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Alonso de ercilla

"Aquí llegó, donde otro no ha llegado,


don Alonso de Ercilla, que el primero
en un pequeño barco deslastrado,
con solos diez pasó el desaguadero
el año de cincuenta y ocho entrado
sobre mil y quinientos, por Hebrero,
a las dos de la tarde, el postrer día,
volviendo a la dejada compañía".

(Estrofa XXIX, Canto XXXVI de "La Araucana")

relata la primera fase de la Guerra de Arauco entre españoles y mapuches.

Sor juana ines de la cruz

Amor es más laberinto

Artículo principal: Amor es más laberinto

Fue escrita en colaboración con Juan de Guevara y se estrenó el 11 de enero de 1689, con motivo de las
festividades por la toma de posesión del virrey Gaspar de la Cerda y Mendoza. Sigue el modelo de teatro
cortesano impuesto por Pedro Calderón de la Barca en la corte de Felipe IV.

El argumento, como en muchas de las comedias calderonianas, se ciñe a temas mitológicos. Gira en torno a
Teseo, héroe de Creta, que es entregado al Minotauro a guisa de tributo. Dos princesas, Ariadna y Fedra,
tratan de salvarlo pues se han enamorado del joven protagonista.

Sor Juana concibe al héroe a su manera, compartida por Juan Ruiz de Alarcón. Para ella, el héroe es aquel
triunfador que en la victoria no se ensoberbece, sino que reconoce su humildad. El Teseo de Amor es más
laberinto es el arquetipo del héroe masculino sorjuanesco.

Al igual que en el Neptuno alegórico, en Amor es más laberinto abundan las metáforas en honor al
celebrado. Rodríguez Garrido considera que el Minotauro podría representar al antecesor del virrey de la
Cerda, en tanto gobernante cruel y déspota. Y Teseo vendría a personificar al virrey entrante, honesto y
justo.

Amor es más laberinto representa muchos valores de la obra sorjuanesca, como el tipo del héroe y el amor
femenino por encima de todo. También, al aludir a la antigua Grecia, es inevitable la mención de la
primitiva democracia helénica. La amistad, el desdoblamiento de la personalidad y la unidad del yo son otras
características destacadas de la obra.

Hernando dominguez CAmargo

Nombre del Poema: A la muerte de Adonis

En desmayada beldad
De una rosa, sol de flores,
Con crepúsculos de sangre
Se trasmonta oriente joven.
Cortóla un dentoso arado
Que, a no ser de ayal torpe,
Por la púrpura que viste,
Le juzgara marfil noble.

Cerdoso Júpiter vibra


Rayos, marfil, sobre Adonis,
Y el alma que trae de Venus
Hiere más, mientras más rompe.

Espumoso coral vierte


Que en verde esmeralda corre,
Mar de sangre en quien a Venus
Naufragio prepara Jove.

Verdugo monstruo ejecuta


De inflexible Dios rencores,
Y siendo amor el vendado,
Son cadahalsos los montes.

«¡Ay!, fiera sangrienta, dice,


Si asegundarte dispones,
Advierte que en la de Venus
No en mi vida, has dado el golpe.

Y matar una mujer


Con hazaña tan enorme,
Más para escupida es,
Que para esculpida en bronce».

Con esto se vino a tierra


Esta hermosura Faetonte,
Y exhala beldad, ceniza
Del sol que agoniza ardores.

De la herida a la ventana
El alma, al golpe, asomóse
Y aunque halló en la sangre escalas
Saltó atrancando escalones.

Cuando de cansar las fieras,


Ciudadanos de los bosques,
Venía la diosa Venus
Guisando a su amante amores.

Perlas desata en la frente,


Y su cuerpo exhala olores,
Que en amorosa porfía
Mejillas y aire recogen.

Juega la túnica el viento


Y entre nube holanda expone
Relámpagos de marfil,
Migajas de perfecciones.
Arroyo de oro el cabello,
Libre por la espalda corre,
De la cual pende un carcaj,
Vientre de dardos veloces.

