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Los inviernos son difciles de controlar, siempre.

Se suben siguiendo el
camino que dibujan los huesos de la columna por la espalda, trepndose
como una lagartija, como la sangre fra de la lagartija buscando el sol. Pero
en invierno el sol es falso; ilumina, pero es falso. La luz blanca del invierno
ilumina todo lo que toca, el problema es que no lo toca todo.
Pasaba el invierno encerrado en el rincn que no tocaba la luz blanca;
a veces el invierno era eterno. Lo sobreviva calentndome con ideas en la
cabeza aceleradas por la claustrofobia que se movan incesantes buscando
el Aire. No saben que el Aire est afuera y afuera el invierno y en el invierno
la algidez y en la algidez me congelo. Congeladas mis manos que trabajan y
hacen trazos. Las vidas de las lneas me dibujan seres que soy incapaz de
comprender. Podra hablar de lo sublime: eso que te arranca el corazn slo
porque existe y, en su grandeza, tu pequea mente no puede hacer ms
que observar, porque entender le queda chico. Esa sensacin de dolor y
perplejidad ante la belleza que te deja inmvil.
Me encuentro atrapado en la belleza de un mundo que me supera. Un
mundo que lloro a diario, todos los das del invierno mientras su luz no me
toca. Atrapado en sus bosques de pino, en la idea de hacer algo sublime
que me libere del encierro. Con esa idea en mente y en el encierro, me
asomo a todos los acantilados y me revuelco en la nieve que guardo dentro.
Pequeos seres que imito y estudio comienzan a cobrar la vida que les
deben, se incuban en mi pecho congelado, repleto del Aire que le rob al
invierno.
Planeo a diario, en mi rincn sin luz, el momento en que todo lo que
guardo dentro escape por los senderos que he construido y se lancen por los
acantilados, conquisten el invierno helado y vuelva el sol verdadero a
iluminar con luz amarilla todo lo que toca y lo que no. Planeo a diario el da
en que la nieve que me guardo adentro se derrita.

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