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Mitos y Leyendas

Alumno : Luis Rubèn Gòmez Rangel


Grado : 1º Grupo “C”
Diferenciando mitos de leyendas

Las palabras mito y leyenda suelen evocarse en forma conjunta, porque la asociación de
significados entre ambas es prácticamente espontánea.

Sin embargo, es posible establecer una diferenciación entre ambas. La leyenda


suele ser un relato maravilloso que algunas veces tiene origen en algún evento histórico,
pero que suele estar enriquecido por numerosos elementos fantásticos. Es una
producción literaria de creación colectiva sobre la existencia de diferentes versiones.
Muchas de ellas han llegado a nuestros días incluso como auténticas piezas literarias.
LA LLORONA DEL PARQUE RIVERA

Versión 1:

Una tarde de otoño, hace muchos años, una joven mujer decide salir a pasear por el
Parque Rivera. A pesar de un viento frío y cortante que hacía gemir a los árboles y
sumía al parque en la más absoluta soledad, la chica decide salir y llevar consigo a su
bebé, que había tenido en condición de soltera.

Estando en vísperas de su boda la joven se aventura en el parque, por entonces más


agreste que ahora y mostrando los resultados de recientes lluvias. Se la ve bordear el
lago junto a su niño, mientras el viento arrecia con fuerza, desapareciendo de la vista.
La futura novia, sin embargo, no regresará por ese sendero.

Al día siguiente encuentran su cuerpo inerte en el lago del parque, sin rastros del
paradero del pequeño. Cuenta la historia que desde entonces, en las noches brumosas y
tristes del otoño, puede verse a una joven vestida de novia en los alrededores del lago.
Camina sola y llora desconsoladamente, mientras clama por un bebé que perdió hace
mucho tiempo.

Versión 2:

Hace mucho tiempo, en los inicios del mismo Parque Rivera, vivía una pareja en una
casa contigua al lugar. Un miércoles 9, mientras marido y mujer se hallaban fuera, unos
ladrones irrumpen en la casa. El esposo llega antes que terminen su faena y los
sorprende in fraganti: desesperados, los delincuentes le quitan la vida con un cuchillo.
Cuando intentan esconder el cuerpo sienten los ruidos provocados por su mujer, que
vestida de blanco llega a la casa.

Se esconden detrás de una puerta y observan cómo la joven, aterrada, descubre el


cuerpo de su marido. Mientras la mujer llora desconsoladamente sobre él, los ladrones,
decididos a todo, llegan por detrás y la ajustician de igual manera. Para ocultar las
huellas los delincuentes arrojan los dos cuerpos en la laguna del parque.

Desde entonces, los vecinos de la zona comentan que todos los 9 de cada mes se oyen
extraños llantos y quejidos que provienen de la laguna, en el lugar donde los cuerpos de
los infortunados amantes fueron arrojados.
"SI LA VIDA TE DA LA ESPALDA...CULEATELA!!!"

Categoría: MITOS, LEYENDAS Y CUENTOS DE TERROR

MAS LEYENDAS URBANAS!!!


TERROR EN LA RUTA:

Una de las historias populares más macabras entre las creadas en el siglo XX es la que
hace referencia a un conductor que en el último momento decide no recoger a un
viajante. Generalmente el narrador comienza diciendo: "¿Te conté lo que le ocurrió a mi
amigo? Bueno, de hecho fue a su primo..." Y continúa así: Un automovilista va
conduciendo por una carretera, cuando ve a un hombre joven con el pulgar levantado.
Al disminuir la velocidad para recogerlo queda consternado al ver que detrás de los
arbustos o árboles de la carretera asoman dos o tres compañeros suyos.

Considerando quizá que están abusando de su generosidad, o tal vez alarmado ante la
posibilidad de que se trate de una banda de ladrones, el conductor decide en el último
momento no recogerlos. Los viajantes se encuentran ya bastante cerca del coche, pero el
conductor pisa el acelerador a fondo y se aleja tan rápido como puede. Los viajantes
parecen enojados: gritan y chillan mientras el automovilista se aleja. Feliz de haber
logrado escapar a tiempo, el conductor sigue su camino unos kilómetros sin detenerse.
Después, al comprobar que el indicador de la gasolina se acerca al cero, se para en una
estación de servicio.
Acto seguido observa que el operario de la estación de servicio, lívido como la cera, se
aparta horrorizado del coche. El conductor baja para ver qué es lo que pasa, y queda
paralizado de horror ante lo que ven sus ojos.

Atrapados en una de las manijas de la puerta hay cuatro dedos humanos.


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El colectivero:

Una noche en Rosario (provincia Argentina), enfrente del cementerio "El Salvador", un
colectivero (chofer de ómnibus) de la línea "114" iba conduciendo de noche medio
dormido, de pronto, ve impotente como una chica se le cruza velozmente frente al
ómnibus y este la arroya.

El colectivero asustado por lo sucedido y lo tétrico de el lugar decide retroceder,


esquivar el cadáver de la chica y escapar. Luego de unos minutos de ir a toda velocidad
y no detenerse en sus paradas normales, completamente histérico ve por el espejo
retrovisor, que la chica que había arrollado está sentada en el ultimo asiento mirándolo
fijo y llorando.
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LA LLORONA DEL PARQUE RIVERA

Versión 1:

Una tarde de otoño, hace muchos años, una joven mujer decide salir a pasear por el
Parque Rivera. A pesar de un viento frío y cortante que hacía gemir a los árboles y
sumía al parque en la más absoluta soledad, la chica decide salir y llevar consigo a su
bebé, que había tenido en condición de soltera.

Estando en vísperas de su boda la joven se aventura en el parque, por entonces más


agreste que ahora y mostrando los resultados de recientes lluvias. Se la ve bordear el
lago junto a su niño, mientras el viento arrecia con fuerza, desapareciendo de la vista.
La futura novia, sin embargo, no regresará por ese sendero.

