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ROJO DIFUSO, AZUL

PALIDO

Por David Roll.


INDICE

A. LA CRISIS DE REPRESENTACION Y DE PARTIDOS EN EL CONTEXTO


MUNDIAL Y LATINOAMERICANO.

1. EL DEBATE CONTEMPORÁNEO SOBRE LA REPRESENTACIÓN POLÍTICA.

2. LOS PARTIDOS A NIVEL MUNDIAL: CRISIS O TRANSFORMACIÓN

3. LOS PELIGROS DE LA ANTIPOLÍTICA COMO ALTERNATIVA A LOS


PARTIDOS POLÍTICOS.

4. EL EFICIENTISMO POLÍTICO, ENEMIGO DE LOS PARTIDOS Y DEL


SISTEMA DEMOCRÁTICO.

5. ALCANCES DE LA INGENIERÍA INSTITUCIONAL EN LA REFORMA DE


LOSPARTIDOS POLÍTICOS.

a. RELACIONES ENTRE LA VARIABLE PARTIDOS, SISTEMA ELECTORAL Y


SISTEMA DE GOBIERNO.
b. LA DEMOCRATIZACIÓN DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS Y SU
SIGNIFICADO.

B. CRISIS DE LOS PARTIDOS COLOMBIANOS E INTENTOS DE REFORMA.

1. LA CRISIS DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS COLOMBIANOS.

2. EL IRREDUCTIBLE CLIENTELISMO POLÍTICO, EL LASTRE DE LOS


PARTIDOS POLÍTICOS COLOMBIANOS.

3. EL INTENTO DE REFORMA DE LOS PARTIDOS EN 1991.

4. LA REFORMA DE LOS PARTIDOS EN EL PROYECTO DEL GOBIERNO


SAMPER.

5. LA REFORMA DE LOS PARTIDOS EN LA PROPUESTA DE PASTRANA.

C. LA REGULACION DE LA FINANCIACION DE CAMPAÑAS: ELEMENTO


CLAVE PARA REFORMAR LOS PARTIDOS.

1. EL CONTEXTO MUNDIAL Y LATINOAMERICANO.

a. PRINCIPIOS Y NORMAS RESPECTO DE LA FINANCIACIÓN DE CAMPAÑAS


Y PARTIDOS.
b. EVOLUCIÓN DEL CONCEPTO DE FINANCIACIÓN PÚBLICA DE PARTIDOS
Y CAMPAÑAS.

c. EL FINANCIAMIENTO ESTATAL DE LAS CAMPAÑAS Y PARTIDOS EN


EUROPA, NORTEAMERICA Y AMÉRICA LATINA.

2. El PROBLEMA DE LA FINANCIACION DE PARTIDOS Y DE CAMPAÑAS EN


COLOMBIA.

a. EL DEBATE COLOMBIANO SOBRE LA FINANCIACIÓN DE LA POLÍTICA.


b. HISTORIA DE LAS NORMAS SOBRE FINANCIACIÓN DE CAMPAÑAS EN
COLOMBIA.
c. CONCLUSIONES SOBRE LAS NORMAS DE FINANCIACIÓN DE PARTIDOS
Y CAMPAÑAS EN COLOMBIA.

D. EL ESTADO ACTUAL DE LOS PARTIDOS MAYORITARIOS.

A. PARTIDO LIBERAL COLOMBIANO

1. CARACTERISTICAS ORIGINARIAS.

2. PRINCIPIOS PROGRAMATICOS

3. UBICACION IDEOLOGICA.

4. RENDIMIENTO ELECTORAL

a. RENDIMIENTO ELECTORAL LIBERAL EN LAS PRESIDENCIALES DURANTE


EL SIGLO XX.

b. EL PARTIDO LIBERAL EN LA CONTIENDA ELECTORAL DURANTE EL


PERIODO DE ELECCIONES NO PACTADAS.

c. EL PARTIDO LIBERAL EN LAS ELECCIONES LEGISLATIVAS

d. EL PARTIDO EN LA ASAMBLEA NACIONAL CONSTITUYENTE.


e. EL PARTIDO EN LAS ELECCIONES DEPARTAMENTALES Y MUNICIPALES.

5. EL PARTIDO COMO ORGANIZACION DE GOBIERNO.


6.EL PARTIDO EN LA LEGISLATURA Y LOS DEPARTAMENTOS

7. EL PARTIDO COMO ORGANIZACION BUROCRATICA.

a. LA ORGANIZACION DEL PARTIDO. ESTRUCTURA FORMAL.

b. LOS QUE MANDAN. DIRIGENTES Y COALICION DOMINANTE

c. MODO DE ELEGIR A LOS DIRIGENTES PARTIDISTAS Y LOS CANDIDATOS


DE ELECCION POPULAR.

d. FINANCIACION DE LA BUROCRACIA Y DE LAS CAMPAÑAS.

e. EL PARTIDO COMO ORGANIZACION DE VOLUNTARIOS.

B. EL PARTIDO CONSERVADOR COLOMBIANO.

1. CARACTERISTICAS ORIGINARIAS

2. PRINCIPIOS PROGRAMATICOS

3. UBICACIÓN IDEOLÓGICA

4. RENDIMIENTO ELECTORAL

a. ELECCIONES PRESIDENCIALES

b. ELECCIONES LEGISLATIVAS

c. EL PARTIDO EN LA ASAMBLEA NACIONAL CONSTITUYENTE.

d. EL PARTIDO EN LAS ELECCIONES DEPARTAMENTALES Y


MUNICIPALES.

5. EL PARTIDO EN LA PRESIDENCIA

6. EL PARTIDO EN EL LEGISLATIVO Y LOS DEPARTAMENTOS

7. EL PARTIDO COMO ORGANIZACION BUROCRATICA

a. LA ORGANIZACION DEL PARTIDO. ESTRUCTURA FORMAL


b. LOS QUE MANDAN. DIRIGENTES Y COALICION DOMINANTE

c. MODO DE ELEGIR A LOS DIRIGENTES PARTIDISTAS Y A LOS


CANDIDATOS DE ELECCION POPULAR
d. FINANCIAMIENTO DE LA BUROCRACIA Y DE LAS CAMPAÑAS

e. PARTIDO COMO ORGANIZACION DE VOLUNTARIOS

BIBLIOGRAFÍA

LIBROS

ENTREVISTAS

DOCUMENTOS DE LOS PARTIDOS

PARTIDO LIBERAL

PARTIDO CONSERVADOR

INTRODUCCION.

A pesar de la llamada crisis de los partidos y al creciente fenómeno de la antipolítica,


los partidos políticos siguen siendo claves para la estabilidad democrática en el mundo
entero. Aunque los partidos se han debilitado y han perdido gran parte del respaldo e
incluso del respeto de los ciudadanos, el Estado de Partidos paradójicamente se ha
visto fortalecido y los partidos siguen siendo importantes tanto en la contienda electoral
como en las decisiones políticas.

En el caso colombiano, el difícil proceso de modernización política también pasa por la


existencia de partidos más representativos, mejor organizados y más preparados para
impulsar los cambios democráticos, pero ha sido poca la importancia que se le ha dado
a la necesidad de transformarlos en ese sentido. Es un avance significativo el hecho de
que los dos gobiernos posteriores al de la Constituyente hayan presentado proyectos
de Reforma Constitucional al Congreso, proponiendo, además de la democratización
interna, otra serie de medidas tendientes a modernizar los partidos. Pero a medida que
se fue aceptando la necesidad de fomentar estas reformas, se hizo evidente el poco
conocimiento que se tiene de ellos, lo cual supone un gran obstáculo, tanto para definir
la normatividad constitucional y legal adecuada como para orientar la acción de los
líderes renovadores al interior de las propias colectividades.

Es fundamental entonces, al tiempo que se van creando normas para regular la vida de
los partidos y se van ensayando estrategias internas para el cambio, avanzar en lo
referente a cómo son esas organizaciones a las que se pretende reestructurar para
fortalecer el sistema democrático colombiano y en qué medida se están transformando
para asumir esos nuevos retos. Es un gran riesgo continuar con los procesos de
transformación de unos partidos cambiantes y complejos, sin el apoyo de estudios
orientados a la comprensión de su estructura interna y de su dinámica organizacional,
y sobre todo sin saber quiénes son, qué piensan y cómo actúan los sujetos que los
conforman. El estudio de las elites políticas es de gran importancia, pues tratándose de
unas organizaciones con bajo nivel de institucionalización y que han experimentado
procesos de atomización creciente en los últimos años, los partidos políticos
colombianos no pueden ser comprendidos partiendo solo del análisis de su estructura
formal, sino también y especialmente del comportamiento y actitudes de las elites
políticas que los conforman.

Siendo el régimen político colombiano rotundamente bipartidista, el estudio de estas


dos grandes colectividades, los partidos Liberal y Conservador, es clave para ese
progreso académico. Pudiera pensarse que la decisión de orientar el análisis hacia los
dos partidos mayoritarios supone una clara preferencia por este modelo, en detrimento
del modelo pluripartidista que intentó instaurar la Asamblea Nacional Constituyente de
1991, y qué duda cabe sobre la responsabilidad del excluyente bipartidismo en el
estancamiento del sistema político y en la generación de muchos de los graves
problemas nacionales. Pero tampoco se puede negar que la tentativa de instaurar el
modelo multipartidista ha fracasado estruendosamente en su pretensión de abrir el
sistema a terceras fuerzas, y que una de las opciones ante tal falla es justamente
reestructurar el sistema modernizando esos partidos y democratizarlos, en lugar de
pretender ingenuamente reemplazarlos a partir de una normatividad. De hecho, la
Alianza Democrática M-19, que supuso el desafío más fuerte al bipartidismo desde la
Anapo, se derrumbó estruendosamente en las elecciones de 1994. Además, todo
parece indicar que las sorpresas electorales de personajes como Antanas Mockus o
Noemí Sanín no significan en absoluto el comienzo de movimientos alternativos al
bipartidismo, sino la canalización estacional de una inconformidad difusa difícil de
orientar políticamente de manera permanente.

El nuevo ordenamiento constitucional evidentemente fracasó en sus objetivos de


modernizar los partidos políticos en dos cuestiones fundamentales: El reconocimiento
indiscriminado a movimientos y partidos, abriendo paso a la desinstitucionalización de
la representación política, y la prohibición de que la ley ordenara y regulara la
democracia interna de los partidos, cerrando el paso a la legitimación de la política. Así
las cosas, las expectativas creadas por la Constitución respecto a nuevos espacios de
participación fueron duramente contrastadas por una realidad bien diferente: la
atomización de los partidos tradicionales y la proliferación de grupúsculos políticos sin
capacidad de protagonismo. Como bien señalaron los analistas, los desarrollos
ulteriores a la Constitución evidenciaron que la crisis era mucho más profunda, pues
los partidos se mostraron fragmentados, sin unidad programática ni disciplina interna y
las nuevas fuerzas manifestaron un comportamiento político muy similar al de los
partidos tradicionales. Lo más preocupante de la realidad posconstituyente han
sostenido los politólogos colombianos, es que los partidos políticos se han atomizado
en fracciones y movimientos que, lejos de proponer proyectos de sociedad y de integrar
intereses dispersos, se han entrabado en confusas luchas para mantenerse el control
del sufragio.

En este libro no se cuestiona de entrada ningún modelo de partidos en particular, sino


que se pretende estudiar cómo son los partidos mayoritarios en el sistema de partidos
vigente en Colombia, de modo que, además de ampliar el conocimiento politológico de
los mismos, puedan adelantarse con mayor conocimiento de causa las reformas para
modernizar los partidos, tanto desde el Estado, como desde su interior. Consideramos
que unos partidos fortalecidos en libre competencia en lugar de perpetuar el
bipartidismo artificial y excluyente, pueden conducir al establecimiento de un sistema
de partidos estable, no necesariamente bipartidista. En síntesis, la experiencia de
pretender cambiar la dinámica de los partidos tradicionales a partir del ejercicio sano de
la política de las terceras fuerzas, ha demostrado hasta el momento que es más
probable que los nuevos partidos adquieran las viejas debilidades de los tradicionales.
Además logró la fragmentación de estos, lo que supuso un retroceso, y ello, el objeto
principal de análisis de este libro son los partidos mayoritarios, el Liberal y el
Conservador.

El Gobierno Samper convocó en 1995 una comisión de personajes para el estudio de


la reforma de los partidos, que tras dos meses de sesiones entregó una serie de
propuestas al Gobierno. Entre ellas destacan, en lo que respecta a los partidos políticos,
justamente la imposición constitucional de la democracia interna al interior de los
partidos, además de la prohibición de la doble militancia y la racionalización en la
concesión de avales por los partidos. Basándose en las propuestas de la Comisión de
Reforma Política, el Gobierno redactó un Proyecto de Acto Legislativo, un Estatuto de
la Oposición y un Proyecto de Ley sobre Financiación de Campañas Electorales. Pero
los acontecimientos políticos posteriores a la presentación en octubre de 1995 de estos
proyectos al Congreso, relacionados con la campaña del Presidente, eclipsaron
totalmente el debate nacional sobre estos temas y abortaron la discusión parlamentaria
sobre los mismos.

También el Gobierno Pastrana intentó sin éxito hacer aprobar una reforma
constitucional en 1999 que modificaba el sistema electoral con la intención anunciada
de modificar así el sistema de partidos. Se trató de un proyecto que recogía tanto
algunas de las principales propuestas de la Comisión de Reforma del anterior gobierno,
como sugerencias de los distintos grupos y personas que conforman la alianza que
respaldó la elección del nuevo Presidente. El proyecto fracasó estruendosamente por
diversos motivos, pero en gran medida por tratarse de una sumatoria inconexa de
normas que fueron modificándose al son de negociaciones parlamentarias sin un
horizonte claro, pero con un evidente desconocimiento de los alcances, las limitaciones
y las técnicas de la ingeniería institucional. El nuevo proyecto ya ha sido aprobado en
una primera legislatura, pero no se ven tan claros los consensos para su aceptación
definitiva. Es pues un proceso en curso.

La situación actual de Colombia está caracterizada por una gran incertidumbre sobre el
futuro del país, debido al conflicto guerrillero principalmente, y existe también un
marcado escepticismo sobre la capacidad de reforma del sistema político,
especialmente en lo referente a los partidos. Los ejemplos de dos países limítrofes,
que parecen haber prescindido de estos últimos para lo sustancial de la vida política,
no ha hecho más que reforzar estas ideas. No obstante esta situación, entre la propia
clase política, alguna parte del mundo académico, diferentes sectores de opinión y
algunos ciudadanos, se sigue considerando que los partidos son claves para la
democracia, y se proponen diferentes tipos de medidas para lograr su modernización.

Pero uno de los factores comunes en las diferentes propuestas para reformar los
partidos en los últimos 10 años, ha sido la existencia de una serie de imaginarios
colectivos, muchas veces contradictorios, sobre lo que son los partidos políticos
colombianos. Se trata de convicciones muy arraigadas entre los políticos, periodistas e
incluso académicos, así como entre los ciudadanos comunes, sobre lo que son esas
colectividades, a partir de los cuales se proponen hacer las reformas. En gran medida
la dificultad pare encontrar algun consenso mínimo para proponer cambios
modernizadores se debe a que esas convicciones chocan unas con otras, al estilo de la
moderna realidad virtual, dando lugar a una serie de verdades superpuestas, que se
van diseminando como dogmas indiscutibles.

Por todo lo anterior, el objetivo de este libro ha sido el de intentar ampliar el


conocimiento existente sobre esos partidos políticos colombianos mayoritarios que han
sido claves en la historia política del país y que de un modo u otro siguen siendo
determinantes en la vida política nacional, a pesar de su desprestigio, su crisis interna y
la, para algunos, alta probabilidad de desaparecer del panorama político por esos
mismos motivos. Esta obra también pretende ser una contribución tanto a ese debate
constitucional como a la implementación legal de normas como la democracia interna, y
a su implementación al interior de los partidos. Consideramos que dando cuenta del
estado actual de los partidos, puede establecerse su potencial de transformación y la
pertinencia de las normas, reglamentos y directrices que se expidan con ese objetivo.

Pero como consideramos que para la comprensión de la crisis y realidad partidaria en


Colombia no podemos circunscribirnos al estrecho mundo de los hechos nacionales,
hemos dedicado la primera parte del libro al tema de la crisis de los partidos en general
y en relación con la crisis de legitimidad. La segunda parte trata directamente sobre la
crisis de los partidos colombianos y sus intentos de reforma, dedicando un capítulo
especial al tema de la financiación de las campañas y los partidos. La tercera y última
parte es un intento de descripción desideologizada de la realidad partidaria en sus
diversos subsistemas, la cual supone la particular novedad de este trabajo en el
estado del arte sobre los partidos colombianos en Colombia, pues nunca se había
intentado algo parecido.

El libro contiene en resumen una reflexión general sobre la crisis de partidos a nivel
mundial, un análisis de la crisis colombiana de partidos con especial referencia al
clientelismo, un estudio sobre los intentos de reforma de los partidos con especial
referencia al tema de la financiación y una descripción politológica de los dos partidos
mayoritarios en nuestro país. Con este conjunto creemos estar haciendo un importante
aporte a la escasa literatura sobre partidos existente en el país, que servirá tanto de
referencia para los expertos como de material de estudio para los estudiantes de
ciencia política.

Este trabajo surge como el producto de una investigación no financiada, adelantada por
el autor en la Universidad Nacional de Colombia, primero como ganador del Concurso
125 años en el área política en 1997, y luego como profesor de partidos políticos en la
Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales, y como investigador de la Unidad
de Investigaciones Jurídicas y Sociales Unijus, luego de haber sido seleccionado el
proyecto en varios microconcursos. En esta etapa se creó un semillero de
investigadores en la Línea de Partidos, en la cual han participado más de 30
estudiantes de Ciencia Política y se han formado tres auxiliares de investigación:
Claudia Arenas, Luisa Salamanca y Alberto Bejarano, contratados por Unijus, cuya
contribución fue determinante para la parte final del libro. El semillero cuenta
actualmente con 10 estudiantes voluntarios y continúa profundizando en las temáticas
señaladas con el objeto de preparar una publicación complementaria. Una buena parte
de la obra se ha realizado bajo los parámetros del Equipo de Investigación en
Partidos Latinoamericanos del Instituto de Estudios de Iberoamérica y Portugal de la
Universidad de Salamanca, del que es miembro el autor, y que es dirigido por el
catedrático Manuel Alcántara. Esa particularidad hace que la obra también sea un
aporte a la ciencia política internacional en el campo de la política comparada.
CRISIS, REFORMA, PRESENTE Y FUTURO DE LOS PARTIDOS EN COLOMBIA.

Por David Roll.

A. LA CRISIS DE REPRESENTACION Y DE PARTIDOS EN EL CONTEXTO


MUNDIAL Y LATINOAMERICANO.

1. EL DEBATE CONTEMPORÁNEO SOBRE LA REPRESENTACIÓN POLÍTICA.

Antes de abordar el tema de la presunta crisis de los partidos a nivel mundial, en


necesario reflexionar sobre la crisis misma de la representación, y una de las grandes
discusiones en torno a ello hace referencia a la tipología de tipo cuantitativo respecto
de la toma de decisiones. Son muchas las voces que reclaman permanentemente el
retorno a formas democráticas "más directas y participativas", señalando que la
democracia representativa es una especie de corrupción del modelo original, y que en
ello se centra la crisis de los partidos y del propio modelo democrático.

Pero igualmente los politólogos de mayor reconocimiento son casi unánimes en


reconocer que "la democracia en grande ya no puede ser más que una democracia
representativa", y que pensar en otra posibilidad es engañarse. Se suele citar a la
democracia griega, en tanto que democracia directa, como el ideal a recuperar para
nuestras modernas democracias. Pero esta recurrida nostalgia fundacional es
totalmente errada, e incluso representa un obstáculo en los procesos de relegitimación
que deberán adelantar las actuales naciones democráticas.

La democracia que se practicó en el siglo IV A.C. en Atenas, caracterizada por la


rotación de cargos por sorteo y la toma de decisiones en asambleas, duró un breve
periodo y sólo hasta mediados del siglo XIX el término democracia dejó de tener una
connotación negativa. Pero para cuando la palabra democracia adquirió un tono
elogioso, los milenios transcurridos hicieron que el replanteamiento de la democracia
se hiciese en términos muy diferentes.

Hasta el siglo XVIII se pensaba que la democracia era inaplicable a los grandes
Estados. Aristóteles, quien la consideraba una forma corrompida de gobierno, sólo la
aceptaba para lugares donde los oradores pudieran ser escuchados por todos los
ciudadanos. Incluso para Rousseau y Montesquieu, democracia directa era sinónimo
de sociedad poco numerosa. Solo David Hume expuso que un gobierno grande era el
propicio para desarrollar la democracia, pero proponía elecciones indirectas.

El tema también fue debatido ampliamente cuando se independizaron las colonias


inglesas de Norteamérica y los llamados Fundadores de los Estados Unidos se
encontraron divididos entre la concepción purista de Hamilton y Adams: democracia
directa o régimen autoritario, y la de Madison, que propugnaba por una república
representativa.
La idea de Madison fue la que terminó imponiéndose, el Estado Liberal Democrático
venció a la concepción ortodoxa. Luego con la universalización del voto, el Estado
Democrático Liberal, que considera a la libertad como requisito de la igualdad, se
convirtió en el modelo democrático de occidente, que se opuso hasta hace muy poco al
modelo socialista, en el que se privilegia la igualdad sobre la libertad.

Pero este doble triunfo, el de Los Federalistas contra los Antifederalistas en Estados
Unidos, que dio lugar a la democracia representativa, y el de la democracia liberal
sobre la democracia popular socialista, no han podido evitar voces esporádicas de
inconformidad por parte de quienes consideran que solo la democracia clásica o directa
es la auténtica democracia. Sobre todo en los años sesenta, se dio el gran "boom" del
resurgimiento de la democracia participativa, según la cual todo ciudadano tiene
derecho a ejercer la cuota de poder que le corresponde. Esta época se caracterizó por
la participación directa a través de la protesta estudiantil y obrera, que tuvo una vida tan
intensa como corta, pero que dejó de todos modos planteada la cuestión de la
democracia participativa como un ideal democrático depurador de las imperfecciones
del sistema representativo.

La defensa de la democracia representativa no puede cifrarse en el argumento de la


imposibilidad física de que un orador pueda ser escuchado simultáneamente por todos
los ciudadanos, pues ello ya es posible. De hecho hoy en día, la casi totalidad de
ciudadanos norteamericanos con derecho al voto, podrían legislar a través de la
televisión, sólo con poseer el artilugio (Qube), utilizado por los concursos de televisión
para involucrar al televidente en los diferentes juegos.

El problema es realmente cualitativo, pues como señala James Fishkin, el dilema de


la democracia directa se presenta por una alternativa inevitable entre masas
políticamente iguales, pero relativamente competentes y élites desiguales pero
relativamente más competentes. En lugar de una "teledemocracia", este autor propone
una Encuesta de Opinión Deliberativa.

En nuestro concepto, todas las invenciones que se ingenien los partidarios de la


democracia participativa pueden tener perfecta cabida en el sistema democrático, pero
únicamente como instrumentos complementarios de la democracia representativa, tal
como lo son las formas de participación directa constitucionalmente aceptadas. Y
respecto de estas, es un hecho, que como lo sostiene Nohlen, "en la democracia
representativa, las formas de participación democrática directa, o bien son poco
usuales desde el punto de vista constitucional, o se utilizan poco en la práctica". A este
tipo de democracia, que se ha denominado más exactamente "Plebiscitaria", para
diferenciarla de la democracia directa griega, pueden hacérsele aún más objeciones de
fondo.

Pero es que además de ser fenómenos infrecuentes, tanto el Referéndum como el


Plebiscito son instrumentos que han resultado más idóneos para legitimar dictaduras
que para reforzar democracias. Como expone Michels, el Referéndum, por su carácter
absoluto y su rechazo de todas las críticas, favorece el dominio de los aventureros
astutos, y el bonapartismo es el mejor ejemplo de ello.

El mismo autor insiste en que estas o cualquier otra forma de gobierno popular
directo tienen los mismos dos insalvables inconvenientes: la incompetencia de las
masas y la falta de tiempo. En cuanto al primero, compartimos el pensamiento de
George Sand remitido por Michels, de que el plebiscito cuando no está respaldado por
la inteligencia de las masas es un ataque a la libertad.

En conclusión, la realidad de nuestras actuales democracias dista mucho del modelo


griego, del rousseauniano o de esa democracia plebiscitaria apoligizada por los
cultores de la sociedad civil. Es un hecho que, la democracia hoy en día, como lo
exponen la mayor parte de los textos básicos de ciencia política, "sin perjuicio de su
fundamento popular, depende de la ley de la mayoría, de los mecanismos electorales y
de la transferencia representativa del poder".

2. LOS PARTIDOS A NIVEL MUNDIAL: CRISIS O TRANSFORMACIÓN

Existe una idea generalizada de que los partidos políticos están en decadencia y que
el propio sistema de representación democrática se ha agotado como modelo. No
obstante, aceptando que la democracia representativa es la única forma posible de
democracia moderna, y ante la no existencia de un sistema diferente que se
autoconsidere digno de emular tras la caída del bloque socialista, la pregunta correcta
es ¿cómo debe transformarse la democracia liberal? y en modo alguno buscar su
sustitución por modelos agotados o aun no inventados.

Esta concepción, que llamaremos "responsable", de la política contemporánea, no


supone en modo alguno que asumamos una posición filosófica apresurada y
subvaloradora respecto de la capacidad de creación humana y las posibilidades de
transformación social y política de la humanidad, al estilo de Francis Fukuyama. No
creemos que el fin de la guerra fría signifique "el fin de la historia", y mucho menos el
último punto de la evolución ideológica de la humanidad y la universalización de la
democracia occidental como forma final de gobierno humano.

Pero sí consideramos que la democracia occidental no es un modelo fracasado ni


agotado, aunque esté en crisis, esto es en estado de transformación. Justamente en el
centro de ese proceso de adaptación a las nuevas realidades de un mundo cambiante
se encuentran los partidos políticos, y no solo los partidos de los países de larga
tradición democrática o los de sistemas parlamentarios, sino también nuestros partidos
políticos colombianos, por más que pretendamos seguir exagerando las
particularidades excepcionales de nuestro acontecer político.

Muchos analistas de la crisis de los partidos políticos olvidan que éstos, como
sostiene Duverger, son bastante recientes, pues en 1850 no existía ningún partido en el
mundo, en el sentido moderno de la palabra. Además, aun en un sentido no moderno,
fueron proscritos durante siglos, y sólo irrumpieron con fuerza como tales luego de la
Primera Guerra Mundial. Únicamente en el periodo de entreguerras se hizo claro su
carácter intermediador entre el elector y la clase política y apenas fueron reconocidos
en las constituciones después de la Segunda Guerra Mundial.

Es por ello que autores como Klaus Von Beyme insisten en que la pérdida de
representación de los partidos no significa una decadencia de los partidos sino un
simple cambio de unas funciones asumidas hace menos de un siglo, por otras acordes
a las transformaciones políticas. Se trata más bien, como sostiene el autor, de unos
"gigantes desconcertados", que debieran inventarse si no existieran.

Lo que antecedió a la aceptación de los partidos en el sistema era una relación


directa entre parlamentario y elector, que fue convertida en una relación triangular,
debido a la interposición de los partidos. Pero nuevos hechos históricos han dado lugar
a una transformación crítica de los partidos. Sobre todo el proceso de
desideologización hizo que el partido dejara de ser esa especie de comunidad de
militantes conjurados, y que el sentimiento subjetivo de identificación de los electores
con el partido se redujera y disminuyera la fidelidad electoral.

Nadie niega que el abstencionismo electoral es el comportamiento más destacado


en el mundo entero, pero la infinidad de estudios sobre las causas del comportamiento
electoral señalan que tal conducta obedece a una multitud de factores difíciles de
precisar, entre los que se destaca especialmente una simple falta de interés por la
política. Esta indiferencia resiste igualmente muchos análisis, pero casi todos ellos
giran en torno a la innegable realidad de que, como sostiene Touraine, el mundo
sociopolítico ha desaparecido, destruido entre el mundo de la economía y el mundo de
las identidades fragmentadas".

Esta ausencia de actores sociales colectivos afectó a los partidos políticos y se debe
en gran medida a la movilidad social y espacial que ha experimentado la población.
Pero además, existiendo escasez de iniciativas colectivas, muchas fueron canalizadas
por los movimientos sociales, aunque algunas, fueron luego asumidas por los partidos.
Finalmente, la mayor parte de estas movilizaciones se fueron caracterizando por su
carácter coyuntural, haciendo que los potenciales electores se habituaran a formas no
convencionales y más laxas de participación, a las que son movidos en razón de esas
identidades fragmentadas. Es decir, la gente ya no se identifica con una determinada
clase social o con un partido, por lo cual se abstiene de votar, pero sí con específicas
reivindicaciones relacionadas con categorías subjetivas o convicciones individuales
(defensa de los animales, prestaciones laborales, derechos de la mujer, seguridad
nuclear, ética pública, etc.).

Lo llamativo de este fenómeno, señala Beyme, es que mientras más insistieron las
teorías de la legitimación desde la izquierda y las de ingobernabilidad desde la derecha
en la decadencia de los partidos, mas se desarrolló en occidente el Estado de Partidos.
Justamente, todo parece indicar que se trató de una especie de compensación
promovida por la clase política ante el debilitamiento de la relación entre gobernantes y
gobernados, y sobre todo entre la dirección del partido y los electores.

Un primer análisis de la situación señalaría como imposible la coexistencia de esa


debilidad organizativa de los partidos y un progresivo fortalecimiento del Estado de
Partidos. Esto se debe básicamente a la concepción simplista del partido político como
una organización tendiente a captar electores para lograr puestos de poder. El partido
político aparece en este siglo como el intermediario entre la clase política y el
electorado, pero es mucho más que eso. Por esta razón pueden coexistir un Estado de
partidos fuerte y unos partidos debilitados. Justamente, el Estado de Partidos no iría
dirigido a la movilización del electorado sino al reclutamiento de élites y a la transmisión
de la voluntad del partido político a las instituciones políticas.

Es un hecho que los partidos perdieron gran parte de su capacidad organizativa,


pero al mismo tiempo nadie niega la necesidad de que existan partidos políticos para
que las opiniones en una sociedad tan compleja tengan un espacio para el debate y la
formación de criterios unificados. Pero por más que las nuevas funciones de los
partidos políticos sean principalmente el reclutamiento de élites y la transmisión de
decisiones políticas y sean espacios de debate, ello no significa que la representación
pierda su razón de ser, y por lo tanto que el sistema electoral sea un aparato inútil.
Como dice Ludolfo Paramio, quizá los partidos no han cambiado demasiado, sino la
actitud de los ciudadanos hacia ellos, específicamente su juicio moral.

Ahora bien, las elecciones no son la esencia del sistema democrático como suele
creerse, sino simplemente, tal cual señala Dieter Nohlen: "una técnica para constituir
cuerpos representativos".Una técnica que por otra parte es anterior a la democracia,
pues surgió en la vida monástica del medioevo, y que además no es exclusiva de las
democracias.

Así las cosas, como antítesis a todo lo dicho, podría afirmarse que siendo el sistema
electoral una simple técnica, la representación no requeriría de la existencia de los
partidos. Lo que resulta difícil de determinar es ¿si ese fenómeno tan variado de la
antipolítica puede considerarse un modelo alternativo al de la democracia de partidos o
un simple hecho transitorio o complementario de la política a través de los partidos?

Tenemos entonces una democracia que no puede ser más que representativa, un
sistema electoral que es meramente una técnica para elegir cuerpos representativos,
una apatía creciente por la vinculación a los partidos políticos y por la participación en
los procesos electorales, unos partidos en proceso de transformación de sus funciones,
y un fenómeno emergente, que es la antipolítica. Gran parte de la clave respecto al
futuro de los partidos está justamente en descifrar hasta qué punto la antipolítica podrá
ser un verdadero sucedáneo de la actividad partidista.

3. LOS PELIGROS DE LA ANTIPOLÍTICA COMO ALTERNATIVA A LOS


PARTIDOS POLÍTICOS.

Establecida la justificación histórica y la legitimidad del carácter representativo de la


democracia actual, podría pensarse que por si solo ello legitima a su vez la existencia
de los partidos. Pero lo cierto es que tanto teóricamente como en la práctica política la
democracia sin partidos no sólo no parece absurda sino incluso deseable para algunos.
Varios autores, entre ellos Ostrogorski y sobre todo Michels, mantuvieron esta posición.
Aunque lo cierto es que, como sostiene Beyme, "la burocracia partidista no desarrolló
un poder tan fuerte como en su día predijo Michels".Lo cierto es que en los Estados
Unidos, donde el sistema de partidos no ha tenido nunca el peso que tiene en los
países europeos, se ha llegado a proponer la disolución de los partidos.

Es en Latinoamérica donde la práctica política está cuestionando con más


contundencia el protagonismo de los partidos en la vida pública. Esto puede explicarse
en parte porque mientras que en Europa los partidos políticos fueron evolucionando de
organizaciones de notables hacia la construcción de maquinarias para enfrentar la
contienda electoral de masas, y lo propio surgió en Estados Unidos, aunque de manera
más laxa, los partidos latinoamericanos nunca llegaron a ese nivel de burocratización.
Han mantenido la organización oligárquica descrita por Michels, pero en la cúpula. Las
bases han respaldado a los partidos por una sumatoria de fenómenos de masas en los
que el factor carismático fue determinante y se sumó a otra serie de particularidades
regionales y nacionales, que requieren un estudio discriminado.

Pero en gran medida, la pérdida de protagonismo de los partidos latinoamericanos


se debe al progresivo desgaste de la clase política y por la sucesión de escándalos de
corrupción. Algunos autores explican cómo, a pesar de que los intereses en denunciar
la corrupción no son en parte una campaña de moralización, sino un componente de un
juego político de presiones constantes, lo cierto es que en la población tiene un efecto
de desencanto y una reacción política marcada.

Conviene destacar que no parece existir sin embargo una proporcionalidad entre el
desencanto por los políticos y la opinión que tienen los ciudadanos sobre la necesidad
de partidos. En una encuesta del Centro Interamericano de Asesoría y Promoción
Electoral CAPEL, en cuatro países latinoamericanos, se constató que los ciudadanos
prácticamente no se sienten representados por sus congresistas y consideran que los
partidos políticos buscan el poder en más de un cincuenta por ciento para robar,
volverse ricos u obtener un beneficio personal. No obstante, al preguntársele si los
partidos políticos eran necesarios, entre el cincuenta y el setenta por ciento contestaron
afirmativamente.

También en un estudio sobre élites parlamentarias en Colombia, adelantado por el


autor del presente trabajo, se descubrió que la diferencia entre la concepción de la
corrupción que tenían los congresistas era tan abismalmente diferente a la que tenían
los ciudadanos, que reconciliarlas es una tarea casi imposible, pudiéndose hablar
prácticamente de visiones virtuales y por lo tanto excesivamente subjetivas del
problema de la corrupción.

A pesar de estas estadísticas, lo cierto es que el político "outsider", que se presenta


como ajeno a la desprestigiada clase política tradicional está haciendo carrera en
Latinoamérica. Y no se trata solo del declarado antipolítico, como es el caso de Fujimori,
sino de personajes como Menem, Collor, Vargas Llosa, Pérez de Cuellar, Mockus, e
incluso Palito Ortega y Rubén Blades.

Pero Fujimori es sin duda el ejemplo clásico del "outsider" exitoso, y el "fujimorismo"
es prácticamente el modelo antipolítico por excelencia. Como fenómeno resulta bien
interesante, pero como modelo es una figura bastante peligrosa para la democracia.
Sus jugadas de ajedrecista sin normas, tales como el cierre del parlamento y el
reemplazo de su gabinete plural por uno tecnócrata, se están constituyendo en reglas
básicas del dictador civil de la postmodernidad. El Presidente Serrano en Guatemala
fracasó en su intento de asumir poderes totales, pero por la falta de apoyo de Estados
Unidos. Los presidentes Paz Zamora y Rodrigo Borja, de Bolivia y Ecuador
respectivamente, han amenazado con seguir el ejemplo de su vecino. En Venezuela ya
se escuchan voces en ese sentido (tal como lo ha manifestado el recién electo Hugo
Chavez), y en Colombia muchos creen que la solución a la crisis política pasa por una
nueva revocatoria del mandato de los legisladores. Como expone Horacio Godoy,
refiriéndose al caso de Colombia el éxito de los políticos es simplemente el producto de
la crisis, de una elección por eliminación. Incluso en Rusia y en el propio Estados
Unidos, Yeltsin y Perot parecen haberse acercado a esta idea en algunos de sus
discursos, y en Italia algunos no ven otra opción al callejón sin salida en el que han
entrado los partidos políticos.

Este fenómeno, por popular que sea, es preocupante para quienes consideramos
que la democracia es uno de los resultados positivos de la civilización occidental y que
cualquier sugerencia autoritaria sólo refleja una impaciencia irresponsable, que en
contextos históricos no muy lejanos ya ha conducido a catástrofes bien conocidas. Se
trata, como expone Juan Rial, de una inquietante nueva ola de autoritarismo, bajo la
forma de una especie de bonapartismo civil de difícil categorización.

La "Antipolítica" además no es antipolítica en sentido estricto, pues en la medida que


busca el acceso al poder a través de las normas establecidas participa en el juego
político y puede ser compatible con la existencia de un régimen democrático. Si los
movimientos antipolíticos se constituyen en partidos, la situación tenderá a
homogeneizarse positivamente, se tratará de una sana renovación de élites. Pero la
historia ha demostrado, mucho antes que el propio Montesquieu lo dijera, que la
concentración de poder conlleva una falta de control que es propicia al autoritarismo.
Podríamos decir que existe un paralelo de la Ley Férrea de la Oligarquía de Michels, en
el sentido de que si los partidos tienden a burocratizarse, los movimientos antipolíticos
tienden al autoritarismo. Como aquella, se trataría de una ley general innegable, con
excepciones también innegables.

Esta última afirmación puede suscitar una enconada controversia por parte de
quienes ven en la antipolítica una forma sana de acabar con la corrupción, de hacer
política sin políticos corruptos. El ejemplo más recurrido de estos defensores de la
antipolítica sería el de Antanas Mockus, quien ostentó el segundo cargo político en
importancia en el país por elección popular, la alcaldía de la Capital, y quien figuró
durante un tiempo en primer lugar entre los favoritos para el sillón presidencial. Mockus
es el ejemplo más sano de líder antipolítico que no parece creer en los partidos
políticos, aunque como sostiene Horacio Godoy, prácticamente fue su pinta, actitudes e
ideas antipolíticas las que le dieron la popularidad y no sus cualidades personales.

Los antipolíticos como Mockus aparentemente nunca podrán crear un partido. De


hecho, como sostuvo Paul Bromberg, siendo miembro de su equipo de gobierno,
Mockus no intentó crear en ningún momento un movimiento político para su campaña
“y evidentemente tampoco existe tras la actual administración algo que se le parezca”.
Pero paradójicamente el propio Bromberg reemplazó como Alcalde a Mockus cuando
este se lanzó a la Presidencia, asegurando a todos que el Alcalde había dejado un
equipo muy bien consolidado para continuar su programa. Y en gran medida así fue.

Evidentemente si Mockus representase la antipolítica que emerge en Latinoamérica,


la situación no sería tan preocupante, aunque sobre el ambiente pesa un gran
interrogante respecto a la capacidad que tenga el alcalde bogotano de hacer gobierno,
local o nacional, reclutando élites por fuera de un partido político. En nuestro concepto,
la objeción a este tipo de antipolíticos sin partido es diferente a la que puede hacérsele
a los antipolíticos estilo Fujimori. Un "outsider" como Mockus no es un político
autoritario, por más que sus detractores lo afirmen, e incluso el mismo lo confiese. El
autoritarismo peligroso para la democracia es el que pasa por encima de las leyes, y no
la actitud un tanto terca de un político que al no tener compromisos no tiene que ceder
a las negociaciones.

Otra cosa bien diferente es aceptar que el político independiente tiene un grave
problema para constituir equipo de trabajo y una cautela por momentos excesiva, que
repercute en su eficacia decisoria, pero sobre todo en su eficiencia. Tal es la principal
acusación que se la ha hecho al ex-alcalde Mockus en infinidad de artículos. En
nuestro concepto, sin unas élites reclutadas a través de un partido, es difícil que pueda
llevarse a cabo un programa de gobierno coherente, y este también debe provenir en
alguna medida de los debates que se den al interior de los mismos.

Pero el antipolítico que pone en peligro la democraticidad del sistema, no es el que


falla por eficiencia, sino el que cuestiona la legitimidad del mismo precisamente en aras
de la eficacia y la eficiencia, a las que suele identificar con gobernabilidad. Esta falsa
inferencia requiere de un análisis específico, toda vez que en ella se fundamenta en
gran medida la apología de una política sin partidos de corte bonapartista.

4. EL EFICIENTISMO POLÍTICO, ENEMIGO DE LOS PARTIDOS Y DEL


SISTEMA DEMOCRÁTICO.

La gobernabilidad es la palabra que se ha utilizado en español para designar la


palabra inglesa "governance", con la que se pretende significar aquella acción de
gobernar genérica que tiene una connotación positiva. La gobernabilidad se ha
constituido en una de las principales preocupaciones-obsesiones, tanto de gobiernos
como de analistas. En un buen número de países latinoamericanos, los gobiernos han
enfatizado excesivamente en los últimos tiempos uno de los aspectos de la
gobernabilidad, la eficacia (orientada hacia el desarrollo económico), en detrimento del
otro, también sustancial, la legitimidad, lo que ha dado lugar al fenómeno de las
democracias limitadas, que en último término son un obstáculo para la propia
gobernabilidad.

Entendiendo por eficacia, según señala Linz: "la capacidad de un régimen para
encontrar soluciones a problemas básicos con los que se enfrenta todo sistema
político".

Puede comprenderse que los gobiernos latinoamericanos hayan querido solucionar


el problema de la pobreza a través de una eficiencia excesiva, tendiente a buscar a
toda costa el desarrollo económico. Pero en ese exceso se pone en juego la legitimidad,
toda vez que se descuidan elementos básicos de la vida democrática, tales como la
participación y el debate, que se supone se expresan en nuestras modernas
democracias, según se expuso al principio, a través de la representación en los
parlamentos, mediada por los partidos políticos.

Las medidas eficientistas o desarrollistas, se toman en aras de la gobernabilidad,


pero resulta que tanto la legitimidad como la eficiencia son elementos indispensables
para el mantenimiento del sistema y en última instancia para la gobernabilidad, como
bien lo expone Leonardo Morlino: "Cuando un régimen posee un bajo grado de
legitimidad, el papel de la eficacia decisoria en la persistencia del régimen será más
importante que en otros casos: bastarían pocos desafíos no superados para erosionar
aún más unos niveles de apoyo ya bajos".

La gobernabilidad en concreto en Latinoamérica supondría igualmente, según afirma


Mayorga, la combinación de los dos factores: "el fortalecimiento de la legitimidad del
sistema político y de las instituciones estatales, y el desarrollo de la eficacia de las
políticas públicas, diseñadas e instrumentalizadas por el Estado".

La gobernabilidad en general y muy en particular en Latinoamérica, requiere


entonces que haya un equilibrio entre el ímpetu desarrollista de los gobiernos y su
preocupación por obtener un apoyo permanente de la sociedad civil. La gobernabilidad
estaría así asegurada, como sostiene Alcántara, "en la medida en que un gobierno
pueda simultáneamente mantener la legitimidad y promover el desarrollo económico".

De este modo, la crisis de gobernabilidad de muchos países latinoamericanos está


centrada actualmente en el descuido de los gobiernos por impulsar la legitimidad, tras
la democratización, en su obsesión por promover el desarrollo económico. El resultado
de ello es la democracia limitada, que se dio históricamente en Colombia primero, pero
que después se generalizó en la región.

Esta concepción eficientista de la gobernabilidad ha supuesto que en los países


latinoamericanos de reciente transición a la democracia se esté dando un fenómeno,
compartido también por países de transición más antigua como Colombia y Venezuela,
que rompe ese equilibrio entre la legitimidad y la eficacia. Este fenómeno consiste en la
instauración de políticas económicas de ajuste, de carácter neoliberal, que entran en
conflicto con el problema de la pobreza, el de mayor gravedad para la sociedad civil
latinoamericana.

Todo ello ha dado lugar a que el fenómeno de la antipolítica de alguna forma se


combine con el auge del neoliberalismo, creando una atmósfera de tecnocratismo a
ultranza, en el que por supuesto los partidos políticos y los parlamentos son vistos
como obsoletas instituciones que no vale la pena reformar. Las democracias limitadas
en Latinoamérica, que se sustentan en gran medida en la debilidad de estas
instituciones, que no permiten la toma de decisiones rápidas e incuestionables de
crecimiento económico. Como sostiene Mario Sznadjer, respecto de las democracias
limitadas en Latinoamérica: "Estas medidas encuentran en la democracia limitada,
ejecutiva, eficientista, antiparlamentaria, a veces plebiscitaria, hostil al pluralismo
político, un modelo que permite la convivencia de políticas económicas antimovilizantes
e impopulares con un marco de democracia formal".

En este contexto de crisis de partidos políticos mundial, pero especialmente en


Latinoamérica, y con la alternativa ilusoria de una democracia participativa imposible o
una peligrosa antipolítica eficientista, es en el que se sitúa el debate sobre la reforma
de los partidos políticos en Colombia. Para algunos todo este esfuerzo por recuperar
los partidos es sólo un deseo idealista de institucionalizar unos partidos de corte
europeo en un país con partidos de corte norteamericano.

Pero como sostenía Lara Bonilla, la apelación a la estabilidad norteamericana en un


sistema de partidos débil es un sofisma, pues una democracia con doscientos años de
gobiernos constitucionales puede sobrevivir a sus partidos, y no se puede decir lo
mismo de Colombia.

Es por ello que la reforma de los partidos es una opción contundente por las formas
democráticas de gobierno, que permiten ese simple axioma democrático del que
hablan los teóricos del tema: que las decisiones de gobierno se tomen por mayoría con
respeto de la minoría, el cual no tiene un instrumento más adecuado de momento para
la constitución de esas mayorías que la lucha en el Estado de Derechos entre los
partidos políticos.

