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El tiene 20, ella 40

pero, en la cama,
no se nota ésa diferencia.

La ropa en el piso
la cama revuelta
y entre beso y beso
el deseo se eleva.

Las manos que vuelan


los cuerpos que tiemblan
los suspiros que, de susurros,
la habitación llenan.

Ella, ya es madura
él, recién comienza
a llenar su libro
de propias vivencias

pero en ése instante


no hay hora más cierta
que la de sus cuerpos
que se complementan.

El, que la desea


ella, que lo anhela
y el sublime instante
que se acerca.

El vaivén de cuerpos
que el ritmo acelera
y el orgasmo que al unísono
ambos experimentan...

El paraíso no reconoce diferencias,


al amor no le importan
el calendario ó la fecha.

Qué más da que


él tenga 20 y ella 40
si a la hora de amar
las pieles se reconocen plenas...

si a la hora de amar
las almas se saben eternas...

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