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Valles Carlos G Dejar A Dios Ser Dios
Valles Carlos G Dejar A Dios Ser Dios
DEJAR
A Dios
SER Dios
MÁCENES dE
lf""\ DivNdAd
Carlos G. Valles
DEJAR A DIOS
SER DIOS
Imágenes de la Divinidad
(12.a edición)
Impresión y encuademación:
Grafo, S.A. - Bilbao
«Las imágenes, he de suponer, sirven de algo;
de lo contrario, no serían tan populares. (Poco
importa que sean cuadros o estatuas fuera de
la mente o productos de la imaginación dentro
de ella). Sin embargo, su peligro es para mí
evidente. Imágenes del 'Santo' fácilmente se
hacen ellas mismas santas, sacrosantas, aun
cuando, de hecho, no lo son. Mi idea de la di-
vinidad no es ella misma divina. Mi idea de
Dios ha de ser hecha pedazos una y otra vez.
Dios mismo se encarga de ello. El es el gran
iconoclasta. ¿No podríamos casi decir que ese
hacer pedazos su propia imagen es uno de los
signos de su presencia? La encarnación es el
ejemplo supremo: deja todas las previas ideas
del Mesías reducidas a polvo. A muchos les
ofende esta destrucción de imágenes antes ve-
neradas. ¡Bienaventurado el que no se escan-
daliza de ello!»
C. S. LEWIS
y»
índice
Nace un libro 9
Dime a qué Dios adoras 13
El primer amor 19
Rey de reyes 25
No harás imágenes de Dios 31
Cantad un cántico nuevo 37
No tomarás el nombre de Dios en vano 45
No manipularás al Señor tu Dios 53
¿Por qué no nos hacemos ateos? 61
El Dios de las quinielas 67
Si Jesús hubiera nacido en la India 73
Por tierras vírgenes 81
Chistes y terrorismo 87
La mente vacía 91
La fe del carbonero 99
Venidyved 109
El Dios del petróleo 121
Diálogo del azúcar y la sal 129
Adorarás al Señor tu no-Dios 137
La fuerza de los monzones 157
El viajero perfecto 167
Dios es diferente 181
Nace un libro
CARLOS G. VALLES, S. J.
St. Xavier's College
Ahmedabab, 380 009
India
Dime a qué Dios adoras
bien a ir más allá de ella, por grata que nos sea y por
familiar que se nos haya hecho, para ampliar viven-
cias y ensanchar miras sobre lo que nunca acabare-
mos de abarcar.
Vuelvo por un momento a la India. Los primeros
misioneros se escandalizaron ante la multitud de
dioses del panteón hindú (trescientos treinta millones
es la cifra oficial), y se ensañaron en la «idolatría»
abigarrada que abarrotaba las paredes de los templos
y las páginas de las escrituras de la religión llena de
siglos y de tradición en la inmensidad de casi un con-
tinente. Había una diosa que cabalgaba sobre un ti-
gre, y un dios que dormía sobre una serpiente, un dios
mono y un dios elefante, un dios que destruye lo que
otro ha creado y otro conserva sus tres rostros uni-
dos en piedra en las cuevas de Elefanta, frente a Bom-
bay, donde sirvieron de blanco a cañones portugueses
en prácticas de tiro, mientras más al sur, en el Mala-
bar, otros «ídolos» servían, a los niños del catecismo
de Javier, de blanco para otras actividades no tan mar-
ciales, pero no menos denigrantes. No juzgo los tiem-
pos ni anacronizo valores; me limito a señalar hechos.
Lo que aquellos grandes misioneros no sospechaban
es que la multiplicidad de imágenes no era más que
otra manera (aparentemente opuesta, pero idéntica en
realidad) de decir lo mismo que la prohibición de imá-
genes había querido decir en otra tierra y en otras es-
crituras: que a Dios no hay imagen que le haga jus-
ticia y que, por consiguiente, o no se hace ninguna o se
hacen miles, para que su misma multiplicidad declare
la imposibilidad de describirlo, y la trascendencia de
Dios quede salvaguardada por la infinidad de los co-
lores. El politeísmo aparente de la India encierra un
NO HARÁS IMÁGENES DE DIOS 35
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NO TOMARAS EL NOMBRE DE DIOS EN VANO 47
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EL DIOS DE LAS QUINIELAS 69