Al día siguiente encuentran su cuerpo inerte en el lago del parque, sin rastros del
paradero del pequeño. Cuenta la historia que desde entonces, en las noches brumosas y
tristes del otoño, puede verse a una joven vestida de novia en los alrededores del lago.
Camina sola y llora desconsoladamente, mientras clama por un bebé que perdió hace
mucho tiempo.

Versión 2:

Hace mucho tiempo, en los inicios del mismo Parque Rivera, vivía una pareja en una
casa contigua al lugar. Un miércoles 9, mientras marido y mujer se hallaban fuera, unos
ladrones irrumpen en la casa. El esposo llega antes que terminen su faena y los
sorprende in fraganti: desesperados, los delincuentes le quitan la vida con un cuchillo.
Cuando intentan esconder el cuerpo sienten los ruidos provocados por su mujer, que
vestida de blanco llega a la casa.

Se esconden detrás de una puerta y observan cómo la joven, aterrada, descubre el


cuerpo de su marido. Mientras la mujer llora desconsoladamente sobre él, los ladrones,
decididos a todo, llegan por detrás y la ajustician de igual manera. Para ocultar las
huellas los delincuentes arrojan los dos cuerpos en la laguna del parque.

Desde entonces, los vecinos de la zona comentan que todos los 9 de cada mes se oyen
extraños llantos y quejidos que provienen de la laguna, en el lugar donde los cuerpos de
los infortunados amantes fueron arrojados.
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27/08/05 · 4 comentarios · Autor: locuras ·

MITO O REALIDAD????

INVESTIGANDO HADAS, DUENDES Y GNOMOS:

(El autor de este artículo, Jesús Callejo, es uno de los más interesantes investigadores de
mitología y folklore. Es coautor, junto a Carlos Canales, de la trilogía de Seres Mágicos
de España intewgrada por los libros "Duendes", "Hadas" y "Gnomos" y también de
"Seres y lugares en los que usted no cree". Así mismo es colaborador del espacio
nocturno de misterio "La zona cero" del programa de radio "La rosa de los vientos" en
Onda cero).

Después de doce años investigando, escribiendo y recibiendo cartas de lectores sobre


hadas y otros espíritus elementales de la naturaleza me he dado cuenta de que estoy
como al principio: perplejo y fascinado por este mundo cuya realidad se me escapa y de
la que apenas sé nada.

He conocido auténticos tratados que abordan aspectos de estos seres desde varios
enfoques, pero sobre todo desde el mito y la leyenda e incluso desde un punto de vista
antropológico. Ahí están las obras del alquimista suizo Paracelso en el siglo XVI que
popularizó el término "elementales", la del abate francés Villiers o la del Reverendo
escocés Robert Kirk de Aberfoyle.

Más recientemente, algunos autores se han aventurado a escribir libros donde hablan
profusamente sobre hadas, duendes y gnomos desde una perspectiva global, intentando
clasificarlos en familias, nombrarlos y definirlos. Una ardua tarea -y lo sé por
experiencia- porque en esa me embarqué hace unos cuantos años. Y ciertamente los
datos que nos ofrecen estas obras son valiosos y clarificadores pero siempre de una
parte del fenómeno. Obras que van desde el libro que escribió Walter Scott "La verdad
sobre los demonios y las brujas" hasta "El diccionario de hadas" de Katherine Briggs.
Todas ellas son muy válidas y hay que reconocer el esfuerzo y la dedicación de sus
autores por acercarnos a unos seres tan sutiles y por hacernos comprensible un mundo
totalmente incomprensible, pero que aportan una visión muy parcial de toda su
complejidad.
Podemos leer de arriba abajo el libro de Roberto Rosaspini Reynolds "Hadas, duendes y
otros seres mágicos celtas" y quedarnos como estábamos al principio: in albis. Porque,
ciertamente, nos habla de hadas (terrestres, acuáticas, domésticas, malévolas…), de
duendes, gnomos, silfos, salamandras, ninfas, elfos, trasgos y animales feéricos pero
redunda en más de lo mismo. Unos copian a otros y es lógico. No hay tantos datos que
aportar. Las fuentes son comunes y exiguas y todos bebemos prácticamente en las
mismas aguas.

Tal vez aquí radique una de las causas que explique el porqué nos obliga a los
investigadores del mundo feérico a tener una perspectiva miope de este misterio, porque
misterio es al fin y al cabo acercarnos a una civilización que cohabita en un mundo
paralelo al nuestro y del que apenas sabemos unos pocos retazos deshilachados. Supone
un desafío saber algo más sobre esta Gente Menuda, aunque solo sea para darnos cuenta
de que no todo son fábulas o cuentos de niños. Si todo fuera tan fácil como llegar a la
conclusión de que no hay más que pura fantasía en el origen de estos relatos muchos
pueblos y culturas se hubieran ahorrado mencionar a seres que pululan por cada uno de
los elementos de la naturaleza y a los que desde antiguo se les ha rendido culto, se les ha
reverenciado y se les ha temido. Si todo fueran simples cuentos de hadas, sin ningún
fundamento serio, tal vez no nos causaría tantos quebraderos de cabeza pensar que en la
creencia ancestral en esta clase de criaturas está la génesis de algunas supersticiones
sectas y religiones de corto alcance.
Experiencias únicas

Al lado de estas sesudas obras de divulgación que he mencionado existen otras donde
sus autores respectivos cuentan sus experiencias personales con estos seres, sin
ambages, sin medias tintas, sin ambigüedades, proclamando a los cuatro vientos su
realidad, su clara existencia. En ellas aparecen tal cúmulo de datos que nos apabullan,
todos ellos desde una perspectiva subjetiva y, por tanto, indemostrables. Hablan de ellos
como si les hubieran hecho una entrevista y nos cuentan con todo lujo de detalles su
aspecto físico, su forma de pensar, cómo se alimentan e incluso su actividad sexual. Me
estoy refiriendo a obras como la del vidente británico Geoffrey Hodson "El mundo real
de las hadas" , fruto de sus experiencias con estas criaturas y las visiones de las mismas
que tuvo en los años veinte del siglo XX. Me refiero al libro de Dorothy MacLean sobre
"Comunicación con los ángeles y los devas" haciéndose eco de sus extraordinarias
experiencias en la Comunidad Findhord junto a los esposos Caddy. Me refiero al libro
publicado por Jorge A. Livraga Rizzi, fundador de Nueva Acrópolis, que publicó "Los
espíritus elementales de la naturaleza", un libro donde nos mostraba sus revelaciones. Y
me refiero a libros como el del español Vicente Beltrán Anglada, "Las fuerzas de la
naturaleza", o el del argentino Monseñor Claudio Paleka, "Cuando el cielo pase lista"
(1994), que describen la vida sutil en cada uno de los cuatro elementos con todo lujo de
detalles.

