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Testigos oculares

barajan la posibilidad de que el autor de los hechos


pudiera haber sido un tipo que corría en dirección contraria.
Su aspecto era normal, tan normal
que podría ser usted mismo...
Tan sólo el hombre libre
puede comprender
todas las violencias
en una sola violencia
G. Deleuze
LA VOZ DEL TERRORISTA
Una mueca en los labios,
una señal
que atraviesa el pensamiento.
Trenza cables.
Escribe los poemas que anuncian
el año de ejecución.

¿Debería resignarse?

En su defectuosa caligrafía
se escapa el tiempo
entre letreros azules.
Sólo puede decir las cosas de ese modo.
A estas alturas, devora
sus propios límites
antes de morir
cuando la estación concluya.

¿Qué invocó su fuerza?

Soy el extraño que hay en mí.


Yo mismo
desconozco la intención,
en mis manos
una certeza agoniza, vigilo
oculto en los sueños que se descubren,
hasta la materia misma
desciendo.
Soy el abismo que galopa
en la memoria.
Necesita una línea recta
o un trago
esta boca tan seca.
Habría podido tocar el cielo.
Recorrer media ciudad
como una mala racha infinita
no era suficiente.
Lame la vigilia,
y es extraño pensar que sus zapatos
están aún endurecidos
de atravesar los fragmentos.
La noche está hinchada de miedos
-íntimos-, redondean la punta del lápiz.
Hoy hay música en las calles
aunque los perros anden torcidos.
Los coágulos del miedo oscilan.
Un hombre baila sobre el arca,
un hombre yace en su interior,
un poeta crece en el sueño,
un niño intenta descubrir el origen,
inmóvil, percibe su cuerpo dormido.
Un baile acontece
con la precisión de las cosas
que no tienen remedio.

¿Quién duda, quién sabe, quién puede?


Nada significa
que los miembros estén
desparramados;
si registras los harapos,
sólo encontrarás papeles medio rotos,
nombres de calles, de gente
que no conoces,
lugares que nada representan,
gritos que percuten y nada encarnan.
Si eres ejecutor
-aunque nada signifique -
te aseguras grandeza;
el dulzor de la niebla atravesará el movimiento
aunque nadie
pueda distinguir
que todo está ya perdido.

¿...y quién podría culparme?


El resplandor de su desliz,
una luz dudosa que se adivina.
Trae el humo de la noche
de cuando en cuando.
Cruza al otro lado. Para.
Apacigua la ficción. El camino.
Una sombra, jadeo,
acelera. Se detiene.
Desliza su negrura en este callejón
como el pelo caído
de un animal en fuga.

Cubrámonos el rostro con tierra blanca,


con manos negras,
con blancas manos,
con negra tierra.
Entre la gente
un niño desfigurado
-en medio de fantasías y experimentos-
surge como las garras de la noche.
El hombre de la esquina
en un cambalache súbito de las reglas
espera el cortejo.
La venganza le hierve desnuda,
sacrificio
danza, danza, danza,
el metro adecuado,
el presagio del exterminio.

¿De quién es la sombra que queda?


Sospechas y certezas
-¡basta de minar lo que se aproxima!-,
no es cuestión de improvisar.
si se observa con calma,
entre la consumación y yo
hay un enredo indeleble,
una voluntad con prestigio
un contorno exacto que palpita.
“la lucidez es la herida más cercana al sol” R.Ch.

Un acontecimiento no es el alba,
crece, crece su trama,
su historia, su argumento
baja por los desagües de la ciudad,
llega a un bosque
donde los árboles pintados
son testigos de un cielo inmenso,
sangre tierra que por unas horas
aplaza la inquietud.

Tengo soledad en la nuca,


una intención indemne penetra,
en silencio crece hasta tomar forma,
lame mi espalda.
El agua se me escurre por el pelo.
No puedo rendirme
ahora que se trafica mi estación.
Tengo un miedo amarillo,
parece un sol viejo que declina.
No me vayas a decir ahora
que la recompensa no es suficiente
-un cheque de sangre en efectivo-
para saldar la cuenta.

Trago palabras como espinas,


los cien ojos de dios veo,
me ven.
Todos los locos del parque me abrazan,
siento el aliento implacable del tiempo.
Otros me miran correr desesperado
y aparentan no verme.
Noto la profundidad loba de las horas.
Tendrías que haber estado conmigo aquel día.
Mi lengua ensangrentada
penetra en los bosques que gimen,
la tristeza se extiende en mis manos,
una canción
suena,
una caverna abrasada por la ira,
la visión nocturna de los pájaros,
la morfina del poder.
Tamizado cae al vacío.
Un hombre comienza su materia
-uno normal-.
Voraz, escupe su vieja ansiedad,
negro enmohecido gesto.
¿Quizás está en esta trama
el final de todos los inviernos?
En las huellas de mi mano
distingo
la secreta morfología
de escombros y cuerpos
y ni siquiera he aprendido a huir.

