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-eche pa¶ delante la silla.- Natalia señaló hacia una silla que estaba al lado de la puerta-

¡ésa! ¡Paquito«Paquitooooooo! La silla... ¡Muévala! ¡No sea mula , muchacho!

Pero Paquito embobado con la parvada que cruzaba el cielo, no escucha los gritos de su

madre.

-Ah, que lindo sería volar- pensaba Paquito, sumergido en el vuelo de aquellas aves. No

sabía que ellos, como nómadas parecían una parvada, emigrando de un lado para otro,

siempre tratando de encontrar el jefe de la familia. Durante años, en cada mudanza, en

el pequeño espacio de una carreta acomodaban los muebles, era simple embarcarlos, lo

difícil era que la carreta seguía siendo la misma, pero la prole había aumentado. A cada

año, era un niño más, acomodar a los escuincles era lo complicado. Tenían que cuidar el

peso así que los mayores viajaban a pie y en ocasiones los pequeños viajaban sobre los

hombros de sus mayores.

- ¡Paco!- le dijo su madre mientras le pegaba duro en la cabeza- Paco ¡despierte! Cómo

es posible, ¡mueva esa silla! No ve que todos tenemos que caber en la carreta y esa silla

estorba, también va.

- Ay ama- dijo Paquito al tiempo que se sobaba la cabeza- pos¶ siempre es lo mismo :

que súbela , que bájala , que atórala, ¿cuando nos vamos a quedar en un mismo lugar?

Pos¶ ya me hastié ama, luego pa¶ qué, apenas llegamos y los gringos mueven a mi apa

pa` otro lado, y ahí nos quedamos solos y hambreados esperando que mande por

nosotros..y pos nunca manda, ama. ¡Nunca manda!

- A usted que le importa Paquito. Usted calle y obedezca, las decisiones las tomo yo,

que pa¶ eso soy la madre.

Y diciendo esto, Doña Natalia, se dio a la media vuelta y continuó moviendo bultos y
acomodando hijos.

Dentro de la casa, su madre, Doña Celia, la sentía ir y venir.

- Natalia, a que la chingada, con tanto borujo «darás a luz antes de tiempo, ten

³pacencia´ mi¶ja, que caminaremos como quince lunas pa¶ por entrar a la cañada, y pos

luego seguro el camino será harto trabajoso, puede pasar cualquier cosa, ³poe´ que

hasta se te venga el escuincle« ése que traies en la barriga..y pos mejor nos quedamos

acá«hasta que te paries.. ¿cómo la sientes? Natalia, Nos va a llevar la chingada ,

¡Natalia!- Doña Celia, era una mujer joven pero demacrada, enjutada, entristecida,

aguerrida, amargada y ciega. Desde hacía algunos años tenía cataratas, los nietos le

preguntaban que le había pasado y ella siempre les respondía:- jueron los zorrillos,

jueron los zorrillos, que me quemaron los ojos-¿Ya estate. Natalia! Que esta vez no

estoy conforme, no toi de acuerdo, no quero que nos movamos, tenemos que esperar.

- No ama, esto no puede esperar. Isaías cada vez hace más largo el tiempo, ya ni manda

por nosotros y los niños crecen y necesitan de su apa, al menos que sepan que duerme

en la misma casa. Ama, no puedo esperar, viste, cada que viene dos días, me preña, no

pos, mejor me voy ya con él, a ver si así se le baja la enjundia y deja de tocarme un

poco.

- aja y té, le creíbas a tu tata, cuando decía que fue una águila antes de ser hembra? El

Isaías te seguirá tocando. Lo que tienes que hacer es ponerte los remedios que te digo

uses, pue, con eso no hay más preñas. Pero ¡ah,mula no me haces caso!, si te lo digo por

tu bien. Ya son nueve y ese que viene en la barriga, pos ni que fueras coneja mi¶ja.

-ay ama, pos si, pero que le hago. Pobecito viene de trabajar largas jornadas, mal

comido, mal dormido..

- y mal cogido mi¶ja ± terminó la abuela.- mira mi¶ja yo no veo, pero siento, y tú eres la
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de todo, deja que Isaías se hago cargo de la familia, él es el jefe, pero es un machote.

