GONZALO
AGUIRRE BELTRANVI. DE ESO QUE LLAMAN ANTROPOLOGIA
MEXICANA*
Arturo Warman, Guillermo Bonfil, Margarita No-
lasco, Mercedes Olivera y Enrique Valencia, De
eso que Ilaman antropologia mezicana. Editorial
Nuestro Tiempo, México, 1970, 153 pp.
LA GENERACION de antropélogos que tomd conciencia de su
sicion y de su rol en la sociedad durante el movimiento es-
udiantil de 1968 acaba de publicar el libro que aqui tratamos
cuyo titulo, intencionalmente desdefioso, advierte al lector
esde la portada la ténica de su contenido. La pequefia obra se
mpone de cinco ensayos producidos por otros tantos jévenes
rofesores que han destacado en los circulos universitarios por
inteligencia en la cdtedra y en la investigacidn y por su pos-
tura de abierto compromiso con las corrientes polfticas que en
México pugnan por transformar radicalmente al pais.
Esta circunstancia explica, en gran medida, la emocién con
que los autores vocalizan sus argumentos y el apasionamiento
desbordado que les hace negar los logros de la antropologfa y el
indigenismo mexicanos. La frustracién y el resentimiento que
produjo en la generacién del 68 la violenta represién de que le
hizo objeto el régimen en el poder, le induce a verter amargura
en sus juicios y a condenar todo aquello por lo que lucharon
desesperadamente las generaciones anteriores; en lo particular,
las que vivieron la euforia de las transformaciones sociales pues-
tas en marcha por la Revolucién de 1910-1940 y las que con
tanto vigor siguen defendiendo sus postulados nacionalistas.
De los cinco ensayos, los tres primeros tratan sobre indige-
nismo, pero el que abiertamente lo contesta es el tercero, escrito
con pluma facil y combativa por Margarita Nolasco. En la im-
posibilidad de resefiar cada uno de los articulos con la detencién
* Publicado en el Anuario Indigenista, vol. XXX, 1970.
101102 OBRA POLEMICA
y profundidad que ameritan sus novedosas proposiciones, exa-
minaré uno solo con cuidadosa solicitud otorgdndole tiempo y
espacio bastantes. Dado que los autores coinciden en su postura
critica, mucho de lo que se diga de uno, cabe aplicarlo a los res-
tantes. Los ensayos cuarto y quinto tratan sobre investigacién
y docencia; son buenos y a ellos no habré de referirme en esta
Tesefia que desea concentrar su atencién sobre un solo punto, el
indigenismo, y sobre un solo ensayo, el de Margarita Nolasco.
INDIGENISMO Y ANTROPOLOGIA
En su contribucién, Margarita hace una serie de afirmaciones
apasionadas que voy a analizar con la mayor objetividad. Inicia
el primer parrafo diciendo que la antropologia social en México
se ha dedicado al estudio del indio y que, en tal virtud, su rama
aplicada tiene como tinico camino y destino final el indigenismo;
por ello ha descuidado otros problemas sociales igualmente im-
portantes (p. 67). La antropologfa social, en efecto, ha logrado
acumular un gran nimero de estudios sobre comunidades in-
dias, pero no ha ignorado a los otros integrantes de la poblacion
nacional. ‘
Veamos. Yo mismo —perdén por la falta de modestia— pro-
duje un grueso volumen sobre la poblacién negra, documen-
tado y comprensivo, que hoy en dia es considerado un clasico
de la literatura afroamericana. Publiqué, ademas, el esbozo et-
nografico de un pueblo negro de la Costa Chica. Lucille Kaplan
estudié otro pueblo negro, Collantes; y Alfonso Gorbea Soto,
una comunidad veracruzana. Los estudios dedicados a la po-
blacién mestiza han sido mds numerosos. Se iniciaron con la
monografia de Taylor sobre Arandas en 1933, continuaron con
las investigaciones de Redfield en Mérida y Dzitas, en _cola-
boracién con Hansen, para seguir con las reiteradas de Foster
en Tzintzuntzan, las de Brand en Quiroga, Betty Starr en Los
Tuxtlas, Cémara Barbachano en Chacaltianguis, Julio de la
Fuente en Cérdoba y Dfaz en Tonal, para no mencionar sino
aquellas que alcanzaron a publicarse.
La antropologfa aplicada no ha descuidado problemas adicio-
nales a los del indio. A decir verdad, tuvo su primer campo de
accién en la medicina gracias a los esfuerzos de Miguel OthonDE ESO QUE LLAMAN ANTROPOLOG[A MEXICANA 103
de Mendizabal. Julio de la Fuente y yo ingresamos a la antropo-
logia aplicada por el camino de la salud ptblica. George Foster,
Isabel Kelly y Héctor Garcia Manzanedo trabajaron y trabajan
atin con médicos y han acumulado abundante material sobre
practicas folk, relaciones médico-paciente y otros problemas
sociales de la medicina en poblaciones urbanas y campesinas no.
indias. La antropologia aplicada a la alfabetizacién comenz6 en
1939, con el proyecto tarasco que dirigieron Mauricio Swadesh y
Alfonso Villa Rojas; Monzén la hizo intervenir en la educacién
secundaria.
La antropologia aplicada al indigenismo, considerado éste
como programa de desarrollo, fue tardia. Julio de la Fuente
y yo, cuando estuvimos al frente de la Direccién de Asuntos
Indigenas en 1947, llamamos en nuestro auxilio por vez primera
a los antropdlogos; unos aiios mds tarde Villa Rojas acudid
también a ellos al emplearlos en la Comisién del Papaloapan
para resolver problemas de movilizacién. Pero fue a partir de
1951 cuando Alfonso Caso les pidié colaboraran con él de modo
permanente, asigndndoles un status y un salario semejante al de
cualquier otro profesional. Esto hizo y hace sumamente visibles
a los antropdlogos indigenistas y da pdbulo a afirmaciones que,
segiin se advierte, no contienen sino una parte de la verdad.
