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Por Sebastián Aylwin.
Mucho se ha escuchado desde el 2011 sobre la existencia de un nuevo ciclo político que se inicia en Chile, pero poco se sabe o dice sobre qué sería lo efectivamente nuevo de este ciclo; ¿hablamos todos lo mismo cuando decimos que se abre un nuevo ciclo? Para responder esta pregunta será esencial entonces saber qué caracteriza al supuesto “viejo” ciclo político y cuál es el carácter que disputa por emerger para constituirse en lo “nuevo”
Por Sebastián Aylwin.
Mucho se ha escuchado desde el 2011 sobre la existencia de un nuevo ciclo político que se inicia en Chile, pero poco se sabe o dice sobre qué sería lo efectivamente nuevo de este ciclo; ¿hablamos todos lo mismo cuando decimos que se abre un nuevo ciclo? Para responder esta pregunta será esencial entonces saber qué caracteriza al supuesto “viejo” ciclo político y cuál es el carácter que disputa por emerger para constituirse en lo “nuevo”
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Por Sebastián Aylwin.
Mucho se ha escuchado desde el 2011 sobre la existencia de un nuevo ciclo político que se inicia en Chile, pero poco se sabe o dice sobre qué sería lo efectivamente nuevo de este ciclo; ¿hablamos todos lo mismo cuando decimos que se abre un nuevo ciclo? Para responder esta pregunta será esencial entonces saber qué caracteriza al supuesto “viejo” ciclo político y cuál es el carácter que disputa por emerger para constituirse en lo “nuevo”
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ltico con el que queremos ter- minar nos referimos a los trmi- nos de la poltica sintetizados en el pacto de la llamada transicin a la de- mocracia y que ha sido fuente de la deno- minada gobernalidad ya por ms de dos dcadas: la poltica de los consensos en- tre Concertacin y derecha; lo irrebatible del modelo neoliberal, que redujo la dis- cusin poltica a su mera administracin, y la exclusin del Estado como mecanis- mo de resolucin de conictos y deman- das de los sectores subalternos, constru- yendo un mercado encargado de mediar prcticamente la totalidad de las relacio- nes sociales. Al punto que en la actualidad todo conicto social -salvo interempresa- rial- es reducido a un conicto entre pri- vados, omitiendo la conformacin de in- ters general o espacio de lo pblico que estos conllevan, negando en denitiva el acceso a la construccin del Estado. La marca de esta poltica es una demo- cracia estrecha, despolitizadora y anti- popular, en donde la sordera hacia la de- manda de actores sociales no es solo des- idia, sino los trminos mismos de la pol- tica como existe hoy, y la desarticulacin de la constitucin colectiva de dichos ac- tores, una necesidad de funcionamiento del modelo de la transicin. Dicho esto, entonces qu es lo que ca- racterizara un nuevo ciclo poltico que deje atrs el impuesto por el pacto de la transicin a la democracia?, cul sera un cambio sustancial que, sabiendo no es nuestro punto de llegada -una sociedad sin clases-, est en la direccin correcta hacia dicho objetivo? O de otra manera cmo una fuerza revolucionaria elabo- ra una tctica para un perodo marcado, no por el derrumbe del modelo, sino por la tremenda deslegitimidad de la polti- ca actual y la expresin de un malestar mesocrtico, frustrado por el incumpli- miento de las promesas hechas por el modelo, manteniendo la inspiracin re- volucionaria como horizonte estratgi- co? Estas preguntas son relevantes, ya que ni el carcter mesocrtico -no revo- lucionario- del malestar nos debe hacer renunciar a su conduccin, ni los mar- cos de alianza social y poltica de dicha conduccin nos pueden desorientar de nuestro horizonte revolucionario. Papel del Estado Un nuevo ciclo poltico tiene que estar marcado por la emergencia de estos acto- res sociales a la construccin del Estado, as como tambin de las expresiones pol- ticas ancladas en dichos actores sociales. Esta caracterizacin tiene dos caricaturas que