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EL CAMINO DE LAS ESCRITURAS I Lampara para mts pasos f EL CAMINO DE LAS ESCRITURAS I Ladmpara para mis pasos Mamerto Menapace PPC Los textos incluidos en esta obra estén tomados de Camino de Emais con fe y esperanza (1999) y Las exigencias del amor (°1998), ambos publicados por la editorial Patria Grande, de Argentina. Queda prohibida, salvo excepcion prevista en la Ley, ewalguier forma de reproduccién, distribucién, comunicacién piiblica y transformacién de esta obra sin contar con la autorizacién de dos titulares de su propiedad intelectual, La infraccién de los derechos de difusién de la obra puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y ss. del Cédigo Penal), Ell Centro Espaiiol de Derechos Reprogréficos vela por el respeto de los citados derechos. Disefio: Pablo Niifiez Estudio SM © 2003, Mamerto Menapace © 2003, Cooperativa de Trabajo Editora Patria Grande P.G. y P. Ltda. © 2003, PPC, Editorial y Distribuidora, SA Impresores, 15 Urbanizacién Prado del Espino 28660 Boadilla del Monte (Madrid) ppcedit@ppc-editorial. com ISBN 84-288-1820-7 (vol. I) ISBN 84-288-1819-3 (obra completa) Depésito legal: M-40.923-2003 Preimpresion: Grafilia, SL Fabricado en Espafia / Made in Spain Imprenta SM - Joaquin Turina, 39 - 28044 Madrid PROLOGO En el afio 590, los romanos eligieron como papa a Gregorio Magno. Era miembro de una de las grandes familias patricias de la ciudad. Desde joven habia ocupado cargos muy importantes, tanto en la vida civil como en la eclesiastica. Pero su anhelo mas profundo era retirarse a la soledad para Ievar una vida tranquila que le permitiera alcanzar la meta de la santidad que tanto deseaba. Pero nunca se animé a dar el paso concreto, y las circunstan- cias, que en la historia de la salvaci6n llevan el nombre de providencia, terminaron por colocarlo en Ja silla de Pedro. Cuando hacia ya cuatro afios que estaba en ella, y en pleno trabajo como escritor de sesudos tratados morales y comentarios biblicos, termin6 en uno de sus frecuentes estados de melancolia. Llevado por este sentimiento, se retiré a una de sus posesiones familiares en el monte Celio, que él habia conver- tido en monasterio urbano. Y alli fue a encontrarse con él su didcono y ayudante Pedro. A él abrié su corazon comentandole lo afligido que se sentia por tener que ocuparse de tantos asuntos que, en lugar de favorecerle su vida espiritual, terminaban por dispersarlo en el farrago de las preocupaciones mundanas. Y que lo que mis le afligia era ver que mientras a él se le pasaban los afios malentretenido en esos asuntos, otros, con menos dones que él, adquirian la santidad de una manera mas sencilla y facil. Su amigo el didcono Pedro se sorprendié de que en su tiempo y en esa regién de Italia hubiera atin santos. Y de esa conversacién nacié entre ambos la idea de suspender por un tiempo el trabajo sesudo de los tratados y dedicarse a describir la sencilla santidad de tantos contempordneos que con su vida habian ejemplificado el evangelio de una manera concreta. De esta motivacién, nos cuenta el mismo Gre- gorio Magno, nacieron sus cuatro libritos de cuen- tos piadosos y biografias ingenuas y milagreras, Son los que llamamos los Didlogos: libritos que tuvieron una enorme difusién en la Iglesia de todo el orbe, como la tendrian después las Florecillas de san Fran- cisco de Asis o la Jmitacién de Cristo, de Tomas de Kempis. Cuando, a mi regreso de Roma, me propuse en- sefiar Biblia a los laicos de nuestra didcesis rural y pampeana, mi profesor del Pontificio Instituto Bi- blico, el padre Luis Alonso Schokel, me aconsej6 utilizar el mismo método. Hacerla conocer a través de la vida de sus grandes personajes. Y hacerlo de la manera mas sencilla y vivencial posible. Y de ahi nacieron estos apuntes que hoy se animan