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CULTURA Y SOCIEDAD

Los coches de los emigrantes se arrastraban penosamente, desde los caminos auxiliares hasta el gran
camino que atravesaba el país, una vez allí cogían la ruta migratoria hacia el Oeste; y cuando llegaba la
noche, se arracimaban juntos como chinches cerca de donde hubiese agua y algún abrigo natural… Y
cuando se ocultaba el sol, quizá hubiera allí veinte familias y veinte coches….

Cada noche se creaba un mundo, completo en todos sus detalles, se hacían amigos y se creaban
enemigos; un mundo completo con matones y cobardes, con hombres tranquilos, hombres humildes y
bondadosos. Cada noche se establecían las relaciones que hacen un mundo; y cada mañana, el mundo
se deshacía como un circo.

Al comienzo, las familias eran tímidas en la construcción y derrumbe de mundos, pero poco a poco fue
suya la técnica de construir mundos. Entonces surgían los líderes se hacían las leyes y nacían códigos. Y
mientras los mundos se iban moviendo hacia el Oeste, eran más completos y mejor provistos, porque
sus constructores tenían más experiencia en construirlos.

Las familias aprendían cuáles eran los derechos que había que observar: el derecho de aislamiento en la
tienda; el derecho de guardar escondido en su corazón el pasado; el derecho de hablar y de escuchar; el
derecho de aceptar o rehusar una ayuda; el derecho de ofrecerla; el derecho del hijo a cortejar y de la
hija a ser cortejada; el derecho del hambriento a que lo alimentasen. Los derechos de la embarazada y
del enfermo prevalecían sobre todos.

Y las familias aprendían, sin que nadie se los señalase, qué derechos son monstruosos y deben ser
destruidos: el derecho a entrometerse en el aislamiento de otros; el derecho de meter ruido cuando
todos dormían; el derecho de seducción o de rapto; el derecho de adulterio y robo y asesinato. Estos
derechos eran destruidos inmediatamente, pues los pequeños mundos no podrían existir ni siquiera una
noche si subsistían tales derechos.

Y a medida que los mundos se iban acercando al Oeste, las reglas se hacían leyes, aunque nadie las
comunicaba con este carácter a las familias. Es ilegal evacuar cerca del campamento; es de todo punto
ilegal ensuciar el agua potable; es ilegal comer cosas exquisitas cerca de uno que tenga hambre, a
menos que se le invite a compartirlas.

Y con las leyes, los castigos-había sólo dos-: una expulsión rápida y violenta, o el ostracismo; y el
ostracismo era peor. Porque si uno quebrantaba las leyes, su nombre y su rostro desaparecían y no
tenían cabida en ningún mundo, no importa dónde se crease.

En los mundos, la conducta social se hizo rígida y fija, de modo que un hombre tenía que responder a los
buenos días, de modo que un hombre podía seducir a una muchacha si ella lo deseaba, si adoptaba sus
hijos y los protegía. Pero un hombre no podía seducir a una muchacha una noche y a otra la siguiente,
pues esto pondría en peligro la estabilidad de los mundos.

Las familias avanzaban hacia el Oeste, y la técnica de construir mundos mejoró tanto que la gente podía
estar segura en sus mundos; y todo esto tan establecido, que una familia podía observar todas las reglas
en los distintos mundos.

(John Steinbeck. Las uvas de la ira)

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