Dura todo el año viviendo lejos y luego,, cuando lo encontramos en las montañas y

apenas nos estamos acostumbrando a los animales, sale con que la traien pa¶otro lado«

- ya ama... ¡ya! hago lo que tengo que hacer«es lo que debe hacer toda mujer casada,

seguir al marido.

- ah pos ni que fuera manda.

- ay ama ..¡Ay ama!!

Natalia pensaba que nadie la entendía, ni su madre ciega , ni los vecinos de la

población. Pero creía firmemente en seguir a su hombre, así le tomara toda la vida.

Por eso, cada temporada montaba los muebles en esa carreta y junto a sus hijos y a su

madre, partía al encuentro del marido errante.

La historia de nunca acabar, cada vez que llegaban a la estación minera, la compañía ya

estaba mudándose a otras cañadas, Isaías iba con ellos, el trabajo no sobraba por

aquellos lugares y alegaba que tenía que cuidarlo, así que se movía con la compañía

dejando en el camino a la familia, que siempre tenia que embarcarse y alcanzarlo.

Y yendo por los caminos, pasaban los días llenos de polvo, hambreados, adoloridos,

bañados en los arroyos y tratando de comer ardillas, conejos, lo que se cruzara por el

medio. Los chiquillos miraban estos viajes como maravillosas aventuras. Gozaban

viajando, aunque eran muchas y peligrosos veredas, siempre introduciéndose en parajes

salvajes y agrestes.

Pero este viaje era diferente, Natalia estaba a punto de dar a luz, su enorme vientre no le

permitía moverse con agilidad. Se le hinchaban los pies y las manos, sentía que se le iba

el aliento. Pero ya en camino, no podía permitirse el lujo de sentirse mal, así que

ignoraba los síntomas que le avisaban que el hijo venía en camino, que estaba listo para
ver un nuevo mundo, que el momento estaba muy cercano.

Así que no se sorprendió cuando de madrugada, sintió las primeras contracciones. El

cielo tenía nubes bajas y rojas, el aire había dejado de oírse, el frío había amainado y

empezó a caer la nieve.

Los dolores que la despertaron, eran terribles, peor que cualquiera que hubiese sentido

antes, sentía como si le clavaran cuchillos entre las piernas, desgarrándole hasta el

vientre. El dolor le dejaba sin aire, haciéndole punzar las sienes. quiso gritar pero no

pudo, el dolor le había cerrado la garganta.

Doña Celia que dormía al lado, la sintió, se despertó inquieta y le dijo:

-Es hora?

- ay ama, me duele«me duele como nunca «.necesito pararme..

-¿cómo, pararte, Natalia? ¿Qué estás loca?

-Ay , ama«necesito pararme. Ayúdame, necesito ir al río«ahí hay un árbol. Ay, que

no puedo levantarme, ayúdame ama.

-si, yo te ayudo...levántate, te ayudo ± Doña Celia intentaba ayudarla.

- no puedo levantarme, ama..¡No puedo!

- tienes que poder Natalia..Tienes que poder- le urgió su madre.

- ¡si, tengo que hacerlo!- dijo entre dientes

Natalia casi a arrastras pudo llegar a la orilla del río. Entre contracción y contracción se

puso de pie. Con sumo esfuerzo y entre contracción y contracción llegaron hasta un

desprotegido árbol.

-aquí es , ama«aquí está el árbol-


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Lograron llegar y Natalia entre que caminaba y dirigía a su madre, sentía que la criatura

ya estaba asomando la cabeza.

- ahora Natalia, busca una rama de la que te puedas sostener- le indico su mamá,

mientras se acercaba a su hija ±agárrate de la rama, ahora separa las piernas, encorba un

poco las rodillas, puja..¡puja! Natalia, yo lo agarro al jijo.-terminó de decir esto,

mientras metía las manos por entre las piernas de Natalia que parada . flexionada de las

rodillas, pujaba con cada contracción.

- mamá si tú no ves, se te va a caer- gimió Natalia mientras pujaba

- no veo, es cierto, pero bien que siento, dale, yo siento la cabeza del mocoso y te

ayudo, tú puja Natalia, puja- le volvió a exigir.