es necesario combatirlas. La primera es la idea de que un nuevo ciclo poltico es sinnimo de ms Esta- do. Es falsa la idea de que hoy el Estado no intervenga en el actual modelo, todo lo contrario, es el propio Estado el que ha construido nuevo nichos de acumulacin y abierto mercados para la iniciativa pri- vada. Muchos de dichos mercados estn, de hecho, garantizados por el propio Esta- do, el ms claro ejemplo en educacin fue el Crdito con Aval del Estado (CAE) que como su nombre lo indica, garantiza la ga- nancia con aval estatal. Pero en general, la experiencia chilena es un claro ejemplo de que ms Estado no es por s un modelo y que el Estado puede estar tanto al ser- vicio de garantizar una serie de derechos ciudadanos y sociales, como en proteger y crear mercados y sus respectivas pautas de acumulacin. La segunda caricatura es aquella se- gn la cual la existencia de dirigentes sociales que alcanzan escaos en el par- lamento es sinnimo de emergencia de nuevos actores polticos. La verdad es que, con matices y excepciones, dichos nuevos rostros para llegar al parlamen- to tuvieron que transar una concepcin de la poltica y adecuarse a ella, ms que transformarla en el acto de ingreso al Congreso. El Partido Comunista tuvo que pactar con la Concertacin en el pa- sado y en la actualidad ingresar al nuevo pacto de gobierno, con el exclusivo res- paldo de las plidas hojas de papel del programa de gobierno como posibles transformaciones. Revolucin Demo- crtica, por su parte, presionada por las negociaciones y lo restringido del siste- ma poltico formal, termin recibiendo el abrazo del oso de la Concertacin: te ayudo a ingresar, pero bajo los trminos actuales de la poltica, donde solo exis- timos la derecha y yo. Esto nos recuerda que los que estuvimos todo este tiempo excluidos del Congreso no podemos olvi- dar como lo mirbamos de afuera ahora que estamos adentro. De acuerdo a estas visiones ya nos en- contramos en este nuevo ciclo poltico. Este es el nuevo ciclo poltico para ellos, para la Nueva Mayora: ms Estado y di- rigentes sociales en el Congreso. Sin im- portar que ms Estado sea para una me- jor regulacin del mercado y que los di- rigentes sociales tengan que adecuarse a los viejos trminos de la poltica para in- gresar a ella, y no al revs. Pero eso no es as, la vieja poltica de la transicin no ha muerto y el nuevo ciclo poltico an no nace. Y quienes quieren hacernos creer que nos encontramos ya en un nuevo ciclo son precisamente quie- nes quieren evitar que se consolide. La emergencia de nuevos actores so- ciales a la construccin del Estado signi- fica tambin que stos accedan a la me- diacin del Estado para la solucin de sus conictos y el avancen sus reivindicacio- nes. Por tanto, la consolidacin de una nueva poltica est ntimamente vincula- da a la resolucin del conicto educacio- nal, hoy el principal referente del males- tar social y portador de la conictividad social ms relevante y sobredeterminante para la poltica del Chile actual. Una solu- cin por arriba del conicto educacio- nal, una resolucin espuria significa a la vez la imposibilidad de que se consoli- de una poltica de emergencia y constitu- cin de actores sociales en el Estado; pero una solucin que contemple al movimien- to estudiantil, que lo alce en gestor de su propia solucin y consagre su autonoma (dilogo con el Estado no mediado por la poltica) es condicin necesaria e inicio de un nuevo ciclo poltico para Chile. Mercado y derechos En ese contexto, desde el colectivo Iz- quierda Autnoma y la fundacin Nodo XXI hemos levantado la oposicin mer- cado versus derechos sociales. Donde el mercado representa el modelo actual y los derechos sociales, el tipo de modelo que queremos construir. En sentido negativo, la idea de derechos sociales se constitu- ye en un concepto irreconciliable con el mercado: el avance de los derechos es el retroceso del mercado. En sentido positi- vo, los derechos sociales estn vinculados a una