Esta tendencia literaria podría representar el ala crédula, es decir, la de aquellos que no
solo creen en las hadas sino que además afirman haberlas visto y hasta charlado con
ellas. Serían encuentros cercanos en la tercera fase por utilizar una terminología
ufológica.

La otra tendencia sería la escéptica, representada por aquellos que se acercan al


fenómeno no para negarlo rotundamente sino para interpretarlo y explicarlo desde otras
posturas y enfoques algo más científicos y racionales. En esta línea habría que
mencionar dos hipótesis de vanguardia que tienen mucho que decir: la antropológica y
la médica.
La tan esperada noche de brujas por fin había llegado , los niños se disponían a salir por
sus dulces para luego reunirse a contar cuentos de terror. Pero esta vez algo especial
sucedería.

En lugar de reunirse en el lugar habitual lo harían en el cementerio abandonado en las


afueras del pueblo, todos estaban nerviosos pero trataban de ocultar su temor.

En el lugar la calma era tan profunda que imponía silencio. Los niños comenzaron a
llegar y se sentaron formando una ronda alrededor de una lámpara que alumbraba sólo
sus caras.

El mayor de ellos comenzó a contar la leyenda del cementerio:

... Se dice que en este lugar fueron sepultadas tres hechiceras y que a partir de ese
momento todos los años en la noche de brujas sus almas se elevan de las tumbas para
atormentar a aquellos que no creen en ellas...

¿Pero... quién está haciendo ruidos? ¿Hay alguien escondido?

Todos se inquietaron , tal vez alguno de los niños mayores se había ocultado para
atemorizarlos... Entonces se escucharon las doce campanadas de la iglesia repicando a
la distancia...

¡ Los niños se tomaron instintivamente de las manos !


¡ La linterna cayó al suelo apagándose y el viento comenzó a soplar ! ¡ La luna se veía
más grande y tenebrosa!

¡ Debemos regresar a nuestras casas esto ya ha dejado de ser gracioso ! dijo uno de
ellos, y seguidamente gritó... Cielos ¿ Qué es eso?

De las tumbas parecían salir flotando extrañas y fantasmales figuras, nunca habían visto
nada semejante. Querían correr pero sus piernas estaban endurecidas por el temor.

¡ Una risa estremecedora sacudió el cementerio ! ¡ Por fin los pequeños lograron
reaccionar y salieron corriendo de aquel espantoso lugar !

Cuando estuvieron a salvo en sus hogares prometieron no contar a nadie lo que habían
visto, pero a partir de aquella noche jamás volvieron a burlarse de los que contaban
historias sobre el cementerio abandonado.
FIN.
LA LLORONA
Vagando por las calles, su escalofriante lamento atemorizó durante siglos a todo aquel
que lo escuchaba y generando unas de las leyendas urbanas más conocidas de Mexico.

La Llorona - Un Alma en Pena

Consumada la conquista y poco más o menos a mediados del siglo XVI, los vecinos de
la ciudad de México se recogían en sus casas con el toque de queda, avisado por las
campanas de la primera Catedral; a media noche y principalmente cuando había luna,
despertaban espantados al oír en la calle, tristes y prolongadisimos gemidos, lanzados
por una mujer a quien afligía, sin duda, honda pena moral o tremendo dolor físico.

Las primeras noches, los vecinos se resignaban a santiguarse por el temor que les
causaban aquellos lúgubres gemidos, que según ellos, petenecían un ánima del otro
mundo; pero fueron tantos y tan repetidos y se prolongaron por tanto tiempo, que
algunos osados quisieron cerciorarse con sus propios ojos qué era aquello; y primero
desde las puertas entornadas, de las ventanas o balcones, y enseguida atreviéndose a
salir a las calles, lograron ver a la que, en el silencio de las oscuras noches o en aquellas
en que la luz pálida de la luna caía como un manto vaporoso lanzaba agudos y agónicos
gemidos.
Vestía la mujer un traje blanco y un espeso velo cubría su rostro. Con lentos y callados
pasos recorría muchas calles de la ciudad, cada noche tomaba distintas calles, pero
siempre pasaba por la Plaza Mayor (hoy conocida como el Zocalo de la Capital), donde
se detenía e hincada de rodillas, daba el último angustioso y languidísimo lamento en
dirección al Oriente; después continuaba con el paso lento y pausado hacia el mismo
rumbo y al llegar a orillas del lago, que en ese tiempo penetraba dentro de algunos
barrios, como una sombra se desvanecía entre sus aguas.

"La hora avanzada de la noche, - dice el Dr. José María Marroquí- el silencio y la
soledad de las calles y plazas, el traje, el aire, el pausado andar de aquella mujer
misteriosa y, sobre todo, lo penetrante, agudo y prolongado de su gemido, que daba
siempre cayendo en tierra de rodillas, formaba un conjunto que aterrorizaba a cuantos la
veían y oían, y no pocos de los conquistadores valerosos y esforzados, quedaban en
presencia de aquella mujer, mudos, pálidos y fríos, como de mármol. Los más animosos
apenas se atrevían a seguirla a larga distancia, aprovechando la claridad de la luna, sin
lograr otra cosa que verla desaparecer llegando al lago, como si se sumergiera entre las
aguas, y no pudiéndose averiguar más de ella, e ignorándose quién era, de dónde venía y

a dónde iba, se le dio el nombre de La Llorona."