Paquito no supo que lo despertó, busco en la oscuridad y creyó oír algo rumbo al río, se

envolvió en la cobijas y se levantó. Siguiendo los quejidos y el llanto de su madre, llego

hasta el árbol de donde Natalia se sostenía, y supo que su madre tenía un

alumbramiento, se acerco hasta su abuela y le dijo:

- qué hago guela?..¿qué hago..?

- mira niño revisa la cafetera y ve cuanta agua tiene. Atiza la lumbre que se prendan las

brasas hay que calentar agua, consigue unas cobijas y tráeme la navaja de tu abuelo..la

del hueso.

- ¿Onde anda la navaja guela?

- En el huare que me acaba de vender Jacinto niño..¡Anda, apúrate!.

- Amaaaaaaaa estás bien ama? Por favor no te vayas a morir..ya regreso-le prometió el

niño.

Natalia seguía en el proceso de pujar ..pujaba y se oía como el vientre se le rompía.

- mi¶ja- le dijo doña Celia- tendrás un cócono de lo grande que viene este escuincle.,

está atorado, ni modo mija, lo jalaré del hombro, le sacaré el hueso pero después se lo
regreso«porque si lo quebró, mi ja, no saldrá nunca y se me pueden morir los dos. Te

va a doler mucho, pero aguante, yo te tuve así..y mírame ciega pero viva-

- amaaaaaaaa estoy pariendo ayúdame!!- jálalo yaaaaaaa.

En ese momento doña Celia jalo del hombro al niño y logro que saliera un una parte del

niño y al tiempo arroyos de sangre caliente corriendo por la manos de la abuela..

Corto el cordón y lo metió en las cobijas, le encargó a Paquito que lo sostuviera

Natalia se había desvanecido y yacía desmayada sobre la tierra seca. Para ese entonces

Poncho el segundo hijo, ya se había acercado y buscaba entre el lecho del río seco unas

hierbas que su abuela Celia le había mandado traer, en agua tibia machacó estas hierbas

e hizo unas cataplasmas que puso sobre las heridas de su hija« como ya amanecía y el

frío estaba arreciando cubrió el cuerpo de Natalia con unas pieles de oso que siempre

cargaba y que olían espantoso. Hizo que los muchachos prendieran otra hoguera y se

quedó ahí sentada a un lado de ella.

Mientras tanto, Paquito se había hecho cargo del recién nacido, lo había limpiado. Sacó

de los baúles algunas mantillas y ropa de su hermano menor, lo baño y le dio de comer

un atole de harina muy ligero. Irremediablemente Paquito y su hermano Eleazar

quedarían unidos de por vida, más que la sangre, los unían las circunstancias.

Durante tres días permanecieron en ese recóndito lugar de la Sierra Tarahumara

cuidándose unos a otros, esperando que su madre recobrara un poco las fuerzas

perdidas.

Cuando pudieron la subieron a la carreta, aun convaleciente, desvariando, con fiebre y

con un bebé al lado partieron rumbo al mineral, una mina enclavada en el centro de la

sierra. Paquito se hizo cargo de conducir la carretita, entre desfiladeros, y brechas

hechas por los animales de carga y los misioneros que se atrevieron a llegar a lo mas

escondido de los cañones de Batopilas y de Chinipas.


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Tardaron 20 días en llegar, 8 días más de lo prevenido. Y cuando llegaron al

campamento minero, solo lograron mirar soledad. El viento frío, moviendo hojas en

círculos y aullando entre las casas de madera.

Natalia miro a su alrededor con los ojos vacíos, cansada , pero dijo con firmeza:

- busquemos una casa y comencemos a desempacar.

II

Natalia se paró al borde del acantilado. Miraba como a lo lejos la lluvia iba subiendo

lenta y acercándose peligrosamente a la ladera del cerro, había sido una intensa

temporada de lluvias, tormentas continuas. A diario, todas las tardes, dos horas antes de

ponerse el sol, siempre del sureste y del fondo del acantilado, subían voraces las nubes

negras cargadas de agua y de furiosa energía. Siempre de frente a la montaña de donde

estaba la casa que Natalia y sus hijos habitaban.

Ella pensó que si esta nueva tormenta tocaba esa parte de la montaña, el terreno no

soportaría más y se vendría abajo , arrastrando consigo la casa donde estaban viviendo .

