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29.

LOS TELEFONOS FALSOS DE EL CHINO

La Policía mintió al juez al atribuir a Jamal Ahmidan dos


tarjetas telefónicas relacionadas con la de la mochila de
Vallecas
Nuevas mentiras que añadir al listado de falsedades en que se ha convertido el sumario
sobre el peor atentado de nuestra historia.

De todas las tarjetas del 11-M relacionadas con la de la mochila de Vallecas, sólo hay
dos cuyos propietarios sigan vivos después de la explosión del piso de Leganés. Pero
nadie se ha molestado en interrogar a esas dos personas para saber si es verdad que esas
tarjetas se adquirieron en un locutorio de Lavapiés. Y la razón es que al juez Del Olmo
se le volvió a engañar en los informes policiales, atribuyendo ambas tarjetas a Jamal
Ahmidan, El Chino.

Ya hemos publicado anteriormente que existe una tarjeta telefónica relacionada con la
de la mochila de Vallecas que tiene una gran importancia. Se trata de la tarjeta
656722489, atribuida por la Policía a Jamal Ahmidan, El Chino. Esa tarjeta mantuvo
diversas conversaciones con el confidente Rafá Zouhier en diversos días clave
anteriores y posteriores a la masacre de Madrid, a pesar de lo cual nadie había
interrogado a Rafá Zouhier sobre el contenido de esas conversaciones telefónicas.
 
La razón de que nadie se molestara en interrogar a Zouhier a este respecto es muy
simple: en realidad, la Policía mintió al juez al decir que esa tarjeta pertenecía a Jamal
Ahmidan. Y se mintió al juez para evitar que declarara el verdadero propietario de esa
tarjeta.
 
¿Quién compró la tarjeta de Vallecas?
 
Con los datos del sumario en la mano, ni siquiera sabemos hoy, dos años y medio
después del atentado, a quién se le vendió la tarjeta telefónica de la mochila de Vallecas.
Esa tarjeta fue, supuestamente, vendida en el locutorio de Lavapiés propiedad del
marroquí Zougham, pero ¿quién la compró?
 
Hay en el sumario una declaración de un testigo (Rachid “El Gordo”) en la que éste
afirma que quien compró las tarjetas telefónicas en el locutorio fue Jamal Ahmidan, El
Chino. En concreto, ese testigo afirma que Jamal Ahmidan compró varias tarjetas a un
empleado de Zougham y al día siguiente fue a cambiar una de ellas porque resulta que,
después de probarla, esa tarjeta no tenía saldo.
 
Pero esta declaración tiene todos los visos de ser falsa. Está demostrado (con los datos
de las compañías telefónicas) que la tarjeta encontrada en la mochila de Vallecas y las
otras seis que se activaron en Morata no fueron utilizadas nunca antes de la madrugada
9 de marzo y sólo se activaron una única vez. Si Jamal Ahmidan hubiera probado las
tarjetas, entonces se habrían activado dos veces: una al probar si tenían saldo y otra al
montar las bombas el día anterior a los atentados. Por tanto, debemos descartar la
declaración de ese testigo y seguimos teniendo la duda: ¿quién compró las tarjetas
supuestamente usadas en las bombas?
 
Hay otro dato más que nos confirma que hay gato encerrado en lo que nos han contado
sobre la tarjeta de la mochila de Vallecas. Como ya hemos dicho en un capítulo anterior,
al locutorio de Lavapiés propiedad de Zougham llegaron 200 tarjetas, entre las cuales se
supone que estaban la de la mochila de Vallecas y las otras seis que se activaron en
Morata.
 
Lo normal es que la Policía hubiera “peinado” todas las tarjetas que pudieran componer
ese lote de 200, para tratar de localizar todas las tarjetas que los terroristas hubieran
podido utilizar. Pues bien, dos años después de la masacre, la Policía ni siquiera había
pedido a las operadoras telefónicas los datos de muchas de las tarjetas que podían
componer ese lote de 200.
 
¿Es normal esa dejadez? ¿Se trata de un simple fallo policial, o lo que se estaba
intentando era recabar el mínimo número posible de datos para construir una versión
oficial, sin aportar demasiados datos, no fuera a ser que afloraran contradicciones?
 
