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Tres

fornidos hermanos que vivían de los frutos del campo se casaron con otras
tantas hermanas que, para ocupar sus prolongadas ausencias, abrieron tres
fruterías en la ciudad.

Como cada año, los tres hermanos acudieron a la casa del padre para dar
cuenta de la recolección anual.

Ya que el reparto de las tierras familiares había sido desigual en cuanto a su


calidad y superficie, el padre había acordado con ellos que, cada año, los
frutos obtenidos se repartirían equitativamente entre los tres hermanos de
manera proporcional a su superficie, reservando un 10% para el padre.

El primero de ellos, llamado Juan Urbanizable, poseía un campo de 26.645


m² y aportó 5.329 manzanas, 3.997 peras de agua y otras 3.998 ciruelas
claudias.

Su hermano, Pedro, con una finca de 25.560 m², había recogido por su parte
5.112 manzanas, 3.834 peras y otras tantas ciruelas.

Por fin, Sebastián Urbanizable había cosechado 5.286 manzanas, 3.965


peras y 3.965 ciruelas en sus terrenos de 26.432 m²

Como se trataba de repartir la cosecha de todos entre todos con el fin de


abastecer las tres fruterías acordaron valorar cada fruta distinta con un
precio y repartir después dinero en vez de mercancía, para, con este dinero
poder adquirir libremente la fruta deseada por cada una para su tienda.

Así decidieron que cada manzana valdría una peseta, cada pera 1,20
pesetas y cada ciruela 0,80 pesetas.

De este modo la cosecha de cada uno de los hermanos se valoró de la


siguiente manera:
Juan Pedro Sebastián
Manzanas 5.329 5.112 5.286
Peras 4.796 4.601 4.758
Ciruelas 3.198 3.067 3.172, haciendo un total
de
13.324 12.780 13.216 pesetas.

Con estas cantidades, a las que llamaron aprovechamiento objetivo, se


calculó la media, dividiendo la suma de pesetas por el total de superficie de
los tres campos, resultando una cantidad de 0,48 pesetas por metro
cuadrado de finca.

Una vez realizada esta operación, los tres hijos sabían que lo que les tocaba
a cada uno en dinero era el resultado de multiplicar la media obtenida por la
superficie de su finca, reservando de esta cantidad un 10% que sería para el
padre.

De esta forma, se repartieron las siguientes cantidades, que llamaron


aprovechamientos subjetivos:
Juan Pedro Sebastián
Pesetas 11.664 11.189 11.571

En este momento las tres mujeres se dispusieron a cambiar su dinero por la


fruta que luego venderían en sus tiendas, sabiendo que debían pagar una
peseta por cada manzana que se llevasen, 1,20 pesetas por cada pera de
agua y 0,80 pesetas por cada ciruela.

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