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FE EN EL MERCADO

INVITACIÓN A UN DEBATE
CONVOCATORIA AGENDA LATINOAMERICANA Y SOLIDARIDAD HOLANDA

PARA ENTENDER EL MERCADO


Magdalena Tosoni
Centro P. Carlos Mugica
Para la Promoción Pastoral, Social y Reflexión Política
Mendoza - Argentina
magdalenatosoni@yahoo.com.ar

INTRODUCCIÓN•

Recibimos con mucho agrado la invitación al debate sobre el mercado hecha por Solidaridad
y Agenda Latinoamericana. Los interrogantes planteados ponen sobre la mesa la cuestión de la
producción y distribución de recursos y su abordaje teológico. La convocatoria es muy importante
porque propone analizar la raíz de la problemática de las desigualdades sociales.
El objetivo de este trabajo es ampliar la perspectiva desde la cual los cristianos observamos
el mercado y precisar los temas de la agenda para continuar el debate.
En la primera parte proponemos una aproximación histórica a la conformación del mercado
mundial a fin de mostrar que éste es el resultado de la acción humana y por lo tanto es susceptible
de ser transformado por los hombres.
En la segunda parte analizamos las diferentes formas de distribución de recursos con el
objeto de precisar las características particulares del mercado y extender nuestro estudio a otros
modos de distribución también vigentes hoy.
En la tercera parte abordamos las prácticas de distribución de recursos en la Iglesia y las
maneras de interpretar el mercado desde el Magisterio y desde la Teología de la Liberación.
En una cuarta parte presentamos algunas consideraciones sobre la experiencia de
Solidaridad Holanda.
Finalmente señalamos los puntos que, a nuestro criterio, deberán tenerse en cuenta en
futuros debates.

Agradezco a Juan Pablo Gayá por sus valiosas críticas y comentarios


Magdalena Tosoni. Para entender el Mercado 2
1
APROXIMACIONES HISTÓRICAS AL MERCADO MUNDIAL
Durante el medioevo existía el comercio o intercambio de larga distancia: la localización de
recursos naturales dio lugar a una división del trabajo a nivel mundial y los grandes puertos eran los
lugares del trueque o canje, que oficiaban de “mercados”. Existían también intercambios locales
entre la ciudad y el campo en las ferias.
La conquista de América generó una corriente de recursos materiales sin precedentes hacia
Europa. La devastación de la naturaleza de América fue la contracara de la revolución comercial
europea. Durante los siglos XVI y XVII la ampliación de los intercambios mercantiles fue
acompañada por la centralización del poder en el Estado. La unificación de los estados europeos
con miras al comercio colonial y el establecimiento de las “fronteras nacionales” dieron lugar al
mercado interno y el mercado internacional. Al concentrar el Estado absoluto los medios de
violencia física legítima estimuló los intercambios y a la vez aseguró la propiedad privada.
Pero la transformación más profunda ocurrió durante los siglos XVIII y XIX cuando la
tierra, el trabajo y el dinero se convirtieron en “mercancías ficticias.” A través de diferentes
procesos sociales fueron separados los diferentes aspectos del proceso de transformación de la
naturaleza por la acción humana (la actividad humana creadora y los recursos naturales) y
comenzaron a comprarse y venderse en mercados específicos (mercado inmobiliario, mercado de
trabajo y mercado financiero).
El primer proceso fue la separación de la población de la tierra y la posterior apropiación
privada. En Inglaterra por ejemplo hasta fines del siglo XVIII las leyes de pobres protegían al
trabajo y lo excluían de la compraventa. Las comunas o parroquias disponían de recursos para
asegurar la subsistencia de los “pobres e indigentes”. La abolición de esta reglamentación lanzó a
miles de personas al mercado laboral. En la Edad Media los individuos pasaban hambre si la
sociedad entera padecía pestes o hambrunas. Con la conversión del trabajo en mercancía, los
individuos pueden caen en la miseria si no logran vender su trabajo, pudiendo padecer hambre en
una sociedad opulenta.
El derecho consuetudinario protegía la propiedad de la tierra y su transmisión de generación
en generación. La apropiación individual y la distribución y valoración de la tierra (recursos
naturales en general) a través de los mecanismos de mercado hizo que se destruyeran los sistemas
sociales y culturales vinculados a ella. La comercialización del suelo, la necesidad de productos
agrícolas para las ciudades y la producción de excedentes en territorios coloniales impulsaron la
conformación del mercado inmobiliario

1
En este apartado seguimos el planteo de Karl POLANYI, La Gran Transformación. Crítica al liberalismo económico.
Barcelona. La Piqueta. 1989. Caps. 11-18.

