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Dos años han pasado desde que te conocí, a veces maldigo mis escasas

habilidades para la química, de no ser por ellas, nada de esto hubiese


ocurrido. Me encuentro sentada frente a un cuarto donde un letrero muestra
la frase “Laboratorio de química orgánica”, parece ser que allí estás
teniendo clase y te imagino frente a tubos de ensayo, probetas y demás
instrumentos químicos burbujeante (de los cuales, jamás aprendí el nombre)
te imagino también, usando tu bata blanca y las gafas de laboratorio que
protegen ese mirada de concentración que pones cuando estudias. Una
sonrisa se dibuja en mi rostro al recordarte.

En mis manos sostengo la chocolatina Hershey’s que compré para ti, noto
que mis manos están sudorosas, entonces dejo a un lado la chocolatina
pues no quiero derretirla. Siempre que te voy a ver mis manos se ponen
sudorosas, el corazón se me acelera y hasta el estómago me empieza a
doler como si las mariposas, que todos dicen que se sienten, estuvieran
enojadas por no dejarlas volar y atacaran las paredes de mi estómago.

Recuerdo el día que me enamoré de ti, comíamos pasta mientras me


explicabas cómo obtener un Alcano a partir del método de Wurtz, en todo
caso, era lo que siempre hacíamos: Hola, no entiendo este tema. Claro, yo
te lo explico, es así y así y así. ¡AH! Ahora entiendo, gracias por tu ayuda,
adiós. Pero ese día fue diferente, recuerdo que, con el tenedor, armaba un
rollito de pasta, y al introducirlo en mi boca, mis ojos se encontraron con tu
rostro sonriente, desde ese día no puedo olvidar tu sonrisa y desde ese
instante te empecé a querer, desde ese día la química fue mi mejor aliada y
debo decir, que hasta empecé a entender.

Alguien abrió la puerta del laboratorio, las mariposas atacan con más
fuerza, creo que tienen lanzas para atacar mi pobre estómago, además,
tengo que secar mis manos con el pantalón, pero no, no eres tú, es sólo un
joven con cara de ocupada que al verme levanta una ceja y continúa su
rumbo hacia el baño. Recuerdo el día que nos íbamos a ver, el día en que
planeaba decirte lo mucho que te quiero, que yo definitivamente quería
reparar todo el daño que te habían hecho, que me dieras la oportunidad, en
fin, todo un discurso. Sonrío con tristeza al pensar que por querer repararte,
terminé siendo yo la que salió con daños graves y pocas probabilidades de
reparación. Pero recuerdo también, que no llegaste y mi estúpido discurso
quedó en la lista de mis peores composiciones dentro del basurero de mi
falta de talento.

Han pasado solo 10 minutos, otro 10 y podré verte, afuera ha empezado a


llover y veo cómo la gente corre para refugiarse en los edificios. Eso me
recuerda un día igual de lluvioso con gente corriendo para refugiarse en los
edificios y yo caminando por la calle sin importarme la lluvia. Fue ese día
cuando con un atrevido beso te confesé simbólicamente que te quiero, más
tú me dijiste que querías a alguien más. Entonces, caminé sin la más
mínima idea de dónde estaba, con los ojos empapados en lágrimas y la ropa
empapada en lluvia, no recuerdo haber tenido un día tan triste como ese.
Un estruendo me hace volver a la realidad, el mismo escenario, el letrero de
“laboratorio de química orgánica”, la puerta cerrada y yo esperándote con
la Hershey’s en la banca de al lado. Una ráfaga de valor me llena
totalmente, sí, voy a decirte lo mucho que te quiero, no con discursos mal
elaborados, ni con besos atrevidos, sencillamente diciendo “te quiero” es
todo lo que tengo que decir.

La puerta se abre, por fin eres tú, creo que las mariposas ahora atacan con
cañones, no sé quién tiene más cara de sorpresa, si tú por verme allí
sentada o yo porque el momento de la verdad por fin está parado frente a
mí y tiene tu nombre. ¿Hola? Me dices, mi boca se abre y está de punto de
pronunciar lo que en mi cabeza se dibujó como un “te quiero”, el sonido
está a punto de salir, el “te quiero” viene cargado de dos años de espera,
pero entonces lo que oigo es a mí decir: Mira, esta chocolatina es para ti, te
doy un beso en la mejilla y me voy. Camino por los largos pasillos del
edificio de química, rogando que entiendas que la chocolatina tiene un
mensaje para ti: Te quiero.

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