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Desde abajo se ve diferente

Me encontré viendo el sol, las nubes viajando sobre mí, un ave cantaba en la rama

de aquel viejo roble y un nido se construía en la comisura de una bugambilia, me

sentí vivo y traté de girar, pero en ese momento mi cuerpo pálido, tieso y frió me

recordó la realidad. Día a día veo el sol, las nubes viajando sobre mí, las aves del

roble y nidos en la bugambilia, y en ocasiones recuerdo mis días de calor, color y

movimiento, y en otras quiero llorar, sin lágrimas que salgan por los ojos huecos;

pero sabía que un día mi día llegaría. Ahora llevo más tiempo viendo el sol, las

nubes viajando sobre mí, el ave del roble y los nidos de la bugambilia, que el

tiempo que duré caminando entre ti.

No sé cuánto tiempo tengo en realidad entre raíces, tal vez me he confundido y no

soy un caminante que dejo su paso al tiempo, y tal vez soy una raíz. Aunque no

siento alimento correr entre mi, no siento alimento correr por mí, no siento que

alimente algo más que el recuerdo de aquellos que vienen en ocasiones a ver mi

reposo, y los veo, sus ojos negros, su piel morena, tostada de igual manera que

tostaron el tabaco que fumé el día que la conocí, y no siento alegría verlos, ni

tristeza recordarlos, aunque ese niño que mira la tierra cuando viene a lado de

nuestro retoño, como ha crecido el retoño, me da aliento de esperanza de verlo

crecer, desde acá, donde veo el sol, las nubes viajando sobre mí, el ave que canta

en el roble y los nidos de la bugambilia.

Es hora de recostar las ideas y dejar a la visión ver y al sentimiento sentir, ahora,

sólo ahora disfrutaré como siempre y todas las noches. Me encontré viendo la
luna, unas estrellas que titilan sobre mí, el búho cazando al ratón desde la rama

de un roble y la araña tejiendo en la comisura de una bugambilia, pero esa será la

historia nocturna que contaré alguna noche

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No te olvido

Me despierto de madrugada, creo me acostumbré a despertarme temprano desde

hace muchos años, veo el techo del cuarto, le hace falta un arreglo, tiene

humedad en una esquina y una grieta en la pared del tocador, le voy a decir a mi

nuero que la arregle, no le he querido decir para no incomodarlos, pero esa

humedad me puede afectar. Él siempre es muy atento conmigo. Creo no son ni las

cinco de la mañana, pero es mi tiempo de formar figuras en el tirol del techo,

puede ser un ocio absurdo, pero es mi ocio. Veo princesas, animales, formas

rebuscadas pero que me roban una sonrisa… a veces te veo. Es cuando decido

levantarme a seguir con el día.

Prendo la radio y pongo un poco de jazz, sobre todo el disco que grabaste el año

que nos casamos, en ocasiones lloro recordando cómo en la escalera de la

entrada de nuestra vieja casa tocabas tu trompeta mientras componías canciones

desde el centro de tu corazón. Sigo siendo cursi. Pero el jazz me acerca a ti, me

abrazan las notas, el sonido de tu trompeta rompe el silencio del cuarto y es tu voz

la que me invita a empezar mi día. Te extraño mucho, tantos años juntos, desde

niños. Aún al cerrar los ojos recuerdo nuestro primer beso, nuestro primer

concierto de jazz, tu primer concierto. Te extraño mucho, aunque no perdono que


me prometieras vivir conmigo siempre y no lo cumpliste, pero no fue tu culpa, fue

ese maldito cáncer. –Tranquila, tranquila – me digo mientras escucho el jazz.

Me recuesto un rato más, pero no para dormir, sino para escuchar el jazz que me

hizo enamorarme de ti, si, aun te amo Alfredo, no sé si sigas pensando en mí, no

sé si me veas desde el cielo. Recuerdo que decías que no irías al cielo, te

quedarías bajo la tierra viendo pasar los días. Te encantaría mucho ver a Tomas,

tu nieto, nuestro nieto, juega beisbol, le gusta tanto que cada vez va mejor en la

escuela porque siempre le dicen sus papas que si termina bien el año van a ir a

Los Ángeles a ver un partido de su equipo. Yo no entiendo mucho de ese deporte,

pero Ernesto le enseño todo lo que aprendió cuando jugaba en Estados Unidos.

Ernesto siempre se acuerda de ti, cuando viene a la casa dice que siente tu

presencia, seria pero alegre, y que siempre agradece que nuestros hijos se hayan

casado.