a cruzar el charco y llegar principalmente hasta us- tedes, mis queridos amigos de habla hispana. Per- dénenles que Ileven atin el aroma de los pastizales criollos de estas Ianuras. Vienen de campo afuera y pretenden internarse coraz6n adentro, desper- tando el deseo de buscar en la misma Biblia la verdad de la existencia. MAMERTO MENAPACE, OSB Hacia Emats Cleofas y su amigo Era el atardecer de un domingo. Cleofds sentia el alma llena de tristeza. El fracaso de su esperanza le dolia por dentro, y no se animé a hacer solo ese camino que lo llevaria de regreso a su pueblito. Por eso fue a invitar a su amigo para que lo acompanara a Emats. La soledad del camino también indigesta el alma; solo devuelve la calma Sentirse con un amigo. Ya no tentan nada que esperar en Jerusalén. Ellos se habian puesto en camino detrds de Jess, el de Nazaret, esperaydo que fuerq él quien liberara a su pueblo. + wane Arp - CWI --: Pero ya hacta tres dias que lo habian matado, y en esa muerte habia sucumbido también su esperanza. Es- taban realmente desanimados. Por eso volvian a su pue- blo en un triste regreso, conversando entre si de todo lo que habia ocurrido. Pero, por mds vueltas que le daban o al asunto, no le encontraban sentido a todo lo que habia sucedido aquellos dias en Jerusalén. Y en ese pasar y repasar los sucesos, por momentos la rabia se aduenaba de sus corazones y la conversacién se volvia discusion. Y asi, sin saberlo, iban creciendo hasta ese momen- to que el Senor esperaba para intervenir. El momento en que la rabia sube al corazén del desanimado y convierte su desénimo en desesperacion. Porque el Seftor Dios sabe muy bien que es casi im- posible hacer que nazca la esperanza en el corazén de un desanimado. El desanimado ya no encuentra mds motivos para seguir luchando. Y a través de la rabia el Senor Dios le quiere guiar, haciéndole crecer hasta la desesperacion. La desesperacién es el carecer de esperanza, es el necesitarla urgentemente, La desesperacién es combativa, inquieta, busca apasionadamente: discute. Y el Seror Dios sabe que la esperanza mds auténtica es la que nace de la desesperacién superada. En el mismo camino Y, sin embargo, en el amanecer de ese mismo dia que ahora atardecia, el Senor habia resucitado. Jesis de Nazaret estaba vivo y glorioso. Sin que ellos hubieran hecho nada para que eso sucediera, Dios Padre habia resucitado a Jesus. Precisamente eso que los dos amigos creian haber per- dido definitivamente, la persona de Jestis, ya estaba re- sucitada y tenia todo poder en el cielo y en Ia tierra. Tenia incluso el poder de devolverles a ellos la alegria, y el sentido de sus vidas, y la fuerza para jugarsela tras un ideal que iba a conquistar el mundo entero. Alguien tenia en sus manos la respuesta que ellos de- sesperadamente buscaban sin creer ya que la podrian encontrar. Pero Jestis necesitaba que estos dos hombres llegaran hasta esa crisis de su esperanza. Queria que esos dos amigos recorrieran juntos ese camino de atardecer hasta el fondo de su negrura, para encontrarse con ellos pre- cisamente alli. Porque Jess ya los acompanaba y escuchaba sus dis- custones y sus disputas, sus porqué stn respuesta y sus silencios cargados de tristeza. El mismo les habia os- curecido la mirada para que no lo reconocieran, porque necesitaba que la noche les dilatara las pupilas para aprender a caminar en la fe rescatando la luz que hay en toda noche. Mientras ellos conversaban y discutian, el mismo Jestis se acercé y siguié con ellos. Pero sus ojos estaban retenidos para que no lo conocieran. Y Jestis les pregunto: — De qué discutis mientras vais caminando? Nosotros esperabamos El Senor Dios a veces necesita hacerse el ingenuo, el que nada sabe de nuestras amarguras y desilusiones, para animarnos a que iniciemos con él un didlogo a través del cual