Está en la página 1de 1

Tus convulsiones fueron huracanes pequeos

Que envolvieron el aire


Embriagados en ese rapto de silencios
pudimos adorarnos casi con suavidad y cubrir el frio
con algo de tu niez y de belleza

Tu bolso entonces se llen de lgrimas


No explicaste nada, como ninguno de tus llantos
Pero hizo menos vulgares las hojas de este otoo eterno
Y justific la vuelta de la noche larga de sombras
De ese modo, sin mirarnos condenamos el tiempo
Desde un presente ms vvido
Perdimos el miedo para hacernos
Eso que somos y que hicimos
permanente

También podría gustarte