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Argentina en el espejo: el “pretexto” Sarmiento Elfas José Palti ‘Universidad Nacional de Quilmes “Y 41 responde: -no lo soy, lo he sido 40s que diéronme el ser fueron lombardos ¥y mantuanos como ellos he nacido” Dante Cc juando Ezequiel Martinez Estrada, en un gesto de inusual sincecidad, confesaba que su estudio sobre Sarmiento no representaba més que “un pretexto” para expresar sus pro- Pias reflexiones “sobre la temética de nuestra nacionalidad”! no hacfa més que definir lo ‘que fue, y sigue siendo, la profusa exégesis de su obra y su pensamiento: fundamentalmen- te un “pretexto”, suerte de campo de Agramante en donde cada época habria de dirimir sus Propias controversias —irremediablemente extrafias a la obra que las habia suscitado- y en tomo del cual las diversas escuelas de pensamiento buscarian delimitarse claramente unas de otras. Hacia los afios cuarenta, Carlos Real de Aziia, en un articulo sugerente ya en su Uitulo, “Sarmiento insepulto”, podria comprobar cémo “Ios altibajos de 1a valorackén de Sarmiento han marcado siempre con suma fidelidad el clima espiritual del pais”? Defini- vamente, éste se habia convertido en el simbolo de nuestros desencuentros nacionales y, on ello, dejaba de ser un personaje hist6rico para volverse un espejo en el que las distin. tas épocas buscarfan mirarse a si mismas. A partir de entonces, cualquier intento por for- jer una imagen péstuma de Sarmiento tendria necesariamente que dar cuenta de una tradi- ci6n en la que lo que se pondria en disputa con motivo de ella seria siempre algo ms que Este trabajo corresponde ol capitulo primero de mil tees de macitria presentada en FLACSO-Argentina en di iembre de 1990 titulada “Sarmiento, Una aventura intelectual”, La misna fue elaborada bajo la diveeciGn de 4a Dra, Hilda Sabato y fue pablicada (en una vets resuinida) por el Institito de Histona Argentina y Ameri, «ana de lo Facultad de Filosofia y Letras de a UBA en el mimero 3 (noviembre de 1991) de su Cuadernos det Instituto. El mismo fue revisado y modificado a fin de ser presentado en las Yornads Ideas, intelectuates y cultura, Problemas argentinos y perspectiva sudamericana. Las motificaciones realizadas tratan de ajustar ct ‘texto original a Is propucata de las Jomadas, orentada x anaizaraspeetos relevantes dela cultura argentina en el presente siglo y tratar de exponer las herramientascritcas utiizades para la elabocaciGn del trabajo, | Bnequiel Martinez Estrada, Sarmiento, Buenos Aires, Sudamericans, 1969, p. 7, 2 Carlos Real de Aza, Eseritos, Montevideo, Area, 1967, p. 86 Frismas, Rovista do historia intelectual, NE 4, 1987, pp.13-34 una lectura de aquel Sarmiento hist6rico, el que “ha sido”, sino también del “Sarmiento vivo”, el que “es” (y, en parte, el que “ser4”). Indudablemente, toda aproximacién a su obra se encontraré necesariamente determinada por la historia de sus lecturas, las que se encuentran ya adosadas a su texto. Sin embargo, esa misma historia heredada puede tam- bién volverse objeto de escrutinio, $i no podemos simplemente desentendernos de aquella herencia, cabe si aun preguntarse cémo Ja figura de Sarmiento se fue constituyendo histé- ricamente como espejo de nuestras discordias. Repasando esta controvertida trayectoria péstuma resulta evidente que dificilmente la misma pudo haber respondido a algin plan preconcebido, acabadamente disefiado y de- finido desde un comienzo. Por el contrario, nada a su muerte hacia sospechar el tortuoso curso que su imagen postrera transitaria. “No hay muerte de escritor”, dijo Borges con mo- tivo del fallecimiento de Paul Groussac, “sin el inmediato planteo de un problema ficticio, que reside en indagar —o profetizar— qué parte quedaré de su obra. Ese problema es gene- roso, ya que postula la existencia posible de hechos intelectuales eternos fuera de la per- sona 0 circunstancias que los produjeron; pero también es ruin, porque parece husmear co- rrupciones,”3 Este problema, sin embargo, no parecié plantearse en el caso de Sarmiento. Los discursos fiinebres a la llegada de sus restos al pais se caracterizaron por un grado de generosidad que de ningtin modo permitia husmear posibles corrupciones futuras. En mo- mentos en que el estado nacional estaba ya en vias de consolidarse (y comenzaba también a afirmarse la idea de una “historia nacional” entendida como un curso evolutivo forjada por una serie sucesiva de prohombres) todos coincidieron en asegurarle a nuestro autor una gloria pdstuma sin mdcula. Sdlo uno de los elegidos para tal solemne acto, precisamente Paul Groussac, se permitié una casi profética digresién. “Las numerosas y desiguales pro- ducciones de su larga trayectoria intelectual suministraran materia para una amplio estu- dio critico, muy diversamente interesante segtin sea un Goyena 0 un del Valle quien lo rea- lizara”,* decia Groussac, revelando