En el mismo sentido, los promotores de la reforma constitucional en Chile, por


ejemplo, han sostenido reiteradamente que "los partidos políticos son instrumentos
esenciales en la vida de una democracia y especialmente en la generación de los
poderes ejecutivo y legislativo".

Esta última posición parte del convencimiento de que el fortalecimiento de esos


partidos, y sobre todo su democratización, contribuirán al reforzamiento de la
legitimidad del sistema, serán obstáculos para la instauración de democracias limitadas
y reforzarán la gobernabilidad en un sentido no restringido al mero eficientismo
económico coyuntural.

El debate está servido, y el país tendrá que ocuparse de él en los próximos años,
con independencia del éxito de las reformas propuestas y las crisis coyunturales. Se
trata de un debate universal que excede nuestras fronteras e incluso la región
latinoamericana y que por lo tanto requiere de un análisis de cuestiones politológicas
de gran entidad, que en ocasiones son olvidadas entre interminables discusiones de
corte parroquial.

No obstante, hecha la aclaración de que el debate debe incluir una reflexión


profunda sobre la democracia representativa, la transformación de funciones de los
partidos políticos y el peligro de la antipolítica eficientista, es necesario señalar que
gran parte de la discusión en torno a la reforma de los partidos políticos en Colombia
debe centrarse en la particular experiencia nacional de la crisis de los partidos. Un
extremo es tan vicioso como el otro: pretender reformar los partidos en Colombia sin
tener en cuenta la crisis de los partidos a nivel mundial o legislar sin considerar el
desarrollo histórico de los propios partidos a los que se pretende reformar. La pregunta
adicional y necesaria hace referencia a la ingeniería electoral, en el sentido de
determinar si los partidos son o no variables dependientes, susceptibles de modificarse
desde el Estado para obtener un determinado sistema de partidos, y muy
especialmente cual puede ser la orientación y alcance de esas reformas en lo referente
a la democratización interna de los partidos.

5. ALCANCES DE LA INGENIERÍA INSTITUCIONAL EN LA REFORMA DE LOS


PARTIDOS POLÍTICOS.

a. RELACIONES ENTRE LA VARIABLE PARTIDOS, SISTEMA ELECTORAL Y


SISTEMA DE GOBIERNO.

Los sistemas de gobierno, el sistema electoral y los sistemas de partidos. Los dos
primeros se relacionan asimétricamente con el sistema de partidos, pues se considera
que la variable sistema de partidos no es una variable institucional en sentido estricto,
ya que no ofrece alternativas en ingeniería política, mientras que las otras si. Es decir,
mientras que la decisión de los actores políticos y constitucionales define la elección de
una determinada forma de gobierno o de un sistema electoral especifico, la concreción
de una determinada configuración del sistema de partidos no depende de la decisión
de los actores políticos o constitucionales sino mas bien de factores históricos y
socioculturales que no admiten el mismo grado de intervención voluntario de los
actores para su transformación. En conclusión, en el campo de la consultoría política
o del diseño institucional, el espectro de intervención se restringiría solamente a la
forma de gobierno y el sistema electoral, aunque la variable sistema de partidos
dependería de las decisiones tomadas en lo referente al sistema electoral y de
gobierno.

No obstante el sistema de partidos también seria variable independiente, en la medida


en la que sus características influyen en el proceso de conformación del orden
institucional a tres niveles: la elección de una institucionalidad determinada, el
comportamiento subsecuente y los efectos que surjan de las instituciones políticas
elegidas. Así, la variable sistema de partidos es descrita como un vínculo entre la
dimensión histórica y de las estructuras sociales por un lado y los factores
institucionales por el otro.

En síntesis, la variable sistema de partidos es pues una variable independiente en la


medida que la causalidad es circular. Se parte de la premisa de Lijphart y Sartori de
que los sistemas electorales poseen un significado decisivo para la estructura y
dinámica competitiva de un sistema de partidos, pero se rechaza la concepción
determinista.
En síntesis, en el complejo entramado de relaciones existente entre sociedad sistema
electoral y sistema de partidos no es posible asignar unívocamente a cada factor el rol
de variable dependiente o independiente. Por ello, el sistema electoral y de partidos
pueden ser variables dependientes, cumpliéndose una especie de causalidad circular:
la estructura de los sistemas de partidos es tan relevante para la elección del sistema
electoral como este lo es para la estructura del sistema de partidos.

A modo de conclusiones sobre cuestiones específicas, se sostiene que el sistema


electoral puede incidir y mucho en la estructura del sistema de partidos, pero que es
solo uno de los factores, siendo mucho mas importante la homogeneidad cultural,
étnica, religiosa de una sociedad para determinar la estructura del sistema de partidos
que el diseño institucional.

En síntesis, los sistemas electorales tendrán uno u otro efecto en los partidos, de
acuerdo a las condiciones sociopolíticas concretas y por lo tanto no se acepta la visión
de Sartori del sistema electoral como variable independiente. Aunque para Sartori
también hay causalidad circular y multifactorial, la diferencia entre estos y los
empírico-históricos es que para los primeros hay relaciones causa efecto determinables
lineal y unívocamente en una serie dada de fenómenos, mientras que para los
segundos dicha linealidad es solo una de las posibilidades.

b. LA DEMOCRATIZACIÓN DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS Y SU SIGNIFICADO.

La democratización interna de los partidos supone tal cantidad de requisitos previos,


que puede parecer absurdo hablar de su diseño específico prescindiendo de esos
presupuestos. No obstante, utilizando el partido internamente democrático como un
ideal-tipo, se puede avanzar en el señalamiento de instrumentos necesarios para el
logro de la democratización interna, teniendo en cuenta que en la medida que estos
aumenten habrá un mayor acercamiento a la forma deseada.

Así pues, nadie niega que la democratización interna de los partidos tiene como uno
de sus supuestos una cierta igualdad entre los partidos, un reconocimiento de los
derechos de la oposición y un importante grado de adecuación del sistema electoral.
Pero ello no significa que no se pueda de ir allanando parte del camino si no existen
tales realidades. Aunque las democracias que hoy conocemos no fueron por decirlo de
algún modo planificadas, lo cierto es que la sola consideración de los obstáculos que
debieron superar para alcanzar su estado actual, sin duda hubiese desanimado al más
audaz de los reformadores.

Del mismo modo que tratándose de la democracia en el Estado es ya de universal


aceptación el término "Poliarquía" o más bien el de "poliarquización", haremos una
extrapolación del vocablo al funcionamiento interno de los partidos políticos. En
adelante hablaremos del grado de poliarquización de los partidos, para referirnos al
nivel de democracia interna que hayan alcanzado. A pesar de la operatividad del
término hay que hacer sin embargo varias aclaraciones diferenciadoras, que además
entran de plano en el centro de la cuestión.
En primer lugar, el reconocimiento de los derechos fundamentales en los Estados
modernos no tiene en los estatutos de ningún partido del mundo un equivalente. Ni
siquiera el PSOE, Partido Socialista Obrero Español, en sus años de mayor euforia
democrática, logró incluirlo en sus estatutos.

Esa primera diferencia, no hace más que subrayar el hecho de que la


democratización interna de un partido pasa por garantizar que los derechos
fundamentales de los militantes se reconozcan, se ejerzan y sean defendidos al interior
del partido. Ello supone que existan unas vías institucionales para ello, es decir, una
organización diseñada para tal fin y unos procedimientos que obedezcan a principios
preestablecidos y valores consensualmente aceptados. Dichos valores no pueden ser
otros que los de libertad, igualdad, justicia, pluralismo, y los principios, los de
información, transparencia, libre debate y circulación de los directivos.

A pesar de que dichos valores y principios han sido asumidos por los Estados y son
defendidos por la doctrina en lo referente al Estado, se da la gran contradicción de que,
no solo de facto sino también teóricamente, no son aceptados al interior de los partidos.
Gran parte de la doctrina jurídica y de la ciencia política, considera que los derechos
fundamentales y la estructura democrático formal no se dan de igual forma en los
partidos que en el Estado.

Según estas concepciones, en los partidos las garantías y derechos fundamentales


están limitados a una democracia procedimental, y en cualquier caso debe
circunscribirse respecto de derechos constitucionalmente garantizados, pero siempre
de acuerdo a la concepción ideológica del partido.

Como sostiene acertadamente Cárdenas García, no puede aceptarse esta limitación,


porque la concepción de la democracia debe ser integral y porque resulta incongruente
sostener la democracia en la pura esfera pública y no en la semipública o en la privada.

Pero en segundo lugar debe señalarse que en el Estado la poliarquización supone


un reequilibrio entre los elementos autoritarios y los democráticos del sistema, en favor
de estos últimos. En los partidos en cambio, la ausencia de un marcado perfil
autoritario no supone necesariamente el reforzamiento de su símil democrático, pues
puede significar simple atomización y casi anarquía.

En especial para el caso que nos interesa, el colombiano, esta aclaración es de vital
importancia. Mientras que en los partidos europeos la designación de candidatos y la
elaboración de listas electorales corresponden a los partidos, en Colombia la situación
es muy distinta. Como expone Pierre Gilhodes, "los partidos políticos colombianos, en
particular los dos partidos históricos, son en su cúpula agrupaciones de notables, se
hallan cohesionados por elementos culturales comunes, se activan en tiempo de
elección y cuentan con estructuras mínimas y sin disciplina".

Más que esto, como sostiene Javier Sanín, "los partidos colombianos tradicionales
son en su núcleo maquinarias electorales regionales, extremadamente fluidas e
indisciplinadas".
Por todo ello, la poliarquización interna de los partidos políticos colombianos puede
significar no sólo un proceso hacia una mayor democratización del sistema por la
regulación de la actividad política partidista, sino que además puede conducir a una
transformación positiva de esos partidos atomizados en organizaciones más
disciplinadas. Con todo esto no se pretende convertir a los partidos colombianos en
partidos de corte parlamentario estilo europeo, pero ello sí contribuiría a que tiendan
hacia una mayor coherencia ideológica y programática, lo que de algún modo ayudará
a superar el abstencionismo político y la consiguiente crisis de representación.

Así las cosas, y como conclusión meramente tentativa, debemos decir que una vez
se logre un consenso nacional sobre la democracia interna de los partidos (y también
respecto de las demás propuestas de cambio), el paso siguiente será el de encontrar,
también mediante una amplia y quizá prolongada deliberación, los mecanismos
necesarios para lograr la implementación de esa norma reina, pero siempre teniendo
en cuenta las particulares características de nuestro sistema político y de acuerdo a los
objetivos específicos que se pretenden lograr al intentar modificar la dinámica política
existente.

B. CRISIS DE LOS PARTIDOS COLOMBIANOS E INTENTOS DE REFORMA.

1. LA CRISIS DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS COLOMBIANOS.

Un análisis de los partidos políticos colombianos excede esta reflexión o cualquiera


investigación que se haya hecho hasta el momento, puesto que dar cuenta de una
realidad tan compleja requerirá de un esfuerzo colectivo de estudiosos del tema, que
aún está por realizar. Sin embargo, sí es necesario situar la propuesta de reforma
política en lo referente a los partidos en el contexto de su propia realidad histórica.

Es de general aceptación entre los analistas, que la capacidad de movilización


política de los partidos políticos se fue erosionando progresivamente desde la
consolidación del Frente Nacional. La prueba más evidente fueron los altos índices de
abstención que se presentaron en todas las elecciones en las que no participaron
movimientos políticos por fuera del bipartidismo. El mecanismo que se ideó para salvar
a los partidos de la mutua destrucción fue precisamente el que acabó con ellos en
cuanto verdaderos, aunque sectarios, polos de movilización de la ciudadanía. Pero fue
la modernidad la que afectó la naturaleza tradicional de los partidos, convirtiéndolos en
canales formales de captación de las masas, enfrentándolos a un peligroso equilibrio
que condujo a la Violencia y luego al mecanismo neutralizador del bipartidismo
pactado.

La cómoda repartición burocrática de los cargos, fue cumpliendo el objetivo buscado


de desideologizar los partidos. Pero tras la desideologización vino la incapacidad y falta
de voluntad de hacer programas políticos competitivos. Los partidos fueron perdiendo
capacidad de cooptación y arrastre electoral entre grupos cada vez mayores de la
población, especialmente entre sectores de menores ingresos.
Existe una íntima conexión entre la crisis del bipartidismo, la crisis de legitimidad y el
clientelismo. La mayoría de los estudios sobre el clientelismo resaltan el hecho de que
éste condujo a una apatía electoral que condujo a que solo voten quienes tienen interés
en ello, y que los demás se abstuvieran, por lo menos en lo que respecta a las zonas
marginales y las rurales. En este punto es en el que más insisten quienes denominan a
Colombia como una democracia oligárquica en la que habiendo democracia formal los
ciudadanos no tienen participación, pues mientras que en 1958 el 60% de los electores
votaban para el Congreso, en 1968 sólo lo hacía un 31%, siendo el descenso similar
respecto de la votación para Presidente: del 50% al 34%. Además, a pesar de haber
aumentado constantemente la población urbana respecto de la rural, hasta
sobrepasarla, los índices de votación seguían siendo inferiores en las zonas urbanas.
Todo ello pareció indicar que "los partidos políticos tradicionales consolidaron su poder
durante el Frente Nacional principalmente sobre una base rural que no representa los
intereses o las necesidades de la mayoría de la sociedad urbana.

Así mismo, una investigación sobre participación política realizada en 1981 llegó a la
conclusión de que los partidos políticos no parecían ofrecer una alternativa real de
participación al pueblo colombiano en el campo político. Pero es de señalar que
aunque los bajos índices de votación parecen demostrar una innegable crisis de los
partidos tradicionales, ello no significa que el pueblo colombiano esté despolitizado
completamente, por cuanto la apatía electoral no supone una apatía política.

Suele señalarse el bipartidismo excluyente como una de las causas de la crisis de


los partidos políticos colombianos. Colombia es la excepción más notable a la tesis de
que el bipartidismo conduce a la estabilidad. Linz, defensor de la estabilidad del
bipartidismo, arguye que se debe al carácter presidencialista del sistema, y al hecho de
que cuando hay una diferencia ideológica máxima entre los dos partidos y una
competencia centrífuga, el formato de los partidos se deshace o se desata la guerra
interna, como sucedió durante la Violencia en Colombia.

Habría que resaltar también que el sistema bipartidista rígido colombiano, a partir del
Frente Nacional, no es el bipartidismo clásico del que hablan los autores, pues para
decir que hay auténtico bipartidismo, la alternación debe de ser sólo una posibilidad,
una mera expectativa y no un hecho seguro, una alternancia pactada contradice el
bipartidismo clásico al que usualmente se hace referencia. Así, el bipartidismo sui
generis que se ha dado en Colombia no fue garantía de estabilidad, pues condujo a la
quiebra del sistema en la década de los cincuenta, ni lo es desde el Frente Nacional,
porque en su singular exclusionismo está gran parte de la explicación de la
inestabilidad persistente.

El hecho de que los partidos políticos que se enfrentaron durante la Violencia, más
que partidos eran intransigentes subculturas políticas, condujo a que al desaparecer la
lucha irracional, no estuviesen preparados para una confrontación democrática, y
entrasen en crisis, pasando a depender de las prácticas clientelistas. La solución a la
intransigencia de los partidos, el Frente Nacional, surgió tras la reanudación de la
violencia y esa utópica ambición de Rojas Pinilla de sustituir un bipartidismo pujante y
conflictivo. Y fue esta inercia pactada la que propició la crisis de los partidos.
El debilitamiento del bipartidismo llevó a que el sistema político del clientelismo
utilizara el Estado, fortalecido en varios aspectos a partir del Frente Nacional, para
compensar la pérdida de control. A su vez, el clientelismo también contribuyó a
aumentar la desconfianza en el sistema, debido a que las prácticas clientelistas que
suponían el manejo poco riguroso de los recursos estatales condujo a una situación
generalizada de corrupción administrativa. Aunque en diferentes niveles éste es un
fenómeno propio de toda sociedad capitalista, en Colombia el comportamiento político
fraudulento o sencillamente antiético en la administración pública, multiplicado y oculto
en las brumas de investigaciones que muchas veces hacen parte de negociaciones
clientelistas ha llegado a afectar un número alto de las decisiones estatales, incluso las
de especial importancia. El problema es que este comportamiento contradice no sólo
cierta amplitud de beneficiarios que debería existir en la sociedad civil con tales
decisiones, sino incluso la racionalidad de reproducción del capital.

Al constituirse los partidos tradicionales en protagonistas exclusivos de la historia


política, la crisis política del bipartidismo se tradujo automáticamente en la crisis
general del sistema político. Esto no ocurrió por primera vez a partir del desgaste de la
fórmula frentenacionalista. Algunos autores sitúan el comienzo de la primera crisis del
modelo oligárquico en Colombia en el momento en el que Ospina disolvió el Congreso.

Desde este momento entró en crisis el modelo oligárquico, pero no pudo ser
reemplazado con éxito por ningún modelo alternativo, aunque ciertamente existieron
variadas posibilidades que resultaron fallidas. La instauración o más bien la reedición
de la democracia oligárquica que se llevó a cabo mediante el Frente Nacional debe
atribuirse en gran medida al fracaso de los intentos por crear un modelo alternativo. Los
diez años de cambios de la década de los cincuenta fueron años de experimentos de
nuevos modelos que se intentaron instaurar a partir de la ruptura de las clases
dominantes, que supuso la crisis del modelo oligárquico. En primer lugar, el proceso
revolucionario que a partir de la muerte de Gaitán parecía se estaba gestando, a juzgar
por las transmisiones radiales, fue parcial y casi fantasmal. En el otro extremo, Alvaro
Gómez se propuso el establecimiento de un modelo corporativista e intentó incluso
reemplazar la Constitución para darle esta orientación, pero fue frenado por el golpe
militar incitado por los partidos tradicionales, pues veían que en tal proyecto se estaban
poniendo en peligro las bases oligárquicas y clientelistas en que fundaban su poder. Lo
mismo sucedió con el intento del general Rojas de imponer un sistema por fuera de la
lógica bipartidista.

El fracaso del bipartidismo ha radicado en su incapacidad para canalizar las nuevas


fuerzas sociales, debido en gran medida al clientelismo. Esta incapacidad comienza
con el Frente Nacional, pero lo que realmente anuló la posibilidad de una oposición
propia de la dinámica democrática fue el Acto Legislativo Número 1 de 1959, que
consagró la alternancia presidencial, sin consultarlo al constituyente primario.

Mediante esta reforma constitucional postplebiscitaria se acordó que la presidencia


correspondería los primeros cuatro años a un candidato liberal, luego a uno
conservador y así por dos períodos más. De hecho el Movimiento Revolucionario
Liberal (MRL), liderado por Alfonso López Michelsen, se opuso al Frente Nacional, al
que consideraba como una treta de la oligarquía, y denunció en su primer manifiesto
ese mismo año que se había modificado el sentido del pacto bipartidista y que se
estaban poniendo en peligro las bases democráticas de la sociedad, al quitarle el
carácter de transitoriedad a la situación pactada.

La reforma constitucional de 1968, que buscaba fortalecer el Ejecutivo para superar


la ingobernabilidad que se había creado con el sistema frentenacionalista de las
mayorías calificadas, fue un elemento clave en la crisis del bipartidismo y de la
legitimidad democrática, que a los pocos años se manifestó con claridad en el
desánimo electoral. Los elementos negativos del Frente Nacional fueron o bien
reeditados o incluso superados en esta reforma. Mediante la reforma del artículo 120
se mantuvo el pacto de repartir el poder bajo la fórmula de la participación proporcional.
Por otra parte se le dio fuerza al clientelismo con el mencionado mecanismo de los
auxilios parlamentarios. Pero además, el fortalecimiento del Ejecutivo no pudo ser
posible sin el correspondiente debilitamiento del órgano Legislativo. Es una tendencia
que ya existía, que se dio con mayor énfasis desde el Frente Nacional, y que se
acentuó con la reforma de 1968.

La Constitución vigente a partir de 1968 dio al Presidente amplias capacidades


legislativas, aún en tiempos de normalidad: Poder para reglamentar leyes facultado por
el Congreso, poder para dictar leyes previa autorización protempore del Congreso,
poder para objetar las leyes aprobadas por el Congreso negándoles la sanción
presidencial. Por otra parte, le dio el poder de libre nombramiento y remoción de sus
ministros facilitando la negociación con el Congreso respecto de las leyes que el
Presidente desea hacer aprobar, y que él mismo puede proponer. De hecho el país se
ha habituado a que sea el Presidente quien proponga las leyes de mayor trascendencia
y con mayor intención reformadora.

Más poder aún le confería al Ejecutivo la capacidad presidencial de legislar


indirectamente a través de los poderes extraordinarios, pues en la práctica el
Presidente había sido quien había legislado basado en decretos dictados estando
vigente el Estado de sitio. En las pocas ocasiones en las que se levantó el Estado de
sitio, rápidamente se incorporaron por vía legislativa muchas leyes que teóricamente
debían dejar de regir al retornar a una situación normal. Pero siendo la costumbre
legislar sobre todo tipo de asuntos a través de esos decretos, tuvo que hacerse esto
para evitar el vacío legal.

Para limitar de alguna manera el abuso de la figura de Estado de sitio, se creó en


1968 la figura del Estado de Emergencia Económica, limitado a 90 días al año, durante
el cual también se podían expedir decretos con valor de leyes en materia económica.
Aunque el propio Carlos Lleras, quien propuso la figura, ha insistido reiteradamente en
el carácter coyuntural de la medida para conjurar crisis concretas, también mediante
estos decretos se dictaron normas de carácter estructural, como reformas tributarias
íntegras y en general a través de ellos se adelantaron programas de gobierno sin
necesidad de consultarlos con el Congreso.
A raíz también de este fortalecimiento del Ejecutivo, desde el Frente Nacional la
función del Congreso de promover reformas legislativas, disminuyó hasta el punto de
poder afirmarse que el primer legislador del país no ha sido desde entonces el
"Legislativo", sino el Presidente.Cuando la Constitución de 1991 le quitó este poder
amplio al Ejecutivo, sin embargo, los gobiernos se vieron a gatas para reaccionar ante
los problemas de orden público, hasta el punto de que no pocos han señalado como
negativa tal disminución.

De cualquier forma, con posterioridad a 1991 el Gobierno siguió proponiendo los


principales proyectos y negociándolos en el Congreso. El efecto político más negativo
de todo esto respecto del continuismo, ha sido el de que al reducirse notablemente la
iniciativa del Congreso, los congresistas si no reciben nada a cambio se dedican a
bloquear las reformas estructurales y mantener el status quo. En los balances que
suelen hacerse de la experiencia política del Frente Nacional, los autores coinciden en
señalar que al finalizar éste no se había avanzado en términos de democracia, y que
por el contrario el régimen fue perdiendo en términos de legitimidad y de eficacia.

2. EL IRREDUCTIBLE CLIENTELISMO POLÍTICO, EL LASTRE DE LOS PARTIDOS


POLÍTICOS COLOMBIANOS.

El clientelismo es uno de los factores mas determinantes en la crisis de los partidos,


pero se trata de un fenómeno que se ha ido adaptando a las circunstancias cambiantes.
De hecho, es una de las pruebas de la dinámica continuista, toda vez que ha resistido
todos los intentos de neutralización, encontrando siempre la manera de seguir siendo el
elemento fundamental del sistema político colombiano. Por ello merece un análisis
separado, aunque conviene recordar, para retomar el tema del clientelismo en
Colombia, que no es su existencia la causante de la crisis de legitimidad, sino la
intensidad con la que se presenta, en un contexto de crisis de los partidos, crecimiento
del Estado y modernización incompleta.

El intercambio de favores y demás por votos, de manera sistemática y pública,


poniendo en duda la legitimidad del sistema de representación, es lo que constituye
una instrumentalización problemática y de fatales consecuencias, la cual se dio en tales
circunstancias solo a partir del Frente Nacional. Pero como se expuso anteriormente, el
clientelismo no es sólo producto del Frente Nacional, sino que muchos de sus
elementos se fueron creando desde los intentos de cambio de la Revolución en Marcha
y se consolidaron con la reforma de 1968. En primer lugar la captación de las grandes
masas urbanas en las filas del liberalismo como mera masa electoral no deliberante,
mediante el proceso de convocatoria y desmovilización explicado en el segundo
capítulo, motivó al electorado para encontrar soluciones globales a los problemas
sociales acudiendo a las urnas. Luego, el fracaso del impulso reformista de López dejó
a estas masas sin otra posibilidad que la de aceptar los lineamientos políticos del
partido, aunque su prioridad ya no fuera la democracia social sino impulsar el modelo
liberal de desarrollo.

El otro momento culminante fue el Frente Nacional, cuando operó la despolitización


del régimen bipartidista, que dio lugar al nuevo clientelismo. Y este clientelismo que
hace posible el continuismo político es a la vez el que perpetúa, dentro de esa
estabilidad institucional que sostiene, la inestabilidad política también crónica del
sistema político colombiano.

Un posterior hito en la consolidación del clientelismo fue la reforma de 1968, que


creó mecanismos que contribuyeron a fortalecer el poder clientelista y restringieron el
espacio político aún más. El principal mecanismo fue el de los mencionados auxilios
parlamentarios, que permitieron a los congresistas disponer de cantidades
determinadas del presupuesto nacional para adelantar obras concretas en beneficio de
su clientela regional. Aunque también debe reconocerse que esta misma reforma
significó un revés para los intereses clientelistas de los congresistas, pues le quitó la
facultad al Congreso de autorizar obras públicas.

En Colombia el clientelismo no es solamente un factor más de política, sino el


articulador mismo del sistema político, y de ahí la gravedad de su acción corrosiva. Por
ello, conviene intentar definirlo y describir cual ha sido su evolución a partir de los
cambios estudiados, así como la manera como opera y muy especialmente las
consecuencias que en términos de inestabilidad y continuismo ha generado en el
régimen político colombiano.

El clientelismo puede ser definido, como el conjunto de relaciones de intercambio de


prestaciones y contraprestaciones entre quienes a falta de recursos, garantizan su
fidelidad política a terceros debido a su poder político, económico o social. Pero
también puede ser visto dicho intercambio en sentido inverso: "Una forma de
intercambio personal que implica una larga amistad instrumental en la cual un individuo
de más status socioeconómico (patrón) usa su propia influencia y recursos para
proporcionar protección y/o beneficios, a una persona de menos status (cliente), quien
a su vez, corresponde ofreciendo apoyo y asistencia general, que incluye servicios
personales al patrón". Mas allá de estos conceptos y de los que se sintetizarán a
continuación, no existe algo que pueda llamarse una teoría del clientelismo
propiamente dicha. Si ha habido una serie de obras referidas al tema, estas solo se
dieron al microanálisis, pero a partir de los años cincuenta comenzó el microanálisis del
clientelismo, aunque no estrictamente dentro del campo de la Ciencia Política, y en
Colombia, donde su importancia es trascendental, existen escasos análisis dedicados
concretamente al tema y otros pocos que se ocupan de el tangencialmente.

En Colombia, a pesar de que el clientelismo ha sido un tema muy discutido en las


épocas de elecciones, al parecer sólo llegó a la opinión pública en 1975, cuando Carlos
Lleras Restrepo denunció que la satisfacción de las necesidades públicas era
permanentemente desplazada en beneficio del clientelismo político. En 1981 sus
palabras fueron más contundentes, pues lo describió como una de las formas
patológicas que afectan la democracia. No obstante, este tipo de denuncias no iban
dirigidas contra el sistema político como tal, sino contra determinadas personas y
grupos políticos, y en consecuencia el clientelismo fue considerado mucho tiempo
como un "epifenómeno de ocurrencia particular e individual en el cual la sociedad no
cuenta mayormente". También es frecuente aún restarle importancia al considerarlo
como un fenómeno universal, un vicio inherente a la política". Según Leal Buitrago,
esta exoneración del sistema fue la que impidió la comprensión adecuada del problema.
Para el autor, no es que haya clientelismo en Colombia, sino que "el sistema
colombiano ha llegado a ser el sistema político del clientelismo".

El clientelismo es concebido por autores como Edgar Reveiz como una de las
formas que reviste el tradicional sistema de cooptación, heredado del régimen de
concesiones en que se basó la conquista. Sistema que así reeditado "se ha convertido
en sustituto imperfecto de la seguridad social y de la prestación de bienes públicos por
parte del Estado". Pero en estricto sentido, el origen de lo que se ha denominado el
clientelismo moderno se sitúa a partir del Frente Nacional, puesto que hasta entonces
el crecimiento de las ciudades fue relativamente modesto, pudiéndose reproducir el
viejo sistema sin dificultades.

Para la mayor parte de los autores, el clientelismo, en sentido moderno, es no sólo


propio de este período sino un elemento central del sistema frentenacionalista. Pero fue
al finalizar el período frentenacionalista cuando se consolidó claramente el nuevo
clientelismo y se vio la debilidad del antiguo sistema. Concretamente en las elecciones
de 1970, los "jefes naturales" fracasaron en su intento de imponer una candidatura
única, frentenacionalista, para derrotar a Rojas, por lo que su poder unificador y
legitimador del bipartidismo decayó a partir de entonces, y más bien fue la jefatura
nacional la que pasó a depender de los mecanismos clientelistas regionales sumados.
Con López Michelsen, en 1974, se presentó un especie de transición, pues todavía
dependió para las elecciones y para gobernar de la imagen de jefe natural del
liberalismo y a la vez se valió de las clientelas políticas regionales. Ya fuera del período
estudiado, se hizo clara la consolidación definitiva del clientelismo, en 1978, con el
triunfo de Julio Cesar Turbay Ayala, quién llegó a la presidencia ascendiendo
lentamente los escalones de la política nacional, gracias a su magistral y paciente
manejo de la maquinaria clientelista. El elemento abstencionista se hizo claro a partir
de estas elecciones, así como la vinculación entre la pérdida de legitimidad y el sistema
clientelista.

No obstante, el Frente Nacional sólo fue el factor político de la crisis, pues el factor
económico coadyuvante de la expansión industrial de la segunda posguerra, también
fue determinante. A partir de entonces la migración a los grandes centros urbanos y el
crecimiento de los mismos con amplias zonas marginales, modificaron las relaciones
clientelistas. Pero además, con la expansión económica, el Estado se vio fortalecido y
tuvo capacidad para asumir la prestación de determinados servicios públicos y
aumentar la cobertura de la asistencia social. A su vez, este cambio incidió
directamente en la estrategia partidista, en el sentido de acelerar el proceso de
identificación de intereses y de programas entre los dos partidos. El desarrollo
capitalista fue un factor importante para la consolidación del clientelismo, puesto que se
multiplicaron las posibilidades presupuestarias y aumentó la influencia política de los
gobiernos sobre la economía.

Antes del Frente Nacional, el clientelismo en el sentido moderno también se daba en


alguna medida, pero estaba limitado por la escasez de bienes y servicios de que
disponía el Estado para ser usados como moneda de pago del apoyo electoral. En su
lugar estaba el apoyo fanático y casi religioso por el partido al que se pertenecía. El
capitalismo fue dejando atrás la sociedad rústica, agraria, atrasada y dominada por
relaciones de servidumbre, haciendo posible la paulatina desvalorización de la
ideología partidista, pero ese mismo capitalismo fue el que hizo que se ampliara la
cobertura del Estado, y que la filiación partidista se hiciera necesaria para hacerse
beneficiario de ella.

El fenómeno que interesa al análisis de la política contemporánea colombiana, y


concretamente a la hipótesis del continuismo, es el moderno clientelismo. El viejo
clientelismo, anterior al Frente Nacional, que es más bien un caciquismo o un
patronazgo, estaba ligado a una situación particular, a unas condiciones de atraso
propias de una organización precapitalista, de relaciones mercantiles incipientes,
limitado mercado interno e ínfima cobertura del Estado. Pero como bien se ha anotado,
"en el clientelismo de hoy subsiste una dosis grande de atavismo. Es decir, se
reproduce en buena medida el viejo tipo, en parte porque las antiguas condiciones
sociales aún permanecen, aunque ya no de manera generalizada". Para algunos,
justamente toda relación clientelista debe descifrarse a partir de su análisis como
instrumento de poder de la clase dominante.

Conviene analizar cuáles eran las características del clientelismo tradicional, para
ver como se transformó hasta su forma actual. Eduardo Díaz señala tres características
fundamentales del viejo clientelismo: El predominio de la lealtad personal no interesada,
el carácter hereditario y vitalicio de la filiación respectiva y la configuración regional de
la adscripción partidista. En cuanto a esta última, fue un hecho que regiones más o
menos vastas fueran conocidas como claramente liberales o conservadoras. Respecto
de la lealtad no interesada, parece ser que la incondicionalidad obedeciera
precisamente a que las gratificaciones eran más bien de tipo emocional.

Aunque en ocasiones no se observa muy claramente como podía darse una


cohesión de tipo conceptual en un país donde en cada región la política era vista de
una particular forma, la explicación está justamente en las "jefaturas naturales", o sea
en el doble carácter del bipartidismo en Colombia, el nacional y el regional, claramente
diferenciados .

A pesar del carácter endogámico de la élite política colombiana, el crecimiento de la


burocracia y el clientelismo en su moderna versión ha permitido el surgimiento de lo
que se ha dado en llamar "clase política". La política clientelista, junto al deterioro de
las antiguas autoridades supremas del bipartidismo permitió la movilidad social que
hizo posible la creación de esta moderna clase política. Así, el liderazgo nacional de
origen elitista fue reemplazado por los liderazgos regionales, respaldados por el
clientelismo. No obstante, en el contexto colombiano el clientelismo tuvo finalmente un
efecto centralizador, pero ello no significó la liquidación del clientelismo sino su
reestructuración. Además, la élite política tradicional vinculada al poder económico
siguió ocupando los cargos más importantes y fijando la pauta de comportamiento de la
nueva clase política gracias al propio sistema clientelista. La democratización del
ejercicio político profesional se vio limitada en la práctica por el carácter de clientelismo
monolítico que no permite una rotación de los líderes en cada cambio de gobiernoy por
la persistencia del control elitista de la política.

Lo que sí desapareció fueron las jefaturas naturales. Este proceso de


insubordinación comenzó a tomar fuerza cuando los jefes regionales se opusieron a
Ospina Pérez en 1970, por querer imponer como candidato presidencial a Misael
Pastrana Borrero. Fue la primera vez dentro del sistema político que se enfrentaban en
una elección presidencial las clientelas regionales dominantes, con la tradicionalmente
fácil decisión de los centros oligárquicos. Pero el agotamiento de las jefaturas naturales
terminó desatando en el partido liberal una guerras interiores de tal magnitud, que hubo
que imponer un jefe natural en las elecciones de 1986, para dar una apariencia de
unidad en las elecciones.

También a nivel regional hubo cambios. Eduardo Díaz distingue cuatro niveles de
liderazgo en el moderno clientelismo, en el que se sitúan de manera descendente: El
jefe político regional, los subalternos inmediatos del anterior, los funcionarios públicos
de menor entidad, y por último, los líderes o capitanes o tenientes políticos.

Por todo lo expuesto, es un hecho que el clientelismo a partir del Frente Nacional
presenta características bien diferentes, pues el proceso de despolitización bipartidista
hizo que se perdieran estos rasgos, con lo que se solucionó el problema de la violencia
liberal-conservadora, pero se abrió camino a la crisis del régimen bipartidista, debido a
la apatía política, al desánimo electoral y a la consiguiente crisis de legitimidad que dio
lugar a la oposición antisistema armada. No obstante, para algunos autores el aspecto
sicológico sigue en gran medida vigente en el moderno clientelismo, en lo referente a la
identificación, aunque los especialistas en el tema lo consideran prácticamente
inexistente, debido al carácter mercantilista que lo distingue del viejo clientelismo, este
sí, claramente aglutinante por causas emocionales. Pero es claro que el clientelismo en
su nueva versión también cumple una función simbólica e implica una identificación
afectiva, que merece ser estudiada.

Debe reconocerse que ambos tipos de clientelismo tienen un factor común, el de que
no supone negociaciones interpares, toda vez que se trata de "una relación siempre
asimétrica, que se apoya en la diferencia de poder entre las partes". Pero el
clientelismo político moderno se diferencia claramente tanto del clientelismo económico,
como del clientelismo tradicional. Lo que lo distingue de estas otras manifestaciones
del fenómeno es la injerencia creciente del Estado. En Colombia, para obtener un
nombramiento es necesario pertenecer a un grupo político específico, y para ascender
o incluso conservar el cargo, es necesario estar comprometido con el jefe político del
grupo al que se pertenece. Así, "El funcionario público es, antes que servidor público,
representante dentro de la entidad en que trabaja, del jefe político que lo nombró y del
grupo político al que se matriculó. El funcionario pertenece al jefe político". Con esta
práctica se ha intentado compensar el deterioro del sectarismo partidista, en el que se
apoyaba el sistema tradicional.

Con la ley de carrera administrativa de 1938, se intentó profesionalizar en alguna


medida la administración pública, pero según datos de 1988, de los 700.000 empleados
de la administración pública, solo 120.000 eran de carrera. En el gobierno de Carlos
Lleras Restrepo se le empezó a dar importancia a los funcionarios técnicos, para
impulsar la racionalidad burocrática en detrimento de la lógica clientelista. Pero esto le
costó al Presidente la pérdida de sus clientelas y no pudo optar por la reelección.

El nombramiento de los funcionarios en razón de motivos clientelistas tiene


importantes consecuencias en términos de legitimidad y eficacia: quien dirige al
funcionario y lo controla no es su superior jerárquico, sino su superior político, así que
la racionalidad weberiana del aparato burocrático queda reducida a su mínima
expresión. Pero lo que resulta más perjudicial aún para el eficiente funcionamiento de
la administración pública, es que esta supeditación implica el compromiso no solo de
adelantar las obras que puedan beneficiar al grupo al que se pertenece, sino de
boicotear las de los demás grupos, sin consideración a conceptos de utilidad común, de
donde resulta que la proliferación de obras inconclusas en la mayoría de los casos no
obedece al agotamiento de los presupuestos, sino al manejo clientelista. El desarrollo
social no ha podido ser promovido en Colombia debido a este fenómeno de la
"fracasomanía".

El clientelismo no solo se nutre de la repartición de los cargos burocráticos que


existían, sino también de la creación de nuevos destinos. Ante la excesiva mano de
obra que surgió de las transformaciones sociales que consolidaron el capitalismo, y con
apoyo en la paridad burocrática obligatoria, los partidos tradicionales se dieron a la
tarea de expandir al máximo la nómina del Estado para cumplir los compromisos
clientelares. Este hipercrecimiento burocrático estaba en pleno auge al finalizar
formalmente el Frente Nacional, pero diez años más tarde se estabilizó en unos niveles
compatibles con el ritmo de modernización económica. Pero además, el beneficio del
bipartidismo con la modernización del Estado no se limitó a la absorción burocrática,
pues el clientelismo también hacía uso de cualquier control estatal, directo o indirecto,
sobre cualquier clase de recursos, procurando igualmente su expansión. El clientelismo
se nutre entonces, fundamentalmente, de la extensa gama de recursos que le
proporciona el Estado, sin la cual no podría subsistir.

La maquinaria política del clientelismo funciona en términos domésticos como una


transacción comercial, en la que el pago a través del voto está diferido. Hay que
agregar a todo este manejo, los fraudes que se cometen continuamente en el conteo
de los votos o elaboración de las actas electorales para comprender, sumado el
fenómeno de la abstención, la casi nula representatividad de quienes son elegidos en
estas jornadas electorales, eufemísticamente llamadas "fiestas democráticas".

El manejo clientelar de los recursos que se ha descrito trae como consecuencia la


incapacidad del Estado para ampliar el radio de su acción, haciendo insuficientes los
fondos públicos para encarar las grandes demandas sociales, a pesar de que el
desarrollo capitalista aumenta considerablemente los recursos estatales año tras año.
Pero más de la mitad de esos recursos se emplean exclusivamente en gastos de
funcionamiento, y gran parte de los gastos de inversión se utilizan en manejos
clientelares, o por lo menos con la lógica del clientelismo, abusando cada vez más del
déficit fiscal.
Para una radiografía más completa del clientelismo debe tenerse en cuenta que, al
lado del clientelismo burocrático, el carácter mercantil de la relación clientelar ha
permitido la intensa utilización de dinero privado con similares propósitos de captación
política, lo que supone una peligrosa dependencia a la hora de establecer políticas en
las que se afecte intereses particulares concretos. Las elecciones han adquirido todo
un carácter mercantil, en el que lo más destacado es la compraventa de votos, pues es
en la compra de conciencias y en el transporte colectivo a los sitios de votación en lo
que se invierte gran parte del dinero de las campañas.

Normalmente la financiación de las cada vez más costosas campañas sigue siendo
en principio de origen familiar, cuando es legal, como inversión en el prestigio social
que supone un congresista en la familia. Pero es una inversión que también se espera
recuperar en términos económicos, y esto sólo puede hacerse, como lo reconocen
algunos congresistas, substrayendo beneficios del Estado.

La utilización de lo que en Colombia se ha llamado "dineros calientes", era una


fuente más de aprovisionamiento político para las elecciones, pero con posterioridad,
en la década de los ochenta especialmente, la utilización por parte de los partidos
políticos de dinero obtenido ilícitamente, sobre todo del negocio del narcotráfico, se
hizo cada vez más evidente y visible. Muchos autores, al analizar la crisis de los años
ochenta y principios de los noventa, señalan como factor fundamental la utilización por
parte del narcotráfico de la vieja práctica del clientelismo para penetrar, gracias a su
ilimitado poder económico, en todos los niveles de decisión política. La inclusión de
dinero privado, de origen lícito o no, tiene de cualquier manera el objetivo de romper la
equivalencia entre votos y control burocrático. De hecho el narcotráfico participó con
relativo éxito en la vida política del país, hasta que debió marginarse a raíz de los
magnicidios que perpetró contra altas personalidades políticas.

Otro de los soportes del clientelismo fueron hasta 1991 los auxilios parlamentarios.
Para mantener las clientelas regionales los congresistas disponían de una partida del
presupuesto nacional de aproximadamente el 1% del valor total, para destinarlos a
obras concretas en las regiones, a modo de auxilio de fomento. También se presentaba
éste fenómeno a nivel de las asambleas departamentales y en algunos consejos
municipales. Las comisiones de presupuesto de cada Cámara se encargaban de
repartirlos entre los congresistas de acuerdo a su número por cada departamento, pero
también con base en negociaciones privadas. Estos auxilios eran tan insuficientes y
obedecen a criterios tan lejanos a la planificación, que sólo benefician al político con el
que las gentes identificaban la obra realizada. Muchos de estos auxilios terminaban en
entidades ficticias o simplemente eran captados para fines particulares. Con la
eliminación de los Auxilios en 1991, la clase política clientelista perdió algo de su
fuerza, aunque con la figura de los Fondos de Cofinanciación se ha burlado de alguna
manera la norma preventiva. Por añadidura, estos fondos dependen en su mayor parte
de entidades muy centralizadas como Planeación Nacional, Minhacienda y Presidencia,
lo que los convierte en instrumentos de negociación del Ejecutivo.

Una de las formas delictivas que presenta el clientelismo en Colombia es el llamado


tráfico de influencias, que se practica en las democracias modernas en distintos niveles
y con variada intensidad. En Colombia sobre todo hace referencia a las licitaciones
públicas y las contrataciones privadas, en las que se privilegia el interés privado por
motivos políticos que van acompañados usualmente de sobornos a modo de comisión,
y que se presentan en todos los niveles de la jerarquía administrativa. El producto
económico de las apropiaciones delictivas de dinero público, como se mencionó atrás,
muchas veces no va directamente al patrimonio del funcionario, sino que se destina a
la reproducción del sistema clientelar mediante su utilización para la compra de votos.

El control clientelista ha tenido también una forma sutil de captación de líderes


populares tanto a nivel de sindicatos como de asociaciones campesinas. Daniel Pécaut
en su obra sobre el sindicalismo en Colombia hace un seguimiento del nacimiento y
evolución del movimiento sindical, en el cual expone como el sindicalismo, que nace
del brazo del Estado, a pesar de sus corrientes radicales se ha mostrado
frecuentemente permeable a la influencia del Gobierno en sus decisiones internas y por
tanto a la negociación en general. Un ejemplo claro de ello fue la expulsión de los
sindicatos comunistas de la CTC en 1958, ordenada por el Gobierno. En el campo
igualmente, a los líderes rurales captados se les entregó la Organización Campesina.

Los grandes protagonistas de la política clientelar son fundamentalmente el


Presidente y el Congreso, aunque sus papeles son bien diferentes y suponen
continuamente enfrentamientos que requieren negociación. Con el Frente Nacional el
Congreso quedó constituido como el eje de la reproducción del sistema clientelar. Para
lograr hacer aprobar la reforma de 1968 hubo que hacer concesiones que reforzaron el
clientelismo. Además, al pasar la iniciativa legislativa prácticamente al Gobierno, y
aumentar el número de congresistas así como el presupuesto del Congreso, la
institución legislativa se convirtió en una empresa dedicada a la meticulosa labor de la
repartición clientelista. Para mantenerse en el sistema, debe cuidarse el capital
electoral y por ello la asistencia o participación activa en el proceso Legislativo ha
quedado a un lado, siendo más importante recorrer municipios y manejar los hilos de la
maquinaria clientelista.

El sistema frentenacionalista hizo posible que el bipartidismo se constituyera


nuevamente como el único mediador posible entre el Estado y los ciudadanos. Gracias
al clientelismo, redefinido y ampliado, las demandas de estos ciudadanos sólo son
atendidas en la medida en que puedan producir de alguna manera votos para la
reproducción del sistema.

El sistema político ante la incapacidad del Estado de llegar más allá de los grupos
cuyas demandas sean políticamente rentables si se atienden, involucra en la
maquinaria clientelista intermediarios pertenecientes a organizaciones no oficiales
como la Federación Nacional de Cafeteros, que realiza obras por su cuenta en ciertas
zonas, o como las acciones comunales, que suplen al Estado en las zonas deprimidas.
Este tipo de prolongación atípica del Estado tiene efectos positivos a nivel de progreso,
pero es ante todo funcional para las estructuras de dominación, pues legitiman el
sistema en algunos sectores de la sociedad civil a donde difícilmente podría llegar la
negociación clientelar.
A modo de conclusión general, debe señalarse como principal efecto político
negativo del clientelismo, el debilitamiento del Estado. El clientelismo frenó el
fortalecimiento de un Estado que se estaba ensanchando institucionalmente, y esto se
debió fundamentalmente a la inexistencia de una oposición real y alternativa, por la
convivencia parasitaria de los dos partidos en el poder. Al impedir el fortalecimiento del
Estado, el clientelismo le ha impedido asumir el reto de la nueva organización social
que fue creando el desarrollo capitalista. Además del debilitamiento del Estado, se han
señalado como consecuencias políticas negativas del papel protagonista del
clientelismo la confrontación con el Estado de quienes se sentían excluidos de los
beneficios del clientelismo, el alejamiento de los partidos de los verdaderos problemas
de la sociedad y el faccionalismo al interior de los partidos que fragmentó los intereses
partidarios alejándolos de la política oficial, debilitando el Gobierno y potenciando la
crisis.

