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Lo que me conté Felipe Teixidor, hombre de'libros (1895-1980) Claudia Canales Lo que me conté Felipe Teixidor, hombre de libros (1895-1980) Primera elcign: 2009 Eaicidn: Direesién General de Publicaciones del Consejo Nacional parala Calturay las Artes © Claudia Canales Ucha © Fototeca Nacional, Sinafo-sas, Conacula (Fotografias) © Arizona Board of Regents. Ceuter for Creative Photography otogratias) D.R. © 20094e la presente eticion irecvisn General de Publicaciones AN. Paseo dela Reforma 175, Cuauintémoe, C.P. 06500 México. DE. Las caracteristicas grticas y tipogriticas de esta edicisa son propiedad de le Direccién General de Publicaciones del Consejo Nacional para la Cultura § las Anes, ‘Todos los derechos reservados. Queda preibida la reproduccién total o parcial de exta obra por cualquier medio w procediiert, comprendidaslareprogeala Yel tratamiento informatio, a fotocopis o Ia grabacién, sin la previnautori- ¥zacin por escito del Consejo Nacional para la Cultura y las AMtesDirecclon General de Publicaciones ISBN 978.607-455:200-8, Impreso y hecho en México Agrudezco a Sonia Corcuera le Mancera Clamentina Diaz de Ovando, Eugenia Meer, ‘Juan Puig Llano, Francisco Rutz-Risuero, Vivtoria Schassheim, Guillermo Tovar de Teresay Tomds Zuri las vaiosas sugerencias, materiales y faellidades ‘que me brindaron pare llevar a fliz término este libro, A Fernando, mi padre indice Introduccion ........-.¢+2¢+0+ Capitulo 1 (1895-1912) ......---- Capitulo (1912-1919)... secs eereeseeceeeeeeee Capftulo Il (1919-1923), ......-.eeseeeecceeeee Capitulo IV (1923-1927)... ...seeeeere seen Capftulo V (1927-1935)... soos cseeeeeees teers Capitulo VI (1935-1939)... se Capitulo VIL (1939-1945)... ce Capitulo VITI (1945-1955)... 6. eseeereeeresereernee Capitulo IX (1955-1078). See Colofin. Abbuitn fomgrilico......secneeereeryeeneersorennnenne Roferencias biogrificas 3 5 47 n 99 123 145 173 201 an 251 255 295 ul Introduecién, I. Aiio 1979, en la casa de Mercaderes 56 ‘Conoci a Felipe Teixidor a fines de 1977. justamente en Ia casa de Mercaderes 56 donde meses después empezaria a entrevistarlo. Re- ‘ién egresadu de la Facultad de Filosofia y Letras, wabajaba enton- ‘ces enel Instituto Nacional de Antropologia ¢ Historia, cuyo Archi- vo de la Palabra acababa de emprender una investigacién sobre la historia de lu forogratia en México a la cual me incorporé desde sus inicios, Ademas del acopio de material documental y grafico, mis tareas como investigadora comprendan ta grabuci6n de los testimo- nos de las personas més significativas para la fotografia en nuestro pais, entre ellas varios profesionales de la camara y algunos colee- cionistas de imigenes, especie ain infrecuente en esos afios y de la {que Felipe Teixidor era uno de los raros representantes, Su selecto aicervo iconogrifico, reunido durante més de cinco décadas, habria de prover muchos materiales para las dos grandes exposiciones que ‘en 1978 se presentacon en el Museo Nacional de Historia y el Mu- seo Nacional de Aniropologéa, en to que foe la primera gran mirada rerrospectiva al produccién fowgritics mexicana.’ Poco despues volvi a busearlo, esta vez con el propésito de consignar mediante una entrevista de historia oral los origenes de su interés en los libros ¥ papeles viejos, asi como su experiencia en esos dmbitos. Aunque on cierto escepticismo accedié a mi propuesta, de modo que et 17 de diciembre de 1978 lame la puerta que flanqueaban dos severos cipreses, provista de ura voluminosa grabadora y un minuctoso cuestionari, \Véase Eugenia Meyer, coordinator, dnage histrice de la ogra en Mésico, Mésico,INAIFSERFonanis, 1978, 4 Elera entonces un hombre de ochenta y tes alos, casado por més de cincuenta con Montserrat Alfau —Ia entrafiable Mona, como ta Hamaba todo e] mundo— y adn activo editor y factstum de la ei rial Porrta Hermanos —"mi casa", como solfa llamarla—, con la que habia entrado en contacto desde losafios veinte y a la que se habla incorporado Ge manera definitiva en 1946, Acababa apenas de publi ccar lt ediciOn de les memorias de la yiuda de Miguel Miramén, Con- ‘cha Lombardo, qu él habfa supervisado y prologado, Enjuto y pequefio de estaura, siempre ataviado con saco y corbata, y todavia lo bastante gil para ejecuar los rituales y peque‘ios gestos de esa cortesfa que él tanto valorabs, don Felipe solia recibirme a la entrada, no tomaba asiento hasta que yo lo haefa y me aleanzaba él mismo el cenicero, No obstante los casi sesenta aos que nos separa ban, siempre fue conmigo una especte de caballero atento a la presen- a de su dama. Esa actitud suya, ainada a la buena comunicacién establecida entre ambos, desperté en mi una mezcta de curiosidad y simpatia, de complicidad y afecto, que después de tantos attos me resulta indisociable de su testimonio, También lo es Ia atmdsfera de Ja.casa, ala que acudi con regularidad durante un ato para grabar las palabras de don Felipe, teftidas aperas con el rast de sus eles cata- lanas. Les habitaciones pobladas de libros, las originales piezas de herreria y de cerdmica dispuestas acuf y alld, las luces amortiguadas por pantallas de pergamino y 10s lens y