Un zapatero muy feliz a pesar de su pobreza llamó la atención de un rico banquero vecino. Cuando el banquero le ofreció dinero, el zapatero lo aceptó pero perdió su alegría y paz interior al preocuparse constantemente por el dinero enterrado. Finalmente, el zapatero decidió devolver el dinero al banquero para recuperar su felicidad anterior.
Un zapatero muy feliz a pesar de su pobreza llamó la atención de un rico banquero vecino. Cuando el banquero le ofreció dinero, el zapatero lo aceptó pero perdió su alegría y paz interior al preocuparse constantemente por el dinero enterrado. Finalmente, el zapatero decidió devolver el dinero al banquero para recuperar su felicidad anterior.
Un zapatero muy feliz a pesar de su pobreza llamó la atención de un rico banquero vecino. Cuando el banquero le ofreció dinero, el zapatero lo aceptó pero perdió su alegría y paz interior al preocuparse constantemente por el dinero enterrado. Finalmente, el zapatero decidió devolver el dinero al banquero para recuperar su felicidad anterior.
Todava perdura el recuerdo, en una ciudad de Europa, de un alegre
zapatero. Era, probablemente, una de las personas ms felices de la tierra a pesar de su gran humildad. Un da el zapatero fue visitado por uno de sus vecinos, un banquero muy rico, que al observar la gran alegra del zapatero entre tanta miseria, no pudo dejar de preguntar: Seor zapatero, si no es molestia, podra decirme cunto gana usted con su humilde trabajo? Es tan poco dinero, seor, que hasta vergenza me da decirlo, no se lo tome a mal. Pero dicho dinero me da cada da el pan de mis hijos, y a m me basta con terminar decentemente el ao, aunque tengamos que privarnos, lamentablemente, de muchas cosas. Respondi el zapatero orgulloso. Aquella excelente y positiva actitud dej muy sorprendido al banquero que, poco despus, dijo muy conmovido: Seor zapatero, tome usted estas monedas de oro que le ofrezco desinteresadamente, y gurdelas con esmero para cuando las necesite de verdad. A partir de entonces la actitud del zapatero cambi, con motivo de sentirse poseedor de una de las mayores riquezas del mundo. Aquella riqueza exiga mucho del zapatero, ya que al haber escondido bajo el suelo de su casa las monedas de oro, era incapaz de descansar y vivir con normalidad. El zapatero haba enterrado sin saberlo al mismo tiempo el dinero y su alegra y buen humor, siendo desde entonces huspedes de su casa, el miedo, la desconfianza, el insomnio y la inquietud. El menor ruido durante la noche, le haca llenarse de temor ante un posible robo y sus consecuencias. Hasta que un da, cansado el zapatero de su nueva vida, fue a visitar a su vecino banquero: Oiga, amable seor; quiero devolverle todo su dinero, pues mi mayor deseo es vivir como lo haca antes. Y, de esta sencilla forma, el zapatero recuper su alegra.