Una de las consecuencias más negativas del clientelismo ha sido el hecho de que la
proliferación de las prácticas clientelares ha modificado la cultura política colombiana
hasta el punto de exceder el ámbito de los partidos tradicionales en que se ha formado.
Los partidos políticos en general, las guerrillas en sus zonas de influencia y
especialmente el narcotráfico para captar simpatizantes en su guerra contra el Estado,
han recurrido a las prácticas clientelares con frecuencia. Existe una general aceptación
de que el clientelismo es una forma más de hacer política y hasta se ha llegado a
considerar como una parte importante y necesaria de las relaciones sociales. Esta
actitud constituye uno de los más grandes obstáculos para el proceso modernizador,
pues contradice los presupuestos de una transformación de este tipo. Especialmente a
partir de las inconmensurables ganancias del narcotráfico y dadas las condiciones de
miseria generalizada, la práctica clientelista contaminó una gran parte de las relaciones
sociales, modificando una serie de valores necesarios no solo para el desarrollo político
sino incluso para la simple convivencia pacífica. Por ello, es evidente que toda reforma
política sólo puede tener efectos prácticos si logra modificar de alguna manera esta
cultura política del clientelismo, tan férreamente arraigada y tan extensamente
difundida en la sociedad colombiana.

La Constitución de 1991 intentó de muchas formas poner coto al clientelismo, en


parte mediante inhabilidades, o bien eliminando los auxilios parlamentarios. Pero la
habilidad de los políticos ha sido proverbial para adaptarse a las nuevas restricciones.
Es justamente esta una de las características de la dinámica continuista, la conversión
de las reformas de modo que resulten inútil. Un ejemplo evidente de esto ha sido la
circunscripción nacional para el Congreso. Con ella se buscaba darle oportunidades a
fuerzas políticas minoritarias, que podrían sumar sus apoyos electorales en todo el país.
Teóricamente el Senado seria así una figura menos clientelista, al no depender del
apoyo regional donde se da la negociación del voto. Pero no fue así. Como explica
Fernando Cepeda, los barones electorales aprendieron a manejarla en su propio
beneficio: “La representación senatorial se deformó y varios departamentos perdieron
su representación en el Senado. La idea es buena, su aplicación ha sido deplorable.

El clientelismo, que desprestigió al régimen y debilitó al Estado, se constituyó en


un obstáculo a la modernización política que la transformación económica y social
estaban exigiendo. Paradójicamente, el clientelismo, al hacer posible el continuismo
político, es al mismo tiempo el responsable de la permanencia de las instituciones
formalmente democráticas y de la inestabilidad crónica que padece el país.

3. EL INTENTO DE REFORMA DE LOS PARTIDOS EN 1991.

A pesar de que los partidos políticos han sido determinantes en la historia política del
país, los intentos por institucionalizarlos han sido débiles y tardíos. Los partidos Liberal
y Conservador, que han dominado la política colombiana durante mucho más de un
siglo, sólo estuvieron legitimados en 1985 para solicitar al Estado personería jurídica.

En 1990, los firmantes del Acuerdo Político que hizo posible la convocatoria de la
Asamblea Nacional Constituyente se dieron cuenta que era necesario derogar la
prohibición constitucional decimonónica que prohibía las "juntas políticas populares de
carácter permanente", e institucionalizar los partidos políticos, así como estudiar la
posibilidad de hacer obligatoria la democratización interna de los mismos. Pero la
reforma de los partidos políticos es un tema que quedo aplazado en la Constitución de
1991.

Aunque son muchas las temáticas que involucran a los partidos y que deben ser
debatidas, una en especial es la que concentra mayor atención por su trascendencia: la
democratización interna de los partidos. Mientras que el artículo 103 faculta al Estado
para reglamentar a las asociaciones cívicas, sindicales, comunitarias, etc., para que
constituyan mecanismos democráticos de representación, el artículo 108 le prohibe
establecer exigencias en lo referente a la organización interna de los partidos políticos.

Esta incongruencia opera en favor de la primera norma citada, y ello puede


deducirse del proceso que tuvo la segunda en la Constituyente. Como claramente lo ha
expresado la doctrina, fueron tantos los factores que podrían haber afectado las
votaciones, que debe analizarse con cuidado el proceso que tuvo la aprobación de
cada norma antes de poder afirmar que la Asamblea Constituyente tenía tal o cual
concepción sobre un punto específico. La norma sobre democratización de partidos es
el más claro ejemplo de ello.

El texto que no fue aprobado en el artículo 107 hacía una clara referencia a este
tema:

"Los partidos y movimientos políticos deben ceñir su actividad a estatutos que


garanticen el respeto a la Constitución y a las leyes y la participación democrática de
sus adherentes en su vida orgánica y política y en la escogencia de sus dirigentes y
candidatos."

Pero de la no aprobación de esta parte no puede inferirse que en la Constituyente


existía una rotunda negación a su contenido. Como han insistido los analistas
constitucionales, cuando un artículo no fue aprobado no se puede inferir que la
Asamblea se pronunció en contra.
El texto citado no fue aprobado, pues en la última votación, que fue secreta, obtuvo
36 votos afirmativos, 20 negativos y 7 abstenciones. La Constituyente no fue pues tan
rotunda en la negación de la norma, como sí lo fue Alvaro Gómez Hurtado, quien
presionó vehementemente la no aprobación de la misma.

Como sostiene Jaime Buenahora, "infortunadamente el constituyente sustrajo la


posibilidad de establecer exigencias en cuanto a la organización interna de los partidos
con el sofisticado argumento de que ello atentaría contra la democracia. Conociendo la
estructura de los partidos políticos colombianos, lo pertinente era dejar abierta la vía
legislativa para impulsar su democratización interna".

Fue por ello que, cuando la Ley 130 de 1994 consagró inicialmente la democracia
interna de los partidos y movimientos políticos, la Corte Constitucional, en la sentencia
C-089 de 1994, la declaró inexequible, con lo que quedó claro que era necesario volver
a reformar la Constitución Política para poder introducir en Colombia la
democratización de los partidos y movimientos.

Pero lo cierto es que, salvo esta y otras excepciones, la Corte Constitucional declaró
exequible la Ley 30 de 1994, con base en el artículo 152 de la Constitución, que
permite al Congreso regular el régimen de los partidos. Para ello, señala Eduardo
Pizarro, debió recurrir a innumerables malabarismos intelectuales, pues fue necesario
conciliar lo irreconciliable, un artículo que prohibe la reglamentación y otro que la
ordena.

4. LA REFORMA DE LOS PARTIDOS EN EL PROYECTO DEL GOBIERNO


SAMPER.

El debate se reabrió cuando el 5 de mayo de 1995, el entonces Presidente Samper


en el acto de clausura de un encuentro latinoamericano sobre democracia en
Cartagena, se refirió a la crisis en el sistema de representatividad a nivel mundial y
señaló cual era a juicio de su gobierno, el paso siguiente a la reciente reforma
constitucional, para ampliar la participación política en Colombia:

"La constitución de 1991 abrió las puertas de la participación política, pero fue muy
tímida en la reglamentación de los partidos. Nos quedamos con el pecado y sin el
género del nuevo esquema. Mi gobierno considera básica una reforma de los partidos
para consolidar los espacios de participación abiertos por la nueva constitución".

El entonces gobernante anunció la necesidad de una nueva reforma que surgiera de


un consenso entre las distintas fuerzas políticas representadas en el Congreso y los
voceros de la denominada sociedad civil. De allí surgió la idea de convocar una
comisión que estudiara diversos temas propuestos por el Gobierno, antes de pasarlos a
la consideración del Congreso. En ella participarían tanto miembros del órgano
legislativo como personajes del mundo universitario y representantes de los gremios
económicos y de los sindicatos, entre otros. Fue así como el nueve de mayo siguiente,
el gobierno creó mediante decreto la Comisión para el Estudio de la Reforma de los
Partidos Políticos.
A esta Comisión se le señaló, entre otras tareas, la de realizar un diagnóstico sobre
la situación de los partidos políticos en Colombia, proponer las modificaciones
tendientes a lograr la modernización de los mismos e identificar las áreas en las cuales
se deben realizar acciones tendientes a su democratización. Las sesiones de la
Comisión de Reforma se caracterizaron por un interesante y fructífero diálogo entre los
académicos y los personajes de la política que hacían parte de la Comisión.

Los temas más debatidos, en lo que respecta a los partidos políticos, fueron
justamente la imposición constitucional de la democracia interna al interior de los
partidos y de la obligación de hacer oposición, además de la prohibición de la doble
militancia, y la racionalización en la concesión de avales por los partidos.

En especial el tema de la democratización interna de los partidos fue uno de los


más controvertidos. Dentro de los mismos representantes de los partidos liberal y
conservador existían puntos encontrados al respecto, lo cual hizo necesario un
pronunciamiento oficial, mediante sendos comunicados, que diferían abruptamente
entre sí, pues el Partido Conservador no era partidario de la norma, en tanto que el
comunicado del Liberal finalmente la aceptaba. Es de señalar que tanto en uno como
en otro partido hubo amplia discusión antes de aceptar la propuesta, pero finalmente, y
con la aprobación de los dos partidos y de todos los demás miembros de la Comisión
se aprobó sin reservas el siguiente enunciado:

"Modificación del inciso número 2 del artículo 108 de la Constitución Nacional en el


siguiente sentido:

Los partidos y movimientos políticos tendrán una organización interna democrática.


Mediante procedimientos democráticos y participativos escogerán los organismos de
dirección y sus candidatos a cargos de elección popular.

Con igual empeño se trabajará por parte de los signatarios de este acuerdo porque
en la Ley Estatutaria de Partidos y Movimientos Políticos, se determinen los
mecanismos y procedimientos que hagan efectiva la democratización de los partidos y
movimientos políticos."

Basándose en las propuestas de la Comisión de Reforma Política, el Gobierno


redactó un Proyecto de Acto Legislativo, un Estatuto de la Oposición y un Proyecto de
Ley sobre Financiación de Campañas Electorales. La norma escueta, que finalmente el
Gobierno presentó en su Proyecto de Acto Legislativo al Congreso, reza:

"Los partidos y movimientos políticos deberán tener una organización interna


democrática. Sus órganos directivos y la escogencia de sus candidatos a las
elecciones se hará por votación interna".

Aunque esta es, digámoslo así, la norma reina, de las propuestas por la Comisión,
también se sugirieron normas para evitar la doble militancia y el abuso de los avales,
con el objetivo de combatir la "operación avispa" o lucha por las curules a través de los
residuos, así como otras prácticas antidemocráticas.

Igualmente, la Comisión propuso una serie de normas sobre oposición política,


algunas de las cuales se incluyeron en el Proyecto de Acto Legislativo y otras en el
proyecto de ley sobre Estatuto de la Oposición presentado al Congreso. La principal de
estas normas obliga a los partidos, movimientos o coaliciones políticas que ganen en la
elección presidencial a asumir la responsabilidad política de gobernar con su
plataforma programática, y a los perdedores a hacer verdadera oposición. Otras
normas sobre oposición propuestas, señalaban que el Procurador y el Contralor debían
ser elegidos por mayoría calificada del Congreso en pleno, de cinco listas presentadas
por las bancadas de oposición, y las demás normas iban dirigidas a ambientar el
esquema Gobierno - Oposición tanto a nivel nacional como regional.

Los acontecimientos políticos posteriores a la presentación en octubre de 1995 de


estos proyectos al Congreso, relacionados con la campaña presidencial del Presidente,
eclipsaron totalmente el debate nacional sobre dichos temas y abortaron la discusión
parlamentaria sobre los mismos. Contra la transparencia de este debate “obró cierto
desconocimiento del proceso histórico colombiano que llevó a la situación de crisis y
una persistente tendencia a sobrevalorar los aspectos periodísticos y más coyunturales
de las reformas.”

Se puede decir que de algún modo la propuesta de democratización de los partidos


quedó más bien ante la opinión especializada como un sofisma de distracción para
ocultar intereses contrarreformistas del Gobierno, urgido de recuperar el poder que la
Constitución le quitó al Ejecutivo. Pero no todo fue blanco y negro en este tema, pues
efectivamente el Gobierno parecía dispuesto a defender esas normas modernizadoras
en 1995, aunque evidentemente la difícil situación en que se encontró a partir de las
declaraciones del director de la campaña presidencial, le impidieron poner todo su
empeño en una causa que para triunfar requiere un gran consenso nacional.

También es cierto que el posterior viraje del Gobierno en 1996, proponiendo una
reforma con claros tintes antireformistas, pero manteniendo el tema de la democracia
interna de los partidos, acabo de quitarle toda legitimidad a esta cuestión y ganó
muchos enemigos contra las causas defendidas por la Comisión, como lo demuestra la
vehemencia de sus críticos. Desafortunadamente este viraje del Gobierno, cualquiera
que hubiesen sido sus causas y a pesar de que luego lo corrigió dejando hundir el
proyecto en el Congreso, creo un dilema más para Colombia: “Reformofobia o
Contrarreforma”, el cual debe resolverse a favor de intentar la reforma pero vigilar para
que no se incluyan elementos antireformistas.

De cualquier forma, la misma crisis política ha demostrado que la actividad de los


partidos y de los candidatos es un tema que quedó débilmente regulado en la
Constitución. El desprestigio de los congresistas, que salió a flote a raíz del juicio al
Presidente en la Cámara de Representantes, por la difusión de encuestas al respecto
en los medios de comunicación y por cientos de artículos periodísticos, han terminado
de poner en jaque a la clase política, y con ella a las instituciones partidarias.
Es indiscutible, que si bien no se le pueden dar demasiadas ilusiones a los
colombianos respecto de los alcances de la ingeniería institucional, la realidad ha
demostrado la necesidad de repensar las normas vigentes, pues cuando entró en
vigencia la Ley 30 de 1994 o Estatuto Básico de los Partidos, ya se habían celebrado
las segundas elecciones postconstituyente para el Congreso, con el resultado por todos
conocido de una marcada hegemonía liberal y la desaparición del M-19 como tercera
fuerza política.

Las expectativas creadas por la Constitución respecto a nuevos espacios de


participación fueron duramente contrastadas por una realidad bien diferente: la
atomización de los partidos tradicionales, la proliferación de grupúsculos políticos sin
capacidad de protagonismo, y una abstención electoral en aumento. Como señala
Fernán González, los desarrollos ulteriores a la actual Constitución evidenciaron que la
crisis era mucho más profunda, los partidos se mostraron fragmentados, sin unidad
programática ni disciplina interna y las nuevas fuerzas manifestaron un comportamiento
político muy similar al de los partidos tradicionales.

Pero lo más preocupante de la realidad postconstituyente es, como sostienen


Gabriel Murillo y Rubén Sánchez, "que los partidos políticos se han atomizado en
fracciones y movimientos que, lejos de proponer proyectos de sociedad y de integrar
intereses dispersos, se han entrabado en confusas luchas para mantenerse el control
del sufragio".

Ahora es más que evidente la opción modernizadora, y en ello el Estado tiene aún
un papel importante que jugar, pues, como sostiene Manuel Garretón, "al contrario de
lo que afirman ciertas tendencias neoliberales de derecha, centro e izquierda, en esa
combinación de modernización y democratización sociales, no podrá prescindirse del
fortalecimiento del papel del Estado como agente de ambos procesos". Pero a pesar de
la evidencia, aun se escuchan voces que ponen en duda la necesidad de reformar los
partidos políticos. Voces que se apoyan en visiones catastrofistas de la crisis de los
partidos a nivel mundial, o que se excusan en la esperanza de una presunta
democracia participativa que sobrevendrá como por arte de magia con el fin del
milenio.

Aunque reconocidos constitucionalistas interpretaron negativamente aquel primer


intento de reforma del Gobierno Samper, el asunto fue retomado por el Gobierno
Pastrana en el Proyecto de Acto Legislativo de 1998. Pero como suele suceder con
otros grandes temas nacionales, el debate sobre la reforma de los partidos políticos en
Colombia, puede llegar a convertirse en un mero intercambio de opiniones personales y
partidarias sobre la estructura de nuestro sistema de partidos. Una rápida revisión de lo
que se ha escrito durante los últimos 15 años sobre la reforma de los partidos políticos
en Colombia, revela que no sólo los problemas son viejos, sino también las soluciones.
Pero ello no hace más que resaltar la necesidad de avanzar en esos proceso de
democratización a pesar de los obstáculos y fracasos. No obstante, muchos descartan
tal necesidad de reforma, difundiendo lugares comunes sobre la crisis de los partidos y
la crisis de representación, que posiblemente confundan a la ciudadanía, y quizá
también a la opinión pública especializada.
5. LA REFORMA DE LOS PARTIDOS EN LA PROPUESTA DE PASTRANA.

Con la elección del candidato de la coalición Gran Alianza por el Cambio el tema de la
guerra y la paz fue el centro del debate institucional. En este aspecto el gobierno del
presidente Pastrana se comprometió con una Reforma Política que traduciría en
transformaciones del sistema político el descontento social y la inestabilidad política
que vivía el país.

Como se expuso en el capítulo correspondiente, este compromiso para con candidatos


independientes como Ingrid Betancourt y del Partido Liberal como el propio Martinez,
llevó al gobierno a embarcarse en una serie de propuestas de cambio político como
tema fundamental en la agenda legislativa desde el segundo semestre de 1998.

El país que encontró la Reforma política propuesta por el Gobierno Nacional fue un
territorio dominado por la polarización, la incertidumbre y el conflicto armado interno
en su máxima expresión. Elisabeth Ungar afirma que “la Reforma se desarrolló en un
estado de afán de un sector de la misma clase por tomar distancia política de la
corrupción y reconquistar alguna legitimidad antes que los alzados en armas entraran
a disputársela”.

La necesidad de reconstruir el tejido social e institucional, de llegar a consensos reales


dentro de los marcos del Estado y un progreso social y político a favor de una paz
duradera, fueron en principio los objetivos planteados por los defensores de la Reforma,
entre ellos el Ministro del Interior Nestor H. Martínez.

El planteamiento en torno a los partidos políticos giró en torno a la necesidad de su


organización, democratización y modernización en la búsqueda de un sistema político
menos excluyente y más participativo. Al menos a ese acuerdo se había llegado en
las negociaciones de la Casa Medina. Las bases del proyecto en el tema de partidos
se desfiguraron considerablemente en su paso por cada sesión en la Cámara. Así, a
medida que transcurría el tiempo, cada vez la Reforma era más la sombra de la
Reforma propuesta en principio, hasta el punto de que el debate en torno a los partidos
se limitó casi solo al tema electoral, y en el mejor de los casos el debate quedó
“abierto”.

Efectivamente, en el caso del artículo 108 que trata de los Partidos Políticos, el sistema
electoral y los votantes, como bien señaló en su momento Juan Martín Caicedo, “el
texto que recibió la Comisión Primera del senado era pálida sombra del originalmente
pactado por las fuerzas políticas: a cada norma bien intencionada le colgaron su
excepción nefasta”. Veamos como fue ese proceso.

En primer lugar se planteo, que con el fin de reafirmar el carácter ideológico de los
partidos y movimientos políticos, disciplinar su acción en temas de la esencia
programática e ideológica y al mismo tiempo propender por su democratización interna,
el proyecto modificaba el régimen de partidos y de postulación de candidatos, y fue así
como se propusieron las siguientes normas:
" *La organización de los partidos estará basada en un esquema democrático que
debe reflejarse en sus estatutos.

* Para promover la agrupación de las fuerzas políticas en partidos organizados, se


establece que los partidos y movimientos políticos tendrán personería jurídica en una
de dos categorías, nacional o territorial. El reconocimiento de las personerías jurídicas
nacionales se hará únicamente con base en resultados electorales y en ningún caso
por número de firmas. Para tal efecto se exigirá de acuerdo con la ley, tener un
número representativo de elegidos en las corporaciones públicas y en cargos de
elección uninominal, teniendo en cuenta la votación obtenida en su elección y siempre
que esta última se haya logrado en un número determinado de departamentos. Con
todo, se reconocerá la existencia de candidaturas presidenciales de movimientos de
opinión a nivel nacional.

* En el nivel territorial la ley establecerá requisitos mas flexibles con el fin de garantizar
una línea de ascenso, que permita que de cumplirse con los requisitos legales, los
partidos territoriales puedan acceder a la condición de partidos nacionales. La
personería se mantiene hasta elección siguiente en ambos niveles. Con todo, será
posible postular candidatos a nivel territorial mediante recolección del numero de firmas
que establezca la ley.

* Los partidos que tengan personería jurídica nacional podrán tener acceso a los
medios de comunicación de carácter nacional, pudiendo avalar candidatos en los
niveles nacional y territorial.

* Con el propósito de preservar los fenómenos nacionales de opinión y en el evento en


el que el candidato a la Presidencia de la República que se trate no cuente con el aval
de un partido político nacional, su candidatura podrá ser inscrita conforme a un
procedimiento especial. La ley señalara ese procedimiento, basándose en que se
realicen sondeos de opinión que demuestren que el candidato en cuestión reúne por lo
menos el apoyo del 5% de la intención de voto, sin contar el margen de error, del
electorado registrado en el periodo anterior próximo a la inscripción de la candidatura.

* Los partidos y movimientos en el orden territorial solamente harán uso de los medios
de comunicación del orden territorial, pudiendo únicamente avalar candidaturas a ese
nivel.

* Con el propósito de permitir la creación de nuevos partidos nacionales en condiciones


que garanticen su arraigo democrático, el proyecto permite la existencia de coaliciones
de partidos regionales, que bajo ciertas condiciones, puedan llegar a convertirse en
partidos nacionales, sin que ello implique la desagregación del sistema.

* Los partidos y movimientos políticos existentes al momento de entrada en vigencia de


la reforma constitucional, mantendrán su personería jurídica hasta la realización de las
próximas elecciones territoriales. A partir de ese momento, su personería jurídica se
mantendrá siempre que cumplan con los requisitos que se exigen para el nivel
territorial.

* Solamente podrán otorgar avales para la inscripción de candidatos nacionales los


partidos o movimientos políticos. En elecciones territoriales será posible inscribir
candidatos mediante la presentación del numero de firmas que establezca la ley."

En temas como la constitución y afiliación de Partidos y Movimientos Políticos, la


propuesta se enmarcaba en la redefinición de los artículos 107 y 108 de la
Constitución Nacional con el fin de reorganizar la participación política. Los artículos
quedarían así:

" *Articulo 107. Se garantiza a todos los nacionales el derecho a fundar, organizar y
desarrollar Partido y Movimientos Políticos, y la libertad de afiliarse a ellos o de
retirarse.

Tambien se garantiza a las organizaciones sociales los derechos a manifestarse y a


participar en eventos políticos e inscribir candidatos a cargos de elección popular, para
lo cual deberán cumplir los requisitos que establezca la ley.

Las Organizaciones Sociales y los Movimientos Cívicos deberán registrarse ante el


Consejo Nacional Electoral. A partir de su inscripción y durante la respectiva campaña
electoral, quedaran sujetos al mismo régimen previsto para los Partidos y Movimientos
Políticos.

* Articulo 108. Partidos políticos, sistema electoral y votantes. Solo la constitución


determinara el régimen jurídico de los partidos y movimientos políticos, la organización
de las autoridades electorales, así como los requisitos para la inscripción de candidatos
y para su escogencia. Así mismo establece las reglas bajo las cuales se regulan las
campañas políticas, el voto, la forma de asignación de curules en las Corporaciones
Publicas, la composición del Senado de la República y de la Cámara de
Representantes y la organización de las bancadas de partidos."

En cuanto este último artículo, el Gobierno Nacional tuvo que conceder diferentes
puntos en contra de la “reforma inicial” con el fin de no dejar hundir el proyecto,
cuestión ésta que hace pensar más en los intereses electorales de la reforma que en el
verdadero propósito transformador del gobierno. Como sostuvo la senadora Piedad
Cordoba, que había sido miembro de la Comisón de Reforma de Samper, la cual fue
contundente en lo de democracia interna, el resultado final del articulo más importante
no era alentador:

“Con reformas como la del artículo 108 de la Constitución, los partidos mantienen su
estructura y funcionamiento interno al margen de la participación amplia y plural,
promoviendo así los fraccionalismos”.

Así mismo para algunos analistas la Reforma Política en principio no fue un acuerdo
negociado, que representara los cambios por los que atravesaba la estructura política
del país y que dejaba pendientes otros problemas urgentes que afrontaba el país como
la crisis de la justicia, la crisis fiscal, la desigualdad social y el ordenamiento territorial.
Esta reforma considerada por muchos como inoportuna, resultaba un proyecto
electorero más que un verdadero cambio político durable, pues el acuerdo de la Casa
Medina y otros consensos preestablecidos se desfiguraron finalmente en torno a
cuestiones como la cifra repartidora, el umbral, el voto preferente entre otras
propuestas, mostrando una reforma excluyente y sin la legitimidad necesaria para ser
aprobada. Hernando Gomez Buendía lo expuso de la siguiente manera:

“La Reforma Política son tres proyectos de Reforma, el uno limpia las elecciones, pero
las complica, el otro le da enormes poderes a Pastrana, y el otro es un regalito para los
congresistas que voten por la reforma”

La necesidad de una reforma política implicaba pactos colectivos que pasaran del
campo electoral y se constituyeran en conceptos programáticos entre partidos y/o
facciones, que a su vez conformaran fuerzas sociales y políticas organizadas en el
país.

En el balance de la reforma sobre los partidos se descubre como siempre el


intento de promover una reforma formal que reemplace el desarrollo de una
estructura social de realidades, para finalmente intentar modificar ésta última a
través de la norma.

Pero como bien se sostuvo entonces, la democracia no se construye a través de


formalidades, sino por medio de la participación y no en detrimento de ésta. Los
analistas prefirieron no apostar por una reforma política de la que desconfiaban en
su conjunto, a pesar de que en el tema de los partidos tuviese una o dos normas
inicialmente sanas como la democracia interna de los partidos y la limitación de
avales. El total de la reforma no pasó el examen de la mayoría y casi todos los
artículos sobre el asunto se expresaron más o menos en los siguientes terminos
en los que lo hizo el Tiempo:

“La reforma Política es excluyente en el fondo y sin consenso en la forma...objeto


de canjes burocráticos y compromisos políticos en lo tradicional y los gobiernos de
turno”.

C. LA REGULACION DE LA FINANCIACION DE CAMPAÑAS: ELEMENTO


CLAVE PARA REFORMAR LOS PARTIDOS.

1. EL CONTEXTO MUNDIAL Y LATINOAMERICANO.

a. PRINCIPIOS Y NORMAS RESPECTO DE LA FINANCIACIÓN DE CAMPAÑAS Y


PARTIDOS.

La financiación de las campañas electorales no sólo es una preocupación en


Colombia, es un tema de primer orden en la política latinoamericana y mundial, aunque
hasta hace poco el debate era más bien escaso. La primera inquietud sobre el tema se
refería más a la financiación estatal de los partidos políticos que a la de las campañas.
Se consideraba inapropiado que un baluarte de la llamada sociedad civil recibiera
financiación del Estado.

Ahora se ha invertido la inquietud, en el sentido de que se considera peligroso para


la democracia una falta de control sobre el origen de los aportes privados a los partidos,
y sobre todo a las campañas. El aporte estatal ya no se ve como un atentado a la
autonomía de los partidos, sino como un garante de la transparencia de las actividades
proselitistas en busca del voto. Por otra parte se le considera un instrumento para
equilibrar esa contradicción que se ha creado entre el creciente influjo de la economía
de mercado y las formas de representación de la democracia.

Los partidos políticos de hecho tienen tres fuentes de financiación posibles: las
cuotas de los afiliados, las donaciones de terceros y el capital estatal. La cuestión es
determinar cuáles de ellas y en qué circunstancias deben combinarse, para favorecer
una serie de principios que se considera deben regir las leyes de financiación. Existe
cierta coincidencia entre los autores sobre cuáles deben ser estos principios:

1. El Principio de Igualdad entre las formaciones políticas.

2. El Principio de Transparencia. Tanto respecto de los fondos públicos como de los


privados.

3. El Principio del Control Efectivo. Tanto de la financiación pública como de la


privada, y tanto desde un punto de vista interno como externo, con la existencia de
sanciones efectivas ante los supuestos de incumplimiento".

A estos principios, habría que agregar otros tres, que consideramos de trascendental
importancia para la situación colombiana, y que están incluidos en el proyecto del
Gobierno:

1. Favorabilidad: las candidaturas de las minorías políticas gozarán de favorabilidad


para su financiación.

2. Proporcionalidad: los aportes estatales se distribuirán entre las diversas


candidaturas en forma proporcional a su caudal electoral.

3. Buena fé: se presume la buena fé de los partidos y movimientos políticos, de los


candidatos y de las autoridades.

Complementariamente a estos principios generales, en cada país las normas sobre


financiación dependen fundamentalmente de la naturaleza jurídica que se le conceda a
los partidos. Además el financiamiento público bien puede orientarse a los propios
partidos para sus gastos de funcionamiento o las campañas, o a los candidatos. El
cuadro general de la intensidad de la ayuda estatal a las campañas y partidos en
Europa es más o menos el siguiente:
- Prácticamente no existe ayuda estatal o es indirecta en los países en los cuales los
partidos no son reconocidos como personas jurídicas, tales como Bélgica, los Países
Bajos, Irlanda o Dinamarca.

- Está muy restringido en países que, como la Gran Bretaña, los consideran sujetos
de Derecho Privado.

- En cambio es muy común en los países en los que son reconocidos o mencionados
constitucionalmente, aunque sean considerados de derecho privado, como Suecia,
Francia, Italia o Portugal.

- Incluso cuando no existe una ley que reconozca los partidos, como es el caso de
Grecia, se acepta la financiación pública.

- En los casos de Alemania y España, donde son considerados incluso entes de


Derecho Público, se otorga financiación pública a las campañas europeas, nacionales,
regionales, municipales, y hasta a los propios candidatos.

En Colombia, los partidos políticos son también vistos como entes de derecho
público y por lo tanto reciben financiación estatal, tanto para su funcionamiento como
para las campañas electorales. La cuestión a debatir en el momento actual no es si
debe haber o no financiación pública de los partidos y las campañas electorales en este
o aquel país. La polémica va a centrarse en dos cuestiones fundamentales: la
intensidad de esa ayuda estatal, y las limitaciones y controles que se impondrán a la
actividad partidista y electoral para evitar situaciones de ilegalidad que pongan en jaque
la legitimidad de los procesos electorales.

El tema de la financiación de las actividades políticas de los partidos es de reciente y


gran debate en Colombia, pero ya tuvo un amplio despliegue hace tres décadas en
otros países, por lo cual conviene hacer un recuento de dicho proceso antes de
elucubrar sobre "novedosas" normativas a la criolla.

b. EVOLUCIÓN DEL CONCEPTO DE FINANCIACIÓN PÚBLICA DE PARTIDOS Y


CAMPAÑAS.

Aunque cronológicamente fue Argentina el primer país en legislar sobre financiación


de partidos en 1955, seguida de Puerto Rico en 1957, fue en Europa, y concretamente
en Alemania donde se dio el más interesante proceso de aceptación gradual del
concepto.

En Alemania se declaró inconstitucional en 1966 el sistema de financiación pública,


porque se consideraba que solo las dos primeras fuentes, aportes y donaciones,
garantizaban la autonomía de los partidos. No obstante, era evidente que, sin perder su
independencia, los partidos debían recibir algún tipo de ayuda financiera del Estado,
para cumplir una función que finalmente era de utilidad pública. Fue así como el
Tribunal Constitucional reconoció que la financiación de las campañas no sería
inconstitucional, toda vez que los partidos políticos en las campañas cumplen una
función de agente estatal (Staatswillensbildung). Ello es muy diferente, advierte Pilar
del Castillo al analizar la sentencia, a aceptar que los partidos puedan incorporarse al
ámbito estatal, pues siguen siendo "una manifestación del derecho público subjetivo de
asociación".

En 1967 se reformó en Alemania la Ley de Partidos Políticos, con apoyo en esta


nueva concepción jurisprudencial y se les reconoció a los partidos la restitución de los
gastos e incluso el derecho al cobro anticipado de los mismos. Este sistema tuvo dos
problemas fundamentales: el endeudamiento excesivo y la financiación ilegal. Se creó
una comisión para analizar el problema y ésta dictaminó que debían evitarse los
créditos financieros, hacer más claros los ingresos en los libros de cuentas y establecer
un severo sistema de sanciones y controles. Todo ello se consagró legalmente, pero
sólo fue hasta 1992 cuando el Tribunal Constitucional permitió la financiación estatal de
las actividades generales de los partidos, diferentes a las de las campañas, y declaró
inconstitucional el sistema de compensación básica, por considerar que suponía una
desigualdad de trato.

La Ley del 28 de enero de 1994, actualmente vigente en Alemania, opta por


distinguir entre el límite de la financiación estatal absoluto, y el límite de la financiación
estatal relativo. Este último supone que la financiación estatal nunca puede llegar a ser
superior a la financiación privada, a través de cuotas y donaciones. El absoluto,
consiste en señalar un tope máximo a la financiación pública. Se trata de financiar a los
partidos para sus actividades generales, pero de acuerdo a dos criterios: su éxito
electoral, y el apoyo de sus afiliados y sus donantes. En síntesis, el Estado actualmente
no puede financiar más del equivalente a la suma de los ingresos propios del partido, y
este monto no puede ser superior a doscientos treinta millones de marcos.

De la experiencia alemana sobre el tema de la financiación de campañas electorales y


de partidos, por ser la de mayor trayectoria, pueden extraerse cuatro importantes
conclusiones, pertinentes para todo intento de reforma en este sentido:

La primera es que el Estado debe contribuir significativamente a la financiación de las


campañas y de los partidos, toda vez que estos realizan una especie de función pública
en beneficio del sistema democrático.

En segundo lugar, que la financiación estatal debe ser claramente delimitada, pues,
como sostiene Santiago González Vargas: "La democracia pierde su sentido si los
partidos no son agentes, nacidos y sustentados socialmente... la democracia no puede
sobrevivir por subvención".

Tercero, que el sistema que se implante debe considerar el principio de igualdad de los
partidos frente a la ley, pero debe combinarlo con el de favorabilidad para los partidos
con menos tamaño, sin perder de vista la proporcionalidad respecto del apoyo
electoral.

Y cuarto, que cualquier sistema que se diseñe puede resultar inútil si no se preveen
mecanismos que garanticen la transparencia del manejo financiero del partido y un
control sobre sus actividades económicas.

Sin entrar a hacer un recuento de otros procesos legislativos en torno a la financiación


estatal de campañas electorales y de los partidos, si conviene saber que los sistemas
sueco e italiano han sido los más inclinados a la financiación pública, pues los
socialdemócratas del primero reciben más del 65% de sus recursos del Estado, y los
republicanos y socialistas italianos hasta el 90%. Los Países bajos, por el contrario, son
reacios tanto a la financiación estatal como a la de los grupos de negocios, y es así
como el 60% de los gastos de las organizaciones del partido laborista de los países
bajos provienen de las cuotas anuales de sus miembros.

Pero lo que realmente interesa para el debate de mayor o menor financiación son los
casos de países que mediante la financiación estatal pretenden depurar vicios del
sistema electoral, que sería el caso de Colombia. Es decir, no cabe duda que el
sistema de financiación por cuotas es el aparentemente más sano y democrático, pero
la cuestión dialéctica real es entre financiación pública o privada por donaciones. Por
ello resulta importante detectar las razones por las cuales países como Francia, Italia o
Estados Unidos tienden, cada uno a su manera y por distintas razones, a intentar
controlar la financiación privada o incentivar la pública, o ambas cosas
simultáneamente.

c. EL FINANCIAMIENTO ESTATAL DE LAS CAMPAÑAS Y PARTIDOS EN


EUROPA, NORTEAMERICA Y AMÉRICA LATINA.

En cuanto a Francia, parece que se ha encontrado en el sistema de financiación


estatal una forma de controlar los excesivos gastos de las campañas electorales, que
desvirtuaban la democracia con una inútil danza de los millones, aportada por los
grandes grupos económicos. Los italianos por su parte han encontrado en la
financiación estatal una forma de luchar contra una presunción nacional, que ya se
había internacionalizado, según la cual toda campaña suponía injerencia económica de
la delincuencia organizada.

El estado de las normas de financiación en Estados Unidos, puede ser incluso de


mayor de utilidad para el análisis colombiano, debido a que su sistema de partidos se
asemeja más al nuestro que el sistema europeo, toda vez que en ninguno de los dos
existen partidos fuertes al estilo europeo, en los dos se financia más a los candidatos
que a los partidos, y en ambos países los partidos tienen una clara estructura de
carácter electoral.

El financiamiento público en Estados Unidos se entrega únicamente a los candidatos


presidenciales, tanto para las primarias como para las generales, y solamente a los
partidos para las convenciones nacionales. Este dinero proviene de un fondo electoral,
que es alimentado por los contribuyentes de forma libre con el 1% o 2% de sus
impuestos. Si bien en el período de 1972 a 1975, la suma recaudada cubrió
sobradamente la ayuda oficial para la campaña de 1976, para la campaña de 1996 no
hay suficiente dinero, a menos que el Congreso proporcione más financiamiento al
fondo o modifique la ley.
Un candidato no puede invertir más de sus 50000 dólares de su patrimonio, ni
aceptar ninguna contribución privada, a menos que quiera renunciar a la financiación
estatal, caso en el cual no tiene ningún límite de aportes o de gastos. Existen unas
normas diferentes para las primarias y las generales, pero lo importante es que hay una
cierta proporcionalidad entre donaciones pequeñas y apoyo estatal en las primarias, y
financiamiento total público o privado en las generales.

Lo más llamativo en el sistema norteamericano es que desde 1911 se está


intentando limitar los gastos de las campañas, pero ha sido prácticamente imposible.
Primero, el Tribunal Supremo declaró en 1921 que tal limitación sólo era válida para las
generales y así lo consagró una ley en 1925. De cualquier forma, durante los cincuenta
años siguientes se mantuvo la norma de la limitación, pero ni se hicieron controles
posteriores ni se respetó por nadie. Así, en 1971 se derogaron los límites y más bien se
limitaron los gastos en publicidad televisiva y radial únicamente. El escándalo
Watergate hizo que por fin se consagrara una rigurosa ley de control de gastos de
campaña en 1974, que fue declarada inconstitucional en 1976 por el Tribunal Superior
y reformada en 1980. Hoy en día solo si los candidatos quieren acceder a la
financiación pública en las primarias tienen que aceptar las limitaciones de gastos, y en
las generales deben escoger entre la financiación pública o privada.

A pesar de que la legislación norteamericana prohibe la contribución de personas


jurídicas, y limita los gastos, siempre se ha logrado violar una y otra norma a través de
diversos métodos, y los PACs (Political Actions Comitees), que fueron legalizados en
1971 ya permiten que empresas y sindicatos contribuyan a financiar campañas a través
de organizaciones independientes. El problema que ello ha generado no es muy
diferente al nuestro: ¿Es sano para la democracia que los grandes capitales
contribuyan a dirimir una contienda electoral? ¿No es antidemocrática la influencia de
dineros en las campañas con fines específicos, independiente del origen
presumiblemente legal o presumiblemente ilegal de dichos fondos?

No deja de ser paradójico que los Estados Unidos sea el principal acusador
internacional de ilegitimidad del Presidente Samper, por la entrada de dineros de
narcotraficantes en su campaña. En Estados Unidos, técnicamente hablando, un fiscal
no puede acusar por soborno a un funcionario elegido por realizar una acción judicial a
nombre de uno de los contribuyentes. Pero en Colombia, el Fiscal General sí puede
acusar al Presidente por no haber impedido que entrasen en su campaña fondos
provenientes de reconocidos capos, aunque jurídicamente estos no hayan sido
declarados como delincuentes. No obstante, distintas estancias del gobierno
norteamericano han juzgado al sistema jurídico colombiano como muy imperfecto,
castigando a Colombia con la descertificación y otras medidas unilaterales con algunos
visos de neoproteccionismo camuflado a título de sanciones comerciales. Parece ser
que el gobierno de Estados Unidos ha querido dar satisfacción a la opinión pública
de su país demostrando que si bien no ha podido controlar el tráfico interno ni adoptar
un adecuado sistema de educación contra el consumo de drogas, sí ha asestado un
duro golpe a una macabra nación que envenena a su pueblo y a un Presidente que ha
“husseinizado” a su antojo.
Para insistir en que no se trata de un exabrupto nacionalista, basta mirar la prensa
norteamericana, que frecuentemente cuestiona el famoso sistema de Lobby
estadounidense. The New York Times, publicó un artículo titulado "Soborno o
Donación", en el que se expone abiertamente como en la política norteamericana "el
dinero que se da para ejercer alguna influencia forma parte fundamental del quehacer
político, al punto que el sistema de campañas se iría a pique si no se contara con dicho
dinero". Como explica el ex procurador general de Clinton, Philip Heymann, lo difícil
es probar el quid pro quo, pues siempre es fácil argumentar la falta de conexión entre el
aporte y el interés.

Otro ex procurador general, George O´Connell, va más allá de esta simple cuestión
probatoria, pues sostiene que respecto de la financiación de las campañas "existe un
código de silencio entre la gente que participa en la cultura política".

Para la campaña presidencial de 1996 en Estados Unidos, se estima que se


gastaron más de 100 millones de dólares, y el debate se ha reavivado. El propio Bill
Clinton propuso un proyecto de ley para restringir las donaciones millonarias, pero no
parece contar más que con el apoyo de unos cuantos congresistas de ambos partidos.
Dejando aparte cualquier comentario sardónico sobre la reiterada acusación de la
administración norteamericana respecto de la insuficiente de nuestro sistema para
mantener independiente la política de las donaciones dudosas, lo cierto es que como
sostiene el citado O´Connell, no se puede reformar un sistema político sencillamente
acusando a la gente, se requiere un instrumento contundente, una ley criminal, para
poder lograr dichas reformas.

En lo referente a las normas de financiación de campañas y partidos en países


latinoamericanos, debemos señalar que existe una tendencia casi común, por parte del
poder público, a apoyar y fomentar las actividades de los Partidos Políticos, pues en 12
de 17 países el Estado subvenciona directamente a los partidos con dinero, y en cuatro
más de los cinco restantes ayuda a sufragar los gastos de forma indirecta.

También es de resaltar que la mayoría de las reformas sobre el tema fueron


elaboradas durante la década de 1980, coincidiendo con los procesos de
redemocratización y consolidación democrática de muchos países latinoamericanos, lo
cual parece indicar que al legislar sobre estas normas muchos Estados han cifrado en
buena medida su estabilidad democrática.

Ese proceso, les ha permitido a los partidos políticos constituirse en legítimas entidades
autónomas provistas de personalidad jurídica. Este hecho ha generado una
reactivación de la actividad proselitista, produciendo un aumento en los gastos
político-electorales, lo cual coloca a estas organizaciones partidistas en una difícil
situación, que los conduce a aceptar la financiación ilegal. Debido a ello, la mayoría de
las legislaciones de América latina, han contemplado la subvención pública.

No obstante lo anterior, y a pesar de los esfuerzos emprendidos en esta materia, el


tráfico de influencias, así como las contribuciones ilegales, han generado un profundo
desencanto hacia las prácticas políticas contenidas en el interior del sistema
democrático , creando, de esta forma, un clima de deslegitimación hacia las
instituciones que garantizan los procesos democráticos de elección. Por esta razón, se
ha abierto el debate a la modificación de legislaciones electorales.

Ahora bien, es importante anotar la tendencia que predomina en América Latina en


materia de naturaleza jurídica de los partidos políticos. Al respecto, en la gran mayoría
de países, se acoge la doctrina que ve a los partidos como asociaciones privadas pero
que realizan funciones públicas, o que transmiten la voluntad e intereses del
conglomerado social, función que los sitúa como sujetos pasivos de financiación
pública.

Los objetivos perseguidos con este tipo de financiación son: la disminución de la


incidencia de intereses particulares, la creación de condiciones más equitativas, y por
último, el cierre del paso a la corrupción .

Vale la pena aclarar que, gran parte de los Estados latinoamericanos han optado por
un sistema de financiación mixto (público y privado) o tienen algún tipo de garantía
directa, indirecta, o mixta de financiamiento público:

MIXTO 17 países: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica,


Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, Méjico, Nicaragua, Panamá,
Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela.

PRIVADO 1: República Dominicana.

De otro lado, es importante señalar que hasta 1998 el único país que carecía de este
recurso era República Dominicana. Pero debido a una modificación a la legislación
electoral en 1997, se consideró una financiación pública de los partidos a partir de 1998,
manteniendo el financiamiento privado por parte de personas naturales. La ley
contempla el financiamiento de partidos por parte del Estado en una cantidad
equivalente al 0.5% de los ingresos nacionales en los años de elecciones generales y
0.25% en los años no electorales.

Pasando a otro plano de análisis encontramos que, en cuanto a las modalidades de


financiación pública: directa, indirecta y dual, 16 países de los mencionados
anteriormente, poseen financiamiento público dual, mientras que Chile y Perú poseen
un financiamiento público indirecto . En el caso de Chile este tipo de financiación se
realiza mediante exenciones fiscales; Perú por su parte, la efectúa a través del acceso
de los partidos políticos a los medios de comunicación estatales .

De acuerdo a lo anterior, es necesario señalar cuales son los mecanismos utilizados


para canalizar la ayuda estatal en América Latina. Para Daniel Zovatto, éstos se
dividen en tres grandes grupos :

* El acceso gratuito de los partidos a los medios de comunicación oficiales o


privados en los que se dispone de un límite de tiempo para cada intervención
(Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Guatemala, Méjico, Nicaragua, Panamá,
Paraguay, Perú y Venezuela).

* Franquicias Postales especiales (Argentina, Colombia, Honduras, Méjico,


Nicaragua, Panamá y Perú).