EL METODO COMPARATIVO
En el mismo parrafo primero Margarita agrega una critica mds:
“el indigenismo es mexicano [...] y esto niega automaticamente
su esencia antropoldgica, exigente siempre de la comparacién”
(p. 67). La acusacién de que la antropologia y el indigenismo
mexicanos no usan el método comparativo se ha verbalizado con
tanta frecuencia que se esta convirtiendo en un dogma. Warman
lo expresa en los siguientes términos: “Nuestra antropologia ha
sido indigenista en su tematica. Aun hoy se la concibe como
una especializacién en problemas particulares. Su indigenismo
es casuistico, atomizante, con tendencias a interpretar sus ma-
teriales en s{ mismos. Ha rechazado el método comparativo y
el andlisis global de las sociedades en que los indios participan.
Asi, el indigenismo, ambito natural de la antropologia mexi-
cana, se ha convertido en su limitacién” (p. 37).104 OBRA POLEMICA
Parece que la diferencia mds notable entre los antropdlogos
de la generacién del 68 y los de generaciones anteriores es que
nosotros —los tiltimos— los leemos con constancia y paciencia,
mientras ellos nos ignoran. Vayamos al punto. Antes de hacer
comparaciones se requiere acumular materiales que puedan ser
comparados. Redfield, por ejemplo, tuvo que hacer estudios de
comunidad antes de comparar a las comunidades y formular
su teorfa del continuum folk-urbano. En mi obra Formas de
gobierno indigena describi situaciones de supersubordinacion
en tres regiones de refugio distintas, antes de proponer la teoria
de la integracién regional. El estudio particular necesariamente
antecede a la generalizacién.
No se puede usar el método comparativo si no se dispone
de materiales bdsicos. Los antropdlogos mexicanos, en el pe-
tiodo formativo de la antropologia, dedicaron gran parte de sus
energias a la acumulacién de esos materiales; pero no aban-
donaron la comparacién. Gamio usd el método comparativo
en su estudio de los migrantes mexicanos; Miguel Othon de
Mendizabal hizo brillante uso de él en su admirable ensayo
sobre la influencia de la sal en la distribucidn de los grupos
étnicos; Moisés Sdenz, en sus obras sobre el indio peruano y el
ecuatoriano, evalta la situacién sudamericana con base en la
experiencia de México de modo tan insistente que bien puede
acusdrsele de excederse en el uso del método comparativo.
La afirmacién de que “el indigenismo es mexicano, hecho en
México y para México, de tal forma que no se ha sentido la
necesidad de hacer estudios comparativos con otras situaciones
fuera del pafs” (p. 68), debe sonar extraiia para nuestros colegas
sudamericanos que han sufrido la militancia de los indigenistas
mexicanos, pero, ademas, es prueba de que no se acostumbra
leer corrientemente a los antropdlogos mexicanos. Sdenz viajé
y- escribié prolijamente sobre “situaciones fuera del pais” en
1931; afios mds tarde lo hicimos Gamio, Camara, De la Fuente
y yo. La actuacién de Monzén en Venezuela se limité al campo
de la docencia universitaria y la investigacién de problemas de
desorganizacién social, pero no por eso dejé de representar a la
antropologia mexicana “fuera del pais”.DE ESO QUE LLAMAN ANTROPOLOGIA MEXICANA 105
CULTURALISMO Y ESTRUCTURALISMO
En el parrafo tercero de su ensayo Margarita Nolasco examina
los criterios comtinmente utilizados para definir la condicién
de indio y condena el criterio psicolégico. En esto coincide con
actitudes de desaprobacién similares, expresadas por otros an-
tropdlogos de su generacién, que estan convirtiendo el uso del
instrumento psicolégico en un abominable tabu. Dice: “la idea
de que son indigenas aquellos que sé sienten indigenas no pasa
de ser un romanticismo social” (p. 69). Alfonso Caso es quien
ha hecho uso del criterio psicolégico para definir al indio; en un
ensayo que difundi ampliamente en impresién mimeogréfica,
crei haber demostrado el buen uso que, en el momento in-
dicado, hizo de él don Alfonso. El mal uso del criterio psi-
colégico es el que debe condenarse, no su buen uso, De otra
manera tendriamos indefectiblemente que condenar a Marx, y
lamarle un romantico social —lo cual seria absurdo—, por dar
un énfasis tan alto a la conciencia de clase, esto es, a una re-
lacién psfquica.™
La condenacién del instrumento psicoldgico corre pareja con
el repudio del instrumento cultural; psicologismo y culturalismo
son términos de mala nota. Margarita Nolasco me reprocha que
ponga “especial interés en la cultura”, en el “enfoque histérico”
(p. 71). Deriva esta censura de otro dogma, a saber, la supuesta
incompatibilidad entre cultura y estructura social. Con un gran
tetraso la generacién del 68 saca a luz un debate que puso frente
a frente a estadunidenses y britdnicos durante las décadas 40
y 50. Los primeros defendian el uso del instrumento cultural,
en tanto que los segundos lo desdefiaban. Herskovits, en un
articulo que escribié en 1960 especialmente para La Palabra y
el Hombre hizo ver, en forma que me parecié concluyente, la
Stanislaw Ossowski, Estructuras de clases y conciencia social, Ediciones
Peninsula, Barcelona, 1969, p. 96, dice: “un conjunto de individuos, que bajo el
punto de vista econémico responde a los criterios de la clase social, deviene una
clase en el pleno sentido, sdlo cuando los miembros de este conjunto se hallan
unidos por la conciencia de clase, la conciencia de sus intereses comunes, por
un lazo psfquico resultante de los comunes antagonistas de clase.” O alude, tal
vez, Margarita Nolasco a Miguel Othén de Mendizdbal, quien en una conferencia
pronunciada ante la SAENA en 1943 fue el primero en usar el criterio psicoldgico,
cuando afirmé: “La primera condicién que se necesita para considerarse indigena.
ss sentirse indigena” (Obras completas, 1946: IV, 163).106 OBRA POLEMICA
importancia del enfoque histérico para la comprensién cabal de
la realidad social.** La oposicién de los antropélogos briténicos
al uso del instrumento histérico-cultural fue en gran medida
una reaccidn contra el uso politico revolucionario que de él hizo
Engels en su ensayo sobre el origen de la familia. Fred Eggan,
en 1954, resolvié el impasse utilizando ambos enfoques —el
histérico cultural y anhistérico estructural— en su obra sobre
la organizacién social de los pucblos indios del oeste estaduni-
dense. Esta obra, que hoy en diaes clasica en la literatura antro-
poldgica, sera publicada en su traduccién castellana a principios
del ato préximo por el Instituto Indigenista Interamericano.”
