que no se ha parado usted a pensar la ocasión que le brindan para no celebrar las fiestas, que, si
no, ya estaría usted echándose a no celebrarlas, ni Navidades, ni Año Nuevo, ni Témporas, ni
Constitución...

Piense usted, lo primero, de lo que se libra: no tendrá que ir de compras, arrastrando acaso al
cónyuge cansino, a los grandes almacenes, con la tétrica ilusión de FELICIDAD en sus fachadas, ni
subir y bajar por la escalera mecánica del Limbo al Paraíso, ni calcular, en largas discusiones con la
misma cónyuge, a cuántos prójimos hay que mandar regalo, parientes ni amigos ni señores de su
mayor consideración, ni siquiera aburrirse escribiendo crismas para conseguir decir "nada" con
florituras, ni....

¿Cómo dice?: ¿que si no va a regalarle nada a nadie? Pues no, amigo: ni ahora ni nunca: ¡se va a
librar usted de la inmensa fatiga del regalo! Y verá cómo no pasa nada: simplemente, deja usted
de regalar, y ya está. ¿Que a alguno puede que le duela? ¡Qué va, hombre!: si de verdad le da
igual: si en el fondo saben que todo lo que se regala no es más que dinero forrado de papel
dorado, o sea nada, o sea lo mismo que venden en las tiendas de la nada de veras, que son los
Bancos.

O, si no, mire: recorte este anuncio, péguelo en una tarjeta bajo celofán, y vaya enseñándoselo a
todo Dios, como si hubiera salido otra secta nueva, y póngase un letrero YO SOY DE LOS QUE NO
CELEBRAN, y como las religiones se respetan tanto, ni los más creídos se atreverán a reclamarle.

Pero déjeme decirle de qué más cosas se va a librar usted no celebrando.

Se librará del latazo de la cena de la Sagrada Familia: que, ya que no puede usted sacudirse de
repente el yugo, por lo menos ¡que no le hagan tragar el bochorno y la indigestión de festejar a la
Familia Unida y Feliz, hombre, por Dios!

Y se librará de tener que hacer monadas alrededor de las 12 uvitas, con las que le hacían tragar y
confesar la fe en el Calendario de la Muerte; y de cogerse una cogorza trompetera para que vean
que es usted un tipo con marcha. Y, ya que estás obligado a pasarte cada fin de semana
aguantando el rollo feroz de la noche de discoteca a ver quién resiste más, si hasta las cinco, si
hasta las siete, ¡coño, tío!, por lo menos que no te metan encima una Extraordinaria que te deje
de aburrimiento hasta los tuétanos tragándote un retahilo de imbéciles famosos al servicio del
Señor, para acabar vomitando "Asturias, patria querida" entre los contenedores.

En fin, la tira: ¿a qué le voy a contar la de miserias de que va a librarse?, si sólo con mencionarlo ya
le está entrando un alivio y un gozo que hasta se le desperezan los pelitos: ¿a que sí?
Sí, pero en cambio —me dice usted—, lo que a lo mejor me pierdo... Bueno, pues mire: vamos a
cortar con ese estorbo de ilusiones que le queden: aquí le prometemos, con toda la seriedad que
este Rotativo le garantiza: que no le va a tocar a usted el Gordo; que no le va a salir ningún ligue
maravilloso ni en Navidad ni en Año Nuevo ni siquiera el día de los Reyes (a no ser que se haya
dedicado a no celebrar nada; que entonces, a lo mejor...); que no le va a ocurrir nada que le
ilumine esa jeta de ejecutivo que se le está poniendo; que va a acabar con la misma resaca de
tristeza que el año pasado, y el anterior, y el anterior... y así hasta la expulsión del Paraíso.

Así que ¿para qué? Ande, hombre: ¿por qué no se da usted el gustazo de no celebrar las fiestas?

Tan fácil que se lo han puesto: cómo se las tienen todas tan preparadas y diseñadas y anunciadas y
bombardeadas, como ya sabe usted al minuto las diversiones que le esperan, pues ya está: puede
darlas tranquilamente por pasadas, ¿no? Lo programado, ya es pasado.

Ni hace falta tampoco que ande buscando contracelebraciones ni refugios para escapar de las
fiestas, nada: la vida corriente basta: cuanto más corrientita, más gozo. Ya sólo con ver cómo los
demás hacen a su alrededor el memo y cumplen el programa... Pero no: más gozo; más hondo
todavía.

Puede que al principio le cueste no dejarse arrastrar: las lucecitas y los bocinazos con que los
popós suelen tan entusiásticamente celebrarlo (¡como que son de ellos, las fiestas!) se le meten a
uno por los poros. Y peor aún, los parientes, los amigos, las novias, los pretendientes, que le
llamen, que le inviten, que lo acosen... Sí, será algo duro.

A lo primero sentirá usted el vacío, el tiempo vacío que le queda por sola compañía; pero usted
siga sin celebrar, siga con la rutina de su vida, como si nada; y ya verá cómo a medida que los días
pasan, y va usted no celebrando, y no señor, y no, y no, se le va encendiendo dentro una candelita
de alegría, va sintiendo resucitar por los ojos, por las manos, un niño sin ilusiones, un aliento de
vida y de pensamiento; y el no haber celebrado las fiestas se le convertirá en un tesoro de Reyes
Magos verdaderos.

Agustín Garría Calvo

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