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LA LECCIÓN

Por: Carlos Gabriel Rodríguez Camargo

Investigador, docente y narrador oral colombiano.

Cumpliendo los designios naturales, murió un día el maestro sabio. Sus bienes fueron entregados a
los pobres y sus libros regalados a los que quisieran aprender. Él fue llevado al cementerio donde
se cumpliría su único legado personal: marchar a la muerte con sus mejores galas, rodeado en la
diestra y la siniestra por algunos de sus más queridos tesoros y llevando en sus manos dos
preciosos anillos de oro con gemas de gran valor. La tumba donde reposaría su cuerpo era un
templete de cuatro columnas con la cubierta en piedra, sin rejas ni puertas. En el frontispicio del
sepulcro rezaba la frase del anfiteatro: ESTE ES EL LUGAR DONDE LOS MUERTOS LE ENSEÑAN A
LOS VIVOS.

El funeral fue acompañado por una fuerte nevada en una fría tarde. Con muy pocos asistentes,
el cuerpo muerto fue depositado en su lecho de piedra. Allí quedó, lejano y solitario.

Esa misma noche, en medio de la oscuridad y el frío, dos jóvenes hermanos llegaron hasta el
mausoleo donde reposaba su antiguo maestro. Eran gemelos, audaces y valientes, uno de ellos
intuitivo y observador, el otro, temerario y arrojado. Se acercaron hasta el cuerpo del anciano con
la intención de arrebatarle sus riquezas. Una vez en frente del despojo frío, decidieron repartir los
tesoros y tomar cada uno las riquezas de un costado. El primero se lanzó a la derecha del cadáver
y el otro a la izquierda. Recogieron en grandes bolsas de cuero el producto de su robo y cuando
creían tenerlo todo, repararon en los anillos del anciano; rápidamente, temiendo la llegada de los
guardianes, empezaron a forzar las joyas, pero al ser tan difícil retirarlas con los gruesos guantes
que llevaban, uno de ellos decidió quitárselos y reiniciar la tarea del despojo. El que arrojó sus
guantes consiguió más rápido la presa y dijo a su hermano:”Nos veremos en la plaza”, luego echó
a correr. El otro, armado de valor y de paciencia consiguió más tarde retirar el anillo y marchó por
el lado opuesto.

A la mañana siguiente encontraron el par de guantes junto al cadáver profanado, y unos pocos
metros más abajo, el cuerpo de uno de los hermanos. Estaba completamente rígido, con los ojos
abiertos y el anillo entre sus dedos al igual que la bolsa repleta de riquezas.

Su gemelo no volvió a aparecer jamás.

Los comisarios y jueces del pueblo empezaron por la más sencilla de las preguntas, la más
simple y primordial de todas: ¿Cuál gemelo escapó?

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