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El dinero fue considerado una mercancía más, fue apropiado por los bancos y desgajado del
proceso de producción, transformándose así la especulación (la generación de dinero por el dinero)
en un peligro para las empresas.
Como resultado de la separación de los aspectos del proceso de producción y su posterior
compraventa hubo una inusitada expansión del comercio mundial. Los intercambios de productos
consolidaron a fines del siglo XIX una nueva división del trabajo a nivel mundial: la concentración
de la industria en los países europeos y E.E.U.U. y las actividades agrícolas y ganaderas en los
países de América Latina y Africa. Este intercambio donde los productos industrializados se
valorizaron más que los primarios consolidó y amplió las desigualdades. Las migraciones hacia
América funcionaron como válvula de escape a la presión que ejercía el aumento de población sobre
el mercado laboral en las ciudades de Europa.
Después de la Segunda Guerra Mundial los estados nacionales buscaron regular el mercado
de trabajo (leyes sociales) y proteger su producción. Se establecieron derechos sociales para los
trabajadores y no se dejaron caer los salarios. Los acuerdos de Bretton Woods buscaron establecer
los equilibrios monetarios a través de las agencias internacionales controladas por la Reserva
Federal de los EE.UU. y el establecimiento del “patrón dólar” como medida de valor universal. Se
transformó así la economía mundial. De la división del trabajo en países industriales y países
agrícolas se pasó a la conformación de submercados internacionales de productos liderados por
empresas transnacionales que localizan sus actividades según las condiciones sociales y políticas
que ofrecen los estados nacionales. La inestabilidad monetaria de los EE.UU., exceso de moneda y
retracción se transmite al resto de las economías nacionales a través del aumento o disminución de
la tasa de interés, oferta y demanda de préstamos.2
El comercio mundial ha sufrido en los últimos años un proceso de unificación liderado por
la circulación del capital y por las empresas transnacionales que ahora se sirven de los Estados
nacionales más poderosos para asegurar sus ganancias. Las políticas neoliberales han estimulado la
desregulación estatal de los mercados de trabajo (sobre todo en los países periféricos) y la
liberalización comercial.
La globalización permite que todos los recursos circulen libremente pero los recursos claves
para la producción (la tecnología, los medios de violencia física, los medios de comunicación y el
dinero) están concentrados en unas pocas manos y se localizan en los países centrales (Europa y EE
UU.). El submercado del dinero aparece separado del territorio (deslocalizado) y manejado por la
banca internacional y fondos de inversión impersonales, libres del control de los estados nacionales.
Contrapuesto a esta deslocalización y desregulación del dinero el trabajo aparece fuertemente
localizado. A los límites culturales (que se superan sufriendo el desarraigo) se suman los fuertes

2
Samir AMIN, Los desafíos de la mundialización.México. Siglo XXI.

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controles legales que contribuyen a fijar a los pobres a un territorio. La localización desigual
condiciona la apreciación/depreciación del trabajo (salarios mayores en los países centrales y
menores en los periféricos) y contribuye a la desvalorización de la actividad creadora en los países
pobres. El escenario de los intercambios internacionales aparece fuertemente polarizado: países
centrales opulentos ubicados en el norte y países periféricos miserables localizados en el sur.
De lo anterior se desprende que esta distribución de recursos materiales a nivel mundial y
los intercambios de recursos no son algo “natural” ni producto de una acción sobrenatural, “Dios” o
“Satán.” Las desigualdades sociales a nivel mundial son el resultado de la acción humana que a lo
largo de cinco siglos expropió y apropió, deslocalizó y relocalizó recursos materiales y estableció
relaciones de dominación y explotación entre los individuos poseedores y los desposeídos. Este
resultado histórico y por lo tanto contingente puede ser transformado por las personas, pero para
ello es necesario ser conscientes de las relaciones que se establecen más allá de las buenas
intenciones. Proponemos a continuación un análisis de los intercambios de mercado a fin de poner
bajo la lupa la relaciones sociales.