El rumor del aire azotaba sus faldas negras, y el cabello firmemente sujeto se desprendía

de su peineta, sus ojos fríos analizaban la situación, sabía que cada casa abandonada era

una posibilidad, pero aun no tomaba la determinación de mudarse, siempre resolvía los

problemas de inmediato, pero este día estaba un poco reacia, desanimaba, apesadumbra

da, arrancada de la realidad.

Al llegar a ese pueblo minero, completamente abandonado, mirando como su familia

cansada y sucia observaba con desanimo, escuchando el aire aullando en los

abandonados caserones, moviendo entre el polvo, hojas y basura. Pensó en lo que le

había dicho su madre:

-el cuento de nunca acabar«-.


Una vez más no habían alcanzado a Isaías. Pero ahora, la situación era deprimente, todo

estaba en más completo abandono. Sin embargo, ahí, en ese preciso momento, decidió

quedarse y permanecer en ese lugar, hasta retomar fuerzas y continuar el camino.

A pesar de ver como la soledad y los bichos se trepaban por las paredes de madera, aún

así, no le costó tomar la determinación. Pero en este momento, no sabía que sentía,

buscaba pretextos para no pensar, el cansancio se trepaba por sus piernas y la hacían

sentirse especialmente indefensa, el llanto se amontonaba en la garganta, pero no

lloraba, nunca lloraba, llorar era un lujo que no podía darse, menos en pleno día..

Viendo como las nubes negras se levantaban en el aire y jalaban luces desde el suelo

pensó que no podían esperar, y aunque no era muy de su agrado, se mudaría a cualquier

de las otras casas, lejos de los deslaves, cualquier casa serviría, menos ésa donde

estaban viviendo.

NO era su costumbre meterse en lugares que no le pertenecían, pero, qué importaba, en

ese pueblo nadie vivía. Solo ellos, su madre, sus hijos, diez en total, y ella. En ese

pueblo dejado al olvido, desde el primer momento. Se encontraron con los más extraños

obstáculos. El más importante y mucho más complicado era que no había agua, Natalia

no podía entender como funcionó la mina, si no había agua, o sería que se acabó y por

eso se fueron. Después, a pesar de tener bosques, el alimento escaseaba, los hombres

acabaron con todo y por último , el frío era de muerte, nevadas detrás de nevadas, la

leña escaseaba y las enfermedades proliferaban. Aquel silencio blanco, mataba toda

esperanza de salir, y al poco tiempo de llegar, la única mula que tenían, amaneció

congelada, Natalia creyó morir fría con ella, en ese momento si se sentió perdida en

medio de la nada, pensó que tal vez quedarse en ese pueblo había sido la cosa más

estúpida que pudiera haber decidido, pero en aquel momento no había de otra. A un día

le había seguido otro y otro y ellos seguían amarrados a ese pedazo de tierra.
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Se tranquilizó pensando que el invierno duraría poco y que las cosas cambiarían, y

empezaron a cambiar cuando la harina, la azúcar, los frijoles empezaron a escasear,

Eleazar no se amamantaba del seno, desde recién nacido no aceptó la leche materna, así

que era un problema aunado a los que ya tenía.

Buscando, dieron con unos indios perdidos en la nada, de ellos obtuvieron un poco de

leche de cabra, comenzaron a cazar ratas de bosque, y comiendo yerbas lograron

sobrevivir.

Cuando el clima empezó a cambiar, Natalia trato de tener un huerto pequeño donde

pudiera abastecerse de tomates, cebollas, verdolagas, espinacas, y vegetales que pudiera

envasar y conservar por mucho tiempo, pero nada quería nacer ahí, el suelo estaba

contaminado.

Por las noches, oyendo el cantar de los animales nocturnos, creía que morirían de

hambre. Pero Natalia era una mujer fuerte, de una entereza increíble, no permitiría que

nadie muriera si de alimentos se trataba. Una de las niñas estaba enferma, pálida, sin

movimiento, yerta, sin luz en la mirada, tosía mucho y el pecho se le hundía cada que

respiraba, ningún remedio la había aliviado, Natalia estaba sumamente preocupada,

porque hace años ya había perdido dos niños atacados por la tuberculosis, y no pensaba

pasar por un momento así de nuevo.