Cultura y estructura social, segtin podra advertirse en tal
obra, son abstracciones de distinto orden que no se oponen sino
que se complementan. Observan el mismo campo de la realidad
desde marcos conceptuales diferentes. Los patrones de compor-
tamiento son la materia prima del enfoque histérico—cultural,
esto es, la conducta aprendida en una sociedad dada, as{ como
el proceso que deriva de la aculturacién. Los patrones de las
relaciones sociales —en este caso la conducta constituye el con-
tenido de esas relaciones— y el proceso de cambio que se realiza
°5 Melville J. Herskovits, “El enfoque antihistérico en los estudios afroamerica-
nos: critica”, La Palabra y el Hombre, vol. 4 (1960): 14.5-16, dice: “La diferencia
entre los dos enfoques puede caracterizarse bajo tres principales rubros. La an-
tropologia cultural puede decirse, es holistica, en cuanto a que esta interesada en
todos los aspectos del credo y la conducta humanos; es histérica, en cuanto al
acento que pone en el factor tiempo como relevante para el entendimiento de la
experiencia humana; y es humanistica, en cuanto a que sus puntos de referencia
incluyen al individuo, que modula sus instituciones aun cuando a su vez, es mo-
dulado por ellas. En contraste, la antropologia social es especializada, en cuanto
a que se concentra en los aspectos sociolégicos de la vida grupal; es sincrénica,
puesto que su propésito es el andlisis de relaciones en un grupo dado y en un
simple plano temporal; y es estructural, en cuanto se interesa primariamente en
los arreglos institucionales y tiende a pasar por alto, o a menospreciar, factores
que conducen a modos alternatives de conducta y que, ademds, dan al sistema
social un grado de variacién que fracasa en descubrir su cuadro de organizacién,”
°° Fred Eggan, “Social Anthropology and the Method of Controlled Compa-
rison”, American Anthropologist, 56 (1954): 743-760, resume la discusién entre
antropélogos culturales y sociales con las siguientes palabras: “En ambos lados
del Atlantico hay la voluntad en aumento de escucharse unos a otros y la con-
viccién en incremento de que los enfoques diversos son complementarios més que
competitivos. Yo creo que podemos estar de acuerdo con Radcliffe-Brown cuando
dice: ‘Seré solamente mediante estudios integrados y organizados en los que se
combinen los estudios histéricos y los sociolégicos, como podremos lograr una
comprensién real del desarrollo de la sociedad humana y atin no lo hemos he-
cho.’ Me parece que ya es tiempo de comenzar y, a decir verdad, ya iniciamos el
recorrido.”
DE ESO QUE LLAMAN ANTROPOLOGIA MEXICANA 107
en la integracién, son la materia prima del enfoque estructural.
Ambos enfoques ‘son complementarios e interdependientes. El
cambio cultural sigue al cambio social pero la secuencia no es
automatica; sociedades con estructura social semejante partici-
pan a menudo de culturas diferentes.
Me parece necesaria la reiteracién de las conclusiones del
debate, que en las Ifneas precedentes sintetizo, porque hoy en
dia es frecuente escuchar en labios de maestros y alumnos el
dogma de que los cambios culturales propenden a mantener el
statu quo, en tanto que los cambios estructurales lo modifican.
Con ello, a decir verdad, se intenta racionalizar el abandono
de la accién cultural en favor del empleo exclusivo del cam-
bio estructural, concibiendo a éste fundamentalmente como un
cambio politico. Por su mera esencia los cambios, sean cultura-
les o estructurales, obligadamente alteran la situacién existente
en el momento en que se producen. Por otra parte, la interde-
pendencia entre uno y otro cambios conduce a la procuracién
de ambos, pero con una diferencia que es urgente sefialar.
Los cambios culturales que afectan el comportamiento hu-
mano deben inducirse exactamente como lo postula la accién
indigenista, esto es, sin precipitacién y con un absoluto res-
peto a la dignidad del hombre. El relativismo cultural equili-
bra la accién violenta que pone en marcha la intervencién so-
cial. No obstante la opinién en contrario de Margarita Nolasco,
que afirma: “La occidentalizacién y la modernizacién de los
indigenas, segtin esta tendencia, deben hacerse gradualmente,
en forma evolutiva, para que, siguiendo la corriente psicologista
estadunidense de la antropologia social (sic), no se traumati-
cen” (p. 85); no obstante, decia, debemos ser cautos.
Tal vez sea una deformacién profesional de mi parte que,
como médico, crea en la existencia real del trauma psiquico y
atribuya, en gran medida, los transtornos psiconeurdticos que
tanta incidencia tienen en la sociedad industrial moderna, a
los cambios culturales violentos a que estan sujetos los miem-
bros todos de nuestra sociedad. La velocidad en acelerado incre-
mento de los cambios culturales impide al individuo adaptarse
prontamente a las nuevas situaciones, en inacabable proceso de
sucesién, y la respuesta frecuente son las reacciones psicéticas.
Que estos transtornos no son un mito parece indicarlo su cons-108 OBRA POLEMICA
tatacién en los paises socialistas que, como Cuba, recién han
sufrido una revolucion.%”
En lo que concierne a los cambios estructurales estoy de
acuerdo en la ventaja que implica su cardcter revolucionario,
pero no por eso debemos echar por la borda el efecto acumu-
lativo de las alteraciones que dia a dia inducen los programas
de desarrollo. Como es bien sabido, en las regiones intercultu-
rales de refugio, estos programas estan destinados a transfor-
mar una situacién de castas —caracteristica de las relaciones
coloniales— en una situacion de clases, propia de los pases de
estructura capitalista. Ciertamente, pasar de formas arcaicas
a formas modernas de explotacién no pareceria un gran ade-
lanto, pero el simple hecho de que los indios ingresen en la
clase proletaria, los coloca en una posicién de lucha que ofrece
expectativas venturosas.