Representa normalmente a una madre que se lamenta por la pérdida de sus hijos y
siempre aparece con un vestido y velo blancos aunque puede variar según la historia o
la región donde aparece.

El Origen de la Llorona

El antecedente mas conocido de la leyenda de la llorona tiene sus raices en la mitologia


Azteca. Una versión sostiene que es la diosa azteca Chihuacóatl, protectora de la raza.
Cuentan que antes de la conquista española, una figura femenina vestida de blanco
comenzó a aparecer regularmente sobre las aguas del lago de Texcoco y a vagar por las
colinas aterrorizando a los habitantes del gran Tenochtitlán.

"Ay, mis hijos, ¿dónde los llevaré para que escapen tan funesto destino?", se lamentaba.

Un grupo de sacerdotes decidió consultar viejos augurios. Los antiguos advirtieron que
la diosa Chihuacóalt aparecería para anunciar la caída del imperio azteca a manos de
hombres procedentes de Oriente. La aparición constituía el sexto presagio del fin de la
civilización.
Con la llegada de los españoles al Continente Americano, y una vez consumada la
conquista de Tenochtitlan, sede del Imperio Azteca, años mas tarde y después de que
murio Doña Marina, mejor conocida como la "Malinche" (joven azteca que se convirtió
en amante del conquistador español Hernán Cortés), se decía que esta era la llorona, la
que venía a penar del otro mundo por haber traicionado a los indios de su raza,
ayudando a los extranjeros para que los sometieran.
Las "Otras" Lloronas

Esta leyenda se extendio a otros lugares del Pais, manifestandose de diversas maneras.
En algunos pueblos se decía que la llorona era una joven enamorada que habia muerto
en vísperas de la boda y traía al novio la corona de rosas blancas que nunca utilizó.

En otras partes, se creía que era una madre que venía a llorarle a sus hijos huerfanos.

Algunos afirman que es una mujer que ahogó a uno de sus hijos y por la noche lo busca
a lo largo de los riachuelos o quebradas, exhalando prolongados lamentos.
Otra descripción de la llorona es la siguiente:
Mujer de figura desagradable, alta y desmelenada, de vestido largo y rostro cadavérico.
Con sus largos brazos sostiene a un niño muerto. Pasa la noche llorando, sembrando con
sus sollozos lastimeros, el terror en los campos, aldeas, y aún en las ciudades.

Se hace referencia a este personaje acorde con la tradición oral, donde se le define como
una madre soltera que decidió no tener a su hijo y por eso aborta, acarreándole esto el
castigo de escuchar permanentemente el llanto de su niño. Este castigo la desesperó y la
obligó a deambular por el mundo sin encontrar sosiego, llorando, gimiendo e indagando
por el paradero de su malogrado hijo.
Las "Otras" Lloronas

Esta leyenda se extendio a otros lugares del Pais, manifestandose de diversas maneras.
En algunos pueblos se decía que la llorona era una joven enamorada que habia muerto
en vísperas de la boda y traía al novio la corona de rosas blancas que nunca utilizó.

En otras partes, se creía que era una madre que venía a llorarle a sus hijos huerfanos.

Algunos afirman que es una mujer que ahogó a uno de sus hijos y por la noche lo busca
a lo largo de los riachuelos o quebradas, exhalando prolongados lamentos.

Otra descripción de la llorona es la siguiente:


Mujer de figura desagradable, alta y desmelenada, de vestido largo y rostro cadavérico.
Con sus largos brazos sostiene a un niño muerto. Pasa la noche llorando, sembrando con
sus sollozos lastimeros, el terror en los campos, aldeas, y aún en las ciudades.

Se hace referencia a este personaje acorde con la tradición oral, donde se le define como
una madre soltera que decidió no tener a su hijo y por eso aborta, acarreándole esto el
castigo de escuchar permanentemente el llanto de su niño. Este castigo la desesperó y la
obligó a deambular por el mundo sin encontrar sosiego, llorando, gimiendo e indagando
por el paradero de su malogrado hijo.

Las "Otras" Lloronas

Esta leyenda se extendio a otros lugares del Pais, manifestandose de diversas maneras.
En algunos pueblos se decía que la llorona era una joven enamorada que habia muerto
en vísperas de la boda y traía al novio la corona de rosas blancas que nunca utilizó.

En otras partes, se creía que era una madre que venía a llorarle a sus hijos huerfanos.

Algunos afirman que es una mujer que ahogó a uno de sus hijos y por la noche lo busca
a lo largo de los riachuelos o quebradas, exhalando prolongados lamentos.

Otra descripción de la llorona es la siguiente:


Mujer de figura desagradable, alta y desmelenada, de vestido largo y rostro cadavérico.
Con sus largos brazos sostiene a un niño muerto. Pasa la noche llorando, sembrando con
sus sollozos lastimeros, el terror en los campos, aldeas, y aún en las ciudades.

Se hace referencia a este personaje acorde con la tradición oral, donde se le define como
una madre soltera que decidió no tener a su hijo y por eso aborta, acarreándole esto el
castigo de escuchar permanentemente el llanto de su niño. Este castigo la desesperó y la
obligó a deambular por el mundo sin encontrar sosiego, llorando, gimiendo e indagando
por el paradero de su malogrado hijo
EL PERRO DE SATANAS
EL PERRO DE SATANAS...
EN UNA FÁBRICA DE MAR DE PLATA (ARGENTINA) SE SUCEDEN
EXTRAÑOS SUCESOS QUE TIENEN EN VILO A LOS EMPLEADOS.

Se dice que hay una fábrica en un barrio precario en la ciudad de Mar de Plata, en
Argentina, en la cual suceden muchos hechos extraños.

Detrás de la fábrica hay un descampado y muchas veces por la noche se suelen ver
duendes o nenes que corren y desaparecen, y lo más tenebroso de todo viene ahora...