Ya está amaneciendo, lo sé porque la luz ya empezó a llenar el cuarto y Tomás ya

se metió a bañar, yo me baño después de todos. Me da miedo bañarme antes, no

sea que me pase algo y no esté nadie despierto para ayudarme. Mientras, bajo a

ayudar a nuestra hija a preparar el desayuno. Hoy es domingo y después de misa

van a ir a verte al panteón, yo voy muy poco, me deprime. Pero me dicen que el

Roble que sembré a tu lado está muy grande y siempre un pajarito está cantando

cuando van.

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Tomás

Otra vez fin de semana, el camino de la escuela a la casa se me hace más largo

los viernes, no sé si son las ganas de llegar a prender la televisión de mi cuarto

para ver el partido de beisbol y luego aventarme a la cama, o saber que dejo la

escuela por dos días y una tarde, creo se dice dos días y medio, pero para un niño

como yo que importa cómo se digan las cosas, lo importante es saber atrapar la

pelota desde el jardín central y lanzarla como rayo para ponchar a Juan, también

es importante batear bien, aunque nunca he bateado más allá de segunda base,

pero mi juego en el jardín central me mantienen en el equipo.

Hemos llegado a casa. Escuchar el jazz en el auto de mi madre es muy aburrido.

Ella dice que es la música del alma, yo creo que es más bien la edad, mi abuela

escucha el jazz pero ella llora al recordar a mi abuelo. Es cierto, el domingo vamos

a ir al panteón a ver a mi abuelo, bueno eso de ver pues es más bien un decir, me

da risa esas cosas que se dicen sin sentido. Me he sonreído mientras pienso esto

y voy a mi cuarto a recostarme y ver el beisbol.

Ya le he dicho a mi papá que voy a ser beisbolista cuando sea grande, como mi

abuelo, su papá. Mi abuelo Neto tiene muchas pelotas de beisbol, todas firmadas

por los jugadores de los Dodgers, creo que jugó con ellos y luego se regresó a

México. Como él yo jugaré en las grandes ligas, con mi uniforme blanco y azul, no

sé si será pronto pero mi abuelo Neto me entrena muy bien.

- Baja a comer Tomás-, grita mi mamá desde la cocina, pero yo estoy viendo el

beisbol. Los viernes veo el beisbol, al igual que sábados y domingos, los demás
días no me dejan porque tengo que hacer mi tarea para luego ir a jugar con mi

equipo, bueno no es mío, lo que se dice mío, pero mi abuelo nos regaló los

uniformes y nos entrena. Hoy no jugamos, no sé por qué, creo que el otro equipo

no podía jugar.

Ya es domingo, después de misa venimos al panteón a visitar al papá de mi

mamá, bueno eso de visitar es más bien un decir, -jeje-, me he sonreído y mamá

me vio con ojos de respeta el lugar donde estamos. Me paro junto a ella y miro la

tumba de mi abuelo, el sol está en lo alto, las nubes pasan sobre nosotros

lentamente, atrás de nosotros un roble que sembró mi abuela y que siempre tiene

un pájaro que está cantando y junto a él una bugambilia que en ocasiones tiene un

nido. Me pregunto si los verá mi abuelo, sé que se llamó Alfredo por que en su

tumba así dice y mis papás me lo han dicho. Murió cuando yo era bebe. Mi abuela

viene poco con nosotros porque se deprime, bueno eso dice ella. Un día me contó

que mi abuelo fue un gran hombre, cantante de jazz, que le recuerdo mucho a él y

que heredé su muletilla, porque siempre decía bueno, bueno eso dice ella.

Ya me quiero ir a mi juego. Es la final. Alejandra me dijo que me iba a ver jugar.

Alejandra es mi novia secreta pero no se lo quiero decir. Mi papá nos espera en el

auto y me pongo mi uniforme en el asiento mientras vamos al partido, hoy voy a

ponchar otra vez a Juan, su equipo casi nos gana ayer. Mi mamá pone las flores

en la tumba de mi abuelo y el pájaro del roble sigue cantando, lo miro como

pensando a quien le cantará, por él a nuestro equipo de beisbol le puse de

nombre, “Las Aves del Roble”. Bueno, luego les cuento cómo me fue en mi partido

ahorita me tengo que concentrar para ganar.


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Un beso de buena suerte

Se me hace tarde. Son las ocho y media y no he avanzado nada en el tráfico. Los

clientes llegan a la oficina a las nueve y media, pero tengo que preparar la

presentación. Ojala les guste la campaña publicitaria que preparamos para ellos. -

¿Bueno?-. Por fin me contestó Roberto, mi asistente. – Roberto, ya voy en camino

-. –No te preocupes Ernesto, ya tenemos todo preparado-. Roberto siempre tiene

todo preparado, hice bien en escuchar a mi mujer y contratarlo. Su mamá es

amiga de la infancia de mi esposa. No tiene más de veintiún años, acaba de

terminar la carrera de Mercadotecnia y yo creo que pronto le daré más

responsabilidades para que un día pueda ser mi socio. Es buen muchacho y

también le va a los Dodgers. Eso es muy importante.