concepcin de la democracia: de- rechos sociales o colectivos son aquellos que nos pertenecen a todos y a su vez son responsabilidad de todos. La lucha por los derechos es una por la recuperacin de la soberana de nuestras vidas, entregadas por completo a la irracionalidad del mer- cado, donde las decisiones no son de na- die, mucho menos de nosotros mismos. Sin embargo, no debe entenderse la decisin de conducir el malestar social expresado fuertemente desde el 2011 ha- cia una lucha por derechos sociales co- mo una mera adecuacin al contexto del Chile actual -que no permite discursos ms radicales- sino fundamentalmente enfrentar el hecho de que la organiza- cin, la formacin de una voluntad co- lectiva, hoy carece de sentido no solo por una disposicin subjetiva -no hay inters en organizarse- sino porque la organiza- cin no significa la consecucin de de- mandas o el avance de reivindicaciones sociales; todo lo contrario, los trminos de constitucin poltica del Estado se ba- san en excluir la organizacin como ac- ceso a la resolucin de conictos. El pro- greso estara vinculado a un despliegue individual de la persona, el resto se mira con desconanza y desprecio. En resumen, reivindicar los derechos sociales apunta a disputar la base social del Estado, construir espacios donde la intervencin estatal se realiza en la orga- nizacin colectiva de la sociedad y vice- versa; es decir, espacios donde la organi- zacin tiene sentido. En esa perspectiva, la disputa por el Estado es un horizonte tctico y no estratgico. Es apropiarse del Estado. Pero, como se dijo anteriormente, la posibilidad de una refundacin espuria de los trminos de la poltica est igualmen- te vinculada a la resolucin del conicto educacional. Como deca Gramsci, cuan- do lo viejo no termina de morir y lo nuevo an no nace, en ese claro oscuro es donde surgen los monstruos. El monstruo en es- te caso es una solucin al conicto educa- cional que imprima una pseudolegitimi- dad a la poltica, con mayor regulacin y cambio de fachada en el modelo poltico; eliminando la posibilidad de expresin radical del malestar social: el movimiento estudiantil. Digo que es un monstruo no slo porque signica la continuidad de la poltica de la transicin sino porque inclu- so la falta de legitimidad puede concluir en una regresin poltica, como el fen- meno Parisi en las ltimas elecciones presidenciales. Estos desafos nos interpelan directa- mente a las organizaciones estudiantiles, como esfuerzos de conduccin del movi- miento desde una perspectiva revolucio- naria. La resolucin del conicto educa- cional est ntimamente vinculada a la emergencia de nuestras propias apuestas polticas; pero ya no somos aquellos ex- tranjeros aislados por el sentido comn de una sociedad adiestrada a desconar de lo colectivo. Por lo anterior, hoy se muestra la necesidad de la confluencia de las fuerzas revolucionarias del mo- vimiento estudiantil que apuestan a la apertura de un nuevo ciclo, en cuanto lo que est en juego es nuestra propia exis- tencia poltica. En definitiva nosotros podemos decir: somos los excluidos de la organizacin de la sociedad, a pesar de que somos representantes legtimos de su malestar. Ya no somos los que pen- samos raro o tenemos ideas aejas, ya no somos marginales, somos repelidos, so- mos los marginados. g *Vicepresidente de la FECh y miembro de Izquierda Autnoma y Nodo XXI. Perspectiva anticapitalista de la lucha estudiantil por Sebastin Aylwin* Debate y controversia sobre el carcter del nuevo ciclo LE MONDE diplomatique | julio 2014 | 7 Mucho se ha escuchado desde el 2011 sobre la existencia de un nuevo ciclo poltico que se inicia en Chile, pero poco se sabe o dice sobre qu sera lo efectivamente nuevo de este ciclo; hablamos todos lo mismo cuando decimos que se abre un nuevo ciclo? Para responder esta pregunta ser esencial entonces saber qu caracteriza al supuesto viejo ciclo poltico y cul es el carcter que disputa por emerger para constituirse en lo nuevo.