quiere darnos la respuesta que nosotros nunca lograriamos encontrar mediante nuestro solo es- fuerzo. It Pero se hace necesario que nos animemos a abrirle la amargura de nuestro corazén, aunque no sea mds que para decirle con reproche: — Es que eres tu el tinico que no sabe lo que estd pasando? Y el Seftor Dios sigue con su juego de hacerse el ingenuo: —¢Qué cosa? —Lo de Jestis de Nazaret. El que suscitd tantas esperanzas que ahora estan hechas trizas. Nosotros es- perdbamos que fuera él quien liberaria a nuestro pue- blo, Pero lo han liquidado; y ya van para tres dias que todo termind. Es cierto que hay unas mujeres que nos han venido con el cuento de que la tumba esté vacta, y de que no sé qué dugeles les comentaron que él estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron a fijarse, y realmente encontraron la tumba vacia; pero lo que es a Jestis, no lo vieron. Los dos amigos largan de un tirén el asunto, como si escupieran un gitito. En el fondo son siempre las dos mismas cuestiones fundamentales que acompatian a toda desesperacion. Por un lado, la tumba vacia, que no prueba nada, pero que deja con la espina. En todo caso, quita la posibilidad de descartar el problema. Porque casi stempre el Senor Dios prepara su didlogo con no- sotros obligéndonos a aceptar la tumba vacia. Qui- téndonos la seguridad de algo. jCudntas veces no es la tumba vacia, sino el vacto que uno stente en la vida, aquello que nos obliga a entrar en didlogo con el Senor Dios, aunque solo sea para dirigirle nuestro reproche! Pero, por otro lado, la tumba vacia no es ningtin argumento. Ellos quisieran ver algo: quisieran ver al Seftor. Ya Felipe le habia dicho a Jests en la ultima cena: —Muéstranos al Padre, y eso nos basta. Nosotros también quisiéramos ver a Dios. Nos parece que con eso se nos acabarian todos los problemas de fe y de esperanza. Y, sin embargo, el Senor Dios no piensa lo mismo. El camino de las Escrituras Porque el actuar del Seftor Dios no tiene nada de dulzén ni de novelero. Dios se toma las cosas en serio. Porque es el tinico que se toma al hombre en serio. Jestis no quiere regalarles una respuesta que los con- suele. Quiere que ellos descubran la verdad de los su- cesos para que se animen a emprender un camino. Comienza por reprocharles: —;Mira que sois torpes para entender todo lo que dijeron los profetas! ;No os dais cuenta de que era necesario que sucediera todo esto, que Cristo padeciera, para entrar asi en su gloria? Y entonces empezd a explicarles las Escrituras. Arrancando por el principio, alld por los tiempos anti- guos, fue recorriendo con ellos todos aquellos personajes a quienes Dios encauzé por los senderos de la fe arredndolos detrds de una esperanza. La palabra del Senior Jess fue haciendo desfilar ante sus ojos las fi- guras de los grandes patriarcas y de todos aquellos hom- 13 bres y mujeres, jovenes y Viejos, a quienes les tocé ca- minar por esta misma senda antes que a nosotros. Junto a Cleofas y a su amigo, el Senor Jestis nos invita también hoy a nosotros a recorrer este mismo sendero de Emaiis, con una fe esperanzada que quiere ir creciendo a medida que nuestros ojos se abran y que nuestro corazén comience a arder, al ir entendiendo el sentido profundo del actuar del Sefior Dios en la his- toria de nuestro pueblo. 