APROXIMACIONES TEÓRICAS AL MERCADO


El mercado como una forma de distribuir los recursos materiales y asignar valor
En este apartado abordaremos el mercado como una forma de distribución de recursos
materiales y de asignación de valor. Si bien la producción, la distribución y el consumo de recursos
son dimensiones del proceso de reproducción de vida (que implica la transformación de la
naturaleza, su apropiación y disfrute) concentraremos la atención en el aspecto de la distribución a
fin de profundizar su estudio. Justamente porque la novedad a partir del siglo XVIII es que se
introduce la compraventa al interior de la producción.
Desde la Antropología Económica3 se reconocen distintas maneras de distribuir recursos: la
dádiva, la reciprocidad, la distribución centralizada por una autoridad y el mercado. Una revisión
de los modos de distribuir nos permitirá visualizar las particularidades del mercado. Todas las
maneras de distribuir recursos presentan dos dimensiones: una objetiva, las relaciones sociales que
dan lugar a pautas de comportamiento y otra subjetiva, los sistemas simbólicos en donde las
intercambios adquieren sentido para los participantes.
La dádiva es una ayuda que se ofrece y se recibe una vez sin expectativa de devolución
Supone una distribución asimétrica de recursos, sólo algunos pueden dar y otros sólo pueden
recibir. Los sistemas que le dan significado son distintos y propios de cada sociedad, la apelación a
la caridad, a la generosidad; generalmente se pondera la riqueza del que da y la pobreza de quien
3
Para esta distinción seguimos los planteos de Karl POLANY, Op. cit., Pierre BOURDIEU Razones prácticas. Una
teoría de la acción. Barcelona Anagrama. Cap. 6., Charles TILLY, Las desigualdades persistentes. Buenos Aires.
Manantial 2000. Hugo TRINCHERO, Conceptos de Antropología Económica. Bs. As. CEAL. 1991.

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recibe.. El “don” en la actualidad aparece despersonalizado y mediatizado. Desde los medios de
comunicación se sensibiliza a quien tiene recursos y quien ofrece no conoce al que recibe. La
mediación la realizan instituciones de bien público o el Estado.
La reciprocidad es un intercambio de prestaciones basado en una regla implícita: dar,
recibir y devolver, quien hoy es donante el día de mañana será receptor. Si bien puede presentarse la
ayuda como desinteresada existe la expectativa de que en algún momento, será devuelta la
prestación. Los intercambios recíprocos suponen cierta simetría entre quienes participan, deben
tener algo que dar. Por lo demás el hecho de recibir los habilita a la personas a devolver. En el
intercambio recíproco no se hace explícito el valor de los recursos, aunque sí hay una apreciación
vinculada las personas. Los sistemas simbólicos en donde adquieren sentido los intercambios
recíprocos definen quiénes pueden participar, quién da y quién recibe, y el valor implícito de los
recursos. Por ejemplo, el “nobleza obliga” hace que quien dispone de más recursos esté obligado a
dar y quien menos tiene se sienta con derecho a recibir por sus carencias, o el célebre “cuando la
limosna es grande hasta el santo desconfía” que advierte sobre los peligros de participar en una
relación de reciprocidad.
En la distribución centralizada se apela a una autoridad para que obligue el cobro o el
pago. Una persona o un acuerdo entre personas y grupos deciden cómo se repartirán los recursos.
Las transacciones se basan en derechos y obligaciones que se hacen valer ante un tercero con poder
político. Los sistemas simbólicos estipulan las condiciones que deben reunir quienes están obligados
y quienes tienen derechos. En la actualidad las constituciones confieren ciertos derechos que el
Estado garantiza a través de su poder de policía. El Estado concentra los recursos con impuestos y
luego los reparte como subsidios, servicios, etc.
El mercado es un conjunto de relaciones de intercambio (el trueque, la compraventa) donde
se hace explícito el valor asignado a los recursos. En él se acompaña el intercambio de recursos
materiales con la asignación de un precio, es decir, se expresa el valor en un equivalente general:
oro, dólares, euros, etc. Qué cosas son susceptibles de intercambiar y de atribuirles un valor en
dinero es un hecho eminentemente cultural, es decir, cada sociedad en un momento de la historia
acepta que a determinados recursos o actividades y no otras se los cambie por un valor en dinero.
Como vimos en el apartado anterior a partir del siglo XVI la distribución a través del mercado
comenzó a expandirse en Europa hasta incluir las “mercancías ficticias” (el trabajo, la tierra y el
dinero) en el siglo XIX, y adquirió autonomía respecto a otros ámbitos como el familiar, el eclesial
y el estatal (consagrando su separación en la célebre frase “negocios son los negocios”). La Ciencia
Económica aparece como el sistema simbólico que da sentido a las transacciones y a los precios.
Desde sus esquemas de significados se concibe al mercado compuesto de individuos libres, que
maximizan su utilidad, la fijación de un precio permite el cálculo y orienta a compradores y