Duplica en la espalda flechas,


Rigores ostenta dobles,
Bruñido dardo a las fieras,
Sutil cabello a los hombres.

Al pequeño pie el coturno


Le pone armiñas prisiones,
blando muro a dura espina
Que a tanta beldad se opone.

Fuentes le abrió de coral,


Quizá previniendo entonces,
Que tanto fuego tuviese
Por la sangre evacuaciones.

Hilos de rubí desata


Para que su nieve borden,
Con que en la tez de las rosas
Lácteos purpureó candores.

Ramos de sangre en tal cielo


Fueron cometas atroces
Que le escribieron desastres
En tan sangrientos renglones.

Espoleóle a su desgracia
Con la espina y arrojóse
Desde el risco del amor
Al zarzal de confusiones.

Trajinaria de distancias,
La vista escudriña el orbe,
Ve un atleta con la muerte
Luchando en rojas unciones.

A Adonis vio, jaspe yerto,


Por lo manchado y lo inmoble,
Y por dudar lo que ve,
Adrede le desconoce.

Asómase toda el alma


A los ojos, conocióle,
Y por dudar y engañarse,
Con engaños se socorre.

Beber la muerte en sus labios,


Cervatilla herida, escoge,
Muerte bebe en barro y vida
En boca rubí propone.
A voces le encaña el alma
Y a la de Adonis, sus voces,
Como se va por la herida,
Son a su prisa empellones.

Mira al cielo de su rostro,


Que alumbraban zarcos soles,
Y halla que a eclipsarlos vino
La luna de su desorden.

De las mejillas, que en rosas


Desabrocharon botones,
Si bordados, no alelíes,
Cárdenas violetas coge.

El panal dulce del labio,


Que entre ambrosia daba olores
Si es ámbar flor maltratada,
Hiel al néctar corresponde.

Mas las víboras de sangre,


Que se arrastran por las flores,
Nueva Eurídice, la muerden,
Miembros de mármol la ponen.

Rabiosamente se arroja,
Y es el remedio que escoge,
Beberle en la boca el mismo
Veneno que la corrompe.

La boca avecina al labio,


A heredarle el alma, adonde
Como llegó Venus muerta,
Alterna muerte matóles.

Ay Píramo!, ay, Tisbe nueva!


Riscos ablandáis que os lloren,
Pues caváis en una herida
Hoyo a dos vidas conforme.

Con las palabras enjagua


Y dando nieve en sudores,
Con cansados huelgos dice
Estas quejas a los dioses:

«¡Ay Dios bronce!


¡ay Dios diamante!
¡ay Júpiter!, cuando adores
A Europa toro, oro a Dafne,
Tus amores se malogren.

¡Ay, Apolo vengativo!,


Cuando con pies voladores
Sigas a Dafne, de ingrato
Laurel tus sienes corones.
¡Ay!, náufraga vida mía!,
Que un mar bermejo te sorbe
Y en la roca de la muerte
Te estrellas ya sin tu norte».
Dijo, y por la herida misma
Hasta el corazón entróse,
Que aún más allá de la vida
Un dulce amor se traspone.

Poema Afecto 45 (i) de María F. Josefa del Castillo -

Deliquios del Divino Amor


en el corazón de la criatura
y en las agonías del Huerto.

El habla delicada
del Amante que estimo,
miel y leche destila
entre rosas y lirios.

Su meliflua palabra
corta como rocío,
y con ella florece
el corazón marchito.

Tan suave se introduce


su delicado silbo,
que duda el corazón
si es el corazón mismo.

Tan eficaz persuade,


que, cual fuego encendido,
derrite como cera
los montes y los riscos.

Tan fuerte y tan sonoro


es su aliento divino,
que resucita muertos
y despierta dormidos
.
Tan dulce y tan suave
se percibe al oído
que alegra de los huesos
aun lo más escondido.
Rafel landivar

Nombre del Poema: Pelea de gallos

Luego que empieza el gallo generoso


a erguir amenazando el áureo cuello,
a caminar con majestad y orgullo
y a perseguir con amoroso anhelo
a sus esposas, el ardor insano
de bárbaro, letal y sutil juego
le saca del corral, su dulce patria,
y le sepulta en reducido encierro,
do atado al pie con cuerda rigurosa
del combate feroz aguarda el tiempo.