* Desgravaciones fiscales o exoneraciones de impuestos (Argentina, Brasil,


Colombia, Chile, Ecuador, Nicaragua, Méjico, Panamá y Paraguay).

En cuanto a las actividades objeto de financiación pública, podemos observar que


existen dos tipologías: la financiación de carácter permanente, la cual se caracteriza
por ser la que financia las actividades ordinarias de los partidos, y la financiación
temporal, es decir, aquella que subvenciona únicamente los gastos de las campañas
electorales.

FINANCIACIÓN PERMANENTE.
Bolivia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador,
Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá, y Perú.

SISTEMA MIXTO financia actividades electorales y actividades ordinarias de los


partidos: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Méjico, Paraguay, Uruguay y Venezuela.

Otro punto que es importante señalar es la existencia de barreras legales y criterios de


asignación como los proporcionales, más exactamente, en relación con la fuerza
electoral alcanzada en la elección pasada. Otra modalidad es la mixta, en la cual se
combina la proporción electoral, y se mezclan los porcentajes entre partes iguales para
todos los partidos. Ejemplo de este último criterio, es el de países como Brasil,
Colombia, Ecuador, Méjico, Nicaragua, Panamá y Uruguay. Para el primer caso, el de
la asignación de acuerdo al caudal electoral, ubicamos a países como Argentina, Costa
Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Paraguay.

Un último aspecto que es indispensable tener en cuenta es el de la regulación de la


financiación privada. Pues bien, al respecto, en la gran mayoría de Estados
latinoamericanos se contempla, en sus respectivas legislaciones electorales, la
regulación en esta materia (excepto en países como Chile, El Salvador, Guatemala y
Panamá).

Sin embargo, los instrumentos de exigencia de cuentas, aunque en casi todas las
legislaciones son tenidos en cuenta, éstos aún se encuentran sumamente débiles, lo
cual obstaculiza el proceso de transparencia en los procesos electorales, disminuyendo
la credibilidad en los mecanismos que tiene el sistema democrático para garantizar la
competitividad en condiciones justas, así como la legalidad en las acciones de los
partidos políticos en el interior del proceso electoral.

Como se pudo observar con anterioridad, al parecer en los países en donde se está
debatiendo la cuestión de la financiación, existe un predominante consenso en torno a
una mayor financiación por parte del Estado, y al mismo tiempo una tendencia
creciente a establecer correlativas limitaciones respecto al origen y monto de las
contribuciones.

Una de las causas de inclinación hacia esta tendencia, son los crecientes índices de
corrupción que se han ido presentando en las campañas electorales, gracias a que el
aumento en el costo de las campañas provoca una desorbitante influencia del dinero, el
cual es aportado por emporios económicos y en general por las personas con los
recursos necesarios. De esta manera, se abre la puerta grande a la corrupción política,
la cual distorsiona el ideal funcionamiento del sistema democrático y dificulta la justa
competencia electoral, poniendo en tela de juicio la legitimidad del poder político, así
como la verdadera transmisión de la voluntad general.

Así mismo, y referente a este tema, existe un amplio consenso entre los analistas de la
política en considerar indispensable la complementariedad entre las reformas a las
disposiciones legales en materia electoral, y la modificación de las prácticas políticas
por parte de los aspirantes a ser elegidos para un cargo público.

De otro lado, se considera necesaria la concientización de la sociedad civil del carácter


jurídico de la norma, con el fin de que ésta se convierta en instrumento para afirmar,
ejercer y reivindicar los derechos y deberes (de ciudadanos y candidatos)
contemplados en la ley, especialmente, aquellos relacionados con la exigencia de
rendición de cuentas de los funcionarios elegidos frente a sus electores.

A pesar de todos los problemas señalados, es un hecho que en los países en donde
se esta debatiendo la cuestión de la financiación, existe un predominante consenso en
torno a una mayor financiación por parte del Estado, pero al mismo tiempo una
tendencia creciente a establecer correlativas limitaciones respecto al origen y monto de
las contribuciones.

Estas dos últimas tendencias, se observan claramente en mayor o menor medida


tanto en la actual legislación colombiana, como en las propuestas de reforma que
existen. Así pues, el debate en Colombia, prácticamente se circunscribe a esas dos
cuestiones: la intensidad o incluso cubrimiento total de la financiación estatal y los
límites y controles respecto de las contribuciones privadas.

3. El PROBLEMA DE LA FINANCIACION DE PARTIDOS Y DE CAMPAÑAS EN


COLOMBIA.

a. EL DEBATE COLOMBIANO SOBRE LA FINANCIACIÓN DE LA POLÍTICA.

Desde hace varios años se ha venido reconociendo como un hecho innegable que
durante las dos últimas décadas ha habido una connivencia entre sectores ligados con
el narcotráfico y algunos personajes de la élite política del país. Durante ese tiempo ni
los gobiernos, ni la justicia, ni los medios hicieron caso de quienes denunciaron la
creación de grupos paramilitares aliados a los carteles, hasta que estalló la guerra
entre el Gobierno y Pablo Escobar y el narcoterrorismo se hizo presente en las
ciudades.

Figuras como la llamada Justicia sin Rostro, o el Sometimiento a la Justicia,


buscaron enfrentar el fenómeno ya crecido, y la creación de la Fiscalía también se
orientó en parte en ese sentido. La Corte Suprema igualmente asumió el reto, y en
menos de tres años un puñado de congresistas fueron privados de su libertad, así
como el tesorero de la campaña del Presidente electo, el director de la misma, y hasta
el propio Presidente fue juzgado por la Cámara, e implacablemente linchado con
palabras por los medios y la oposición.

La financiación ilegal de las campañas prácticamente ha sido el golpe de gracia que


ha dado al traste con la confianza que les restaba al ciudadano respecto de la política.
Aunque esta muy ligado el fenómeno del clientelismo, la magnitud que esta ha
adquirido requiere un análisis separado, por lo menos en su parte prospectiva. El
propósito de este capítulo no es hacer un balance de los efectos que tuvo todo el
llamado fenómeno del proceso 8000. Es evidente que la penetración de dineros del
narcotráfico en muchas campañas políticas terminó por minar el sistema y la situación
se hizo tan compleja que para muchos legislar al respecto resulta inútil. No obstante,
consideramos que el análisis de las posibles reformas al régimen de financiación es
sumamente pertinente, pues es un instrumento mas para romper la dinámica
continuista, y en tal sentido esta orientada la siguiente exposición.

Desafortunadamente el país se entretuvo defendiendo al Presidente o rasgándose


las vestiduras para provocar su salida, y no pudo hacerse un consenso para reformar
las normas que habían creado el problema. Fue así como se realizaron las elecciones
de octubre del 1997 con la antigua legislación y todas las de 1998. Justamente en las
elecciones para Alcaldes y Concejales, el Registrador Nacional, Jaime Calderón
Bruges, anunció al país la presencia de ingentes cantidades de dinero en las campañas,
pero poco pudo hacerse, por no contarse con una legislación más audaz al respecto:
“El dinero corrió a raudales, pero ya no en cheques sino en efectivo”, es el comentario
que mas se escuchó en los círculos políticos y académicos con posterioridad a las
elecciones. Paradójicamente, a finales de 1998 el propio Registrador fue acusado por
la fiscalía de recibir dineros del narcotráfico unos años atrás y fue separado de su
cargo. En Febrereo del 2000 fue absuelto.

La explicación obvia es que se trata de un vínculo difícil de romper, por el arraigo


social que tiene. Como explica Ricardo García, en el fondo la coincidencia del político
clientelista con el narcotraficante es justamente un cierto encuentro de lógicas,
inscritas socialmente dentro de la misma lógica paternalista que conduce a la
construcción de redes de solidaridad, en la cual se combinan lealtades y
contraprestaciones. Por ello la solución escapa a la simple histeria de las clases
medias, que no han percibido como estas relaciones hacen parte del tejido social
mismo, dado lo cual hay que crear condiciones para el cambio antes de iniciarlo.

En el presente trabajo tampoco pretendemos sobrevalorar la ingeniería institucional,


pero si consideramos que es fundamental estudiar seriamente la legislación sobre
financiación de campañas y buscar mecanismos para desnarcotizar la política. Las
elecciones de 1998 demostraron la falacia de quienes pensaban que bastaba con
desbancar con el voto a los corruptos del Congreso para sanear la política. Los
resultados electorales no pudieron ser más tristes, prácticamente no hubo renovación,
pero algunos triunfos simbólicos despistaron a la opinión publica.

Las próximas elecciones deben estar rodeadas de mayor respaldo normativo de


prevención, y eso será fundamental para romper la dinámica continuista, y esto obrará
en beneficio de los partidos. Por ello es pertinente analizar cuales son las normas que
se han debatido en los últimos años con ese propósito.

b. HISTORIA DE LAS NORMAS SOBRE FINANCIACIÓN DE CAMPAÑAS EN


COLOMBIA.

En Colombia desde 1945 Jorge Eliécer Gaitán, al aceptar su candidatura a la


presidencia, ya denunciaba que en el sistema electoral colombiano se presentaban
serias irregularidades respecto de la compra de votos y otro tipo de fraudes. Más
adelante, Laureano Gómez propuso que se incluyera en la Constitución la obligación
de que los partidos demostrasen el origen de sus recursos. En 1966 López Michelsen
propuso normas similares para independizar a los candidatos de los grandes grupos
económicos. En 1977, 1978 y 1981 se presentaron diversos proyectos sobre la materia
sin que ninguno fuera aprobado, hasta que finalmente la Ley 58 de 1983, el Estatuto
Básico de los Partidos reguló algunos aspectos, mas su versión final no incluyó la
financiación parcial del Estado.

Como explica Fernando Cepeda, cuando intento proponer la financiación estatal,


siendo Ministro de Gobierno, no solo recibió la oposición de los políticos, sino incluso la
de los empresarios.

Fue así como hasta la Constituyente el tema no tuvo aceptación y no pudo


modificarse la legislación. Finalmente la Constitución de 1991 en los artículos 109 a
111 consagró constitucionalmente la materia y creó la Organización Nacional Electoral,
con el Consejo Nacional Electoral a la cabeza, concediéndole diferentes funciones.

La propia Constituyente reglamentó también lo referente a las siguientes elecciones


legislativas, pues se había dado una revocatoria, y el Gobierno complementó la
reglamentación mediante Decreto. Luego el Congreso expidió una ley en 1992 para
reglamentar las siguientes elecciones de alcaldes.

Solo a finales de 1993, el Congreso expidió la Ley 84, en la cual reguló de manera
permanente las campañas electorales, pero la Corte Constitucional declaró
inconstitucional lo referente a las campañas, apoyada acertadamente en que la nueva
Constitución había creado el rango de Leyes Estatutarias (con mayoría absoluta del
Congreso y una sola legislatura) para regular materias específicas como esta y que una
ley ordinaria no podía servir igualmente para legislar sobre ese tema.

Así pues, se expidió el Estatuto Básico de los Partidos mediante la Ley 130 de 1994,
que también se ocupa de reglamentar lo referente a las campañas, y que es la norma
vigente. De esta Ley pueden destacarse las siguientes innovaciones:

1. Obligación anual de los partidos de presentar cuentas sobre ingresos y egresos


anuales del partido o del movimiento antes del 31 de enero de cada año, la destinación
y ejecución de los dineros públicos asignados y los ingresos obtenidos durante
campañas. La rendición de cuentas debe contener además, las contribuciones de los
miembros, las donaciones, rendimientos de las inversiones, rendimientos netos de
actos públicos, créditos, ayudas en especie y dineros públicos

2. La financiación por parte del Estado del funcionamiento de los partidos mediante
un fondo especial que se constituye anualmente tomando del presupuesto de la Nación
un monto que equivale a $150 por cada ciudadano que este inscrito en el censo
nacional electoral distribuidos por el Consejo Nacional Electoral de acuerdo a ciertos
criterios incluidos en la norma: una suma básica equivalente al 10% del Fondo
distribuido por partes iguales entre todos los partidos y Movimientos Políticos, el 50%
entre los Partidos y Movimientos en proporción al número de curules obtenidas en la
última elección para el Congreso o para Asambleas Departamentales, el 30% para
contribuir a las actividades que realicen los Partidos y Movimientos para cumplir sus
fines y propósitos, y un 10% restante que no tiene asignación específica.

3. La contribución estatal a la financiación de las campañas electorales, por el


sistema de reposición.

4. La obligatoriedad de no exceder en los gastos de la campaña una suma fijada por


el Consejo Nacional Electoral.
5. Derecho a la reposición de los gastos siempre y cuando el candidato hubiese
obtenido más del 5% de los votos en el caso de elecciones uninominales. En
el caso de elecciones por listas la reposición se hará para aquellos que
obtuvieran como mínimo la tercera parte de los votos obtenidos por la lista que
haya conseguido escaño con el menor de los residuos

El tema de los beneficiarios es muy poco claro ya que se señala que la entrega que
se haga de los recursos puede hacerse a través de los movimientos, los partidos, o a
organizaciones adscritas a estos; en caso de que se trate de candidatos
independientes respaldados por movimientos sin personería jurídica, los valores se
darán directamente al candidato.

Esta Ley fue señalada repetidamente como inapropiada por distintos autores, y los
propios miembros del Consejo Nacional Electoral la han calificado como incoherente,
ineficaz y falta de rigor conceptual y de procedimientos disciplinarios.

Esto motivó al Consejo Nacional Electoral a presentar un Proyecto de Ley para


financiar las campañas electorales, al Gobierno a presentar otro con base en las
propuestas de la Comisión para la Reforma de los Partidos Políticos, y a diferentes
instituciones a organizar foros de discusión al respecto.
Precisamente por motivo del gran escándalo que ha significado el borroso manejo
financiero de la campaña presidencial del presidente Samper, no hubo un ambiente
político para debatir estos proyectos en el Congreso, pero sin duda que en las próxima
legislaturas tendrá que estudiarse el tema y debatirse a nivel nacional, sino quieren
repetirse historias. Como dice Alvaro Camacho, el hecho interno de la financiación de
la política por el narcotráfico le ha quitado mucha fuerza al discurso de la
responsabilidad internacional Se trata entonces ya de un problema de Estado con
consecuencias internacionales y así se debe tratar. La nueva legislación urge.

En Colombia las discusiones giraban en torno a sí las campañas deben ser total o
parcialmente financiadas por el Estado, pero a raíz del agravamiento de la situación del
Presidente y los ministros respecto del proceso 8000, se aceptó que lo realmente
trascendente de un cambio legislativo es lo que hace referencia a la transparencia y al
control.

Uno de los más importantes esfuerzos que se han hecho por tratar de reformar esta
ley que rige lo concerniente a la financiación de los Partidos y de las campañas y por
tratar de sanear de alguna manera el sistema político, fue precisamente el proyecto de
Reforma Política que intentó sacar adelante el gobierno nacional a través del Ministerio
del Interior durante la administración Samper.

Como se estudió, esta reforma no pudo salir adelante y se quedo en una simple
propuesta. Sin embargo, es importante señalar los principales aspectos que intentaron
ser objeto de reforma y los distintos planteamientos que vinieron de distintos sectores
con este fin reformista.

En referencia a la modificación de artículos de la Ley 130 de 1994 las posiciones eran


las siguientes: La comisión de reforma planteaba que las campañas presidenciales
debían ser financiadas por completo por el Estado, que solamente las personas
naturales podían hacer donaciones a las campañas, que los aportes serían limitados y
serían recaudados solamente por las tesorerías de los partidos, la publicidad pagada
en televisión quedaría prohibida y la ampliación del fondo para los partidos.

La comisión del Congreso de la República decía que esta financiación debía ser mixta,
que las personas jurídicas no podrían hacer donaciones, la propaganda política sería
limitada y la publicidad sería gratuita en los medios de comunicación del Estado.

El Consejo Nacional Electoral sostenía que debía haber una financiación estatal pero
no total sino con reposición por lo gastado y en forma directa. Proponía poner un límite
del 50% del costo total a los aportes de personas naturales. Este organismo señalaría
un costo máximo permitido por campaña. Estaría prohibida la propaganda que
causara polución, mientras que la financiación estatal de la propaganda en los medios
de comunicación se fortalecería. Abogaban tambien por aumentar los recursos del
fondo para los partidos.

c. CONCLUSIONES SOBRE LAS NORMAS DE FINANCIACIÓN DE PARTIDOS Y


CAMPAÑAS EN COLOMBIA.
En el tema de la financiación de la vida política en Colombia, la clave está, y esto no
es ninguna novedad, en los controles, en las sanciones y en la independencia y
atribuciones de los órganos encargados de vigilar, controlar y sancionar las actividades
que se salgan de estos cauces legales. En tal sentido, el régimen sancionatorio que se
consagre debe contener normas claras sobre las actividades respecto de las campañas
que constituyen una contravención administrativa susceptible de multa, una violación
legal que suponga la pérdida de la credencial respectiva, o un delito penal que suponga
penas de prisión. Es urgente pues tipificar los delitos electorales. Así, quien reciba
cantidades por encima de las permitidas o provenientes de personas actividades ilícitas
será sancionado penalmente con arreglo a una norma concreta, sin necesidad de hacer
extrapolaciones legales improvisadas, que pueden conducir a la impunidad o a la
condenación injusta.

Pero para efectuar un control efectivo y oportuno, y no exclusivamente a posteriori, y


llevar a cabo una labor de vigilancia y corrección también se ha planteado que el
órgano de control electoral despliegue una actividad más protagónica que la que viene
realizando desde su creación. En este sentido conviene analizar la propuesta del
entonces Magistrado del Consejo Nacional Electoral, Alfonso Guzmán, de fortalecer
dicho órgano en tres aspectos: despolitizar el proceso de nombramiento de sus
magistrados y ampliar su régimen de incompatibilidades, otorgarle autonomía
financiera, y considerar la posibilidad de darle facultades jurisdiccionales y no
meramente administrativas.

En general, los miembros del Consejo Nacional Electoral del periodo anterior,
insistían en querer tener un papel más importante en el control de las actividades
electorales y señalaban que la celeridad con la que se promulgaron las normas
pertinentes al control entorpeció en alguna medida su trabajo y que el carácter
administrativo de sus decisiones hace que los esfuerzos realizados no tengan una
repercusión social proporcional a los mismos. Fernando Cepeda, al criticar la labor del
Consejo Nacional Electoral respecto del control sobre la financiación de la pasada
campaña presidencial, señaló que no obstante parece real una falta de instrumentos
jurídicos por parte de dicho organismo y que "convendría revisar si cuenta con la
estructura y herramientas suficientes para su trabajo".

En conclusión, es urgente un gran debate nacional sobre las normas propuestas de


financiación de campañas, y la crisis política del gobierno Samper no hizo más que
resaltar esta necesidad. El Congreso se tendrá que ocupar de debatir las mismas y
sería importante que se transmitieran las sesiones por el canal público, como se ha
vuelto costumbre, para que pudiera darse alguna incidencia de la opinión pública en la
decisión finalmente adoptada. Además de esto, deberá debatirse ampliamente la
posibilidad de financiación total de las campañas presidenciales, propuesta por la
Comisión para la Reforma de los Partidos, y que aunque no hacia parte del proyecto
del Consejo Nacional Electoral, si era aceptada por algunos de sus miembros. Además
pareció tener muchos adeptos en las últimas discusiones parlamentarias sobre el tema
con motivo de la Reforma Pastrana.
En nuestro particular concepto se requiere una legislación en la que no sólo se limite
el costo de las campañas, su duración y el monto y naturaleza de los aportes privados,
sino que además prohiba los aportes de personas jurídicas y la propaganda política en
televisión. Pero sobre todo que señale claramente quién es el responsable o los
responsables del manejo financiero de las campañas, las consecuencias jurídicas
civiles, administrativas y penales de la violación de esas normas y los órganos
estatales encargados de vigilar, controlar y sancionar los procesos electorales.

Respecto de la financiación total de las campañas presidenciales, consideramos,


como sostiene Miguel Alemán que si bien el financiamiento público es un correctivo de
las consecuencias del financiamiento privado, este es también un dispositivo para
evitar que los partidos queden sujetos al subsidio del Estado.

Por otra parte, un elemento de peso en contra del aumento de la financiación estatal
es la penuria de los presupuestos estatales. Como señala Angel Alvarez, el hecho de
que los Estados latinoamericanos están agobiados por tal número de tareas en el plano
social y económico, que no realizan eficientemente y para las cuales no tienen
suficientes recursos, hace que deba pensarse si se justifica que el Estado aumente su
aporte financiero a los partidos, teniendo que dejar de lado otras necesidades más
apremiantes de una gran parte de la población.

Para determinar la conveniencia o inconveniencia de la financiación estatal y su


intensidad existen multitud de argumentos, que están analizados en las obras citadas.
Pero para el caso colombiano, en el que se debate el tema de la financiación total del
Estado de algunas o todas las campañas, independientemente de si se requiere o no
reforma constitucional, coincidimos con el informe final de una investigación adelantada
por Planeación Nacional, según el cual, la financiación estatal de campañas no es un
tema meramente legal o conceptual, sino que "hace falta desarrollar mecanismos que
permitan cuantificar tanto su impacto sobre la racionalidad electoral como sobre el
presupuesto nacional".

Aunque el tema de la financiación total de campañas fue el que en su momento creó


más controversia en los medios de comunicación, no debe permitirse desviar la
atención sobre el verdadero problema nacional, que es la corrupción y que podría
resumirse en la ausencia de lo que el Arturo Aylwin, Contralor General de Chile,
denomina "Probidad", de acuerdo a la legislación de su país: "Conducta moralmente
intachable", y que se opone justamente a la "Corrupción", considerada un "vicio de las
conductas debidas”.

Si se tiene en cuenta la gran incidencia que tuvo el tema de la financiación en la


crisis política actual, y se reconoce que la corrupción en Colombia obedece justamente
a una difuminación entre lo público y lo privado y a la existencia de determinados
elementos socioculturales, deberemos aceptar que las normas sobre financiación de
campañas están justamente en el centro del tema mismo de la corrupción, y que la
ingeniería institucional en este campo sí tiene un importante papel en la solución del
problema, aunque también se requerirá de una voluntad política audaz para hacer
cumplir las normas aprobadas.
II. EL ESTADO ACTUAL DE LOS PARTIDOS MAYORITARIOS.

A. EL SISTEMA DE PARTIDOS EN COLOMBIA

El sistema de partidos colombiano es un sistema bipartidista sui generis,


toda vez que si bien los partidos Liberal y Conservador han ejercido casi
exclusivamente el poder, desde su nacimiento a mediados del siglo XIX hasta la
actualidad, ha habido una dinámica intermitente de conflicto-alianza exclusionista,
que no permite hablar de alternancia aleatoria y bipartidismo clásico, sino más
bien de un sistema consociacional bipartidista, combinado con uno de alternancia
pragmática (centrismo). Efectivamente, los dos partidos se caracterizaron al
principio por una beligerancia permanente, heredada de los enfrentamientos entre
las facciones bolivaristas y santanderistas de las guerras de independencia, y
luego entre centralistas y federalistas, en las cuales quien ganaba la guerra
modificaba las reglas políticas y excluía al derrotado, siendo las constituciones
prácticamente "cartas de batalla" y no reflejos de victorias electorales o consensos
interpartidistas.

Ambos partidos surgieron en la mitad del siglo XVIII. En un primer período


fue evidente la preeminencia del Partido Liberal (Olimpo Radical), mientras que a
partir de la Guerra de 1885 el Partido Conservador tuvo un poder hegemónico
(Regeneración), que se consolidó con la Guerra de los mil días (1899-1902), y se
prolongó hasta bien entrado el siglo. Con el triunfo electoral de los liberales en las
presidenciales de 1930, se inauguró la República Liberal, un período
caracterizado por tentativas de modernización política más o menos fallidas, que
vino a terminar en 1946, cuando el partido se presentó dividido a las elecciones,
dando el triunfo a los conservadores. Estos gobernaron en medio de una especie
de guerra civil entre los dos partidos, conocida como "la Violencia", hasta que en
1953 se llevó a cabo un golpe de Estado, apoyado por la mayor parte de los
sectores políticos, el cual se mantuvo hasta 1957, cuando se celebró un pacto
entre los dos partidos para recuperar el poder y dividírselo pacíficamente (Frente
Nacional).

Aunque el acuerdo bipartidista debía regir durante 16 años, considerados


necesarios para despolitizar y pacificar el país, mediante nuevas normas se
extendió su práctica más allá de ese período. En la década de 1970 la clase
política dominante se percató de los problemas que estaba causando la
prolongación de esos acuerdos bipartidistas (clientelismo extremo, oposición
armada, etc.), y decidió comenzar el proceso conocido como "el desmonte del
Frente Nacional" o apertura del sistema político. En el mismo fueron claves la
reforma constitucional que hizo posible la elección popular de alcaldes en 1988, y
sobre todo la Constitución de 1991, resultado de un pacto político que intentó ser
incluyente para generar la paz e impulsar una competencia pluripartidista a través
de fórmulas de ingeniería institucional. De momento ninguno de los dos objetivos
se ha logrado, pues la guerra es más intensa que nunca (las guerrillas actuales no
participaron en dicha Asamblea y ha surgido un ejercito ilegal antiguerrillero
conocido como paramilitares), los partidos tradicionales siguen dominando el
panorama político y las prácticas consociacionales se mantienen aunque
adaptadas a las nuevas reglas. Sin embargo ese poder ya no es tan hegemónico
debido a la fragmentación interior de los partidos que generó en parte el nuevo
ordenamiento, al desafío guerrillero y paramilitar en muchas zonas y a los éxitos
ocasionales pero muy parciales aun de terceras fuerzas políticas.

A pesar de la tradición partidista casi ininterrumpida durante un siglo y


medio, la regulación de los partidos fue muy tardía y dificultosa, siendo la
Constitución de 1991 la primera norma de su nivel en referirse específicamente a
ellos, señalando la libertad de crear partidos con relativa facilidad, aunque
prohibiendo al legislador regular la vida interna de los mismos y por lo tanto exigir
procedimientos democráticos en sus decisiones. Con la libertad de partidos, al
parecer el constituyente quería propiciar un pluripartidismo en el sistema, pero los
resultados fueron diferentes, ya que no surgieron fuerzas nuevas y perdurables
que contaran en el sistema de partidos.

Por añadidura, los partidos tradicionales se fragmentaron como estrategia


electoral, presentándose en múltiples listas a las elecciones legislativas,
sacrificando así cierta cohesión que existía, a cambio de mantener las mayorías.
Aunque siempre existieron corrientes dentro de los mismos, entre personalistas e
ideológicas, como el Lopismo (centroizquierda) y Santismo (centroderecha), en el
Liberalismo, y Laureanismo (ortodoxos) y Ospinismo (moderados) en el
Conservatismo, lo que sucedió después de 1991 fue una división total sin motivos
ideológicos o programáticos. De alguna forma el pluripartidismo que se quería
para el sistema donde se dio fue al interior de los partidos vigentes. Esto ha sido
señalado reiterativamente como catastrófico por dos razones que resultan
contradictorias entre sí: porque los partidos sobrevivieron a la cirugía
constitucional como una especie de cáncer invasor indestructible, pero también
porque ello supuso al mismo tiempo la atomización, polarización y eventual
pulverización de los partidos sobre los que al fin y al cabo se asienta el sistema
democrático en el país. Esa ambigüedad vergonzante respecto de los partidos
tradicionales ha convertido los intentos de reforma institucional posteriores a la
constituyente en esquizofrénicas búsquedas de la cuadratura del círculo en la
política colombiana: construir un sistema de partidos que a la vez fortalezca y
contenga al conservatismo y al liberalismo, y adicionalmente coloree el sistema
con nuevas fuerzas, para darle por lo menos una imagen de inclusivo.

En la actualidad, y en parte por la impaciencia ante esa indecisión del


legislador por ocuparse seriamente de su regulación, los partidos liberal y
conservador parecen comprometidos a realizar por sí mismos sendos procesos de
reorganización interna, con el objetivo de fortalecerse ante unas bases cada vez
más escépticas de su gestión. Los tres procesos están en curso en este momento,
pues la reforma constitucional fue aprobada ya en una primera legislatura, el
Partido Liberal está a punto de ratificar mediante una consulta a los carnetizados
(700.000), el resultado de su Constituyente Liberal, y el Partido Conservador
mediante sus convenciones descentralizadas está tratando de ampliar las bases
del partido.

El otro factor que tiene en vilo los intentos legales o estatutarios de


transformación de los partidos es el conflicto armado, puesto que al récord de
tener Colombia los partidos de más larga historia en América Latina, se le suma el
de mantener vivas en su seno las guerrillas también más antiguas de la región. De
hecho el movimiento armado suele explicarse en parte como un subproducto de la
cerrazón del sistema a los dos partidos tradicionales y la exclusión sistemática de
terceras fuerzas, bien sea por pactos, como el Frente Nacional, por presuntos
fraudes electorales, como la elección presidencial de 1970, o bien por el
exterminio de líderes opositores, como en el caso del genocidio contra la Unión
Patriótica. Justamente este partido estuvo constituido en buena medida por
exguerrilleros de las FARC vinculados a la vida democrática. En los últimos
gobiernos, con la intensificación del conflicto armado por el fortalecimiento militar y
estratégico de dos de los grupos en conflicto, guerrilla y paramilitares, y gracias en
parte a su participación directa o indirecta en el negocio del narcotráfico, el cruce
de legitimidades en las regiones donde dominan unos u otros ha hecho complejas
las relaciones partidistas, al punto que es muy difícil señalar tendencias
explicativas más allá de cierto nivel, aunque sí se pueden mencionar algunos
hechos notorios sobre los que ya se están construyendo los nuevos mapas
políticos.

El Presidente Andrés Pastrana ha logrado que los Estados Unidos apruebe


la financiación del Plan Colombia para la lucha contra el narcotráfico, con lo cual el
poder militar del Estado aumentará significativamente. Pero el centro de la
estrategia del Presidente actual, y la bandera de su gobierno, ha sido la de
defender a toda costa el proceso de paz, haciendo grandes concesiones a las
FARC y evitando romper los diálogos a pesar de la arremetida militar de la
guerrilla contra pequeñas poblaciones en todo el país y la intensificación del
secuestro indiscriminado con fines extorsivos o políticos. La guerrilla mantiene
secuestrados una gran cantidad de soldados y policías e insiste en un canje con
sus miembros detenidos, el que de momento solo podrá ser posible con los más
enfermos, bajo la figura del "intercambio humanitario". Hasta ahora ha sido
imposible imponer las reglas del "Derecho Internacional Humanitario" en el
conflicto o las veedurías internacionales, y el principal resultado de los acuerdos
ha sido mantener viva la expectativa ciudadana de hace posible un gran acuerdo
de paz. Entretanto, el gobierno ha ido adelantando también diálogos con el ELN
(Ejercito de Liberación Nacional), otro grupo guerrillero grande, y combatiendo a
los ejércitos privados antiguerrilleros, llamados paramilitares, presionados por la
propia guerrilla y por la Comunidad Internacional, que acusa a esos grupos de
haber aumentado el ya enorme índice de violaciones de Derechos Humanos en el
país.

No deja de ser paradójico que un Presidente Conservador haya sido quien


asumiera con tanta audacia el proceso de paz, que siempre fue una bandera
liberal. De hecho, las propias FARC fueron primero guerrillas liberales de
resistencia, que se defendían de los conservadores en el poder, y luego se
transformaron en guerrillas comunistas, e incluso su máximo líder, Manuel
Marulanda, entro en ellas ante el ataque contra su familia de filiación liberal.
Además, gran parte del triunfo de Pastrana en las elecciones se debió al "guiño"
que le hizo las FARC al citar a un miembro de la campaña en la selva para hablar
de paz, lo cual tuvo un gran impacto en los medios. Al parecer las FARC
encontraron más factible negociar con un gobierno que no pretendiera copar el
espacio ideológico de ellos, como sucede con los socialdemócratas del Partido
Liberal, Serpa especialmente, sobre todo después de tantos gobiernos liberales en
los que no se pudo llegar a un acuerdo definitivo.

El Partido Liberal por su parte, y Horacio Serpa en particular, jefe del


oficialismo o línea principal del Partido, si bien han sido críticos de algunos
aspectos del proceso, la tónica ha sido más bien la "rodear al Presidente" en sus
decisiones, pero sin participar en el gobierno (La excandidata presidencial, María
Emma Mejía, rechazó recientemente el Ministerio del Interior). En cambio el
Partido Conservador, con el que el Presidente no tiene un mayor contacto, a pesar
de que es dominado por Fabio Valencia, uno de sus principales electores
(miembro de la comisión de paz además), sí ha sido en ocasiones crítico radical
del proceso, pues en él hay aun un ala centroderecha fuerte, a pesar de la
desaparición por asesinato del principal líder de la misma hace pocos años, Alvaro
Gómez, hijo del fundador de esa línea en el Partido desde comienzos del siglo.

Lo dramático de la relación guerra - partidos, es que si el sistema de


partidos en Colombia no estuviera atravesado por tantas perversiones (compra de
votos, clientelismo, hipernegociación atomizada, persecución a la izquierda
democrática), podría ser un factor clave en la normalización del país mediante
acuerdos de paz que hicieron inclusivos esos grupos armados en el debate
electoral. Quizá esa leve inclinación hacia el cambio, expresada en
transformaciones internas y propuestas de reformas políticas, contribuyan en ese
sentido, pero aun no tiene la fuerza suficiente. Lo que sí debe reconocerse es que
la existencia de esos partidos, aun con todas sus contradicciones, y las singulares
pero efectivas bases sociales que tienen, han sido mal que bien un muro de
contención a las legitimidades fácticas. Pero definitivamente su papel deberá ser
aun mayor, como colectividades, no como parapetos de lideres políticos, en la
construcción de un nuevo esquema político en el que las tendencias antisistema
se transformen en partidos con posibilidades reales de poder.

El desprestigio creciente de la política por los escándalos de corrupción,


sumado a un descontento general ante la crisis económica y la intensificación de
la guerra, así como la incertidumbre generada por la constatación del fracaso
parcial de la Constitución de 1991 y por los fallidos intentos de reforma desde
entonces, parecen mostrar un sistema político tambaleante y al borde del abismo,
en el que los viejos partidos poco pueden hacer, estando en juego incluso su
existencia. Aunque así lo expresan muchos analistas, es oportuno señalar que tal
situación de zozobra se ha dado repetidamente en la historia contemporánea del
país y prácticamente nunca el sistema político se ha quebrado ni los partidos
tradicionales han desaparecido. Estamos hablando del sistema de partidos con
mas antigüedad en el mundo, de los partidos más antiguos de América Latina (150
años de vida partidaria), y de casi un siglo completo de continuidad democrática.

Adicionalmente, la constatación de que esos partidos hayan sobrevivido a


todos los retos que se les han presentado en las últimas dos décadas
(intensificación del conflicto armado, narcoterrorismo, reglas de juego diseñadas
en su contra, etc.) y sigan obteniendo un tremendo éxito electoral (el 81.4 por
ciento y 83.3 por ciento de las curules de Senado y Cámara respectivamente en
las últimas elecciones legislativas), ha empezado a horadar la vieja tesis de la
eventual desaparición de los partidos tradicionales, sostenida por los analistas
hasta hace poco, y por muchos miembros de los propios partidos. En esta línea se
orienta preferentemente el presente trabajo, en el cual se considera que los
partidos colombianos atraviesan por una compleja transición aun en proceso de
estudio, ya que como los partidos estadounidenses han resistido los desafíos que
se les han presentado y comparativamente tienen un grado razonable de
institucionalización, según los estudios comparativos sobre el tema.

Existe entonces una clara diferencia entre afirmar que los partidos Liberal y
Conservador atraviesan por una gran crisis, y señalar que ello implica su eventual
extinción. De alguna forma es más una crisis del sistema que de los partidos,
reflejada tanto en el abstencionismo (el mayor en América Latina), como en la
evidencia de un clientelismo muy arraigado y una lucha electoral dominada por
grandes capitales. A pesar de ello, los elegidos en todos los niveles (Presidencial,
Congreso, Asambleas, Concejos, Juntas Administradoras Locales), siguen siendo
los candidatos avalados por el Partido Liberal en primer lugar y por el Partido
Conservador con cierta distancia. Pero ninguno de ellos en la actualidad obedece
las instrucciones del partido, salvo excepciones y coyunturas. En los últimos
niveles, el aval se da sin hacer ninguna averiguación sobre la verdadera filiación
del candidato o sus antecedentes políticos o judiciales, e incluso para avalar
candidatos al Congreso no hay mayores requisitos que tener cierto poder regional
y mucho dinero.

En síntesis, sobre esta macabra red de mercantilismo electoral, clientelismo,


avales indiscriminados, fragmentación e indisciplina partidaria, y en medio de esta
cruenta guerra, se sostienen los partidos mayoritarios colombianos, no resultando
clara la premonición de su extinción, que por otra parte trasladaría la lucha política
definitivamente al campo de la pura confrontación armada. Está aun por
descubrirse la fortaleza en ese mapa de unas bases sociales no mercenarias
sobre las cuales pueda reconstruirse una vida partidaria más sana. Los fracasos
electorales de ambos partidos (Liberal en las presidenciales, Conservador en
todas las demás) han creado una cierta conciencia de cambio, pero en ambos
casos se adivina en muchos sectores más un interés en recuperar el campo
electoral perdido que en rehacer los partidos por la ventaja que ello tenga para la
sociedad en su conjunto. Sin embargo, puede decirse que la Constituyente Liberal
y en menor medida las convenciones descentralizadas conservadoras son por lo
menos una señal de no estancamiento. Igualmente el hecho de que se esté
debatiendo una reforma electoral en los dos últimos gobiernos, supone una
intención transformadora por parte de la clase política, pero muy menguada si se
analizan las dificultades y débiles consensos que han existido al respecto.

Es un hecho, que el Partido Conservador está más debilitado que el Partido


Liberal, debido en parte al control que hubo en el mismo por parte del llamado
Notablato, lo que impidió la ampliación de las bases, mientras que en el segundo
los líderes regionales hace tiempo asumieron el poder del partido y han
encontrado siempre la manera de tener éxito electoral. Así, los espacios copados
por fuerzas ajenas a estos partidos han perjudicado más a los conservadores, lo
que no significa que el bipartidismo se esté desdibujando, pues esos pocos lideres
independientes que llegan a las alcaldías, gobernaciones, consejos o asambleas
siguen siendo la excepción o provienen de los mismos partidos mayoritarios. Hay
sin duda casos muy importantes, como el triunfo del independiente Antanas
Mockus a la Alcaldía de Bogotá en dos oportunidades o del sacerdote Hoyos a la
Alcaldía de Barranquilla, pero el dominio sigue siendo bipartidista.

Precisamente uno de los rasgos del sistema de partidos colombiano es la


dificultad que tienen las tercerías para ganar el poder y mantenerse. La Alianza
Democrática, por ejemplo, surgida de un movimiento exguerrillero (M-19), tuvo un
éxito temporal y prácticamente se extinguió. La Unión Patriótica, como se explicó,
fue víctima de un genocidio y los lideres que crearon partidos independientes
como los liberales Jorge Eliecer Gaitán, Alfonso López Michelsen o Luis Carlos
Galán, terminaron volviendo al partido. La Anapo (del exdictador Gustavo Rojas),
tampoco pudo convertirse en el partido visagra que se pensaba iría a ser. Por otra
parte es evidente que el antipartidismo de algunos líderes como la conservadora
Noemí Sanín, candidata muy votada en las pasadas elecciones presidenciales, no
implica en verdad la intención de crear un nuevo partido (su grupo se
autodenomina movimiento), sino más bien de aprovechar el desgaste de las
colectividades en las grandes ciudades.

El propio Antanas Mockus está intentando construir un partido político, El


Partido Visionario, pero ni siquiera pudo obtener las firmas suficientes para su
personería jurídica, y además parece que hay dificultades organizativas serias en
su interior. Por último, una parte de la izquierda moderada ha creado el Frente
Social, que tiene tres grandes problemas. Por un lado, entre sus integrantes y
simpatizantes hay corrientes tan disímiles que no se ve como pueden llegar a
ponerse de acuerdo en la mayoría de los temas. En segundo lugar, que sufrirán el
sanbenito que supone ser un partido de izquierda democrática en Colombia,
donde aun no se ha entendido lo importante que es la ocupación de ese espectro
político por algún partido. Finalmente, que su cabeza visible es un reconocido líder
sindical, lo que supondrá la oposición de los grupos económicos, que financian
mayoritariamente las candidaturas presidenciales en Colombia.

Otro rasgo esencial del sistema de partidos colombiano es el


"colaboracionismo", llamado en Colombia "lentejismo" (venderse por un plato de
lentejas), y que supone la participación del partido derrotado en las elecciones en
el gobierno del partido vencedor. Esto afecta profundamente la cohesión de los
dos partidos mayoritarios. La costumbre viene desde principios de siglo, pero se
volvió regla con el Frente Nacional y no dejo de regir después de su terminación.
Los liberales colaboran en los gobiernos conservadores y a la inversa, sin el
menor sentido de culpa, y regresan luego a su partido como si nada hubiera
pasado. Solo por citar ejemplos recientes, el actual Presidente Conservador ha
tenido como Ministro del Interior al exministro liberal de justicia del anterior
gobierno liberal, al exvicepresidente del anterior gobierno liberal y a un reconocido
líder liberal antioqueño (además de ofrecer la cartera a la excandidata liberal a la
vicepresidencia que el mismo venció). Además el actual Ministro de Hacienda,
Juan Manuel Santos, es un liberal de una de las familias mas influyentes en el
partido durante el siglo XX. Pero así ha sido siempre en casi todos los gobiernos
de las últimas décadas, y seguirá haciéndose en tanto los partidos no se
autodisciplinen, con o sin ayuda de normas legales. De momento el personalismo
sigue siendo la regla, en detrimento de la institucionalización de los partidos.

Puede decirse, para concluir, que el sistema de partidos colombiano es un


sistema bipartidista fragmentado, desideologizado y en proceso de transición
hacía modelos aún no determinados, en los que es de esperarse puedan
incorporarse los actuales grupos armados de extrema izquierda y extrema derecha,
como sucedió por ejemplo en El Salvador. Pero estos resultados aquí expuestos
solo son el comienzo de una investigación de largo aliento que no se ha hecho
aun sobre los partidos mayoritarios colombianos, en la que se descifre toda su
compleja combinación de tradicionalismo y modernidad, bases sociales y poder
clientelar, fragmentación y aglutinamiento, regionalismo y centralización, entre
otras muchas tendencias contradictorias que los caracterizan.

B. RASGOS GENERALES DEL APARATO INSTITUCIONAL.

La Constitución Política de 1991 consagra a Colombia como un “Estado Social de


Derecho, organizado en forma de República unitaria, con autonomía en sus
entidades territoriales, democrática, participativa y pluralista. El país está dividido
en 32 departamentos, 1096 Municipios y cuatro distritos: Distrito Capital de
Bogotá, el Distrito Turístico y Cultural de Cartagena y el Distrito Turístico, Cultural
e Histórico de Santa Marta.

En el sistema político colombiano, de carácter presidencial (fuerte), los partidos


los partidos compiten principalmente en elecciones nacionales (Congreso
bicameral y Presidencia), regionales (Asambleas Departamentales y Gobernación),
locales (Consejos, Alcaldías municipales y Juntas Administradoras Locales), y
ocasionalmente en las consultas internas de los partidos para las presidenciales.
Las autoridades son elegidas en su totalidad por sufragio directo y universal.
Las elecciones locales, parlamentarias y presidenciales se realizan en diferentes
fechas. Desde 1991 está prohibida la reelección presidencial. En las elecciones
presidenciales, que se realizan bajo el sistema mayoritario a doble vuelta, se elige
también vicepresidente. En las elecciones legislativas se da un sistema de
representación proporcional por listas cerradas y bloqueadas (listas en las que el
elector no puede realizar modificaciones). Cada partido tiene la posibilidad de
presentar el número de listas que desee.

Para asignar escaños se utiliza el método de cuocientes y residuos: “el cuociente


se obtiene al dividir el número total de votos en cada circunscripción electoral por
el número de escaños a proveer en la misma. Una lista obtiene un número de
escaños equivalente al número de veces en que se pueda dividir su votación por
el cuociente. Los escaños que, luego de esta primera ronda, se quedaran sin
asignar, se distribuyen por el procedimiento de residuos mayores. Estos se
organizan en forma descendente, y cada lista recibe un escaño adicional hasta
que se hayan asignado todos los escaños correspondientes al distrito electoral en
cuestión.

Se trata de un sistema bicameral discriminado. Para el Senado, existe un único


distrito nacional, mientras que para la Cámara de Representantes las
circunscripciones están en correspondencia con la división político-administrativa
del país, o sea los departamentos, que tienen más o menos representantes según
el censo poblacional. Los períodos de los presidentes y del congreso son de
cuatro años, mientras que los de gobernadores y alcaldes de solo tres, con
posibilidad de revocatoria del mandato. Los partidos que se estudian dominan la
mayor parte del panorama electoral y político, mientras que el papel de las
terceras fuerzas siempre ha sido marginal o circunstancial.

La Constitución Política de 1991, trató de abrir el sistema a nuevos sectores y


nuevas fuerzas, y de esta forma desmontar las dinámicas de bipartidismo pactado
que el frente Nacional impuso al sistema político colombiano. Para ello facilitó la
creación de partidos y movimientos políticos, garantizó la libertad para afiliarse o
retirarse de ellos y de organizarse internamente sin la intervención estatal. Sin
embargo, los resultados de esta reforma no fueron los esperados, ya que lo que
se presentó fue una creciente atomización y fragmentación del sistema de partidos,
lo cual afecta tanto a las terceras fuerzas como a los partidos tradicionales, pues
estos últimos presentan infinidad de listas, quitando espacio a los primeros y
fragmentándose ellos mismos, perdiendo su coherencia como partido. Esto ha
intensificado la personalización de la política, pues por la proliferación de listas,
el elector se ve obligado a votar por el individuo más que por el partido. Así cada
lista es casi un partido, y por ello algunos dicen que hay un pluripartidismo
disperso en Colombia.

Existe un sistema de financiación pública de la vida política, que implica tanto la


financiación del funcionamiento de los partidos como de una parte de los gastos
de las campañas políticas. En el primer caso los partidos prácticamente dependen
de ese aporte estatal, pero en lo referente a las campañas los abusos son la regla.
Las normas establecen topes a los aportes y gastos, pero estos no se cumplen.
Los costos son tan altos, que los congresistas crean una gran dependencia de sus
patrocinadores, que pueden ser los grandes grupos economicos y a veces
narcotraficantes, lo cual ha generado una ola de arrestos a importantes lideres
políticos en los últimos años. Incluso en las elecciones presidenciales ha habido
participación económica de los carteles de la droga, como se pudo demostrar
respecto de la campaña del Presidente Ernesto Samper, lo que generó una grave
crisis política, aunque finalmente el Presidente fue declarado inocente respecto al
conocimiento de ese hecho. Paradójicamente aun no se han aprobado nuevas
normas sobre financiación de campañas.