Ahora viéndola ahí detenida a la orilla del acantilado, observando, nadie podía adivinar

que el miedo estaba anidado en su pecho. Incluso ella quería ignorar ese miedo, todas

las noches salía a dar largas caminatas para olvidar y terminar rendida, pero muchas

veces, el llanto sofocado la sacaba de su aletargado sueño. Cada día amanecía más

cansada, mas angustiada, mucho más vieja.


Ahora la tormenta que se veía a los lejos la tenía en una encrucijada, luego notó algo

diferente en el ambiente, miró extrañada como los pájaros pasaban en desbandada,

atemorizados. Algo estaba pasando , ella lo olía en el aire

Subiendo por el camino llego Paco gritando emocionado

- Amaaaaaaa miraaa... cazamos 4 ardillas y 6 conejos...nunca habíamos atrapado

tantos, hay montones por todos lados, seguro hay plaga. Este Poncho maneja la

resortera con mucha puntería, - Paco se detuvo al lado de la madre y miro hacia la lluvia

que avanzaba hacia ellos, le tembló la voz al decir- ama tenemos que mover a los niños,

esa tormenta nos dará de frente y nos tumbará la casa.

Entonces Natalia lo detuvo y le dijo:

- huele mijo ¿ te da el olor?

Paco se detuvo, olfateo y al tiempo que olía, abría enormes los ojos, gritó:

- Uta...huele a!... ¡Debe ser algún incendio ama! Ahora sé porque anda tanto animal

por acá, huyendo, por eso las parvadas y las manadas....ama ¿debemos movernos?

Donde se estará quemando.

Natalia se dio la vuelta y caminó, aparentando calma, le dijo:

- la tormenta apagará el incendio, pero si no nos apuramos también terminará

tirándonos la casa...ayúdame Paco, nos cambiamos a otra casa, mas abajo...lejos del

paso normal del lodazal, no sea que se desgaje la montaña y nos entierre..

Entró en la casa dando órdenes, dueña de la situación, con ideas claras de lo que se

debía hacer

-A ver escuincles, muévanse...tu pibe levanta los tendidos, los guares y las ollas ponlas

en fila para cargarlas a otra casa- Armida, levanta las nicas, sácalas al aire y que se

aireen, Alma envuelve muy bien a Lucila que no le de el viento en la cara, tápale la boca

para que no respire fresco, ama usted no se mueva que poncho la ayuda a encontrarnos,
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a ver pibes pónganse en orden, quien falta? ¿ donde esta Humberto? ¿Donde está

Humberto!!!- preguntó con gritos temiendo lo peor.

- dijo que iría a la mina ama- contesto Moisés.

- ¡¿ a la mina?!¿A qué???

- Dijo que había visto piedras que brillan, dijo que traería unas cuantas y me las

regalaría.- la voz de Alma sonaba suavecita,.

- ¡ Este Humberto! .,.este Humberto es igualito que su padre.-una preocupación más,

decidió no mandar a nadie por él, no podía poner en riesgo a otro de los chicos,

seguramente Humberto seria consciente y saldría a tiempo. Así que hizo a un lado esta

preocupación y continúo con las órdenes:

- Paco, carga a Eleazar y cuidadito donde pisas que ya cayó la noche

- En que casa nos metemos ama?- preguntó Paco.

- Iremos a la mayor , a la del capaz, ahí estaremos bien guardados, no habrá agua que

nos mate...¡caminen..Síganme!¡síganme!- les apuró. Al llegar a la puerta , se giro y dijo-

Poncho , ya no hay tiempo toma de la mano a tu abuela y dirígela hacia la casa del

capaz.

Doña Celia era una mujer de carácter rudo, arisca, su ceguera la había hecho una mujer

muy tenaz, sarcástica, burlona, cuando Poncho se le acercó le dijo muy quedito:

- Poncho debajo de la pata de la silla hay una piedra que se mueve, saca mis hierbitas,

ya sabes que no puedo dormir sin ellas:

- agüe, agüe...Ud. no aprende, ya no fume esa mugre. Es una hierba maldita.

El otro día, con el humo empecé a ver como los fantasmas se metían por la ventana,

agüe, no fume esa porquería.