Esta fábrica reporta un desaparecido por año, especialmente entre los serenos que la
vigilan. Por la noche, cuando el sereno cuida la fábrica, suele escuchar silbidos y hasta
respiraciones cerca.

Una vez corrió el rumor de que uno de los empleados por la noche mientras vigilaba el
lugar al sentir un gruñido se asomó por la ventana y vio un perro gigante, así como un
caballo, y que no se va a olvidar nunca de los ojos rojos de este.

Dicen que el dueño hizo un pacto con el diablo y desde ahí nunca más le robaron, pero a
cambio él debe entregar un alma por año, o sea la de un empleado.

Este perro es supuestamente una bestia enviada por el mismo Satanás para evitar los
siniestros, dado que es un barrio extremadamente peligroso.
LA NIÑA Y LAS MONEDAS DE ORO
LA NIÑA Y LAS MONEDAS DE ORO
.> LA EXTRAÑA HISTORIA DE UNA NIÑA DESAPARECIDA EN CÓRDOBA.

Esta historia es muy conocida en Córdoba, pues existe una antigua casa del centro de las
ciudad que se dice está encantada y cuenta que en ella hace mucho tiempo vivía una
familia acomodada que tenía una hija pequeña y varias criadas a su servicio.

Una noche mientras la niña dormía escuchó unos ruidos en el pasillo, abrió lentamente
la puerta de su cuarto para mirar el pasillo que comunicaba los cuartos, enormemente
largo y oscuro, lleno de cuadros y enlosado.

Al final del pasillo la niña vio lo que parecía un niño de su edad levantando una de las
losetas y metiendo algo dentro de un hueco en el suelo. La niña no podía creerlo, lo que
vió relucir en la mano del muchacho al pasar por la tenue luz que entraba por la ventana
eran monedas de oro.

Cuando el niño se fue salió y se dirigió hacia allí; entonces apareció una de las criadas
con una vela enorme que también había visto lo que había pasado y quería sacar partido.

Decidieron que no dirían nada a nadie, todas las noches se acercarían y con la ayuda de
la luz de la vela levantarían la loseta y sacarían las monedas hasta acabarlas. Todas las
noches la niña,que por su tamaño cabía dentro, se metía en el hueco bajo la loseta e iba
dando monedas a la criada, quien las iba guardando en un enorme saco. Las noches
pasaban y aquel tesoro parecía no acabarse nunca. Cada noche que pasaba la vela iba
consumiéndose más y más, pero las monedas seguían saliendo a pares y no querían
dejarse ninguna.

Una noche en medio de su labor la vela comenzó a parpadear haciendo amagos de


apagarse, la criada le dijo a la niña que saliera del hueco, que ya tenían dinero de sobra.
La niña le hizo caso y abandonó el escondrijo, pero en el último momento una moneda
cayó del saco al hueco y, en un acto de avaricia y sin pensárselo siquiera, la muchacha
se metió de nuevo en el hueco. La criada intentó agarrarla pero no pudo, mientras le
gritaba que por favor saliera de allí y dejara la moneda, pero en medio de ese griterío la
vela terminó de apagarse. En el momento justo en que el último rayo de luz salió de la
vela la loseta se cerró ante los ojos de la criada dejando a la niña dentro.

La criada decidió no decir nada a nadie, los padres dieron a la niña por desaparecida y el
tema se fue olvidando con el tiempo. Pero aún en la actualidad dentro de esa casa se
siguen oyendo por las noches los gritos de auxilio de la niña que repiten noche tras
noche en el pasillo \"Por favor...socorro...sacadme de aquí...\". Incluso la policía ha
acudido multitud de veces ante la llamada de los vecinos que oían voces pidiendo
ayuda, pero al llegar al viejo caserón lo único que siempre han encontrado es una vela
vieja y consumida puesta justo en el centro de una loseta...

17/08/05 · 0 comentarios · Autor: locuras ·

LA MUJER DEL PASILLO

LA MUJER DEL PASILLO...

UN GRUPO DE AMIGOS REUNIDOS PARA JUGAR A LA OUIJA RECIBEN UNA


VISITA INSOSPECHADA QUE LES CAMBIARÁ LA VIDA.

Esta es mi historia: Una noche de Halloween, por hacer algo de miedo, jugamos a la
Ouija, cosa de la que siempre me arrepentiré.

La noche era fría, en el ambiente se notaba un aroma extraño, no sé definirlo con


palabras; unos amigos y yo buscamos una vieja Ouija que mi familia siempre ha tenido
guardada... Era de mi bisabuela, la cual había muerto cuando yo aún no había nacido, y
siempre había querido conocerla. Mis amigos hacían eso por diversión, yo por un fin,
puesto que quería hablar con mi bisabuela.

La sesión comenzó, entre risas mis amigos bromeaban, yo estaba muy serio,
concentrado, pero ellos no lo notaron, hasta que cayó un rayo que iluminó toda la
habitación oscura, seguido de un trueno, que estremeció hasta el último de mis huesos.
Asustados por el rayo, mis amigos, se quedaron en silencio, como yo, concentrándose,
de repente, el puntero de la Ouija comenzó a moverse. Preguntamos al unísono, quién
era, pero no respondió.

El puntero se movía sin cesar de un lado para otro, sin formar palabras. Al final paró, y
lentamente, formó las siguientes palabras: "Estoy yendo a por vosotros".

Llamaron a la puerta, pero nadie se atrevió a abrirla, sólo oímos la voz de quien
llamaba: Era una mujer, que estaba en el pasillo y gritaba por entrar a mi habitación. El
cerrojo estaba echado, no podía entrar, pero parecía que iba a tirar la puerta abajo.

La mujer gritaba desesperada, la puerta iba a caer, así que empujamos la cama para
atrancarla. La mujer cada vez más desesperada, gritaba mi nombre. Yo tuve el impulso
de abrir la puerta, pero me contuve, esos gritos eran desesperados.