A raíz de todos los inconvenientes que se han presentado en este y otros sentidos,
durante la pasada década se han venido formulado múltiples propuestas para
reformar el sistema electoral y de partidos, para lograr una mayor transparencia y
organización de los mismos. La principal de ellas hace referencia obviamente a
la financiación pública de las campañas para las elecciones nacionales en su
totalidad, para evitar la entrada de dineros ilícitos y a su vez evitar que los grupos
económicos influyan en el accionar de los partidos, movimientos y candidatos. De
momento los temas que más consenso han generado son: efectiva limitación de
ingresos y egresos, financiación total de las presidenciales, prohibición de la
publicidad pagada en televisión y limitación de la calidad de aportantes a las
personas naturales.

Pero también en temas puramente electorales se ha propuesto la limitación del


número de avales que los partidos pueden presentar por cargo a ocupar, para
eliminar la fragmentación y reagrupar las minorías. En ese mismo sentido se ha
planteado la necesidad de establecer un Umbral, que puede oscilar entre el 2 y el
5% (con el 12% sería suficiente para algunos), con lo cual se busca la integración
de los pequeños movimientos y partidos para que de esta forma se logren
organizar como bloques políticos que estén en capacidad de competir con los
partidos tradicionales. Un argumento en contra de esta medida es que por una
parte se volvería a cerrar el sistema a los pequeños partidos y movimientos, y
por otra parte al obligar a integrarse a diversas fuerzas, de una u ora forma los
intereses específicos de cada una de ellas se desdibujarían. Por último, se ha
insistido en que se exija la democratización interna de los partidos para crear
procesos democráticos y participativos al interior de los mismos, pues la actual
normativa les da libertad absoluta en ese sentido.

También se ha hablado de partidos de primer y segundo nivel, voto preferencial y


muchos otros mecanismos, pero existe una gran confusión sobre que tipo de
combinación finalmente va a lograr que resultado, y tampoco hay mucha claridad
sobre lo que se desea: un bipartidismo con un partido bisagra, un pluripartidismo
moderado, unos partidos disciplinados o flexibles, etc. Una primera fórmula ya se
aprobó en una primera legislatura, pero hay un enorme riesgo de que se "hunda"
durante los debates de la segunda legislatura. Es evidente que se requiere una
reforma política, pero también que aun no se han construido los consensos en
torno a ello, y cualquier aprobación por vía de negociación puede ser
contraproducente si no hay tal requisito previo. La gran duda es si adelantar esos
cambios para ambientar el ingreso de los grupos armados a la vida política o
precisamente dejar esos debates como parte de las conversaciones, puesto que
pueden ser modificadas nuevamente las normas luego de los acuerdos de paz.
Todo parece indicar que es mejor seguir adelante, toda vez que, como explicaba
un exministro defensor de un proyecto de reforma en una audiencia publica, "todo
no se puede poner en el congelador de la paz", y como aclaraba un senador
exguerrillero en una congreso académico, "en general los grupos alzados en
armas tienen planteamientos de fondo diferentes a la ingeniería institucional, así
que es mejor no esperar".
C. PARTIDO LIBERAL COLOMBIANO

Se puede decir que el Partido Liberal es el partido que más poder ha tenido en toda
América Latina, pues lleva 150 años compitiendo por el poder, de los cuales la mayor
parte del tiempo ha sido dominante, excepto la larga hegemonía conservadora, el
período de violencia, dos presidencias pactadas y dos presidencias en competencia
libre. Desde el fin del Frente Nacional hasta el momento actual, la vida política nacional
ha girado en buena medida en torno a este partido que, como se verá, ha obtenido el
apoyo de amplios sectores populares y la mayor parte de las presidencias y de los
curules en los cuerpos colegiados, a la vez que ha sido actor central en todos los
momentos claves de la vida política nacional: Olimpo Radical en el siglo XIX,
modernización política en los treinta, movimiento gaitanista en los cuarenta, "La
Violencia" de los cincuenta, el Frente Nacional y su desmonte, la guerra contra el
narcotráfico, la Constitución de 1991, los primeros acuerdos de paz con la guerrilla, la
apertura económica, etc.

1. CARACTERISTICAS ORIGINARIAS DE LA ORGANIZACIÓN.

El Partido Liberal colombiano estuvo conformado en sus comienzos por comerciantes


exportadores, fuertemente influenciados por las doctrinas del libre cambio inglesas,
aunque hay autores que sitúan el origen de ambos partidos en el poder hacendatario.
Pero como es un hecho que el partido también incluyó en sus filas a esclavos,
indígenas, artesanos y antiguos militares de la independencia venidos a menos, se
acostumbra hacer referencia a ello en su constante apelación a los sectores populares.
Pero dicha composición de clase es solo comprobable en determinadas regiones y
momentos, por lo cual se puede afirmar que desde sus orígenes se trató de un partido
pluriclasista.

Cuadro I. Características originarias de la organización


Partido Liberal Colombiano
Origen territorial (proceso de creación del Desde el centro (la capital, Bogotá) a la
partido) periferia.
Fuente de creación 0 Interna, con antecedentes internos, sin
influencia externa.
Líder carismático Ezequiel Rojas
Fuente: Elaboración propia

2. POCISIONES IDEOLÓGICO PROGRAMÁTICAS

El primer planteamiento ideológico del Partido Liberal colombiano fue obra de Ezequiel
Rojas, quien el 16 de Julio de 1848 publicó un artículo conocido como: "La Razón de
mi Voto", en el periódico El Aviso, proponiendo un ideario para que realizara el
gobierno de José Hilario López. En este primer programa se abogaba por la defensa
de los derechos y las libertades públicas, el respeto por la ley y la separación entre la
religión y la política. Se puede decir que se trataba de una ideología burguesa,
derivada de las ideas utilitaristas de Jeremías Bentham, según las cuales el principio
de la utilidad debía buscar la máxima felicidad, convirtiéndose en el regulador de la
moral, el derecho, la política y la economía. Por ello, uno de los objetivos primordiales
de la ideología del Partido Liberal era borrar los rasgos del estado colonial, lo cual
significaba crear un sistema representativo, con separación de poderes, control del
legislativo sobre el ejecutivo, concesión de derechos y libertades públicas a los
ciudadanos y una recta y pronta administración de la justicia. En el campo económico,
el Partido Liberal propugnaba por ampliar el mercado, desarrollando el comercio e
incorporando nueva fuerza de trabajo libre, de indígenas y esclavos. Y efectivamente,
durante la segunda mitad del siglo XIX, hasta que perdieron el poder los liberales en
1985, se llevaron a cabo reformas radicales que respondieron en gran medida al
primer programa liberal: declararon la libertad de cultos, concesión del sufragio
masculino directo, abolición de los diezmos, supresión de la pena de muerte,
separación de la iglesia y el estado, desamortización de bienes de manos muertas,
instauración del matrimonio civil y del divorcio, etc.

Cuando los liberales recuperaron el poder en 1930 su ideario y principios


prográmaticos también eran claros: Intervencionismo de Estado, Secularización,
Función Social de la Propiedad y Medidas de Protección Social; y de hecho
lograron incluirlos en la Constitución durante el gobierno de Alfonso López
Pumarejo. El problema fue que dentro del mismo Partido Liberal había una línea
de centroderecha, el Santismo, que terminó dominando el partido hasta la pérdida
del poder en 1946, justamente por la división causada por Jorge Eliecer Gaitán,
quien asumió una línea de izquierda liberal más radical que la del propio López
Pumarejo. A pesar de que este líder estuvo fuera del partido un tiempo y creo el
suyo propio (Unir), terminó regresando como jefe único y candidato presidencial,
pero fue asesinado en 1948.

Luego de este hecho, que desató la llamada "Violencia" bipartidista, los


liberales ideólogos debieron huir del país y prácticamente regresaron en funciones
de tales para firmar el Frente Nacional que acabó con la dictadura de Gustavo
Rojas, acuerdo que presuponía justamente la neutralización de los aspectos
ideológicos en las estrategias de ambos partidos. El partido cayo en una anomia
ideológica a partir de entonces, siendo las divisiones en adelante más
personalistas que programáticas. El santismo y el lopismo siguieron funcionando,
junto con la nueva línea, el Llerismo (por Alberto Lleras), pero sus diferencias
ideológicas no eran las de antes. Aunque hubo gobiernos como el de Carlos
Lleras al final de la década de 1960 que tuvieron un carácter marcadamente
modernizador, en general las disputas no tuvieron tono ideológico.

Como se verá en el numeral de rendimiento de los gobiernos, es muy difícil


establecer una línea programática consecuencial en los gobiernos liberales,
incluso después del Frente Nacional. Cada líder llegaba con su proyecto, más o
menos audaz, más o menos progresista y lo aplicaba con independencia de lo que
el partido pudiese opinar. Obviamente contaba con las mayorías liberales en el
Congreso, pero también tenía que pactar con ellas, como debió hacerlo Carlos
Lleras por ejemplo, para hacer aprobar la Reforma Constitucional de 1968, que
fortaleció el presidencialismo. Así, los estatutos vigentes consagran una ideología
pactada entre quienes dominaban la burocracia del partido entonces, los
parlamentarios, pero sin ningún tipo de compromiso real hacia ella.

a. Principios programáticos

Oficialmente el partido declara en el preámbulo de sus estatutos actuales, aprobados


en 1987, ser el partido del pueblo, por haber sido a través de toda la historia
nacional fiel personero de las clases populares, y señala como su misión política la de
construir una sociedad más igualitaria y equilibrada. Considera que la igualdad y el
equilibrio en la sociedad dependen de una democracia representativa y participativa, y
que la participación es una condición necesaria para el respeto y desarrollo de los
derechos políticos y sociales. Enfáticamente, se afirma allí que el Estado es quien
debe dirigir la economía, intervenir en ella, planificarla y racionalizarla, inspirado en el
ánimo de elevar el nivel de vida de la población, en especial de las clases medias y el
proletariado. Especifica que son también sus deberes garantizar la igualdad de
oportunidades económicas y sociales a través de la democratización del acceso a los
medios de producción, pero garantizando la libertad de empresa y el derecho a la
propiedad privada, en tanto cumplan la función social que les otorga la Constitución.

Al parecer los actuales estatutos van a ser reemplazados este año por los
estatutos desarrollados a partir de la Constituyente Liberal, cuando sean
refrendados por las bases del partido mediante votación. Esta especie de
apelación al constituyente originario del partido fue precedida de un interesante
debate en comisiones y grupos sobre cual debía ser la ideología del partido y
como debían ser sus nuevos estatutos. Quienes participaron en ella asumieron
con seriedad la tarea de transformar al partido, pero no constituyen el poder real
del mismo, por lo cual en el aspecto ideológico seguirá siendo un adorno para el
partido de momento más que un paradigma. Es de señalar sin embargo que el
texto final no presenta ambigüedades ideológicas mayores, lo cual significa un
avance respecto del estatuto anterior:

" El Partido Liberal Colombiano es el Partido del pueblo, constituye una coalición de
matices de izquierda democrática... defenderá los principios de tanto mercado como
sea posible, tanto estado como sea necesario; en contraste con el Neoliberalismo que
promueve el capitalismo salvaje". En consecuencia el Partido Liberal incorpora a su
ideario el principio socialdemócrata: si a la economía de mercado, no a la sociedad de
mercado... Mantendrá el principio de función social de la propiedad, que ha sido
bandera del Partido... Fomentará el desarrollo con equidad así como la extensión de la
seguridad social."
Más allá de lo dicho en los estatutos, en la actualidad el partido no ha podido definir
una ideología unificadora de las tendencias que hay en su interior. Sobre todo no hay
ninguna posibilidad de momento de obligar al presidente liberal a cumplir un programa
del partido. Así sucedió en 1984, cuando el Presidente Virgilio Barco inició tímidamente
la apertura económica y Hernando Agudelo Villa, miembro de la dirección liberal en
aquel entonces, lo acusó de estar traicionando la ideología del partido. El presidente
hizo caso omiso del aviso y lo mismo sucedió con su sucesor años más tarde,
existiendo ya el mencionado estatuto, que es incluso más enfático en cuestiones
ideológicas. Con base en ese estatuto el partido había presentado en 1990 su
programa para los siguientes cuatro años, reivindicando las ideas de la
socialdemocracia y apartándose expresamente de la corriente neoliberal,
considerándola perjudicial para los sectores populares. Pero justamente el candidato
elegido en la consulta de ese año, César Gaviria, declaró no estar de acuerdo con
dicho programa y de hecho, una vez elegido presidente hizo exactamente lo contrario
de lo señalado por el partido, siendo conocido su gobierno como esencialmente
neoliberal por haberse lanzado a un proceso de apertura económica radical,
privatización de empresas estatales, etc. Aunque en verdad tal proceso no fue tan
audaz, pues se trató de una apertura económica tímida en términos comparativos,
era evidente la falta de sintonía entre el Presidente y el Partido respecto de los asuntos
ideológicos.

En las siguientes elecciones Ernesto Samper, el candidato liberal, dejó entrever en su


campaña política que no compartía la ideología de César Gaviria. Aunque había sido
nada menos que su Ministro de Desarrollo, mientras que el candidato conservador,
Andrés Pastrana, expresó su voluntad de profundizar en las políticas del entonces
presidente liberal. Así, cuando Ernesto Samper ganó las elecciones dedicó una parte
de su discurso de posesión al tema de "la fase social de la apertura económica",
aclarando cuáles serían esos cambios. Sin atacar directamente la idea de la apertura
daba a entender que ésta había creado desequilibrios al descuidar los aspectos
sociales, lo cual debía corregirse. A primera vista parecían argumentos simplemente
progresistas, pero con el tiempo los discursos fueron siendo cada vez más críticos con
el neoliberalismo y adoptando el argumento de que los ataques contra el gobierno se
debían a su posición socialdemócrata.

De hecho ante la división ideológica del partido entre los gaviristas, presuntamente
neoliberales, y los samperistas (seguidores de Ernesto Samper) y serpistas
(seguidores de Horacio Serpa), autodenominados socialdemócratas, aparecieron dos
nuevas líneas. Por una parte Juan Manuel Santos publicó una obra sobre la aplicación
de la Tercera Vía en Colombia, y Álvaro Uribe expuso ante la prensa y grupos de
estudio su tesis del Estado Comunitario, en la cual se aparta del modelo neoliberal por
injusto, de la Tercera Vía por considerarlo un tatcherismo encubierto, y de la
socialdemocracia, por estar apoyada en la burocratización del Estado. Luego Juan
Manuel Santos hizo un pacto con el Partido y entró a participar en el proceso de la
Constituyente Liberal, hasta que aceptó el Ministerio de Hacienda, desde donde
propuso una reforma tributaria por el mismo llamada "de sudor y lágrimas", totalmente
en contravía del discurso socialdemócrata que estaba dominando en la Constituyente
Liberal.
Lo importante es señalar que mientras hubo éxito electoral en las presidenciales el
partido no se preocupó mayormente por estas cuestiones ideológicas, aunque sí hubo
algunos debates, sobre todo en 1992 y 1993 entre los llamados socialdemócratas y
neoliberales. De hecho la mencionada Constituyente Liberal, una propuesta surgida en
1998 de convocar a las bases liberales directamente para definir ideológicamente el
partido, reorganizarlo y renovarlo, surgió justamente de esa derrota, como lo reconoce
su propio Secretario General: "La pérdida de las elecciones presidenciales en 1998 en
últimas ha sido benéfica para el Partido Liberal por permitirle replantearse como
organización. Dentro del partido existen fuertes corrientes que llaman a retomar
ideales tradicionalmente socialdemócratas, a recobrar las raíces sociales del partido,
repensar su organización y elaborar un proyecto político acorde a ello, para ser
llevado a cabo una vez se encuentre en el poder el partido". En este mismo sentido,
también expresó uno de los miembros de la burocracia del partido más cercanos al
excandidato Horacio Serpa: "En estos momentos el Partido Liberal de Colombia
enfrenta un momento especial en el que el camino a seguir está por definirse, después
de perder las elecciones del año pasado parece ser la hora de emprender cambios y
procesos de renovación, en esta dirección apunta la Constituyente Liberal". De hecho,
la constituyente liberal, en uno de sus documentos de difusión, insiste en que tal
búsqueda de identidad ideológica legitima dicho proceso: "La Constituyente surge por
la necesidad de superar la confusión que existe en los cuadros directivos y en las
bases liberales, sobre cuáles son realmente los fundamentos, las bases ideológicas y
los compromisos programáticos."

Lo que en efecto sucedió entre las "irreconciliables posiciones ideológicas", fue que
todos terminaron aceptando que son socialdemócratas, aunque no está muy claro
como se evitará que cada presidente no obre según le parezca sin ninguna
consecuencia al ser elegido. De hecho, César Gaviria y su exministro de Hacienda,
Rudolf Hommes, manifestaron públicamente que no son neoliberales en absoluto,
sino socialdemócratas. A esta confluencia contribuyó el hecho de que en 1999, gracias
sobre todo a la diplomacia de partido de María Emma Mejía (exministra de Relaciones
Exteriores), el partido fue aceptado como miembro pleno de la Internacional Socialista
en 1999 (ya era observador desde 1982), e incluso ese mismo año se organizó una de
las reuniones regionales en Colombia, siendo anfitrión el Partido Liberal, y todos los
jefes importantes la aceptaron sin chistar, e incluso muchos asistieron. Horacio Serpa
a partir de 1999 comenzó a expresar la necesidad de "colombianizar los criterios de la
Internacional Socialista", y al parecer todos terminarán aceptando formalmente esos
contenidos.

Es importante señalar que estas discusiones ideológicas solo se dan en las altas
esferas o entre los militantes con mucha formación académica involucrados con la
burocracia nacional del partido, aunque el impresionante y persistente trabajo
desplegado por los organizadores de la Constituyente sí ha logrado ampliar en cierta
forma ese debate hasta el punto de que cualquier candidato liberal va a tener que
tener a mano la palabra social-democracia en sus discursos, cualquiera que sea su
verdadero pensamiento y su intención política.
En síntesis, los principios prográmaticos del partido siempre han estado
orientados por una concepción progresista de la sociedad, defensora del
intervencionismo, de la secularización, de la responsabilidad del Estado, y de
hecho, ha sido el partido de avanzada en Colombia, en el contexto
conservadurista del país (entre los partidos que han tenido poder). Sus líderes han
realizado o intentaron adelantar los mayores procesos de transformación
conocidos, destacandóse entre ellos a Alfonso López Pumarejo (Revolución en
Marcha), Jorge Eliecer Gaitán y Luis Carlos Galán, entre otros. Sin embargo sus
programas en el gobierno no han pasado de ser "liberales" en estricto sentido, no
diferenciandose en casi nada de los de los conservadores en las últimas décadas.
Es decir, su progresismo es mayúsculo en el contexto de la comparación con toda
la historia del partido conservador en Colombia, pero pierde fuerza al estudiársele
fuera de esa relación o analizarse detenidamente su comportamiento durante los
gobiernos que ha tenido en los últimos años. La pretensión de algunos de su
lideres de querer ocupar el partido el espacio de la izquierda moderada o
centroizquierda del espectro político, lo cual quedó consagrado en el texto de la
Constituyente definitivo, puede ser sincera pero no es posible de momento, pues
en términos absolutos sigue siendo un partido de centro, como quedó ratificado en
el estudio de autoubicación ideológica.

b. Autoubicación ideológica.

El Partido Liberal colombiano aunque comparativamente con el Partido Conservador


pudiera ubicarse como de centroizquierda, es definitivamente un partido de centro,
desde todo punto de vista: por sus actuaciones, por su autoubicación, por sus
electores y por su imagen. Respecto de esta última, su alianza bipartidista en 1957 lo
hizo aproximarse tanto al Partido Conservador en la mente de los colombianos que tal
imagen aun persiste. Sobre sus actuaciones hay una extensa literatura explicativa de
cómo el Frente Nacional desdibujó las fronteras ideológicas entre los dos partidos
apoyándose preferentemente en el clientelismo. En cuanto a su autoubicación, dos
encuestas realizadas por el autor en 1994 y 2000 ratifican esa imagen. En el primer
y más amplio estudio, se encuestaron 41 representantes a la cámara liberales,
preguntándoseles dónde se ubicarían a sí mismos y a su partido en una escala
ideológica donde 1 es izquierda y 10 es derecha, y el resultado rotundo fue que en el
centro. En la autoubicación el resultado fue 5 y en la ubicación del partido 5.5 (el
promedio de autoubicación en Colombia es 5.4 y en Iberoamérica 5.0.) En el 2000 se
repitió la pregunta de la ubicación del partido a 6 miembros claves del partido, 3 de la
burocracia y 3 del congreso y el promedio fue casi idéntico 5.8. El Partido Liberal se
considera un partido progresista, pero rara vez utiliza la palabra izquierda, quizá
porque en Colombia se suele asociar equivocadamente esta palabra con el
movimiento guerrillero. Pero de todos modos siempre se consideran más a la izquierda
que los conservadores, y estos también lo sitúan en esa posición.

En síntesis, si bien hay en el interior del partido posiciones de derecha e


izquierda en variadas gamas, incluso contradictorias, ha sido la organización que
ha liderado los más importantes cambios en la historia política del país en el último
siglo, por lo cual su vocación progresista resulta incontrovertible. Si bien es cierto
que su apelación al pueblo se ha utilizado con fines electorales y en general se ha
mostrado conservadurista en muchos de sus gobiernos (no solo durante el Frente
Nacional), es definitivamente un partido con vocación libertaria y modernizadora, y
hay líderes fuertes en la actualidad que defienden aun esa bandera (Horacio
Serpa fundamentalmente se autoubica allí). Ello no significa que la preponderancia
de esos líderes o el triunfo de la visión socialdemócrata en la Constituyente Liberal
supongan una claridad ideológica unívoca del partido. La situación es más bien
inversa, pues en el ala derecha hay también líderes con visibilidad y arrastre bien
electoral o bien de opinión pública. Esas diferencias serán muy categóricas en la
selección de candidato presidencial para los próximos comicios y hay muchas
probabilidades de que desencadenen una profunda y duradera división del partido.
De momento el Partido Liberal seguirá siendo un partido de centro, con
pretensiones de aproximarse al centroizquierda, que se verán contrarrestadas en
gran medida por las tendencias conservaduristas internas y por la propia falta de
cohesión del partido, tanto por la fragmentación como por la falta de disciplina en
sus filas.

Cuadro II: Medias de autoubicación ideológica de los miembros del PLC (1= Izquierda y
10= Derecha)
1998: Legisladores n = 41
5
1999: Legisladores, Dirigentes y Militantes n = 7

5,7
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Pregunta Realizada: “Utilizando una escala ideológica donde 1 sea izquierda y 10
derecha: ¿dónde se ubicaría usted?” Fuente: PELA (1998), PPAL (1999).

Cuadro III: Medias de Ubicación del PLC según las percepciones de los miembros de los
otros partidos (1= izquierda y 10 = Derecha)
1998: Legisladores n=21
6,4
1999: Legisladores, Dirigentes y Militantes * n = 9
4
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Pregunta Realizada: “Utilizando una escala ideológica donde 1 sea izquierda y 10
derecha: ¿dónde situaría usted a los otros partidos? ”Fuente: PELA (1998), PPAL (1999).
3. EL PARTIDO COMO SISTEMA. LAS CINCO CARAS DEL PARTIDO

a. El partido como organización electoral

El Partido Liberal fue minoritario durante la primera parte del siglo XX, pero desde la
década de 1930 ha sido electoralmente mayoritario, y ello se ha reflejado en el
dominio del Congreso desde entonces y en el hecho de que cuando ha habido libre
competencia (respecto de los partidos tradicionales) siempre ha ganado las elecciones
presidenciales, excepto en tres oportunidades, dos de ellas por divisiones internas
(1946,1982), manteniendo en esos dos casos la superioridad numérica.
Especialmente desde la finalización del Frente Nacional en 1974 ha sido tal el éxito
electoral del partido que algunos llegaron a vaticinar su conversión en una especie de
PRI colombiano.

Paradójicamente este dominio electoral se ha dado en el contexto de un gran


abstencionismo, sobre todo en la última década, aunque los resultados de las dos
últimas elecciones (1998 y 2000) señalan una cierta recuperación en la participación.
En parte por ello se ha llegado a afirmar que este éxito (el de los dos partidos
tradicionales en conjunto) no se debe a una base electoral firme sino a la pura
combinación de reglas favorables, corrupción clientelista y represión a otras fuerzas
políticas, que resultan funcionales en un ambiente de abstención y voto no obligatorio.
Pero como se expuso se ha comenzado a desvirtuar esta aseveración, reconociendo
que si bien estos factores existen, la base social de los partidos tradicionales parece
ser muy fuerte, por los motivos que sea, toda vez que el elector colombiano "tiende a
votar centrista, incluso en las situaciones en las que se ha propagado cierta
indignación colectiva", conduciendo al fenómeno de la "aglomeración" o mantenimiento
de los partidos que cuentan en el centro político. Dicho centrismo o "carácter pegajoso
del bipartidismo" puede deberse también, sostiene el mismo autor, al recuerdo de la
violencia partidista de mediados de siglo y a la natural aversión al riesgo que produce
la sensación de incertidumbre generalizada. A ello habría que agregar el factor
internacional, pues si bien el centrismo fue más bien excepcional durante todo el
tiempo de la Guerra Fría, se volvió muy común al acabar ésta, con lo cual Colombia
quedó homologada al contexto mundial sin moverse de su posición.

Sin embargo, dicha aglomeración no explicaría por sí misma la superioridad del


Partido Liberal en las elecciones, sino que incluso la desvirtuaría, pues no existiendo
diferencia ideológica importante, el elector en principio estaría más tentado a no votar
o votar por cualquiera de los dos indistintamente. La superioridad del liberalismo puede
deberse a muchos factores, pero fundamentalmente se señala que las grandes
migraciones a la ciudad invirtieron la proporción poblacional campo-urbes en pocas
décadas, lo que favoreció al Partido Liberal, con fuerte arraigo entre los estratos
medios y bajos de muchas ciudades, y Colombia es un país de ciudades grandes.
También es cierto que a pesar de ese centrismo bipartidista el Partido Liberal ha
sabido apelar al pueblo de manera eficiente en momentos claves de la historia y aun lo
sigue haciendo con éxito.

Todo parece indicar entonces que la mayoría liberal se debe no solo a que tiene una
mayor maquinaria política, sino también a ese voto tradicional del que hablaban los
primeros analistas de comportamiento electoral. Es decir, hay más votos liberales
también porque parece haber más personas que tienen sentimientos arraigados de
simpatía al partido, bien por razones familiares, o por tradición local, pues hay pueblos
y regiones total y casi totalmente liberales (y conservadores también), o por una
simple afiliación tradicional irracional al color, la historia, los personajes y el simple
nombre, al estilo de las fanaticadas del deporte. Aunque se insiste frecuentemente que
la adhesión partidista ha bajado y se citan encuestas sobre la pérdida de confianza en
los partidos, parece ser que aunque las personas hablen mal de los partidos
tradicionales en Colombia, a medida que se aproximan las elecciones afloran esos
sentimientos de pertenencia y los resultados indican que además se reflejan en votos.
Esto explicaría en parte los triunfos liberales en el Congreso y muchas presidenciales,
pero no su derrota en las presidenciales de 1998, en las que como se verá, pareció
operar más bien el "rational choice" de Downs (1957).

Aunque se insiste en el poder de las terceras fuerzas en los últimos años y en el


desgaste de los partidos, por lo menos a nivel del congreso, la situación no ha variado
mucho para el Partido Liberal, como puede observarse en los cuadros, salvo lo
ocurrido en la Asamblea Nacional Constituyente, y tampoco en las presidenciales
(excepción hecha del éxito de Noemí Sanín en la última elección, por circunstancias
particulares). En el caso de las gobernaciones, alcaldías, asambleas departamentales
y concejos municipales, la dominación liberal en un contexto bipartidista se mantiene
también numéricamente, aunque dicha preeminencia es bien singular, pues muchas
veces es producto de alianzas bipartidistas, y la aparición de nuevos líderes liberales e
independientes fue innegable. Pero si se miran los resultados sobre votación para
alcaldías podrá observarse que el desgaste del Partido Liberal no es progresivo,
mientras que sí lo fue para el Partido Conservador según se verá. Otra explicación
sugerente de la combinación centrismo-mayorías liberales y consiguiente éxito
electoral liberal apunta a la presunta existencia de una cultura política conservadora
vergonzante mayoritaria en Colombia.

De cualquier forma el éxito del liberalismo electoralmente es evidente y basta para ello
mirar los resultados electorales desde 1974 hasta hoy para comprobarlo. Sin embargo,
además de los motivos comunes señalados, las razones del mismo son muy diversas y
varían en los diferentes niveles (nacionales, departamentales y municipales) y en cada
coyuntura histórica (fin del Frente Nacional, tragedia del Palacio de Justicia, nueva
Constitución en 1991, etc.). Es importante sin embargo explicar el éxito del partido en
algunos de estos niveles y con relación a ciertas circunstancias para aproximarnos a la
realidad electoral del partido más allá de explicaciones omnicomprensivas, y sobre
todo analizando hasta qué punto se deben, como se suele argumentar, al clientelismo
y compra de votos y al diseño del sistema electoral. Varía, pues, mucho la explicación
de las presidenciales a las parlamentarias, antes y después de la inclusión de la
elección popular de alcaldes o de la Constitución de 1991, en las regiones que en las
ciudades, en las asambleas que en los concejos, en regiones costeras o de montaña,
en zonas de guerrilla o de paramilitarismo, etc. Este estudio generalizado apenas se
está realizando en forma y no es el objetivo de esta breve síntesis, en la que
enfatizaremos sólo los aspectos más generales y algunas particularidades
sobresalientes.

Aunque en términos generales el triunfo de los liberales durante el posfrente nacional


en las presidenciales se ha atribuido a urbanización del país, la constante apelación al
pueblo, el sentimiento centrista-conservador vergonzante y la exclusión política de
terceras fuerzas, muchas veces de forma violenta, la explicación más frecuente hace
referencia a las maquinarias clientelistas que surgieron como producto del Frente
Nacional para conseguir los votos de un electorado despolitizado por la repartición
pactada del poder político. El análisis suele estar dirigido a los dos partidos
tradicionales, pero se insiste en que los liberales son los más clientelistas y los
expertos en manejar estas redes, aunque los liberales se defienden diciendo que por
supuesto "los conservadores son menos clientelistas solo porque son más poquitos".

Un rasgo que debe señalarse para entender la primacía electoral del Partido Liberal es
su capacidad de adaptación. Con el objetivo justamente de "desbaratar los feudos
podridos del bipartidismo", o sea quitarle fuerza a los llamados barones electorales que
manejan esas maquinarias para lograr su propia elección, la elección de sus
protegidos y "vender" sus votos al candidato presidencial, la Constitución de 1991
fomentó la creación de partidos políticos pequeños, reconociéndoles fácilmente la
personería jurídica. Pero esa aspiración pluripartidista inspirada en ríos de tinta
impresa sobre el exclusionismo del sistema bipartidista, al combinarse con un sistema
electoral que otorga curules a los residuos, aunque sí afectó a dichos barones
considerablemente, tuvo otras consecuencias, bien diferentes a las esperadas.
Ninguna tercera fuerza se pudo consolidar como alternativa al bipartidismo, con lo cual
en su debilidad perdieron su independencia, cayendo frecuentemente en pactos
absurdos con los mismos líderes que son objeto permanente de sus críticas.

Pero el efecto sobre el Partido Liberal de esta y otras reformas contra el clientelismo
(eliminación de los auxilios, circunscripción nacional para el senado, inhabilidad para
pasar de ser congresista a ministro, etc.), fue también inesperado, pues los dirigentes
liberales, para evitar que su mayoría electoral perdiera fuerza ante unas minorías
dispersas recién llegadas, decidieron presentar un gran número de listas para las
elecciones legislativas, de modo que si bien se perdían muchos votos que nunca
obtenían representación, un buen número de cabezas de listas liberales ganaban
curules con muy pocos votos, volviéndose un sistema formalmente plurinominal en un
sistema en el fondo uninominal.

La llamada "operación avispa" fue exitosa para el partido en la medida en la que siguió
siendo la mayoría numérica, pero la falta de cohesión partidaria que se venía dando
desde el Frente Nacional se profundizó aún más, pues cada candidato se convirtió en
un pequeño partidito con sede, recursos propios, burocracia independiente, y por
supuesto, casi total autonomía al tomar sus decisiones. Estas "empresas electorales"
se han convertido en el nuevo blanco de las reformas políticas, que quieren revertir
una supuesta fragmentación e incluso atomización de los partidos, proponiendo
medidas como la lista única, el umbral y la prohibición de la doble militancia, con la
idea un tanto peregrina de que al mismo tiempo se forzaría a las minorías para unirse
en una gran tercera fuerza que compita con el bipartidismo. No interesa en este escrito
analizar la bondad de esas reformas pero sí tratar de entender cómo es el Partido
Liberal en su cara electoral.

Si se fuera a buscar símiles en el mercado a las relaciones entre el Partido Liberal y


esos candidatos, en lugar de hablar de microempresas tendríamos que llamarlas
"sucursales autónomas" o "franquicias", pues al conceder el aval del partido, al
mismo tiempo se está prestando la historia de la colectividad, la imagen de los líderes
del momento, el color y en cierta forma el secreto y las técnicas para la "venta exitosa".
Algunas de esas franquicias son todavía feudos podridos, otras han caído en manos
de los delincuentes que las financian, muchas son fantasmales, pero como sostiene
Gutiérrez, también hay que reconocer que otras encarnan representaciones regionales
y sociales auténticas, y que de ellas han surgido en cierta forma dos de las tan
soñadas tercerías".

En síntesis, la crisis del Partido Liberal, de la que se habló frecuentemente en las


reuniones de la Constituyente Liberal, no supone que el partido haya decaído en su
representación en el congreso, sino que hace referencia en gran medida a la derrota
en las presidenciales, atribuida en parte al hecho de que algunas de esas franquicias
se aliaron con "la competencia" para la elección (endosándole sus votos) y otras
después negociaron con el Presidente conservador, como ya lo venían haciendo con
los liberales. Se creó así una división nada ideológica, entre los "oficialistas" opositores
y los "colaboracionistas" negociadores. Pero es de señalar que en circunstancias
particulares estos retoman su independencia para apoyar el oficialismo, como sucedió
en el caso del nombramiento de Contralor General o la Reforma Política de Pastrana
de 1998, que fue archivada por el Congreso, una vez el liberalismo oficial, le retiró su
apoyo.

Con toda su fragmentación, sus nefastas influencias, sus terribles errores como
gobernante y su negligencia como legislador, los resultados electorales del Partido
Liberal lo sitúan como la organización política más fuerte del país, y de alguna forma
como una especie de débil contrapeso para equilibrar en términos de legitimidad la
fuerza desestabilizadora de la guerrilla. Se trata de un partido que no está
sobrerepresentado ni está favorecido por el sistema electoral de forma inequitativa
como se pensaba, que tiene una impresionante base social no explicable por el simple
clientelismo y aun sin estudiar suficientemente, y que en síntesis es el eje del sistema
de partidos en Colombia.

a.1. Elecciones presidenciales

a.1.1. rendimiento electoral liberal en las presidenciales durante el siglo xx.

El siglo XIX estuvo más marcado por triunfos bélicos que electorales, por lo cual es
mejor medir el rendimiento electoral del Partido Liberal durante el siglo XX. Los
primeros 30 años del siglo estuvieron fuera del poder, pues era la continuación de la
Hegemonía Conservadora, paradójicamente inaugurada por un liberal independiente,
aunque hubo colaboración a partir de cierto momento.
Colombia ha sido uno de los países con mayor continuidad electoral durante el siglo
XX en Latinoamérica, pues todos sus presidentes han llegado al poder por elecciones,
a excepción de José Manuel Marroquín a principios de siglo (1900-1904) y Gustavo
Rojas Pinilla (1953-1957), que no eran liberales, o asumieron como encargados por
falta del presidente elegido. Así pues, todos los presidentes del Partido Liberal han
llegado al poder por las urnas (o como reemplazos), y las dos únicas dictaduras civiles
que ha habido, Mariano Ospina Pérez (1949-1950) y Laureano Gómez (1950-1953)
fueron gobiernos conservadores. Pero el Partido Liberal, a pesar de ser mayoritario
desde 1930 ha tenido menos presidentes elegidos en el siglo (11), que el Partido
Conservador (12). Para entenderlo deberemos clasificar el rendimiento electoral para
las presidenciales del Partido Liberal en cuatro períodos:

Primero: Período de ausencia por hegemonía conservadora: Desde finales del siglo XIX y
hasta 1930 fue un partido ausente del poder presidencial, debido a la Hegemonía
Conservadora.

Segundo: Período de República liberal: Comenzó cuando llegó al poder en 1930 Enrique
Olaya Herrera, debido a que el conservatismo se presentó dividido a las elecciones, pero
también al desgaste de ese partido en el poder durante tantos años y una serie de
problemas sociales y políticos. En este período se destaca la presidencia de Alfonso
López Pumarejo (1934-1938) y su programa de modernización "La revolución en Marcha".
Tras cuatro presidencias liberales (Enrique Olaya, Alfonso López, Eduardo Santos y
Alfonso López nuevamente), termina este período con la derrota en las presidenciales, al
llegar el partido dividido a las elecciones de 1946: la ala derecha del partido, liderada por
Gabriel Turbay, y el ala izquierda, con Jorge Eliécer Gaitán al frente.

Tercero: Período de ausencia por violencia política y régimen militar: Con el asesinato en
1948 del casi seguro ganador de las siguientes elecciones presidenciales, Jorge Eliécer
Gaitán, durante la presidencia del conservador Mariano Ospina Pérez, la violencia política
se acentuó hasta el punto de que los liberales no participaron en las elecciones de 1950 y
luego vino el golpe militar de 1953, que duró hasta 1957.

Cuarto: Período de la alternancia por el Frente Nacional: A partir del pacto bipartidista y
durante 16 años, los liberales ocuparon la presidencia cada cuatro años, primero Alberto
Lleras Camargo (1958-1962) y luego Carlos Lleras Restrepo (1966-1970), pero no la
ganaron por contienda electoral libre.

Quinto: Período de predominancia liberal en la presidencia. Desde 1974, cuando acaba


el Frente Nacional, en el que la presidencia se la turnaban los dos partidos tradicionales,
el Partido Liberal ha ganado todas las elecciones presidenciales, con dos excepciones: en
1982, debido a que se presentó dividido el partido por la candidatura independiente de
Luis Carlos Galán por el Nuevo Liberalismo, y en 1998 por una alianza del conservador
Pastrana con liberales e independientes y el desgaste del anterior gobierno liberal por el
tema de la financiación ilícita de la campaña presidencial. De tal manera que de 7
presidencias, 5 han sido liberales, contrarrestando con la tendencia en el resto del siglo,
donde imperaron ligeramente los presidentes conservadores.
Cuadro IV: Presidentes Liberales de Colombia Siglo XX:

PRESIDENTE GOBIERNO ORIGEN DEL MANDO


Enrique Olaya Herrera 1930 a 1934 Elegido
Alfonso López Pumarejo 1934 a 1938 Elegido
Eduardo Santos 1938 a 1942 Elegido
Alfonso López Pumarejo 1942 a 1945, renuncia antes de cumplir su Elegido
mandato
Alberto Lleras Camargo 1945 – 1946, termina el período de Alfonso Encargado
López Pumarejo
Alberto Lleras Camargo 1958 – 1962 Elegido
Carlos Lleras Restrepo 1966 – 1970 Elegido
Alfonso López Michelsen 1974 – 1978 Elegido
Julio Cesar Turbay Ayala 1978 – 1982 Elegido
Virgilio Barco Vargas 1986 – 1990 Elegido
Cesar Gaviria Trujillo 1990 – 1994 Elegido
Ernesto Samper Pizano 1994 – 1998 Elegido
Fuente: Arizmendi Posada Ignacio; Presidentes de Colombia, 1810 – 1990. Bogotá:
Planeta Colombiana Editorial, 1989.

a.1.2 El Partido Liberal en la contienda electoral durante el periodo de elecciones


no pactadas.

La primera elección posterior al Frente Nacional en 1974 la ganó el liberal Alfonso


López Michelsen (hijo del expresidente Alfonso López Pumarejo), quien había sido un
crítico del Frente Nacional y creado un movimiento independiente (Movimiento
Revolucionario Liberal) y obtenido un importante resultado en las segundas elecciones
parlamentarias del Frente Nacional (624.863 votos), que fueron declarados nulos como
los de las otras tercerías.

Cuando López regresó al partido como candidato oficial, venció a su contrincante, el


conservador Álvaro Gómez (hijo del expresidente Laureano Gómez) por una enorme
diferencia (56% contra 31.7%), y por una aun mayor a la independiente María Eugenia
Rojas (hija del expresidente dictador Gustavo Rojas, que obtuvo menos del 10%).
Con el triunfo de Alfonso López Michelsen, en 1974, a pesar de su origen, se presentó
una especie de transición de la vieja política de familias a la nueva política de
clientelas, pues todavía dependió para las elecciones de la imagen de jefe natural del
liberalismo y a la vez se valió de las clientelas políticas regionales que estaban
tomando fuerza.

Cuadro V: Resultados del PLC en las elecciones presidenciales 1974

PRESIDENCIALES 1974
Candidato Partido Votos Porcentaje
Alfonso López Liberal 2.929.719 56.20
Total 5.212.133
Fuente: Registraduría Nacional

En la segunda elección del Frente Nacional, los liberales triunfaron nuevamente frente
a los conservadores, aunque la diferencia fue mucho menor (49,5 contra 46,6). Se
considera que a partir del triunfo de Julio Cesar Turbay Ayala comenzó una nueva
etapa de la política liberal y nacional, pues llegó a la presidencia sin ser jefe natural,
ascendiendo lentamente los escalones de la política nacional, gracias a su magistral y
paciente manejo de la maquinaria clientelista, la cual estaba reemplazando a las
jefaturas naturales ante el debilitamiento de los lazos ciudadanos con los partidos
ocurrida durante el Frente Nacional.

Cuadro VI: Resultados del PLC en las elecciones presidenciales 1978

PRESIDENCIALES 1978
Candidato Partido Votos Porcentaje
Julio César Turbay Liberal 2.503.681 49.50
Total 5.075.719
Fuente: Registraduría Nacional

El siguiente gobierno fue conservador, a pesar de que la mayoría de los votos los
obtuvieron los liberales (más del 50%), puesto que estos presentaron divididos en
dos candidaturas: López Michelsen (para ese momento expresidente y oficialista) y
Luis Carlos Galán (el nuevo disidente liberal).

Cuadro VII: Resultados del PLC en las elecciones presidenciales 1982

PRESIDENCIALES 1982
Candidato Partido Votos Porcentaje
Alfonso López Liberal 2.797.627 41.00
Luis Carlos Galán Liberal 745.738 11.00
Total 6.840.392
Fuente: Registraduría Nacional

Para el siguiente período electoral hubo que imponer un jefe natural en las elecciones
de 1986, para dar una apariencia de unidad en las elecciones. Así como con Turbay
había terminado el llamado sistema de la fila india para la elección presidencial, en
1985 se desató una guerra entre los caciques regionales, que se consideraban con
igual derecho a la presidencia, y fue necesario que un grupo de "notables" eligiera a
Virgilio Barco como candidato y lo hiciera aceptar lentamente por los distintos grupos,
para "conservar la ficción de un Partido Liberal unido, con cobertura nacional" La
victoria liberal fue aplastante (58.3% contra 35.8% de los conservadores).

Cuadro VIII: Resultados del PLC en las elecciones presidenciales 1986


PRESIDENCIALES 1986
Candidato Partido Votos Porcentaje
Virgilio Barco Liberal 4.215.510 58.30
Total 7.229.937
Fuente: Registraduría Nacional

En la última década, de las tres elecciones presidenciales que hubo, el Partido Liberal
salió triunfador en las dos primeras, 1990, 1994, mientras que fue derrotado en 1998
por el conservador Pastrana, aliado con algunos liberales e independientes. Para la
elección de 1990 seguramente el presidente hubiera sido Luis Carlos Galán, quien
había creado un nuevo Partido Liberal (Nuevo Liberalismo) para regresar triunfante al
liberalismo oficial años después, a pesar de haberle significado su división la derrota
de los liberales en la presidencia ocho años atrás. Su asesinato catapultó a Cesar
Gaviria, uno de sus seguidores, como candidato oficial, luego de ser nominado por el
hijo adolescente de Galán durante el funeral. El turno para tal candidatura hubiera sido
para Ernesto Samper, pero el mencionado señalamiento y el hábil manejo político de
Gaviria le hicieron perder la consulta a Samper (primarias), quien debió esperar cuatro
años más. El éxito que tuvo Gaviria en la consulta se repitió en las elecciones, pues
ganó con el 47,80% obtuvo 2.891.808 votos, aunque le ayudó el hecho de que el
Partido Conservador se presentara dividido.

Cuadro IX: Resultados del PLC en las elecciones presidenciales 1990

PRESIDENCIALES 1990
Candidato Partido Votos Porcentaje
César Gaviria Liberal 2.891.808 47.80
Total 6.047.576
Fuente: Registraduría Nacional

Ya instaurado tras la Constitución de 1991 el sistema de segunda vuelta presidencial,


Ernesto Samper se presentó como candidato del Partido Liberal en 1994, obteniendo
en la primera vuelta el 45.1% de los votos, mientras que en la segunda vuelta alcanzó
el 50.41% de los votos, lo que le erigió como presidente de la República. Se trató sin
embargo casi de un empate, pues la diferencia con su opositor conservador, Andrés
Pastrana no fue grande en la segunda vuelta, ya que este obtuvo un 48.15% de los
votos. Luego se descubrió el ingreso de dineros del narcotráfico a la campaña de
Samper, pero nunca se le pudo demostrar responsabilidad o conocimiento del hecho al
Presidente, que fue absuelto por su juez natural, la cámara de representantes (cámara
baja), no siendo posible jurídicamente declarar inválida la elección según las normas
vigentes y Samper pudo así gobernar hasta el fin de su mandato legal, aunque
asediado por sus críticos.