El ave generosa en el principio


se entristece; con largo y flébil eco
gime tal vez, y los indignos lazos
ansían romper sus débiles esfuerzos
pero después, acostumbrado el gallo
a la nueva mansión y a trato nuevo,
con grave majestad se espacia altivo
por su prisión, olvida el cautiverio,
y saluda en cantares belicosos
la luz de Diana y el fulgor de Febo.
De su crestada frente, cual corona
se alzan las puntas; un color sangriento
cubre sus barbas; las doradas plumas
visten espesas el erguido cuello,
y acrecentada la flexible cola,
en arco airoso tiende su plumero,
buscando la cabeza con su punta
y el espolón robusto descubriendo
del gallo armado. Mas su alcaide impío
barbas y cresta le mutila fiero,
del espolón dejándole tan sólo
una pequeña parte, donde luego
breve, cortante espada le asegura,
y liga el pie con vínculos estrechos,
así al lucir el azaroso día
del combate mortal, cada gallero
suelta en la liza su campeón armado,
que con tenaz, provocador acento,
a sus nobles rivales desafía.
Del breve circo en el espacio interno
la arena está con sangre salpicada.
En derredor se mueven los asientos
de la gárrula turba que tan pronto
con vasto grito aplaude el vencimiento;
como apuestas ruinosas multiplica,
en ronca voz y discordante ecos.

Cuando este insano vulgo clamoroso


llena las tablas, de la arena al medio
sacan dos soltadores a sus gallos
armados con mortíferos aceros.
Al punto, de las aves belicosas
enciende, abrasa los valientes pechos
súbita rabia: sus cabezas arden,
lanzan sus ojos devorante fuego,
y al combate se aprestan, erizando
las ígneas plumas de su erguido cuello.
Mas antes se contemplan irritados,
en derredor la vista revolviendo
examinan el campo de batalla,
y cauto cada cual, los movimientos
sigue de su contrario…Ved…¡ya lidian!

De interés y ansiedad hondo silencio


reina doquier. Con repentino salto
en el aire se chocan, pecho a pecho
fuerte se opone, y mezclan furibundos
pies robustos a pies, hierros a hierros,
sin que ninguno su furor deponga
hasta que al adversario postre yerto
bajo el rigor de su terrible espada
en el campo letal. Con tardo vuelo
giran las plumas por el aire vago,
y las entrañas del rasgado seno
vierte aquel moribundo, anhela, expira,
y sucumbe infeliz al hado acerbo.

Triunfa el vencedor: la insana turba


en torno aplaude con furor inmenso,
y él agitando las doradas plumas
que tornasolan su pintado pecho,
celebra la magnífica victoria
con faz erguida y sonoroso acento.
Mas si cobarde el vencedor se asombra,
al contemplar el palpitante cuerpo
de su enemigo y vuelve las espaldas
huyendo el espectáculo funesto,
indignado el concurso le proscribe,
la carga de baldón y vituperio,
y la palma triunfal con vano aplauso
obtiene al fin el generoso muerto.

FRAY MATIAS DE Cordova

(Libro pdf)

Los animales congregados en Cortes


de Rafael García Goyena

Ya sabes que, por genio o por capricho,


vivo en este retiro, Delio amado,
al trato de las gentes entredicho.

En mi sola existencia confinado,


aprendiendo del tiempo las verdades
que me enseña el presente del pasado

Interrumpe, tal vez, mis soledades


uno u otro jurídico negocio
que me hace conocer las sociedades.

Cuando esto no sucede, gasto el ocio


en repasar atento los avisos
de Horacio Flaco, mi perpetuo socio.

Evacuados ayer los más precisos


asuntos que ocurrieron en el día,
me puse a leer gacetas y concisos.

Repleta me quedó la fantasía


de cortes, juntas y demás sucesos
que llenan hoy de honor la monarquía.