Las contradicciones de los datos telefónicos
 
Porque lo cierto es que, cuando uno se pone a escarbar en los datos telefónicos, las
contradicciones afloran a mansalva, como si fueran setas.
 
En efecto, está demostrado con los datos del sumario que varios de los supuestos
implicados en el 11-M adquirieron (y utilizaron) algunas de las tarjetas que podrían
formar parte de ese lote de 200 que llegó al locutorio de Zougham. No nos referimos a
la tarjeta de la mochila de Vallecas ni a las que se activaron en Morata (porque ésas no
sabemos quién las compró). A las que nos referimos es a otras tarjetas, que fueron
utilizadas para hacer llamadas en las dos semanas previas al atentado (véase El
Enigma,“Los intocables”).
 
Los informes policiales indican cuáles son esas tarjetas utilizadas por los miembros de
la trama y detallan quién era el presunto terrorista que utilizaba cada tarjeta. Pero esos
informes policiales están plagados de falsedades.
 
En concreto, dos de las tarjetas usadas por los miembros de la trama son atribuidas por
la Policía a Jamal Ahmidan, El Chino. Se trata de las tarjetas 656720759 y 656722489.
Pero es mentira que esas tarjetas fueran de Jamal Ahmidan. Basta con leer las actas de
registro incluidas en el sumario del 11-M para ver que el soporte de cartón de una de
esas dos tarjetas (la que lleva el número 656720759) apareció en la casa de un primo de
Jamal denominado Hicham Ahmidan, en la Avda. Cerro de los Angeles 30. Lo que
indica que no era Jamal, sino su primo, el propietario de esa tarjeta.
 
Y basta con leer las transcripciones de las conversaciones grabadas a los imputados para
ver que quien usaba la otra tarjeta (la que mantuvo las conversaciones con Zouhier y
que tenía por número el 656722489) no era Jamal Ahmidan, sino otro pequeño
delincuente llamado Rachid Tachti (alias Rachid El Niño).
 
¿Por qué la Policía mintió, una vez más, al juez, atribuyendo a Jamal Ahmidan unas
tarjetas telefónicas que no eran suyas? Pues, como vamos a ver a continuación, da toda
la sensación de que se mintió al juez para evitar que declararan los verdaderos
poseedores de esos dos números telefónicos.
 
Los dos marroquíes
 
Hicham Ahmidan y Rachid Tachti tienen tres cosas en común:

 la primera es que ninguno de los dos tiene nada que ver con el islamismo, sino
que ambos son delincuentes comunes dedicados al narcotráfico a pequeña
escala.
 la segunda es que son las dos únicas personas vivas (tras la explosión del piso de
Leganés) de las que tengamos constancia de que usaron alguna de las tarjetas
telefónicas supuestamente compradas en el locutorio de Zougham por los
miembros de la trama.
 y la tercera cosa en común son las peripecias sufridas por ambos para tratar de
obstaculizar su declaración ante el juez.
Porque lo cierto es que, a fecha de hoy, nadie le ha preguntado a ninguno de esos dos
individuos algo tan simple cómo: ¿dónde y cuándo compró usted esa tarjeta que podría
pertenecer al lote de 200 que llegaron al locutorio de Zougham?
 
En realidad, al analizar el sumario, nos encontramos que la cosa es aún peor. Como
ahora veremos, se ha hecho todo lo posible para que nadie tratara de aclarar qué pintan
estos dos individuos en el relato de los hechos.
 
El caso de Hicham
 
El caso de Hicham Ahmidan resulta sangrante. No sólo es que nos podría aclarar el
misterio de dónde se compraron las tarjetas telefónicas, sino que el sumario está plagado
de datos que indican que Hicham Ahmidan jugó un papel fundamental en la trama del
11-M:

 su coche ya fue detectado con anterioridad a los atentados del 11-M, en los
seguimientos realizados al comando de los hermanos Almallah y a El Tunecino.
 en el registro de su casa apareció una tarjeta telefónica del mismo lote que la
encontrada en la mochila de Vallecas
 sus huellas dactilares aparecen en el coche habitualmente utilizado por El Chino,
propiedad de la suegra de éste
 fue el encargado de falsificar tres de las matrículas usadas por los miembros de
la trama
 también aparecen sus huellas dactilares en la casa de Morata de Tajuña
 en uno de sus coches apareció ropa con el ADN del propietario de la furgoneta
de Alcalá

Aparece su rastro, como vemos, en casi todos los escenarios de la trama, a pesar de lo
cual, el juez no ha llegado a tomarle declaración nunca.
 