PRESIDENCIALES 1994
PRIMERA VUELTA
Candidato Partido Votos Porcentaje
Ernesto Samper Liberal 2.623.210 45.10
Total 5.821.331
PRESIDENCIALES 1994
SEGUNDA VUELTA
Ernesto Samper Liberal 3.733.336 50.27
Total 7.427.742
Fuente: REGISTRADURIA NACIONAL

En las elecciones presidenciales de 1998, en la primera vuelta, a pesar del desgaste


del Partido Liberal por el asediado gobierno de Samper, el candidato liberal Horacio
Serpa, el más firme aliado del presidente Samper como Ministro del Interior durante su
difícil gobierno, obtuvo el triunfo, con 3.696.344 votos, mucho más que Samper en su
momento. Noemí Sanín, una conservadora independizada del partido obtuvo
2.845.750 votos, lo que resultaba asombroso tratándose de una tercera fuerza. La idea
antipartidaria era tan fuerte, que el propio excandidato conservador Pastrana se
presentó como representante de varios partidos, uno de ellos una alianza denominada
"Por el Cambio", aunque no renegó abiertamente del Partido Conservador, pues se
sometió a consulta compitiendo con su ahora ministro de hacienda. Sus votos fueron
ligeramente inferiores a los del Partido Liberal en esa primera vuelta, 3.653.048, pero
en la segunda vuelta, aunque Serpa aumentó su apoyo, pues alcanzó 5.658.518 votos,
de un total de 12.274.923, perdió ante Pastrana, quien logró 6.114.742 votos, una gran
diferencia dado el empate técnico entre los mismos cuatro años atrás. Fue la primera
derrota del liberalismo en las presidenciales desde 1982, pero no se debió a una
disminución del caudal electoral sino a un hecho particular, el ingreso de dineros del
narcotráfico en la campaña presidencial anterior y la lucha política que se dio por este
motivo entre el candidato conservador derrotado en las elecciones y un gobierno que
se resistió a renunciar ante esta presión.

Cuadro XI: Resultados del PLC en las elecciones presidenciales

1998
PRIMERA VUELTA
Candidato Partido Votos Porcentaje
Horacio Serpa Liberal 3.696.344 34.38
Total 10.751.465
1998
SEGUNDA VUELTA
Horacio Serpa Liberal 5.658.518 45.97
Total 12.310. 107
Fuente: Registraduría Nacional

Ante la derrota electoral después de tres gobiernos liberales, el Partido Liberal entró en
un proceso de transformación interna, en el que al mismo tiempo se busca una
reestructuración del partido en su cara burocrática y reunificar a sus principales líderes
en torno a una candidatura única para el 2002. Es de preveer que si logran esa
unidad y el actual gobierno conservador mantiene sus altos índices de imagen
negativa los liberales puedan nuevamente tener la presidencia, incluso sin necesidad
de transformaciones reales en la cara burocrática. Pero también puede suceder que la
conservadora Noemí Sanín, dentro o fuera del partido, arrastre a los decepcionados.
Todo dependerá del curso que tenga el proceso de paz y el ritmo de recuperación de
la economía.

a.2. El partido Liberal en las elecciones legislativas

Al igual que en lo referente a los comicios presidenciales, la medición de los resultados


electorales resulta interesante solo a partir de la finalización del Frente Nacional, y al
igual que en las presidenciales hay una predominancia del partido en todas las
elecciones para Congreso.

Cuadro XII: Elecciones Para Senado a partir del Final Del Frente Nacional.
1974 1998. Partido Liberal

AÑOS CURULES VOTOS TOTAL CURULES TOTAL VOTOS


1974 66 2.840.315 112 5.094.552
1978 62 2.297.534 112 4.159.846
1982 63 3.149.716 114 5.567.198
1986 64* 3.835.956 114 6.842.834
1990 66 4.470.853 114 7.626.903
1991 56 2.489.647 100 4.861.640
1994 56 2.648.731 100 4.978.276
1998 48 3.933.466 100 8.320.820
Fuente: Registraduría Nacional *En 1986, las listas oficiales del Partido Liberal
obtuvieron 58 curules, más 6 del nuevo liberalismo. Fuente : Gutiérrez, Francisco.
“Rescate Por Un Elefante. Congreso, Sistema Y Reforma Política” En Bejarano Ana
María (Compilador), Dávila Andrés (Compilador), “Elecciones Y Democracia En
Colombia, 1997 - 1998”. Bogotá, 1998: 232.

Cuadro XIII: Elecciones para Cámara de Representantes desde el Frente


Nacional 1974-1998. Partido Liberal

AÑO CURULES VOTOS TOTAL CURULES TOTAL VOTOS


1974 113 2.835.245 199 5.088.888
1978 111 2.302.230 199
4.171.075
1982 115 3.141.426 199 5.573.489
1986 105 3.746.534 199 6.884.928
1990 119 4.500.985 199 7.602.393
1991 87 2.425.304 161 4.789.744
1994 88 2.621.201 161 4.966.249
1998 87 4.189.260 161 8.482.944

Fuente : Gutiérrez, Francisco. “Rescate Por Un Elefante. Congreso, Sistema Y


Reforma Política” En Bejarano Ana María (Compilador), Dávila Andrés (Compilador),
“Elecciones Y Democracia En Colombia, 1997 - 1998”.

a.3. El Partido en la Asamblea Nacional Constituyente.

La elección en la que teóricamente el partido obtuvo un menor rendimiento fue la de la


Asamblea Nacional Constituyente en 1991. Debe tenerse en cuenta sin embargo que
la votación fue inferior a la de las legislativas anteriores (con lo cual la revocatoria del
mandato de los congresistas fue objetivamente ilegítima aunque a casi todo el mundo
le pareció aceptable esa medida mientras los constituyentes no se pudieran lanzar
luego como candidatos en la primera elección). Además, se trataba de una elección
con mucha propaganda antipartidista. De cualquier forma, y aún sumando los votos de
los conservadores que se presentaron por separado, el Partido Liberal fue mayoritario
y sus votos decisivos en casi todas los temas.

Cuadro XIV: Listas y Constituyentes Elegidos a la Asamblea Nacional


Constituyente
Numero de Constituyentes. Partido Liberal

Número Elegido Elegido


Partidos/ Porcentaje en la
de Listas por por Total Elegido
Movimientos Asamblea
Elegidas Cociente residuo
Liberal 20 9 16 25 35,7%
Fuente : Gilhodes Pierre (et.al.), Modernidad, Democracia y Partidos Políticos, FIDEC,
FESCOL, 1993.

a.4. El Partido en las Elecciones Departamentales y Municipales.

En cuanto a gobernaciones el Partido Liberal se ha mantenido, a pesar de que el


bipartidismo en su conjunto se ha debilitado.
Cuadro XV: Gobernaciones Obtenidas Partido Liberal
1991 – 2000

Años Liberal
1991 18
1994 22
1997 19
2000 19
Fuente : Registraduría Nacional Del Estado Civil

En lo referente a las alcaldías, la diferencia no ha sido tanta como en el caso de las


gobernaciones, aunque la mayoría sigue siendo liberal y es abrumadora en el caso de
las regiones como la Atlántica y Orinoquía (66% en promedio) e incluso en la
Occidente (44.2%). Curiosamente en los municipios inferiores a 5 mil habitantes el
partido no fue mayoritario (36.6% contra un 46.8 del Partido Conservador). En las
elecciones de 1997 además aumentó el abstencionismo, debido en parte a los factores
de violencia, pero eso no afectó porcentualmente a los liberales demasiado. En las del
2000 se mantuvo el porcentaje en términos similares.

Cuadro XVI: Alcaldías a Nivel Nacional PLC

1988 1990 1992 1994 1997


Años
Partido
Liberal 45,39% 56,12% 40,48% 51,08% 44,82%
Fuente : Bejarano Ana María (Compilador), Dávila Andrés (Compilador), “ Elecciones Y
Democracia En Colombia, 1997 - 1998”. Fundación Social. Departamento De Ciencia
Política De La Universidad De Los Andes. Veeduría Ciudadana A La Elección
Presidencial, Bogotá, 1998, Página 114.

Resulta interesante también ver en que regiones hay predominancia del


Partido Liberal para alcaldías. Nótese que la Costa Atlántica es su principal
bastión, ya que la Orinoquía no es una región muy habitada. La tendencia se
mantuvo en el 2000, pero aun están sin procesar los datos.

Cuadro XVII. Porcentaje de Alcaldías obtenidas por pl Partido Liberal a nivel


nacional por regiones.

1988 1990 1992 1994 1997


Año
Región
Atlántica 66.9% 78.1% 55.5% 67.3% 62.2%
Occidente 44.0% 50.5% 36.1% 45.4% 44.8%
Centro Oriente 33.0% 40.1% 32.4% 41.0% 36.4%
Orinoquía 66.6% 74.1% 56.9% 66.6% 66.1%
Amazonía 45.8% 83.3% 48.1% 40.0%
Fuente : Bejarano Ana María (Compilador), Dávila Andrés (Compilador),
“ Elecciones y Democracia en Colombia, 1997 - 1998”. Fundación Social.
Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Los Andes. Veeduría
Ciudadana A La Elección Presidencial, Bogotá, 1998, Página 114.

a.5. El Partido en la capital

Mención particular requiere el Distrito Especial de Bogotá, en el que se


mantienen las mayorías liberales en el Concejo, pero los candidatos liberales
evitan ser identificados con el partido. Por ejemplo el candidato liberal Enrique
Peñalosa perdió contra el independiente Antanas Mockus en 1994, así que decidió
presentarse como independiente en 1997 y triunfó. María Emma Mejía, Directora
fundadora del Instituto de Pensamiento Liberal y excandidata a la vicepresidencia
por el partido tampoco se atrevió a presentarse como liberal para la elección del
2000. Se presentó como independiente, y fue vencida por el exalcalde Antanas
Mockus, a pesar de que este había renunciado a la alcaldía anterior para lanzarse
como candidato presidencial. Es un hecho irrebatible que Bogotá solo acepta
candidatos no vinculados a los partidos, y en tal medida es ya ese un espacio
vedado al Partido Liberal.

a.5.1. El Partido en la Alcaldía de Bogotá


CUADRO VXII: Votación por candidatos a la Alcaldía según Partidos de Bogotá
1988 - 1997.
Candidatos Año 1988 Total De
Votos*
Partido Partido Otros
Liberal Conservador
Andrés Pastrana 328.657
Juan Martín Caicedo 240.458
Carlos Ossa Escobar 218.724
María Eugenia Rojas 102.525
943.990
Año 1990
Partido Partido Otros
Liberal Conservador
Juan Martín Caicedo 597.295
Hernán Vallejo Mejía 206.959
Carlos Pizarro 70.901
915.406
Año 1992
Partido Partido ConservadorOtros
Liberal
Jaime Castro Castro 312.803
Juan Diego Jaramillo 107.186
582.749
Año 1994
Partido Partido Otros
Liberal Conservador
Antanas Mockus 492.389
Enrique Peñalosa 229.835
Carlos Moreno De Caro 20.455
787.874
Año 1997
Partido Partido Otros
Liberal Conservador
Enrique Peñalosa 619.086
Carlos Moreno De Caro 397.147
Antonio Galán 61.828
Juan Carlos Flórez 38.662
1.318.661
Año 2000
Partido Partido Otros
Liberal Conservador
Antanas Mockus 681.017
Maria Emma Mejía 536.989
Claudia de Castellanos 175.855
William Vinasco Ch. 63.238
Jaime Jaramillo 46.834
1.503.933
Fuente : Registraduría Distrital
 Total De Votos Incluyendo Votos En Blanco Y Nulos
 Se incluyen todos los partidos en este cuadro para mostrar el descenso del
bipartidismo.
 No se incluye la votación de la elección del 2000, donde Antanas Mockus venció
sobradamente a María Emma Mejía, quien se presentó como independiente siendo
Liberal.

a.5.2 El Partido en el Concejo.

Nótese la preeminencia Liberal en el Concejo en la penúltima elección, la cual se


mantiene en el actual Concejo aunque no se aporta el dato.

Cuadro XIX: Votación para el Concejo de Bogotá Partido Lliberal 1997

Año Total Concejales Elegidos del Partido Votación


Obtenida
*
1988 20 9
1990 20 11 378.576
1992 28 15 203.057
1994 34 18 213.133
1997 40 19 204.886
2000 11 395.361

Fuente : Querubín, Cristina; Sánchez, María Fernanda; Kure, Ileana “ Dinámica De


Las Elecciones Populares De Alcaldes, 1988-1997” En Bejarano, Ana María
(Compilador), Dávila, Andrés (Compilador), “ Elecciones Y Democracia En Colombia,
1997 - 1998”.

a.5.3. EL Partido en las Juntas Administradoras Locales.

El Partido Liberal también tiene preeminencia en las Juntas Adminitradoras


Locales de Bogotá, aunque debe reconocerse que otorgan los avales para tal
elección de una forma indiscriminada.

Cuadro XX. Número de curules obtenidas para Juntas Administradoras Locales


(JAL) en Bogotá - Partido Liberal

1992 1994 1997 2000


Año Localidad
USAQUÉN 3 7 5 5
CHAPINERO 1 4 3 2
SANTAFÉ 2 3 1 2
SAN 4 4 5 3
CRISTÓBAL
USME 2 4 5 4
TUNJUELITO 3 5 4 3
BOSA 1 5 3 2
KENNEDY 3 6 6 3
FONTIBÓN 5 6 3 4
ENGATIVÁ 3 6 5 5
SUBA 3 5 2 2
BARRIOS 3 3 3 3
TEUSAQUILLO 3 3 3 1
MÁRTIRES 4 3 4 4
ANTONIO 4 6 3 3
NARIÑO
PUENTE 4 7 6 4
ARANDA
CANDELARIA 2 5 2 3
RAFAEL URIBE 4 6 7 4
CIUDAD 5 9 9 8
SUMAPAZ 4 4 4 3
Elaboración propia. Hay que tener en cuenta que el No. total de ediles a elegir en
cada localidad es el siguiente: Usaquén 11, , Chapinero 7, Santafé 7, San
Cristóbal 11, Usme 9, Tunjuelito 9, Bosa 9, Kennedy 11, Fontibón 11, Engativá 11,
Suba 11, Barrios Unidos 9, Teusaquillo 9, Los Mártires 7, Antonio Nariño 7, Puente
Aranda 11, La Candelaria 7, Rafael Uribe 11, Ciudad Bolívar 11 y Sumapaz 7.

Observese en las últimas elecciones el absurdo de listas presentadas por el


partido para tan pocos votos. En la distribución por votos según listas presentadas
el índice de rendimiento por lista es muy bajo.

Usaquén 133 72.271 52 27.155 5


(11)
Chapinero 66 34.499 22 11.076
(6) 2

Kennedy 176 113.051 66 40.678 3


(11)

Engativa 183 125.509 83 55.657 4


(11)

Teusaquillo( 94 49.003 39 15.582 2


9)

Puente
95 60.523 32 20.902 4
Aranda (11)
Localidad y
ediles
asignados Listas Votos Escaños
Total listas Total votos
() liberal liberales liberales

San 96 21.936 38 21.936 3


Cristóbal
(11)
Usme (9) 72 39.462 35 19.525 4

Tunjuelito 78 36.431 39 15.095 3


(9)

Bosa (9) 92 54.172 29 10.922 2

Fontibon (9) 79 48.638 25 16.723 4


Santa fe (7) 74 21.462 27 6.015 1

b. El Partido como Organización de Gobierno.

Desde 1849 hasta el año de 1885 el Partido Liberal se mantuvo en el poder, en lo que
se conoce como el Olimpo radical. En esta época, uno de los puntos centrales de
disputa entre el Partido Liberal y el conservador fue el problema religioso, que se
expresó en ocho guerras civiles, y decenas de revueltas regionales. La división liberal
comenzó luego de la guerra de 1876-77, cuando el partido se dividió entre radicales e
independientes con Rafael Nuñez. El Partido Conservador también se dividió entre
nacionales, favorables a Núñez e históricos, opuestos a cualquier alianza
suprapartidista. Finalmente durante el gobierno de Núñez de 1884, el radicalismo
liberal se lanzó a la revolución de 1885 para recuperar el poder, y el Partido
Conservador decidió apoyar al presidente y formó junto con él, el Partido Nacional, que
daría origen a la Regeneración.

Luego de más de 50 años de gobiernos conservadores, el Partido Liberal recuperó el


poder, gracias a la división conservadora en las elecciones de 1930, lo que posibilitó la
elección del Enrique Olaya Herrera (1930-1934), quien se postuló como candidato de
la concentración nacional. Con el retorno al poder en 1930, el Partido Liberal comenzó
otra etapa fundamental en términos ideológicos, la llamada República Liberal. Se
reivindicaba la ampliación del intervencionismo de Estado en el sentido de que éste no
solo debía garantizar la igualdad de los hombres ante la ley, sino también procurar la
creación de un nuevo orden donde la libertad de acción no significase la creación de
privilegios en contra de la comunidad. Para ello, se consideraba necesario controlar
las iniciativas individuales en aras del bien general, procurando hacer digna la vida de
los ciudadanos. Además se planteaba la necesidad de intentar establecer un equilibrio
entre el individuo y la empresa mediante la protección legal del trabajo. A éste se le
consideraba la fuente primordial para la adquisición de la propiedad, que ante todo
debía tener una función social. Destaca en este período liberal el gobierno de Alfonso
López Pumarejo 1930-1934), conocido como “la Revolución en Marcha”, en el que se
realizaron importantes reformas inspiradas en el ideario del partido: aumentó de los
poderes del estado en asuntos económicos, la libertad de conciencia y de enseñanza,
secularización de la educación pública y restablecimiento del sufragio universal
masculino.

La reforma constitucional de 1936 supuso la consagración normativa de los cambios


que se proponían, pero el partido pronto se dividió y López debió desistir de su
revolución burguesa en muchos aspectos. Así, para las elecciones de 1938, el Partido
Liberal dividido en el ala de izquierda y el ala de derecha, se vio envuelto en la lucha
por el control de la maquinaria electoral. La izquierda liberal se basó en las asambleas,
convenciones juveniles y grupos de acción a nivel local. El ala derechista se
fundamentó en el tradicional caciquismo rural. El triunfo de Santos, al retirarse
Echandía, marcó el fin de este intento de cambio orientado y en expansión, y dio
comienzo a la etapa de retraimiento, pues Santos era el hombre adecuado para utilizar
el lenguaje progresista y obstaculizar al mismo tiempo los cambios. Paradójicamente
López en su segunda presidencia siguió más esta línea ideológica, que la inaugurada
por él años atrás.

Desde 1933, el movimiento gaitanista, denominado Unión Nacional de Izquierda


Revolucionaria (UNIR), venía oponiéndose al concepto formalista de la igualdad del
liberalismo clásico y a la poca contundencia de las reformas liberales. Así, cuando el
fracaso del reformismo lopista se hizo evidente, Gaitán tomó el relevo ideológico del
pensamiento progresista y movilizó a las clases bajas, pero ya no como destinatarias
de las decisiones de una élite concientizada, sino como actor colectivo y amorfo, más
situadas en la lógica de la lucha de clases, que en la tradicional adscripción familiar o
regional a un partido político. Gaitán dividió el partido, lo que supuso la derrota liberal
de 1946, para volver luego como su líder, pero su proyecto político terminó con su
asesinato en 1948. El período de "La Violencia" marcó una época de tremendo
enfrentamiento entre los dos partidos, pero los tratadistas insisten en que no se trató
de un conflicto ideológico, sino de intransigentes subculturas políticas..

Después del período de violencia bipartidista y de la dictadura militar se estableció el


Frente Nacional, y Alberto Lleras, que había asumido la presidencia en 1945, por la
renuncia de López, se constituyó en el gestor y primer presidente en 1958 del Frente
Nacional. Su gobierno fue moderado, como lo exigía el pacto frentenacionalista,
mientras que el de Carlos Lleras, el segundo liberal en turno para el Frente Nacional
(1966-1970), logró aprobar una reforma constitucional en 1968, que le confirió al
presidente muchas posibilidades de legislar, recuperándose parte de la gobernabilidad
perdida, pero contribuyendo al mismo tiempo a desprestigiar al Congreso, cuyos
miembros recibieron a cambio los famosos "auxilios parlamentarios".

Alfonso López (1974-1978), fue el primer presidente elegido libremente desde 1946.
Propuso la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente, la cual nunca se
reunió, al ser declarada inconstitucional por la Corte Suprema de Justicia y denunciada
como no representativa por los partidos minoritarios, a los que se les excluyó de
participar en la misma. A pesar de haber iniciado su mandato con políticas favorables a
los trabajadores, el Paro Cívico Nacional de 1977 demostró el grado de insatisfacción
que producía la continuación real del Frente Nacional superada la fecha de su
terminación formal y la respuesta represiva a las movilizaciones evidenció que aquella
seguiría siendo la respuesta oficial a las exigencias de modernización política.

El siguiente gobierno llevó a su máxima expresión la actitud de intransigencia política,


cuando el presidente Julio César Turbay (1978-1982) decretó el Estatuto de Seguridad
Nacional, que supuso el aumento del poder de las Fuerzas Armadas, pero que
paralelamente tuvo como resultado el fortalecimiento militar y político de la guerrilla y el
incremento de la violencia criminal. Ante el fracaso de la política represiva y tras el
arreglo pacífico de la toma de la Embajada de la República Dominicana por el
Movimiento 19 de Abril, el gobierno intentó responder a la presión nacional e
internacional mediante la proposición de una tímida, limitada y condicional amnistía
política, que no condujo a ningún resultado positivo. Igualmente la reforma
constitucional promovida por el gobierno fue declarada inconstitucional por la Corte
Suprema de Justicia.

Durante el gobierno del Presidente Liberal Virgilio Barco (1986-1990), el deterioro de la


situación política y social alcanzó niveles desconocidos hasta entonces. Para enfrentar
la crisis política, el gobierno lanzó un ambicioso Plan Nacional de Rehabilitación, pero
además dio un paso significativo en el desmonte del Frente Nacional al reemplazar la
práctica de la repartición burocrática equitativa por el llamado Esquema
gobierno-oposición (fue el primer gobierno después del Frente Nacional que tuvo un
gobierno con ministros exclusivamente liberales). A una primera actitud de
intransigencia respecto al diálogo con la guerrilla siguió una actitud más conciliadora;
pero el enfrentamiento frontal con el narcotráfico, sobre todo tras el asesinato del
candidato liberal Luis Carlos Galán, sumado a los problemas propios de la crisis de
legitimidad, llevó al país a un grado tal de descomposición social y desorden político,
que para el gobierno fue convirtiéndose en una meta obsesiva promover una reforma
estructural de las instituciones, lo que contradecía su posición inicial al respecto.

Fue especialmente importante la lucha contra el narcotráfico que se declaró


abiertamente después del asesinato de Galán, y supuso una escalada terrorista con
bombas en las principales ciudades y el asesinato sistemático de policías, personajes
políticos, periodistas, etc. Es de señalar que los procesos de paz con los movimientos
guerrilleros M19, Quintín Lame, EPL (Ejército Popular de Liberación) y PRT (Partido
Revolucionario de Trabajadores) se iniciaron en este gobierno.

Cesar Gaviria (1990-1994), pretendió, a través de su plan de desarrollo (La Revolución


Pacífica) hacer una reforma en la organización del estado y una reorientación en el
modelo económico. Adelantó profundas reformas en el estado, con la llamada apertura
económica y comercial que pretendía internacionalizar al país y motivar el crecimiento
hacia fuera de la economía. En el nuevo modelo de desarrollo se pretendió generar las
condiciones necesarias al mercado para que éste fuera el motor de la economía. En
lugar de la promoción indiscriminada de la oferta, por parte del sector público, se
fortalecieron los subsidios a la demanda y la descentralización. También durante su
gobierno se hizo la paz con algunos grupos guerrilleros, se promulgó la Constitución
de 1991, y se intentó poner en marcha la nueva estructura del Estado que esta
planteaba, lo cual supuso grandes cambios en lo referente a la participación política, la
administración de Justicia, el orden público, las relaciones con las iglesias.

El gobierno de Ernesto Samper (1994-1998) fue el más controvertido de todos los


gobierno liberales desde el fin del Frente Nacional. Por un lado el desequilibrio
económico causado por la apertura desarrollada por su antecesor y los grandes gastos
que supuso la nueva Constitución, contradijeron su voluntad de "ponerle corazón a la
apertura", concepto que era visto por muchos sectores como un retroceso hacia el
estado burocrático populista. Pero lo que definitivamente desequilibró su mandato y
terminó de perjudicar la economía nacional, fue la denuncia por parte de su
contrincante Pastrana, de que la campaña política había recibido dineros del
narcotráfico. Si bien se pudo demostrar tal ingreso, nunca se pudo probar al presidente
del conocimiento del mismo, ni se logró hacer que renunciara, a pesar de que la
oposición a su gobierno fue implacable. En medio de ello y de una gran escalada
guerrillera, Samper puso en marcha planes de apoyo social como la "Red de
Solidaridad Social", abrió el abanico de las relaciones internacionales (Estados Unidos
también quería su renuncia), convocó la Comisión para el Estudio de la Reforma de los
Partidos Políticos, fomentó la descentralización en torno al Ministerio del Interior (antes
de gobierno) y enfrentó como pudo la crisis económica que se fue ahondando desde
su mandato hasta el presente (aunque su origen tiene que ver con la apertura del
gobierno anterior y el crecimiento del Estado con la Constitución de 1991).
c. El Partido en la legislatura y los departamentos.

Tratándose del partido mayoritario, si estuvieran organizados los liberales podrían


hacer del Congreso el cuartel general del partido y cumplir así ese cometido de
transmisión de contenidos políticos al Estado, que según Von Beyme legitima los
partidos ante una auténtica representación. También podría pensarse que habiendo
mayorías liberales en el Congreso los presidentes liberales no tienen problemas en
hacer aprobar sus proyectos. Pero lo cierto es que no tratándose de un partido
disciplinado los presidentes liberales también deben recurrir permanentemente a la
negociación con los congresistas individuales para tratar de hacer aprobar sus
proyectos de ley o de reforma constitucional. Sin embargo, en momentos críticos
funciona la llamada "aplanadora liberal" en el congreso, refiriéndose al hecho de que
cuando los liberales congresistas se ponen mayoritariamente de acuerdo respecto de
algún tema lo aprueban a "pupitrazo" (golpe seco contra la mesa en señal de
aprobación) sin mayores discusiones y sin que nadie pueda oponérsele, y se
convierten así en una dictadura parlamentaria ad hoc.

Pero la dinámica tradicional de funcionamiento del congreso está lejos de esa imagen,
debido a la gran independencia que tienen los congresistas respecto del partido. Existe
por supuesto una Junta de Parlamentarios Liberales, que se reúne para debatir
posiciones comunes y en algunas oportunidades escuchan la opinión del director del
partido o de los expresidentes. Sin embargo, al momento de votar no hay una
coincidencia con la aparente unanimidad de muchas de esas reuniones. Como
finalmente los congresistas utilizan la "franquicia" del partido a cambio solo de apoyo
durante las presidenciales (y a veces no apoyan al propio candidato del partido), no
dependen para nada del partido, ni como gobierno, ni como legislativo ni como
burocracia, y ni siquiera como simpatizantes. Esto porque ellos tienen sus electores y
se financian las campañas sin ayuda del partido, siendo la regla general el
personalismo. Quienes votan para congreso no lo hacen por el partido sino por el
personaje, a quien reconocen como defensor de su región, su raza, su oficio, o que
bien porque le ofrece una serie de ventajas a través de su maquinaria electoral
(puestos, becas, servicios privilegiados en entidades estatales, etc.). Por ello, a pesar
de que la Constitución de 1991 creó la circunscripción nacional para el Senado, ésta
siguió siendo regional, de modo que se puede concentrar el 90% de los votos en un
solo departamento, y de hecho en las listas elegidas en 1998 hubo un promedio de
concentración del voto de 67.41%.

En el Legislativo el desempeño del partido es pobre, por cuanto los congresistas que
están interesados en crear algún beneficio, éste está dirigido básicamente a las
regiones donde están sus electores. Por otra parte su voto es frecuentemente
negociado con el ejecutivo a cambio de puestos para sus correligionarios en los
distintos niveles de la administración central u otras dádivas. La Constitución de 1991
prohibió que se nombraran ministros a los congresistas para evitar este negociado,
pero muchos de los entrevistados insisten en que esa es la figura dominante, y que
todo presidente tiene por lo menos un lopista en el Congreso para afinar los acuerdos
y que muchas veces este es el propio Ministro del Interior o de la cartera referente al
proyecto en cuestión. Existen por supuesto congresistas estrellas en el Partido Liberal
(y en los otros) que producen y promueven proyectos de ley importantes y buscan
estar en las comisiones de las cámaras para trabajar por ellos, pero lo hacen más a
título personal que como representantes del mismo.

En síntesis, el partido en el legislativo actúa como es, fragmentariamente, aunque en


ocasiones se unifica en torno a un personaje o una cuestión, por lo cual es muy difícil
definir su rendimiento en un período determinado, y habría que recurrir más bien a la
sumatoria de proyectos individuales para determinar el conjunto y tratar de
diferenciarlo del de otro partido.

Tanto gobernadores, como alcaldes, diputados y concejales, actúan sin


sujeción al partido, en términos generales. Normalmente pactan su decisiones en
acuerdos interpartidistas complejos, pero algunas veces obedecen las directrices
de sus jefes políticos en la pirámide (ver coalición dominante).

d. El partido como organización burocrática.

d.1 La organización del Partido. Estructura formal.

El Partido Liberal colombiano está organizado de acuerdo a unos estatutos que se


dicta a sí mismo, y los cuales rigen al partido desde 1987. Los órganos directivos del
partido tienen un orden jerárquico y están compuestos por: la convención nacional, la
dirección nacional, la comisión política central, los directores adjuntos, la secretaría
general, la tesorería general, las convenciones departamentales y distritales, las
asambleas municipales, los directorios departamentales y distritales y los directorios
municipales.

La Convención Nacional está integrada por expresidentes de la República, la dirección


liberal nacional, la Comisión política central, senadores y representantes en ejercicio,
el secretario general, el tesorero general, exministros de estado, exmiembros de la
dirección liberal nacional, diputados en ejercicio, delegados de las convenciones
departamentales y distritales, directores de diarios liberales, directores de cadenas
radiales y televisivas afiliados al partido, mujeres afiliadas, representantes de las
conferencias sindicales, asociaciones de empleadores, representantes universitarios y
representantes de organizaciones de campesinos. Existen también convenciones
departamentales y direcciones departamentales y municipales en los estatutos, pero
rara vez se hacen las primeras, y las segundas son muy pocas y con escasos
recursos.
Este año comenzará a regir un nuevo estatuto, producto de la Constituyente
Liberal, si es refrendado por el voto del "constituyente originario del Partido".". En
el ya se habla de Congreso Nacional del Partido, en lugar de Convención y se
plantean derechos fundamentales de los miembros y normas de democracia
interna. Se sigue manteniendo en el mismo la figura del director único, elegido por
el congreso del partido si este no desea una dirección colegiada, caso en el cual
deberá elegirse una dirección adjunta. De hecho así sucede hoy en día. El director
nombrado por convención renunció (Horacio Serpa), pero sigue manejando el
partido a través de la dirección adjunta (de congresistas) nombrada por él.

En la realidad del partido la Convención del partido ha comenzado siempre


por desconocer los estatutos para permitir la negociación sin cortapizas y luego se
toman las decisiones según las fuerzas políticas. Por aclamación se elige un
director, y normalmente este es quien toma todas las decisiones en la burocracia
del partido, negociando con los parlamentarios que dominan las convenciones y
desde 1978 dominan el partido al haber modificado sus estatutos exigiendo para
todos los cargos la calidad de parlamentario.

Cuadro XXII. Características de la estructura


interna del PLC
Tipo de Relaciones entre los órganos internos Hay subordinación de todos respecto de
la Dirección General.
Organos según ámbito territorial Direcciones Departamentales y
Municipales (oficiales e informales)
Convención Nacional
Dirección Nacional (director)
Dirección Adjunta
Comisión Política Central

Tipo de Estructura Piramidal- personalista-parlamentarista.


Estabilidad de la estructura Vario en 1963. Ultima variación en 1978,
y posible variación con los nuevos
estatutos.
.
d.2 Los que mandan. Dirigentes y coalición dominante.

Los que mandan en el Partido Liberal son los congresistas, y especialmente los
senadores. Se puede constituir una Comisión Política Central que transmita la voluntad
de los congresistas a la Dirección Nacional, pero no siempre existe (en este momento
no la hay), y de todos modos el poder lo ejercen directamente los congresistas a través
de la Junta de Parlamentarios Liberales, que se reúne cuando quieren en el recinto del
Congreso y transmiten sus decisiones al Director Nacional o a la Dirección Nacional.

El Director Nacional normalmente es el personaje con más poder en el partido y tiene


mucha incidencia en las decisiones, pero eso varía de acuerdo a las circunstancias.
Por ejemplo Horacio Serpa, el pasado candidato a las elecciones presidenciales, dejó
el cargo para facilitar el proceso de la Constituyente Liberal, nombrando en su
reemplazo unos directores adjuntos, todos congresistas, cuyo presidente es un
importante Senador del partido, Luis Guillermo Vélez. A pesar de no tener cargo
Horacio Serpa en el partido, sus decisiones tienen mucho peso, pues más del 80% de
los congresistas liberales lo respaldan y públicamente sigue siendo la cabeza visible
del partido.

También son los congresistas los que dominan las convenciones, a las que se llegan
con prácticamente todas las decisiones tomadas en reuniones previas. No obstante,
algunos temas se salen de las manos, y los miembros no parlamentarios de la
convención logran imponer en ocasiones sus propuestas, aun con oposición de los
congresistas. Tal cosa sucedió en la convención ordinaria de 1995, en la que logró
evitarse la derogación del código de ética, que suponía la expulsión del partido de
miembros condenados por algún delito, y efectivamente muchos congresistas, algunos
de ellos "vacas sagradas" del partido fueron expulsados por este motivo.

Los congresistas representan los poderes regionales de los partidos, son la cabeza de
una especie de partido independiente, con una bien estructurada red de influencia
electoral en los departamentos y los municipios. La mayoría de los miembros de los
concejos municipales y asambleas departamentales dependen de estos jefes políticos,
y algunos representantes a la cámara son sencillamente los segundos en el grupo de
un senador poderoso. La elección popular de alcaldes que comenzó en 1988 supuso
un revés para estos "caciques", pero pronto recuperaron el control a través de hábiles
alianzas. Luego la Constitución de 1991 introdujo normas para disminuir su poder, pero
el efecto ha sido relativo, aunque algunos sí se vieron afectados. La eliminación de los
auxilios parlamentarios fue reemplazada por otras formas legales de negociación con
los bienes del Estado en beneficio de las regiones con fines electorales, y como se
explicó la circunscripción nacional para el Senado no tuvo el efecto buscado porque los
congresistas se las arreglaron para conseguir los votos suficientes en uno o dos
departamentos de su influencia.

El grado de obediencia de los congresistas al partido en estas circunstancias es muy


poco y varia de situación en situación. Especialmente tras la derrota electoral en las
presidenciales, muchos liberales fueron coptados por el Presidente conservador a
través de cargos burocráticos y otras dádivas que se le facilitan al ejecutivo (situación
a la que los habían acostumbrado sobre todo los tres últimos presidentes liberales). Se
puede decir que el congresista liberal sin embargo no se vende, sino que se alquila
cuando mucho. Bien puede estar apoyando la preclusión del proceso contra el
presidente liberal Samper por la entrada de dineros del narcotráfico a su campaña,
como apoyando una reforma constitucional del Presidente conservador Pastrana o
anunciando la inclusión de una revocatoria presidencial en un referendo propuesto por
éste. La filigrana de estas negociaciones es uno de los factores esenciales de la
dinámica política, pero está aún por investigar.

La coalición dominante en el Partido Liberal siempre se ha caracterizado por


grupos de personalidades selectas y sus seguidores. Así, tras el asesinato de
Jorge Eliecer Gaitán y la consiguiente violencia, el Partido Liberal sufrió un gran
trauma, del que solo se recuperó el partido durante el Frente Nacional (1957).
Precisamente los líderes que asumieron la vocería del Partido Liberal en esas
épocas difíciles y que luego pactaron el Frente Nacional, pasaron a ser la cúpula
de la primera coalición dominante de los últimos cincuenta años. Esta estaba
constituida ante todo por los expresidentes Alfonso López Pumarejo y Daniel
Santos, así como por el excandidato Darío Echandía; pero era dominada
básicamente por quien fue el primer presidente liberal del Frente Nacional y
artífice de este pacto, Alberto Lleras. Estaban también allí Carlos Lleras, Julio
Cesar Turbay y Alfonso Lópéz Michelsen, que hacían la fila para presidentes y
efectivamente lo fueron.

En ese entonces las jefaturas regionales, segundo escalón en la pirámide,


dependían de ellos, eran leales a estos jefes, quienes decidían tanto convenciones
como candidaturas y listas electorales. Con el tiempo esos jefes fueron
adquiriendo fuerza y comenzaron a independizarse, especialmente cuando sus
jefes llegaron todos a la presidencia y no quedó ningún jefe visible en el horizonte
con suficiente poder para imponerse. Estaban Hernando Duran Dusan, Virgilio
Barco y Augusto Espinoza Valderrama, pero no se comparaban en poder con los
tres anteriores. Los lideres regionales comenzaron a disputarse entre ellos, lo que
creo un problema para la candidatura a presidencia del partido, hasta que se llegó
a una solución de compromiso y se eligio a Virgilio Barco, quien vencio.

Pero ya la desmembración de la coalición había comenzado y estaba


surgiendo una nueva clase política que no heredaba a la anterior, porque sus jefes
estaban vivos y esos lideres nuevos querían en cierta forma independizarse de
ellos. Fue así como algunos de estos, entre ellos Alberto Santofimio, Espinoza,
Dusan, Diego Uribe Vargas, Ernesto Samper, Maria Helena de Crobo, entre otros,
lograron cambiar los estatutos del partido para darles el poder a los parlamentarios
y quitarselo a los jefes naturales. Como expuso Fernando Jordan, Director del
Instituto de Pensamiento Liberal, realmente también estos jefes querían dejar
espacio a los nuevos liderazgos.

Pero no aparecio una nueva coalicion dominante que organizara el partido:


Los presidentes no lograron la reeelección y se retiraron, y los que venian en
segundo lugar fueron obstaculizados, y ademas aparecieron fuerzas extrañas en
los ochentas, como la violencia y el narcotráfico, que empañaron la lucha política
del partido. En ese contexto el partido quedo en manos de una gran cantidad de
lideres que no obedecen a nadie, salvo en coyunturas. El asesinato de Luis Carlos
Galán, que hizo posible la candidatura de Cesar Gaviría, desplazó también a una
gran parte de la clase política que estaba en fila india para los cargos, pues la
actitud de Gaviría fue la de nombrar a personal muy joven más vinculado a él que
al partido (el kinder), con lo cual se desarticuló más el partido. Así, los que
mandan en el partido ya no son lideres con un gran cuerpo de votantes como
antes sucedia con los lideres regionales, sino unos senadores que ni representan
el 1% del total de votantes. Aun hay lideres como Juan Martin Caicedo, Piedad
Cordoba o Vivian Morales, entre otros, que son muy importantes, pero no tienen
ese gran poder de los lideres regionales de antes.

No aparecio entonces una nueva coalicion dominante que organizara el


partido. Los primeros fueron presidentes y no lograron reeelección, los que venian
en segundo lugar fueron obstaculizados y ademas aparecieron fuerzas extrañas
en los ochentas para empañar la lucha política violencia, narcotrafico. En ese
contexto el partido quedo en manos de una gran cantidad de lideres que no
obedecen a nadie, salvo coyunturas. Así, los que mandan en el partido ya no son
lideres con un gran cuerpo de votantes como antes sucedia con los lideres
regionales, sino unos senadores que ni representan el 1% del total de votantes.
Aun hay lideres como Juan Martin Caicedo, Piedad Cordoba o Vivian Morales,
entre otros, que son muy importantes, pero no tienen ese gran poder de los lideres
regionales de antes.

En el partido siguen siendo hoy muy venerados los expresidentes vivos:


Lopez Michelsen, Julio Cesar Turbay, Cesar Gaviria, Ernesto Samper. Pero ellos
ya no son los jefes del partido, el verdadero jefe es Horacio Serpa. Despues en la
pirámide estan los parlamentarios: primero senadores, luego representantes que
dependen de los anteriores; luego diputados que rinden cuentas a los
representantes o directamente a algun senador; luego los consejales que
obedecen a su jefe político en la asamblea o directamente a los anteriores. Los
que mandan finalmente son pues los senadores.

Hoy en día, aunque se habla de socialdemócratas y neoliberales, en el fondo se refiere


a serpistas y gaviristas, pues la mayor parte de las divisiones no tienen un origen
ideológico sino que más bien los líderes se valen de esa distinción para atacar al
contrincante. Siendo el Congreso el centro del partido en la práctica, las divisiones allí
tienen más importancia que las externas. Así, en este Gobierno los liberales en el
Congreso se han dividido en "colaboracionistas" (quienes colaboran con el Gobierno
conservador) y "oficialistas", quienes siguen los lineamientos del partido,
especialmente de Serpa, pero no son grupos en absoluto fijos.

El problema fundamental de esta nueva etapa del partido, tras la derrota presidencial
de 1998 ha sido definir lo que supone reorganizar el partido, pues mientras para unos
es sencillamente "aceitar las maquinarias electorales" y llamar a orden a los
colaboracionistas, para otros supone reestructurar el partido radicalmente. Estos
últimos han logrado convencer, gracias a la derrota electoral, a importantes miembros
del partido de adelantar una Constituyente Liberal, incluido al propio Serpa, quien le ha
dado todo su apoyo, cuidándose de no parecer que sea "su constituyente". Por ello en
parte renunció a la dirección nacional del partido y estuvo de acuerdo con el ingreso de
Santos a la misma.

De alguna forma la Constituyente ha sido un contrapunteo entre grupos: de un lado


una parte importante de los congresistas liberales y otros sectores tradicionales de la
política y del otro un grupo de personas con ideas de renovación en la burocracia del
partido (apoyadas por Serpa y por congresistas liberales progresistas). Pero también
hay grupos como el de Santos, que sin estar en ninguno de los dos lados entró al
proceso de reforma con sus propias reglas. Lo que se dio fue la aprobación de unas
normas que satisfagan a la burocracia que lidera la Constituyente y le de una cierta
cara de renovación al partido. El reto de los burócratas será entonces afinar su poder
de disuasión y convencimiento, orientándolo no solo a la bases, para hacer un efímero
golpecito de estado estatutario, sino sobre todo a los parlamentarios liberales (y otros
grupos del partido como los expresidentes y personas como Santos), porque como
explican los autores de las tres caras del partido una modificación de las reglas implica
un previo cambio en los balances de poder del partido. Este proceso ha sido exitoso
hasta el momento pues la Constituyente aprobó nuevos estatutos que serán
refrendados por votación. Pero el verdadero reto viene a partir de ese momento, para
evitar que trascienda del papel a los hechos esa transformación. Como el mismo
Secretario del Partido lo ha afirmado, además de esos procesos internos se requiere
que el legislador de instrumentos normativos para esa reestructuración.

d.3. Modo de elegir a los dirigentes partidistas y los candidatos de elección


popular.

Los candidatos a la presidencia se eligen por convención o por consulta. En la


convención de 1989 se aprobó la consulta popular para elección del candidato liberal a
la Presidencia, siendo Cesar Gaviria el primer presidente liberal elegido luego de una
consulta interna, realizada en 1990. Para las siguientes elecciones también se hizo
consulta tras la convención extraordinaria de 1994 y la ganó Ernesto Samper (48.21%),
quien luego fue elegido presidente. Se va a consulta si hay un acuerdo entre
precandidatos y la dirección nacional, y si no lo hay se va a convención. Para las
últimas elecciones presidenciales no hubo tal acuerdo y algunos de los precandidatos
ni siquiera fueron a la convención, dejando solo dos para elegir, uno de los cuales
renunció a favor del otro, que fue Horacio Serpa, quien perdió las elecciones, pero
posiblemente sea el próximo candidato nuevamente. Es probable que la falta de
acuerdo y la no realización de la consulta, hayan supuesto la pérdida de las elecciones
en parte, tratándose de un partido fragmentado.

En cuanto a la elección de cargos a elección popular, como se ha institucionalizado la


operación avispa (proliferación de listas para ganar por residuo), el partido tiene una
gran flexibilidad para expedir los avales. El único criterio es pertenecer al partido, para
lo cual inclusive los candidatos se carnetizan el mismo día que se inscriben como
candidatos (para corporaciones públicas). En elecciones de gobernadores y alcaldes,
se hacen consultas internas, pero las últimas consultas internas fueron en el año
1994, y se realizaron para municipios de más de 100000 habitantes. Para poder hacer
esas consultas es necesario hacer acuerdos entre las fuerzas regionales.

El partido está legitimado para dar avales para todas las elecciones, pero como no
tiene organización en los departamentos y municipios, delega esa función en los
congresistas. Estos suele tener "casas liberales" que son sus propias sedes de
campaña y negocian con los candidatos la entrega de avales a cambio de apoyo
político en las elecciones legislativas y presidenciales. Estas casas reemplazan en
cierta forma la organización del partido, pero no hay ningún control sobre ellas. No
obstante esas redes, las diferentes normas de apertura política del desmonte del
Frente Nacional han roto algunos de esos vínculos (ya es más fácil crear partidos), y
los diputados independientes en el partido buscan crear su propio espacio
presentándose directamente al partido a pedir su aval.

Cuadro XXII. Características del funcionamiento interno del Partido


Liberal Colombiano
Proceso de elección de los candidatos a Convención o Consulta
nivel formal Los candidatos a Presidente y
Vicepresidente de la República
Proceso de elección de los candidatos a El aval lo da la Dirección Nacional del
nivel formal Los candidatos al Poder partido sin proceso de elección.
Legislativo
DEFINICIÓN DE LAS POLÍTICAS DEL PARTIDO Lo define el director del momento, con la
anuencia de los parlamentarios del partido
FORMULACIÓN Y REFORMA DEL PROGRAMA, LA Normalmente en una Convención, pero de
DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS Y DE LOS ESTATUTOS
manera extraordinaria se hizo por
DEL PARTIDO Constituyente (debate, redacción y consulta
a las bases).
ELECCIÓN DE LOS CANDIDATOS Los candidatos se autoligen y la dirección
decide si darles o no el aval. En ciertos
niveles se le da a quien lo pida.
ESTRATEGIA DEL PARTIDO Depende de la coyuntura, normalmente el
jefe único con su equipo.
Fuente: Elaboración propia.

d.4. Financiación de la Burocracia y de las Campañas.