Cuando empecé mi negocio sólo éramos mi esposa y yo. Ella estudió

Comunicación. La conocí en la universidad mientras yo estudiaba Mercadotecnia.

Lástima que no puede estar en la presentación. Está en un diplomado, pero sé

que nos va a servir mucho que ella siga preparándose. Es igual de soñadora e

idealista que su padre. Ella fue la que me impulsó a poner el negocio. La ventaja

de ser tu propio jefe es que puedes regular tu tiempo. Yo llevo a Tomás al colegio

y ella va por él a la salida. A veces nos encontramos en los partidos de beisbol del

niño, siempre nos turnamos para estar con él en sus partidos. Los fines de

semana si vamos los dos. Juega muy bien y me dice que va a ser beisbolista

profesional. Mi papá es el que lo motiva más a seguir jugando.


Si todo sale bien me voy a llevar a mi familia de vacaciones, a la abuela le haría

bien salir. Mis papás la conocen desde hace mucho tiempo. Cuando vivíamos en

Estados Unidos una vez me dijo mi papá que me gustaría la hija de Alfredo, su

mejor amigo. Cuando regresamos a México y conocí a Martha resultó que era hija

del mejor amigo de mi papá. Creo que también a ella le gusté desde el primer

momento, o eso quiero creer. Cuando murió mi suegro ayudé a la abuela a

sembrar el roble que está al lado de la tumba donde lo enterramos. Cada quince

días Martha va al panteón a dejarle flores. Tomás la acompaña. Dice que le gusta

el ave que canta en el roble. En ocasiones bajo con ellos. Pero no me gustan los

panteones. Puede ser influencia de la abuela. Como la quiero y como me quiere.

La campaña publicitaria que armamos es referente al tema de las coincidencias.

Por eso Martha y yo la tomamos. Teníamos material. Nos había pasado a

nosotros. Lo importante es estar conectados con el tema que quieres presentar y

ajustarlo a la necesidad del cliente. La creatividad es importante, pero si tú vives

en carne propia el tema de una campaña publicitaria va a ser más fácil. Siempre

se lo digo a Roberto.

Ya he llegado. ¿Nervioso? Un poco. Todo va a salir bien, lo sé porque Martha me

dio un beso antes de salir.

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La final de beisbol

A que mi nieto, siempre jugando beisbol. En eso se parece mucho a mí. Aunque

también salió estudioso como sus abuelas y su padre. Alfredo y yo siempre


persiguiendo nuestro sueño. Más Alfredo que yo. Si no fuera por él nunca me

hubiera ido a jugar a los Dodgers. Recuerdo cómo me regañaba si le decía que yo

nunca sería jugador profesional. Se nos fue pronto. Siempre le decía que esos

cigarros lo matarían pero me sonreía y agarraba su trompeta y empezaba a tocar.

Por eso era mi amigo. El su jazz, yo mi beisbol. Y nuestras madres regañándonos

a cada rato. No se pueden quejar, mientras nos duraron, tanto Alfredo como yo,

siempre vimos por ellas. Él un jazzista reconocido en México, yo un jugador de los

Dodgers, y siempre en comunicación. Lo fui a ver cuando tocó con una banda en

Nueva Orleans. En verdad que era bueno. No tanto como su inglés, yo la hacía de

traductor. Alfredo siempre me decía que sus nietos serían beisbolistas o jazzistas.

Le atinó, Tomás va a ser un gran beisbolista pero no le gusta el jazz. Yo sé que

pronto le tomará cariño. Te lo prometo Alfredo.

Hoy es un juego importante para el equipo. Tomás le puso el nombre y él fue

quien invitó a sus amigos a jugar. El mayor no pasa de los ocho años y el más

chico tiene seis, pero todos ponen mucho empeño. Cómo me hubiera gustado que

Alfredo lo viera jugar. Pero están sus abuelas que dirigen la porra. Sus papás se

turnan entre semana para venir a verlo jugar y los fines de semana viene toda la

familia. No sé de dónde sacó el nombre de las “Aves del Roble”. Me costó trabajo

encontrar un uniforme para ellos. Mi hijo y mi nuera diseñaron el escudo del

equipo. Yo los entreno. No somos los mejores pero hoy jugamos la final. Tomás

está inquieto al igual que sus amigos, pero él, creo, está más emocionado por que

otra vez vino su amiga Alejandrita. Pocas veces viene, pero hoy nos

enfrentaremos contra el equipo donde juega el hermano de Alejandrita, Juan.