Lo que nos cuentan es que este individuo desapareció de España y huyó a Marruecos
antes del 11-M. Pocas semanas después de los atentados, saltó a los medios la noticia de
que este individuo había sido (supuestamente) detenido en Marruecos por tráfico de
drogas. Y más adelante también se filtró la noticia de que había sido condenado a ocho
de prisión por narcotráfico, condena que estaría cumpliendo en la actualidad en el país
vecino.
 
Esto no hubiera debido impedir que se le tomara declaración, pero el juez Del Olmo ni
siquiera se había molestado, dos años después de la masacre, en mandar una comisión
rogatoria a Marruecos para interrogarle. Y eso a pesar de que se lo solicitó
explícitamente alguno de los abogados de la acusación. ¿Ustedes lo entienden? Porque
yo no.
 
¿Es que ni la Policía ni el juez tenían el más mínimo interés en saber por qué aparecen
las huellas de este individuo en tantos escenarios relacionados con los atentados? ¿No
les interesaba conocer dónde podía haber adquirido esa tarjeta relacionada con la de la
mochila de Vallecas?
 
El caso de Rachid
 
El caso de Rachid Tachti es aún más esperpéntico. Sería, junto con Hicham Ahmidan, la
única persona que podría aclararnos dónde y cuándo compraron las tarjetas telefónicas
los miembros de la trama. Pero, cuando uno de los abogados de las defensas solicitó al
juez, el 4 de abril de 2005, que tomara declaración a Rachid Tachti, la Policía contestó
que acababa de ser expulsado de España tres días antes, en aplicación de la Ley de
Extranjería. Qué casualidad, ¿verdad? ¡Es increíble la mala suerte que tienen nuestros
investigadores (salvo entre el 11-M y el 14-M, claro)!
 
Así pues, la Policía había supuestamente expulsado de España a ese testigo tres días
antes de que lo solicitara el abogado de la defensa. Sin embargo, pocos meses después,
en diciembre de 2005, ese individuo que nos decían que había sido expulsado fue
detenido por apuñalar a una persona en la discoteca Joy Eslava.
 
La explicación que dio la Policía es que había vuelto a entrar ilegalmente en España
poco después de ser expulsado.
 
Discúlpenme la suspicacia, pero después de tantas mentiras, ¿creen ustedes que me paso
de desconfiado si digo que no creo que llegaran a expulsarle nunca? ¿Llegó a salir
Tachti de España en algún momento? Quiero suponer que sí, pero no le haría ascos a
una constancia documental. Son tantas las veces que se ha mentido a Del Olmo desde
organismos dependientes del Ministerio del Interior que no me extrañaría en absoluto
una mentira más.
 
¿Se mintió al juez para evitar que este testigo declarara?
 
El caso es que el juez Del Olmo, después de la detención de este individuo tras el
apuñalamiento de Joy Eslava, pudo por fin tomarle declaración. Pero no pudo
preguntarle por la tarjeta relacionada con la de la mochila de Vallecas, porque la Policía
seguía sosteniendo en sus informes que esa tarjeta correspondía a Jamal Ahmidan El
Chino, ocultando que su verdadero propietario era Rachid El Niño.
 
¡Pobre juez Del Olmo! Entre lo que no le han dejado investigar, lo que le han
teledirigido y lo que no ha querido investigar él, el sumario del 11-M se le derrumba.
Los hilos de las conexiones telefónicas, que permitieron construir la tela con la que
trabar las tres pruebas falsas del caso, van a empezar a destejerse.
 
¿Se animará el juez a interrogar, como es su obligación, a esas dos únicas personas
vivas que podrían decirnos dónde se compraron las tarjetas relacionadas con la de la
mochila de Vallecas?
 
Aunque, bien mirado, a lo mejor el juez y la Policía tenían sus razones para no
interrogarles. Total, ¿a quién le importan unas tarjetas relacionadas con otra tarjeta que
apareció en una mochila que jamás estuvo en los trenes?

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