¿Qué hubiera pasado en otro tiempo?


Después de la discordia
-conciencia y razón-
sólo queda cierto dramatismo.
Un olor a roble viejo.
Doblo la esquina,
encuentro el acontecimiento,
siento frío, siento una tristeza anónima.

¿Para qué malgastar palabras?


Le cruza las entrañas
una cicatriz rencorosa
que a veces le desnuda el rostro.
Un gesto severo, un ademán inútil.
Dicen que es bebedor;
y el sueño, siempre engaña.
Antes de que muera algún día,
lo han fusilado ya en el callejón
hombres llenos de ideales.

-Imprevisible argumento,
no sé qué hacer con él-.
Estática la acción,
parece un asombro del tiempo...
La muerte flota en la bruma,
caníbal la noche
hunde sus colmillos,
pobre escorpión, triste muñeco,
uno musita cualquier letanía,
el otro rompe el orden del silencio,
silba el acero
¿quién detendrá este aguijón?

...Siempre queda huir al sur.

Una persona -cualquiera-


observa el cristal del escaparate,
ve a alguien que se fija en él,
la mirada está en ese punto infinito
o un abismo que es una persona
que desde el cristal
mira a otra persona cualquiera
que calibra el tiempo
por el color de sus ojos.

¿Qué furia posee tu intención?

Recobró la realidad lentamente,


el ejecutor apareció con pretensiones.
Una señal seria que espera la noche
anuda cada escena,
cada instante.
...Y el gesto se le hizo encrucijada
precipitándose al vacío.

He soñado
¿quién sabe qué aprender
en esta hora íntima de drama?
Muros ruinosos, este edificio.
He corrido para escapar.
Ecos anónimos me persiguen,
una luz sucia me asalta, me desafía,
me amenaza,
me devuelve a otro principio;
parece real.
El escorpión frente a mí
dice:
si quieres salir, grita.
Créame que a pesar de todo
me gustó mirarle al sol
y ver su rostro derretirse,
arder por dentro
como un montón de hojas secas.
Me mira fijamente, sonrío,
piensa que no le escucho.
Espera demasiado de mí.

¿A qué viene esa nostalgia?


A golpes de consciencia, alineado y dormido,
mis días van pasando
en la posibilidad de un abismo.
Continuamente asimilo, compongo, ajusto.
Cada vez estoy más perdido.
Todo transcurre con rapidez.

¿Es acaso esta basura la redención?


Comienzo
a despertar
en los presagios,
me extiendo en mí mismo.
Es angosta
la eterna constancia de inversión.
Siento
el pálpito de la conciencia.
Mi voz,
úlcera inmóvil
ansiosa de salir, gime por el llanto.
He comenzado a distinguir las astillas
de los días y sus ciclos.
Oblicuos caen sobre mí,
ocultan
para conciliarse con el tiempo
y superar
la barrera inconsumible
en la que cada espacio
late de diferente forma.

¡Cómo me aplastan las celdas de la locura!


En la noche todo vuelve a su orden,
todo desciende,
nadie resuella ni susurra
ni la ira se alimenta,
es - como antes- ir a lo invisible.

La eterna clausura del silencio.


Si pudiera recordar...
Mi madre.
Si pudiera recordar,
estúpido tener cuidado;
si recordara,
pero se borran las huellas
en una palidez hecha silencio.
El miedo.
Es ahora
cuando araña mis ojos.
Sólo si pudiera recordar,
andaría invisible
sobre mis pies calcinados,
rompería la membrana del tiempo,
volvería
a bailar
sobre el arca
para ti.

Sobre mi carne
envuelta en coágulos
se desprende la noche...
...un perfume atraviesa el gusto,
y el aire en su dominio
delira.
Sobre un charco
se ha desleído el augurio.
Es fin y principio.
He sido antes de ser ahora,
no hay error posible;
cada trama se precipita en el momento adecuado.

¡Sangre a la
tierra!

Inyecto en mis venas


la luz de cada mañana,
abro los ojos
fluctuante en la serenidad de un segundo,
la boca me sabe a hierro,
la metralla perfora mis oídos;
aún así,
siento leve y extraña
la esperanza.
Acecha como
un mal sueño
una sombra, una víctima...
..es este frío tan denso
que no me deja ver.
Tengo que mirar desde el mismo lugar
y luego atrás, muy atrás
-hasta donde la memoria alcance-
para poder olvidar todo
y que nada quede olvidado.
Es la voz de cada sombra
la que transforma el presente.

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