14 ABRAHAN O LA FE COMO AVENTURA La ESTRELLA A veces Dios quiere abrir un camino nuevo para un pueblo. Dios sabe que, para que un pueblo quie- ra y se anime a caminar, necesita tener una huella. Pero los pueblos no hacen las huellas. Las huellas las hace normalmente un hombre que sigue una estrella. Asi fue como nacieron todos los caminos: todos tienen una estrella en la punta y ciudades a los costados, Justamente esto fue lo que pasé con el dificil y duro camino de la fe. Dios, nuestro Padre, queria conducir a todo un pueblo por el camino de la fe. Y para eso necesitaba que un hombre se animara a hacer la primera huella de ese camino. Dios nece- sitaba que alguien fuera “nuestro padre en la fe”. Y el Sefior Dios, mirando a todos los hombres, eligid uno. Ese hombre se Ilamaba Abran, y Dios le cambié el nombre y lo Ilamé Abrahan, que sig- nifica “padre de pueblos”. Y eso que ese hombre sufria por que no tenia hijos. dS Si, estaba casado. Su sefiora se Iamaba Saray. Dios también le cambié el nombre y la Ilamé Sara, que significa “princesa”. Y un buen dia, Dios, nuestro Sefior, se le aparece a Abrahan y le invita a una aventura. A la aventura de la fe. Pero no a una fe vivida solo con la cabeza, como si se tratara de aceptar una verdad dificil de creer. Sino como una aventura arriesgada de vivir. Una fe que nos compromete por entero y que en lo profundo significa fiarse de alguien y creer que es poderoso para cumplir Jo que nos promete. Porque Dios le promete algo a Abrahan. Algo que Abrahdn desea con toda su alma. Dios promete darle un hijo, y por medio de ese hijo convertirlo en padre de todo un pueblo. Un pueblo que va a tener su propia tierra para vivir. Si, Dios también promete tierra a su amigo Abra- han. Pero para eso de momento le invita a algo muy duro, invita a Abrahan a que abandone su tierra y a sus parientes. Justamente eso que Abra- han ama tanto. Y le invita a que se ponga en ca- mino detraés de Dios. De un Dios invisible que no dice de antemano a dénde piensa llevarlo, ni cuan- do se va a realizar su promesa. UN CAMINO DE TIERRA Y Abrahan acepté la aventura. Dejé su tierra y la casa de su padre, y se puso en camino detrds de esa estrella de esperanza que Dios le habia encen- dido alla en el horizonte. Y empez6 a recorrer una 16 tierra con la esperanza de que seria suya. Pero de momento no lo era. Vivia clavando y desclavando tiendas, como forastero en una tierra que seria suya. Pero aunque uno viva la fe como si fuera un camino detras de una estrella, eso no quita para que el camino mismo haya que hacerlo sobre la tierra. La huella es siempre de tierra, aunque lo que nos conduce sea una estrella. Y por eso Abrahén tuvo que vivir muy hondamente su vida de hombre, y de hombre concreto, con todos sus problemas. Y a veces por mirar a la estrella se Ilevé as cosas por delante, 0 tuvo que dejarlas al lado, renunciando a ellas. A Abrahan le sucedieron cosas muy humanas. Por ejemplo: tenia una mujer muy hermosa. Y ade- mis tenia miedo de que se la robaran, y lo mataran a él mismo. Y, para evitar eso, mintid diciendo que no era su sefiora, sino su hermana. Y eso le metid6 en un par de lios de los que casi no sale, y de una manera bastante poco honrosa, y gracias a que Dios intervino aclarando las cosas. Con Abrahan habia salido también un sobrino suyo llamado Lot, que queria vivir con él la misma aventura de fe. Pero Lot no tenia la fe de Abrahan. No era capaz de sacrificar todo por seguir esa es- trella. Los dos eran ricos. Y, como eran ricos, llegé un momento en que ya no pudieron vivir juntos. Porque el agua de los pozos que cavaban para abre- var sus ganados no alcanzaba para tantos rebajios. Y comenz6 a haber peleas entre la peonada de los dos. Y Abrahan se sacrificé y dejé a Lot la opor- W7 tunidad de que eligiera el mejor territorio. Renun- cid a ese territorio fértil, porque esperaba la tota- lidad de la tierra que Dios le habia prometido. Abrahan tenia amigos. Y esos amigos fueron ata- cados y llevados prisioneros con todas sus perte- nencias. Abrahan se la juega por ellos, y, reuniendo a su gente y un par de vecinos, ataca por sorpresa a los enemigos, los dispersa y libera a sus amigos. Sin embargo, no quiere aceptar de ellos ninguna recom- pensa. Porque espera ser enriquecido por Dios, y no por los hombres. La PROMESA Y LA ESPERA Cada cierto tiempo, Dios