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El compostaje puede
ser una alternativa
ecológica y económica
para reducir la
cantidad de residuos
orgánicos urbanos, - Imagen: James Emery -
agroforestales y
ganaderos. Al igual que en el sistema convencional, se utiliza un contenedor para depositar los
restos, denominado compostador. Pero la basura no se lleva al vertedero, sino que se aprovecha.
Los microorganismos del compostador realizan un proceso de descomposición aeróbica (con
oxígeno) que transforma la basura en compost. Si se realiza de forma adecuada, no genera malos
olores.
La materia resultante se puede aprovechar como complemento al
abono en agricultura y jardinería, para controlar la erosión, El compostaje
mejorar la estructura de los suelos y recuperar los deteriorados o puede ser una
para destruir organismos patógenos. El compost también se utiliza
en sistemas de biorremediación, para degradar hidrocarburos del
alternativa
petróleo y otros compuestos tóxicos y conseguir su reciclaje. ecológica y
económica para
El resultado se puede obtener con diversas técnicas: en activo o
reducir la cantidad
caliente, en pasivo o a temperatura ambiente, o mediante la
utilización de lombrices rojas o de la familia Lumbricidae de residuos
(vermicompost). orgánicos
La producción de compost en España a partir de desechos
biodegradables se mueve en la media de la Unión Europea (17%), desvela Eurostat, pero está
lejos de países como Austria, que alcanza el 38%. Las comunidades autónomas que más
compostan son la valenciana y la cántabra, según el informe "Sostenibilidad en España", del
Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino (MARM).
El compostaje también puede ser una buena práctica de educación ambiental. Las
organizaciones ecologistas, las instituciones locales o los centros educativos pueden poner en
marcha un programa para hacer compost. De esta manera, se aprende el valor de la reducción
de residuos, el proceso natural de descomposición o cómo las plantas lo utilizan para crecer.
Otra posibilidad es adquirir alguno de los modelos que diversas empresas comercializan desde
hace años: con electricidad para acelerar el proceso, naturales sin ayuda eléctrica, especiales
para vermicultura, para usos rurales o urbanos, etc. Los precios oscilan entre 60 euros y 290
euros. Marcas como Nature Mill, Sustainable Community Development, Joraform o Tumbewood
diseñan compostadores para todos los gustos y necesidades. En España, trabajan empresas como
Compostadores.
Algunas instituciones locales se han tomado en serio la práctica del compostaje. San Francisco es
la primera ciudad de Estados Unidos que ha aprobado, a finales de octubre, una ley para
generalizar este sistema entre sus ciudadanos. En la actualidad, sus habitantes evitan que el 72%
de sus residuos urbanos acabe en vertederos. Con la nueva ley, aspiran a lograr el 100% en 2020.
Las instituciones más interesadas en el compostaje crearon el año pasado la Red Estatal de
Entidades Locales por el Compostaje Doméstico y Comunitario. Su sede está en Rivas
Vaciamadrid, la localidad española con mayor cantidad de compostadores y
vermicompostadores, con más de 900 participantes. Por su parte, la Red Española de
Compostaje reúne a más de 300 expertos de empresas, universidades y centros de investigación
especializados en este sistema.
En España también se pueden encontrar varias iniciativas. Salamanca estrenó en junio una
planta única por sus características. La instalación integra el compostaje de residuos vegetales
en ciclo cerrado, la actividad de viveros y la investigación en laboratorio. Con una inversión de
casi 900.000 euros, esta central dará trabajo a trece personas discapacitadas (sus impulsores,
Viveros El Arca, pertenecen a la Asociación Salmantina de Padres de Discapacitados
Intelectuales).
En Murcia la empresa Cespa (filial del grupo Ferrovial) gestiona desde 2003 una planta de
tratamiento de residuos sólidos urbanos con un sistema de compostaje en nave cerrada. La
instalación tiene capacidad para reciclar 140.000 toneladas de lodos al año para convertirlos en
abono, y utiliza biogás como energía. La inversión ascendió a 22 millones de euros, financiados
por la UE.