grabados que adomaban sin excesos algunos rincones, se me volvieron poco & poco familiares y 4uetidos, al igual que los ladridos de Pacanda en laesealera, los pasos pprudentes de Mona y la cura bondadbsa de la lel Chelo. El domicitio de Mercaderes 56 era un reducto incontaminado pot la moda y la es- tridencia, envolvente y placentero, mds alld de! cual transcurria el Ultimo trecho del régimen lopezporillist, avanzaba Is erisis econd- mica y languidecta el estilo de los aos setenta. ero no todo fue tan grato, Prontoadverti que me faltaba experien- cia para manejar la entrevista: casi desde la primera sesiGn el orden nitido de las preguntas que Hevaba preparadas qued6 rebasedo por el caudal discursivo de don Felipe. Ad:mds, a mis veintitantos fios ca- recfa de la cultura y ln confianaa nesesarias para apreciar y explotar ciertas referencias pasajeres, y me pesaba el temor de ponerine en evidencia o mostrarme demasiado bisofia. Esto significa que fuera de algunas lineas generales que procuré no perder de vista y a las cuales volviuna y otra vez para recuperar desesperadamente el rumbo, fue él, on Felipe, quien trazé el itinerario y el tono de aquellas charlas,re- serviindose algunas veces para después de terminada la sesi6n y una ‘vez apagada la grabadora,ciertas anéedotas y reflexiones que al pare- cer descaba compartir conmigo pero no queria que quedasen registra- das, Significa también que ante los nombres de persones y autores que entonces nada me decfan, lejos de pedirle que abundara en muchas ‘casiones me quedécallada,o bien que de eiertos episodios de los que yotenfa noticia y él no se decidié a abordiar —Ia prematura muerte de Su hijo mayor, por ejemplo— nunea me atrevi a formular preguntas. Nuestro lrgo intercambio me colocaba sin remedio frente a mi propia torpeza, sensacién que durante ios dominé mi pereepeiéa de la en- trevista y me hizo dudar de sus minimas virtudes o posibles aciertos. ‘Una cosa era el placer de escuchar a Felipe Teixidor por largas horas, dejarme llevar por el flujo errtico de sus anéedotas y asociaciones. ¥ cra muy distinta mi habilidad para conducir, mediante el sistema bien aprendido en la teoria, la marcha de sus reveiuciones. Al cabo de un aio de visitas el ciclo leg6 a sv fin. Don Felipe ha- bia ido posponiéndolo mediante el recurso de abordar un nuevo epi- sodio cuando parecia que 10s habia agotado todas 0 retomando de sw infancia, sobre Ia cual haba vuelto varias veces en el curso de aquellos meses, en ura suerte de rectficacién 0 rota aclara- tonia a lo ya dicho. El que gradualmente hubiera convertio la entre vista en algo parecido al dictido de sus memorias no explicaba del todo aquel aplazamiento que —mis tarde me di cuents—, ademés de luna forma de continuar nuestros encuentros era en realidad como un pacto secreto y cabalfstico con la vida: mientras tuviera algo que Contarme no podtfa mort. ;Cusntes cosas no resuenan en esta frase ue funde e] relat con el hilo de la vida! En diciembre de 1979 grabé nuestra dltima sesién, Don Felipe fa- Hlecié alos pocos meses, en mayo de 1980, tras unas semanas en cama ‘que guardé en su casa, donde alcaneé a visiturlo a fines de abril. Fue la altima vee que nos vimos, Muichas cosas suceieron desde que entregue al Archivo de le Pala- bra —ya convert entonees en Departumento de Estudios Contem- Porineos— las cinco cinias magnetofénicas marcadas con ta clave PHOY4/104 para su transcripcin textual y cuidadoso almacenamiento. Mi vida profesional me Hev6 por otros eaminos, algunos cereanos a la fotografia pero sin duda alejados del testimonio de don Felipe, ‘guardado durante afios en las bovedas de la Biblioteca Nacional ce Antropologia ¢ Historia y consultado alguna ver por alguien que se ‘enier6 de su existencia, Durante ese tiempo recordaba a menudo nus: leas conversaciones, 10 cual era tina forma de recordarlo a él y de te cordarme a mf misma que tenfa pendiente una taree. Sin embargo, 15 es tt—t~*s 16 unido ta entrevista aparecta siempre el atisbo perturbador de mi in- ‘expacidad, que al Indo de mis compromisos y proyectos de es0s aos inhibfa mi decision de volvera cll En 1996, un hecho lamentable modifies mi percepeién de las cosas La muerte de Antonio Teixidor Aliau, cuya noticia conoct por la esque- |i de un periddico, me impresions hondamente. El segundo hijo de Felipe y Mona habia ingresado desde joven a la orden sacerdotal del Bspiritu Santo y ios después, ras morir sus padres, optado por la via dle classura en un monasterio trapense de un pueblo reeGndito de Mi cchoacén. Aunque nunca lo treté mis alld de dos o tres encuentros bre- ves, la noticia de su deceso react mis recuerdos de don Felipe, esta ‘vez acompadiados de reflexiones inéditas. La muerte de Tofio ponia fin tila descendencia de Teixidor, pero también a la memoria que se trans- mite de padres a ijos y que es wn forma de permanencia. No astaba reservar en un archivo el testimosio del que habia sido depositaria, de ‘manera que resolvi solicitar una copia de la transeripcién, que nunca antes habia visto y gue sumaba poco menos de rail pines. UL, El mapa de a memoria He narrado las circunstancias en que entrevistéa Felipe Teixidor por- ‘que toda historia tiene, valya