viene a ver de nuevo a Abrahan. Pero no viene para cumplir la promesa. Dios no viene a calmarle la picazén. Dios viene a renovar la promesa y a invitarlo a seguir creyendo. Dios le dice un dia: —No tengas miedo, Abrahan. Yo soy tu garantia (tu escudo). Tu premio va a ser muy grande. Pero en ese momento Abrahén ya no aguanta mas. Y le dice dolorido a Dios: —Sefior Dios, gqué me importa lo que me dards, si yo me iré, y sin hijos..? Mira, hasta ahora no me has dado un hijo, y sera uno de mis peones el que se va a quedar con todo. Entonces Dios invita a Abrahan a salir de su carpa y le muestra el cielo, que hierve de estrellas. 1s Le abre los ojos para que vea todas las estrellas. Y le dice: —Mira el cielo, y cuenta las estrellas, si es que puedes contarlas. ;Asi de numerosa ser4 tu descen- dencia! Abrahan no pudo contar las estrellas. Porque las promesas de Dios no son para ser contadas, sino para ser aceptadas, lo mismo que las estrellas. Pero crey6 en Dios. Y Dios se lo tomé en cuenta. Esa noche, Dios hizo un pacto misterioso con Abrahan, y le revel6 que su pueblo tendria que sufrir mucho, pero que Dios siempre estaria con él. Y que Dios mismo se comprometia en su li- beraci6n. Y Abrahan, en medio del pavor de ese suefio de atardecer, supo que Dios era un Dios comprome- tido: un Dios de alianza. LA SALIDA FACIL Pero en el camino de su fe, Abrahan tendria también sus equivocaciones, sus errores. Tal vez no por mala voluntad. A lo mejor por cansancio. O por no saber aguantar la espera que Dios le venia pidiendo. Porque es duro eso de tener pa- ciencia con Dios. Y peor todavia, fue su propia sefiora la que le propuso la salida facil. Una salida intermedia para ayudarle a Dios a realizar su promesa. Una manera de forzarle un poco la mano a Dios, rebajando la altura de la promesa. 19 Fue asi como Sara le dijo a Abrahan que ya que Dios no le daba un hijo en ella, tomara como se- gunda mujer a una de sus sirvientas para poder tener al menos un hijo de ella. (En aquel tiempo la costumbre era poder tener varias esposas.) Y Abrahan aflojé. El sabia que Dios le habia prometido un hijo de su esposa Sara. Pero tenia tantas ganas de tener un hijo, y el hijo no Ilegaba, que acepté la propuesta de Sara. Y asi nacié Ismael. Fruto del cansancio en la es- pera. Resultado de querer que la promesa se cum- pliera, aunque fuera a medias. Cuando Dios volvié para ratificar la promesa al viejo Abrahan, este le propuso a Dios un trato. Le dijo que le parecia dificil que se realizara esa pro- mesa. jEran tan viejos él y su sefiora! Y le pidié a Dios algo mas sencillo: que se contentara con man- tener vivo y bendecir a su hijo a medias: Ismael. Pero Dios es mas grande que nuestro coraz6n. No- sotros aflojamos. Dios no. Dios le dijo a Abrahan: —De acuerdo. Por ser hijo tuyo voy a bendecir a Ismael. Sera padre de pueblos. Pero la promesa se cumplira plenamente en un hijo que te dara tu sefiora, Sara. Y el chico se llamara Isaac. Con él voy a hacer mi alianza. La garantia de la fidelidad de nuestra fe no esta en nosotros. Nosotros podemos cansarnos y aflojar. La garantia esta en Dios, que, una vez que se com- promete, no afloja. Esto es importante para arries- garnos en nuestra propia aventura de fe. an LA AMISTAD Y EL SACRIFICIO Abrahan, nuestro padre en la fe, es un gran ami- go de Dios. Pero es también un hombre que es amigo de los hombres. Defiende a los hombres, in- cluso discutiendo con Dios, que quisiera castigarlos por sus pecados. Una vez que estaba a la sombra a la hora de la siesta, a la entrada de su tienda, vio que venian tres hombres. Salié a recibirlos y los agasajé en su casa. Resulté que, sin darse cuenta, fue a Dios mismo y a sus Angeles a quienes recibié. Y Dios le dijo, como un amigo, que pensaba des- truirfs ciudades de Sodoma y Gomorra, porque la queja que