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Cumplo Con Informar
Cumplo Con Informar
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ricardo.sanchez.orfo@gmail.com
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En el estadio que dejaron los milicos la gente alcanzó a guardar sus manos debajo de
los muertos, ahí están sus dedos flacos y apesadumbrados manoseando y dejándose
manosear por los mismo gusanos que años antes tragaron sus cabezas hippies y
chasconas.
Desde la silla que dejé antes hacerme el muerto, antes de jugar a los síntomas
apagados de todos mis ojos abiertos y pálidos, la palabra se acuclilla y luego salta a un
hoyo negro que ocupan tus poemas tristes, llenos de marejadas y miserias, llenos de
café con Benedetti.
lluvia y pastillas de moda, me reconozco, me recuerdo a pesar de ti y de nosotros que
nunca fuimos más que dos pendejos malamados/
hijos huachos y hediondos que boté camino a casa/ vacíos inacabables.
…hasta cuándo la muerte/ hasta cuándo
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Trescientos treintaitrés
Habrá fiesta, sin duda, cuando los hijos maricones dejen de dormir en su miedo
plácido/ juguemos al verso sin sentido: Una mano va cayendo por los ojos
Alguno de nosotros lavó sus manos en la sangre de su cuerpo. Otro silencio. Pensaré
en una mujer cualquiera, pensaré en un muchacho virgen que llore noche por medio,
pensaré que hay otra forma de hacerse el muerto y de patear piedras en la calle vieja,
y de emborracharse o abrazar árboles para salvarse de uno mismo.
Estuviste abriendo las manos por si a acaso queríamos llorar, y no lloré, entonces sin
más que hacer caminaste al metro incendiando los ojos, los rincones luminosos de
cada panfleto y de cada bandera;
Con cada diagnóstico médico se inaugura una reserva en cualquier parte cercana a la
tumba comunitaria que nos recibirá. Lágrimas sueltas, eso es nuevo, una cayente y
lagrimosa nostalgia de hospital público/
Ene ene
Animal, no vomites en la mesa, déjate de ser así de enfermo.
(el día que dijo eso aprendí a llorar en los velorios)
Existe cierta franqueza en los abuelos cuando se pean y luego deciden morir para que
sus nietos los lloren, o para que sus hijos los lloren mirando fotos familiares junto al
calendario viejo de la cocina.
No quisiste decirme llora, no quisiste decírmelo, mira que tonto me veo con cara de
infarto y leyendo novelas pasadas de moda.
-cae
y
finalmente
se
detiene
en
la
ventana,
en
la
purgante
entrada
a
uno
mismo.
8
Sobre todo
andén escasamente iluminado
los autos que siguen p
a
s
a n d o/
Esto queda para nosotros: socorrernos cuando llegue la noche, caminar hacia nuestra
propia tumba, asomarnos a cualquier lugar público y llorar, sobre todo llorar.
9
(Entre)paréntesis
Cuántos paraguas habré perdido en esta afanada conquista deshecha.
Vértigo, claro que hay vértigo, otra procesión de pequeños infartos,
un calambre odioso en las piernas y una mandíbula parásita que no sabe de
abstinencia, mordedura o insurrección, qué más da, rasguño y golpecitos en la espalda
de los ojos, de los años.
Entre paréntesis, podrá no ser la valentía más que un exabrupto tan momentáneo
como siútico, tan resbaloso como trémulo.
Vértigo, claro que hay vértigo, murallas pintadas de rojo bien comunista para decir que
alguien estuvo vivo a veces, sólo a veces, luego meterse al sobre y no dormir con los
presagios del mañana en que lloverá, luego toser bien fuerte para acordarse de uno
mismo, de nuestro cáncer tal vez, o del insomnio.
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No tenemos dónde
Nunca dejaste de pensarlo, por eso caigo de pie en lo que no tenemos, en la sombra
burlatoria de una sábana manchada con mocos y sangre.
Siempre hubo algo, o alguien, mucho más sabroso que tomarnos de la mano, por
ejemplo un recuerdo de patria en candombe, un camabalache sobrepoblado de
adioses.
Nunca dejaste de pensarlo, por eso la posibilidad de que ciertas tragedias se hagan
llegables es ésta: absoluta.
Ahora no hay motivos para llorar, él también te piensa mientras mis hijos
desparramados, perdidos y muertos vienen de a poco a esta puta elegía.
Estamos seguros que dios ha muerto, se cayó de bruces jugando a ser dios con
mayúscula y se raspó las rodillas, estamos seguros que no habrá promesas ni fáciles
corazones, la esquina de mis ojos llora, la esquina de tu lado oscuro piensa en él
… no tenemos adónde caer
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Contra el tiempo
/así pasarán las horas, lentas y llenas de manicomios, de asilos y hospederías.
Cae al fondo del oído una ópera que nadie escucha, digamos por ejemplo: otra versión
de los niños muertos. De momento tus ojos miran un tren cuando no pasa, un incendio
en la cárcel, en el túnel, en la hostil malvenida de los años.
Así pasarán los días y las noches ácidas de cabarets y toque sin queda, pasarán y
nosotros estaremos mirando imágenes en el cine arte pirulo, muy bien así de sordos,
creando promesas que nunca se cumplirán o quizá sólo inventando infartos.
Quisimos dejar de mirar parejas solas y parques fríos, muertos que hacen (o hicieron)
fiesta en funerales regados de cuartos vacíos y lugares comunes- y lo hicimos a pesar
del que dijo que no era que las habitaciones estuvieran solas, sino que los hombres
adentro de ellas estábamos solos, heridos y gastados.
Cumplo con informar que la gente va a cualquier parte convenciéndose de que vivir no
es tan malo, cuando en el fondo, las paredes pesan, los hijos lloran, las puertas se
cierran y el olvido hace otra triste fiesta entre todos.