Tomás y Juan no se llevan muy bien, aunque van al mismo colegio tienen mucha

rivalidad. Lo entiendo porque Juan dice que quiere jugar con los Yankees.

Ya está casi todo listo, el otro equipo ya está aquí. Mis niños están preparados,

entrenamos mucho entre semana. Jugamos los jueves, viernes, sábados y

domingos en la liga infantil de la Unidad Deportiva. Pero hoy tienen que poner

mucho esfuerzo, mucho empeño. La temporada pasada este mismo equipo nos

ganó la final, por eso mi equipo quiere ganar, y yo con ellos. Es mucha

responsabilidad con los otros papás, pero me brindan el apoyo. Espero que sea

porque los entreno bien y no porque jugué con mis Dodgers. Ya tengo el orden de

bateo, nos toca empezar a batear. Tomás siempre quiere ser de los últimos al

bate, aunque a él le gusta mucho estar de jardinero central. Tiene buen brazo mi

nieto. Yo quiero que sea pitcher, pero él no quiere. Ahora sí, vamos a jugar.

-¡Vamos Miguel, tu puedes hacer tu home run!-. Tenemos casa llena, vamos dos

abajo en la novena entrada. Martha y Ernesto se muerden las uñas. Celeste y Mia,

las abuelas, están preparando el agua sabor Jamaica para los niños. – ¡No te

desanimes Miguel!-. Le acaban de hacer el primer strike. Es buen bateador. – ¡Tú

puedes Miguel!-. Acaba de batear. La pelota se eleva. Se mueve al jardín

izquierdo. Empieza a bajar. El jardinero va por ella. No puede ser fue un Foul Ball.

-¡Vamos amigo, tu puedes contra ellos!-. Le grita Tomás desde la segunda base,

al mismo tiempo que le aplaude. Otra vez fue un batazo bueno. Esta ocasión la

pelota se va hacia el jardín central. Es un hit. – ¡Corre Víctor, corre!-. Víctor llegó a

home. Pero un momento. -¡Vamos Tomas, corre tu puedes!-. Mi nieto está

corriendo de tercera a home. El Jardinero Central regresa la pelota a home. Viene


aun en el aire. -¡Corre Hijo, corre!-. Gritan mi hijo y mi nuera. Llega casi con la

pelota. Se barre. Es Carrera. Empatamos el juego. – Te toca Manuelito-. Manuelito

va al bate. Tenemos uno en primera y otro en segunda.

Ya estamos en la baja de la novena, vamos uno arriba. Miguel la anotó pero

poncharon a los otros. – ¡Víctor, tu puedes, como entrenamos en la semana, ya

sabes!-. Animo a nuestro pitcher. Ya ponchó a uno, pero tenemos otro niño en

segunda base. Víctor lanza la pelota. Le toca batear a Juan. Es un batazo. Se

eleva hacia el jardín central. Tomás empieza a correr. Empieza a bajar la pelota

muy cerca de la barda. -¡Es tuya mijo!-. Le grita su abuela Celeste, sé que no

entiende mucho el beisbol pero apoya a su nieto. Sigue bajando la pelota. Tomás

corre más rápido hacia la barda. Brinca como nunca. La atrapa. La lanza a

segunda base. El otro niño regresa corriendo. Arturo, nuestra segunda base, tiene

un pie en la almohadilla. Se estira. Atrapa la pelota y toca al jugador que se barre

a segunda. – ¡OUT! -. Ganamos el partido. Ganamos la final. Juan va y felicita a

Tomás. Alejandrita le dio un beso en la mejilla y mi nieto se sonrojó. Las abuelas

creo tiraron el agua de Jamaica. No importa. Los niños y yo estamos contentos.

Los papás de todos saltan a la cancha. Mi hijo sube en sus hombros a Tomás y a

Miguel. Yo a Víctor y a Arturo. Martha nos empieza a mojar con un refresco

agitado. Alfredo, si vieras esto seguramente ya estarías componiendo una

canción. Tomás va por el trofeo y empieza a correr con él. Se los da a sus

compañeros. Me lo da a mí. –Abuelo Neto, es tuyo, tú quédatelo-. Al momento de

entregármelo todos los niños y los papás empiezan a aplaudir. Mis ojos se llenan
de lágrimas. – Esto es el jazz- Le digo a Tomás mientras alzo el trofeo al cielo. El

sonríe.

Este fin de semana fue muy bueno. Siempre que llevan a Tomás al panteón

ganamos. Es como de buena suerte. Puede ser que Alfredo le pase buenas

vibras. La próxima semana ya son vacaciones. Pero Tomás seguramente estará

pensando en volver a jugar.