Entonces me di cuenta: Era mi bisabuela; algo me lo decía, aunque no podía explicar


cómo lo sabía.
Me lancé a abrir la puerta, quería verla, tenía que verla, pero mis amigos me agarraron.
Los gritos cesaron, una de mis amigas, tuvo un ataque de nervios. Nos acercamos a
consolarla, pero una voz grave y fuerte salió de ella diciendo que no nos acercáramos.
Nos quedamos de piedra.

La mujer del pasillo comenzó a gritar de nuevo: "¡Os lo advertí, y no me hicisteis caso,
ahora moriréis!". Mi amiga comenzó a moverse de un lado a otro, diciendo que nos
mataría. Intentamos abrir la puerta pero no pudimos. Los gritos volvieron a cesar,
conseguimos abrir la puerta, yo salí primero, pero se cerró detrás de mí. Oí los gritos
aterrorizados de mis amigos, histéricos, pidiendo socorro, dando patadas a la puerta para
abrirla.

Escribo mi historia, cuarenta y cinco años después de que ocurriera, pues acabo de salir
de la cárcel, culpado por el asesinato de mis amigos, los cuales encontré muertos cuando
conseguí abrir la puerta de mi habitación.
La piedra de Juluapan Una piedra que existe desde que nació el mundo, y que guarda el
tesoro de un gran rey.

Al noroeste de la ciudad de Colima y a distancia no muy larga, apenas la suficiente para


que los montes se vean azules, se eleva un cerro largo, bastante elevado, llamado de
Juluapan, en cuya falda y casi en la mitad del flanco, se levanta una enorme roca que,
por la escasa distancia, no se alcanza a colorear bien de azul.

Dicha roca se destaca sobre el fondo índigo de la montaña como una erguida e inmensa
catedral.

Tan notable peñón es de aquellas cosas que no escapan a la mirada de nadie; y yo, desde
muy niño, lo contemplaba con cierto místico respeto por las relaciones fabulosas que
tocante a él corrían de boca en boca entre los rapaces de mi edad.

No guardo recuerdos precisos de todo lo que entonces oí decir; pero hay uno que ha
persistido imborrable a través del tiempo, y a él me voy a referir.

"El castigo consiste en que allí han de estar, con la piedra encima, amenazando caer
eternamente" Al pie del cerro existe un pueblo de indios, llamado también Juluapan.

Y me decían (cosa que es aún corriente en aquellas regiones) que la piedra queda
exactamente arriba del pueblo, a gran altura, y que para evitar que ruede hacia el
villorrio y aplaste a toda la población, los indios la tienen sujeta con cables y aún con
cadenas.

Que esa precaución data de tiempo inmemorial; y aún me decían que esa amenaza
sempiterna era en señal de castigo por no sé qué graves crímenes cometidos contra los
dioses por los moradores, en épocas lejanas.

La tradición, al llegar allí, se obscurecía, se borraba, más bien se truncaba, dejando en el


alma del oyente el peso de un gran misterio.

Y yo, al contemplar desde lejos la inmensa roca erguida, me imaginaba las enormes
cadenas, los nudosos cables, gruesos como troncos de árboles, largos como centenares
de varas, tirantes como cuerdas de arpa, sosteniendo el gigantesco monolito, pero
comenzando a podrirse por lo viejos...

-¿Qué será del pueblo y de su gente si la piedra cae?-me preguntaba interiomente.

Y sentía oprímirse mi alma de niño al pensar en la tremenda catástrofe.

-¿Pero por qué no se van los indios de allí?-preguntaba a los compañeros de mi infancia.

¿Por qué no se van a otra parte? -Porque no pueden: el castigo consiste en que allí han
de estar, con la piedra encima, amenazando caer eternamente.

Y no saben si ha de caer de día o de noche.

Y nunca pude penetrar la razón de aquello.


II.

De tiempo en tiempo volvía irresistiblemente la vista para contemplar, allá arriba, la


roca inmensa, verticalmente elevada, mostrando sus enormes fracturas y su áspera
cresta.

Cuando crecí, siendo adolescente, hice un viaje a caballo hasta más allá del cerro de
Juluapan.

Al ir caminando hacia la roca no podía apartar la vista de ella.

La creencia infantil de las cadenas y cables ya no tenia ningún valor lógico.

Y sin embargo, la persistencia de la imagen primitiva, tal como se formó en tiempos tan
impresionantes, era tan vigorosa a ratos, que parecía alentar aún dentro de mi como en
mi infancia, pues involuntariamente, cuando toda la roca se me presentó detalladamente
en toda su majestad, mi vista anhelante buscaba inútilmente las cadenas o cables,
tirantes como cuerdas de arpa y gruesos como troncos de árboles...

Y pasé por el pueblo de Juluapan.

Los indios, indiferentes a la existencia de la piedra, se dedicaban tranquilamente a la


operación de preparar las hojas de la palma real que habían de servir para la fabricación
de sombreros.

Por donde quiera, en la falda de los cerros, la vista descubría la grácil palma real
moviendo sus grandes y flotantes abanicos.

Los indios cortaban las hojas antes de que se extendieran, antes de que abrieran sus
abanicos, antes de que los rayos del sol las tiñeran de verde para que, al ser secadas en
los patios de las cabañas, conservasen el nítido color blanco de sus dobleces virginales.

Por eso son tan blancos los sombreros que se fabrican con ellas.

Dejé el pueblo a mi espalda.

Pero de tiempo en tiempo volvía irresistiblemente la vista para contemplar, allá arriba,
la roca inmensa, verticalmente elevada, mostrando sus enormes fracturas y su áspera
cresta.

La roca, sin embargo, no estaba suelta para que hubiese dado lugar a aquella leyenda:
salía del cerro como un brote peñascoso, elevándose a gran altura.

Estaba clavada en el flanco de la montaña, y apenas si en su parte superior se divisaba


una que otra planta, como higueras silvestres, magueyes y cactus.

III.

"Yo he visto el humo del incienso elevarse en las mañanas, muy blanco y sutil...
Además, yo he visto allá arriba algo más interesante que eso...