La burocracia nacional del partido está financiada por el Estado, mientras que las
campañas electorales son financiadas exclusivamente por los candidatos y sus
patrocinadores. El partido recibió en el 2000: 2.668.840.535 de pesos, equivalentes a
1.2 millones de dólares.
En cuanto a las presidenciales, luego del escándalo por la utilización de
dineros del narcotráfico en la campaña del candidato Samper, y la violación de los
topes establecidos por parte de ambas campañas en 1994, hicieron que se vigilara
la financiación de las campañas de 1998 con extremado rigor por parte de una
veeduría ciudadana. Según ese informe, la campaña de Horacio Serpa por
ejemplo había gastado en su primera vuelta, para el 31 de mayo de 1998, un total
de 8.196.228 pesos (unos 4 millones de dólares al cambio actual), o sea el 94,9
por ciento de los gastos permitidos. El aporte privado fue de 4.440.638 (unos dos
millones de dólares al cambio actual), donado por 356 personas, destacándose el
de 11 empresas de los principales grupos económicos del país.

En lo referente a las campañas para Senado y Cámara, según cálculos que se hicieron
en 1994, una campaña gasta unas cinco o diez veces el dinero autorizado por el
Consejo Nacional Electoral. Por ejemplo si en 1994 se limitaba a 100 millones (50.000
dólares al cambio actual) el gasto de una campaña al Senado (y de hecho ninguna
reportó gastos mayores a 95 millones), se calculaba, analizando los precios del
momento y los gastos obvios que el gasto total de la campaña bien podría estar entre
los 500 y 1000 millones (250.000 a 500.000 dólares al cambio actual, entonces era la
mitad). Es de presumirse que la proporción se haya mantenido para las últimas
elecciones, para campañas de liberales y conservadores por lo menos. Puede
comprenderse entonces porque habiendo tantas listas al Congreso, la política en su
cara electoral es una auténtica danza de los millones. Piénsese por ejemplo lo que
costaron el conjunto de las 148 listas que presentó el Partido Liberal en las elecciones
de 1998 al Senado (de un total de 319, o sea un 47%).

e. El partido como organización de voluntarios.

Según los liberales encuestados, el partido plantea tener mayor cercanía con grupos
sociales como las asociaciones empresariales, nuevos movimientos sociales,
organizaciones religiosas, grupos étnicos minoritarios, asociaciones profesionales y
grupos sindicales. Ellos mismos identifican su potencial electoral en grupos de
pensionados, profesionales, obreros, burócratas, católicos, trabajadores rurales y
sindicatos principalmente.

En la práctica las bases del partido son la enorme red de concejales liberales y líderes
de colectividades, llámense ediles o presidentes de acción comunal o jefes sindicales,
pertenecientes al partido, que tienen contacto directo con el elector, a quien ofrecen
una serie de incentivos selectivos a cambio de su fidelidad.. Esta consiste no solo en
votar de acuerdo a las instrucciones del líder (importando muy poco su variabilidad)
sino también asistir a mítines de apoyo al candidato que él señale. De alguna forma la
negociación clientelista ha ido construyendo una extraña y voluble base social del
partido, solo que el punto de unión de la misma es a través de los negociadores del
voto. Los analistas siempre han presumido que esa base no es representativa sino
meramente mercenaria, pero es bien posible que muchas de esas colectividades
liberales tan folclóricamente organizadas estén alcanzando una representación
legítima de sus intereses a través de un sistema éticamente censurable pero práctico
para sus necesidades.

Las bases del partido no tienen poder en la toma de decisiones del partido, lo que los
convierte en unos meros intermediarios del voto, sintiéndose muchas veces incómodos
de ser utilizados en este sentido. Justamente los diputados y concejales son los que
más han apoyado en las reuniones descentralizadas de la Constituyente el cambio de
las reglas de juego y uno de los planteamientos que más se han discutido en la misma
ha sido el de lograr una democracia interna que reemplace el poder de los jefes
electorales de primer y segundo orden (nacionales y regionales). Un síntoma de esta
inconformidad ha sido el creciente éxito de candidaturas independientes en los
municipios, fenómeno que se viene notando con fuerza desde comienzos de la
década .

En cuanto a las bases sociales no electorales, existen en el partido una serie de


organizaciones internas, de mujeres y de juventudes, que están reconocidas, pero que
no representan todos los grupos que hay en el partido a nivel nacional. Puesto que
muchos candidatos tienen por ejemplo sus propios grupos de juventudes, cada cual
adelanta actividades independientes de las iniciativas de la dirección nacional.

Si bien en los partidos actuales en el mundo el control de las bases es mínimo unas
normas de democratización del poder en el partido no excesivamente radicales pueden
contribuir a convertir esas bases extrañas del Partido Liberal en organizaciones
acordes con la idea de democracia participativa por la que aboga la Constitución de
l991. Teniendo en cuenta el poder electoral que posee el partido podría pensarse que
una transformación del Partido Liberal supondría un paso importante en el proceso de
democratización en el cual el país se ha empeñado en la última década, y que de
momento ha arrojado muy pocos resultados. De momento el Partido Liberal canaliza
intereses parcializados en alguna medida, pero su verdadera función debía ser la de
recoger las grandes demandas sociales y llevarlas a los órganos de decisión. Para ello
necesitará una transformación importante de sus estructuras y dinámica internas, lo
cual puede suponer un largo período de divisiones e incluso algunos riesgos
electorales.
Los estatutos surgidos de la Constituyente Liberal se caracterizan
justamente por intentar crear canales y mecanismos para ampliar las bases del
partido más alla de las filiaciones personales con determinados líderes. Por
ejemplo señala que el 30% de las asambleas departamentales del partido estarán
constituidas por organizaciones sindicales, de pensionados, de campesinos,
sociales, de base, minorias étnicas y jóvenes; y que un 20% es abierta a las
demas bases. Sin duda es un cambio de actitud interesante y seguramente
algunos de esos espacios van a ser ocupados, por ejemplo los de juventudes,
pero su evolución dependerá del verdadero apoyo que se les dé en momento
cruciales. El problema es que teniendo elecciones presidenciales el próximo año,
la campaña del candidato liberal seguramente absorberá la casi totalidad de las
bases de voluntarios no clientelizadas movilizadas durante estos tres años por el
partido siguiendo esa estrategia. Una segunda derrota curiosamente ayudaría a
consolidar esos equipos de voluntarios de forma permanente, pero obviamente
ese no es en modo alguno el deseo de los liberales.
D. EL PARTIDO CONSERVADOR COLOMBIANO.

El Partido Conservador colombiano ha compartido el poder con el Partido Liberal desde


hace 150 años. Se le suele describir como representante principalmente de intereses
de sectores tradicionales, y manteniendo una fuerte oposición a las reformas
liberalizadoras que en diferentes momentos históricos ha intentado adelantar el Partido
Liberal. Se asegura incluso que el mismo origen del partido fue una respuesta de
sectores tradicionales, como los terratenientes y la iglesia, para bloquear las reformas
políticas y económicas que pretendían adelantar los liberales. Por otra parte, se insiste
en que el Partido Conservador a pesar de mantenerse durante más de cuarenta años
en el poder, entre 1886 y 1930, y ganar la presidencia muchas veces durante un siglo y
medio, es un partido minoritario, que necesita de la división liberal para llegar al poder.
Todos estos lugares comunes han sido puestos revaluados hoy en día. El Partido
Conservador es tan pluriclasista como el liberal, en determinadas épocas ha defendido
unos intereses u otros (por momentos ha sido partidario del libre comercio), ha
bloqueado cambios pero también los ha intentado (gobierno Belisario Betancur en la
década del ochenta) y puede ganar las elecciones sin que se presenten dos candidatos
liberales a la presidencia (caso Andrés Pastrana a finales de los noventa).

Se ha sostenido que el Partido Conservador es menos dado a prácticas corruptas que


el Liberal o que su maquinaria política no es tan agresiva ni su clientelismo tan
acentuado. Aunque de momento no se ha hecho una investigación comparativa al
respecto, todo parece indicar que la relación es más numérica que cualitativa y tiene
una relación proporcional con el poder que ha tenido cada partido. De hecho durante el
Frente Nacional aunque el Partido Conservador era electoralmente minoritario recibió el
mismo poder del Partido Liberal y participó activamente de la repartición milimétrica de
los cargos burocráticos, siendo por lo tanto el mayor beneficiado en términos
cuantitativos de la corrupción inherente al Frente Nacional.

Debido justamente a esa minoría, a partir del fin del Frente Nacional el declive de poder
del Partido Conservador ha sido evidente, tanto en las elecciones parlamentarias como
en las presidenciales, pero al mismo tiempo ha seguido siendo el otro pilar del sistema
de partidos colombiano, al lado del Partido Liberal. De hecho la mayor parte de las
características señaladas respecto del éste último son válidas para el Partido
Conservador, y las variaciones son más bien circunstanciales que permanentes. A
pesar de ser minoría mayoritaria no se caracteriza por su unidad, lo que le ha
supuesto también altos costos electorales. Ese carácter lo ha llevado igualmente a
colaborar en casi todos lo gobiernos liberales (incluso en el controvertido gobierno de
Ernesto Samper, sobre todo al principio), y a llamar a los liberales a compartir el poder
en momentos críticos (el actual Presidente conservador tiene como Vicepresidente a un
liberal y varios de sus más importantes ministros han sido liberales, incluso en la
principal cartera, que es Interior).

En la actualidad el Partido Conservador se encuentra en una paradójica situación, pues


habiendo ganado la presidencia se habla de él con cierta frecuencia como un partido
en proceso de extinción: un reconocido conservador, hijo de expresidente conservador
del Frente Nacional, es el Presidente, aunque se presentó por una coalición con
algunos liberales y otras fuerzas; pero al mismo tiempo los resultados electorales del
partido vienen en descenso rápido desde hace dos décadas y fueron desastrosos en
las últimas elecciones locales (2000); por último, los líderes tradicionales acaban de ser
destronados de la dirigencia burocrática y los nuevos no tienen la suficiente fuerza
aglutinadora dentro del partido ni el reconocimiento nacional para poner en marcha una
recuperación del partido (aunque lo están intentando). De hecho, prácticamente no
tienen candidato para las próximas elecciones, pues la conservadora más opcionada,
Noemí Sanín, se salió del partido y creó su propio movimiento; y la franja un poco más
derechista, con la que pudieran identificarse, ha sido copada ya por un candidato liberal
(Alvaro Uribe), al que muchos conservadores están dispuestos a apoyar.

Es sin embargo un momento muy interesante para el Partido Conservador, pues al


mismo tiempo ha reaccionado ante la crisis y ha realizado acciones tanto para
establecer lazos internacionales, con la Democracia Cristiana, por ejemplo, como para
fomentar una militancia activa, de la que antes no se había preocupado especialmente.
Su gran reto es no solo recuperar el electorado que ha ido perdiendo, más a favor de
terceros partidos que del propio Partido Liberal, sino también y sobre todo reagrupar las
fuerzas que existen en su interior y que actúan prácticamente como partidos
autónomos, sin un claro liderazgo nacional, que en cierta forma ellos creen que sí
tienen los liberales.

1.CARACTERISTICAS ORIGINARIAS DE LA ORGANIZACIÓN

Aunque el Manual del Conservador afirma que desde 1837 existía un movimiento
político conocido como "republicanos moderados", "partidarios de la unidad nacional,
defensores de la libertad, amigos de la autoridad y el orden" e inspirados en Simón
Bolívar, los historiadores remiten su origen al momento de su fundación formal. Se
considera así, que el Partido Conservador colombiano fue fundado por Mariano Ospina
Rodríguez y José Eusebio Caro, el jueves 4 de Octubre de 1849, a través de una
declaratoria política, aparecida en el periódico “LA CIVILIZACION”, como respuesta al
artículo publicado por Ezequiel Rojas, fundador del Partido Liberal, unos días atrás. En
dicho texto se encuentran los principios esenciales del conservatismo inicial. En él, el
Partido Conservador reconoce el orden constitucional, la legalidad, la moralidad
cristiana, la propiedad, la seguridad, la igualdad legal y la tolerancia real. Este primer
programa buscaba conservar el statu quo y mantener la sociedad jerarquizada que
existía desde la colonia, lo cual se veía amenazada por las reformas que quería
adelantar el Partido Liberal. Los terratenientes, los esclavistas, los altos burócratas
civiles, el clero y la milicia aparecían por ello como el respaldo del partido, pero su
composición también incluía variados sectores sociales bajo la influencia de aquellos.

En el campo económico, aunque no todos eran esclavistas, como el propio Mariano


Ospina Rodríguez que tenía otro tipo de riquezas, sí había una defensa general de esa
institución. Los principios programáticos originarios del partido se plasmaron en gran
parte en la Constitución de 1886, la cual tenía como objetivo fundamental, la
restauración de las tradiciones políticas, que habían sido modificadas por las reformas
liberales de los años anteriores, así como la implantación de un régimen centralista.
Durante la hegemonía conservadora que se extendió hasta 1930 el partido fue
claramente confesional, defensor del orden como principio primordial y conservadurista
en el sentido craso de la palabra.

primordial y conservadurista en el sentido craso de la palabra.

Cuadro I. Características originarias de la organización


Partido Conservador Colombiano
Origen territorial (proceso de creación del Del centro a la periferia.
partido)
Fuente de creación Interna, sin influencia externa.
Líderes carismáticos Mariano Ospina Rodríguez y José
Eusebio Caro
Fuente: Elaboración propia.

2. PRINCIPIOS IDEOLÓGICO PROGRAMÁTICAS.

a. Principios programáticos

Los principios programáticos del Partido Conservador estaban consagrados en el


Preámbulo Doctrinario de sus estatutos, pero el artículo II de la última reforma dice
que serán los que apruebe la Convención Nacional como declaración programática. Es
adecuado sin embargo citar cuáles eran los fines y principios del partido hasta antes de
la convención descentralizada que eligió a los nuevos directivos. En dicho programa,
datado de 1996, se afirmaba: "El fin del partido es el bien común, entendido este
como la correcta armonización de las relaciones de interdependencia del Estado, la
sociedad y la persona humana. Los principios fundamentales del Partido Conservador
son los siguientes": (resumen)

 La aceptación de la Doctrina Cristiana sobre la persona, la familia, la educación y la


cultura, la vida económica, la sociedad, el Estado, el orden político nacional o
internacional.
 Reafirma su fe en el programa de 1849.
 La voluntad de lograr un orden justo que resulte del respeto a la autoridad,
libertades racionales, equitativa participación en la búsqueda del bien común y el
disfrute de su beneficios, subordinación del interés particular al general, y de iguales
oportunidades para las personas dotadas de las mismas aptitudes.
 Concepción conservadora del Estado capaz de lograr el bien común dentro de un
régimen de libertad ordenada, mediante el recto ejercicio de la autoridad, con
subordinación al derecho y la moral que profesa la nación.
 Principios de gobierno: Estado Social de Derecho Democrático, participativo y
pluralista.
 Proclama la obra y el pensamiento de Simón Bolívar.
 Una concepción social de la vida económica como un orden destinado a satisfacer
razonablemente las necesidades vitales y culturales de todos los asociados.
 Adhesión a la declaración universal de los Derechos Humanos y los principios de
las Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos.
 La acción política debe estar supeditada a las normas éticas.
 Defiende el derecho a un ambiente sano y la preservación de los recursos
naturales.

b. Ubicación ideológica

El Partido Conservador colombiano comparativamente con el Partido Liberal puede


ubicarse como un partido de centroderecha, por su autoubicación y por su imagen,
aunque no está claro que lo sea por sus actuaciones o por sus electores en las últimas
décadas especialmente. A decir verdad, al igual que en el Partido Liberal, en el
Partido Conservador ha habido casi siempre dos tendencias, una intransigente y
proselitista; la otra, conciliatoria y acomodaticia. Por ejemplo la tendencia conciliatoria
fue la que dominó al instalar la Regeneración (conservadora) en 1886 (la mencionada
hegemonía), pero fue la intransigente la que dio lugar a la guerra de los Mil Días en el
entresiglo. Luego Rafael Reyes intentó ser conciliador (1904- 1909) y lo mismo Carlos
E. Restrepo (1910-1914) y sus sucesores. En general hubo un consenso entre todos
ellos esos casi 50 años, de no perjudicar los intereses comerciales de los liberales y
darles uno que otro ministerio o embajada mientras no se rebelaran contra la
Hegemonía Conservadora. La última década de este período fue todavía menos
ortodoxa, pues conceptos como el intervencionismo de Estado y cierto progresismo
cauto en las ideas se abrieron paso en parte gracias a la crisis que atravesaba el
partido. Comparativamente sin embargo, con lo que se vivía en otros países de
América, se puede decir que en muchos aspectos se vivió en el siglo XIX durante todo
este período de dominación conservadora.

Durante la llamada República Liberal (1930-1946), hubo un endurecimiento ideológico


en el partido, y especialmente durante la Presidencia de Alfonso López Pumarejo, el
Partido Conservador fue abiertamente reaccionario contra las reformas modernizadoras
que se propusieron. Aunque no logró evitar su aprobación (reforma constitucional de
1936), sí pudo hacer retroceder al presidente en el ritmo de los cambios y dejar sí
efectos prácticos la mayoría de los mismos.

Desde cuando los conservadores recuperaron el poder en 1946 con Mariano Ospina
Pérez hasta el 2000, las figuras de los Gómez (Laureano, Alvaro y Enrique) llevaron la
vocería del ala más radical y continuaron dando una imagen derechista del partido,
aunque se volvían conciliadores en circunstancias particulares. Laureano fue elegido
Presidente en pleno período de La Violencia, desatada tras el asesinado del liberal
radical Jorge Eliécer Gaitán durante el gobierno de Ospina. Actuó como un dictador
civil y contribuyó a la intensificación del conflicto, por lo cual fue derrocado por el
General Gustavo Rojas, con la ayuda de los conservadores moderados. Luego de su
exilio, Laureano Gómez se tornó en un gran conciliador, pues fue el gestor del
acuerdo bipartidista de no agresión y repartición del poder en 1957 (Frente Nacional).
Alvaro, su hijo, fue varias veces candidato presidencial representando posiciones duras
dentro de la derecha del partido, pero adquirió también un lenguaje conciliador en la
Asamblea Nacional Constituyente. Tras su asesinato a finales de los noventa, su
hermano Enrique asumió la vocería de dicha corriente y dirigió el partido manteniendo
el tono virulento del periódico familiar El Nuevo Siglo, que siempre fue su principal
vehículo de expresión. Finalmente en el 2000 Enrique Gómez, quien no parecía tener
ni el carisma ni la capacidad de aglutinar de su padre y hermano fue derrotado en la
convención conservadora, siendo reemplazado por los dueños de los votos en el
partido, mucho más pragmáticos y menos dispuestos a definirse ideológicamente.

Aunque hay una extensa literatura explicativa de como el Frente Nacional desdibujó
las fronteras ideológicas entre los dos partidos apoyándose preferentemente en el
clientelismo, siempre se ha seguido considerando que se mantuvo una cierta
diferenciación. Lo difícil ha sido determinar en qué consiste ésta. Por lo menos no fue
tan clara en la Presidencia, toda vez que ninguno de los dos gobiernos conservadores
después del Frente Nacional de 1957 puede ser acusado de más tendencia
derechista que los liberales, pues ambos inclusive han promovido las conversaciones
de paz más audaces desde el comienzo de la guerrilla en los sesenta. El gobierno de
Belisario Betancur es considerado por ejemplo como menos a la derecha que el
gobierno liberal de Julio Cesar Turbay, y en el plano económico el gobierno de Andrés
Pastrana no se le ve como más neoliberal que el gobierno del liberal Cesar Gaviria.
De hecho el partido por las gestiones de Betancur y por unos años se denominó
"Partido Social Conservador", pretendiendo ayudar a diluir esa imagen retardataria ante
la sociedad. La explicación es que Betancur pertenece al ala moderada o de centro
izquierda del partido, que lideraba Mariano Ospina Rodriguez. Es una clara división
ideológica que solo termino cuando murieron, haca pocos años tanto Alvaro Gómez
como Misael Pastrana, quien heredó el poder de Mariano Ospina.

A pesar de esos intentos, el hecho es que los mismos conservadores se consideran


más a la derecha que en el centro y a su partido incluso más lejos del centro. Dos
encuestas realizadas por el autor en 1994 y 2000 ratifican lo dicho. En el primer y
más amplio estudio, se encuestaron 15 representantes a la cámara conservadores,
preguntándoseles dónde se ubicarían a sí mismos y a su partido en una escala
ideológica donde 1 es izquierda y 10 es derecha, y el resultado fue siempre
centroderecha. En la autoubicación el resultado fue 6.9 y en la ubicación del partido 7.3
(el promedio de autoubicación en Colombia es 5.4 y en Iberoamérica 5.0.) En el 2000
se repitió la pregunta de la ubicación del partido a 6 miembros claves del partido y el
promedio fue igualmente a la derecha, pero no tan marcado 6,42. También, como en el
Partido Liberal, la cuestión ideológica se pierde definitivamente en esferas diferentes a
las nacionales. Al preguntárseles a unos 85 funcionarios del Concejo de Bogotá de
filiación conservadora por la ideología del partido, solo dos contestaron que la supieran
y ningún concejal de ese partido quiso responder la pregunta.

Algunos autores, como se mencionó en el capítulo del liberalismo, hablan de un


conservadurismo vergonzante, señalando que Colombia es un país conservador que
vota liberal, y otros consideran que incluso en el lenguaje el Partido Conservador ha
sucumbido a la dialéctica de centro izquierda, de mejor recibo en la posguerra fría,
perdiendo con ello su identidad. Tal fenómeno parece haberse hecho más claro con la
nueva dirigencia conservadora, pues de hecho el Secretario General del Partido afirmó
al ser entrevistado sobre la identidad ideológica del partido, que el Partido
Conservador tiene como principal objetivo en la actualidad "la construcción de la
dignidad humana", más allá del superado dilema izquierda - derecha, y que no tiene
ningún interés en diferenciarse ideológicamente del Partido Liberal. Lo dicho quedó
ratificado al revisar los documentos aportados para la investigación por el propio partido,
pues en alguno de ellos se afirma tajantemente: "Nuestro proyecto político es la
construcción del Estado Social de Derecho"

Sin embargo, lo anterior entra en contradicción con lo expresado en el Manual del


Conservador en 1996, donde se expresa claramente que sí hay una diferencia con el
liberalismo "El conservatismo es cercano a la autoridad fuerte, al cumplimiento estricto
de las normas y los deberes, a lo religioso, al orden, a la observancia de los preceptos
morales universales, a la estabilidad y a la tradición. Si el liberalismo es el partido de
los derechos, el conservatismo es el del orden y la tradición" .

Cuadro II. Medias de autoubicación ideológica de los miembros del PC (1= Izquierda y
10= Derecha)
1998: Legisladores n =21

6,9 
1999: Legisladores, Dirigentes y Militantes n = 13

7,10
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Pregunta Realizada: “Utilizando una escala ideológica donde 1 sea izquierda y 10
derecha: ¿dónde se ubicaría usted?” Fuente: PELA (1998), PPAL (1999).

Cuadro III. Medias de Ubicación del PC según las percepciones de los miembros de los
otros partidos (1= izquierda y 10 = Derecha)
1998: Legisladores n=46

8,4
1999: Legisladores, Dirigentes y Militantes n = 7

7,86
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Pregunta Realizada: “Utilizando una escala ideológica donde 1 sea izquierda y 10
derecha: ¿dónde situaría usted a los otros partidos?” Fuente: PELA (1998), PPAL (1999).

La conclusión de nuestra investigación en este sentido es que el Partido Conservador,


al igual que el liberal en alguna medida, tiene una indefinición ideológica marcada y una
reciente preocupación por solucionar esa cuestión, bien porque puede tener réditos
electorales, bien porque se sienten amenazados por los llamados antipolíticos, que los
acusan de falta de ideología, pero también porque algunos de sus líderes consideran
fundamental definir tales cuestiones para reagrupar el partido y hacer frente a los
nuevos retos del mundo globalizado y a la caótica situación de orden público del país.
El problema es que dicha definición no surge de una construcción dialéctica decantada
con los años, sino que obedece en gran medida al pensamiento de quienes están en la
burocracia del partido en un momento determinado o lo dominan (Jaime Arias en 1996,
Enrique Gómez en 1999 y el actual directorio), con lo cual la anuencia formal respecto
de la misma resulta fácil más bien por inocua que por importante.

En los actuales momentos, habiendo sido derrotada la línea dura de Enrique Gómez,
bien diferente de la del Presidente Conservador que está negociando con la guerrilla, al
partido le queda difícil definirse por el lado de "autoridad y orden" de sus características
originarias, pero tampoco asume el neoconservadurismo como bandera pues ya está
colonizado por el ala derecha del Partido Liberal y tiene mala fama, ni se atreve a
controvertir los argumentos socialdemócratas del ala progresista del Partido Liberal
ahora dominante, porque no es rentable en cuanto a imagen ni votos. Por ello la
apelación que ahora hace, y es muy voluntarista en ello, está más orientada a
conservar y recuperar un sentimiento partidista, arropado con un adecuado discurso
ideológico internacionalista que no incomode a nadie especialmente, pero suficiente
para ambientar la creación de grupos de militancia entre los jóvenes, las mujeres y
algunos colectivos, no amarrados a algún líder del partido en particular.

El miedo a la presunta inminente extinción del partido, por ser cada vez más minoritario
y ser abandonado o menosvalorado por los grandes líderes (incluyendo al propio
Presidente), parece ser el motor principal de estos recientes intentos, que de ser
persistentes de todos modos pueden llegar a tener algún éxito en sus objetivos de
mantener vivo uno de los partidos más antiguos del mundo. En cierta forma los dos
criticados partidos colombianos pasarían la prueba de esfuerzo de quienes abogan por
defender y relanzar a los partidos para potenciar la democracia. El problema es que los
legisladores de ambos, el verdadero poder del partido, no están tan dispuestos a
aprobar reformas para dicha transformación, o por lo menos hasta este momento no se
ha aprobado ninguna reforma normativa audaz para contribuir a ese cambio.

3.EL PARTIDO COMO UN SISTEMA. LAS CINCO CARAS DEL PARTIDO.

a. El Partido como organización electoral.

A finales del siglo XIX y principios del XX el Partido Conservador tuvo la mayor
relevancia en términos electorales en su historia (la mencionada Hegemonía
Conservadora). Cuando a partir de 1930 el Partido Liberal llegó al poder comenzó el
declive del Partido Conservador. Especialmente desde 1934 fue muy notorio el
descenso de la votación conservadora y la conformación de mayorías liberales en el
Congreso, haciéndose más evidente después del Frente Nacional y en especial
después de 1991 con la creación de la Nueva Constitución. Aunque en los últimos
tiempos las elecciones presidenciales han favorecido más al Partido Liberal, al existir
en el partido la tradición de participación en el gobierno del partido, el Partido
Conservador en todos los gobiernos liberales tuvo en menor o mayor grado una
presencia. Es en parte por esto que no es posible hablar de sistema de partido de
gobierno y partido de oposición en Colombia, y mucho menos que el Partido
Conservador haya sido en las últimas décadas el fiscal político de los gobiernos
liberales, excepto en coyunturas específicas, como la oposición al gobierno Samper.

Basta un rápido vistazo a las cifras electorales del siglo pasado y de los últimos 10
años en particular, para concluir que sin lugar a dudas el Partido Conservador está en
un proceso de declive electoral vertiginoso. Entre los años treinta y los cincuenta por la
urbanización de la población del país, siendo su electorado preferentemente rural;
durante el Frente Nacional por la despolitización que supuso el pacto y la gran
migración a las ciudades; durante los setenta y los ochenta por haberse quedado atrás
en activismo político frente al Partido Liberal, y haber tenido poco acceso al poder y por
lo tanto al juego de la reproducción clientelista del mismo; y en la última década por la
convergencia de dos fenómenos: división y fragmentación. La división hizo incluso que
Alvaro Gómez se presentara a la Asamblea Nacional Constituyente como Movimiento
de Salvación Nacional; mientras que la fragmentación supone que cada miembro
importante del partido tiene su propio movimiento, casi sin excepción, que actúa como
un pequeño partido.

En las elecciones locales del 2000, donde el partido sufrió una gran derrota, al perder
alcaldías y gobernaciones en departamentos tradicionalmente conservadores como
Antioquia y Boyacá, quedó confirmado el declive electoral del partido. Sin embargo, la
lectura que hacen del fenómeno los conservadores es diferente a la de los analistas.
Así, el boletín Gestión Conservadora de diciembre (miniperiódico) comienza con el
titular "El Partido Conservador vive", sale la fotografía del gobernador del Valle del
Cauca, conservador que sí ganó y frases como las siguientes: " Perdimos dos partidos
en Antioquia y Boyacá jugando de locales, pero ganamos por goleada y de visitantes
en el valle y Risaralda"; "El Partido Conservador mantiene el 3'% de su participación en
los votos obtenidos para asambleas tanto en las elecciones de 1997 como en las del
2000"; y "En relación con las gobernaciones el partido tenía cinco y mantiene cinco"

Es de señalar que la pérdida de votos como se ha convertido al Partido Conservador


en la mayor minoría electoral en lugar de ser la segunda fuerza en un sistema
bipartidista cerrado.

a.1. Elecciones Presidenciales.

a.1.1. Rendimiento electoral del PCC en el siglo XX

En la Historia de Colombia el Partido Conservador ha tenido en mayor número de


ocasiones la presidencia, pero como ya se anotaba en el siglo XX los resultados
obtenidos en elecciones han ido decreciendo. El Siglo inició con el gobierno de José
Manuel Marroquín (1900-1904), único del período hegemónico conservador que llegó
por un Golpe de Estado (siendo vicepresidente del golpista). El último gobierno de este
período fue el de Miguel Abadía Méndez (1926-1930), ya que el siguiente fue el
gobierno liberal (aunque de concertación) de Enrique Olaya Herrera.

Cuadro IV: Presidentes conservadores en el siglo XX.

Presidente Gobierno Partido Origen del Mando


José Manuel Marroquín 1900 a 1904 Conservador Golpe de Estado
Rafael Reyes 1904 a 1909 Conservador Elegido
Jorge Holguín Queda encargado Conservador Encargo
después de la
renuncia de
Rafael Reyes,
durante 1909
Ramón González Valencia Termina el Conservador Encargo
sexenio de Reyes
1909 a 1910
Carlos E. Restrepo 1910 a 1914 Conservador Elegido
José Vicente Concha 1914 a 1918 Conservador Elegido
Marco Fidel Suárez 1918 a 1921 Conservador Elegido
Jorge Holguín 1921 – 1922, Conservador Encargo
encargado
después de la
renuncia de
Marco Fidel
Suárez
Pedro Nel Ospina 1922 – 1926 Conservador Elegido
Miguel Abadía Méndez 1926 a 1930 Conservador Elegido
Mariano Ospina Pérez 1946 – 1950 Conservador Elegido
Laureano Gómez 1950 – 1953 Conservador Elegido
Roberto Urdaneta Arbeláez Reemplaza a Conservador Encargo
Laureano Gómez
de 1951 a 1953,
por causa de su
enfermedad
Gustavo Rojas Pinilla 1953 – 1957 De orientación Golpe de Estado
conservadora
Junta Militar 5 miembros 1957 a 1958 De orientación Encargados
conservadora

Guillermo León Valencia 1962 – 1966 Conservador Elegido


Misael Pastrana Borrero 1970 – 1974 Conservador Elegido

En 1946 con Mariano Ospina Pérez los conservadores ganaron la presidencia ante la
división liberal, y en 1950 Laureano Gómez fue elegido presidente debido a la retirada
de los liberales del proceso electoral por la violencia desatada. Se puede decir que el
gobierno del General Gustavo Rojas de alguna forma era conservador aunque fue
apoyado también por liberales y luego se presentó como líder extraño al bipartidismo.
La Junta Militar de transición era de confianza de los dos partidos pero también podría
clasificarse como conservadora. Los siguientes presidentes lo fueron por turno, es decir
porque le tocaba el poder al Partido Conservador según el pacto realizado, pero no
porque hubieran arrastrado las mayorías nacionales.

Así pues, en la última mitad del siglo los presidentes conservadores llegaron al poder o
por el pacto frentenacionalista o porque el Partido Liberal se presentaba dividido a
elecciones o por un pacto suprapartidista. Ejemplos de lo primero son Guillermo León
Valencia (1962-1966) y Misael Pastrana Borrero (1970-1974), mientras que Belisario
Betancur (1982-1986) ejemplifica el segundo caso (por la aparición del Nuevo
Liberalismo de Luis Carlos Galán). Pero también los conservadores han hecho de las
alianzas una estrategia fructífera para alcanzar la Presidencia, como fue el caso en
1998 de la elección de Andrés Pastrana, actual presidente, que llegó al poder gracias
a su Gran Alianza por el Cambio, en la que acogió liberales con todo y sus
maquinarias.

Debido justamente a que entre 1958 y 1974 el régimen político colombiano se


caracterizó por una repartición pactada de los cargos públicos, un análisis electoral
numérico de este período no resulta muy relevante. Al no darse las elecciones dentro
de un marco de igualdad de oportunidades, la medición de impacto electoral del Partido
Conservador durante este período es imprecisa. De hecho se realizaron elecciones,
pero más como un evento formal de legitimación que como un verdadero ejercicio
democrático. Justamente el Partido Conservador era el más cuestionado en este
sentido, pues mantenía, apoyándose en el frente nacional, un poder político superior a
su poder electoral. Fue así como el último gobierno del frente nacional que
correspondía según lo pactado al Partido Conservador estuvo bastante cuestionado.

Tal como decía el pacto, el partido liberal se abstuvo de lanzar candidato, mientras el
conservador propuso a Misael Pastrana Borrero y a Belisario Betancur, resultando
electo el primero. El problema fue que la Alianza Nacional Popular ANAPO, alcanzó el
38.68% de la votación total, superando por mucho al candidato Betancur y no muy lejos
del 40.26% de Pastrana. Los anapistas denunciaron incluso fraude electoral, cuestión
que nunca pudo comprobarse, pero que dio lugar a la aparición de un movimiento
guerrillero, el Movimiento 19 de abril. La Anapo fue extinguiéndose como fuerza política
en las elecciones posteriores, dejando al Partido Conservador como segunda fuerza
política sin tercería visible que le compitiera ese lugar.

a.1.2. El Partido Conservador en la contienda electoral durante el período de


elecciones no pactadas.

CUADRO V: Resultados del PCC en las elecciones presidenciales (1974 – 1998)

Año de Candidato del 1 Vuelta 2 Vuelta Situación


la PC
elecció
n
VOTOS % VOTOS %
1974 Álvaro Gómez 1.634.8 31.37 PERDIO FRENTE AL LIBERAL
79 ALFONSO LÓPEZ M.
1978 Belisario 2.356.6 46,60 PERDIO FRENTE AL LIBERAL
Betancur 20 JULIO CÉSAR TURBAY
1982 Belisario 3.189.2 46,80 GANO GRACIAS A LA DIVISION
Betancur 78 LIBERAL
1986 Álvaro Gómez 2.588.0 35,80 PERDIO FRENTE AL LIBERAL
50 VIRGILIO BARCO
1990 Álvaro Gómez 1.433.9 23,70 SE PRESENTA COMO LIDER
(MSN) 13 DEL MOVIMIENTO DE
SALVACION NACIONAL
1990 Rodrigo 736.37 12,20 SE PRESENTA COMO
Lloreda 4 CANDIDATO OFICIAL
1994 Andrés 2.604.7 44,75 3.576.78 48,15 PIERDE POR MUY POCA
Pastrana 71 1 DIFERENCIA FRENTE
LA LIBERAL ERNESTO
SAMPER
1998 Andrés 3.653.0 33,98 6.114.75 49 GANA FRENTE AL
Pastrana 48 2 CANDADADO LIBERAL
(APC) HORACIO SERPA POR
UN BUEN MARGEN

Porcentajes de Voto Presidencial


PLN 1953-1998

70
60
50
40
Porcentaje de voto
30
20
10
0
1953 1958 1962 1966 1970 1974 1978 1982 1986 1990 1994 1998

Los candidatos señalados en negrita resultaron ganadores de los comicios.


Fuente: Elaboración propia a partir de datos de la Registraduría Nacional.

Al finalizar los 16 años del pacto, el Partido Conservador se presentó a las


presidenciales con Álvaro Gómez como candidato, quien con un 38.68% del total de la
votación no fue capaz de arrebatarle la victoria a los liberales en cabeza de Alfonso
López Michelsen con un 56.20% de la votación. En el año 1978 tras una muy reñida
contienda electoral el Partido Conservador de nuevo tuvo que ceder el poder al liberal
Julio César Turbay Ayala, a pesar de que Belisario Betancur, el candidato conservador,
obtuvo el 46.50% de la votación. En 1982 finalmente Betancur resultó electo con un
46.80% de la votación, pero gracias en buena medida a la división galanista
mencionada.

Cuadro VI: Resultados electorales 1974.

PRESIDENCIALES 1974
Candidato Partido Votos Porcentaje
Álvaro Gómez Conservador 1.634.879 31.37
Total 5.212.133
Fuente: Registraduría Nacional

Cuadro VII. Resultados electorales 1978.

PRESIDENCIALES 1978
Candidato Partido Votos Porcentaje
Belisario Betancur Conservador 2.356.620 46.60
Total 5.075.719
Fuente: Registraduría Nacional

Cuadro VIII: Resultados electorales 1982.

PRESIDENCIALES 1982
Candidato Partido Votos Porcentaje
Belisario Betancur Conservador 3.189.278 46.80
Total 6.840.392
Fuente: Registraduría Nacional

En 1986 de nuevo el Partido Conservador perdió las elecciones frente a Virgilio Barco
Vargas, quien además planteó un gobierno de partido, instando al conservador a
asumir la oposición. Desde el punto de vista de los conservadores fue el partido el que
se abstuvo de participar en los más altos niveles de la administración, proponiéndose
asumir una oposición reflexiva y “... no aceptar la participación que le ha sido
otorgada”.

Cuadro IX: Resultados electorales 1986.


PRESIDENCIALES 1986
Candidato Partido Votos Porcentaje
Alvaro Gómez Conservador 2.588.050 35.80
Total 7.229.937
Fuente: Registraduría Nacional

En 1990 el conservatismo se presentó dividido a las elecciones. Por un lado se lanzó


Rodrigo Lloreda, mientras que Alvaro Gómez se presentó por el Movimiento de
Salvación Nacional, que obtuvo el 23.70% de la votación frente al 47.80% de César
Gaviria del Partido Liberal. Ni aun sumando el 12.2% de Lloreda el partido hubiera
ganado. Es de tener en cuenta que también compitió con fuerza una tercería, la Alianza
Democrática M-19, partido surgido de la reinserción del movimiento guerrillero M-19,
que obtuvo el 12.5% de los votos.
Cuadro X: Resultados electorales 1990.

PRESIDENCIALES 1990
Candidato Partido Votos Porcentaje
Álvaro Gómez Movimiento De Salvación
1.433.913 23.70
Nacional
Rodrigo Lloreda Conservador 736.374 12.20
Total 6.047.576
Fuente: Registraduría Nacional

La Constitución de 1991 supuso la inclusión de una serie de cambios electorales que le


dieron al Partido Conservador la posibilidad de ganar las elecciones presidenciales a
pesar de su menguado poder electoral, como casi lo hizo en 1994 y como en efecto lo
logró en 1998. Es de señalar que la mayoría de estas normas estaba destinadas a
darle apertura al sistema y no a favorecer al conservatismo, pero ese fue el efecto en
las presidenciales. La separación de las elecciones en tres períodos, presidenciales,
parlamentarias y locales, acabó con el voto de arrastre, que le permitía al partido con
más votos en el congreso y las otras corporaciones amarrar esos votos al de un
candidato oficial. Gracias a esto el voto de opinión o libre se hizo muy importante en las
presidenciales, favoreciendo a los conservadores, que estaban fuera del poder durante
tres períodos.

El otro cambio que favoreció a los conservadores fue la doble vuelta presidencial, por lo
menos en las elecciones de 1998, en las que los liberales ganaron en la primera vuelta
y perdieron en la segunda.

La práctica de las coaliciones interpartidistas se ha vuelto tan común, que el mismo


expresidente Belisario Betancur reconoció en la celebración de los 150 años del
Partido Conservador en octubre de 1999, que la fuerza de los partidos está más en la
capacidad de convocar a los próximos o afines que en la de contar con la fidelidad de
sus propios adherentes. Especialmente la elección de Pastrana en 1998 tuvo está
característica, puesto que incluso su Vicepresidente fue un liberal exgobernador de un
importante bastión del liberalismo en la Costa Atlántica, el Departamento del Atlántico.

Cuadro XI: Resultados electorales 1994.

PRESIDENCIALES 1994
PRIMERA VUELTA
Candidato Partido Votos Porcentaje
Andrés Pastrana Conservador 2.604.771 44.75
Total 5.821.331
PRESIDENCIALES 1994
SEGUNDA VUELTA
Andrés Pastrana Conservador 3.576.781 48.15
Total 7.427.742
Fuente: Registraduría Nacional

Cuadro XII: Resultados electorales 1998,

PRESIDENCIALES 1998
PRIMERA VUELTA
Candidato Partido Votos Porcentaje
Andrés Pastrana Alianza Por El Cambio
3.653.048 33.98
Total 10.751.465
1998
SEGUNDA VUELTA
Andrés Pastrana Alianza Por El Cambio
6.114.752 49.00
Total 12.310. 107
Fuente: Registraduría Nacional

La otra paradoja de las elecciones presidenciales de 1998 fue que a pesar de ser el
conservatismo un partido minoritario electoralmente, los votos de Pastrana en la
primera vuelta sumados a los de Noemí Sanín, que se presentó como independiente
siendo conservadora, sumaron más de un 60%. Más paradójico aun es el hecho
mencionado de que estando en el poder el Partido Conservador no tiene un candidato
fuerte para las próximas elecciones presidenciales.

a.2. El Partido en las Elecciones Legislativas

Al igual que en las presidenciales se muestra un descenso en las votaciones totales de


ambas cámaras. Como lo explica el senador conservador Luis Humberto Gómez Gallo,
el descenso en las votaciones no es un hecho aislado, sino que responde a una crisis
interna dentro del partido: "El balance es insatisfactorio en grado sumo. Preocupa que
luego de la promulgación de la constitución de 1991, los electores hayan preferido las
fuerzas políticas alternativas y que ese fenómeno afecte principalmente en el
conservatismo”. Según él, el Partido Conservador ha llegado al poder gracias a
coaliciones y no por tener mayorías electorales: ”El conservatismo en los últimos
cuarenta años nunca ha hecho un gobierno de partido, solamente ha sido partido de
gobierno”.

En el Congreso la presencia conservadora ha ocupado el segundo lugar en número,


pero después de 1990 el descenso registrado afecta a ambos partidos, debido a la
aparición de múltiples movimientos independientes o resultado de alianzas entre
sectores políticos tradicionales. Desde 1970 el Partido Conservador, a excepción de
dos ocasiones ha sido el segundo partido más votado, ya que en las elecciones de
1970 y 1998 otras fuerzas obtuvieron más curules que el Partido Conservador. De
todos modos su fuerza hoy está menguada, pues en la actualidad tienen solo una
cuarta parte de las curules del congreso con lo cual difícilmente el Presidente
conservador podía contar con ellos únicamente para hacer aprobar sus proyectos.

La tendencia histórica en los años noventa nos muestra que cuando hay un descenso
en las votaciones para el Partido Liberal, esto no representa un aumento en los votos
conservadores, lo que quiere decir que cuando el liberalismo cae, lo hace el
bipartidismo en su conjunto, y el gran afectado termina siendo el Partido Conservador.
De hecho, resume un analista: “El Partido Conservador se ha mantenido como
segunda organización política, pero en cambio ha perdido el pie en el parlamento, a
manos de pequeñas minorías que, en alianza con el Partido Liberal, están en
capacidad de imponer su voluntad en casi todas las votaciones”. De todos modos, el
Partido Conservador ha mantenido una estrategia de coaliciones que le ha permitido
seguir siendo la segunda fuerza política.

Aunque en 1992 se afirmaba que las nuevas reglas electorales favorecerían al Partido
Conservador, la realidad ha mostrado lo contrario, como se vera en el comportamiento
electoral. En esta época Javier Sanín se refería al partido de esta manera: “Las nuevas
reglas del juego político harán que el conservatismo se adapte a ellas. Le favorecen”.

Cuadro XIII: Elecciones para senado a partir del final del Frente Nacional PCC.

AÑOS CURULES VOTOS TOTAL CURULES TOTAL VOTOS


1974 37 1.631.115 112 5.094.552
1978 49 1.650.429 112 4.159.846
19 De hecho,49 2.252.601 114 5.567.198
resume un
analista 82
1986 43 2.541.094 114 6.842.834
1990 39 2.531.316 114 7.626.903
1991 24 1.279.605 100 4.861.640
1994 29 1.374.268 100 4.978.276
1998 25 1.869.100 100 8.320.820

Cuadro XIV: Elecciones para Cámara de Representantes desde el Frente


Nacional (1974-1998) PCC.

AÑOS CURULES VOTOS TOTAL CURULES TOTAL VOTOS


1974 66 1.631.924 199 5.088.888
1978 83 1.645.496 199 4.171.075
1982 82 2.248.796 199 5.573.489
1986 80 2.558.050 199 6.884.928
1990 65 2.529.944 199 7.602.393
1991 42 1.227.949 161 4.789.744
1994 49 1.309.766 161 4.966.249
1998 38 1.998.192 161 8.482.944
Fuente : Gutiérrez, Francisco. “Rescate Por Un Elefante. Congreso, Sistema Y
Reforma Política” En Bejarano Ana María (Compilador), Dávila Andrés (Compilador),
“Elecciones Y Democracia En Colombia, 1997 - 1998”. Bogotá, 1998: 232.

a.3 El Partido en la Asamblea Nacional Constituyente

En 1991 se convocaron elecciones para conformar la Asamblea Nacional Constituyente


encargada de reformar la constitución, a éstas el Partido Conservador se presentó
dividido en Movimiento de Salvación Nacional liderado por Álvaro Gómez y el oficial
Partido Social Conservador, en total, de la suma de las listas electas de las ya
mencionadas divisiones no se lograron superar las del Partido Liberal, el Partido
Conservador estuvo en un posición muy pareja a la de la Alianza Democrática M-19,
que en estas elecciones después de su desmovilización como grupo guerrillero se
convirtió en la sorpresa electoral.

