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PLEGARIA A UNA MAESTRA/O

Tú. Que vives cosechando frutos de carne y hueso. Jardinera de vidas, sembradora de
sueños.
A ti quiero entregarte este pedazo mío, mi esperanza futura; éste, mi hombre pequeño
Enséñale sin pausa, a conjugar correctamente el verbo de la vida.
Enséñale a sumar sin sustracciones,
Enséñale que, a veces, uno más uno es dos.
Pero lo más importante, no dejes de enseñarle que la cuenta es correcta cuando uno más
uno, somos todos.
Enséñale sin miedos, la verdadera ciencia: Multiplicarse en otros por amor, dividirse entre
todos.
Enséñale la historia nuestra de cada día: ésta, la que se hace hoy pensando en el mañana.
Y no lo dejes caer en la tentación de aferrarse al pasado sin mirar el futuro.
Perdónale sus faltas, si son de ortografía Pero no le perdones las otras, las más graves: la
falta de conciencia, la falta de esperanza, la falta de faltar a los principios, la falta de
respeto,(sobre todo a sí mismo) Y la falta de fe, y la de ansias...
Enséñale asimismo, que la palabra Patria no son más que seis letras, si no siente en sus
plantas vibrar la amada tierra, subirle por la sangre y explotarle en el alma...
Enséñale también que la bandera no es más que un simple paño de colores, si no aprende a
sentirla flamear gallardamente entre el pecho y la espalda...
Enséñale lo duro que es la vida; lo que cuesta lucharla; que un pan cuesta sudores y
desvelos... Y muchas veces, lágrimas.
Enséñale, en resumen, sin tapujos, todas aquellas cosas que dentro tuyo guardas.
Abre tu pecho y arroja en su pupitre tus sangrantes entrañaspara que vea la flor y las
espinas
la dicha y la desgracia; las viejas y las nuevas cicatrices, las rotas esperanzas.
Las cosas, pocas cosas conseguidas las cosas, muchas cosas resignadas...
Pero que vea también, por sobre todo, tu corazón sangrante, en sangre cálida. Ese, el que
entregaste a cada uno de aquellos que pasaron por tus aulas.
Enséñale por fin, que si las madres, llevan preñado el vientre, en misión sacrosanta,
ustedes las maestras, suelen ser millonarias en preñeces divinas, las preñeces del alma...
Por eso, al entregarte este pedazo mío, mi futura esperanza, te pido que le enseñes, que le
enseñes sin pausa.
Forjadora de vidas, verdadera artesana, que elegiste el oficio de alfarera de almas...
Hoy te entrego mi barro, con la simple confianza, de que con mano firme, segura,
enamorada, has de moldearme un hombre.
Desde ya, muchas gracias!!!!

Andrés Redondo

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