"Más tarde, siendo hombre, volví por aquellos lugares, y me detuve en un pequeño
rancho, casi inmediatamente abajo de la piedra.

Desde el corredor de la cabaña del propietario, se distinguía perfectamente el enorme


peñasco.

Y naturalmente, la conversación giró sobre aquel accidente del cerro.

Nadie había podido subir hasta él, por lo fragoso del terreno, y en realidad nadie sabía
cómo era ni qué había en ella.

Estaba entre las personas que acompañaban al propietario, un individuo por demás
interesante.

Era un viejo indio, ilustrado, leguleyo, hábil y algo poeta.

Nos divirtió buen rato con sus pláticas pintorescas y con la recitación de sus poesías
humorísticas.

Pero al llegar al asunto de la piedra, asumió seriedad, y nos dijo: -Ustedes pensarán todo
lo que quieran; pero esa piedra está encantada.

Allí hay encerrados grandes tesoros que datan desde los tiempos anteriores a la era
cristiana.

Esa piedra no es más que un templo, quizás una pagoda india, cuyas puertas están
cerradas para nosotros los mortales y pecadores.

Pero en un día del año se abren y se oye el rumor de las plegarias.

Yo he visto el humo del incienso elevarse en las mañanas, muy blanco y sutil...

Además, yo he visto allá arriba algo más interesante que eso...

-Este hombre, me dijo el propietario, se pasa las horas muertas viendo la piedra.

-¿Y qué ha visto Ud.?

-le pregunté sintiendo un tanto picada mi curiosidad.

-Pues he visto a una mujer vestida de blanco y con una mitra en la cabeza, llegar hasta
aquel pico de la derecha.

A mi me parece que es una sacerdotisa.

Y permanece allí muchas veces hasta que el sol se mete.


-Cuando has creído ver eso, habrás estado bajo la influencia del alcohol, le observó el
propietario.

-Nada de copas: en mi pleno juicio.

Y lo más notable es que me hace señas.

Nos reímos de buena gana.

Pero el leguleyo se mosqueó.

-Ustedes no son capaces de comprender, nos dijo en tono solemne, la sublimidad de esa
piedra y el gran misterio que encierra.

IV.

Los años pasaron.

Y un dia me dijeron: -¿Sabe usted por qué se hizo rico el dueño de la hacienda del
Platanarillo? Contesté que lo ignoraba.

-El dueño de esa hacienda, situada, como usted sabe, al dar vuelta al cerro de Juluapan,
en la cañada del río San Palmar, era antes un pobre maestro de escuela.

La madre de él había hecho en cierta ocasión un señalado favor a un bandido de los que
operaban en los linderos de Jalisco y Colima; creo que le curó una grave herida que
había recibido en una de sus tantas correrías.

Pero como el que anda en el peligro, en el perece, como dice la fábula, una noche, casi
moribundo, llegó a caballo al jacal de la señora.

Comprendiendo que iba a morir, le reveló la existencia de un tesoro en la piedra de


Juluapan.

No se sabe si el tesoro era producto de sus latrocinios o de otro origen, pues hay que
decir que el tal bandido era perfecto conocedor del cerro y de todos sus rincones.

El bandido murió.

Y el hijo de la señora, siguiendo las indicaciones del difunto, encontró el tesoro en una
cueva de la piedra de Juluapan.

Dejó la maestría y compró la hacienda.

V.

"Aquella piedra, tan notable a la vista.

sería un buen monumento para guardar el sepulcro de un rey del país tan poderoso y
magnífico como vos.
"Pero aquella piedra ha seguido siendo centro de creencias fantásticas.

El dicho del leguleyo ha tenido, según parece, casi su completa comprobación.

La relación es estupenda.

Y aun se citan nombres.

La relación se remonta a tiempos muy viejos; a un siglo antes de Jesucristo.

Se habla de un rey mexicano llamado Ix, nombre que en azteca significa Ojo, que
gobernaba en el antiguo reino de Colimán.

Era rey poderoso que ejercía completo dominio sobre una rica y vasta comarca.

Su capital era ciudad brillante y hermosa, llena de soberbios palacios y suntuosos


templos, y rodeada de altas murallas con jardines colgantes como los de Babilonia.

La corte de aquel rey era lujosa, como las cortes de oriente.

La fama de Ix y de su pueblo llegó hasta las remotas tierras asiáticas, lo cual no es


difícil comprender, si se tiene en cuenta que por aquellos tiempos las flotas del Celeste
Imperio cruzaban frecuentemente las vastas regiones del Grande Océano y llegaban
hasta las costas americanas, a comerciar y a veces a guerrear.

Pues bien, en cierto día de aquella edad remota, llegó a Xaláhuac (hoy Salagua), rada
situada en un ángulo de la bahía de Manzanillo y que más tarde sirvió de astillero a
Hernán Cortés y a otros exploradores españoles, una flotilla en que venia un prócer
chino de muy elevada alcurnia.

Su nombre era Wang Wei.

Sabedor Ix de la presencia de aquel noble personaje en las costas de sus dominios,


acudió a darle la bienvenida y a ofrecerle la debida hospitalidad en su corte.

El magnate chino aceptó la invitación con agrado, y fue atendido en Colimán con todas
las exquisitas consideraciones correspondientes a su rango.

Al salir un día de paseo, Wang Wei miró hacia el cerro de Xoloapan (Juluapan), fijando
su vista en la gran peña que de un punto de su falda se destacaba imponente.

-¿Qué es aquello?-preguntó a Ix.

¿Es algún templo? ¿Es acaso una tumba? -No es ninguna de las dos cosas, respondió el
rey.

Pero vuestras preguntas me están indicando que bien puede llegar a ser, eso que veis,
alguna de las dos cosas, o ambas a la vez.

Es una piedra que existe desde que nació el mundo.


Mis más remotos antepasados la vieron siempre allí.

-¿Habéis pensado en la muerte, amigo Ix? -Soy demasiado joven para pensar en ella.

-La muerte no es propia de los viejos: acecha también a los jóvenes y aún a los niños.