ANTROPOLOGIA COLONIALISTA
En el mismo parrafo tercero Margarita Nolasco examina’ el
cardcter de supersubordinacién que manifiestan las relaciones
indio-ladinas en las regiones de refugio. A primera vista cre
entender que coincidia conmigo al afirmar que la situacién co-
lonial en México sdlo se presenta a nivel regional. Sin embargo,
°TJ. A. Bustamante, “Reaccién psicética aguda. Transculturacién, subdesa-
rrollo y cambios sociales”, Psiquiatria Transcultural, La Habana, vol. 3 (1970):
2.5-13, dice: “Pero como es natural, no se operan estos cambios sin crear tensién
y sin demandar, sobre todo a los grupos més viejos (acondicionados a los este-
reotipos anteriores durante afios), el esfuerzo adaptativo que los nuevos patrones
sociales implican, razén por la cual en aquellos sujetos que quedan instalados en
los dngulos de mayor incidencia, la situacién les es proclive al desarrollo de una
reaccién psicdtica aguda, como necesario mecanismo que intenta restablecer el
equilibrio roto ante la falla de sus mecanismos psicolégicos normales, puestos en
juego con anterioridad, pero incapaces de lograrlo por las razones sefialadas. A ello
tenemos que afiadir que el esfuerzo industrial y agricola emprendido, sobre todo
en los iiltimos tres afios, ha creado migraciones internas antes inconcebibles entre
nosotros —Isla de Pinos, por ejemplo, es habitada hoy por grupos de las provincias
de Oriente, Camagiicy, Las Villas y los nativos de la Isla los encontramos en otras
regiones. Estos cambios que el esfuerzo revolucionario ha demandado a grandes
grupos, es motor de un gran desarrollo econémico, cuyos resultados ya comienzan
a observarse y qae dentro de unos afios serd realidad palpable. Pero, por otra
parte, como se ha observado siempre a través de la historia, en todos los Paises
que han emprendido la via del desarrollo acelerado han resultado también siempre
centro de tensiones para quienes se desplazan.”
DE ESO QUE LLAMAN ANTROPOLOGIA MEXICANA 109
casi inmediatamente después hace afirmaciones que contradi-
cen la premisa anteriormente sentada. Dice: “La antropologia
aplicada —indigenismo— ha sido siempre una antropologia co-
lonialista, destinada al conocimiento y —en consecuencia al
uso— del dominado” (p. 72). Lfneas adelante insiste: “La antro-
pologia aplicada no sdlo se ha limitado espacialmente —Méxi-
co—, sino que también se ha restringido en su tematica —sdlo la
indigena— y se ha convertido en una ciencia social colonialista,
Util inicamente para conocer al dominado” (p. 74).
He buscado en el parrafo tercero y en los que siguen algin
indicio que otorgue validez a las afirmaciones que anteceden y
no he encontrado la prueba que buscaba. De cualquier modo,
no es develar un misterio decir que tales afirmaciones no son
originales de los antropdlogos que las sustentan sino tomadas en
préstamo de un cientffico social que ha destacado por su firme
y sostenida posicién progresista; me refiero a Pablo Gonzdlez
Casanova. Siendo director de la Escuela de Ciencias Politicas
y Sociales de la uNAM, publicé en América Latina un sesudo
ensayo en el que propuso por vez primera, en 1963, el concepto
de colonialismo interno que habia de correr con fortuna mere-
cida.°*
Dos a‘ios después, en la obra que le ha dado fama bien ga-
nada, La democracia en México (Ediciones Era, 1965), volvié
a proponer la adopcidn del concepto. Cuatro afios mas tarde,
en su Sociologia de la explotacién (Siglo XXI Editores, 1969),
amplio la informacién sobre el concepto de colonialismo mas
no agrego nada a los fundamentos iniciales en que basé su
hipotesis. Esta, segtin aparece en el segundo de los lugares men-
cionados, puede configurarse asf: 1) “la poblacién [...] indigena
...] tiene casi todos los atributos de una sociedad colonial”
(1965: 69); 2) “las relaciones entre el México ladino y el México
indigena tipifican [...] (d) el colonialismo interno” (1965: 69);
3) “el problema indfgena es esencialmente un problema de co-
lonialismo interno. Las comunidades indigenas son nuestras co-
lonias internas, La comunidad indfgena es una colonia en el
interior de los lfmites nacionales. La comunidad indigena tiene
las caracteristicas de la sociedad colonizada” (1965: 73); 4) “El
°° Pablo Gonzalez Casanova, “Sociedad plural, colonialismo interno y desarro-
Mo”, América Latina, vol. 6 (1963): 3.110 OBRA POLEMICA
colonialismo interno existe donde quiera que hay comunidades
ind{genas, y de su existencia puede uno darse cuenta hurgando
en los trabajos de los antropdlogos mexicanos” (1965: 74); 5)
“hay un continuum de colonialismo desde la sociedad que re-
viste integramente los atributos de la Colonia hasta las regiones
y grupos en que sdlo quedan resabios” (1965: 76), y 6) “De he-
cho este problema, relacionado con el conjunto de la estructura
nacional, tiene una funcidn explicativa mucho mas amplia que
las clases sociales, en una sociedad preindustrial, donde éstas
no se desarrollan atin plenamente” (1965: 76).
De la configuracién que antecede extrajo Margarita Nolasco
la conclusién obligada de que el indigenismo es una antropo-
logfa colonialista, dando por probada la hipdtesis de Gonzalez
Casanova. Es preciso, pues, que justipreciemos su valer.
COLONIALISMO INTERNO
Debo decir ante todo que la gran fortuna con que corrié la
hipétesis, y que se advierte en el hecho de que hoy todo el
mundo habla de colonialismo interno como de algo perfecta-
mente natural, nos estd indicando la necesidad que habia en
las ciencias polfticas y sociales de una teorfa como la propuesta
para explicar adecuadamente fenémenos como el marginalismo
estructural, la ausencia de participacién de grandes sectores de
poblacidn en la sociedad global y otros mas, que son motivo de
estudio y preocupacién por su trascendencia para los paises del
Tercer Mundo. La hipétesis del colonialismo interno, evidente-
mente, llené con creces esta necesidad; el problema reside en
que la hipétesis no ha dejado de ser hipdtesis, esto es, carece
de comprobacién y, lo que es mas grave atin, como tantas otras
imagenes estereotipadas que derivan de necesidades emociona-
les, se est imponiendo sobre los hechos, sobre la realidad, al
adquirir la condicién de dogma.