asi la pervivencia de algunas cenizas de los fuegos que Sarmiento habia desatado en vida. No obstante, sefial6 también cémo, de todos modos, las mismas estaban prontas a extinguirse: “hace ya tiempo —y casi diriamos a pesar suyo— que no contaba con enemigos ni aun adversarios”,5 concediéd como un ultimo homenaje. Quiz4s el unico aspecto verdaderamente atipico de estas primeras semblanzas sar- mientinas estuvo senalado por el hecho llamativo (y que también tendr4 luego larga tradi- cién) de que las mismas no hicieran, en lo esencial, mas que retomar y difundir la imagen que el propio “don Yo” (siempre tan bien dispuesto a hablar sobre s{ mismo) hubo de cons- truirse laboriosamente a lo largo de sus escritos. Desde su fama de “primer maestro” has- ta la conocida higuera de dofia Paula, ser4n todos t6picos, reproducidos hasta el hartazgo por la pléyade de sus panegiristas, que hunden sus rafces en su elaborada literatura auto- biografica. Puede decirse, sin gran injusticia, que la historiografia de la [llamada escuela “liberal” (rétulo que, en realidad, encubre una variedad de corrientes y estilos) sobre su obra y su pensamiento constituye, en gran medida, una reelaboracién de los datos y temas por ella aportados y definidos. > Jorge Luis Borges, “Paul Groussac”, Obras completas, Buenos Aires, Emecé, 1974, p. 232, *Groussae, Lo mejor de Paul Groussac, Buenos Aires, Fraterna, 1981, p. 103. 5 fhid., p. 102. 14 1. El surgimiento de las diversas tradiciones iJ, La tradicién liberal Esta se inicia con los primeros estudios sobre nuestra historia del pensamiento, decisiva- mente marcados por el ideario positivista, ocupando ya en ellos nuestro autor un destaca- do lugar. Y ello se debia, fundamentalmente, a que sus autores creyeron ver en Sarmiento la encarnacién de un desgarramiento esencial (de significaci6n mucho mas vasta que el pu- Tamente personal, puesto que seria, en definitiva, el de la nacién toda) entre su vocacién de grandeza y la inercia de una sociedad conforme en su mediania que tiende a achatarlo todo; en fin, entre la promesa de un destino que suponfan de indudable grandeza y una rea- lidad a la que le costaba ain romper con ciertas obstinadas resistencias al ansiado progre- so. “Sarmiento sintetizaba una era de nuestra latinidad”,6 decia Ingenieros. Una irrepro- chable fidelidad a sus principios, que le sefialaban un horizonte siempre mucho mas leja- no que el que sus contempordneos podian alcanzar a percibir 0 comprender iba entonces a tener Como contrapartida un inevitable desajuste respecto de su medio, “Hubo, ciertamen- te, en él un desequilibrio; mas no era intrinseco en su personalidad sino extrinseco, entre ella y su medio” aseguraba el autor de Las fuerzas morales. Sarmiento, para 61, “personi- ficaba la mas grande lucha entre el pasado y el porvenir del continente”.7 Ahora bien, si tales desajustes entre los “hombres de genio” y su medio constituian, para los seguidores nativos de Spencer, una regla de validez universal, lo decisivo aqui es que el tipo de contradiccién que en Sarmiento se manifestaba no se les ocurria ain como igualmente inherente (y, por lo tanto, insuperable) a toda circunstancia y a toda época his- t6rica. Por el contrario, la famosa antinomia entre civilizacién y barbarie expresaria un conflicto que se situaba en un momento preciso dentro de] transcurso org4nico de nuestra nacionalidad. Para decirlo con palabras de Ingenieros, se trataba del enfrentamiento en- tre “dos etapas de nuestra evolucién nacional, la una representada por las ciudades civi- lizadas y la otra por las campafias barbaras”. La crisis que dicha antinomia trasunta no habria sido, pues, m4s que un precio justo que habia debido cobrarse el transito entre dos épocas historicas determinadas (cuyo término, ademfs, vislumbraban préximo), resul- tante de las resistencias que debian oponer inevitablemente las viejas clases conservado- ras feudales a la emergencia de las nuevas clases medias progresistas por entonces atin incipientes, En sintesis, la interpretaci6n positivista de aquella dicotomia radical sarmientina se encontraba cruzada por un fuerte “sentido histérico” (que luego se irfa diluyendo) que bus- caba siempre articular los diversos fenémenos como fases de un desarrollo org4nico y pro- gresivo, y que, por lo tanto, no podria nunca plagiarse a si mismo en cuanto a sus mani- festaciones, aunque tampoco podria apartarse de las Ifneas que las leyes generales de la evolucion de las sociedades le determinaban. La figura de Sarmiento adquiere asi, dentro de la simbologia de la historiografia positivista de ideas, una significacién universal, pero S6lo en tanto que expresiOn genérica de una serie de acontecimientos siempre singulares. ® José Ingenieros, Socialogia Argentina, Buenos Aires, Hyspamérica, 1988, p. 266. 7 fhid., p. 267. 15

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