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Escitaloprámide
Escitaloprámide
A veces
te caes por el agujero en el bolsillo
de ese saco que tu madre te compr
con mucho esfuerzo
cuando entraste a la universidad,
y que cada invierno te prometes componer
pero que sigue roto,
gravitando alrededor
de la pobreza y sus tautologas.
A veces
sueas con hombres con cara de perro
color conejo blanco de ojos rojos
o con lobos
arrancndose la piel de la cabeza hasta los huesos,
hasta parecerse a dinosaurios,
fsiles clavados a un bostezo mesozico.
A veces te persiguen los nopales
pero sabes que a las guilas las matan las serpientes
y a ti te dan cncer los nios coprfagos.
Piensas en los locos de la plaza de Waiso,
las luces en la costa del Golfo de Guinea,
la estera en la azotea de Bueriberi,
la tumba de Baudelaire en Montparnasse,
el piso embrujado de Ina en Varsovia,
tu carita india segn la criada en Valencia,
Orlando Guilln fumando hash en Barcelona,
el olor a San Petersburgo dostoievskiano
del puerto de Helsinki
y en la vieja de los rebozos en Tlaxcala,
Y t eres la ciega
genocida
de dormir.
Escitaloprmide.
Lo nico que quieres es un perro
pero el tiempo ha decidido relocarte el corazn
a los talones
porque en ellos ya no hay huellas qu dejar
se te acabaron en Addis,
cuando le juraste al buen Waheed
que iras a verlo alguna vez,
que probaras los mangos
que se pudren a la orilla del camino en Ismalia.
Escitaloprmide.
Tu moneda es la palabra. Tu elemento, el agua.
Tu casa el universo decantado por el cuerpo
que te lava a escupitajos para echarte hasta de ti.