La hipdtesis del colonialismo interno se compone de los si-
guientes rasgos: J) el poder colonial se transfiere a la metrépoli
nacional; 2) las comunidades indfgenas pasan a ser colonias in-
ternas de esta metrépoli; 3) entre los polos constituidos por la
comunidad indigena y la metrépoli nacional hay un continuum
colonialista, y 4) heurfsticamente, el concepto del colonialismo
DE ESO QUE LLAMAN ANTROPOLOGIA MEXICANA qn
interno excede al de clases sociales para explicar la situacién
de subdesarrollo en los paises recién independizados del colo-
nialismo. Para los marxistas ortodoxos, la ultima proposicién
suena a herejfa, de ahf que haya sido violentamente atacada.*°
Su validez, sin embargo, depende del grado de veracidad de las
proposiciones previas.
Veamos éstas una a una. La transferencia del poder colonial
en la minoria blanca colonizadora se dio en México en los pri-
meros afios de la Independencia con la elevacién de Iturbide a
la dignidad de emperador; de entonces acd han pasado cuarte-
lazos, rebeliones y revoluciones, entre ellas la de Reforma y la
Revolucion de 1910-1940 que alteraron totalmente la situacidn.
La minorfa blanca extranjera fue expulsada del pais en 1828;
sus herederos, los criollos, fueron desplazados por los mestizos
con la revolucién de Ayutla; durante la tiltima conmocidn so-
cial éstos se incautaron de los s{mbolos indios para dar forma
a la identidad nacional. Desde entonces el poder en México se
genera internamente, no es el resultado de una transferencia.
Para que las comunidades indias puedan ser consideradas
colonias internas de la metrépoli nacional es necesario que las
relaciones entre ambas satisfagan las condiciones de la relacién
colonial. Esta se caracteriza: a) por el dominio de una minoria
extranjera sobre la poblacién indfgena con base en una su-
puesta superioridad racial; la barrera del color que segrega a
la poblacién mayoritaria de toda participacién en la sociedad
global excluye los simbolos nativos de la identidad nacional y
es signo patognoménico de la explotacién colonial; 6) por la
dependencia econémica que supedita el desarrollo de la socie-
°° André Gunder Frank, “Resefia de la democracia en México”, Historia y
Sociedad, 1 (1963): 3.122-132; dice: “El colonialismo interno tampoco tiene, como
se afirma en la pdgina 76, ‘una funcidn explicativa mucho mas amplia que las
clases sociales’, La estructura del colonialismo interno —y del externo o sistema
imperialismo también— no substituye a la estructura de clase, sino que la comple-
menta. As/ pues, la teorfa del colonialismo interno y externo del sistema capitalista
no puede ser —como Pablo Gonzdlez Casanova trata-de hacernos pensar— una
alternativa a la teorfa de clases. Por el contrario, el examen de la misma y tnica
estructura metrépoli-satélite, tanto internacional como nacional, pone de relieve
Ja estructura de clase en la cual la burguesia se forma, se desarrolla plenamente o
no, segiin su status de ser dominante o satelizado, se mantiene econémicamente
a base de su explotacién del pueblo, tanto urbano como rural y, por lo tanto,
necesariamente se mantiene y esfuerza politicamente para preservar esta misma
estructura explotativa y generadora del subdesarrollo.”112 OBRA POLEMICA
dad eolonizadora al aprovechamiento de los recursos humano
y naturales de la poblacién nativa, y c) por la subyugacién
politica, la distancia social, el trato desigual y otros rasgos mas
de menor importancia.?°
Analicemos la caracterfstica inicial que es al mismo tiempo
la cardinal. A nivel nacional existe una poblacién mayoritaria
que racialmente difiere poco de la india; “los héroes indfgenas
son objeto de veneracién, y el valor simbélico que tienen, agluti-
nante, corresponde a una sociedad mestiza, sin prejuicios racia-
les en la érbita nacional y en la ideologia nacional”, para decirlo
con palabras de Gonzalez Casanova (1969: 245). Es decir, el
signo patognoménico del colonialismo no existe al nivel nacio-
nal, en consecuencia no existe el colonialismo interno. Al nivel
regional el rasgo, o un rasgo similar, subsiste como “residuo” de
una situacidn colonial, segiin también lo acepta Gonzdlez Ca-
sanova (1965: 69). Los antropélogos dirfamos “supervivencia”;
pero, en cualquier caso, los “residuos” o “supervivencias” en
modo alguno califican la naturaleza de la sociedad global.
Apenas parece necesario el andlisis de los restantes rasgos.
La sociedad mexicana no basa su desarrollo en la explotacién
del petrdleo, las minas, las plantaciones y otros recursos del
inhdspito habitat indigena; ni deriva su poder de la subyugacién
del indio. No es la primera vez que se intenta forzar los hechos
para hacerlos encajar en un esquema predeterminado. Por lo
general, en el trasfondo de estos esfuerzos se descubren siempre
intereses que defienden propésitos eminentemente utilitarios.
La configuracién del concepto de colonialismo interno es par-
ticularmente bien vista por los poderes coloniales que con ello,
racionalizan una justificacién mas al dominio que ejercen sobre
los pueblos de ultramar.
Por razones que son faciles de comprender fueron los belgas
quienes, durante los primeros afios de vida de la ONU, pretendie-
ron configurar, a como diera lugar, el concepto de colonialismo
interno, y su aplicacién a situaciones practicas. Propusieron que
con la nocién de‘colonialismo se abarcara a todas las minorias
étnicas distintas que son discriminadas en sus propios pafses;
argumentaron que tales minorias tienen a menudo, necesidad
1°°En mi obra Regiones de refugio, Instituto Indigenista Interamericano, Mé-
xico (1967): 11, describo con amplitud los rasgos que configuran el colonialismo,
apoydndome en Raymond Kennedy.
DE BSO QUE LLAMAN ANTROPOLOG{A MEXICANA 13
de mayor atencién que los pueblos dependientes de ultramar.
Los belgas sostuvieron que tales minorfas eran pueblos sin go-
bierno auténomo, nonself-governing peoples, que cafan bajo la
reglamentacién del capitulo XI de la Carta.