- más porquería que tu culo, no te metas con los grandes, muchacho baboso, ¿qué vas

a saber tú?
- Pos¶ sé, agüe. Yo sé, porque cada que el diablo se le mete es por esa hierba maldita

- Diablo? ¡ ¿qué chingado diablo, va haber acá?! Solo estamos nosotros, si estuviera

el diablo lo invitaba a comer a la mesa, a menos sería algo distinto.

- Ay agüe- se asustaba Poncho-, que blasfemias dice, ya ni la friega..Nos llevara la

jodida por su maldita costumbre de invocar a los malditos del infierno.

- Ja,- se burlo Doña Celia-, más infierno que éste, que vivimos aquí.

Así, entre recriminaciones y súplicas Poncho llevaba de la mano a la agüe. Llovía ya,

pero muy suavemente, casi imperceptible, de esa lluvia menudita y persistente que no se

siente pero que empapa

- Nataliaaaaaa- le grito doña Celia- se me quedó el peyote en alcohol, allá en la casa

aquella, y lo necesito para mis reumas. Ya sabes que no soporto el dolor en las piernas,

me duelen hasta las ancas ..Canijo!

- ay ague ni que juera animal..solo las yeguas tienen ancas- dijo una de las niñas

-¿peyote?! Ay, ama¶ donde mete el peyote, desenastes le dije , que no meta cochinadas

en al casa. Que reuma, ni que reuma, usted solo está ciega, por demás está más juerte

que yo, anqué se la pase queje y queje

- si ama, la agüe parece rana en noche de luna, quéjese y quéjese, nada más le falta

ponerse verde jajajaajaja- se rió Alfonso

- ¡ Ay, Natalia! Si no soy pendeja, mijita ± Celia gritó más fuerte- No lo puse en la

casa, jajaja ± se rió-. Lo puse en la ventanita, por el lado del jardín, así le da el sol y se

fermenta, ya está en tiempo mi¶ja, si le pega el aire me revienta el frasco y adiós

menjunje

- ay ama ..Qué voy a hacer con usted


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- ¿ qué quieres? somos dos mujeres solas con una camada de fierecitas que no sirven

para nada.- Celia detuvo el paso y olió- ¿a qué huele , hay fuego en la montaña, uta , ya

está de Dios, si no nos morimos ahogados, morimos quemados ja ja ja

- - ay ama como dice tonteras, asusta a los niños.

La tormenta llegó justo cuando abrían la puerta de la casa. Natalia se apuró y empezó a

buscar los quinqués, había algunos metidos en una alacena y afortunadamente tenían

alcohol, los encendió y se dispuso a ordenar la habitación, pero lo primero es lo

primero:

- ¡tapen los espejos niños!- ordenó-, no se acerquen a las ventanas, no se descalcen,

no se toquen el cabello, métanse debajo de las cobijas.

Armida comenzó a llorar:

- Me asusta mucho la lluvia amacita, aúllan los fantasmas en los árboles...-.

- No aúllan, no hay nada de entre los árboles mi¶ja, los fantasmas no existen, ya

duérmanse

- Sin cenar? ± Rezongaron todos-No hemos comido nada..

- Ya comerán mañana niños, duérmanse ¡Ya!

Afuera, el azote de la lluvia tronaba los tablones del portal, una detrás de otra, las

descargas eléctricas, llenaban de luz la habitación, el sonido estremecía las paredes,

cada descarga más cerca del poblado y de la casa, retumbaba el suelo y los pisos se

cimbraban, Natalia tenía miedo, pero nadie lo sabía.

Se hinco y empezó a rezar, de espalda a las ventanas que aún tapadas permitían la

entrada de la luz. Desde niña le dijeron que en la lluvia fuerte, jamás se debían dejar los

espejos ni las ventanas despejadas, así las corrientes eléctricas no podrían entrar en los

caseríos. Rezaba con tanto ahínco cuando de la nada sintió una mano en su hombro.

Brincó instintivamente y el corazón le empezó a latir más fuerte


- Ay,ama..me asustó!!.ya ni la friega!

- Natalia, -le dijo su madre-, tienes que ir pensando salir de este pueblo abandonado,

cada vez nos es más difícil traer agua, además es muy solitario y tenebroso y te quiero

advertir que he sentido rondar la muerte. Tenemos que irnos, la luz no llegará nunca ..y

tu viejo, hijo de la chingada, no sabe o se hace tarugo, el pendejo. Donde estamos y el

condenado se va a morir pronto si no lo alcanzamos., pero si no se muere, te juro por la

virgencita que yo lo mato al cabrón, mira que irse sin nosotros, eso es no tener huevos.