lt redundancia, una historicidad propia, La que él me cont6 se inscribe en un momento particular de México, de su vida y de la mia, condiciones que sin duda determinaron las palabras y ios sitenecios que quedaron grabados en las cintas y que, ‘rasladados al papel, conforman manchas tipogrfcas frases inconelu- Sas, puntos suspensivos y espacios en blanco que muchas veces aluden 4.644 otra forma de decir, a la clocuencia del silencio. Lo que mas Hlamé mi atencidn al eer el relaio que habia escuchado de viva yor tantos anos ars, no solo fue haber olvidado buena parte de sa conte- Dido y conservado casi intacta su impresién afectiva, sino la adverton- «ia de dicka historicidad, particulurmente, claro est de la mia, Estar consciente de que nuestras preferencias e intereses cambian con fos silos y que lis historias, aunque parezcan las mismas, se leen y entien- en de otro modo y se usan pats otros fines, si bien resulta casi una. obviedad, tiene fueres implicacones cuando se piensa en términos histéticos, La reflexidn resulta pertinente no slo por el simple hecho de que hoy formularia otras preguntas e insistia en otros aspectos, sino porque el conjunto producira en el lector un efecto muy diverso 4 que habefa tenido de haberse publica la entrevista poco después de realizads, La presidencin de José Lopez Portillo, la Revolucidn sandi- hista en contra de Anastasio Somoza y Ia geopolitica de la guerra fri temas aludidos aqut y allé por Teixidor con la viveza que suscita el aacontever contemporineo, suenan ahora tin remotes, tan rebusads por ‘acontecimientos y transformaciones ulteriores, que aquellos eomertarios pueden resultar. para algunos, eeaso incomprensibles © anacrénicos. ‘Sin embargo, por inevitables que fuesen las referencias al presente inmediato en una entievisa tan dilatada como la de Felipe Teixidor, convene reilerar que su propésito fundamental era —fue— Ia evo ‘cidn del pasado; 0 dicho en otras palabras, el ejercicio de la memoria. Esa activacin det recuerdo, promovida més que por el tenor de mis preguntas por la franca disposicién —necesidad, tal vez— de don Felipe a emprenderla, me parece uno de los aspecios més complejos y sutles con Tos que tiene que vérsclas el investigador que se seve de Ta hisoriaoral. La lectura de la veluminosa transcripcién fue para mi una especie de rastreo del funcionamiento de la memoria individual, ast tcomo de su fuerte carga afectiva y su impronta visual, ZQué y por aug se recuerta?, ,eémo determinael ertomo inmedisto aguello que viene 4 fr memoria y su formulacién verbal? ,Pembanece algo claro y dist to, por asf decirla, en el mecanismo enigmstico del recuerdo, 0 es és tuna amalgama de experiencias propias y relatos ajenos, de fantasias y deseos, de retificaciones contnuas que atendan 0 perfeccionan la vi- veneia pasada para dorle coherencia? Estas preguntas, cuyas respuestas se dispitan hoy la neurologéa y el psicoanaliss, la Lingisica y la an- ttopologia, aparecieron con insstencia en tanto que problemas ie6ricos yy metodalégicosal repasar el testimonio de don Felipe, En él las frases medias, retomadas muchas paginas despues para ser concluidas: las preguntas que en apariencia no escuchs o no entendis la propia. ya- suedad de ciertas alusiones —acaso no solo atribuible a las Timitacio- nes expresivas o memoriosas de un viejo—, ¢ incluso esa forma de velyera empezar deve Ia infancia, coma si hubiera sustraos del olyi- ddo que se van removiendo en el acto mismo de evocar, constituyen 1 ‘mapa cifrado del universo recindito de la subjetividad y los afectos. ‘Cuando lef ta entrevista me pregunté muchas veces si el tono alee: tivo ¢ into que la impregns habria sido el mismo de no haber sido ‘yo quien la ealizara. Eso equivalis a eplantearme el papel que habia desempentado mi propia ignorancia, la cual fue tl vez el terreno pro- Picio para que fluyera sin interferencias todo un ctimulo de recuerdos. La idea no sélo me reconcilia con mi inexperiencia de entonces. Tam- bign me lleva a subrayar que lo que el lector leer a continuation no sla vida de Felipe Teixidor, inabareable en su compleja totalidad, sino la que €1 quiso contarme: la que reconstruyé ea mi presencia durante esas tardes entrafables y que acaso habria sido distinta ante un interlocutor mais avezado 0 ms docto. ‘Al lado de estas reflexiones sobre le memoria subjetiva resulta imprescindible mencionar aqui las alusiones de don Felipe a la suya propia, vinevladas con mucha frecuencia a l Fotografia en tanto que evidencia y huella. Para un honbre como é!, habituado a detenerse y aasombrirse ante tantas cosas, no pasaban inadvertidos los extafios ‘entresijes de recuerco ni sus profundas afinidades con los productos de la cimara. Asi pues, nada tiene de azazoso que le hubiese gustado ‘coleccionar fotogratfas: esos amarres de la memoria que a menudo se fusionan con ella hasts el grado de mezclar,en el sedimento arenoso dl tempo, los granos de ls experiencia vivida con los de la supe fotogritica. ¥ ast como el recuerdo funce y confunde a veces la re lidad y el suefio Io que conocimos de primera mano con Io que supimos por boca de otros y el pasado mismo con una versidn de la historia—, asf también ta