tenia contra ellas ya era grande por de- mas. Y Abrahan, lejos de alegrarse por ese castigo, se puso a querer convencer a Dios de que tenia que perdonar a esos barbaros, porque a lo mejor entre ellos habia algunos que eran inocentes. Pero result6 que alli no habia ni siquiera diez inocentes. A lo mejor Dios esperaba que Abrahan se arriesgara mas todavia y que se metiera él mismo dentro de esa ciudad, arriesgando su propio pellejo. Tal vez si Abrahan en lugar de regatear con Dios en busca de inocentes hubiera entrado él mismo en la ciudad, Dios no la hubiera destruido, Pero Abrahan todavia no estaba suficientemente curtido para arriesgarlo todo. Por eso Dios le tenia preparada todavia la prueba mas dura de su vida. Resulta que, mientras tanto, a Abrahan ya le ha- bia nacido el chico que tanto habia esperado. Fi- nalmente crecia a su lado, rodeado por su amor, 21 aquel hijo de su esperanza en quien se cumplirian todas las promesas por las que él se habia largado a andar, sin tierra, lejos de la suya. Y un buen dia el Sefior Dios le pide algo tre- mendo. Le pide que tome a su hijo y se lo sacri- fique quem4ndolo en holocausto en el altar de un monte que Dios mismo le mostraria. Abrahan ya no entiende nada. No entiende nada, pero obedece. Sabe que Dios es fiel y poderoso. Pero, jvenir a pedirle esto! Ahora que siendo vie- jo tiene finalmente entre las manos aquel pequefio lucero que tanto le ha hecho caminar, ahora justo viene Dios y se lo pide. Le pide que sacrifique a su hijo. Que sacrifique su esperanza. Abrahan no tiene respuesta para la pregunta de su hijo. Tampoco Ia tiene para él mismo. Pero sabe que Dios ha de tener la respuesta. Y por eso le res- ponde a Isaac: — Dios proveera, hijo mio! Y el Sefior Dios acepta el gesto de nuestro padre en la fe. Pero suspende el sacrificio. Porque Dios, nuestro Padre, quiere é1 mismo hacer ese gesto en- tregandonos a su tnico Hijo en sacrificio para sal- varnos en el futuro, Aquello que le habia pedido a Abrahan era para ver si realmente Abrahan era ca- paz de un gesto del que Dios mismo seria capaz. Este gesto ultimo y tremendo de fe que Dios le pidid fue lo que convirtid a este hombre Abrahan en nuestro padre en la fe. Ahora que ya estaba ma- duro, Abrahan podria sin mAs ir a reunirse con sus 2? padres en la tumba. Su sangre seguiria camino hasta llegar a nosotros, para volver a iniciar esta aventura de la fe y de las exigencias de la fe emparejada a las promesas de Dios. Hay que recordar que Abrahan se habia puesto en camino con la esperanza de que Dios le haria padre de un pueblo y duefio de un territorio. Y, sin embargo, Abrah4n caminarA afios y afios detras de esa promesa que siempre quedaba adelante, como un horizonte por alcanzar. Finalmente, cuando muere, tiene solo un hijo a su lado. Y por todo territorio apenas un pequefio campo con una gruta que compré para convertirla en la tumba de su sefiora y de él mismo. De toda esa gran promesa solo tiene entre las manos al mo- rir €so poco. Porque el gran misterio de la fe de nuestro padre Abrahan fue que, buscando las retribuciones de Dios, se encontré finalmente con el Dios de las retribuciones. Y desde ahi, junto a Dios, él pudo comprobar cémo Dios irfa cumpliendo sus prome- sas en plenitud sobre su descendencia. Guia de lectura Todo esto esta en la Biblia, en el libro del Gé- nesis, desde el capitulo 12 hasta el capitulo 23. Lée- lo y meditalo. Si tienes ganas de Icer otros textos importantes sobre la fe de Abrahan: — libro de los Hechos de los Apéstoles, capi- tulo 7; > del mismo libro, en el capitulo 3, los versicu- los 11 a 26; de la carta a los Galatas, los capitulos 3 y 4 carta a los Hebreos, capitulos 11 y 12; — y, para rezar, el salmo 37 (36), sobre el camino de Dios. Para el trabajo en grupo *

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