El Partido Liberal ha mantenido su carácter dominante en todas las elecciones, salvo


en las de la Asamblea Nacional constituyente, lo cual no significó ningún beneficio
electoral para el Partido Conservador. Como sostuvieron algunos: “ La reducción de la
votación de los partidos tradicionales fue en beneficio de los terceros partidos, que de
un 14% en las elecciones presidenciales de 1990, subieron a un 36% en las elecciones
para la Constituyente”.

Cuadro XV: Listas y Constituyentes elegidos a la Asamblea Nacional


Constituyente. Número de Constituyentes. Partido Conservador

Partidos/ Número Elegido


de por
Elegido por
Total Elegido
Porcentaje en la
Movimientos Listas Cociente residuo Asamblea
Elegidas
Movimiento 1de 10 1 11 15,7%
Salvación Nacional
Partido Social
1 4 1 5 7,1%
Conservador
Fuente : Gilhodes Pierre (et.al.), Modernidad, Democracia y Partidos Políticos, FIDEC,
FESCOL, 1993.

a.4. El Partido en las elecciones municipales y departamentales.

En las cuatro elecciones para gobernadores que se han realizado en el país desde
1991, el Partido Conservador ha obtenido 3 en 1991, 7 en 1994, para descender otra
vez a 3 en 1997 ( el 9.3%), frente a 19 gobernaciones (59.37%) liberales. Lo que
significó la perdida de 4 gobernaciones para el Partido Conservador, con respecto a las
elecciones anterior. En el 2000 solo obtuvo 2. Es de señalar que se perdieron
gobernaciones importantes para el partido como la de Antioquia y Boyacá, lo cual
sorprendió pues en el primero se habían conseguido gran parte de los votos para el
presidente conservador. Sin embargo, como sostiene Oscar Delgado, "En este
departamento el triunfo liberal sobre el conservatismo no fue novedad, porque de vieja
data aquel partido ha sido mayoritario, elección tras elección para corporaciones. Otra
cosa es que debido a división liberal, o a acuerdos entre élites, ha habido gobernadores
conservadores en los últimos años".

CUADRO XVI: Gobernaciones obtenidas Partido Conservador


(1991 – 2000).

Años Conservador
1991 3
1994 7
1997 3
2000 2
Fuente : Registraduría Nacional
Del Estado Civil

En las elecciones para alcaldes, el Partido Conservador ha venido reduciendo su


votación desde 1988. En 1998 obtuvo un 41,34% frente a 45.39% de los liberales, en
1990 bajo a 38.76% frente a 56.12% de los liberales, en 1992 descendió aun más a
27.22% frente a 40.48% del Partido Liberal, en 1994 tuvo un leve repunte a 36.84%
frente a 51.08%. En 1997, el Partido Conservador ocupó un segundo lugar, detrás del
liberal, obtuvo 6 alcaldías de capitales de departamento frente a 13 del Partido Liberal.
En el 2000 solo una frente a 19 del Liberal.
Cuadro XVII: Alcaldías a nivel Nacional PCC.

1988 1990 1992 1994 1997


Años
Partido
Conservador 41,34% 38,76% 27,22% 36,84% 27,90%

Fuente : Bejarano Ana María (Compilador), Dávila Andrés (Compilador), “ Elecciones Y


Democracia En Colombia, 1997 - 1998”. Fundación Social. Departamento De Ciencia
Política De La Universidad De Los Andes. Veeduría Ciudadana A La Elección
Presidencial, Santa fe De Bogotá, 1998, Página 114.

Notese que la preeminencia de los conservadores es en la región


centro-oriental, donde siempre tuvo su fortaleza.

Cuadro XVIII: Porcentaje de Alcaldías obtenidas por el Partido Conservador


a nivel Nacional.
1988 1990 1992 1994 1997 2000
Año
Región
Atlántica 20.0% 15.6% 16.8% 21.1% 10.3%
Occidente 41.8% 35.6% 24.2% 31.2% 27.3%
Centro 51.4% 48.3% 33.8% 43.5% 38.1%
Oriente
Orinoquia 16.6% 14.8% 3.4% 19.0% 10.7%
Amazonia 29.1% 4.2% 11.1% 43.3%

Fuente: Bejarano Ana María (Compilador), Dávila Andrés


(Compilador), “ Elecciones y Democracia en Colombia, 1997 - 1998”.
Fundación Social. Departamento de Ciencia Política de la
Universidad de Los Andes. Veeduría Ciudadana a la Elección
Presidencial, Santa fe De Bogotá, 1998, Página 114.

En las Asambleas departamentales, el Partido Conservador también ha descendido su


votación. En 1990 se tenía un 33.4% de la votación y en 1998 bajó a 20.6%. Esto
representa una perdida de 800.000 votos, y alrededor del 20% de los votos.

a.5. El Partido en Bogotá

El partido no tiene ninguna posibilidad desde hace ya varios períodos de


alcanzar la alcaldía y su representación en el Concejo es muy reducida.
Cuadro XIX. Votación para el Concejo de Bogotá - PCC-

Año Total Concejales Elegidos del Partido Votación


Obtenida
*
1988 20 5
1990 20 5 120.231
1992 28 1 8.393
1994 34 3 26.605
1997 40 5 53.516
2000 5 98.556
* No se encontraron cifras para el año en cuestión.

Nótese también su baja participación en las JAL.

Cuadro XX. Número de curules obtenidas para Juntas Administradoras


Locales (JAL) en Bogotá - PCC-

1992 1994 1997 2000


Año
Localidad
USAQUÉN 0 0 0 0
CHAPINERO 1 1 1 0
SANTAFÉ 0 0 0 1
SAN 2 2 2 1
USME 1 2 2 0
TUNJUELITO 0 1 1 3
BOSA 0 0 1 1
KENNEDY 0 1 2 1
FONTIBÓN 0 1 1 0
ENGATIVÁ 1 1 2 1
SUBA 1 1 1 2
BARRIOS 0 0 0 0
TEUSAQUILLO 0 2 2 1
MÁRTIRES 0 0 0 0
ANTONIO 0 0 0 0
NARIÑO
PUENTE 0 0 0 0
CANDELARIA 0 0 0 0
RAFAEL URIBE 0 0 1 0
CIUDAD 0 0 0 0
BOLÍVAR
SUMAPAZ 0 0 0 0
Hay que tener en cuenta que el No. total de ediles a elegir en cada localidad es el
siguiente: Usaquén 11, , Chapinero 7, Santafé 7, San Cristóbal 11, Usme 9,
Tunjuelito 9, Bosa 9, Kennedy 11, Fontibón 11, Engativá 11, Suba 11, Barrios
Unidos 9, Teusaquillo 9, Los Mártires 7, Antonio Nariño 7, Puente Aranda 11, La
Candelaria 7, Rafael Uribe 11, Ciudad Bolívar 11 y Sumapaz 7.
b. El Partido como organización de gobierno

Durante la época del radicalismo liberal en el siglo XIX, que va de 1849 a 1885, el
Partido Conservador solo gobernó en dos ocasiones, con Manuel Mallarino (1855-57) y
con Mariano Ospina Rodríguez (1857-1861). En la presidencia de Rafael Nuñez en
1884, el Partido Conservador se alió con la facción independiente del Partido Liberal,
liderada por aquel y esbozó el programa político conocido como La Regeneración.
Desde 1886, cuando se promulgó la nueva constitución, de carácter autoritaria, católica
y centralista, el Partido Conservador se mantuvo en el poder, hasta 1930. Durante este
tiempo, la Hegemonía Conservadora, se destaca la unión del partido con la iglesia,
que no solo controlaba la educación, sino que además participaba activamente en la
política.

La Constitución de 1886, liderada por el moderado Miguel Antonio Caro y el conciliador


liberal Nuñez, abolió el feudalismo, fortaleció el ejecutivo, restableció la pena de muerte,
creó un ejercito permanente y una milicia nacional. Con el predominio de los ultras, tras
el retiro de Nuñez, se reprimió sistemáticamente a los liberales, exiliando a sus más
destacados jefes, cerrando sus periódicos y prohibiéndoles una justa representación en
el Parlamento (un solo liberal), lo cual motivaría una nueva guerra civil: la guerra de los
Mil días (1899-1902). Esta fue la última guerra civil declarada, y la más sangrienta, con
nefastas consecuencia para el país, entre ellas la separación de Panamá, e incluso el
Partido Conservador estuvo dividido durante la misma Consolidado el poder
conservador tras la guerra, se le permitió una limitada participación al Partido Liberal,
y en ello destacó el gobierno de otro conciliador, Carlos E Restrepo, presidente entre
1910 Y 1914, quien era uno de los lideres del nuevo partido republicano que aglutinaba
liberales y conservadores.

El Partido Conservador se fue desgastando progresivamente por estos acontecimientos


y por su incapacidad para responder a ellos de forma no violenta, como lo demuestra la
decepción de sus propios adeptos, incluido el líder radical Laureano Gómez, quienes
se opusieron a esa represión o a las políticas de endeudamiento internacional y de
concesiones petrolíferas. Así, el Partido Conservador se vio dividido para las
elecciones de 1930, lo cual fue aprovechado por los liberales para presentar su
candidato, quien ganó la presidencia, no obstante obtener menos votos que los
candidatos conservadores globalmente considerados. Los conservadores además no
contaron con la capacidad de reorganización de los liberales. El final de la hegemonía
conservadora llegaría con el gobierno de Miguel Abadía Méndez (1926-1930), quien
mostró la incapacidad del régimen para responder a las nuevas realidades sociales y a
las reivindicaciones de los sectores obreros y campesinos que se habían manifestado a
lo largo de la década de los años veinte.

Al recuperar el Partido Liberal el poder en 1930, los conservadores se fueron a la


oposición y divididos en dos tendencias de derecha, moderada y ultraderechista,
atacaban al Partido Liberal, acusándole de comunista, y de inclinado a las políticas
norteamericanas. La permanente oposición a los gobiernos liberales, llegó incluso a
los ataques personales y a maquinar escándalos que involucraban a la elite liberal,
especialmente a Alfonso López Pumarejo, quien finalmente renunció en 1945, a su
segunda presidencia

La división liberal en las elecciones de 1946, permitió el regreso al poder de los


conservadores con Mariano Ospina Pérez en 1946, luego de 16 años de ausencia,
postulado como candidato de la Unión Nacional. El gobierno de Ospina se caracterizó
por el desencadenamiento de la violencia política. El clima de violencia se tornó
insostenible con el asesinato de jefe único del Partido Liberal, Jorge Eliécer Gaitán. En
noviembre de 1949, Ospina cerró el Congreso, las asambleas y los Concejos
Municipales, se alteró la composición de los tribunales de justicia, y bajo el estado de
sitio, se llevaron a cabo las elecciones que gano el conservador Laureano Gómez,
luego del retiró del Partido Liberal de las elecciones de 1950 por falta de garantías
electorales.

En medio de la persecución política contra el Partido Liberal, Laureano Gómez fue


elegido presidente en 1950, y en su gobierno se desató la más grande violencia oficial,
que aun se recuerda con horror, por la naturaleza y los métodos usados en numerosas
masacres y asesinatos políticos contra los liberales. El clima de violencia, obligó a un
pacto entre liberales y ospinistas para tumbar a Gómez, de esta manera el Teniente
General Rojas Pinilla dio el golpe de estado en 1953, conocido como el “golpe de
opinión”, cuando Gómez intentó reasumir la presidencia, luego de estar alejado por
enfermedad por dos años.

Después de la dictadura de Rojas, los líderes del Partido Conservador, Laureano


Gómez y el liberal, Alberto Lleras firmaron los acuerdos que darían origen a un pacto
bipartidista de repartición del poder, que se extendería por 16 años.

Luego del primer gobierno liberal, el segundo gobierno del Frente Nacional, le
correspondió al Partido Conservador, quien gobernó con Guillermo León Valencia
(1962-1966). Los aspectos principales de su gobierno fueron, la repartición de todos los
cargos públicos de acuerdo a la correlación de fuerzas de los sectores políticos
tradicionales en los cuerpos colegiados y la preponderancia de las Fuerzas Armadas.
En su gobierno surgieron las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia)
y del ELN (Ejército de Liberación Nacional), grupos insurgentes que aun hoy continúan.

La cuarta administración del Frente Nacional fue la del conservador Misael Pastrana
Borrero (1970-1974). En medio de inmensas dudas de fraude, el candidato del Frente
Nacional derrotó al candidato de la ANAPO, Gustavo Rojas Pinilla, en la madrugada del
19 de Abril de 1970, luego de las primeras informaciones que daban el triunfo a Rojas.
El objetivo del gobierno fue reorientar el gasto público y brindarle mayor atención a las
ciudades, dentro del acelerado proceso de modernización socioeconómica del país,
con especial énfasis en los sectores populares, para reforzar el apoyo electoral hacia
los partidos tradicionales. La estrategia del gobierno se basó en el sector de la
construcción, para generar empleo adicional y ampliar el mercado interno, elevando los
niveles de consumo, pero al final del gobierno Pastrana, la inflación continuó creciendo
y los sectores rurales se empobrecieron aun más, presentándose una fuerte
inestabilidad política.
La estrategia adoptada por el Partido Conservador desde finales del Frente Nacional,
ha sido aceptar su condición de minoría histórica y convenir en no lanzar candidatos
conservadores, sino multipartidistas, estrategia que ha utilizado con éxito, para ganar
las elecciones de 1982 y 1998. Fue así como, terminado el frente nacional, el Partido
Conservador regresó al poder con Belisario Betancur (1982-1986), quien fue elegido
por una alianza suprapartidista, que contó con una gran simpatía (3168592 votos a
favor, mayor votación hasta el momento que se había dado por candidato alguno en el
país). Los hechos más importantes durante su gobierno fueron, el fallido proceso de
Paz con las FARC y el acuerdo de la Uribe, la creación de la UP (Unión Patriótica) de
izquierda democrática, el proceso de paz fallido con el M19, que desembocó en la toma
del Palacio de Justicia, por el mismo grupo, el 6 y 7 de noviembre de 1985.

El asesinato del ministro de justicia Rodrigo Lara Bonilla, el 1 de mayo de 1984, llevó al
inicio de la extradición de colombianos a Estados Unidos, el primero en ser extraditado
fue el narcotraficante Carlos Leder. Además, en su gobierno se inició una política de
vivienda “Sin cuota inicial”, se Promulgó el estatuto básico de los partidos (ley 58 de
1985), y se creó el Impuesto al Valor Agregado (IVA). Al final de su mandato, el país se
enfrentó a un fuerte aumento del desempleo, a una devaluación acelerada, al aumento
de la inflación, y a la caída de las reservas internacionales.

Luego de doce años de gobiernos liberales y de grandes derrotas electorales,


especialmente en 1990, el Partido Conservador ganó las elecciones de 1998, con su
candidato Andrés Pastrana (1998-2002). Sin embargo Andrés Pastrana (hijo del
expresidente Misael Pastrana), a pesar de ser elegido por la convención nacional
conservadora, se inscribió como candidato de varios movimientos suprapartidistas
llamados, Alianza para el cambio, nueva fuerza democrática y por el movimiento 98. En
la victoria de Pastrana también influyeron otros factores como la crisis del Gobierno
Samper y el abstencionismo: "La tasa de abstención también tiene una influencia en la
definición del ganador del proceso electoral. Una participación alta, tradicionalmente
habría beneficiado al candidato liberal, dada la distribución partidista del país".

El plan de gobierno de Pastrana se ha presentado como centrado en la construcción de


la paz desde cuatro estrategias: el estado participativo, la reconstrucción del tejido
social, el desarrollo y la paz, y la reactivación de la economía, a través de las
exportaciones. En la búsqueda de un nuevo modelo del desarrollo ha hablado de incluir
al estado y al estado civil. El principal objetivo del plan de desarrollo era la búsqueda
del crecimiento sostenible con cohesión social, y buscaba lograrlo a través de
políticas de reforma al estado, profundización de la descentralización, plan educativo
para la paz, política de cultura, política de salud, política de pensiones, política de
familia y niñez, y fortalecimiento de las exportaciones.

Pero estas cuatro estrategias y sus implicaciones no tuvieron la aceptación


esperada; la sociedad en general, los sindicatos y los movimientos sociales
mostraron su descontento en las calles mediante movilizaciones y paros,
quitándole cierto grado de legitimidad al gobierno y a las políticas de este.
Sumado a este descontento, la declaración de su inconstitucionalidad por parte de
la Corte Constitucional, hizo que Pastrana tomara una decisión rápida llamada “el
plan B”, que consistía en convertir el Plan de Desarrollo en un decreto presidencial
para así no tener problemas en la ejecución de su programa. Este tipo de
medidas disminuyó aún más el grado de legitimidad de la administración Pastrana.
Este Plan fue complementado por políticas de ajuste económico y fiscal, como la
ley anual de presupuesto del año 2001, que incluyó una reducción del gasto
público mediante el despido masivo de trabajadores estatales. Además la nueva
reforma tributaria cubrió a los municipios y las diferentes entidades territoriales,
buscando más autonomía de estas y su auto-sostenimiento. También se
privatización de entidades e instituciones públicas y se quiere seguir aumentando
el número de años para la jubilación en hombres y mujeres trabajadores. El Fondo
Monetario Internacional (FMI) ha dado unos 2300 millones de dólares para el
equilibrio económico supeditado al mantenimiento de esas políticas.

Otro hecho del gobierno, en lo que va de su administración ha sido el


mejoramiento de la imagen internacional del país, multiplicando sus visitas a
distintos gobiernos y promoviendo el apoyo a sus iniciativas de paz como la mejor
manera de luchar contra el narcotráfico. Destacando las relaciones con EEUU,
que tienen como prioridad la ayuda para la erradicación de cultivos ilícitos y por
ende el narcotráfico, y la consolidación del proceso de paz en Colombia, estas
iniciativas de ayuda materializadas en el Plan Colombia que consiste en una
ayuda económica de 1700 millones de dólares y/o en la visita del presidente
estadounidense Bill Clinton a la ciudad de Cartagena en Colombia. Convirtiéndose
este tema en un nuevo tema de discusión entre los diversos sectores sociales
nacionales e internacionales, discusión que gira en torno a los posibles efectos del
plan en el país (agudización de la guerra, desplazados, incremento de grupos de
autodefensa, deterioro del medio ambiente, etc.)

Si bien todas estas políticas se identifican con la administración Pastrana, lo más


destacado ha sido su disposición al diálogo con las FARC (Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia), mediante el despeje de San Vicente del Caguán,
(42.000 kilómetros cuadrados). Pero como en todo proceso de paz se comenzaron a
presentar los primeros fracasos y la pérdida de esperanza de seguir adelante con el
proceso. A comienzos del 2000 se congeló por primera vez el diálogo, pero con su
descongelación reabrió la esperanza puesta en la solución del conflicto por la vía
pacífica. También a finales del 2000 se volvieron a congelar los diálogos, que no sólo
dependían de las decisiones guerrilleras sino también de la prorroga al despeje que
vencía en el mes de febrero, se prorrogó la zona de despeje y se volvió a la mesa de
concertación, generándose así nuevas expectativas sobre el proceso y el futuro del
mismo. Estas decisiones afectaron la imagen de Pastrana, presentándose aquí cierta
contradicción: Por una parte el descontento de algunos sectores hacia el Presidente
por su carácter permisivo y condescendiente con la guerrilla, demostrando estos su
poca paciencia frente al proceso. Y por otra parte existe un gran apoyo al proceso y a
la vía negociada para la consecución de la paz. También ha avanzado el diálogo con
el otro grupo subversivo, el ELN, que cuenta también con un gran apoyo internacional
especialmente en el ámbito de la Unión Europea. Se piensa hacer lo mismo que con
las FARC: otorgarle una zona de distensión en el sur del departamento de Bolívar para
efectuar allí los diálogos de paz. También se ha enfrentado abiertamente a los
llamados grupos paramilitares denominados Autodefensas Unidas de Colombia AUC.
En síntesis, en lo que va del gobierno la impopularidad del Presidente es muy grande
según las encuestas publicadas por los medios, aunque estos mismos se encargan de
atenuar dicha mala imagen. La paz ha sido la carta en cierta forma polivalente y no ha
arrojado resultados, mientras la economía no termina de levantarse, y el desempleo
llega al 20%. Excepto en relaciones internacionales el balance es muy negativo.

c. El Partido en el Legislativo y los Departamentos.

Al ser minoritario en un régimen de tradición frentenacionalista los legisladores


conservadores han sido básicamente negociantes avezados de sus decisiones tanto
frente a los demás congresistas como frente al Presidente. A quienes colaboraron con
el Presidente Samper los llamaron "lentejos", por venderse por un plato de lentejas, e
incluso se pensó en expulsarlos del partido. Algunos de ellos sin embargo alcanzaron
poder en la última convención descentralizada.

Tanto gobernadores, como alcaldes, diputados y concejales, actúan sin


sujeción al partido ; aunque la relación de los diputados departamentales es más
estrecha, pues le deben sus votos al partido.

d. El Partido como organización burocrática.

d.1. La organización del Partido. Estructura formal.

El artículo V de los estatutos del Partido Conservador establece que "la suprema
autoridad del Partido reside en la Convención Nacional y sus decisiones son
obligatorias para todos sus organismos y miembros. Los organismos del partido,
además de la convención nacional, son el directorio nacional, la junta de
parlamentarios, la conferencia de directorios regionales, los directorios
departamentales, distritales y municipales.

Hay convenciones centralizadas y descentralizadas. La primera es para actos


especiales que el directorio nacional considere necesario un debate. A ella asisten
además del directorio, los congresistas, diputados y concejales en ejercicio o quienes
hayan tenido ese cargo, entre otros. La elección para candidato de la República y
Directorio Nacional solo se puede hacer por convención descentralizada. Este nuevo
mecanismo, supuso toda una democratización interna dentro del partido porque ya no
hay que trasladarse a Bogotá para votar, aunque hay quienes la han calificado también
como un traslado del poder clientelista de las urnas al del partido. Es mucho más
extensa para ciertos casos como la elección de candidato a la presidencia o directorio
nacional, pues incluye incluso excandidatos en todos los niveles con ciertas
condiciones. Así pues, el directorio es elegido por tarjetones de votación, con voto libre,
directo y secreto, y es él, el que nombra a un secretario general que es remunerado, y
tiene secretarias adjuntas para distintos temas. También hay directorios
departamentales, que son autónomos, pero que pueden nombrarse como provisionales
desde el centro, si no se ponen de acuerdo.
Se reconoce tanto que existen partidos paralelos al conservador entre sus miembros,
que incluso se creó la Confederación Nacional de Movimientos del Partido Conservador,
para movimientos políticos de origen conservador que obtengan personería jurídica
independiente pero soliciten al Directorio Nacional seguir siendo conservadores. Esto
demuestra el grado de fragmentación del partido, y también como en lugar de luchar
contra ello, la actual dirigencia ha preferido aceptar su existencia y aprovecharla de
alguna manera. De hecho casi todos lo miembros de la dirección nacional tienen a su
vez un partido aparte.

Cuadro XXI: Características de la estructura


interna del PCC

Tipo de Relaciones entre los órganos internos Jerárquica


Organos según ámbito territorial Direcciones Departamentales y
Municipales.
Convención Nacional
Dirección Nacional
Junta de Parlamentarios
Conferencia de directores regionales.
Cada 15 días.
Hasta que la convención los cambie,
normalmente cada dos años.

Tipo de Estructura Jerárquica y Piramidal


Estabilidad de la estructura Subsistió intacta hasta hace poco, desde
1950
Feudo electoral elecciones de diputados La zona cafetera.
provinciales:
1984-1996
1998
Región con mejor resultado electoral en el período El Suroeste.
1978-1998
Fuente: Elaboración propia.
Aquí está el organigrama organizativo en powerpoint.
d.2. Los que mandan. Dirigentes y coalición dominante.

La máxima autoridad del partido es la Convención Nacional y sus decisiones son


obligatorias para los miembros. Después viene el Directorio Nacional, nombrado por la
convención. En los miembros del directorio recae el poder permanente en el partido. La
Junta de Parlamentarios Conservadores también es reconocida y tiene un poder real y
fuerte, aunque no tanto como los liberales en su partido.

En el Partido Conservador hasta hace muy poco sobrevivían estructuras tradicionales y


jerárquicas, representadas por las figuras históricas de los partidos, en especial los
expresidentes, que se combinaban con las autoridades formales del partido. En los
últimos años se fue imponiendo el poder de quienes manejaban los votos
regionalmente por encima de las personalidades del partido. Lentamente fue
desplazándose a esas figuras, y la última de ellas Enrique Gómez perdió el poder en la
última convención descentralizada, aunque el proceso es más complejo.

La coalición dominante del partido por décadas estuvo pues conformada


básicamente por dos personas: Laureano Gómez, representante del ala derecha
del partido y Mariano Ospina Pérez, lider del ala más moderada. Cuando Ospina
murió, Misael Pastrana lideró la otra ala, e incluso logró cambiarle por un tiempo el
nombre al partido: "socialconservador". De hecho cada corriente tenía su casa, o
sea que había dos direcciones nacionales. Cuando murió Pastrana hace pocos
años, el poder quedó en manos de Alvaro Gómez, quien había heredado de su
padre la dirección de la linea dura del Partido. Poco después este fue asesinado y
su hermano Enrique Gomez asumió el mando de todo el partido, pues no quedaba
otro lider, ya que el expresidente Belisario Betancur (Ospinista) se había
automarguinado de la política. De hecho Gómez aceptó el cargo de director del
partido en la casa ospinista, actual dirección nacional oficial y despacho desde allí
hasta que fue derrotado en la convención descentralizada, en la cual dominaron
quienes tienen los votos regionales, especialmente los de los departamentos con
mas municipios y mas conservadores: Boyaca, Antioquía y Cundinamarca.
Realmente Enrique Gómez no fue el último de los notables, pues no tenía
realmente el manejo político de su hermano.

Mientras que el anterior secretario del partido del partido sostiene que más que un
desplazamiento lo que sucedió fue que el partido se quedó ácefalo por la muerte de los
lideres políticos que habían copado todo el espectro político, lo que fue aprovechado
por los mandos medios; el actual Secretario General afirma que en la Convención
Descentralizada del 2000 salió victoriosa una élite diferente, representante de una
nueva clase política en el partido. Lo cierto es que el Directorio sigue siendo
dominado por el principal "elector" del partido, Fabio Valencia, quien apoyó seis listas
para el Directorio y cinco tuvieron éxito. La única que no alcanzó por poco los votos, fue
la de Jorge Sedano, que fue nombrado Secretario General. La diferencia a la que
seguramente hace referencia Sedano, aunque no lo puede comentar seguramente, es
la cuestión de la obediencia a los notables. Ya comentaba un analista en 1995: “existe
un directorio presidido por Jorge Sedano, pero la fuerte personalidad de Misael
Pastrana gravita sobre sus decisiones”. Es decir, siguen siendo algunos miembros los
mismos, pero la diferencia es que ya la voz de los jefes naturales ya no es una orden
determinante como antes.

Los dirigentes del partido eran nombrados de acuerdo a consensos internos con
escasa democratización afirmaba Gómez Gallo en los documentos preparatorios de la
convención descentralizada: “el conservatismo es claramente contradictorio, su
dirección se encuentra confiada a un grupo de notables, a una minoría selecta de
ciudadanos”. La actual dirigencia es bastante autónoma de los notables porque ni
Alvaro Gómez ni Misael Pastrana viven y Enrique Gómez fue derrotado en la
convención. La mitad de los miembros obedecen a Fabio Valencia, actualmente
embajador en Roma y los demás son muy independientes. La coalición dominante
actual tiene arraigo en cada una de sus regiones, pero carece de un liderazgo nacional
fuerte para hacer las transformaciones que se están proponiendo, pues su Presidente,
Ciro Ramírez Pinzón, es un desconocido para la mayor parte de la opinión pública,
incluyendo muchos conservadores. Algunos ven como una ventaja el cambio
generacional que dejó por fuera a los notables, pero otros no ven con buenos ojos a
esta nueva dirigencia porque algunos de ellos pertenecieron al bloque de "lentejos",
que colaboraron con el pasado gobierno liberal o porque le parecen personajes con
poco liderazgo catapultados a una dignidad inmerecida.

Al igual que en el Partido Liberal la baja institucionalización del Partido Conservador no


permite un efectivo control de los órganos centrales, sobre los niveles departamentales
y locales. Es sin embargo un tanto más coherente en ocasiones que el liberal, pues,
como afirma Gilhodes, “por su tradicional posición de challenger del poder, obligado a
la oposición, el conservatismo muestra una mayor disciplina que el liberalismo, pero no
está aglutinado como partido”. En algunas regiones del país, existe fuerte disciplina
partidista, especialmente en Antioquia con el mencionado Fabio Valencia, lo que
posibilita que lo decidido por el directorio regional sea acatado por las bases. Sin
embargo el propio Valencia fue derrotado en su propio terreno en las elecciones del
2000, en parte porque los conservadores se sintieron traicionados por el Presidente
conservador en la repartición burocrática, que al parecer favoreció más a los liberales
colaboracionistas. En las actuales circunstancias hay una mayor comunicación entre la
burocracia del partido y los parlamentarios, pues de alguna forma la convención
descentralizada le dio más poder a estos últimos, e incluso mejoraron las relaciones
con el Presidente, aunque la verdad sea dicha, éste prácticamente no determina al
partido

Para algunos, en el 2000 hubo una especie de golpe de estado al interior del partido,
pero con 20 años de retraso, pues el poder de los jefes naturales es superior a su
electorado desde finales de los setenta, y de hecho el Presidente Betancur salió como
candidato de esa nueva clase política, solo que fue obediente a los jefes naturales. En
nuestro concepto se trata de una transición tardía y sin rumbo claro, que requerirá de
una estrategia más concertada para sacar a flote un partido que puede tener un juego
importante en la Colombia del nuevo siglo. De hecho hay 12 movimientos dentro del
partido que no respetan la jerarquía del partido, y si no se articulan de alguna forma el
partido seguirá debilitándose indefinidamente. La clave del asunto será una
combinación de concertación y persistencia durante los próximos 5 años cuando
menos.

En síntesis la coalición dominante hoy no es practicamente ninguna, pues el


partido en su burocracia esta dominado por Fabio Valencia y varios
independientes (Omar Yepes y Carlos Holguín y Genaro Pérez entre otros), pero
no tiene un gran director, un jefe único. Ahora estan en la búsqueda de ese lider,
porque ni siquiera tienen un candidato con posibilidades reales para la Presidencia.
De hecho se esta buscando la manera de sacar del juego al actual director y poner
como jefe único a Augusto Ramirez Ocampo o al exministro de Hacienda y
excandidato presidencia (y precandidato actual) Juan Camilo Restrepo. El propio
Valencia tiene aspiraciones presidenciales, pero comenzó a perder poder tan
rapidamente desde la derrota electoral en las locales que prefirió irse de
embajador hasta el periodo de elecciones. Es un jefe regional, que al estilo de los
liberales, ha querido convertirse en nacional, pero no parece que vaya a lograrlo.

El problema del partido es que esta muy desmembrado por debates


internos entre esos lideres regionales, especialmente en Antioquía. En este
departamento Valencia se disputa el poder con el conservador Luis Alfredo Ramos.
Ambos lograron los votos que dieron el gran espaldarazo a Pastrana en las
presidenciales, pero ante la opinión pública Valencia hizo aparecer ese triunfo
como propio, y de hecho recibió más poder que su contrincante, nombrado
Embajador en la OEA. Al parecer Ramos esperaba recibir algun ministerio para su
grupo, y como retaliación apoyo a los liberales en las elecciones de gobernacion
de Antioquia y alcaldia de Medellín, las que efectivamente perdieron los
conservadores. En el Departamento del Valle tambien hay divisiones similares y
en general en todo el país. En el Tolima por ejemplo Gomez Gallo fue derrotado
porque no se entendía con un lider importante en la región.

El que mas manda en el partido es el que mas alcaldes, diputados y


consejales tiene. La piramide es similar a la del Partido Liberal: senadores,
representantes, diputados y gobernadores, alcaldes y concejales. El problema es
que la cohesion es endeble por las divisiones internas, y el partido sigue perdiendo
poder. Los conservadore sin embargo hacen unas cuentas diferentes a las de los
medios (que ellos llaman prensa liberal). Por ejemplo dos lideres importante
declararon en entrevistas para este estudio que el partido ganó 4 gobernaciones y
las cifran señalan que dos. La explicación es que ellos creen que las coaliciones
con liberales deben incluirse si el elegido es conservador. Por otra parte, suman
en las cifras totales los escaños conseguidos por lideres conservadores que tienen
su propio partido. Definitivamente es un partido que no podria darse el lujo de la
desunión, pero lo hace. Por ejemplo el Presidente Pastrana se inscribió como lider
de un partido suyo, pero tambien pidio aval al conservatismo, solo que lo hizo a las
10 de la noche, algunso dicen que para evitar la difusión de ese hecho por los
medios, aunque la version oficial en el partido es que sencillamente estaba en
medio de una gira. Se puede decir que en el Partido Conservador de momento no
manda nadie en particular, aunque predomina el poder de Valencia
temporalmente.
d.3 Modo de elegir a los dirigentes partidistas y a los candidatos de elección
popular

El candidato a la presidencia de la República se escoge a través de una convención


nacional descentralizada como se expuso. Para los demás cargos de elección popular,
los candidatos deben obtener el aval del partido.

En la práctica hay una relación fuerte entre la burocracia del partido y los candidatos a
elecciones departamentales. El partido es exigente a la hora de conceder avales para
elecciones a Asamblea Departamental, Gobernaciones y Alcaldías de las grandes
ciudades (aunque en la última elección prácticamente no hubo candidato conservador
para Bogotá, aunque sí se dio un aval). Se los dan, sostiene el actual secretario,
solamente a quienes son reconocidos conservadores: "por el diputado departamental
se vota es porque es conservador. Son los troperos del partido". Hay una cohesión
importante allí, aunque a la hora de tomar decisiones el partido no tiene ningún poder
sobre ellos, pues cada cual se guía por su jefe político nacional o bien negocia
directamente, de lo cual surgen curiosas coaliciones permanentemente. El aval del
concejal es por el contrario más anárquico, se le da a casi cualquiera que lo pida.

A través del Directorio Nacional, el partido otorga el aval a quien lo solicite a


través del secretario general. Tras la petición del interesado, se estudia a través
de los jefes regionales en cuanto la moralidad y la capacidad intelectual de la
persona y trabajo político. El directorio nacional otorga los avales para la
presidencia, las gobernaciones, las alcaldías de las capitales y para el congreso;
para las alcaldías municipales, las asambleas departamentales, los consejos y las
JAL. Pero el directorio nacional delega a los parlamentarios, diputados y
presidentes de los directorios departamentales la expedición de avales también.
De alguna forma la Convención Descentralizada estaba también dirigida a liberar a
los lideres menores de sus inmediatos jefes políticos.

Cuadro XXII. Características del funcionamiento interno del Partido


Conservador Colombiano

Proceso de elección de los candidatos a Convención


nivel formal Los candidatos a Presidente y
Vicepresidente de la República
Proceso de elección de los candidatos a No se eligen, se les da el aval.
nivel formal Los candidatos al Poder
Legislativo
DEFINICIÓN DE LAS POLÍTICAS DEL PARTIDO Son muy pocas las decisiones que se
toman en la Dirección: acusar a algún
gobernador de hacer política y cosas
similares, no más.
FORMULACIÓN Y REFORMA DEL PROGRAMA, LA Se hace por convenciones, que ahora son
DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS Y DE LOS ESTATUTOS
descentralizadas.
DEL PARTIDO
ELECCIÓN DE LOS CANDIDATOS Es discrecional.
ESTRATEGIA DEL PARTIDO La define la Dirección en sus reuniones
quincenales.
Fuente: Elaboración propia.

d.4 Financiamiento de la burocracia y de las campañas

El partido se financia con dineros estatales y no contribuye a las campañas


más que con "gestos". El financiamiento de las campañas electorales depende por
una parte de los aportes del estado, de acuerdo al resultado de las últimas
elecciones, por otro lado de los aportes individuales de los candidatos, quienes
deben conseguir recursos para sus propias campañas. Algunas empresas o
grupos económicos envían dinero pero con financiación específica, para una
campaña o evento, pero no para el directorio. Este depende prácticamente de lo
que el Estado le da de acuerdo con el artículo 12 de la Ley 130 de 1994. En el
2000 el partido recibió unos 853 millones de pesos (400 mil dólares
aproximadamente): 10% por ser partido y el resto sobre todo por los resultados
electorales en el Congreso. Lo dicho respecto del costo de las campañas y la
violación de los topes respecto del Partido Liberal vale respecto del Partido
Conservador en casi todo. No hay muchas diferencias, sostuvieron varios de los
entrevistados

e. El Partido como organización de voluntarios

Según los estatutos del Partido Conservador anterior, las bases del partido, surgían de
la libre adhesión a los principios conservadores y luego de la obtención de la cédula
conservadora. Los actuales estatutos dicen que "son miembros del partido quienes
profesen libre y voluntariamente sus principios, compartan y acepten sus programas,
cumplan sus estatutos, colaboren con la aplicación de los mismos y acaten las
jerarquías legítimas".

Sin embargo por la estructura jerárquica y de notables del Partido Conservador, la


participación de las bases se limita a las elecciones, ya que el directorio nacional
cuenta con una reducida influencia sobre las bases en los niveles subnacionales. No
creemos que eso hubiera cambiado de un año para otro con el triunfo del nuevo
directorio, así que siguen siendo válidos algunos conceptos expresados en los últimos
años. Jaime Arias anota justamente que “en el conservatismo hay miembros
participantes, simpatizantes y electorales”. Los miembros participantes hacen parte de
las organizaciones del partido, los simpatizantes participan esporádicamente y los
electorales solo actúan en las jornadas electorales. Sin embargo, en la práctica la
situación es distinta, según el senador conservador Gómez Gallo, "porque el
conservatismo partió de la agrupación de notables y menospreció la movilización y
politización masiva”.

Además de esta situación, el mismo senador Gómez Gallo reconoce la debilidad del
partido para organizar sus militantes. Al respecto afirma: “La carencia de organización
regional y local, que en algunas oportunidades se ha intentado suplir con convenciones
descentralizadas como una argucia de legitimidad, es una clara debilidad”.

De acuerdo a los estatutos del partido, las bases participan de acuerdo al tipo de
miembro en que se constituyan, si son participantes, simpatizantes o electorales. En la
realidad el conservatismo funciona como un grupo de notables, con relaciones
verticales que dejan poco espacio para que las bases tomen decisiones. Está por verse
en que cambió el partido desde la última convención descentralizada.

El esquema organizativo del Partido Conservador se basa en los parlamentarios que


conforman el directorio nacional, y a través de ellos se organizan y participan las bases,
en las decisiones del partido. El argumento que justifica esta escasa participación de
las bases es la relación de pertenencia que cada parlamentario tiene con sus votantes,
lo cual parece suficiente para la dirigencia partidista tradicional.

No es cierto que el partido sea reaccionario ni perteneciente a una clase económica


determinada, la de propietarios, sostiene el actual Secretario General. Según él, los
estudios que han hecho demuestran que la mayor votación está en el sector rural y en
los barrios más miserables de las grandes ciudades, debido a la migración masiva que
ha habido desde el campo por la violencia. Se trata de una militancia tímida, un tanto
vergonzante a veces, pero que basta crear una organización allí y la gente se vincula al
partido nuevamente. Así pues, en los estratos más bajos, 1 y 2, según la clasificación
que se usa en Colombia para el cobro de los servicios públicos, estarían los votantes
conservadores, y algo en el 3, mientras que en la clase media y alta, con
independencia económica, ya no se mantiene la vinculación con el partido. Los de la
clase alta que son conservadores no son muchos y lo son por tradición y familia
fundamentalmente, y no están en la dirigencia.

Lo que resulta finalmente interesante en cuanto a militancia son los esfuerzos que está
haciendo el partido para crear grupos de apoyo de base en este último período, entre
las mujeres y los jóvenes especialmente. No solo se organizan charlas en la sede y se
financian distintas actividades a diferentes grupos, sino que se intenta que estos no
dependan de un jefe político específico. Ya hay publicaciones periódicas, jefes de
juventudes y juniors, eventos a reventar en coliseos y un gran movimiento en la sede.
Es de esperar que este movimiento persista como base y no se electoralice en las
próximas elecciones, y que se mantenga aunque cambien las directivas. Es un proceso
que tiene menos de un año, del que aun no se pueden extraer conclusiones.
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Entrevistas

Entrevista Realizada A Juan Fernando Londoño, Asesor Del Partido Liberal


Colombiano, Mayo de 1999, Dirección Del Partido Liberal.

Entrevista Realizada A Uber Ariza, Asesor Del Partido Liberal Colombiano, Mayo de
1999, Dirección Del Partido Liberal.

Entrevista Realizada A Humberto Zuluaga Monedero, Secretario General Del Partido


Conservador Colombiano, Mayo de 2000, Directorio Nacional Del Partido Conservador.

Entrevista Realizada A Jorge Sedano, Secretario General Del Partido Conservador


Colombiano, Febrero de 2001. Directorio Nacional Del Partido Conservador.

Entrevista Realizada A Elizabeth Congote, Tesorera Del Fondo Nacional Partido


Conservador Colombiano, Mayo de 2000, Directorio Nacional Del Partido Conservador.

Entrevista Realizada A Rafael Guarín, Secretario General De La Constituyente Liberal,


Mayo de 2000, Entrevista Telefónica.

Entrevista Realizada A Rubiela Gamboa, Participante Y Graduada Del Primer Curso De


Ideas Liberales Organizado Por El Partido Liberal, Mayo 2000, Sede Administrativa De
La Campaña De María Emma Mejía Para La Alcaldía De Bogotá.

Entrevista Realizada A Fernando Vargas Mendoza, Miembro De La Dirección Nacional


De Juventudes Del Partido Conservador Colombiano, Junio De 2000, Directorio
Nacional Conservador.

Entrevista Realizada A Eduardo Verano De La Rosa, Secretario General Del Partido


Liberal, Marzo de 2000, Dirección Del Partido Liberal.
Documentos De Los Partidos

Partido Liberal

 Estatutos Del Partido Liberal


 Código De Etica Del Partido Liberal
 Presentación De La Constituyente Liberal
 Hacia Una Organización Nacional De Juventudes Y Estudiantes Liberales
 Política De Juventud- Encuentro De Juventudes Liberales
 Documento Del Foro Liberal En Girardot, El Neoliberalismo
 Sumario Del Proyecto Del Programa Del Partido Liberal Colombiano Para El
Período De 1990-1994
 Resolución De Creación Del Observatorio Para La Modernización Del Liberalismo
 Resolución De Integración Del Observatorio Para La Modernización Del Liberalismo
 Resolución Por La Cual Se Crean Las Comisiones De Participación Social
 Resolución Por La Cual Se Crean La Comisiones Asesoras De Senadores Y
Representantes Para La Asamblea Liberal Constituyente
 Resolución Por La Cual Se Crea El Consejo Nacional Consultivo
 Resolución Por La Cual Se Crean Las Comisiones Nacional, Departamental Y Del
Distrito De Participación De La Mujer
 Resolución Por La Cual Se Crean Las Comisiones Nacional, Departamental Y Del
Distrito De Participación Juvenil
 Resolución Que Crea La Comisión Preparatoria De La Asamblea Constituyente
Liberal
 Resolución Que Designa Los Integrantes De La Comisión Nacional De Participación
Social
 Resolución Que Crea Las Comisiones De Participación De Las Minorías Etnicas
Nacionales
 10 Preguntas Y Respuestas Fundamentales De La Constituyente Liberal. Abril De
1999. Secretaría Ejecutiva.
 Origen Programa Y Tesis Del Liberalismo, Otto Morales Benítez.
 Un Contrato Social Y Democrático Con Colombia, Horacio Serpa.
 Cuatro Liberales Responden, Instituto De Pensamiento Liberal.
 Conejazo a Colombia, Horacio Serpa Uribe
 El Liberalismo Y La Nueva Derecha Frente a la Constituyente, Hernando Agudela
Villa.
 El Desafío Liberal, Debate Ideológico Del Liberalismo.
 La Alternativa Del Partido Liberal Colombiano: Liberalismo o Socialismo.
 Informe De 1994, El Liberalismo Mantiene Las Mayorías.
 Propuestas Desde Las Mujeres, Ofelia Gómez Restrepo.
 El Buey Cansado, Carlos Lleras Restrepo.
 El Partido Liberal y El Socialismo.
 El Liberalismo: Lo Económico y Lo Electoral, Otto Morales Benítez.
 Banquete De La Presencia Liberal, Por Una Estrategia Liberal.
 Documento I Congreso Ideológico Del Partido Liberal Colombiano.
 De La Unidad Programática a la Unidad Del Partido.
 Con Razón o Sin Ella, María Isabel Rueda.
 Política De Juventud.
 Efemérides 25 Años.
 En Colombia Nace Otra Época, Luis Carlos Galán.
 Los Partidos En Colombia, Luis Carlos Galán.
 Eliminemos La Discriminación, Julio Cesar Turbay Ayala.
 Documento Sobre La Modernización Del Partido Liberal.
 Estatutos Del Partido Liberal.
 El Precio De Ser Liberal, Heráclito Londoño Suárez.
 El Partido Liberal Y El Proceso De Paz, Horacio Serpa Uribe.
 La Crisis Del Partido Y El Derecho A Disentir, Edmundo López Gómez.
 Antecedentes Históricos Y Estructura Organizacional.
 La Oposición Patriótica, Horacio Serpa Uribe.

Partido Conservador
 Manos A La Obra, Enrique Gómez Hurtado.
 Estatutos Del Partido Conservador Colombiano.
 Declaración De Principios Del Partido Conservador Colombiano.
 Estrategias Para La Victoria.
 Manual del Conservador, Jaime Arias, 1996.

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