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Su madre la envi otra vez, como cada semana a casa de su abuela: sta haba
llamado por la tarde contndole a su hija que se senta muy mal, que apenas
poda levantarse de la cama y que en su casa haca mucho fro. Su hija,
amorosa y atenta, no tena tiempo de ir a socorrer a su madre as que, en su
lugar, enviaba a su pequea Ana, a quien todos llamaban Caperucita Roja
porque le gustaba vestir con todo el rostro cubierto de un pao de ese color.
Cuando iba a acostarse la nia encontr al lobo metido en la cama; no era esa
abuelita tierna con la que disfrutara de la tarde, ahora se vea enorme, como
los monstruos de los cuentos que vea. Haba visto una foto de un lobo y no se
pareca a ella, pero no conoca ms animales con los que identificar a ese ser
que cada noche la acosaba y le impeda aferrarse a su inocencia.
el cadver, como hacan todos los asistentes al funeral. Su abuela se haba ido,
ahora poda amar a los lobos.