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Parque de sueños.

Me gusta escuchar el sonido del viento. Ese ulular con el que se comunica la

madre naturaleza con nosotros. El sol camina sobre mi cabeza. Las nubes danzan

en el cielo. Por eso me gusta venir a sentarme al parque. Es un hobby que se me

heredó a temprana edad. Cuando niña mi papá me traía mucho. Nos sentábamos

y guardábamos el silencio encerrado en el alma. Nuestros oídos escuchaban la

sinfonía que el ambiente traía consigo. Eso lo aprendía de mi padre. Decía que el

viento llevaba las trompetas, las pisadas la batería, los patos del lago el trombón y

los niños que jugaban el saxofón. Ese era el jazz de la ciudad.

Ahora vengo sola. A veces me alcanza Ernesto. Es un momento conmigo, con mis

recuerdos, con mis anhelos y con el mundo que me rodea. Sentada en la misma

banca, bajo el mismo árbol de durazno. Como siempre y como toda la vida. Me

gusta escuchar el sonido del viento. El sol camina sobre mi cabeza. Las nubes

danzan en el cielo. Por eso me gusta venir a sentarme al parque.


Mi madre dice que soy igual de soñadora que el. Mi padre siempre me decía

–“Cuando tengas un sueño, despierta, levántate y hazlo realidad. Nadie más que

tú hará que se cumpla”-. Cuánta razón tenía. No hace más de tres años que

Ernesto y yo abrimos nuestra agencia de Mercadotecnia y Publicidad. Ernesto

dudaba. Yo la soñé. Impulsé a Ernesto a abrirla y hoy ya estamos creciendo. Es

un sueño compartido. En pareja siempre debemos compartir todo. Los sueños

siempre deben de ser compartidos. Hoy quisiera ir a la presentación de la

campaña para nuestro nuevo cliente, pero me inscribí a un diplomado. Siempre es

bueno prepararse y actualizarse constantemente. También lo soñé.

Vine al parque antes de entrar a la universidad donde imparten el diplomado.

Tengo un tiempo conmigo. Escucho el jazz de la ciudad. Recuerdo a mi padre a mi

lado. Recuerdo a mi madre esperándonos en la casa. Recuerdo a Ernesto

pidiéndome matrimonio en este mismo lugar. Recuero a Tomás y sus caras

cuando le hablo del jazz. El jazz es la música del alma.

Estoy nerviosa. No por el diplomado. No por la presentación de Ernesto. Estoy

nerviosa y contenta. Nadie sabe nada. Yo no sabía hasta hace una hora. Por eso

vine al parque. Todo lo veo de igual manera que cuando era niña y venía con mi

padre. Mi madre se va alegrar. Tomás se va alegrar. El abuelo Neto se va alegrar.

La abuela Mia se va alegrar. Ernesto se va alegrar. Y seguramente mi padre ya ha

de estar contento. La noticia la voy a dar después del partido del domingo de

Tomás. Va a ser su regalo.


No es tan tarde. El diplomado empieza en una hora. Ernesto llevó al niño al

colegio. Mi madre fue a casa de mis suegros. Me doy tiempo conmigo. Miro el

cielo. Lo observo. Recuerdo una a una las palabras de la noticia. Sonrío. Me

imagino cómo será. No sé que será. Esto también lo soñé y hoy es una realidad.

Será jazzista. Lo he soñado. Tomás ya es beisbolista. Y también soñé que será

niña. Le gustará escuchar el sonido del viento. El sol caminará sobre su cabeza.

Las nubes danzarán en el cielo. Por eso le gustará venir a sentarse al parque.

El domingo lo sabrán todos. Y bajo el roble, que sembró mi madre a lado de la

tumba de mi padre, donde canta ese pajarito de tonos azules, le diré en secreto

que soñé que será una niña, como su niña. Se llamará Mia Celeste. Con los

nombres de sus abuelas.

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Alejandra

Nuevamente viernes. Los fines de semana no me gustan mucho. Sólo si voy al

partido de mi hermano y juega contra el equipo de Tomás. El es mi novio secreto

pero no lo sabe. Por eso no me gustan los fines de semana. Desde el viernes

hasta el lunes que me despierto tengo ansiedad. No porque me gusten las clases.

No porque me gusten las tareas. Me gusta ir a la escuela porque me siento a lado

de Tomás. Sabe mucho. Siempre participa y tiene buenas calificaciones. A mi

hermano Juan no le gusta que me lleve con él. Dice que no sabe nada. Es un año

más grande que Tomás y yo. Yo creo que no se llevan bien porque a los dos les
gusta el beisbol pero juegan en equipos diferentes. Esas cosas de niños. Siempre

buscando un pretexto para pelearse. Pero a mí me gusta Tomás.