La pedrada estaba dirigida contra la RSS, a la que se llamé
el poder colonial por excelencia, cuyas pequenas nacionalidades
fueron calificadas de pueblos sometidos; pero los belgas tuvie-
ron buen cuidado de mencionar, ademas, el caso del apartheid
en Sudafrica, como evidente demostracién de neutralidad.!*
Las Naciones Unidas rechazaron la maniobra belga y ratifica-
ron una vez mds que la esencia del colonialismo residfa en la
dominacién de una minoria extranjera, con base en una su-
puesta superioridad racial y cultural, sobre una mayorfa na-
tiva.?°? Perdén por esta digresidn, lateral al punto en debate.
CONTINUUM COLONIALISTA
En la configuracién del concepto de colonialismo interno el ter-
cer rasgo lo forma el continuum colonialista. Segin él, a seme-
janza de lo que sucede en las metrépolis coloniales europeas que
gozan de una democracia idilica mientras sujetan a un autorita-
rismo feroz a los pueblos dependientes, en la metrépoli nacional
el colonialismo apenas se advierte en tanto que en las regiones
de refugio, donde conviven indios y ladinos, la discriminacién,
la explotacién, la dominancia, etc., acusan un perfil definido.
“Para el andlisis del colonialismo interno —informa Gonzalez
Casanova— sélo contamos con indicadores indirectos, que re-
velan la existencia de una discriminacién y de una explotacién
semicoloniales.” (1965: 69).
*"' Pierre L. van den Berghe, South Africa: A study in conflict, University of
California Press, Berkeley (1967: 73-74), expone el caso de Sudéfrica como un
caso de transferencia; dice: “La Gran Bretafia, en efecto, transfirié sus prerroga-
tivas como poder colonial a la minoria de pobladores blancos, dando lugar a la
naturaleza dual del gobierno de Sudafrica como ‘madre pairia’ y poder colonial. El
ejecutivo de Pretoria y el parlamento de Ciudad de El Cabo constituyen, de hecho,
un poder gobernante europeo sobre un imperio colonial interno y una poblacién
sujeta.” La naturaleza dual del Estado en Sudéfrica es hicidamente analizada por
Leo Marquard en South Africa’s Colonial Policy, Johannesburg, S. A. Institute,
1958.
192 International Encyclopedia of the Social Science, art., Colonialism por Ru-
pert Emerson (1968): 3.1,114 OBRA POLEMICA
La ausencia de indicadores se suple con los trabajos que los
antropdlogos mexicanos han Ilevado al cabo entre distintos gru-
pos étnicos del pais y que son citados, en lo especial las obser-
vaciones referentes al gobierno de la comunidad, como claro
ejemplo de relaciones coloniales. La teorfa de la integracién re-
gional, substanciada por quienes trabajamos en la década de
los 50 en el Instituto Nacional Indigenista, le sirve a Gonzalez
Casanova de material probatorio. Los antropdlogos mexicanos,
sin embargo, estamos dispuestos a considerar que la situacién
en las regiones de refugio bien puede calificarse de colonial —en
1953, en Formas de gobierno indigena, tomando como sujeto de
observacién la ciudad de San Cristébal de las Casas, describi
las relaciones de dependencia que se dan en una estructura
de castas de tipo colonial— ya que sobre esas regiones hemos
acumulado suficientes datos; pero no podemos seguirlo en su
afirmacién de un continuum colonialista que involucra a toda
ja sociedad nacional.
Para afirmar la existencia de tal continuum, hasta el mo-
mento, sélo contamos con los estudios realizados en uno de los
polos, las comunidades indigenas; pero carecemos de observa-
ciones sistematicas sobre el otro polo, la metrdépoli nacional,
y las comunidades intermedias. Cuando Redfield construyé su
teorfa del continuum folk-urbano procedié con todo el rigor
cientifico que exige la formulacién de una hipétesis. Primero
realiz6, en unién de sus colaboradores, el estudio monografico
de cuatro comunidades significativas —una ciudad, una villa,
una aldea y una tribu— y luego presenté su teorfa del conti-
nuum con la comprobacién que le suministraron las observa-
ciones seriadas. Nada semejante ha hecho Gonzalez Casanova
para probar la existencia del continuum colonialista y siendo
este rasgo el pilar en que se funda su hipotesis del colonialismo
interno, mucho me temo que permaneceré como hasta ahora,
una hipdtesis en espera de un cimiento en qué apoyarse.
PaRENTESIS
En este punto de la discusién deseo hacer un paréntesis. Es evi-
dente que Pablo Gonzdlez Casanova conté con un auxiliar en
la investigacién que le proporcioné, digerido, el material antro-
DE ESO QUE LLAMAN ANTROPOLOGIA MEXICANA 115
poldgico; él personalmente no realizé la busqueda. Se desprende
lo anterior del cuidado y exactitud que pone en las citas del
material sociolégico y la negligencia y faltas que se descubren
en el material antropoldgico. El vol. 3 de América Indigena
no corresponde al afio 1947; el Primer Congreso Indigenista
Interamericano no se celebré en 1946; se citan como inéditos
trabajos ya publicados; se me hace aparecer como tinico autor
de una obra que produje con la colaboracién de Ricardo Pozas;
en una cita sin autor se dice que el gobernador tarahumara es
designado tatuhudn o itzocdn, y ya retirado, cahuitero. Hay un
error, el gobernador se llama sirfame. El pueblo que se men-
ciona como Botapilas debe ser Batopilas; se dice que yo digo que
los blancos de la Tarahumara se apellidan chabones en lugar de
chaboches.