impronta de una imagen no sélo puede remplazar la memoria esquiva de nuestra propia experiencia, sino in. cluso erear la ilusién de ésta aun cuando no Ia hubo. Para Felipe Teixidor muchos de sus recuentos emengen presididos por una imagen, ya de sv acervo fotogrifico —que podia repasar ‘mentalmente con envidiable exactitud— ya de ese otro menos tang ble pero acaso mis significativo, formado por las referencias de su vasta cultura visual. Se remontaba éstaa su infancia en Barcelona y a los afios de su primera juventud transcurridos en Paris: desde las pri- ‘meras hojeadas « los libros ilustrados det hogar paterno hasta tas clases de dibujo y pintura en laacademia del profesor Boumet, en el boulevard Raspail. De ah que la lectura de la entrevista sea también como mirar un bum de estampas: estampas a veces costumbristas 3 Ta manera de litograffas decimondnicas 0 de un impresionismo lumi- ‘oso come los cuadros de Renoir; estamipas tainbizu ales, prexlucto de la imaginacién o del deseo, desi re por los titubeos de una memoria que claudia sino por Ios giros y sesquicios del lenguaje para noacabar de decir. Al margen de estas consideraciones, quizs un poco vagus para quienes buscan datos concretoso informacién Ilana en un testimonio como el que nos ocups, conviene detenerse en algunos contenidos de éste con el fin de recapitular su valor y significa. Cabe subrayar en primer término el carter més bien atipico de Felipe Teixidor dentro del contexto zenccal de Ia inmizracion ibérica a México, al no perte- necer ni al grupo de aquellos que vinieron a *hacer la América” ni a aque! otro, mucho més presente en muestra concieacia contempocines, obligado a abundonae su pais por laderrota republicana de 1939, Esta cireunstancia da cuenta del aishmieato de don Felipe con respecto del primero y de su ambiztedad inicial respecto del segundo, pero quizé también de ly carrera burocrética que inici6 sin proponérselo, llevado porel proceso de reconstruceién posrevolucionaria que emprendia el pas justo en los aiios en que él se establecfa en la ciudad de México. servicio pliblico, sin duda poco afin al temperamento industrioso « individvalista del pueblo catalan, le procurs la inserci6n definitiva ‘ena vida mexicana ademés de recursos para el ejercicio sostenido de la bibliofilia y el coleccionismo, pasiones larvadas en é1 desde la Infancia, rasgos elocuentes del ambiente iustrado y elitista que to hhabia rodeado en su terra natal. El peso omnipresent> de ésta, Cata- luv, se hoe evidente a lo largo de la entrevista ya com punto de referencia obligado para contrastar o describir sus impresiones sabre México, ya como perenne nosialgia de una lengua que era para él 10 iis entranable de sus races. Su caalanismo, aunque slempre aeotado por una vocacién cosmopolita y cieta mirada critica a las pasiones de ‘aldea (para él reprobables més por ser pasiones que por ser aldeanas), ge de manera espontinea aqui y alld, com palabras y frases que “dicen més” 0 “suenan mejor” en si idioma mediante continvios se- fialamientos, no exentos de orgullo, sobre la diferencie entre ser espa- fol y ser caiatin, ¢ incluso en las precisas y abundantes alusiones al costo de Ia via y el nivel de ingresos, sin Tas cuales uno ereerfa que le resultaba dificil azar un panocama completo de las cosas. Por lo que hace a México, cl testimonio de Felipe Teixider permite desde luego calar muy hondo. Y no s6lo por la manera en que st for maci6n y su mirada europeas recibieron el impacto del pas, enzonces tin ruril y agteste reeign salido de Ia hicha armada, sino por la gra- dual seducciGn que éte fue ejerciendo sobre el joven aventurero, di puesto a perderse para siempre en las entrants del Nuevo Mundo mi= tied. Un continent, dicho sea de paso, que desde la perspectiva de sus Yeinticuatro ios, eda que tenia su desembarco en Veracrsz en 1919, crea lavez una promesa de redencicn y el escenario para hacer realidad lai ia, Quizds era demasiado realista para legar hasta e! fondo de semejante empresa, quiz demasiado urbano y bur- ‘gu. De ahi que su verdadera integracign a Mexico hays sido median tela burocracia, de la que formé parte de 1924 a 1946 y en la que co- hoci6 el Departamento de Salubridad de la €poca de Contemporineos, la Secretarta de Relaciones Exteriores encabezada por Genaro Esti da, la Secretaria de Hacienda al conclu el maximato, la Secretaria de antasfa romét 19 20 Nacional en los dias de la expropiacién petrolera y Peiré- 1n0s durante los arduos primeros afios de la empress. [Al parejo de esa trayectoria, que como tantas cosas en la vida fue hija dela eleceién a la vez que del azar y cuya cronologia marca mo- mentos clave de la historia mexicana del pasado siglo, otra vertiente mucho més poderosa enraiz6 a Felipe en nuestro pais. Esa fue Inde los libros tal yer su tnica verdadera voeacién, que enel México de enton- ces proliferasan en un mercado atin poco socorrido, alimentado de los retazos de las hibliotecas ahandonadas y dilapidadas durante la Revo- Iucién; vendidas enteras por los descendientes de familias otrora pu- Gientes, 0 acaso en transito a-una modernidad mal entendida. Don Felipe comprs y vendi millares de bres viejos peiticamente desde