Hoy a la salida le voy a decir a Tomás que me gusta. Si le voy a decir. Espero que

yo le guste. No mejor no le digo nada. Me da pena. No es el más popular, pero a

muchas niñas les gusta. A mí me gusta desde antes de la primaria. Siempre es

atento conmigo. Me ayuda cuando no entiendo nada. A veces me pasa respuestas

de los exámenes. Pero no le digan a la miss. A la hora del recreo siempre le invito

un pedazo de mi torta. El me regala de su jugo de manzana. ¿Les digo algo?

Espero que cuando sea grande me case con Tomás. En mi cuaderno he dibujado

corazones de color rosa con su nombre. Le he escrito cartas pero no se las quiero

dar. Me da pena.

Espero verlo mañana en el partido de beisbol. Le dije que iría a verlo. Mi mamá

sabe que voy por Tomás, aunque también apoyo a mi hermano Juan. Creo que

juegan la final. Ojala gane el equipo de Tomás. Cuando juegue en un equipo

profesional voy a ser su mayor fan. Si no es que nos casamos antes.

Me gusta cómo platica de lo que va a ser cuando sea grande. Dice que jugará en

Estados unidos. Eso me pone triste. Ojala me quiera llevar con él. Se le iluminan

los ojos al hablar de sus sueños. Yo también le cuento los míos. Me gusta porque

siempre me presta atención. Recuerda todo lo que le digo. Una vez me comentó

que el va ser que cumpla mis sueños. Ese día me puse muy nerviosa y le di un

beso en la mejilla. El se puso rojo. Sus ojos me vieron y no parpadearon. Se

sonrió. Me devolvió el beso en la mejilla. No supe que hacer. Sólo me paré y me


fui corriendo. En las clases siguientes, después del recreo, le dibujé un corazón en

un papel. Cuando se lo mandé la maestra estuvo a punto de verlo. Cuando lo vio

lo guardó en la bolsa de su camisa y me mandó un papelito que decía gracias. Lo

tengo guardado debajo de mi almohada a lado de una foto de él. Siempre lo hago

así para soñar con él.

A veces los domingos acompaña al panteón a su mamá. Me dice que su abuelo

era jazzista. No sé que sea eso. Pero cuando voy con mi mamá a su casa siempre

tienen puesta una música que él me ha dicho que es jazz. No sé si su abuelo era

una canción. Una ocasión le dije que el pajarito que dice que canta en la rama del

roble junto a la tumba de su abuelo era su abuelo y que por eso siempre lo veía

jugar. El otro día me regaló unas flores de bugambilia. No sé donde las cortó. El

me dijo que siempre que las veía se acordaba de mí. Sabe que me gustan sus

colores.

Cuando me voy a dormir y rezo pido a papá dios que cuide a Tomás. Pero en

especial que me quiera y le guste y nunca se olvide de mí.

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Un gran vivero

Desde niña me han gustado las flores. Siempre las he visto como parte de mí, en

especial las rosas. Tengo un vivero que es mi otro hijo. Todos los días paso la

mañana con mis flores. Es un lugar muy pintoresco y muy perfumado. Pero no

solo mis flores viven en él, también lo habitan arbolitos de durazno, manzana, tres

bonsáis y plantas de todo tipo. En medio tengo un roble grande, pasa por el único
hueco del techo de mi vivero. Hace unos años le regalé un pequeño roble a

Celeste para que lo sembrara en la tumba de Alfredo, un pajarito siempre está

cantando en su rama. Ernesto y mi hijo dicen que quiero más a mis plantas que a

ellos, aunque saben que ellos y mi nieto son lo mejor que me ha pasado en la

vida.

Cuando vivíamos en Estados Unidos extrañaba mucho el aroma de las flores.

Donde vivíamos no podía tener más que unas rosas en el balcón del

departamento. No me quejo de nuestra estancia allá, pero siempre estar en tu

tierra, cerca de los tuyos y con tu vivero es más estar en casa. La lejanía es dura.

Cuando llegamos a Los Ángeles me sentía extraña. Una ciudad que no conocía,

sólo conocía al representante de Ernesto, hablaba lo básico de inglés y apenas

sabía el camino del departamento al estadio. Poco a poco me acostumbré a vivir

allá. Con el tiempo me hice amiga de varias esposas de jugadores que también

eran hispanas. Cuando Ernesto dejó de jugar y fue entrenador de pitchers yo

ayudaba a las nuevas familias de hispanos a, digamos, aclimatarse a Los Ángeles.