Para qué seguir. Los errores aparecen en La democracia en
México, pp. 83 y 85, se repiten en Sociologia de la explotacién,
p. 243 y vuelven a encontrarse en segundas ediciones de ambas
obras. Evidentemente Gonzalez Casanova no leyé los libros de
donde se extrajo el material antropolégico. Ahora me explico
por qué, no obstante la cita que hace de mi obra Formas de
gobierno indtgena, afirma: “Influida por la metodologia de una
ciencia que precisamente surgiéd en los paises metropolitanos
para el estudio y control de los habitantes de sus colonias (la
antropologfa mexicana) no pudo proponerse como tema central
de estudio el problema indfgena como un problema colonial y
como un problema eminentemente pol{tico” (1965: 88). Nadie
que haya lefdo mi obra citada —que es un ensayo de antropo-
logia pol{tica— puede hacer tal aseveracion.1°
103 Por supuesto, yo no soy excepcidn a este respecto. Miguel Othén de Men-
dizdbal con mucha antelacidn traté politicamente el problema del indio y fijé
su postura en un articulo escrito en 1935, uno de cuyos parrafos dice: “Espaiia,
Portugal, Inglaterra, Holanda, Francia, Alemania o Italia, todos los pafses colo-
nizadores, se han preocupado desde hace siglos y se preocupan hoy, poniendo a
contribucién las conquistas cientificas y técnicas, por estudiar las caracteristicas
antropolégicas, culturales y las condiciones econémicas en que viven los diversos
grupos indigenas de los territorios sobre los que ejercen soberania o simple pro-
tectorado. Por ello nos es conocida, més o menos profundamente, la poblacién
nativa de todos los continentes y de todas las islas; pero estos estudios, aparte del
espiritu verdaderamente cientifico de algunos investigadores, desde un punto de
vista social han sido guiados por méviles utilitarios: conocer para dominar con
el miniino de esfuerzo y de peligro. En ciertos casos se ha procurado cambiar
las ideas religiosas, los lenguajes y la tecnologia de los grupos primitivos o de
culturas diversamente orientadas, con objeto de obtener un control mas efectivo116 OBRA POLEMICA
Ahora, volvamos a Margarita Nolasco. Después de lo ante-
tiormente dicho su responsabilidad se me antoja muy grande.
Si en contra de lo reiteradamente afirmado por Gamio, Men-
dizdbal y Séenz, los grandes de la antropologia mexicana en su
periodo formativo, insiste en afirmar que “la antropologia apli-
cada —indigenismo— ha sido siempre una antropologia colo-
nialista”, ya no podra basarse en la hipstesis sin comprobacion
del colonialismo interno. Como Gonzalez Casanova, dadas sus
nuevas y elevadas obligaciones, dificilmente podra realizar las
investigaciones tequeridas, quienes en él se apoyen estan obli-
gados a hacerlas. Mientras no lo hagan es cientificamente in-
aceptable la utilizacién de una hipdtesis que tiene todas las
caracteristicas de un dogma.
ACCION INDIGENISTA
A riesgo de cansar al lector, permitaseme debatir un punto mas
del estimulante ensayo que resefio. En los pdrrafos quinto y
sexto Margarita Nolasco objeta la accién indigenista y propone
una solucién alternativa que a su tiempo examinaré. Al prin-
cipio de su impugnacién pregunta: “;Por qué hay que cambiar
a los indigenas? ;Es absoluta e imprescindiblemente necesario
cambiarlos?” (p, 80). Antes habia expresado indignada: “jSe
llega al absurdo de negar al indigena su derecho a la existencia.
misma como indigena! Tiene, obligadamente, que ser igual al
resto de los mexicanos” (p. 67).
Hay una frase de Marx que contesta a la pregunta y una
¢ intimo sobre ellos y aprovechar sus fuerzas de trabajo con mayor facilidad y
rendimiento; pero el colonizador nunca ha intentado siquiera hacerlos participes,
real y colectivamente, de su propia cultura, ni menos atin incorporarlos en un plano
de igualdad en los procesos econémicos, lo cual hubiera significado la extincién de
los privilegios que sirven de base a toda politica colonial. La URSS ha emprendido,
desde hace algunos afios, serios trabajos entre los grupos étnicos no incorporados
a la economia y la cultura rusa; pero si sus finalidades sociales son las mismas
que impulsan al Estado mexicano a crear el Departamento Auténomo Indigena,
los méiodos para conseguirlo son, en cierto sentido, diametralmente opuestos; el
gobierno Soviet, por medio de su politica Hamada de las ‘pequefias nacionalida-
des’, procura acelerar, por el fomento de las economias locales, la evolucién de
sus formas culturales peculiares, en tanto que México propende a la unificacign
cultural y a la integracién nacional. Esta divergencia de orientaciones tiene ori-
gen, sin duda alguna, en las diversas condiciones en que se han realizado tuestros
Tespectivos desarrollos histéricos.” Obras compleias (1946): 1V.332.
DE ESO QUE LLAMAN ANTROPOLOGIA MEXICANA 7
admonicién de S&enz que hace frente a la indignacion. La frase
de Marx es por demas conocida: “Los filésofos han interpretado
al mundo de muy diversas maneras, sin embargo, la cuestién es
cambiarlo.”1™ En efecto, la situacién que prevalece en las regio-
hes interculturales de refugio ha sido estudiada e interpretada
distintamente por politicos y antropélogos, sin embargo, lo que
se requiere es cambiarla. La condicién del indio, encasillada en
una estructura de castas —o, si se prefiere, en una relacién
colonial—, es insostenible en el seno de una sociedad clasista,
de tipo capitalista liberal, que postula como una de sus metas
substantivas la igualdad de oportunidades para todos quienes
viven en el Ambito del territorio nacional.
Aquellos que por una u otra razén no participan plenamente
en las reglas del juego impuestas por el grupo de poblacién
econémica y culturalmente mas avanzado deben cambiar para
acomodarse a los niveles de desarrollo alcanzados por éste. Los
grupos de poblacidn que se rezagan —y este es el caso de los
indios y ladinos que conviven en las Tegiones de refugio— son
empujados coercitivamente al Progreso por el grupo mayoritario
dirigente. Durante algin tiempo logran retraerse en el tefugio
que les proporciona la incomunicacién y el aislamiento —los
unos para defender sus privilegios, los otros para conservar las
formas de vida tradicionales que les otorgan seguridad—; sin
embargo, tarde o temprano el desarrollo histérico alcanza los
refugios y los destruye, en accién violenta 0 pausada pero, siem-
pre, inexorablemente. Tal es el camino de la formacién nacional
y México atin no lo ha recorrido en toda su dilatada extensién.