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vendedores, todos los participantes se benefician con la transacción y las empresas son el agente
dinamizador de los intercambios, asumen riesgos, producen recursos y generan empleo.
A lo largo de la historia de la humanidad estas formas de distribución han existido de manera
simultánea y en combinaciones variadas. Por ejemplo en Argelia sólo las mujeres pueden comerciar
en el mercado, hablar del precio o valor de las cosas mientras los hombres practican la reciprocidad.
En la actualidad por un lado el mercado ha desplazado la reciprocidad y la dádiva al ámbito de la
familia y de la Iglesia, y por otro la reciprocidad aparece como un parásito de la distribución
centralizada por la autoridad. Por ejemplo en China existe el “arte del Guanxi”4 o “Economía del
regalo” que altera la distribución centralizada de recursos por parte del Estado. También en
América Latina el clientelismo político basado en la reciprocidad altera la distribución que realiza
el Estado a través de las políticas sociales.
Como a nivel mundial predominan las transacciones de mercado nos detendremos a analizar
sus dimensiones objetiva y subjetiva.

El mercado mundial relaciones y sistemas simbólicos


A grandes rasgos podemos decir que en su dimensión objetiva el mercado mundial está
compuesto por submercados mundiales por cada producto o industria. Estos submercados están
conformados por un conjunto de relaciones entre las empresas. Las empresas se distinguen entre sí
por la posesión de capital financiero, capital cultural (técnico, jurídico y organizativo) capital
comercial, capital social y capital simbólico. La presión generada por la existencia de compradores
crea un conflicto pacífico entre las empresas, cada una de ellas orienta sus ofertas (volumen y
precio) en función de lo que hacen las demás y busca su “nicho de mercado”, que no es otra cosa
que seleccionar una clientela afín a su estilo. 5
Desde la Ciencia Económica el mercado mundial ha sido comprendido como cualquier otro
mercado. En un principio se interpretó a los intercambios como promotores de desarrollo e
igualdad, los precios se nivelarían a partir de la especialización cuando cada país produjera aquellos
productos en los que tenía más ventaja. En la década del ’50 la Comisión Económica para América
Latina y el Caribe mostró el deterioro de los términos del intercambio, es decir la devaluación de
los productos primarios respecto a los industrializados y el perjuicio que esto ocasionaba a los
países de la región para quienes la industrialización resultaba imprescindible. La globalización con

4
. En China la forma de dar es una serie de prácticas conocidas como el arte del Guanxi 1) Transformar a un extraño
en familiar: se busca señalar algún elemento común en la vida, “compañeros de escuela”, “vecinos”, se intenta marcar
nosotros que implica dejar fuera a otros (inclusión - exclusión). 2) Hacer que quien recibe se sienta parte de quien da. 3)
Crear una relación asimétrica quien da muestra superioridad y quien recibe subordinación. 4) Producir identidad entre
el bien o recurso que se da y la persona del donante. Maifair Mei Hui YANG, “The Gift Economy and State Power in
China” in Comparative Estudies in Society and History. vol. 31, January, 1989. pag. 45 y sgtes.
5
Pierre BOURDIEU, Las estructuras sociales de la economía. Bs. As. Manantial. 2001. Págs. 222 y sgtes.