que lleg6 al pafs; ley6 gran parte de ellos, estudis y anot6 muchos, ‘conserv6 algunos. Eran, segtn sus palabras, lo mis amado que tents Prueba de su pasién por la letre impresa es el acervo bibliogrifico que reuni en beneticio de estuiosas investigadores, pero sobre todo, los muchos libros que coneibi6 y realiz6 aprovechando subiamente su inserciéa institucional y. més tae, canalizando en la Editorial Pornia Hermanos, la de la mitica esquina de Repdblica de Argentina y Justo Sierra, lade sus viejos y quetidos amiges Porrda, a experiencia acu rmulada durante mas de medio siglo de andanzas libreras, En Porria Felipe tadujo, prolog, investig6, anots ley6y comrigié pruebas, apre- ‘id a las imprentas, buseé ilustraciones, redact6 cuamtas de forros ‘Conocfe la talacha de editor tan bien como lo mis sofisticado del ofi- io, aunque una y otro los desempefié siempre, al igual que sus respon- sabilidades piblicas, descle un disereto segundo plano, tal como apa rece en muchas folografias grinales: siempre aparado unos pasos del centro de atencidn, siempre a punto del retraimiento. Aventurero solitari, su continuo hurgar por mereadillosy trsderos Je procurs estampas, revortes y pupelitos cuya sensiilidad supo apreciar ‘1 margen de cualquier moda (S algo execraba don Felipe eran las mo- das) y que hoy conforman, tal camo 61 lo quiso,valiosus fuentes para ts investigacién, No deja de ser ineresante cirta reticencin suya a hablar de sus libros y forogratias; resistencia congntente con el vehement re- chazo a verse y ser visto como coleccionista, no obstante ef sentido y a coherencia que supo oforger a sus acerves para hacer de ellos mucho ‘més que wna mera acumulacién de cosas, y pese a la gencrosidad con que solfa franquear las puertas de su cass a los numerosos estu- 405 que acuelin a consultaros y a charlar con él Igualmente signi ficatve resulta que en su historia de vida hubiera privilegiado los episo- «dios mis bien desconocidos de st trayecteria buroeritica por encima de suis perennes averturas entre libros y estampas, aventuras que a ojos de quienes lo conocieron definen mejor que cualesquiera otras la curosiad dle su espirity y sumés natural vocacién. Al respecto, el lector sacer sus propias conclusiones, una vez que haya cribado en el vasto repertorio de personajes yanéedotas que ofrecen Ia evocaciones de don Felipe. No quisiera dejar de mencionar aquf un aspecto que Hamaré la atencién del lector cuidadoso y que merece, a mi juicio, un breve comentario, Me refieo al trnsito paulaino desde las posturas abier- tase incluso vanguanlistas de la juventud de Teixidor hasta las ideas mis bien conservadoras con que comulg6 ms tarde. La creciente ‘eligiosidad de su edad madura, acaso causa y efecto del sacerdocio de su segundo —y para entonces tinico— hijo, me parece que no se explica del todo a partir de la introspeccidn y espiritualidad que puco hiaherle procirado el paso de los alos, maxime si tomamos en evenia que aunque su formaciGn estuvo marcaca por el refinamiento afran- cesado propio de la clase acomodada, también fo estuvo por lacultu- 14 progresista, no poco irreverente y descrefda, del pueblo catalin, Producto de esa cultura esel escepticismo que asoma en varios pera fos, asf como la profesién de fe individualista que enmarea muchas de las reflexiones y actitudes de Felipe. Siendo asf, parece faltar ura pieza para la mejor comprensidn de su desplazamiento ideol6gico, proceso de particular interés cuando de historias de vida Se ata, Dicha piieza es, a mi juicio, el impacto que produjo en él y en Mona la muer- te del hijo mayor, Felipe, a la edad de siete aos, victima de tifoidea. Com he sefalado lineas arriba, Teixidor, tan expansivo en nues- tras sesiones con muchos recuerdos de carécterfntimo, jamais abord se episodio més alls de alguna alusin psssjera. Por mi parte, nunca Ine alrevi a preguntarle por el. Les silencios tanscurridos cuando pareefa que estaba por fin punto de contro quedaron como pausss ‘que, por inseguridad o pudor, no me decid a romper. Sé que to trai- no ningin secreto al decir esto. Simplemente ofrezco al lector un lemenio que pueda servile de guia y que tal vez dé cuenta parcial de las referencias més bien escasas de esta entrevista a la vida familiar dc! mautimonio Teixidor Alfau. Al ver las cosas en retrospeetiva creo identificar en la discrecién de don Felipe otro rasgo sobresaliente de su ‘Personalidad: un acendrado sentido del orden y la armonia, de la con- tencidn y ef equilibrio que deben regir la vida para que ésta no se ‘desfigure en el caos de las pasioneso en el vértice de I iracionalidad. En gran medida su historia personal fue asf, 0 al menos é hubiera uetide que asf fuera: eefida a un principio moderador que era tanto luna ética como wna estétioa de la existencia, IIL, Una edicisn para un editor Las paginas de este libro son resto de a edicin de las casi mileuae tills que conforman la transcripcién textual del testimonio oral. Los criterios generales con que se llev6 a cabo fueron establecidos con dos ‘propGsitos fundamentals. El primero de ellos conssti6en dotar de se- ‘cuencia cronoldgica a un discunso que contenia saltos abrupios de una <€poca a otra, abundantes