La condicién social del indio es de subordinaci6n, la del la-
dino de privilegio, en el marco de un esquema de gradacién
fundado en status adscritos por la herencia bioldgica, real o su-
puesta, incompatible con la dignidad humana tal y como ésta
se define en la actualidad. Sdenz dijo:
La salida légica del indio en México es hacerse mexicano. Ence-
trarlo teérica o prdcticamente en reservaciones es condenarlo a la
esterilidad y a la extincidén ultima. No pertenezco al grupo de sen-
timentalistas que desean a toda costa conservar “indio” al indio;
tampoco me he ilusionado con ese romanticismo pueril de los que
\*Marvin Harris, The Rise of Anthropological Theory, Crowell, Nueva York
(1968): 219.118 OBRA POLBMICA
tratan de “indianizar” a México pretendiendo un poético retorno
a la prehistoria; menos me preocupa el afan de mantenerlo pinto-
resco, para deleite de turistas descompensados. Creo en el indio
dentro del mexicano.'*
Hoy en dia, los antropdlogos que trabajamos en programas de
desarrollo en las regiones de refugio, agregamos a la de Sdenz
una admonicién dirigida a los ladinos y decimos: “La salida
légica del ladino en México es hacerse mexicano.” Ambos, indio
y ladino tienen como salida légica el hacerse mexicanos. Se pro-
duce con verdad Bénfil cuando asienta: “El ideal de redencién
del indio se traduce, como en Gamio, en la negacién del indio.
La meta del indigenismo, dicho brutalmente, consiste en lograr
la desaparicién del indio” (p. 43); mas, para que esta verdad
tesulte completa es indispensable agregar “y del ladino”. Tanto
la condicién de indio cuanto la condicién de ladino son negadas
por el indigenismo y su propésito manifiesto es que uno y otro
adquieran la condicién de mexicanos.
Miguel Othén de Mendizdbal fue tal vez el primer antropdlo-
go mexicano que expresé claramente que el problema indigena
residfa en cambiar una situacién de casta en una situacién de
clase; en esto lo hemos seguido al pie de la letra quienes re-
cibimos la estafeta que él tuvo en sus manos. A dos afios de
inaugurado el Centro Coordinador Tzeltal-Tzotzil expuse la
naturaleza de la accién en marcha en la obra Formas de go-
bierno indigena, a que tantas veces he aludido. En el caracter
de primer director del Centro me tocé a mi organizarlo admi-
nistrativamente y fijarle sus funciones especificas. Asi lo hice y
escribi entonces:
La fundacién del Centro Coordinador se encuentra en la ciudad
ladina y no en un lugar cualquiera de su hinterland, porque es esta
urbe, como se ha demostrado en forma palpable, la que norma
y rige la interaccién econdémica y por tanto en ella y desde ella
debe ejercerse y partir la accién gubernamental. Esta tiende a re-
alizarse en dos direcciones aparentemente contradictorias, a saber:
1) al fortalecimiento de la economia de la ciudad ladina por su
industrializacién, y 2) a la vigorizacién de la economia del campo
indigena por, su modernizacion tecnoldgica. Se considera que estos
1°5 Moisés Séenz, Carapan. Bosquejo de una experiencia, Lima (1936): 317.
DE ESO QUE LLAMAN ANTROPOLOG[A MEXICANA 119
objetivos desembocaran en el funcionamiento decoroso y humano
de la interdependencia, fendmeno econémico cuya regulacién —no
ciertamente su destruccién— es la meta.
Para lograr el primer objetivo, el Centro Coordinador viene pa-
trocinando un proyecto de desagiie del valle de San Cristdbal y el
aprovechamiento de esta obra en la produccidn de energia eléctrica
abundante y costeable para la transformacién de las artesanias y
gremios coloniales en sindicatos y fébricas modernos que abaraten
la produccién y den origen a la clase obrera que seré el factor
que rompa el sistema de casta imperante [...] Para el feliz éxito
del segundo objetivo, la modernizacién de la economia indigena,
el Centro Coordinador viene desarrollando, desde su fundacién en
septiembre de 1950 un programa integral que directamente imple-
menta en cuatro aspectos fundamentales: 1) comunicaciones, 2)
salubridad, 9) educacién y 4) agricultura, ganaderia y bosques.'°*
COINCIDENCIA FINAL
Conocido lo que antecede, cae por su propio peso la acusacién
que Margarita Nolasco formula a la accidn indigenista, cuando
dice:
Hay que empezar por cambiar las relaciones asimétricas, para hacer
desaparecer los sintomas de las mismas: el problema indigena (a
nivel nacional y de grupo). jPero esto es exactamente lo que no
se hace! No se cambian tales mecanismos, sino que se disfraza la
situacién con un indigenismo que acttia inicamente sobre la cultura.
indigena, no sobre las causas del conflicto. Asi el indigenismo es
parte de un sistema de sometimiento de los indigenas, para un fin
determinado: conservarlos sometidos (p. 82).
Erréneo, completamente erréneo. La accién indigenista, se-
gun se habra advertido, no actiia tinicamente sobre la cultura
sino especialmente sobre la estructura, como con toda precision
lo manifiestan las funciones asignadas al Centro Coordinador.
Por eso me place sobremanera la alternativa que la generacion
del 68 ofrece como solucién al problema indigena, en boca de
106 G. Aguirre Beltran, Formas de gobierno indigena, Imprenta Universitaria,
México (1953): 143.120 OBRA POLEMICA
Margarita Nolasco: “un cambio estructural de las relaciones
econémicas indomestizas, es decir, el paso de la situacién colo-
nial, con estratificacién étnica y de clases sociales, a la situacién
nacional, con sdlo estratificacién de clases sociales, sin la ne-
cesaria pérdida cultural” (p. 89). Pero, me pregunto: jNo es
esto lo que se ha estado haciendo? {No es esto lo que la accion
indigenista postula —“convertir la estratificacién étnica colo-
nial de castas en una estratificacién econédmica de clases”!°”—
desde que Mendizabal lo dijo hasta el dia de hoy?
2°T Obras Completas, 6 (1947): 507. La frase completa de Mendizabal reza: “La
independencia de México instituyé la igualdad ante la ley de todos los elemen-
tos étnicos constitutivos de la nacién; desideratum social que nuestro desarrollo
histérico ha venido elevando a realidad, por medio de hechos positives de gran
trascendenda, como la ascensién a las més altas posiciones politicas de indios,
mestizos y mulatos, hasta lograr convertir la estratificacién étnica colonial de
castas en una estratificacién econémica de clases.”