Aún así extrañaba México, la patria, su canto, los colores y los olores de las flores

y de los campos, la magia de los pueblos y las costumbres. Nunca es lo mismo

cualquier país que México. Nunca será lo mismo un Merry Christmas que las

Posadas, Halloween que Día de Muertos y mucho menos juegos pirotécnicos un 4

de julio que el Grito de Independencia el 15 de septiembre. No menosprecio las

tradiciones norteamericanas, menos al país que nos alimento y cobijó durante

dieciocho años; pero las tradiciones de México son mis tradiciones. Son los
colores de las flores de cempaxúchitl, de noche buena y del agave azul. Es mi

México, el gran vivero que falta cuidar con más empeño.

Hoy he bajado al vivero. Nina, la muchacha que me ayuda en la casa, ya empezó

a cortar la flor de Jamaica. Celeste y yo vamos a preparar agua de Jamaica para

el juego de nuestro nieto. Están, como decía mi madre, en su punto.

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Un Viaje esperado

Ya sé donde estoy. La última vez me encontraba volando entre nubes, arpas y

alas, esperando mi momento. Sé de dónde vengo y sé que llegó mi momento. Me

tocó seguir esa luz que muchos siguen hacia la vida. Sé que es la misma luz que

te trae de regreso cuando todo ha salido bien.

Ya sé donde estoy, es cálido y amoroso, lleno de sueños y esperanzas. Me estoy

formando dentro del vientre de mi madre, con su voz, y las voces de todos los que

no están acá adentro, paro a ella la escucho adentro. Sé de dónde vengo, pero

también sé que les haré creer que sí creo en la cigüeña. Reconozco una voz, del

que me acompañó hace algún tiempo allá donde volaba. Ya sabíamos que

estaríamos juntos en la misma familia, ya nos conocemos, el sabe que yo llegaré,

a él lo llamó primero la luz. Todo esto ya lo sabía, pero un día se me olvidará y con

el tiempo lo recordaré.

Hoy juego con mi mente, con mi pensamiento, con el cordón que me mantiene

viva acá dentro, con las paredes de la bolsa donde vivo. No sé cómo será afuera,
pero me imagino será cálido y amoroso. Mi mamá pone una música que me alegra

el corazón. Luego me cuenta cosas de todo lo que ve allá afuera. Me cuenta de la

familia, de los que ya no están, aunque me cuenta mucho de mi abuelo que murió,

pero nunca lo vi regresar con la luz. Me habla de mi hermano y de mi papá. De un

ave en un roble, de un parque, de un juego, del jazz de la ciudad, y aunque no

entiendo eso se me hace muy bonito. Me narra historias de conciertos, de flores

de la abuela, de olores y sabores. Me alimenta, en todo los sentidos. Siento el ir y

venir de los pasos de mi madre, las caricias de mi padre, las historias de mis

abuelas y mi abuelo, los oídos de mi hermano. Siento los corazones y el mío, y

como una melodía laten al mismo ritmo. Me veo y veo la bolsa donde vivo, llena

de paz, de tranquilidad, donde juego cuando despierto y donde sueño cuando

duermo. Yo naceré.

No sé cuando saldré, tengo poco tiempo con ella. Pero sé cómo me llamaré. Seré

Mia Celeste. Ese nombre lo escogí yo y se lo propuse a mi madre en sueños antes

de que la luz me llamara. Será por que seré de ellos y del cielo, porque soy

elegida de Dios, como todos, porque todos somos parte de dios; y esto lo sé

porque vengo de allá. No sé cuando saldré, pero será maravilloso salir. Yo naceré

y me duele saber que muchos no lo lograrán.

Hace unos días supe que fueron a un lugar a ver a mi abuelo. No escuche su voz,

pero si el canto de un ave. Mi mamá le contó con voz suave que me esperaba y

que soñó conmigo, que sería como ella y que sería niña. También eso le dije en

un sueño antes de que la luz me llamara. En ese momento escuche la voz de

todos, incluso de la niña con quien jugaba mi hermano allá arriba y las alas les
decían que serían ellos para ellos, no sé si se llama como quería llamarse,

Alejandra. Yo jugaba con otro niño, pero la luz lo llamó antes que a mí. Espero

encontrarlo pronto, me gustaba jugar con él allá arriba. También escuche el sonido

de la luz que baja por alguien, y sentí que ese alguien me vio y me sonrió, sé que

ellos no lo vieron, la gente no nos ve cuando la luz nos trae o nos lleva, sólo los

que están arriba o en el vientre de una madre.

Les puedo contar muchas cosas acá adentro, pero espero mejor salir y

conocerlos.