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la desaparición de la fronteras comerciales y el predominio de empresas transnacionales - que
buscan condiciones naturales o políticas para aumentar sus ganancias - contribuyó a instalar en los
esquemas interpretativos las nociones de competencia, competitividad y existencia de nichos de
mercado a conquistar. En un mundo cada vez más desigual los sistemas simbólicos no permiten
enunciar la apropiación, concentración y localización de los recursos y desde la Ciencia Económica
se sigue considerando que todos los agentes concurren a los intercambios en igualdad de
condiciones y que los precios se ubican en el óptimo donde todos se benefician.
Creemos que los límites y posibilidades del trabajo de Solidaridad deben entenderse a partir
de estas dimensiones objetiva y de interpretación del mercado mundial, pero antes consideramos
necesario indagar sobre las formas de distribuir recursos desde la Iglesia y su concepción del
mercado.

LAS FORMAS DE DISTRIBUCIÓN DE RECURSOS EN LA IGLESIA: PRÁCTICAS Y DISCURSOS

Las formas de distribución de recursos que predominan en la Iglesia son la dádiva (las
grandes colectas, las contribuciones individuales, el trabajo voluntario) y la distribución
centralizada a través del obispo, el párroco, el consejo económico, etc. Al interior de la Iglesia no se
habla de precio. La crudeza de explicitar el valor - sobre todo el precio del trabajo - siempre ha
generado turbulencias en la Iglesia, por ejemplo por qué el secretario parroquial percibe un sueldo y
el catequista no. La división laicos y clero, y más general quiénes se dedican a lo profano y quiénes
a lo sagrado, se traduce en una forma particular distribución recíproca de recursos: los laicos deben
contribuir al sostenimiento de su Iglesia (siempre dar) y los sacerdotes reciben una retribución que
luego administran para beneficio de todos. Los intercambios de mercado operan puertas afuera de la
Iglesia: venta de objetos religiosos, artesanales, participación en las acciones de algunas empresas,
etc. La polarización mundial países centrales opulentos y países periféricos miserables se traslada
al interior de la Iglesia, en diócesis ricas y diócesis pobres, en cristianos ricos y cristianos pobres.
En general la redistribución opera a través de la distribución centralizada y las grandes colectas para
el Tercer Mundo.
Los esquemas interpretativos desde los cuales tienen sentido los intercambios al interior de
la Iglesia siempre hacen hincapié en la comunidad fraterna, el servicio, la caridad, el amor a los
pobres, los valores evangélicos etc.
El hecho que en la Iglesia las prácticas de mercado sean puertas afuera ha influido para que
en su discurso se confunda el sistema simbólico (lo que dice la Ciencia Económica sobre el
mercado) con las relaciones sociales objetivas. Así el Magisterio de la Iglesia ha ponderado la
“libertad”, “la empresa” y ha condenado el consumismo (la conformación del homo aeconomicus
maximizador de beneficios). Sin embargo no ha podido identificar las relaciones sociales basadas

