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El diario de Jan van Eyck

6 de febrero de 1441, Brujas.

Me llamo Jan, Jan van Eyck, y si estas leyendo esto has encontrado mi diario.
Supongo que querrás saber qué le pasó a Jeanne Cenami, la joven muerta el 5 de febrero
de 1441. La verdad está escondida entre las páginas de este diario, pues yo, y solo yo se
que le ocurrió y quién la mató.

Jeanne, era muy buena amiga mía pues era la sobrina de un buen amigo de Felipe el
Bueno, para quién yo trabajé como pintor hace ya varios años. Jeanne venía a casa de
Felipe siempre que podía, y paseábamos por sus inmensos jardines. Me parecía
preciosa… estaba loco por ella pero, ella decía que éramos muy distintos, que
pertenecíamos a distinta clase social y que preferiría ser mi amiga…

Un día llegó a casa de Felipe un rico mercader, Giovanni Arnolfini, de quién Jeanne,
se enamoró. Dos meses después Giovanni le pidió matrimonio.
Estaba furioso…no paraba de hacerme preguntas a mi mismo, “¿por qué querrá
Jeanne a ese estúpido y orgulloso mercader y no a mi?” En realidad sabía muy bien la
respuesta: era rico.

Estuve pensando durante horas y todos mis pensamientos me llevaban a uno: tenía
que matar a Giovanni.

Así pues, fui a la alcoba de Felipe para preguntarle cuando volvería el mercader, pues
necesitaba pinturas y pinceles nuevos, él me dijo que lo mandaría a llamar pero no
sabría con seguridad cuando volvería.
A la mañana siguiente una de las cocineras me dijo que Giovanni había llegado.
Estaba todo previsto, Jeanne no se encontraba en el palacio, y los jardines estaban
desiertos, pues fuera llovía intensamente.
Me dirigí a la cocina para coger un cuchillo, y después me escondí tras los matorrales
del jardín para esperar a Giovanni. Estaba muy nervioso, temblaba y el miedo no me
dejaba pensar.
Después de unas horas, salió una persona del palacio, era Giovanni, estaba seguro,
llevaba la misma capucha que la primera vez que lo vi, y de nuevo volví a pensar en
Jeanne y en cuanto la quería, no lo pensé más, salí de los matorrales y le clavé el
cuchillo en el cuello. Pero… de repente el mundo se paró ante mí con aquel grito.
No era un grito de hombre, era un grito de mujer, y tristemente recordaba ese tono de
voz. Había matado a Jeanne.

Si, ahora sabes la verdad, sabes lo que le pasó a Jeanne y que fue asesinada.
Pero eso no es todo, hay mucho más…

Al levantarle la capucha me miró, sus ojos estaban llenos de lágrimas, al igual que los
míos, y luego me preguntó, “¿por qué?”, pero antes de que pudiera contestar murió.
La escondí tras los matorrales mientras pensaba en qué iba ha hacer con su cuerpo,
luego vi el carruaje de Giovanni, aparcado en frente de la entrada al palacio. Arrastré el
cuerpo sin vida de Jeanne hasta él y cabalgué lo más rápido que pude hacia algún lugar
para enterrarla.

Cuando terminé, divisé a lo lejos una cueva, pasaría la noche allí.


Encendí un pequeño fuego, y saqué los pinceles y los tarros de pintura que siempre
llevaba conmigo. Y empecé a pintar un cuadro que lo titularía “El matrimonio
Arnolfini”
Este cuadro lo iba a utilizar como una especie de mapa, para encontrar este diario,
que, rebela toda la verdad acerca de la muerte de Jeanne.

Pinté a Giovanni, que sostenía la mano de Jeanne, vestida de azul y verde. Bajo el
velo blanco que llevaba en la cabeza, le pinté el pelo recogido, símbolo de que no era
una verdadera boda pues, la actual moda es llevar el pelo suelto en las bodas.

Pinté también un perro, típico de las tumbas de las jóvenes damas muertas.

Les pinté los pies descalzos, pues si se estaban casando debían de estar en suelo
sagrado. Simbolizando a Dios pinté un candelabro. Tenía solo una vela encendida
(símbolo de vida) al lado de Giovanni, sin embargo las velas del lado de Jeanne estaban
apagadas.

También pinté un espejo, el elemento más importante de todos, pues allí como testigo
me pinté a mi mismo…con lo que quise que se interpretara que, detrás de este espejo
había algo que me pertenecía: mi diario.

Ahora, partiré hacia el lugar donde se iba a celebrar la boda, esconderé el diario tras
el espejo y colgaré el cuadro en una de las paredes.

He pensado que ya no debería de acabar con la vida de Giovanni, de nada me serviría.


Es mi vida con la que debo de acabar, para reunirme con Jeanne.

Ahora, que lo sabes todo, espero que sepas guardar mi secreto, vuelve a guardar el
diario donde lo encontraste, tras el espejo, y, recuerda, el secreto no está en el cuadro,
está en el diario, mi diario.

Jan van Eyck.

Marta Aguado R-Armijo

15 de abril de 2010

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