digresiones y largos rodeos, El segundo fue ceonferr las palabras de Felipe Teixidor una fluidez de la que si bien no carecfan del todo en la versin magnetofénica, se via entorpecidaen la nogrifica tanto por fa incilencia de mis preguntas como por las ‘numerosas muletllas, las reiterasiones innecesarias y las frases inintel sibles y truncas que suslen apoyar el lenguaje coloquial de un hombre ‘mayor. As pues, s© opi por alterar la estructura original del tstimonio a veces demasiado emitica—en beneficio dela congruencia temporal y con el fin de otorgar al lenguaje verbal un caricter legible, espetando la mayor cantidad posible de los gros, énfasis y ambigedades originales. Dicho de otro modo: se sacrific6la textuatidad en aras dela clare. ‘Amos crterios pueden ser cuestionables, polémicos incluso entre ‘quienes practiean la historia oral, la cual admite diversos tratarnientos segiin el prop6sito, el medio y el contexto en el que sedan a conocer sus resullados. Enel presente caso, el producto final debe Verse como tuna reescritura, ala que me sestfnutorizada en vista de la extensin del testimonio que yo misma tabfa grabado de principio @ fin, pero tambien por fa aguda conclencis editorial de Felipe Teixidor, quien al caeren la cuenta de Tos saltos y digresiones en que ineurris, muchas veces se detuvo para recomendarme que, Hegado el momento, serfa ‘menester omitirlos. “Tijeras y engrudo, Claudia’, me dijo en mis de ‘una ocasin refirigndose, caro ss, al orden que habrfa que imponer a una entrevista tan dilatada y de cuyo eventual destino impreso €l no abrigaba duda alguna, De ese modo, eniendo siempre en mente tanto 4a ideticad a tas palabras de don Felipe como ia comodidad del lector, emprendf un trabsjo de edicién que de manera inevitable me colocé ‘ante las tensiones entre el lenguaje hablado y el Lenguaje eserito: ‘aquél acompuiiado de la entonacidn y el gest, éste a expensas de sus ropios recursos, Espero que el resultado esté a Ia altura del gran editor que fue don Felipe: mimucioso y eulto, sensible y riguroso, siempre consciente de la dignidad que merecfs la pigina impresa y de Ja resporsabilidad que entraiaba Los nueve capitulos de que consta el libro estin organizados de ‘manera cronolégica y precedides por los enuncindos de su conteaido, a fin de facilitar ta lectura, Por si parte, las notas a pie de pagina ofrecen la informacion adicional necesaria para la cabal comprension Gel texto, es decir, alzunas aclaraciones a las inevitables inexactitudes cen datos y Fechas, y el contesto hist6rico de ciertas alusiones y co- ‘mentarios que pudieran resuliar poco accesibles. La anoiacidn de la entrevista constituy6 tna ardua labor. dada la abundancia de lugares, ppetsomas y autores citados, ef uso de palabras y frases en inglés, fran- és y catalin, y i extrema ambigtedad de algunos pasajes. Para ma ‘yor comodidiad del lector se han insertado entre corchetes las fechas de los acontecimientos hist6ricos aludidos, y se han remitido a un apartado final les raygos biogrificos de todas las personas menciona- das, siempre que fue posible identificarlas sin margen de eror, y a excepcidn de aquellos casos en que, dada la naturaleza de la informa cin, fue preferble proporcionartes al pie de pain No podian falar en un volumen como ést: los documentos fotogrd- ficos, seleecionados en sui mayor parte del acervo reunide por don Felipe, que obra en poder de ln Foioteca Nacional de Pachuca, Hidal- go, desde que él y Mona lo vendieron al Instituto Nacional de Antro- pologis ¢ Historia, justamente durante los meses en que se llev6 a abo esta entrevista, Aunque el Fondo Teixidor posee varias imsigenes de don Felipe duran la época de su trabajo en el gobiemo, mas es- pectficamente en Petr6leos Mexicanos, por desgracia no contiene [as fatografias familiares y personales a ls que ése refiere una y otra vvez, y cuyo destino no ha sido posible determinar. No obstante estas ausencias, se ha logrado reunir un conjuato clo ccuente de imégenes y referencias bibliogrilicas que ofrecen un buen panorama de la vida y lz obra olvidadas de Felipe Teixidor, ambas indisociables de 1a atmésfera cukural de una época de México, EL “humano afin ée conservar lo perecedero en leitas de molde”, como escribié 1 alguna vez, tiende con este libro un puente entre est Euro- Pi del siglo aniepasade que lo vio nacer y este pa nostro al qe Perteneci6 por voluntad propia. Ser parte de ese puente me produce tuna emocidn intransferible: gracias 2 Felipe Teixidor siento que al- ceaneé a rozar con ta mano el iltimo jirén del siglo XIX. Claudia Canctes Febrero de 2008, Capitulo 1 (1895-1912) Raices familiares / Remembranzas de Ia madre / Infancia en Cataluia /‘Tias y abuelas / Hallazgos y temores, adolescentes / La soledad del hijo tinico / Primeras lecturas / Breve paso por la escuela / Viajes eon el padre / Rumbo a Paris Mi nombre es Felipe Teixidor. Felipe Teixidor Benach, Este segundo apelido tiene su importancia porque quiere decir “hijo de Aj", 0 sea, judo, chueta.' Chueta de Mallorca. Creo que la familia de mi madre, judfa conversa de mucho tiempo atrs, salid de Mallorca precisamente por eso, ya que aiin hoy hay cierta diseriminacién hacia las