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El ave del Roble

Me encontré viendo el sol, las nubes viajando sobre mí, el ave canta en la rama de

aquel viejo roble y un nido está en la comisura de una bugambilia. No sé qué día

sea, pero a alguien como a mí no le importan los días. Hace mucho que sigo

viendo pasar la noche, las mañanas y las tardes. No hace ni frio ni calor. Es lo que

he decidido ver después de mi muerte. Están todos hoy. Veo a Celeste, a Neto, a

Mía, a mi retoño y su marido, a mi nieto y a esa niña que acompaña a mi nieto.

Hoy creo, no estoy seguro, cumplo un año más acá abajo. No sé cuánto tiempo

llevo, el tiempo no existe ante mis ojos huecos, solo las mañanas, las noches y las

tardes que no valen la pena seguir contando. Pero hoy debe ser un día especial.

Todos aquí. Todos con todos, mas esa niña amiguita de mi nieto. Llenan de flores

el horizonte, que luego marchitarán ante mí y me acompañaran muertas, secas, a


lado de la tumba y en floreros de mármol, que son tan fríos como el recuerdo del

día que vine a descansar a este lugar.

-Papá, estoy esperando una niña, lo soñé y será realidad- me dice mi retoño en

voz suave, melodiosa, con emoción y un sentimiento de pureza tal que inspira al

ave del roble a bajar el tono de su melodía para escuchar atento las palabras de

mi retoño. Sé que lo soñó. –He ganado la final por ti- me dice mi nieto mientras su

amiguita lo abraza y miran al roble como esperando encontrar el oído que no

existe en mi cuerpo pero que está en mi lecho. –Pronto le gustará el jazz, pero no

fumará- sentencia Neto en mi tumba, con su siempre sonrisa, abrazando al nieto

de ambos y a los hijos de ambos. Te ganaste una hija y yo un buen hijo Neto. – Te

extraño como nunca pero vivo por ellos- se abre mi Celeste ante mi sorpresa, sé

que está dolida por la promesa incumplida, pero sé que más disfruta una sala sin

olor a tabaco y mi aliento que espero siga en el viento. – Gracias por todo- mi

nuero comenta al mirar con sus ojos la tumba y abrazar a nuestro retoño, cuídala,

siempre cuídala, y a él también y a ellos también. – Pronto Alfredo, Pronto- Mia

siempre siendo optimista de un reencuentro más allá, si supiera que no he querido

partir ya me estaría regañando, me diría árbol viejo, rosal sin espinas y sus

metáforas de ideales políticos que siempre nos inspiraban a Neto y a mí a hacer

sobresalir nuestra patria. – Que habrás sido, canción u hombre- susurra

sorpresivamente la niña, que parece a lado de mi nieto pareciendo el retrato de

Celeste y yo en nuestra infancia. “Estaré bien acá, que me he perdido por el

capricho de quedarme”, pienso mientras los escucho hablar, mientras los veo con

su piel tostada de igual manera que tostaron el tabaco que fumé el día que la
conocí. “Qué han vivido, que han comentado, dónde sueñan, dónde me escuchan,

que tanto me recuerdan”, es la sentencia propia que me hago hoy. Y es

precisamente ese susurro de la niña el que me abrió la duda de mi decisión. Y

esta niña me acaba de recordar que puedo ser canción, jazz de la ciudad, del sol,

de las nubes, del cielo, de los parques, de los cuartos y de los juegos. Esa duda

de ella es mi duda. No viví para estar aquí. Morí para estar con ellos y por ellos.

Veo una luz, nunca como el sol, nunca en lo que se ve al amanecer, al atardecer o

al anochecer, me abraza, me levanta y me siento vivo. Estoy a su lado y ellos al

mío, pero ven la tumba, menos esos ojos pequeños que no he visto nunca, esa

sonrisa dulce que no he visto nunca. Vienen del vientre de mi retoño. Es ella, la

que será jazzista, la que será soñadora, la que será la líder y la exitosa. Le sonrió

y me vuelvo hacia mí, me elevo y veo todo, el campo de juego, el parque, el

vivero, los discos de jazz que acompañan a Celeste en la mañana. Y un descanso

se llena por primera vez de mí. Yo sobre el sol, las nubes viajan bajo de mí, el ave

del roble vuela hacia mí, el nido de la bugambilia tiene quien lo habite y yo soy

libre de cuatro paredes.

Toco mi trompeta, tengo cigarrillos en la bolsa de mi camisa y hago sonar el ulular

del viento y las nubes se forman con el humo de mi cigarro. Estoy nuevamente

haciendo jazz. Estoy nuevamente vivo, pero vivo desde arriba. Y porque siempre

desde arriba, siempre se ve diferente, seré esa ave de todos los robles.

FIN

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