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en la desigual distribución de recursos a nivel mundial.6 El Magisterio de la Iglesia ha cuestionado
el “valor del trabajo” pero no ha cuestionado que el individuo desposeído “venda” su trabajo y la
empresa lo compre. Un hecho histórico reciente - que el trabajo se intercambie y tenga un precio - a
los ojos de la Iglesia aparece como natural. Así la interpretación de la Iglesia ha quedado atrapada
por la Ciencia Económica.
Desde América Latina la Iglesia ha cuestionado la distribución de recursos a nivel mundial,
en el Documento de Puebla por ejemplo se hace referencia a situaciones de pecado y a mecanismos
que producen ricos cada vez más ricos y pobres cada vez más pobres.7 Pero al recuperar los enfoques
económicos sobre el mercado mundial (el planteo de la CEPAL y la Teoría de la dependencia) los
obispos reificaron el mercado mundial (se habló de estructuras de pecado) y condenaron a las élites
locales, pero no analizaron las relaciones sociales y las transformaciones de los intercambios centro-
periferia a lo largo de cinco siglos.8
En los últimos años - frente al embate de las teorías neoliberales en la región que describen
al mercado como la agregación de acciones individuales y que ponderan el modelo de libre
mercado como el mejor mecanismo de distribución de recursos - los teólogos de América Latina
han respondido condenando al mercado como injusto, pero poco han debatido sobre qué ocurre
efectivamente cuando las personas compran y venden, con lo cual en la discusión se terminaron
aceptando las premisas del adversario.
En síntesis, desde la Iglesia se ha descuidado el aspecto humano del mercado, el hecho que
quienes dan lugar a los intercambios son personas. Por el contrario a veces lo han ponderado de
manera abstracta (la empresa, el trabajo libre) y otras lo han sustantivado y condenado (las
estructuras de pecado). En este sentido la experiencia de Solidaridad abre las puertas a nuevas
consideraciones.

6
“Volviendo ahora a la pregunta inicial, ¿se puede decir quizá que, después del fracaso del comunismo, el sistema
vencedor sea el capitalismo, y que hacia él estén dirigidos los esfuerzos de los países que tratan de reconstruir su
economía y su sociedad? ¿Es quizá éste el modelo que es necesario proponer a los países del Tercer Mundo, que buscan
la vía del verdadero progreso económico y civil? La respuesta obviamente es compleja. Si por «capitalismo» se entiende
un sistema económico que reconoce el papel fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad
privada y de la consiguiente responsabilidad para con los medios de producción, de la libre creatividad humana en el
sector de la economía, la respuesta ciertamente es positiva, aunque quizá sería más apropiado hablar de «economía de
empresa», «economía de mercado», o simplemente de «economía libre». Pero si por «capitalismo» se entiende un sistema
en el cual la libertad, en el ámbito económico, no está encuadrada en un sólido contexto jurídico que la ponga al servicio
de la libertad humana integral y la considere como una particular dimensión de la misma, cuyo centro es ético y
religioso, entonces la respuesta es absolutamente negativa.” Carta Encíclica Centesimus Annus. De..Paulinas. Bs.As.
1991.
7
Documento de Puebla. Nº 30. De. Paulinas. 1980. Págs. 63.
8
José Antonio ALVAREZ VÁZQUEZ, Una lectura histórico – económica de los documentos de Puebla. En O.G. DE
CARDEDAL y otros, Puebla el hecho histórico y la significación teológica. De. Sígueme. Salamanca. 1981.

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LA EXPERIENCIA DE SOLIDARIDAD
Abordaremos ahora la propuesta de Solidaridad de “productos justos” por ser elaborados en
condiciones justas para los trabajadores (salarios dignos, prestaciones favorables, etc.) y mediante
procedimientos lo menos contaminantes.
Si observamos esta experiencia en relación a los mecanismos tradicionales de distribución
de recursos de la Iglesia, la dádiva y la distribución centralizada la propuesta de intercambios
mercantiles resulta novedosa en dos sentidos. Primero como todo intercambio son al menos dos los
participantes que aparecen como poseedores que deciden, a diferencia de la dádiva y la distribución
centralizada donde se pondera la decisión de uno sólo, la “voluntad” del que da o el poder de quien
decide. En un segundo sentido el hecho de ponerle un precio implica hablar y por qué no discutir el
valor del recurso intercambiado, a diferencia de la dádiva y la distribución centralizada donde no se
habla de valores sino de obligaciones. Pero los intercambios de mercado corren el riesgo de ser
interpretados desde la Ciencia Económica que pregona que todos se benefician con los intercambios
descuidando las relaciones objetivas desiguales (la expropiación y apropiación, la deslocalización y
relocalización)
Si miramos la experiencia de Solidaridad en el comercio internacional tanto en su dimensión
objetiva como subjetiva vemos que corre el riesgo de quedar otra vez entrampada en las relaciones
que pretende transformar.
Más concretamente entendemos que el sentido del intercambio que promueve Solidaridad
sigue la lógica del mercado mundial actual: así las materias primas, el trabajo y el proceso
productivo están localizados en los países periféricos y la venta en Europa. Los adjetivos “justo”
para el salario y lo “menos contaminantes” para los procedimientos resultan insuficientes para
evaluar qué sucede efectivamente. La explicitación del valor propia del mercado nos lleva a
interrogar a cuánto asciende un salario “justo” en México y a cuánto en Europa. La justicia siempre
hace referencia a una norma de distribución, según desde qué norma se está evaluando el salario, si
desde la de la Ciencia Económica o de la del Evangelio. La estrategia de ganar mercados, en el
sentido de captar la demanda de productos específicos es una táctica seguida por las empresas en
general.
Respecto a la interpretación de los intercambios de mercado y al sentido que adquiere para
Solidaridad pensamos resulta sumamente significativo el hecho que se reconozcan las distintas
perspectivas sobre el mercado en la Iglesia y que en vez de optar por una 9 se promueva el debate a
partir de una experiencia, tanto en Europa como en América Latina. Como lo señalamos en el
apartado anterior la insuficiencia de la Iglesia para abordar el mercado radica en que en su interior
predominan otras formas distributivas y en que el mercado resulta algo secular. Al incorporar los