Os preguntaba esto, porque se me ocurre una idea: aquella piedra, tan notable a la vista.

sería un buen monumento para guardar el sepulcro de un rey del país tan poderoso y
magnífico como vos.

Después de algunos días de grata permanencia en Colimán, Wang Wei volvió a sus
naves.

Antes de irse, hizo traer de su buque insignia un riquísimo regalo, consistente en joyas
de oriente en que abundaban las perlas y los diamantes, y lo entregó a Ix con amistosas
palabras.

Ix correspondió a aquel presente con otro de joyas del país y con el regalo de diez
bellísimas esclavas.

No fue aquella la única vez que Ix y Wang Wei se vieron: su mutua amistad se fortificó
con nuevas entrevistas en el transcurso de los años.

Wang Wei, como Gran Almirante del Celeste Imperio, recorría con sus poderosas flotas
el Grande Océano y gustaba de visitar de cuando en cuando a su amigo Ix.

Este debió de haber tenido muy en cuenta la sugestión relativa al sepulcro, pues la
tradición expresa, mejor dicho, documentos auténticos, que cuando murió fue
embalsamado su cadáver y luego inhumado en un magnífico sepulcro abierto en la roca
de Juluapan.

En la cámara mortuoria, que era grande y suntuosa, encerraron muchos objetos de la


pertenencia del rey, juntamente con grandes tesoros, entre los cuales se contaban los
regalos de joyas orientales que le diera su amigo.

-¿Qué es aquello? -preguntó al camarero.

-Es la piedra de Juluapan.

¿Qué cómo se ha sabido todo esto? Dícese que en un museo de Europa, el conde de San
Dionisio encontró una lápida grabada con caracteres chinos, en la cual, después de
graves estudios que duraron meses, encontró noticias de la tumba de Ix y de la
entrevista que este rey tuvo con Wang Wei, almirante chino.

De la tumba se decía en la lápida que estaba señalada por una gran piedra al noroeste de
Colimán, en el cerro de Xoloapan.

Además, se hablaba de una rica cripta, de ricas galerías y de magníficos tesoros.


Pero las señas de la situación de la tumba parecían al descubridor y descifrador de la
lápida sumamente vagas.

¡Una roca al noroeste de Coliman y en un cerro.

Hay tantas rocas al noroeste de un lugar, que juzgó imposible identificar el sitio en que
Ix habia sido sepultado con sus tesoros.

Además, el antiguo Colimán desapareció hace muchos siglos, y la Colima actual no


ocupa el lugar de la antigua corte de los reyes colimotes.

Y el conde de San Dionisio acabó por no dar importancia práctica a su descubrimiento.

Pero al regresar a Europa de un viaje que hizo al Perú, resolvió visitar de paso nuestro
pais, desembarcando en Manzanillo y viéndose obligado a detenerse en Colima por
pocas horas.

Y sucedió que al asomarse por una ventana del hotel en que se alojaba, su vista fue
inmediatamente atraída por la gran piedra de Juluapan, que se destacaba imponente
sobre el obscuro índigo de la famosa montaña.

-¿Qué es aquello? -preguntó al camarero.

-Es la piedra de Juluapan.

Un rayo de luz entró en su cerebro.

Vínole el recuerdo de la lápida y de la versión esculpida en caracteres chinos.

"Tal vez Juluapan y Xoloapan son la misma cosa.

Tal vez el que mandó grabar la lápida juzgó inútil dar señas precisas de la tumba, puesto
que la piedra es de aquellas cosas que llaman desde luego la atención por sí solas".

La roca, además, estaba al noroeste de Colima.

Y el conde murió con la sonrisa en los labios y la mirada del alma fija en la enhiesta
piedra de Juluapan...

Después de serias reflexiones, se convenció plenamente de que aquella era la piedra de


que hablaba la relación china.

En consecuencia, se dirigió de incógnito al cerro legendario; y allí, ayudado de algunos


indios, hizo cuidadosas exploraciones en la piedra y en torno de ella.

Los indios creían que el extranjero lo hacía todo por simple curiosidad.

Pero el resultado fue completamente satisfactorio: el conde francés halló la cripta en


donde reposaba la momia de Ix.
Tres galerías adyacentes y que se comunicaban con la cámara real, estaban
materialmente llenas de objetos artísticos y de gran valor.

La momia tenia múltiples collares de riquísimas perlas; y a su lado, en el propio


sarcófago, había varios Códices bien conservados.

En uno de ellos había, junto a los jeroglíficos aztecas, caracteres chinos, a manera de
traducción.

Leyendo éstos, supo de Wang Wei y de su amistad con Ix, según se ha expresado ya.

Los demás Códices hablaban de templos, tumbas y ciudades sepultados bajo tierra; pero
con señas precisas, y bajo cuyas ruinas se certifica la existencia de tesoros
arqueológicos de gran valor.

Para no hacerse sospechoso, de la tumba de Ix sólo tomó las riquezas más fácilmente
transportables, y volvió a su patria, Francia, donde realizó algunos de los raros
ejemplares recogidos, obteniendo en poco tiempo una fortuna de 20 millones de francos.

Gozó de sus riquezas por varios años, siempre con la esperanza de volver a Juluapan.

Pero sintiéndose gravemente enfermo y previendo su próximo fin, legó el Códice de la


entrevista a la Academia de Ciencias, a fin de que no perdiese el mundo la noticia de Ix
y de su tumba legendaria.

Los otros Códices, por la revelación que hacen de riquezas incalculables, los donó a un
sobrino suyo, heredero del título de nobleza.

Y el conde murió con la sonrisa en los labios y la mirada del alma fija en la enhiesta
piedra de Juluapan...

¡Oh brillante rey Ix, que pensaste dormir tranquilamente bajo tu egregia tumba de
colosal peñón, en donde sólo pueden anidar las águilas! ¡Quieran los dioses tuyos y los
de tus antepasados que nadie más penetre en tu mansión sagrada a turbar tu sueño de
gran rey!.

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