Tenemos que irnos, ya!- grito Doña Celia.

- Ay ama«Cómo nos vamos, ya viste que la mula se nos murió,.. Lucila enferma, me

da pendiente que se nos quede- se lamento Natalia.

- - pos si se tiene que quedar se queda aquí o allá o a donde vayamos, nadie nacemos

para vivir siempre, unos se van primero

- ay , ama! Pero no Lucila, Lucila no, no sabría que hacer para no morirme con ella

- pues lo que hace uno, ver a los otros hijos, ya sabes que a mi se me murieron 5, esa

epidemia de viruela los mato a todos..tú y Lola no se murieron porque aun no habían

nacido, cuando los enterramos Evaristo lloraba como niño amarrado a la caja, me dolió

ver su muerte, no pensó en nadie y ya ves, después de nacida tú, se encerró en el jacal a

llorar , decía que no quería querer a más hijos, y nos dejó solas, tres mujeres solas.

Pensé que con tu viejo sería diferente, pero que la chingada todos son iguales, Isaías

dice que el trabajo, Evaristo decía que el dolor ¡ jodida! uno se queda a vivir la vida.

¡Tenemos que irnos Natalia! Acá comenzó a rondar la muerte, ¿crees que no noto como

lloras? Pero llorar no nos sirve de nada, que esas lágrimas se te queden dentro del

cuerpo para usarlo de empuje , mujer..tú eres una india venida desde otros tiempos y no

hay cosa que te venza, decía mi ágüela cuando perdió el pie en el camino, pa¶que quiero

dos pies si con uno tengo, la otra pata solo me estorbaba. Jajajaaja, a que la agùela.
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- - ama, te acuerdas la vez que el viejo Pancracio, se quedó tendido en l río , tomó

tanto tesgûino que no sabia ni su nombre, luego el río creció, y se lo llevo río abajo. No

entiendo como no se ahogo.

- Pancracio tenía pacto con el diablo, recuerdo que una noche me salió por detrás de

un árbol y me dijo, Celia si no eres mía serás del diablo, en aquellos tiempos, en la

ranchería había un escuincle al que le nombraban el diablo, estaba tonto y se la pasa

agarrándose las verijas y sacándose la yerba para mostrárselos a todos, yo creía que

Pancracio hablaba de ese diablo y me caló que me deseara tan mala pata.- Celia guardó

silencio por un buen rato y luego-, Natalia, tenemos que salir de aquí..Tenemos que

buscar el modo, no quiero asustarte, si no nos vamos nos morimos.

Natalia no sabía como salir de ese hoyo donde los había metido a todos, a veces sentía

que estaban en el lugar más profundo del mundo, y que ahí metidos nadie los vería y no

sabía como hacer para salir de ahí.

De la nada se sintió vieja, vencida, la tormenta no amainaba y la casa seguía

estremeciéndose cada que resonaba en la montaña, los truenos amenazadores.

Sentada en esa esquina veía como las sombras dibujadas por el quinqué se

empequeñecían o se alargaban, la mente en blanco empezó a jugarle bromas

- Cuando tengas miedo- oyó a su abuela sentada a su lado- si algún día tienes miedo,

piensa que la naturaleza pone a tus pies todos sus recursos, los espíritus te van a

aconsejar, solo deja que se acerquen. Los caminos mi niña, no están construidos aún, tú

debes construir veredas y atajos que te permitan alcanzar el camino principal, por donde

siempre habrá burros que pasten.

Entonces se oyó, la tierra se cimbro, se estremeció el suelo, y Natalia recordó a su hijo

que estaba en la mina y supo con certeza, que no lo vería más, se quedó muerta,
respirando despacio, con un dolor que le rompía el pecho, las lágrimas comenzaron a

brotar, caían silenciosas, frías

- Natalia ± le susurró su madre- Natalia, no regreso Humberto, ¿verdad?

- No ama, no regreso

- Santos difuntos lo tengan en su gloria

Entonces Natalia quedo convencida, Humberto estaba muerto.

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