9
Aunque en el lema lleve implicito la divinización al afirmar “Fe en el mercado”)

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sistemas simbólicos de la Ciencia Económica experimenta los límites de la cultura en donde ésta se
ha desarrollado. Ensayar formas de intercambio y ponerlas a consideración de la comunidad
cristiana es el desafío que debe asumir la Iglesia si quiere ser sal de este mundo.

AGENDA PARA EL DEBATE


Para concluir queremos proponer una serie de puntos que a nuestro entender restan por
trabajar. Éstos tienen que ver específicamente con las formas de distribución, los tipos de
recursos y los esquemas de interpretación
• Qué recursos se distribuyen vía intercambios de mercado y cuáles no. Más especificamente
como lo demostramos en el apartado de la conformación del mercado mundial: el trabajo la
tierra y el dinero son mercancías ficticias, hace sólo dos siglos que se compran y se venden. La
discusión de fondo tiene que ser no sobre “el salario justo” sino sobre si es válido “vender el
trabajo.” Y de manera más general cuál es la mejor forma de distribuir recursos al interior de la
producción.
• A través de qué modos debemos distribuir recursos como los alimentos, remedios, etc.
• Se puede alterar la concentración y localización actual de los recursos claves (la tecnología, el
dinero, los medios de violencia física y los medios de comunicación), que condicionan los
intercambios mundiales.
• Cómo valorar los recursos, mejor dicho cómo romper con los sistemas simbólicos actuales y
mirar los intercambios desde el Evangelio.
• Se deben modificar las maneras de distribuir los recursos al interior de la Iglesia, cómo
distribuir recursos y apreciarlos. La Iglesia debería ser capaz de generar nuevas formas y nuevas
reflexiones. El debate abierto por Solidaridad y Agenda Latinoamericana es un primer paso,
quiera Dios se continúe.

Para finalizar queremos proponer reemplazar el lema “Fe en el Mercado” por “Fe en los
hombres” pues consideramos que debemos confiar en que los hombres a la luz del Evangelio
pueden transformar las relaciones sociales y los sistemas culturales que les impiden vivir como
hermanos.

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Fe en el mercado...................................................................................................................................1
Invitación a un debate...........................................................................................................................1
Convocatoria Agenda Latinoamericana y Solidaridad Holanda..........................................................1
Para entender el mercado .....................................................................................................................1
Introducción..........................................................................................................................................1
Aproximaciones históricas al mercado mundial ..................................................................................2
Aproximaciones teóricas al mercado....................................................................................................4
El mercado como una forma de distribuir los recursos materiales y asignar valor..........................4
El mercado mundial relaciones y sistemas simbólicos....................................................................6
las formas de distribución de recursos en la Iglesia: prácticas y discursos ..........................................7
La experiencia de Solidaridad..............................................................................................................9
Agenda para el debate........................................................................................................................10

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