familias judfes, las cusles viven todas ena calle Ancha, lacalle de los chuetas. Siempre he querido inves- tigar cémo fue exactamente que mi abuelo mateeno salié de Mallor- «9, pero no he tenido tiempo; me ha faltado tiempo para muchas cosas. Los nombres catalanes que puedo ostentar ademés por parte de padre y madre son Xalabarder y Jungué. En Cataluia Teixidor se pron xd, porque las erres finales ‘nosuenan, Teixidor significa “tejedor” y viene de ese oficio. Mi abue- lo patemo fue el primero de su familia que abandond el quehacer de tejecior. de manera que por ese lado yo no tenia linaje. Mi padre era deorigen may humilde, pero al casarse lo hizo con una mujer de mvy ‘buena familia, aunque totalmente arruinads: de Cal Benach, como se decia de tas familias principales: “de la casa Benach”, La familia de ‘mi madre era de un pueblo muy interesante que se llama Villanueva ¥ Gots,’ coreano @ Barcelona. Yo naci en Barcelona en el ato de 1895, pero me considero del puetlo de mi madre porque allf pasé ‘Chee esol nombre que sed a la judi sls Raloues ya sus decendietes: A ani el sigo xi, tas la onqusta dela de Malo, os jules fron destiny far del Cal Mer Casto ks curs ca area 9 peta. Ate a imdversién en su conta y a perscucicn de la Iuisicin,raichos adoparon el = yap oi 0p 2 nombre catain det higar es Vianova--a-Gelr, pero en apego al estilo cob ‘Gul de FT, tos nombres de las personas y poblaciones se han deja tal como los ‘encioné en ls enrevista.es dei, encaain, castellano, inglés ofancts, 26 parte de In infancia, periodos de vacac do ya adulto, Villanueva y Geltri era un pieblo que tenia mucho contacto con América, con Cuba espeefficamente, Lo llamaban La Habana chica, No era precisamente tn pueblo, pties eso suena un poco peyorativo; era ms bien una villa, una ciudad en pequefio, con sus ramblas y sus casinos. Ademis, habfe mucho dinero, negocios florecientes gracias 1 lay cotonias, que se perderfan en 1898,’ Mi abuela materna era de Cuba, de Cacarajfeara.‘ La fortina de la casa de mi madre, de mis, abuelos, fue heche en Cubs, La gente hacfa dinero alli y regresaba, pero no como Tos espaiioles no satalanes que regresaban, dejaban de trabaiar, compraban su casita 0 un pedazo de tier, y puto. No. El ca- takin que volvia de La Habana construta plazas y enomes edificios come los que se ven en Barcelona, Segafa manejando su dinero, a veces en Joms ffeil, que eran las casas de pisos de alquier, pero a veces en otros negocios o en la gran industria textil ‘Cuando los catalanes salfan, en tiempos de laemigracisn, la mayor parte ya haba hecko el servicio militar, que casi ninguno de fos espa- Aoles habia hecho, En Catalufia las clases poco privilegiadas no po- «ian pagar para sustraer a sus fijos del servicio, de manera que los 4quintaban y poreso los llamaban “quintas” Algunos se libraban con un servicio mas bien ligero, pere otros tenfan que servir hasta cuatro aos. Durante ese lapso las fanilins no contahan con su fuerza de ‘rabajo para cultivar la tierra y habfa que sustituirla por la de otros hombres, fos que habia que pazarles. Entonces preferian mandarlos 4 América, con el tfo oel hermeno que estaba alld, y al poco tiempo empezaben a enviar algo de dinero. En cierto modo eran profugos. Esa fue la emigraciGn eldsica. En el aso especitico de México, los tinicos emigrados que habfamos hecho el servicio militar éramos los eatala aes. Yo fui atllero. De mi madre conservo des rewerdos, Me acuerdo ademés con una memoria especial, fotogrifica. Elotro dia estaba leyendo de alguien... {De quién?, de un escritor que tenia muy buena memoria, pero foto- mes y largas temporadas sien [Lapa das dims colons expt xe i a ral dela guera que los Esta {os Unidos de Amica delaran a Espen ail de 1898 La Tada guera de Cuba termins en agosto deer ao, y en diciembre, por mic dal Trtado de Pais, Espa ‘edi os Estas Unidos los ternros de Cab, Part Rico, Flpiasy Guam. “ Etpecbio est studo en cl municpi de Cabana provincia cubaaa de Poa et Rib, Sus origenes we remonian al alo de 1685, Con el nombre de Las Pozss fue ‘theca de paride de mismo nome. * Les deviam ax porque el sortedera de cinco en ene, rica, y que era capaz. de recitar un verso de memoria, lo cual a mi ‘me pasa bastante, Es decir, yo le puedo decir a usted que tal pasaje ext en tal ibro y en tal pagina, par o impar, porque yo fotografio, fotogratio, Por ejemplo, recuerdo a mi madre en uno en esos trenes de ‘mulitas de Barcelona, iguales a los que habia entonces en México. Iba eltren pore Paseo de Gracia, que es ald lo comespondiente al Paseo de la Reforma squi, cuando mi padre hizo la seal para que se detu- Viera. Entonces se baja mi madre del tanvia, pero a mi padre y a mit ‘no nos da tiempo de bajar. Nos apeamos més adelante, Me acuerdo de J imagen del Paseo, en ctofio, muy solitario y un poco entre sombras, con mi madre vestida de negro caminando hacia nosotros, La recuet- cdo muy bien, como en un cuatro roméntico de érboles y semiluz. Yo debfa tener apenas cuatro aftes y ella seguramente ya estaba embara- ‘axl, porque marié al poco ticmpo de fiebre puerperal.’ Las mujeres ‘en esa época morfan casi todas de part, por la fiebre puerperal ode hhemorragia. Tanto es as{ que hay un dicho espaiiol que dice “dolor dle viudo, corto pero vivo”. Y es que un hombre de treintaafios que quedaba sin mujer, con dos o tres hijos, pronto tenia que ver c6mo atenderlos. Ademés... era hombre, Mi macre murié como de veinte aos, de un parto premaiuro agravado por una tifoidea. El nif que dio a Inz, mi hermaro, a los pocos dias murié también. E] otro recuerdo que guardo de mi madre tiene que ver con el bao, Los haos eran una eosa muy problemsitica en ese tiempo: se conside- raban, diriamos, teropéuticos para el tratamiento del tfus, una de las grandes plagas que asolaban a las eludades. Haba unos carros de trac iin animal que portaban una especie de bart! grande com agua hirvien- do, y debajo alguna cosa que generaba calor. En la parte de ards, colo- cada cunsversalmente, iba una banera de zinc. Hay un cuadro de Renoir’ en ef que aparece una mujer desnuda que se esté Iavando en tuna barlera como ésa; tin, le decimos en México. Cuando el méalico recetaba baits calientes subfan unos hombres con la baftera y verti "La febrepuerpera acaba las mujeres después del aumbamiem. rovocand ‘wnalto indice de meertes por ifeccn. Gracias al dior hingaro Ignaz Philippe Sem mses (1816-1865) a determin su etiloga esullo dela transmis de acters ‘er pare: del mio o quien asistien el pare, Auncue el rabajp de Semmelweis se Iublig en 1887 y Pasteur y Koch ahondaron esas aportaciones, a fibre puerperal Situ6 endo cause meri hasta yan siglo XX, ewido se peneralizaron las medias de igi yetricacin. En cra evocacin de ene misma recuedo, FT hate mencidn de un custo de De zs en gar de Renoir fo que super el vinculo de Su memoria con Ia exlenca det inpresionimo, n ‘el agua, pues np se acostumbraba tener batera en casa, Las aleobas de fentonces eran habitaciones interires, con camas, separadas mediante cortinas u hojas corredizas de lo que se lairaba la antealeaba. Yo estoy Sseguramente Con mi nana en unade esas antesalas y en ef instante en {que corren las cortinas veo a mi niadre a punto de entrar en ta baer, a imi madre tal vez eubierta con un camisén y mirando hacia mi. Noera dificil en esa época que Ia metienan a latina con todo y camisén, (Me acuerdo que una amiga de In familia, una solterona a ta que tenfan que coperar del rfid, se cosi6 ella misma un camisén con tun agujero en la espalda.) Esa imagen de mi madse la ecuerdo fotogréficamente, pues ‘mi memoria eyasf, muy fotogrific: no solo me acuerdo det hecho «que voelvo a verlo igual igual, aunque sucedi6 en el ato de. mil ocho- clentos noventa y tantostal vez, «fines de sito pasado, Lamuerte de mi madre ta tengo muy bortosa, pues yo tenia cuatro sfios y medio cuando ella fallecis. Lo nico que recuerdo es una at- ésfera de gran mister, Segurémenie porque mun6 y la velaron en «casa, segtin Ia costumbre. Los zaguanes de las casas de apartamentos tenfan una puerta de dos hojas; cuando alguien fallecfa, una de las tojas —no recuerdo si la derechi o In izquierdi— permanecia cerra- da en sefal de duelo. El cuarto de mi madre se conserv6 intacto du- rante mucho tiempo. Yo entraba algunas noches para ver lo que hal en los cajones, que me daba mucha curiosidad: ropa de moiré, que es una especie de seda con apariencia de mar, y muchos abanicos —era mprescindible ener abanices—algunos pintados a mano, preciosos, incrustados de concha y carey Después de que mutié mi midre, mi padre y yo fuimos a vivir cerca de un hermano de 1, ea uns zona de Barcelona que entonces se consideraba moderna, El Ensanche. Se lamaba asf porque ert la par- te que habfan ensanchado de fa traza vieja. La esposa de ese tfo,tfa Vicenta, a la que Te guardo mucho afecto, era una mujer de origen thumiide y un poco ehinaca, como desian aqui de tos 4° 1a reform. Siempre me contaba cuentos, los cuentos del folelor catalin, que es tan rico; historias interminables del lobo y la zorra, personajes que aparccfan constantemente. La Zcrra, como en las fabulas de La Fon- taine, siempre se salfa con In suya: por algo era zorra,;verdad? Cuan- 4 estaba resfrado tia Vicenia me arropaba en la cama y pronunciaba frases muy bonitas. Me deeia: “iCobyjate que cae tierta!", “;Tapa't ‘que cau terra!", pues suena meor en catalén, “jTapa’t que cau te vraf” Pero era muy diffil tener ina casa en Barcelona —atin ahora, lo que més se usa son los pisos—, de manera que fuimos vivieado ntos pisos, siempre en buencs barrios, y una temporada en un entresuelo muy agradable de Is via Laietana, que antes se lama bu calle de Clarisa, No obstante Ia posicién deschogada de mi padre, ‘en Catalua, y en general en toda Expat, reinabe cierta austeridad. La calefacci6n era inexistente y en el mejor de los casos se disponta de ppequetios caloriicos de gas. En el invierno passbamos fio. ‘Del piso que mas me acuerto es donde hice mi primert comunién, alos tece afios. Todavia existe la casa, enfrente de lo que entonces cra un teatro y hoy es un de los mejores hoteles de la ciudad, el Ritz. ‘También geardo Ia estampita de mi primera comunién, que hice en Ia capilla francesa, de la que conservo una fotografia que aparecié en el Piesente anistoso que me hicieron hace algun tiempo" y donde voy

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