Revueltas mil fantasmas en los sesos,


con la cabeza me acosté tamaña;
y padecí del sueño los accesos.

Dormido me ocurrió la idea extraña


de que voy a hacer puntual diseño,
porque puede apropiarse a nuestra España.

En el difícil cuanto heroico empeño


que tiene contra el déspota absoluto,
atiende, pues, amigo: va de sueño.

En la trampa sutil del hombre astuto


incauto cayó, al fin, el fuerte León,
del imperio animal monarco bruto.

Llevado de su noble condición,


no teme los engaños, ni recela
de quien tiene por dote la razón.

Noticia semejante al punto vuela,


discurre por aquel y este hemisferio
y a todos horroriza la cautela.

Las bravas fieras de su grande imperio


se enfurecen, alarman y disponen
a redimir al rey del cautiverio.

Entre otros medios, muchos se proponen


celebrar una junta o gran congreso
de cuantas clases la nación componen.

Líbrase circular, mandato expreso


que a todos los cuadrúpedos emplaza
en beneficio del ilustre preso.

El reino todo se levanta en masa,


y de ariscos y fieros animales
un individuo va de cada raza.

Aun las especies entre sí rivales


se dan y estrechan la amistosa mano,
con otras señas de cariño iguales.

El audaz, el sangriento Tigre hircano,


con sus bigotes y manchada piel,
se mira popular y cortesano.

Sus garras disimula el Oso cruel,


y en el público teatro se presenta
como patriota, ciudadano fiel.

La Pantera feroz, siempre sedienta


de sangre de los hombres, allí toma
asiento, y a los suyos representa.

El Leopardo, acullá, también se asoma


erizando la crin o la melena,
y el ligero Cerval de nariz roma.

No dejó de asistir la cruda Hiena;


desamparando su nevado monte,
en las cortes también su voz resuena.

¡Oh membrudo y sagaz Rinoceronte!


el Búfalo. Hipopótamo y el Uro,
el Reno, la Jirafa y el Bisonte,

Todos asisten al común apuro.


Allá se mira la pintada Cebra;
también la Danta de pellejo duro;

el Unicornio acá, de quien celebra


la fama el cuerno, que aplicado sana
la mortal picadura de culebra.

De nuestra ínclita parte americana


allí miro al Cebú, oigo al Coyote
aullar en la junta soberana,

el Huanaco, el Espín, el Ocelote,


el Babirusa, el Llama y el Zorrillo,
el tardo Armado, el Corzo y el Pizote;

el bravo Jabalí de cruel colmillo,


el gordo Tepescuinte, grato al gusto;
el Onagro también y el Huroncillo,

todos a consultar el común susto


se congregan de ambos continentes,
y forman el congreso más augusto.

Por las otras especies obedientes


al duro yugo del dominio humano,
acordaron poner votos suplentes.

Como por el Caballo lusitano,


la Oveja confinada en vil encierro,
la Cabra y el doméstico Marrano,

y así de los demás; menos el Perro,


que por su natural inclinación
hacia los hombres, se le imputa el yerro

de la más alta y pérfida traición,


y en cuantas tiene más de treinta castas
proscrito lo declara la nación.

De los desiertos y regiones vastas


del orbe, vienen en unión social
cuantos usan colmillos, uñas y astas.

Esta ha sido la junta más cabal


que se ha visto de brutos congregados,
desde la del Diluvio universal.

Reconocidos los poderes dados,


se declara su fuerza por bastante;
y de acuerdo común, los diputados

eligieron, ninguno discrepante,


por medio de sufragios singulares,
por cabeza del cuerpo al Elefante.

Dando los pasos, pues, preliminares,


el sabio presidente abrió el congreso
entre vivas y aplausos populares.

En un discurso que estudió para eso,


exagera la grave, atroz injuria
hecha al monarca que lloraba preso.

Exagera también la humana furia


que a todos predomina y avasalla,
llenándoles de males y penuria.

«Todo el reino animal cautivo se halla


-dice aquel orador-. De todo el globo
se hace dueño absoluto esta canalla.

«Sus satélites son la muerte, el robo;


no respeta la hacienda ni la vida
del humilde Cordero o fiero Lobo.

«Contra el hombre tirano bruticida,


este grave congreso se ha instalado:
recuperad la libertad perdida.

«La libertad de nuestro rey amado,


que en las redes cayó de oculto lazo;
la libertad del reino y del estado...»

«¡Libertad -grita el Tigre- en todo caso


para que por las plazas y las calles
me pueda yo pasear sin embarazo!»

«Libertad absoluta sin detalles»,


al mismo tiempo reclamaba el Oso
para rugir por montes y por valles.

Repite libertad el cauteloso


Jacal, poniendo su mirar ferino
en el Conejo débil y medroso.

«Tengamos libertad -dice el dañino


Lobo-, para dejar la oscura gruta
y salir a las claras al camino».

Demanda libertad la Zorra astuta,


y que mueran el hombre y el mastín
para que pueda ser más absoluta.

Nuestro Gato montés y el Tacuazín


son de la libertad declamadores;
y todos piden libertad al fin.

El Mono entonces dijo así: «Señores,


la amable libertad es el objeto
de las públicas ansias y clamores;

«que la conseguiremos me prometo,


si descubre la luz de esta asamblea
el medio de salir de tanto aprieto.

«El común enemigo se pasea


por nuestras posesiones muy altivo,
mientras la junta libertad vocea.

«Pero ¿qué libertad, según percibo,


no es la que más conviene a la nación
ni la que necesita el rey cautivo?

«Particulares libertades son


las que oigo reclamar a cada uno
conforme a su específica intención.

«Libertad para hablar sin freno alguno,


libertad para hacer cuanto se quiera,
se pretende en un tiempo inoportuno.

«No se consigue el fin de esa manera;


el reino seguirá tiranizado
y el príncipe en poder de aquella fiera;

«la salud del monarca y del estado


es el único objeto, el punto fijo
a que debe atender nuestro cuidado.

«y no refiero, por no ser prolijo,


otras muchas más cosas en abono».
Aquí la maliciosa Zorra dijo:

«¡Oigan al charlatán; miren al Mono,


cómo quiere con gestos y parola
imponernos la ley y dar el tono!

«Pensará que solo él ha dado en bola,


y que sabe pensar como la gente,
sin mirar por detrás su larga cola.

«¿Cómo tuvo valor el insolente


de acusar al magnífico concurso,
no menos que de necio, impertinente?

«Que no sabe elegir aquel recurso


que a la necesidad actual conviene,
careciendo de todo buen discurso?

«Nada ignoro; ya sé de dónde viene


esa mordacidad; todo es resabio
del humano comercio que mantiene.

«Discurrir como el hombre, con agravio


de nuestra majestad (¡injuria atro!),
es por más parecérsele en lo sabio,

«así como en la cara tan feroz,


y merecer con él alto renombre...»
El señor presidente alzó la voz,

diciendo así: «Nadie se asombre,


si como un animal el hombre opina,
que haya bruto que piense como el hombre».

Aquí, amigo, la fábula termina


porque quiso un ridículo fracaso
interrumpirnos la sesión felina.

Sabrás que en otro tiempo vi de paso,


leyendo antigüedades de Heinecio,
cierta doctrina conveniente al caso

Así dormido me esforcé bastante,


y con voz tartamuda dije recio:
«Ha hablado en su lugar el Elefante;

«ese mismo dio causa a cierta ley,


en el juicio de un sabio protestante».
Al escuchar mi acento aquella grey,

me reconoce, grita y se agavilla,


diciendo: ¡El opresor de nuestro rey!»;
me cerca la brutal fiera cuadrilla;

me embiste con furor y con denuedo;


a mí me despertó la pesadilla,
y al escribírtelo ahora tengo miedo.

Me parece que todo es realidad,


y continuar la epístola no puedo.
Consideréme solo, a la verdad,

entre aquella furiosa multitud,


que a título de pública salud
me acusaba de lesa majestad.

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